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El Granma del viernes, la Cuba del sábado

Quién hubiera dicho hace algunos años que el adusto periódico Granma abriría una sección que se convertiría en su parte más comentada y leída. Bajo el título de ?Cartas a la dirección? salen a la luz cada viernes los escritos ?enviados por lectores- que versan sobre aspectos económicos y organizativos de nuestra sociedad. Al principio, corrió la voz de que el órgano oficial del PCC pretendía tantear una Glasnost de probeta que después se extendería al resto de la prensa, pero el resultado ha sido un debate limitado, especialmente por ocurrir en un medio con una marcada tendencia inmovilista y reaccionaria. El tono de la crítica ha ido en aumento y en ese mismo diario que nunca se ha impreso una foto en colores, aparecen ahora matices diferentes para enfocar viejos problemas. Se ha llegado incluso a hablar de ?privatización? de ?fin de los subsidios?, todo esto acompañado de frases tan críticas como ?nuestra mentalidad estancada?  y exhortaciones del tipo ?tenemos que ser realistas?. Hasta ahí, pareciera que la polémica ha logrado instalarse en una publicación que tanto contribuyó durante décadas a cercenarla; pero es mejor no dejar correr el entusiasmo. Ya en el encabezamiento de las ?Cartas? ? se aclara que se trata de ?opiniones con las que se puede estar o no de acuerdo?. Todo un alarde de tolerancia que quienes somos discriminados por nuestros criterios, sabemos muy bien que no se cumple para nada en la vida real. Cuando la algarabía se deja a un lado y uno separa las palabras aparecidas de los hechos logrados, se percibe el verdadero alcance y seriedad de este espacio de discusión. Salta a la vista que hay un límite claro en cuanto a temáticas, pues nunca en todo este tiempo se han tocado puntos candentes como las restricciones migratorias, la falta de libertad de expresión, la  penalización al que piensa diferente, los presos políticos, la demanda de someter a votaciones directas el cargo de presidente o la necesidad de contar con una prensa menos plegada al aparato gubernamental. Curiosamente, las misivas aparecidas sólo se refieren al desvío de recursos, la indisciplina social, el modo de producción, la ineficiencia de algunos burócratas y el pedido de muchos de aplicar mayores controles. Esto puede estar dado porque se hace un filtrado de las opiniones o porque los propios lectores se abstienen de enviar ciertas inquietudes que saben nunca verán la luz. Por otro lado, el Granma del viernes ha generado la falsa impresión de que la crítica es admitida y que se puede hablar ?a camisa quitada?. Pero basta leer detenidamente sus líneas para constatar que hay una reverencia obligatoria a cumplir para ser admitido en el selecto grupo de los que pueden opinar. Se debe dejar caer una frase relativa a ?mantener nuestro actual sistema? o dedicar un cumplido de exoneración a ?los líderes históricos del proceso? y colocar una oración que reparta la culpa del desastre nacional fuera de nuestro territorio. Jamás -ni lo sueñen- se podrán leer en esas páginas de diseño anticuado las dudas que tienen mis compatriotas sobre la gestión de Raúl Castro y sobre la disfuncionalidad de este capitalismo de estado ?o de clan familiar- bajo el que vivimos. La Cuba del sábado, del martes, del domingo -esa que desborda inconformidad y angustia- apenas si se muestra en las ?Cartas a la dirección?. El órgano del único partido permitido nunca difundirá a quienes no lo consideran ?ni remotamente- la vanguardia de la nación. Hacerlo sería como si Saturno, tras haber devorado a sus hijos, la emprendiera contra su propio corazón.

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12 de junio de 2010
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Estados Unidos y el fútbol: una curiosa desconexión

Hacia 1994, fui a ver un partido de fútbol en Texas entre los Estados Unidos y Bolivia. Al llegar al estadio, me sorprendió que no hubiera aglomeraciones, que los autos circularan como si nada importante estuviera ocurriendo, que no hubiera gente vendiendo banderas. El día seguía su curso, el tráfico fluía, la televisión seguía con su programación normal. Entendí que lo que veía era un buen símbolo del estado del fútbol en los Estados Unidos: la selección podía jugar, pero eso le era indiferente al ciudadano medio. Después de todo, no se trataba de un partido de fútbol americano, ni uno de baloncesto o béisbol.

