
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
No resulta extremadamente fácil localizar el mal en los demás. Tanto como si para esa operación determinada nos hubiera dotado la naturaleza de principios tan elementales como atinados. Pero, a la vez, ¿cómo no sospechar que nuestra gran competencia para acertar en tales valoraciones no procede de nuestro mal mismo, de nuestra experiencia personal del mal habitando en el interior de cada uno?
Siempre viene a ser más extraño que realcemos el bien en los demás que nos recreemos en sus defectos. No es del todo insólito señalar unas u otras virtudes en el prójimo pero puestos a hacer balance las cifras de gente mala supera siempre al de gente buena lo que, en conclusión, lleva a tener del mundo una impresión más negativa que positiva, más cercano al reino de la adversidad y las amenazas que el de la concordia y la felicidad.
Pero lo que no se ve de inmediato es que si el mundo adquiere caracteres de maldad en esa porción aviesa se halla incluida nuestra propia contribución. El mal que reconocemos en el otro nos reconoce, la pertinencia con la que calificamos negativamente nos pertenece. O más aún, emparenta diferentes formas del mal ajeno su mal con modalidades del nuestro, traza un puente de crasa humanidad: el puente de las aguas turbulentas que se opone a los o puentes de amistad pero que tanto uno como otro forman la misma ciudad de Buda y Pest sobre la que viajamos, maldecimos, amamos o nos aborrecemos.
Pero hay algo más: el mal en los demás nos intranquiliza pero el mal que podemos descubrir en nuestro interior nos desconcierta. Ser malo, en la ideología humanista y religiosa, conlleva pronto a desestimarse y desestimarse aboca a descomponerse. Creer en nuestra bondad frente a la posible maldad ajena nos mantiene artificialmente en pie pero ¿cómo no pensar, aún exagerando, que la verdadera comunión de los seres humanos se realizaría del todo, abatidos o no, en la constatación aversiva de nuestro contenido ignominioso tanto como en la complacencia de los bueno datos amables, cruzados, mezclados, rebozados todos de la imperfección de toda perfección?