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Escrito por

Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

Publicado en EL CULTURAL 10-11-2023

Blogs de autor

Prodigios de la ficción televisada

 

Los magnates que han ordenado criogenizar sus cuerpos a la espera de que la ciencia les inyecte la vacuna de la vida eterna, no solo manifiestan una gran confianza en la tecnología sino la certeza de estar contratando los servicios de una empresa que no quebrará. No sería la primera vez que los inversores que capitalizan los activos de un negocio prometedor se los llevan a otro lado. ¿Quién pagará el recibo de la electricidad que gastan los frigoríficos? También es un riesgo que los herederos vean con preocupación el retorno de un antepasado dispuesto a reclamar la propiedad de sus bienes.

En el caso de que un criogenizado en los años sesenta del siglo XX salga vivo del congelador y abra los ojos, los encargados de cuidarle deberán adoptar ciertas precauciones. No solo atender los espasmos de un organismo resucitado por la técnica, sino evitar el trauma de una violenta colisión con la actualidad. ¿Cómo graduar la pauta de un flemático retorno al mundo? Mientras le administran los anabolizantes que restauren el tono muscular de sus tejidos momificados, el ciudadano descongelado deberá pasar el rato viendo la televisión. ¿Qué otra cosa podrá hacer?

Se supone que los canales educativos irán dando a nuestro hombre acceso al prodigio del mundo moderno. Después de conectarse a los concursos de canto y baile, los torneos deportivos, los informativos dramatizados por locutores enfáticos, los debates de tertulianos furiosos… –tan parecidos a los que emitía la televisión en blanco y negro–, aún podrá visionar el almacén de películas y series producidas por las plataformas televisivas. El criogenizado disfrutará del espectáculo que seduce a millones de abonados de medio mundo, excitados por la bulimia que les lleva a consumir un inagotable catálogo de ficciones.

¿Qué visión del mundo, qué retrato panorámico de la sociedad de nuestro tiempo, qué modelo de comportamiento social, qué tabla de tendencias psicológicas, verá representado el hombre criónico en su pantalla de plasma?

En el caso de que se haya oxigenado la red neuronal que permite comprender lo que uno deletrea, las etiquetas que clasifican los productos elaborados por la factoría televisiva ayudarán a nuestro hombre a elegir entre un variado repertorio temático: desnudez, sexo, drogas, sustancias tóxicas, autolesiones, discriminación, suicidio, miedo, angustia, violencia doméstica, violencia sexual [según el código usado por Netflix]. Todo ello interpretado en sus diferentes intensidades por los asesinos, cómplices y asesinados, policías corruptos, narcotraficantes, mercenarios, sicarios, violadores, sádicos y psicópatas que protagonizan la epopeya de nuestro tiempo.

Si el anciano criónico consigue abstraerse del magnetismo hipnótico de la televisión, comprobará que el mundo prolonga la tradicional y despavorida huida de la humanidad aterrada por la inminencia de la muerte. Como siempre. Pero así como a los de su estatus el miedo a la muerte les hace creer en la tecnología que detendrá la pútrida maldición de los cuerpos vivos, al gran público, con menos recursos económicos, la aprensión lo lleva a frecuentar las ficciones mórbidas de la fantasía televisada, la cotidiana, insomne y somnolienta fabulación de un consuelo.

Como la industria del entretenimiento ha conseguido criogenizar la conciencia del hombre aburrido, la consecuente atrofia cognitiva hará imperceptible el momento mítico en que el espectador aletargado se duerme y pasa a la posteridad. Sin darse cuenta y por una modesta cuota mensual.

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11 de noviembre de 2023
El quiosco

La Biblioteca de Basilio Baltasar

Revista El Ciervo  (septiembre-octubre 2023)

Unos rizos vegetales de hierro forjado ornamentaban el portal de la biblioteca pública sobre la que viví hasta los siete años. Abría la puerta de casa, bajaba los peldaños de la escalera y entraba en el venerable recinto. Pasé innumerables tardes de invierno contemplando con asombro las láminas de los libros ilustrados y leyendo los que me prestaba la elegante y señorial bibliotecaria. En una silla elevada que parecía hecha para mí, con los codos en la robusta mesa de roble, envuelto por un silencio similar al de la iglesia, aprendí a comportarme con la discreción del desocupado y callado lector. Cada uno se inclinaba sobre su libro, deslizando el lápiz sobre su bloc de notas, ensimismado y ajeno a los demás; se levantaban sin hacer ruido y regresaban a su asiento con los volúmenes que iban a consultar. Ante los robustos estantes de madera tallada, que albergaban una prodigiosa inmensidad y elevaban las obras maestras hacia los altos techos del salón, me pregunté muchas veces cuánto tiempo necesitaré para leerlo todo. Estos pensamientos fugaces, destellos intuitivos, más frecuentes a esa edad de lo que solemos recordar, surgían en mi imaginación como un preludio teatral...



