Sic transit
En 1901 se inauguró el magnífico órgano Roqués de la iglesia de Narbarte, una pequeña joya sinfónica con una sonoridad brillante y un colorido extraordinario. Joaquín Larregla, el pianista favorito de Sarasate y suegro del compositor Moreno Torroba, venía las tardes veraniegas paseando desde Santesteban, para tocar el órgano nuevo de Narbarte. Por entonces, Valle Inclán se alojaba en Reparacea, donde estudiaba carlismo y componía su Marquesa Rosalinda, la “farsa sentimental y grotesca” toda llena de versos, Arlequines, ecos de Goethe y cabrilleos de Nietzsche. Y el 16 de agosto de 1911, día del cumpleaños de Larregla, vino Valle con un mazo de cuartillas a oír la interpretación de Joaquín Larregla en el pequeño Roqués de la iglesia de Narbarte. Acompañaban al gran autor el organista de Narbarte Alejo Alzuri y otros artistas internacionales. Permitan que les lea un bosquejo del monólogo final, dijo Valle en una pausa, y ahora permitan la escena de la espada rota de Arlequín, y ahora el abate con su peripecia. Y Valle fue leyendo la Rosalinda entera despiezada en la iglesia de Narbarte, mientras Larregla alternaba a Chopin con la jota navarra, y ejecutaba sus velocísimos trinos que sonaban increíbles en el pequeño Roqués. A la salida, contó Miguel Taberna que los mozos del pueblo estaban jugando a largo y ellos temieron por sus cabezas, porque la puerta de la iglesia quedaba en medio del fuego cruzado, como cuando tomamos Veracruz, dicen que dijo Valle.