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Marcas en declive

En la globalidad multipolar tendrán un papel creciente la imagen de los países, lo que suele llamarse la marca-país, que cuenta tanto a la hora de vender productos como de obtener créditos e inversiones, de conseguir acuerdos favorables en los foros internacionales o de contar con presencia y puestos relevantes en las instituciones. España era un país acostumbrado a ver su marca por los suelos a lo largo de la historia hasta que terminó la dictadura. No es hora de recordar aquí los numerosos acontecimientos que levantaron la marca de España, pero sí de reseñar que el cenit probablemente se ha alcanzado en los primeros años del siglo XXI, justo antes de que empezara esta devastadora crisis económica que está poniéndolo todo patas arriba. Las marcas no son elementos aislados, sino que actúan de forma sinérgica. En estos mismos años todas las marcas asociadas a la española han subido enteros en la cotización internacional. Por arriba, Europa, lógicamente; por debajo, un buen puñado de marcas como Barcelona, Cataluña o Madrid, se han visto también impulsadas en su valor.

Con la crisis económica y la redistribución de poder en el mundo también se producen bruscas variaciones en la cotización internacional de los países y sus ciudades. Venimos de un mercado que era muy dual y sencillo en su funcionamiento ?Coca Cola frente Pepsi Cola para entendernos? en el que actuaba un cierto reparto de cuotas, y ahora estamos en un zoco multicolor y complejo, en el que hay que luchar por las propias marcas con mucha más tenacidad e inteligencia. Los países emergentes y las nuevas megalópolis globales se comen las cuotas de imagen de los países establecidos y de nuestras admiradas ciudades históricas. Ha llegado así la hora de un cierto declive para un conjunto de marcas occidentales que deberán ceder territorio a otras nuevas probablemente asiáticas, latinoamericanas o africanas. En el caso de la marca España, además de las circunstancias geopolíticas que afectan a todas las marcas europeas, hay un declive propio, trabajosamente obtenido por mérito de los propios españoles. El tipo de relaciones que hay entre Gobierno y oposición, por ejemplo, afecta al prestigio de la marca España. La oposición se siente autorizada a atacar al gobierno ante la opinión pública internacional y no le importa perjudicar la calificación de su deuda pública o el precio de sus bonos. El mejor exponente de esta actitud y de ese problema específicamente español es que un ex presidente del Gobierno como José María Aznar ande por esos mundos denigrando a su sucesor, sin atender ni tan siquiera a la estrategia o a las conveniencias de su propio partido. No hay en Europa occidental otro caso de polarización política tan extrema y de sistemática denigración del adversario, con la única excepción del radicalismo republicano del Tea Party contra Obama. No es el único elemento interior que contribuye al deterioro de la marca internacional. Casos de corrupción política como el Gürtel, el espionaje en la comunidad de Madrid, Pretoria o Palau de la Música, junto a sus efectos desmoralizadores sobre la ciudadanía, tienen efectos corrosivos sobre la marca del país donde se han producido, multiplicados además si las urnas vienen a premiar a los más corruptos como puede leerse ya en los indicadores demoscópicos más fiables; entre otras razones porque los ciudadanos tienen que escoger entre castigar a gobiernos que no han sabido enfrentarse adecuadamente a la crisis y unas alternativas de gobierno que siendo profundamente sospechosas son las únicas que quedan a mano. Pero la contribución más original al deterioro de la marca España, la más personal también, es la que se produce por la decisión individual de unos pocos jueces, en cuyas manos caen responsabilidades que superan ampliamente sus capacidades y criterio. Este ha sido ya el caso del procesamiento de Garzón por un supuesto delito de prevaricación y lo será también una sentencia del Tribunal Constitucional adversa contra el Estatuto de Cataluña. Si el apartamiento de Garzón ha sido percibido como una gran injusticia y una regresión democrática en todo el mundo, lo mismo sucederá con una sentencia del Tribunal Constitucional español que rectifique severamente una ley orgánica aprobada por dos parlamentos ?el autonómico catalán y el que representa al conjunto de la soberanía española? y ratificado en referéndum por los ciudadanos de Cataluña.