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3 de octubre de 2023
Los autores y la crítica

‘El Apocalipsis según San Goliat’

 

Editorial KRK

El Apocalipsis según San Goliat es la parodia de una tragedia y la grotesca revelación de las reliquias enterradas en la memoria del mundo.

Un boxeador sonado y un vagabundo con fama de curandero, una despiadada terapeuta y una hermosa y cultivada mujer madura, un experto en los juegos malabares del arte y un directivo apasionado por las lecciones del ajedrez, deambulan por los bajos fondos de la ciudad, recorren el escenario de las obras maestras de la pintura y se hunden en la oscura trama de los sueños.

La panacea universal y el enigma de la enfermedad, la disputa de los sexos y las figuras de la antigüedad pagana componen una fábula subversiva sobre el poder sanador de los taumaturgos y la agonía de los desahuciados.

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Principales reseñas en la prensa:

THE OBJECTIVE: 'Basilio Baltasar y el legado vivo de la mitología' por Ángel Peña JOT DOWN: 'Mitología, arte y destino: una inmersión en «El Apocalipsis según San Goliat»' por Ángel Fernández PUBLISHERS WEEKLEY: Basilio Baltasar: «La banalidad, la apología de la violencia, la vulgaridad pornográfica y la estupidez hacen de la memoria humana un estercolero» por Manuel Mateo Pérez LA VANGUARDIA: 'La belleza se enfrenta a la vejez y a la muerte' por J.A. Masoliver Ródenas DEVANEOS: 'El Apocalipsis según san Goliat (Basilio Baltasar)' LA VANGUARDIA: 'Los mejores libros de la narrativa en castellano para la Navidad del 2023' por J.A. Masoliver Ródenas LA VANGUARDIA: ‘La Vanguardia’ escoge los libros del año. La selección de los expertos HERALDO DE ARAGÓN: 'Las aflicciones de la multitud' por Antón Castro (Suplemento Artes & Letras) EL CULTURAL: 'Basilio Baltasar, El Apocalipsis según san Goliat' por Luis María Anson CAJA DE COSAS: 'Goliat y Baltasar (A propósito de Basilio, y de su libro)' por Torres Blasco MILENIO: 'La locura de la memoria' por Jovany Hurtado García (Suplemento Laberinto) ÚLTIMA HORA: «La idea de que un ser humano vivo pueda aburrirse es algo inconcebible» por Adrián Malagamba

 

 

KRK

Los ensayos reunidos en El intelectual rampante componen el retablo de un venerable memorial literario. Los personajes, figuras y autores que recorren sus páginas dan cuenta del poder artístico de la imaginación, del legado inscrito en la lengua y de su perturbadora intuición.

Los mandamientos bohemios de Kafka, las ruinas de Babel, los sacrílegos desvelos de Maldoror, las ensoñaciones de Sinesio de Cirene, la dramaturgia narrativa de Coetzee, César Aira, Mircea Cărtărescu, Annie Ernaux o Liudmila Ulítskaya, el penetrante discernimiento de Roberto Calasso, la sinfonía burlesca del Bosco, las idolatrías de Rembrandt y las premoniciones de Goya, reverberan en este mosaico como una incitación apremiante. Es la insurgencia literaria de la biblioteca universal la que reclama al desocupado lector de nuestros días una insobornable avidez cognitiva.

 

Qué ha dicho la crítica sobre El intelectual rampante (KRK)

“Por el origen diverso de su contenido y el modo en que adquiere una estructura coherente, la obra me recuerda títulos como Los cuarenta y nueve escalones, de Roberto Calasso, o Colección de arena, de Italo Calvino. Hay otra cualidad en el libro: quien siga su trazado, además de reflexiones y singularidades evocadoras, adivinará en él una cadencia musical.”

Guzmán Urrero, The Objective

“Un libro elegante en la forma, sabio en el contenido, comprometido en los objetivos, firme en las convicciones: toda una lección relacionada con lo que, en las observaciones del cosmos, se denomina paralaje, la capacidad de percibir una cosa en varios planos, los superficiales y los profundos.”

José Enrique Ruiz Domènec, La Vanguardia

 “Les recomiendo discurrir por esta deliciosa caja de bombones humanísticos. Artículos estimulantes que arman un corpus hermenéutico que nos arroja al sapere aude.”

Quim Barrola, Abril. El Periódico de España 

“Pasajes, autores y personajes para no caer en la traición de los clérigos. Frente a la «epidemia emocional de la credulidad», la saludable subversión del humanismo.”

Sergi Doria, ABC

“El periodista, editor y escritor Basilio Baltasar publica el ensayo El intelectual rampante (KRK Ediciones), con un capítulo, Teoría del futbolismo, que desarrolla los motivos de su desapego al fútbol. Con elegante distancia, Baltasar disecciona el fenómeno del balompié.”

