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Historia de la libertad de asociación

Por 20 de noviembre de 2017 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

 

 

Los romanos tenían en el senado un sistema de votación en el que se agrupaban junto al senador cuyo parecer adoptaban. Era un voto por desplazamiento, que llamaban discessio «separación», y donde el efecto intimidatorio del rebaño mayor saltaba a la vista. Cicerón explica que muchas veces era una encerrona para imponer un senadoconsulto mediante un voto precipitado y sin discusión. Séneca cita la frase hecha con que los senadores acomodaticios decidían su desplazamiento: «esa parcialidad parece más numerosa». 

 

Con el voto secreto, que en teoría restaba eficacia a la exhibición amontonada, también se introdujeron refinadas comodidades a favor de ella, y hoy tenemos las encuestas que muestran una separación virtualmente consumada como si fuera la venidera, y para que lo sea. Por su parte, los políticos que peroran delante de su coro de adheridos que asienten y aplauden enternecidos de verse en pantalla, buscan el mismo efecto intimidatorio de la vieja ceremonia del voto por montonera, que sin duda es anterior a los romanos, y data de cuando la marabunta ribonucleica montó su primera asamblea.

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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