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28 de junio de 2010
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Tres como Donovan

Los días previos al partido de octavos contra Ghana fueron de portadas con titulares celebratorios (Goooooal for USA!), noticias de records de teleespectadores en los partidos transmitidos por ESPN, análisis cautos de las chances de los Estados Unidos, precios astronómicos por las figuritas de Landon Donovan en eBay (antes del mundial costaban 40$us, después del partido contra Argelia se llegó a pedir 500$us), y de Bill Clinton. Sí, el ex-presidente estuvo en todas partes. Con un gran sentido de la ubicuidad, se encontraba en el palco del estadio cuando se logró el pase a octavos; se quedó afónico con el gol en descuentos y bajó a los camarines a festejar con el equipo. Un ambiente en general positivo, aunque no faltaron los que querían arruinar la fiesta: un comentarista de CNN llegó a sugerir que el interés actual en los Estados Unidos por el fútbol era como el que se le daba a los deportes raros cada cuatro años en las Olimpiadas. Es decir, que a todos les encantaba que a los del equipo de bobsled les fuera bien, pero que apenas terminaba se olvidaban de ellos. Otros aprovecharon para defender el excepcionalismo norteamericano y decir, orgullos, enfáticos, que los deportes de los Estados Unidos eran aquellos inventados en los Estados Unidos (el beisbol, el basquetbol y el fútbol americano).

Por una vez, el fútbol concitó titulares, portadas, expectativa. Clinton estaba nuevamente en el palco, esta vez junto a Mick Jagger. Todo estaba servido para la gran celebración. Al principio, se repetía una película conocida: gol tempranero de Ghana, y a remar contra corriente. La compañía de televisión por satélite DirecTV se había puesto a llamar a los Estados Unidos "el equipo de los segundos tiempos", así que había esperar. Donovan apareció en ese segundo tiempo para marcar el empate, y se llegó al alargue. El drama continuaba, y la sensación de que una vez más habría un final feliz con suspense no abandonaba a los comentaristas. Pero esta vez no fue así.

En el fondo todos los equipos saben bien hasta donde pueden llegar, pero, una vez en octavos en un mundial, es fácil lanzarse a soñar en conquistas imposibles. Estados Unidos es un equipo sólido, batallador, de excelente nivel físico, pero tampoco daba para mucho más. ¿Qué le faltó? Por lo menos, algo así como tres de la calidad de Donovan. Estoy siendo humilde y no pido mucho, porque, todo hay que reconocerlo, Donovan es muy bueno, pero no está en el primer escalón de los grandes. Aunque estuvo casi ausente en el partido contra Ghana, lo que hizo le bastó para ser superior a sus compañeros. Altidore, Findley, Bradley, Gomez: tan empeñosos como olvidables. Alguien dijo que Estados Unidos había demostrado en este mundial que para el fútbol actual se necesita más mentalidad que destreza. Pues no. Con la primera sólo se llega a octavos; con las dos y un poco de suerte, puede que también se ganen campeonatos.

(Blog Papeles Perdidos, Babela, El País, 27 de junio 2010)

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27 de junio de 2010
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Dos visiones españolas de Israel

Dos destacadas personalidades del Partido Popular, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, han tomado posiciones públicas sobre el ataque contra la flotilla de ayuda humanitaria para Gaza, que terminó con la muerte de nueve personas y desencadenó una oleada de reprobaciones a la actuación del gobierno de Netanyahu. Ambos se declaran amigos y admiradores del Estado israelí, el primero en un artículo titulado Israel, de perfil y de frente, publicado en EL PAÍS el 14 de junio, y el segundo en otro texto, titulado Si cae Israel, caemos todos, publicado en el diario londinense The Times tres días más tarde, como anuncio de la creación de una asociación llamada Amigos de Israel.