Miquel Molina, La Vanguardia

“Para nuestro varón rampante, hombre anti sentimental donde los haya, debemos cultivarnos con rigor y sin tregua, pues el ansia de conocimiento es la única estrategia posible para recobrar valores. Si Caballé le atribuye un parentesco con el gnosticismo, a nosotros su urgente cruzada nos recuerda la sabiduría salvaje de Nietzsche: «Tenemos sed de ella y no nos saciamos».

Bruno Padilla, Jot Down

“Los textos aquí espigados nos permitirán calibrar la calidad de la prosa de Basilio Baltasar, ponderar su sagacidad, conocimiento y buen tino en la selección de los temas y autores, avivando con estos ensayos la sed de saber del lector curioso y falto de libros”.

Francisco Hermoso de Mendoza, Devaneos

“Con esta colección de ensayos, el escritor y editor Basilio Baltasar, alma y motor del prestigioso Premio Formentor, traza una especie de autobiografía intelectual a través de los autores que le han conformado. Ricardo Piglia, Roberto Calasso, Annie Ernaux, Mijaíl Bulgákov y Jorge Luis Borges se dan cita en sus páginas.”

Elena Hevia, El Periódico

El intelectual rampante es un libro que vive en sí mismo, nos tiene como destinatarios a todos para compartir una serie de asuntos, hablarnos e interpelarnos, y vuelve sobre sus páginas a través de las reflexiones que germinan en quien lo lee.”

Winston Manrique, W Magazín

“Un extraordinario prosista, en su libro de ensayos El intelectual rampante, editado en la exquisita y ovetense editorial KRK.”

Publishers Weekly

“Basilio Baltasar posa su lupa sobre Sófocles, Thomas Pynchon, Coetzee o Nadiezhda Mandelstam, entre otros, en los ensayos brillantes y vibrantes de El intelectual rampante”.

Fátima Ulibarri, XL Semanal

 

Principales reseñas en la prensa:

La Vanguardia- 'Los intelectuales ya no son lo que eran' The Objective- 'El intelectual rampante': la cara oculta de la lectura El Periódico-'Libros de no ficción: 10 recomendaciones para Sant Jordi 2023' Revista Mercurio ABC Cultural: 'Subversión del humanismo' Faro de Vigo: 'El intelectual rampante' La Vanguardia 'Y Siri sigue sin enterarse' Devaneos- 'El intelectual rampante. Chimaera bombinans in vacuo' Jot Down- 'Basilio Baltasar contra los iletrados' Suplemento Abril- Prensa Ibérica- 'Un antídoto contra la ignorancia' El Levante- 'Un antídot contra la ignorància' La Vanguardia- 'Los trabajos y los días de Basilio Baltasar'  WMAGAZÍN- 'La literatura y la lectura como los mejores aliados de las ideas y los sueños para conjurar tiempos de incertidumbre' El Norte de Castilla -Diario de Lecturas (III). En busca de lectores cómplices. A propósito de ‘El intelectual rampante’ de Basilio Baltasar Heraldo de Aragón- 'Ver, leer, contar el pensamiento' Revista El Ciervo - 'La biblioteca de Basilio Baltasar' Revista Valors -“L’inteMectual, com a observador crític, ha de ser un impertinent” Revista Dos Orillas No. 44/45- 'Grupa de caracol, estela de nácar' por Antonio Enrique

 



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28 de septiembre de 2023

Suplemento Cultura|s, La Vanguardia. Edición impresa (8-04-2023)

Blogs de autor

Baudelaire, periodista cultural

Los escritos de Baudelaire sobre arte, literatura y música podrían haberse resca­tado como una reliquia cultural, pero la antología se lee como una irónica interpe­lación a nuestra época. Sorprende comprobar que los 150 años transcurridos desde su publicación en diferentes periódicos y revistas no hayan hecho caducar las amonestaciones del poeta maldito y auspicien su extraña y ardiente actualidad. Una actualidad inmóvil, idéntica, paralizada, indiferente a los espantajos del progreso y la evolución.

Al margen entonces del reloj (“Dios espantoso, siniestro e impasible”) Baudelaire llevará de la mano al lector de nuestros días por los Salones, imprentas y teatros del viejo París y también por los pasajes de una mentalidad enquistada en sí misma y atrapada en la feliz complacencia de su arrogante estupidez.

Nos dice Baudelaire en su diatriba contra la escuela pagana que todo niño sobreexcitado que oiga hablar sin cesar de gloria y de goce, cuyos sentidos sean a diario acariciados, irritados, asustados, encendidos o satisfechos se convertirá en el más desgraciado de los hombres.

En su apología de Víctor Hugo, celebrando la densidad hiperbólica de sus personajes, Baudelaire lamenta que vaya creciendo a la sombra de estos gigantes la tendencia sermoneadora, pedantesca y didáctica de las novelas.

Al celebrar el artículo que Saint-Beuve dedicó a la Academie Française, renueva el desdén por los intrigantes que la gobiernan y por los políticos que vienen vergonzosamente a robar el sillón que se le debe a un pobre hombre de letras.