Una vez en el estadio, descubrí que la mayoría de los espectadores eran inmigrantes bolivianos. También había otros inmigrantes hispanos (mexicanos, salvadoreños, etc). El resultado de todo esto era que, esa tarde en Texas, Bolivia jugaba como si estuviera de local y los Estados Unidos era un equipo visitante en su propio país. No debía haberme sorprendido, de hecho había visto jugar a los Estados Unidos contra México en Los Angeles, y el clima en el estado era incluso agresivamente ofensivo contra los Estados Unidos.

Más de quince años después, las cosas no han cambiado. El ciudadano medio sabe quién es David Beckham, pero si le preguntan por Landon Donovan pondrá una cara de desconocimiento total. Estados Unidos sigue jugando de visitante en estados como California, Texas y la Florida. La liga de fútbol nacional (MLS) se ha consolidado, los equipos tienen sus seguidores fervorosos, pero esto se debe sobre todo a que el país es tan grande que hasta una liga de cricket podría funcionar sin problemas: hay suficientes inmigrantes como para respaldar los deportes más exóticos. Eso de el fútbol como pasión de multitudes no termina de cuajar aquí.

Hay, entonces, una curiosa desconexión entre lo que sucede en las calles (y en las pantallas) y en la cancha. Estados Unidos juega cada vez mejor, y la FIFA lo considera uno de los quince mejores equipos del mundo. La última vez que perdió España, el gran favorito de este mundial, fue contra Estados Unidos (el año pasado, en las semifinales de la Copa Confederaciones). A su acostumbrado despliegue físico, los norteamericanos le han ido añadiendo, con los años, disciplina táctica y tranquilidad a la hora de salir jugando; nada de los pelotazos y el correr como gallinas sin cabeza de hace apenas dos décadas.

Incluso el futuro está del lado de los Estados Unidos: en Soccernomics, Simon Kuper y Stefan Szymanski llegan a la conclusión de que hay ciertos factores que influyen mucho en el resultado de un partido, entre ellos tener un PIB impresionante y una población enorme. Debido a eso, Kuper y Szymanski pronostican que entre las grandes potencias del fútbol de este siglo estarán Japón, Australia, Turquía y… los Estados Unidos.

Un equipo sólido con un gran futuro, un mundial con suficientes fanáticos como para llenar los principales bares de Boston, Nueva York y otras grandes ciudades… ¿Qué más se puede pedir? Si al país le va bien, no habrá despliegues apasionados en las calles, pero digamos que nadie es perfecto. En cuanto a mí, para el partido de este sábado contra Inglaterra esperaré con ansias una victoria de los Estados Unidos. ¿Y cuándo a esta selección le toque jugar contra un equipo latinoamericano o España? Mejor no digo nada por ahora. Yo, argentino.  

(Blog Papeles Perdidos, Babelia, El País, 11 de junio 2010)

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11 de junio de 2010
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I. Una vieja enemistad

Cuando estudié sexto grado de primaria en el Instituto Pedagógico de Managua, regentado por los hermanos cristianos de San Juan Bautista de la Salle, el prefecto de primaria dejaba ir a veces, sin motivo aparente, furibundas invectivas en contra de Voltaire, de quien decía que en castigo de su grave pecado de ateísmo había muerto ahogado en sus propios excrementos, algo que puede darnos la medida del tamaño de la inquina que tantos siglos después seguían guardándole las instituciones eclesiásticas a las que tanto incordió.

            He recordado esos extremos de ingenua enemistad capaz de atravesar las épocas, ahora que he tenido la oportunidad de visitar la casa de Voltaire en la localidad de Ferney, situada en el borde fronterizo de Francia con Suiza, al pie de los montes de Jura, y que es hoy día un suburbio de Ginebra donde no pocos funcionarios de las Naciones Unidas se refugian a vivir para protegerse de cargas impositivas y otras molestias.

            Voltaire, tras las múltiples peripecias de su vida, siempre perseguido por el poder político de la corona en Francia, decidió recalar en este paraje perdido donde vivió durante veinte años, el último de sus refugios, lejano a las cortes del rey de Prusia, Federico II, y de la emperadora de Rusia, Catalina la Grande, de los que había sido huésped privilegiado, algunos dicen que debido precisamente a la cercanía de la frontera con Suiza, hacia donde podía huir cada vez que la policía de Luis XV llegara a buscarlo, sin más apuro que atravesar a pie los predios de la finca donde se asentaba su palacete.