Sus posiciones, sin embargo, son diametralmente opuestas. Gallardón reivindica su amistad con Israel para criticar el comportamiento de su Gobierno; mientras que Aznar declara su amistad para rechazar cualquier tipo de crítica a sus actuaciones. Ambas tomas de posición contienen un elemento de novedad. Pocos políticos españoles conservadores han osado tomar una posición tan clara como lo ha hecho Gallardón respecto a un gobierno amigo. En cuanto a Aznar, su actual posición rectifica su actitud como gobernante, cuando consideraba compatibles e incluso necesarias y simultáneas la comprensión de la causa palestina y la amistad con Israel. Ahora ha desaparecido su interés por Palestina y corrobora su imagen de político sin nadie a su derecha, algo que explica por la atracción de la impopularidad: ?Ya no está de moda defender a Israel?; ?es difícil encontrar una causa más impopular para defender?. Ante los argumentos de uno y otro, parece evidente que entran en una polémica implícita. Aznar recuerda que Israel es una creación de Naciones Unidas, cosa que Gallardón utiliza para reprochar que ?con frecuencia desoye sus resoluciones?. Aznar arguye con la creciente soledad internacional de Israel para romperla, mientras que Gallardón lo hace para pedir al gobierno israelí que haga caso de los amigos. Pero lo más destacado es que uno y otro ofrecen dos ideas contrapuestas de cómo conciben al Estado de Israel y por efecto de espejo a nuestras sociedades. El Israel de Aznar es un Estado occidental enfrentado al entorno árabe y musulmán, con amplio derecho a defenderse por encima de la legalidad internacional y merecedor de un cierre de filas incondicional por parte de un Occidente cristiano que se siente agredido y cercado. El Israel de Gallardón es el Estado ejemplar del sueño judío, la luz entre las naciones de los profetas: ?Otras naciones pueden fracasar en la convivencia y el respeto de los derechos humanos. Israel no?, dice. Para Aznar, una trinchera militar occidental en territorio hostil. Para Gallardón, una trinchera moral de la humanidad.

(Enlaces: con el artículo de Alberto Ruiz-Gallardón; y con el artículo de José María Aznar).

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27 de junio de 2010
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Apunte de Saramago

Saramago era un Juan Rulfo portugués que había ganado el Nobel.  Como Rulfo, lo había leído todo, señal del autodidacta escolarizado por la novela. Y como Rulfo, poseía la inteligencia popular que los hijos de la ciudad, más livianos, confunden con sabiduría oral. Tenían ambos, además, un laconismo elegante, pero eran capaces de grandes arrebatos de protesta o de ternura. También fueron esa clase de escritores que  en los foros de este mundo, callaban tan profundamente que su silencio se hacía notorio. Parafraseando a Macedonio Fernández, se podría decir que si callaban un rato más, no quedaría nada que añadir.
 

La primera vez que lo vi, tal vez en un foro en Madrid, hablamos de Providence, mi ciudad, famosa por su población portuguesa. Me contó que había estado aquí, y que unos profesores portugueses lo llevaron a conocer un mercado auténticamente portugués. Lo divertía esa paradoja regional, porque él vivía rodeado de mercados portugueses verdaderos. Me di cuenta de que su laconismo era una forma del sentido común. Tenía un gusto empírico mundano y austero. No pertenecía a ninguna artistocracia literaria, pero tampoco hacía gala de sus orígenes campesinos. Se había hecho un hombre de la ciudad a través de los libros, el periodismo y la política, que en su caso fue la clandestinidad del Partido Comunista Portugués, al que adherió en 1969.  He llegado a la conclusión de que Saramago fue una clase de escritor que hemos conocido en América Latina: un escritor que pasó de la pobreza rural a la vida urbana a través de los clásicos. O sea, a través de la idea de la polis como espacio de la política, y de la civitas como lugar del debate, el ágora y el ágape.  Saramago debe haber sido el último artistotélico. Creía que la verdad se hace entre todos,  a pesar de todo. Su robusto sentido común era la fuente de su inmediato sentido de la justicia. Su voluntad de ser útil, revelaba no al hombre político sino al hombre dialógico.
 