Baudelaire advierte que el poeta no se debe a la república, ni a la monarquía absoluta ni a la monarquía constitucional. Denuncia la alianza adúltera establecida entre la escuela literaria y la política y reclama para el arte la potestad destemplada del genio que a nadie da cuentas. No desperdicia la ocasión de aludir a Heine y a su literatura podrida de sentimentalismo materialista.

Será suficiente este breve balance –niños adulados (¡sin IPhone aún!) y hombres desquiciados, poetas serviles, instituciones amañadas y novelas puritanas– para reconocer en la voz de Baudelaire el soniquete del gemido contemporáneo.

El lector recordará que los escritos de Baudelaire recogidos en este volumen fueron publicados sin el aura que la posteridad concedió al autor de Las flores del mal y que sus ácidos juicios le acarreaban la consecuente inquina de sus adversarios. Señalar la tontería del gentío, la verborrea de los oradores o la pomposa ridiculez de los literatos no le proporcionaba afecto precisamente.

Su conocimiento de Manet y Delacroix, de Flaubert, Balzac y Víctor Hugo, tan sagazmente penetrados y comprendidos en este volumen, lo autorizaba a comportarse como un crítico inclemente, enervado por la mediocridad, la impostura y la falsificación de los valores estéticos.

Anticipándose a Charles de Gaulle, Baudelaire ya supo ver que en Estados Unidos gobernaba la tiranía cruel e inexorable de la opinión y que sus ciudadanos padecían esa fe envanecida e ingenua por la omnipotencia de la industria. También pudo prever la figura de los “filósofos zoócratas” que han americanizado al dócil hombrecito europeo.

Su encomio de Edgar Allan Poe, como traductor y prologuista de su obra, le permite compartir la enérgica refutación de la “gran herejía de los tiempos modernos” y celebrar con veneración a este escritor visionario, “azotado sin piedad por el Ángel ciego de la expiación”, poeta, narrador y filósofo, iluminado y sabio. “¿Por qué no confesar –dice Baudelaire– el placer de presentarles a un hombre que se parece un poco a mí?”

Los escritos de nuestro autor recorren los libros y pinturas de su siglo con meticulosa lucidez, revelando la profundidad de sus logros artísticos y consagrando su integridad estética. Baudelaire, libre de la coerción invisible y de la obediencia voluntaria que la modernidad ha injertado en la ciudadanía, heredero de una inteligencia que no se deja hipnotizar por las candilejas del espectáculo, nunca cultivó la empalagosa adulación del lector.

En diferentes momentos de la antología se oye su insistente evocación como un presagio: “¡Ojalá que la religión y la filosofía puedan acudir algún día, como obligadas por el grito de un desesperado!”.

Retrato del artista intratable Charles Baudelaire nace en París en 1821 y muere en la misma ciudad a los 46 años. Tras las restauraciones monárquicas y las barricadas revolucionarias que agitaron el XIX francés, aparecen ‘Las flores del Mal’ (1857), ‘Los paraísos artificiales' (1860), ‘Los despojos’ (1866) y ‘El spleen de París’ (1869). Contemporáneo de Balzac, Flaubert y Víctor Hugo, su poética sacudió al mismo tiempo las convenciones literarias y las presunciones morales. En realidad, su obscenidad, que concitó acusaciones, procesos y censuras y consagró la figura del artista intratable, fue la enervada alegoría de la incipiente modernidad.

Reseña del libro: Escritos sobre arte, literatura y música (1845-1866), de Charles Baudelaire (Acantilado, 2022)

Publicado en Cultura|s de La Vanguardia

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9 de abril de 2023
Blogs de autor

Esperando al lector de sí mismo

Quizá con la intención de consolar a sus críticos Proust dejó dicho que “en cien años nuestros libros habrán dejado de existir”. Sin embargo, consumido ya un siglo desde la publicación de su obra podemos confirmar la magnética presencia de la Recherche y la actualidad de ese “telescopio psíquico” del que habló Deleuze.

Aunque por prudencia, y en lugar de perder el tiempo con entretenimientos ociosos -¡a menudo tan odiosos!-, convendrá sentarse a leer la Recherche antes de que fatalmente se cumpla el mal agüero de su autor. Por si acaso.

El que lo haga deberá tener en cuenta lo que Proust esperaba de sus lectores: que a través del pausado y penetrante soliloquio de su obra cada lector consiga ser el más sagaz y lúcido lector de sí mismo.

A ello contribuye el catedrático y editor francés Bernard de Fallois (1926-2018) con unas “conferencias” pensadas para un público atento, sensible y cultivado. Un público ajeno a la excitación de la banalidad contemporánea y dispuesto a entender las ideas maestras que Proust desplegó en su magna obra.

La idea de los “dos yo” sugiere apreciar las diferencias entre la personalidad del escritor y la voz del narrador. A fin de evitar que la tentación biográfica perturbe el significado de la obra de arte con las trivialidades domésticas de la vida vulgar, los trastornos íntimos y los complejos dolosos del autor.