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11 de junio de 2010
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Belleza en movimiento

Dice entonces Carolina Herrera que si los pintores, o muchos de ellos, visten tan mal a pesar de sus experiencias con el color y sus combinaciones se debe a que su obra es estática.  La moda, los modelos de la moda en el vestir, serían creaciones que incluyen el movimiento mientras los pintores o los escultores operan sobre productos anclados o estáticos. ¿Verdad? ¿Camelo? Más camelo que verdad puesto que los cuadros no se ven casi  nunca como sucesos  quietos, la pintura vibra y vuela en el sistema visual. Pero, además, los vestidos con glamour no lo son tan sólo cuando bailan o pasean por la sala sino cuando se aquietan. Todo enamoramiento a distancia se fija en una imagen fija. La fijeza de la belleza llega a ser una condición esencial de su poder.. El Dios sedente, el Buda sedente nos dominan con su majestuosa parálisis. La parálisis de su belleza que, establecida, no tiene ya parangón. Por el contrario todo lo que se mueve carece de suficiente autoridad y su seducción es más volátil o ligera.

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11 de junio de 2010
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Model town

Click here to view the embedded video. El central azucarero reducido a ruinas, la calle principal desolada y en el interior de las viviendas el pasado enquistado en los recuerdos. ?De pueblo modelo a pueblo fantasma? ?musitan quienes viven en el poblado de Hershey? pues el otrora esplendor se les convirtió en un reducto de nostalgias. Gracias al talento de varios jóvenes realizadores, la pequeña villa aparece hoy retratada en un breve documental que humedece los ojos y cierra las gargantas. Un paseo por la añoranza de cientos de personas para las que el futuro ?inobjetablemente? no terminó siendo un tiempo mejor. La peculiar villa incluía un trazado urbanístico moderno, próspera industria azucarera, fábrica de chocolates y un tren eléctrico que todavía circula en medio de chirridos y chispas. Todo eso en una escala pequeña, pero funcional, como si hubieran puesto en orden ?sobre el césped? una decena de casa de muñecas con techo a dos aguas. Gracias al empuje de Milton Hershey, quien había nacido en una aldea en Pensilvania en 1857, se comenzó la construcción de este curioso asentamiento en la colina de Santa Cruz, al este de nuestra capital. La prosperidad de ayer y la inercia de hoy, son los acordes entre los que se mueve el corto fílmico dirigido por Laimir Fano y que fue proyectado en el cine Chaplin, en una muestra a la que fueron impedidos de entrar varios bloggers. Afortunadamente, sus emotivos 15 minutos ya circulan en las redes alternativas de distribución de información, para las que no se necesita cumplir con las reglas del ?derecho de admisión? de ciertas entidades culturales. Una magnífica selección de imágenes, unida a un atrevido trabajo con los sonidos y la banda sonora, logran trasladarnos hacia ese pueblito sumergido en la morriña. El chocolate actúa como un detonante para la emoción de los protagonistas, mientras los espectadores ?del lado de acá de la pantalla? podemos sentir su aroma, la textura de la memoria embalada con el mismo papel de los bombones.

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11 de junio de 2010
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Cada vez más solos

Creo que todos nosotros debemos repensar lo que estamos haciendo. Bien está que nos divirtamos, que vayamos a la playa, a la fiesta, al fútbol, que esta vida son dos dias, y quién venga detrás que cierre la puerta. Pero si no nos decidimos a mirar el mundo gravemente, con ojos severos y evaluadores, lo más seguro es que nos quede un día solo por vivir, lo más cierto es que dejaremos la puerta abierta a un vacío infinito de muerte, oscuridad y fracaso. 186 “Cada vez más solos”, de De este mundo y del otro, Editorial Ronsel, 1997, p. 186 (Selección de Diego Mesa)

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10 de junio de 2010
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Las realidades del fútbol