Por eso, andaba por las ferias de libro de este mundo rodeado de una nube de periodistas, y era verdaderamente feliz hablando con ellos. García Márquez, que es amigo personal de los periodistas, en cambio, se niega a conceder entrevistas. “Lobo no come lobo,” les dice, para espantarlos. Las opiniones de Saramago, respuestas y  propuestas eran de tal sentido común, que resultaban irónicas y hasta atrevidas. Era capaz de poner a prueba su libertad para exceder las normas y la corrección política. A veces era imposible acompañarlo tan lejos, pero ese era un papel que hacía suyo. Una vez, hablando contra las guerras de Bush, me explicó su teoría sobre los terroristas suicidas: sólo alguien acorralado puede hacer de su muerte una bomba. Lo decía  alarmado de esa paradoja extrema.
 

Pero siendo un escritor mayor, era más complejo que su figura civil. Sus novelas son en sí mismas idependientes de una tesis previa, pero llevan por dentro una referencia literaria central: la gran poesía de Fernando Pessoa. Los varios poetas que inventó Pessoa postulan que el sujeto (pessoa, persona, máscara) está hecho de muchas voces.  Y, para él,  cada una merecía su nombre, vida y obra independientes. De los tres heterónimos que creó Pessoa, atribuyéndoles una obra distinta, el de Ricardo Reis es el más confesional y melancólico. Saramago escribió  su novela preferida, El año de la muerte de Ricardo Reis (1982) para contar su visión de Lisboa desde la máscara (Reis) de otra máscara (Pessoa). De modo que su Reis es una tercera instancia, y con esa libertad de mediaciones pudo levantar, por fin, su versión de la ciudad como espacio de construcción de la identidad emotiva. Una ciudad mórbida y memoriosa, donde el romanticismo es la forma de su agonía plácida. Por eso, cuando ha querido definirse como escritor, ha acudido otra vez a Pessoa para designarse en estado de permanente “desasosiego”. Pessoa había escrito:
 


”En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.” (Libro del desasosiego)
 

Seguramente Saramago habría cambiado los calificativos pero, al final, diría otro tanto de lo mismo. Con menos patetismo, pero con parejo rechazo de la mentalidad dominante; esta vez, la del consumismo, el espectáculo, y la mediocridad del mal.
 

Pero las estrategias literarias de Saramago llevan todavía otra trama interior: su diversa biografía, rescrita con humor y desenfado. Hasta su nombre es una máscara: Saramago (una especie de rábano rústico) era el apodo que los campesinos aplicaban a su padre, y en la partida de nacimiento del escritor apareció el insulto convertido en apellido. El padre tiene que haber sido el primer personaje del escritor futuro: aceptó sin reparo el error y decidió asumir ese nombre. Se diría que José Saramago fue desde el primer día una creación del lenguaje.
 

La última vez que coincidimos fue en la primera edición de Lecciones y Maestros, en junio de 2007, organizada en Santillana del Mar, de la que fue anfitriona nuestra querida amiga Isabel Polanco. A mi me tocó hablar de Juan Goytisolo; de Saramago se ocupó, con brío, Laura Restrepo. En una de las cenas multitudinarias, buscando un lugar entré a una sala y encontré a Saramago, sentado a la mesa, solo. De modo que decidí acompañarlo. Lo vi más taciturno y vulnerable que de costumbre. Para animarlo, le conté que había conocido a Jorge Amado, a quien él estimaba, en un congreso en Puerto Rico, donde me había contado el origen de Doña Flor y sus dos maridos. Pero contrastándolos con la integridad de Amado, Saramago empezó una letanía contra los intelectuales sumados al sistema. Habíamos perdido, protestó, la capacidad de darle significado a las cosas, y vivíamos en la ausencia del significado.  La vida misma perdía sentido. Al final, me dijo, estamos solos. Felizmente, a poco estuvimos menos solos porque fueron sumándose a la larga mesa otros participantes del coloquio y, sin que nadie se percatara, nos quedamos callados. En verdad, es muy fácil quedarse callado en una cena española.
 