La idea de las “dos memorias” distingue entre el recuerdo deliberado, el que nos lleva a creer en el orden cronológico de los acontecimientos, y la imaginería del recuerdo accidental, que al rescatar de repente simetrías inesperadas entre momentos distantes revela el verdadero sentido de un instante fugaz.

La idea de la omnipotencia del Tiempo desmiente que lo temporal sea un algo que pasa. El tiempo, la piedra angular de la obra de Proust, es la sustancia invisible en la que vivimos sumergidos, la que modula y transforma “las intermitencias del corazón”. Su escritura sigue el flujo ondulante de los meandros que a imagen del Tiempo configuran el curso de su pensamiento.

La idea del amor se presenta como un fenómeno carente de realidad tangible, frágilmente vinculado a la persona que por azar reflejará su poderosa emoción. El amor entendido como “mal sagrado” precede a la aparición del ser amado y sobrevive y emigra a pesar de él. Lo que conlleva “el más espantoso de los suplicios”: los celos.

Las ideas maestras de Proust hacen de En busca del tiempo perdido un tratado narrativo de la mente humana, una novela compuesta por personajes de extraordinaria vivacidad y decenas de miles de impresiones, anotaciones sobre el carácter de los hombres, el disfraz de sus costumbres, el pálpito de su oscura sospecha, y la belleza de los aromas, colores y destellos que iluminan las estancias morales. La inteligencia del escritor que ha culminado este inmenso tapiz literario, tejido con las sensaciones más sutiles, abarca la totalidad de la existencia.

Hace cien años Proust lamentaba que la literatura se pusiera a merced del festejo mundano y al servicio de toda cuanta causa recibe el aplauso social. Ya entonces, nos cuenta Fallois, Proust soportó las afrentas de diversos editores, que nada entendían de su libro, se negaban a leerlo o se lo devolvían ¡con comentarios ofensivos! Según el mismo Proust, nada raro hay en ello, pues “el artista de verdad, al ser original, no puede ser reconocido enseguida por sus contemporáneos”.

Reseña del libro: Siete conferencias sobre Marcel Proust, de Bernard de Fallois (Ediciones del Subsuelo, 2022)

Publicado en Cultura|s de La Vanguardia



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26 de diciembre de 2022
El quiosco

Pícaros, sátiros y mangantes. Los grandes embusteros de la literatura

Revista Jot Down  (septiembre de 2022)

La literatura ha prestado a los pícaros el argumento de una vida sardónica. Un decidido desparpajo, soltura y audacia, abundancia de recursos, elocuencia y convicción, prestancia y cortesía, vivacidad y talento ornamentan al héroe de la picaresca. Indecente, ególatra y convincente. Sus cualidades engendran en el lector una inesperada simpatía y excitan un vivo interés por sus vilezas. La puesta en escena del pícaro encanta de tal modo al espectador que no le queda más remedio que dejar en suspenso sus ilusiones morales y sospechar de su propia honestidad.

Este es el momento culminante de la epopeya picaresca y el gesto que redime a sus villanos: el lector descubre la secreta justicia del engaño y declara que sus víctimas se lo tienen bien merecido...

 



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8 de noviembre de 2022
Blogs de autor

Cristóbal Serra, un sabio irónico y escurridizo

Me permitirá el amable lector que emprenda este elogio de Cristóbal Serra recordando la edición que hice de su obra completa (Ars Quimérica, Bitzoc, 1996). De ahí mi entusiasmo con la iniciativa de Wunderkammer y de Nadal Suau, que actualiza aquél primer acopio, sostiene la presencia de nuestro autor y auspicia de nuevo la influencia de su obra literaria.

El lector que no conozca a Cristóbal Serra (Palma de Mallorca, 1922-2012), o lo haya leído fragmentariamente, encontrará en el informado y panorámico prólogo de Nadal Suau la semblanza de un escritor culto, refinado y ensimismado, ajeno al bullicio de la vida social y fiel a la genealogía de su herencia literaria.

Serra podría incorporarse a la nómina de los raros reunidos por Rubén Darío o Pere Gimferrer. Sin perder de vista que su singular literatura procede de una introspección hermética, de los súbitos destellos de la tradición mística y de la puntillista exploración de la sabiduría perdida.

Sorprenderá al lector que del sucinto territorio de Andratx hayan surgido dos escritores tan notables y tan opuestos en su personalidad literaria. Baltasar Porcel, con su novelesca impetuosa, fascinada por la violencia nietzscheana, la pulsión salvaje del sexo, la virulencia del deseo y la heroicidad de una rivalidad encarnizada. Y Serra, tan atento a las sutilezas encriptadas en la literatura gnómica, con una gentileza irónica y escurridiza, enamoradizo y severamente conmovido por la tradición sapiencial de los libros escondidos.