El Dhamuke Cinema, símbolo de la pasión de Sudáfrica 2010 Un artículo en gawker.com, al que llego gracias a Santiago Vásquez Vaquera, advierte de las diferencias de realidades (pero no de pasión) con que se vivirá el Mundial Sudáfrica 2010 en muchos países, aunque no en EEUU resaltan. Mientras que en Inglaterra se hacen estudios para ver cómo afectará la productividad el hecho de que todos quieran ?sacarle la vuelta? al sistema y se lleven, por lo menos, un TV digital a las oficinas, en Somalia -que no logró clasificar- los guerrilleros de al Shabaab (grupo terrorista que controla el centro y su de Somalia) han prohibido a la población ver el Mundial pues se relajarían y no estarían alertas a la guerra contra el gobierno que llevan a cabo. Este artículo en The Wall Street Journal detalla cómo vivirán los somalíes el Mundial de manera Underground, gracias al Dhamuke Cinema:

These days, the only public place to watch games safely is at the Dhamuke Cinema, part of a small patch of government-controlled territory in the capital Mogadishu. Dhamuke remains one of the few cinemas al Shabaab hasn?t destroyed or shut down. The cinema hosts hundreds of teenagers from around the city to watch movies and soccer matches via satellite. Dhamuke, which is open every day from 10 a.m. to midnight, is almost always full of young people eager to escape the social strictures imposed in other parts of Somalia. Boys and girls are allowed to sit together?a taboo in al Shabaab-controlled areas. Older soccer addicts also occupy the folding metal chairs. On nights when soccer isn?t on, the audience watches whatever else is on hand?American movies, Bollywood flicks and films in Swahili and Somali. When one finishes, another reel starts rolling. Price of admission is 2,000 Somali shillings, or a few pennies. Outside of the government-run area, the cinemas will be dark because showing the games is too dangerous. Over the past few years, militants have hurled grenades into cinemas in several towns, killing and injuring people. In a Mogadishu café on a recent afternoon, young men huddled to discuss their plans for watching the game. ?If we have no jobs and can?t watch or play football it?s heartbreaking?and unacceptable,? said Said Haji, a 22-year-old Somali sipping coffee. Mr. Haji lives in the government-controlled area, and will be able to go to the cinema. ?Some of my friends don?t have that chance,? he says. Some young men say militants have deprived them of one of their only means of entertainment. ?We can?t play football, we have no cinemas to watch the World Cup and we don?t have jobs,? said Mohamed Nur, a 24-year-old World Cup fan. ?We wake up, and go to sleep, alone.? But not all Somali soccer fans have been dissuaded. People who can?t find a cinema are likely to tune into local radio stations that broadcast soccer matches, which haven?t yet been banned by al Shabaab. They can also look up scores in Internet cafés. and even watch football online. And at informal gatherings, men of every age will debate the merits of their favorite teams late into the night?and as it happens in so many places, sometimes come to blows.

Por otra parte, en el Perú ya se mencionó que en algunas zonas de Lima (por ejemplo, la Molina) no se podrá ver el Mundial en señal digital. Un desastre.

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10 de junio de 2010
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Días feriados

Acabo de volver de la Feria del Libro de Madrid, que hoy nos ha obsequiado con una tormenta de dimensiones monzónicas. Apenas he podido por ello hojear libros, aunque libros, la verdad, no me faltan. Mientras volvía bajo el aguacero he recapitulado. Aún estaba yo hace pocas semanas con las novedades de enero y febrero cuando llegaron los títulos de la primavera. Veo cerca mi escritorio, en el lugar de tránsito entre la mesilla de noche y su hueco natural en el orden alfabético de las estanterías, la novela a dos voces de Clara Sánchez ‘Lo que esconde tu nombre' (Destino), que trasmutó para mí un entorno familiar y natal, la costa alicantina (donde, como se dice con humor, "cualquier nativo nace sabiendo hacer una paella"), en el lugar de un crimen repleto de hondas resonancias históricas; o el Madrid fantasmagorizado por Luis Antonio de Villena en ‘Malditos' (Bruguera), con su galería de personajes reales que traté en su día pero sólo en el vivo y punzante retrato del autor he conocido; o los dos grandes volúmenes de Gil de Biedma, las cartas de ‘El argumento de la obra' (Lumen) y la obra completa tan bien compilada por Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, que me ha hecho descubrir tardíamente al excelente crítico literario que también fue el gran poeta barcelonés.