Pero pronto descubrí que la melancolía de Saramago no provenía de la pérdida del mundo tal cual, sino del hecho más urgente de que Pilar del Río, su mujer, lo había dejado solo. O más bien, se habia mudado a otra mesa de amigas. A su vuelta, José recuperó instantáneamente el optimismo. Hasta sonrió. Y pudimos remontar la decadencia de Occidente y hacer honor a los dones de Cantabria.
 

Me he quedado con esa imagen viva de José Saramago. La sonrisa de un hombre enamorado. 

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26 de junio de 2010
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Cuando la letra se parece al polvo

Durante varios días repasé a mi hijo para sus exámenes finales de la secundaria. Desempolvé mis nociones sobre funciones cuadráticas, fórmulas para calcular el área total de una pirámide y descomposición factorial. Después de más de veinte años sin tropezarme con esas complejidades de las matemáticas, reconecté neuronas en aras de ayudarlo a prepararse y así evitarme el pagar el alto precio de un maestro particular. Más de una vez ?durante esas jornadas de estudio? estuve a punto de renunciar ante la evidencia de que los números no son mi fuerte. Pero resistí. Sólo cuando Teo regresó de su prueba más difícil diciendo que había salido bien me sentí aliviada, pues muchos de sus colegas de aula están en peligro de repetir el grado. La razón es que en tres años en la enseñanza media estos estudiantes han visto desfilar ante sí tres diferentes métodos evaluativos. Les ha tocado padecer también la falta de preparación de los llamados maestros emergentes y las largas horas de clases impartidas por un televisor. Desde hace dos cursos, el grupo donde está mi hijo no tiene profesor de inglés ni de computación y la asignatura de educación física es una hora correteando ?sin supervisión? por el patio de la escuela. La falta de exigencia y la mala calidad educativa han llevado a los padres a poner los parches del conocimiento en las innumerables lagunas que les van quedado. Afortunadamente, la escuela de Teo no es de las peores. Aunque el olor del baño se pega en las paredes y en la ropa, porque nadie quiere trabajar como auxiliar de limpieza por la miseria que pagan, al menos no hay tantas arbitrariedades como en otros colegios habaneros. Tampoco ?y eso es un alivio? se compran y se venden calificaciones, práctica cada vez más común en los centros docentes. Los maestros que ha tenido, a pesar de estar mal preparados, son personas de carácter afable a los que la comunidad de padres hemos intentado ayudar. En comparación con los problemas que tiene una amiga, con una hija en un tecnológico, nosotros podríamos sentirnos felices del estado moral de la secundaria de nuestro retoño. Según me cuenta ella, el intercambio de sexo entre las adolescentes y sus profesores se ha constituido en maña habitual para tener un aprobado. Cada examen tiene una tarifa y pocos se mantienen incólumes ante la tentadora oferta de un teléfono móvil o de un par de tenis Adidas a cambio de una nota de sobresaliente. He evitado tocar este espinoso asunto del deterioro del sistema educativo por el temor ?lo confieso? de que mi hijo se viera afectado a causa de los criterios de su madre. Durante los tres años que él ha estado en la secundaria básica, apenas si he deslizado un par de críticas sobre el estado de la infraestructura escolar, pero ya no aguanto más. Ellos serán los profesionales del mañana, los médicos que tendrán nuestros cuerpos sobre una mesa de cirugía, los ingenieros que levantaran nuestras casas, los artistas que intentaran alimentarnos el alma con su creación y esta pésima base formativa pone todo eso en riesgo. No sigamos conformándonos con que al menos mientras están en un pupitre los niños no vagan por las calles a merced de otros riesgos. Entre las paredes de las aulas pueden estarse fomentando vicios muy graves, deformaciones éticas permanentes e incubando una mediocridad de proporciones alarmantes. Ningún padre debe quedarse en silencio ante eso.

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26 de junio de 2010
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I. Quevedo, o un personaje de Quevedo

Lo primero que se me ocurrió escribirle a Carlos Monsivais cuando me llegó en el 2006 la noticia de que había ganado el Premio Juan Rulfo, que se otorga cada año en México con motivo de la Feria del Libro de Guadalajara, fue que, ahora sí, su augusta cabeza quedaría eternizada en egregio mármol.  Bronce corintio, mármol de Jonia, a él que tanto le gustaba citar de memoria a Rubén Darío.

