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El refrán favorito de mi abuela

Por 16 de noviembre de 2017 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

 

 

Lo decía cuando quedaba, pongamos, una croqueta o una manzana asada: «akitu ta bake» que viene a ser «acabar y paz». Muchos años después, supe que «akitu» («acabar» o, más literalmente, «acabado») es sumerio. Es el nombre de la fiesta de fin de año, cuando todos los destinos, que eran anuales, se renovaban. En acadio suele aparecer en plural: «akitim». Y en exvotos ibéricos lo leemos en caso partitivo: «akitike», un deseo de mejor destino.

 

La segunda palabra del refrán vasco de mi abuela, «bake», significa «paz», y es el imperativo sustantivado del mismo verbo «akitu», o sea, «quede acabada». La paz tiene por tanto un significado profundo que remite a la guerra inmediatamente anterior, y a la que se alude con una redundancia imperiosa de la que se espera que refuerce el efecto inmovilizador. Paz es el estado eventual de la guerra, conjurada mediante ese imperativo votivo que ordena y desea que siga parada. Y la guerra detenida, cualquiera lo sabe, Heráclito mío, es una magnitud negativa, mera discontinuidad que lo condiciona todo, como si los actores hubieran quedado fijados en su pose última. Se trata de una sabiduría antiquísima. Hace más de cuatro mil años que se extinguió el sumerio y todas las lenguas que hablamos hoy proceden de él.

 

Me he acordado al leer esto de Ruiz Quintano: «Venimos de un pueblo guerrero: no llevamos ni tres generaciones sin llegar a las manos».

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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