   Sigo leyendo, una vez seco, y repaso lo más recientemente leído. Las estupendas crónicas vienesas de Joseph Roth ‘Primavera de café' (Acantilado), donde destaca la estampa del portero grandioso y mistificado de un cine en el Prater. El fascinante ‘Gaudete' de Ted Hughes (Lumen), saltando entre la poesía, el relato y el monólogo dramático. O dos obras narrativas que llegan bajo el sello de Anagrama, ‘Black, black, black', de Marta Sanz, y ‘Habitación doble' de Luis Magrinyà. La novela de Marta Sanz la leí hace casi un año, formando parte del jurado del premio de novela Herralde, al que concurrió y bien pudo ganar, quedando finalista con mención especial. Ahora he vuelto a ella, arrastrado por la irresistible figura de un detective indeciso, Arturo Zarco, que como lector (y ya se sabe que el lector es un impertinente y un caprichoso en sus fantasías librescas) me encantaría reencontrar en nuevos episodios, como uno reencuentra, fielmente, al comisario Brunetti de Donna Leon, que publica otra aventura policiaco-veneciana, ‘Cuestión de fe' (Seix Barral). El libro de Magrinyà es una casa de cuentos llena de recovecos, zonas de sombra y espacios diáfanos, en la que, para no perderse, hay que dejar de lado el mapa mental de la novela e ir descubriendo su repartido tesoro: en el Nilo, en Amsterdam o en una escena de comedia excéntrica que me recordó el clásico ‘hollywoodiense' de Cukor ‘Cena a las ocho'.

   ‘Autobiografía sin vida' (Mondadori) está tan llena de vida imaginaria que hasta yo mismo he creído reconocerme en sus páginas. Y no es un gesto fatuo; su autor Félix de Azúa dice al principio que "no es éste un libro que cuente mi vida sino la de muchos que, como yo, han tenido similares sensaciones, experiencias, emociones, decepciones y aprendizajes". El libro, quizá el mejor de Azúa pero desde luego el más bellamente escrito, el más estimulante, el menos complaciente, circula de modo vertiginoso, hasta llegar a su impresionante ‘Final de novela', entre el ensayo y la narración, llevado siempre el autor por el propósito "de conocer a muchos que sin lugar a dudas no coinciden conmigo, pero cantan mi canción". Me he escuchado a mí mismo cantando numerosas páginas de esta obra concisa en la que conviven los  niños asombrados, los caballos inmateriales y  los dioses muertos, y se habla con una brillantez inusitada de ciudades gramaticales, de Godard y de Goya ("el dórico de la modernidad"), y de nuestra presente sociedad, "ese disimulo de la vida animal que convierte a los humanos en eficaces utensilios jurídicos".  

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10 de junio de 2010
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La vieja pareja

Esa vieja pareja, antaño imprescindible en todas las fiestas, hace tiempo que no se soportan uno al otro. Todos saben que cada uno va por su lado. Aunque, de pronto, aparecen juntos de nuevo y en aparente armonía, para dirigir al resto de la familia esa carta suya tan típica con la que quieren demostrar cuánto les necesitamos. Los otros soportamos condescendientes este ritual obligado por esas reuniones en las que se tocan asuntos patrimoniales de suma importancia. ¡Tantas veces se ha dicho que sin ellos nada podríamos! Todos sabemos que no es verdad y que solo quieren salvar las apariencias.