            Para quienes no lo sepan, los bustos de todos los ganadores del premio, desde que éste se concedió por primera vez en 1991 al poeta chileno Nicanor Parra, van sumándose en el salón de honor del Paraninfo de la Universidad de Guadalajara,  cabeza y torso de escritores tan irreverentes, algunos de ellos, como el propio Parra, Augusto Monterroso o Juan José Arreola, o el propio Monsivais. Todos ellos alguna vez se burlaron de bustos y otras clases de monumentos, en mármol, bronce o cemento. Pero al que no quiere caldo, dos tazas.

            No sé si fue a Carlos Fuentes a quien se le ocurrió decir, con toda fortuna, que Monsivais era el Quevedo mexicano. Un Quevedo contemporáneo, trasladado a tierras de América igual que don Pablos, el célebre buscón de la picaresca del siglo de oro, termina, al final de sus aventuras en la península, embarcándose hacia el nuevo continente.

Monsivais vino a ser así otro Quevedo, o un personaje de Quevedo, rodeado de sus célebres y celebrados gatos, dueño de su propia leyenda en el hacinamiento del infinito distrito federal, implacable y mordaz, incesante en el ingenio y despiadado en sus juicios de fingida inocencia.

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25 de junio de 2010
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Que no se calle nunca

Es un personaje milagroso: el hombre más urbano que conozco y el que menos pisa las calles de la ciudad donde vive, que ahora vuelve a ser Madrid. Una de sus razones para no caminar, ni siquiera de una esquina a otra de la zona centro, es su acendrada querencia al taxi, un gremio que le debería hacer un homenaje, pues, aparte de darles ganancias ininterrumpidamente en las últimas décadas y diferentes países, es un viajero animado y a veces muy parlanchín. Por encima del taxi, sin embargo, Javier Gurruchaga ama el tren.

      El tren figura en su vida desde la cuna, algo que sólo los íntimos sabían y ahora él divulga, en el libreto de su nuevo disco, haciendo unos homenajes a su padre, Vicente Gurruchaga, trabajador de los ferrocarriles del Urola que, a la hermosa edad de 95 años, "subió a su último tren" mientras el cantante ultimaba y grababa estas composiciones. El disco, que fue hace unos días presentado en el Museo del Ferrocarril, lleva por título ‘El maquinista de la General', y, más que un guiño a Buster Keaton en una de sus más geniales películas, yo diría que se trata de una auto-referencia. Los fecundos trayectos de Gurruchaga, entre el cine y la música, del teatro a la televisión, entre libros y obras pictóricas, han tenido siempre un marco ferroviario, y tal vez su apogeo lo constituyó el programa para la 1 de TVE que el artista donostiarra hizo triunfalmente en 1988, con el nombre de ‘Viaje con nosotros' y los sugestivos decorados de vagones y estaciones de tren que le diseñaba Gerardo Vera.

    He seguido a Javier Gurruchaga desde hace más de veinticinco años, si bien mi mejor ‘trip' con él tuvo lugar no en un taxi ni en un expreso sino en calesa, un carricoche histórico tirado por un caballo en el que nos paseamos por las calles de Guadalajara, México, él vestido a la federica, con casaca, medias altas y sombrero de tres picos, y yo sólo de mí mismo, mientras conversábamos de literatura y nos grababa un equipo del Canal 22 de la televisión mexicana. La capacidad de transmutación histriónica y su saber circular entre lo cómico y lo serio con asombrosa facilidad son las dotes del gran showman que es.