En las memorias de Cristóbal Serra (Augurio Hipocampo , Diario de signos , Las líneas de mi vida…) se componen los recuerdos, imágenes y sensaciones alumbradas en el puerto de Andratx, la región mítica de su infancia y el lugar en donde todo comenzó. El surgimiento de los autores que vertebraron su canon literario, la actuación de los personajes que impresionaron su sensibilidad, la nostalgia que en su primera edad acuñó la melancolía de una apacible y fructífera existencia.

A la frontera del puerto de Andratx (lugar hoy destruido) llegaron los mensajeros cosmopolitas de los libros inéditos o prohibidos, los extranjeros trashumantes que inspiraron el aprendizaje literario de Serra. Así, entre erizos, pulpos y caracolas, peces y pescadores, transcurrió una juventud alentada por Blake, Chesterton, Claudel, La Rochefoucauld, Michaux…

Fue un observador solitario de la creación y un solipsista que tanteaba el mundo circundante a través de los libros. Su predilección por el aforismo, la brevedad y la sentencia se correspondía con la benevolente cautela y la vocación ermitaña de su alter ego. Pero su interés por la literatura contemplativa no le impedía congeniar con grandes furiosos o hirientes satíricos. Si la despiadada represión de la posguerra no le hubiera sorprendido en la pubertad quizá habría emulado a un predicador airado como León Bloy o a un sarcástico como Jonathan Swift. De los dos fue un apasionado traductor.

Con ese sentido del humor que para él fue una tabla de redención, intentó evitar las trampas trágicas de su siglo. Su humorismo gentil, que está más cerca de la sonrisa que de la risa, y cierto estilo británico (hablamos de lo que antes se entendía como tal) le proporcionaron la distinción que caracteriza a su prosa.

A lo largo de sus 90 años Serra fue descubierto en repetidas ocasiones (por Octavio Paz, por Rafael Conte, por Beatriz de Moura…) sin que por ello se moviera de su sitio. Cuando el dibujante Pere Joan trasladó a la narrativa gráfica su Viaje a Cotiledonia descubrió a muchos de sus jóvenes lectores al anciano que hablaba de la noche oscura de Jonás, de las visiones de Ana Catalina Emmerick y de los esenios enterrados en Qumram. El lector de ahora encontrará en El viaje pendular a ese cátaro contemporáneo que afrontó la desesperación del mundo con delicada ternura y al escritor que rescató de la antigüedad el carácter cósmico y profético del asno, figura central de una religión arcaica, invisible y desapercibida.

 

Reseña del libro: El viaje pendular de Cristóbal Serra (Wunderkammer, 2022)

Publicado en Cultura|s de La Vanguardia

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14 de octubre de 2022

Annie Ernaux en Formentor en 2019. Fotografía de Cati Cladera

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Annie Ernaux, sobria, concisa y cruel

 

Al anochecer sobre las mansas aguas de Formentor, Annie Ernaux concluía su discurso -estamos en el mes de septiembre del 2019- recordando al silencioso público cuanto se había esforzado por explorar el mundo real, pero sobre todo por despojarlo de las visiones y valores “de los que la lengua es portadora en todas las épocas”. Aparecía así la escritora francesa como una forjadora de lenguaje, un herrero que golpea en el yunque del yo la endiablada sustancia de la literatura y el alambicado reverso de las palabras.

Al día siguiente subimos al faro de Formentor y Annie se apoyó en la barandilla que se tiende sobre el elevando promontorio del acantilado. Su melancólica mirada abarcaba la línea del horizonte y los reflejos dorados del sol poniente. Pude ver entonces en su rostro la apacible tristeza de una mujer consternada por las innumerables humillaciones del ser humano.

La destreza artística de Annie Ernaux, motivo por el cual había recibido el Premio Formentor, da forma narrativa a una escritura sobria, concisa y cruel. Su circunloquio literario -apenas un grueso volumen- es inquisitivo hasta la extenuación. Sus libros dan cuenta de una enojada insurrección, de una sensibilidad pasmada y de una insólita determinación. Habla a través de su conciencia la mujer que ha rechazado el papel que se le adjudicó en la comedia de la vida social y que ha vislumbrado por ello el alcance metafísico de su rebelión. No se trata de que no le guste ser la criada del hombre, ni de que le haya soliviantado servir a quien no lo merece. El relato de Annie Ernaux va más allá del hartazgo de las mujeres cansadas, pues testimonia la hondura de una mutación. Sus libros son el gozne literario de una transformación cultural, pero lo verdaderamente notable de su estilo, de su voz, de su escritura, es el empeño puesto por forjar un nuevo episodio de la historia literaria de la lengua francesa.

 

Publicado en ABC el 6 de octubre de 2022

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7 de octubre de 2022
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Estigmas del laberinto español

 

Después de publicar su aleccionador ensayo El honor de los filósofos (2020), la biografía de los pensadores que perdieron la vida por ser fieles a la destilada razón de sus postulados, Víctor Gómez Pin (Barcelona, 1944) se dispone a disipar con su nuevo libro los tercos enigmas del laberinto español.