Así van las cosas entre Francia y Alemania. Esos dos países que crecieron en la mutua inquina y se combatieron en tres guerras, fueron también quienes echaron los cimientos de la casa europea e impulsaron los sucesivos pasos que la hicieron grande y próspera. El Pacto del Elíseo, firmado por De Gaulle y Adenauer en 1963, cerró la herida bélica y abrió el camino de una cooperación bilateral a la que se atribuyen todas las grandes decisiones. Para rubricar esta impresión, el canciller alemán y el presidente francés suelen escribir una carta antes de los consejos europeos más trascendentes, en la que señalan sus prioridades e incluso posiciones. Así ha sucedido recientemente, cuando Merkel y Sarkozy escribieron al presidente de la Comisión, Durão Barroso, y al del Consejo, Van Rompuy, el pasado 6 de mayo a propósito del paquete de ayuda a Grecia; y ha sucedido ahora, cuando han vuelto a escribir a Barroso pidiendo que se acelere la regulación financiera. Esta apariencia de armonía no oculta que Alemania ya se había desenganchado antes con dos decisiones unilaterales. Una es precisamente la prohibición de las ventas financieras al descubierto a corto plazo, y la otra ese colosal recorte presupuestario que amenaza con hundir al conjunto de Europa en la deflación, sin contar con la súbita anulación del encuentro entre Merkel y Sarkozy que debía celebrarse este pasado lunes, el mismo día en que se anunciaba el ajuste. Cuanto más necesitada está Europa de una dirección clara, más está cada uno a lo suyo. No hay únicamente unos reflejos instintivos de una Alemania menos europeísta y más volcada en sí misma. Hay también cálculo político. Merkel sabe que la crisis empuja y obliga ahora a las decisiones sobre el gobierno económico, reivindicado por Francia, que no se tomaron en la última década porque Alemania lo impidió. Los sucesivos cancilleres no lo hicieron porque sí, sino en respuesta a la falta de voluntad francesa respecto a la Europa política. Ahora, ante este gobierno económico que se impone más por necesidad que por voluntad, Alemania ha optado por esprintar cada vez que lo considera necesario para obligar a los otros a seguir su camino y a frenar cada vez que son los otros quienes quieren hacerla renunciar a su soberanía económica o flexibilizar sus conceptos sobre el rigor monetario. Marca así la cancha en la que jugará este gobierno económico en construcción, en una pugna agónica en la que, finalmente, busca convertir el área euro en una recreación de la vieja área marco. A la vista está que el nuevo reparto de poder en el mundo permite emerger y declinar simultáneamente, y quizás esto es lo que explica la evolución de esta vieja pareja. El mejor ejemplo es Rusia, que forma parte del grupo emergente por excelencia, los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y tiene en cambio una demografía y una estructura social y productiva propias de un país en declive. Algo similar le sucede a Alemania. Económicamente nunca ha dejado de ser una superpotencia industrial exportadora. Su peso político no ha disminuido con la globalización, más bien al contrario. China la ha superado como primera potencia exportadora y le ha quitado el tercer lugar en cifras absolutas de PIB, pero su declive es fundamentalmente demográfico y europeo. Como nación soberana, en cambio, tiene mucho de emergente, y la mejor demostración es precisamente su falta de acoplamiento con los socios europeos durante la crisis de la deuda y su desencuentro con Francia, a la que desbordó con la unificación en demografía y territorio y con el Tratado de Lisboa en votos e influencia. Ahora, por mucho que nos empeñemos, debemos reconocer que ya no forma pareja con Francia, mientras tanteamos sin hoja de ruta cómo organizar la arquitectura de esta nueva Europa desconocida de después de la crisis.

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10 de junio de 2010
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¿Auténtica alma de los ateos?

Durante un tiempo este blog se fue alimentando de una reflexión sobre la función de la escritura, concentrada en la obra de Marcel Proust. Recientemente mi amigo José Lázaro (últimamente  convertido en polo dialéctico de las tesis que voy avanzando) tuvo ocasión de leer el texto en el que sistematizaba lo aquí expuesto, y en una carta reciente me escribe:

"Hay una simetría muy curiosa entre lo que has venido ahora desarrollando sobre Proust y lo que exponías en un libro anterior tuyo El hombre, un animal singular. Allí desarrollabas de forma sistemática la tesis teórica de la naturaleza esencialmente lingüística del ser humano. Ahora parece que  apuntas a demostrarla  de forma práctica a través del análisis del caso Proust. De ese tema proustiano de la palabra redentora  me inquieta  sobre todo un punto: el ejercicio de renuncia ascética que el creador/narrador realiza, apartándose tanto de la frivolidad social como incluso de los afectos humanos, para ponerse por completo al servicio del lenguaje, ¿no puede quizá llegar a confundirse con una negación de lo real inmediato a cambio de algo trascendente de carácter... religioso? Una alienación de lo sensible a cambio de un orden fantasmático. ¿No correremos el riesgo de convertir el lenguaje en la auténtica alma de los ateos?