Con el elocuente título de La España que tanto quisimos , el autor ordena, cita y convoca a las figuras que han dado forma a un bullicioso legado cultural. Sefarditas y moriscos, herejes y disidentes, poetas y escolásticos, ilustrados y jesuitas, emigrantes y camioneros, filósofos y guerrilleros, son los personajes que enriquecen con su genio, y su mal genio, el paisaje de una historia efervescente.

Aparecen en estas páginas las ilustres cualidades de Miguel Servet, Francisco Suárez, Quevedo, Rosalía de Castro, Maragall, Vallejo, Cernuda, Azorín, Lorca, Ortega y Gasset, Paco Ibáñez, y tantos otros, para entender la errática deriva de un país incomprensiblemente desnortado.

La esmerada selección de las voces que suenan en La España que tanto quisimos nos lleva hacia los cruciales interrogantes de un libro esencial. Un libro que contribuirá a disolver los resabios de un lamentable desconcierto.

Cuando el autor recuerda a los españoles derrotados que en su juventud le dieron ejemplo de entereza, cuando recuerda su nobleza, inmune a la humillación, el infortunio y la fatiga de vivir, erige esa figura del alma popular que alienta y sostiene la conciencia de una inexpugnable dignidad. Esta imagen vertebra la bella narración de Víctor Gómez Pin sobre un país que sigue a la espera de encontrarse consigo mismo.

El relato del autor nos sitúa en un expresivo momento visual de la historia y nos muestra a los calvinistas lanzando a la hoguera el cuerpo vivo de Miguel Servet. Un símbolo de los desmanes de tiranía, explotación, intolerancia, embuste y malversación cometidos por la Europa moderna.

Sin embargo, a pesar del estropicio común, Bélgica sabe inhibirse del genocidio llevado a cabo por su rey Leopoldo II en el Congo, Francia evita darle vueltas a la masacre de San Bartolomé, a la deportación de sus ciudadanos judíos a los campos de exterminio de la Alemania nazi y a la feroz represión de sus militares en Argelia.

Italia omite con gran estilo sus escabechinas en Libia y Etiopía y sus desfiles fascistas con el Führer, Holanda se excluye de sus matanzas en Indonesia, Inglaterra no sabe nada de sus carnicerías en la India … Todos los países comparecen ante el tribunal de la historia como reos de crímenes contra la Humanidad, aunque solo España acepta cargar con la pesadumbre de la “Leyenda Negra”.

Será fascinante desvelar al supremacismo que ha decretado este estigma, comprobar su influencia en la forja de la mentalidad reaccionaria y en los encubrimientos de su decálogo moral. Pero más notable será entender el motivo por el cual el país al que tanto quisimos permanece atenazado por un misterioso complejo de inferioridad.

El autor dedica su libro a cualquier lector inteligente pero lo dirige a los simpatizantes y militantes del ala izquierda de la sociedad. Les invita a preguntarse de qué se avergüenzan, por qué asumen el dictamen de una sumisión bastarda y a qué viene eso de renunciar al ejemplo de sus ilustres antepasados.

Ha sido formidable en este sentido la energía política del nacionalismo periférico. Emulando la oratoria fertilizada por la Europa del norte y presentándose como miembros de la élite que desprecia a la España charnega, la derecha nacionalista ha actualizado vigorosamente la retórica de la difamación y amedrentado al conjunto de la nación con los viejos anatemas de la presunción calvinista. Es en verdad admirable que lo haya hecho con tanto virtuosismo.

Víctor Gómez Pin nos invita con su ensayo a deshacer la fuerza hipnótica del complejo de inferioridad, a sustituir la ficción de la identidad por la certeza de la conciencia y a rehabilitar una España a la que sea posible querer y en la que todos los ciudadanos puedan encontrarse a gusto.

Reseña del libro: La España que tanto quisimos de Víctor Gómez Pin (Arpa, 2022)

Publicado en Cultura|s de La Vanguardia



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30 de julio de 2022
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Manotes: de lo espiritual en el Arte. Fernando Esteban Salvá (Palma 1953-2022)

El pasado viernes concluyó en Palma el itinerario vital de Fernando Esteban Salvá, Manotes. Un artista entregado a la más intensa, profunda y radical exigencia creadora. Un pintor comprometido con las brillantes intuiciones de su juventud, fiel a sus imperiosas corazonadas y leal a la estética que guio su prolífica trayectoria.

Fernando Esteban falleció el viernes 8 de julio pero llevaba décadas jugándose la vida con cada lienzo, con cada dibujo, con todas y cada una de sus obras, sin perder de vista su lúcida conciencia sobre los deberes del arte: dar forma visible a lo inminente, captar el momento crucial de un fulgor invisible, dejarse llevar por la fascinada percepción de lo latente; siempre dispuesto a crear de la nada la conmovedora certeza de un presentimiento. Tal fue la integridad de su impecable vocación.

Fernando Esteban fue un jovencísimo discípulo de Joan Miró, frecuentó desde su infancia el taller del pintor catalán y adquirió junto a su maestría la técnica y la ciencia del arte. Con los pintores Ellis Jacobson y Jim Bird compartió amistad, veladas y conversaciones ajenas a la frivolidad decorativa que suele tentar a los artistas.

A mediados de los años setenta del pasado siglo, después de inaugurar su primera exposición en la Galería 4 Gats, de Ferrán Cano, apenas con veinte años, autor ya de un lenguaje y un estilo inconfundible, Fernando Esteban emprendió el viaje que le llevaría a lo largo de medio mundo hasta el más firme y veraz centro de sí mismo. Abandonó la complaciente comodidad de la isla y con lo puesto, a pie o en autobús, llegó hasta San Petersburgo para montarse en el tren transiberiano que a través de las heladas tundras de Siberia lo llevaría hasta Vladivostok y de allí, a Japón.

Un artista que vive al borde del abismo -haciendo familiar y temible el riesgo de la locura, del fracaso o de la rendición- sabe que no hay otro modo de acceder a los verdaderos designios del arte. La vida bohemia, es decir, heroica, que Fernando Esteban llevó en Japón, sobreviviendo con los escasos recursos de una economía ambulante, vendiendo en la calle sus dibujos, bregando jovialmente con las reglas de la yakuza, le ayudó a entender la magnitud del desafío asumido por el artista. Cuando acabó el gran mural que el ayuntamiento de Osaka le encargó realizar en uno de los edificios públicos de la ciudad, Fernando Esteban dio por acabada su estancia en el país. Había tenido tiempo de convertirse en un diestro practicante de aikido y en un buen conocedor de la filosofía oriental.

El itinerario artístico de Manotes se solapaba con un aprendizaje vital insaciable, absorbente y abierto a las impacientes inquietudes del ser humano. A lo largo de su audaz tránsito de artista cosmopolita, aguerrido y avezado, Manotes expuso en Tokio, Hong Kong y Tailandia, en El Cairo y en Nairobi. Y en tantos otros sitios. Con su formidable personalidad supo entablar relaciones y complicidades con los galeristas que en Asia y África admiraron su elegancia conceptual y el estilo de su lenguaje abstracto.

No por regresar del Oriente lejano se apaciguó el instinto nómada de un artista que nunca dejó de vivir en el filo de la itinerancia vital, estética y espiritual. Fernando Esteban se estableció en diferentes rincones del Pirineo Catalán -en donde mantuvo relaciones con el artista estadounidense Kenneth Noland-, en los montes de Huesca -en donde levantó con sus propias manos la cabaña de adobe y madera que tantas veces le sirvió de refugio y retiro-, en las colinas de Barcelona y, finalmente, en su casal de Mancor de la Vall. Nos sorprendía, a sus amigos íntimos, comprobar la energía de un hombre que nunca se daba por cansado.

Manotes trabajó en Palma con el galerista Bernardo Rabassa y con su buen genio mantuvo afables relaciones con la comunidad artística mallorquina. Sin dejar de ser fiel a sí mismo y poniéndose a salvo de las modas que tergiversan la inspiración original del artista, prescindió de los caprichos del mercado y de la arbitrariedad de las tendencias. Manotes supo cuidar una relación con el arte tan honesta, frágil, sublime e ingobernable, que nunca se subordinó a ningún interés, conveniencia o pretensión. No le importó rechazar las ofertas que ponían en jaque su libertad.

Lo espiritual en el arte -según Vasili Kandinsky- ha tenido ilustres artífices y destacados herederos. Junto a ellos, Manotes ha sabido prolongar la rectitud de la creación estética. Como uno de esos artistas que dan forma a las intuiciones puras del espíritu, expanden la noción que el mundo tiene de sí mismo, traspasan el límite de los sentidos, ensanchan el campo de la experiencia humana y nos llevan a descubrir emociones insólitas.

Los inolvidables rasgos de la personalidad de Manotes y los dones de su carácter -un deslumbrante sentido del humor brotaba junto a su inconcebible generosidad-, encajaron prodigiosamente con el budismo que cultivó. Su actitud encarnaba además esa entrañable antropología del filósofo judío Martin Buber: “el hombre es un ser disponible”.

El largo y solitario viaje de Manotes a las tierras lejanas fue la metáfora de una búsqueda interior. Su viaje al lado oculto del silencio, una osada introspección. Su viaje al invisible, el símbolo de su combate con la imaginación.

El legado de Fernando Esteban, Manotes, permanecerá como un ejemplo para los artistas que emprendan su propio viaje, sigan sus huellas y asuman el reto creativo de la inmensidad.

 

Publicado en el Diario de Mallorca el 10 de julio de 2022

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10 de julio de 2022
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