Efectivamente el Narrador  de La Recherche  proustianase refiere en muchas  ocasiones a un extraño sentimiento de dicha, que no sería  en definitiva otra cosa que la manifestación de que, en un momento dado, ha habido simplemente suerte: esa suerte consistente en que, cualesquiera que sean las vicisitudes por las que atravesamos, la palabra discurre libremente a través de las mismas, se sirve de ellas para fortalecerse y, como simple corolario, hace que nos reconciliemos hasta con las más duras causas de dolor, empezando por el sentimiento de finitud. A este Marcel Proust se dirigirían directamente las objeciones de José Lazaro. Intentaré en los próximos días responder con textos del propio Proust. Pero como muchos son los narradores y poetas que han experimentado tal dicha y en razón  de idéntica causa, en razón de que sienten en ellos que la palabra prima, avanzaré hoy unos párrafos de uno de los indiscutiblemente grandes:

¡Bous Stephanoumenos ¡ ¡Bous Stephaneforos¡

El héroe de Joyce siente que, como resultado de la frase que acaba de pronunciar interiormente ("a day of dappled seaborne clouds"), el día, la entera escena natural que contempla  y la frase misma se fundan en un acorde. Se apercibe entonces  de que,  más  aún que los matices de narración y color, impacta  en las palabras  el aplomo, el equilibrio, la rítmica ascensión y caída de las mismas... Entonces Stephan Dedalus, oye su nombre extrañamente asociado a la lengua griega y tiene la certeza de su destino:  

" -¡Stephanos Dedalos!  ¡Bous Stephanoumenos ¡ ¡Bous Stephaneforos¡[...] Ahora más que nunca  su extraño nombre  le parecía profético [...] creía sentir  el sonido de tenues olas y ver una alada forma que las  sobrevolaba, alzándose lentamente en el aire [...] ¿Se trataba de una profecía sobre la tarea para la que había nacido, perseguida oscuramente a través de las brumas de su infancia y adolescencia, un símbolo del artista que, una vez más,  en su taller, venciendo la inerte materia de la tierra, forja un nuevo, sublime, impalpable e imperecedero bien?

[...]Su alma se alzaba en una atmósfera que trascendía el mundo y sabía que su cuerpo,  purificado por un nuevo aliento, irradiaba en unión con el elemento del espíritu [...]  Bramaba en su pecho el deseo de gritar fuertemente, el grito de un halcón o un águila en las alturas, un grito que percutiría los vientos, manifestando su liberación. Era la llamada de la vida  a  su alma, no la tan sonora como embotada voz del mundo de las dudas y la desesperación, no la inhumana voz que le llamaba al pálido servicio del altar.[1] [...] Su alma se había liberado de su  tumba de infancia, había liberado los flecos de sus  vestidos atrapados en ella. ¡Sí¡ ¡Sí¡ ¡ Sí¡, desde el poder y la libertad de su alma, al igual que el artífice cuyo nombre compartía, crearía fieramente algo vivo, un nuevo, sublime, impalpable e imperecedero bien.

(James Joyce A Portrait of the Artist as a Young Man)     


[1] Esta llamada a servir al altar se la realiza a Stephen Dedalus uno de sus profesores de la Compañía de Jesús en razón de su piadosa actitud, que le hace un ejemplo para sus compañeros. Conviene enfatizar que esta ejemplaridad es resultado del terror que le produce el haber pecado, terror del que sólo se libera tras una confesión que aquí transcribo. Más de un lector español, fuera o no creyente en su adolescencia reconocerá la turbia atmósfera del diálogo entre confesor y adolescente:

-How long is it since your last confession, my child?

- A long time, father.

- A moth, my child?

- Longer, father.

-Three months my child?

- Longer father.

-Six months?

- Eight moths, father.

He had begun. The priest asked:

-And what do you remember since that time?

He began to confess his sins: masses missed, prayers not said, lies.

-Anything else, my child?

There was no help. He murmured:

-I...committed sins of impurity, father.

The priest did not turn his head

-With yourself, my child

- And... with others.

-With women, my child?

- Yes father

[...]

-How old are you, my child?

- Sixteen, father.

The priest passed his hand several times over his face...

   

 

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10 de junio de 2010
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