     Gurruchaga ha vivido los últimos años en la capital de México, primero en el Hotel Catedral, junto al Zócalo, que sólo abandonaba para tomar los taxis de aquella capital, tan famosos por su peligro, conjurado por Javier gracias a una pequeña flotilla de confianza reservada para sus desplazamientos, la mayoría a las librerías de segunda mano y a la Cineteca Mexicana, donde se ha hecho un experto en el cine inagotable de aquel país; únicamente mi amiga Miriam Gómez sabe más que él de la edad dorada de los estudios de Churubusco. El Hotel Catedral tenía las mejores vistas sobre el bellísimo Centro Histórico del D.F., y estaba un poco dilapidado, como muchos de los mejores hoteles literarios del mundo. Después dejó el hotel, tomó un apartamento en la plaza de Santa Domingo, al lado del grandioso caserón donde se albergó tras la conquista nuestra Santa Inquisición, y, aparte de trabajar en el cine de allá y dar conciertos, preparó y grabó con mimo ‘El maquinista de la general', un Gurruchaga ‘vintage' muy bien editado por el sello El Cuarto Hombre.

   Lo mexicano le ha sentado maravillosamente a nuestro vasco. En la presentación madrileña del Museo del Ferrocarril, la Orquesta Mondragón iba vestida de ‘mariachi', adquiriendo esa tarde su colaborador perpetuo Popotxo Ayestarán un aura de divinidad azteca. Juan Cruz, que introdujo el pequeño concierto con unas palabras muy elocuentes, no llevaba visibles signo ‘mexicas'. Entre las diecisiete canciones del disco destacan especialmente para mi gusto ‘Metro Balderas' (un clásico del rock muy célebre en toda la América Latina), ‘¿Quién parará esta locura?' (peculiar canción de protesta ‘altermundialista' interpretada al alimón con la gran actriz y cabaretera Tiaré Scanda), ‘Pasó cerca la bala', con su impresionante solo de trompeta, y la versión personalísima y estupendamente cantada del clásico de Lennon&Mac Cartney ‘I´m so tired'. El disco se cierra con un homenaje al tabaco, vía Sara Montiel, que cobra su sentido de tolerancia al estar hecho por un no-fumador de toda la vida como Gurruchaga.

    Me quiero detener para acabar en ‘¿Por qué no te callas'?', que no es política ni está cantada a dúo con Hugo Chávez. Se trata de un divertido mambo-rock con algún aire ranchero, en el que el cantante, que también es autor de la música, utiliza en el estribillo el famoso exabrupto del rey Juan Carlos llevándolo al terreno de la intimidad amorosa. Javier Gurruchaga es locuaz, ocurrente y a veces extravagante, pero todo un demócrata, un hombre comprometido cívicamente, como ha demostrado más de una vez ante las circunstancias de nuestro país. Su voz no debería nunca dejar de oírse.

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25 de junio de 2010
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Arte y moda

La moda y el mood de la época evolucionan en continua conexión como es natural. Balenciaga en tiempos duros se inspiraba en Zurbarán e Yves Saint Laurent en tiempos locos  conectaba con los atrevimientos pictóricos de Picasso.

Ahora hay una extensa e intensa obsesión en la pintura por el empleo de nuevos materiales, un afán por lograr efectos inesperados en el cruce de elementos antagónicos o en el empleo -cuanto más inédito mejor- de toda especie de potajes, mezclas y porquerías. Pero también, además de continuar con este oscuro gusto por la fealdad y el desgarro que se proyecta igualmente en, hay un creciente interés por un depurador énfasis de la sutileza en el vestido, como también  en el cuadro, el vídeo o la instalación. Los logros en tejidos de piel que posee la finura, la levedad y el tacto del papel se corresponden con una nueva inclinación a la pintura sin peso, sin apenas elementos. Pintura de la escasez podría decirse o del espíritu famélico frente a la falta de los sustanciosos sabores (y beneficios) de la prosperidad. Paralelamente, en la moda, las prendas  regresan a la arruga tal como si se tratara de  orografía de lo que no está ni liso ni claro. Como una metáfora, en fin, conjunta, en pintar o coser, de lo muy retraído en sí mismo, temeroso cualquier explanación.

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25 de junio de 2010
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Análisis del grupo F

Japón espera superar a Dinamarca Lo probable.- Que Holanda gane o empate a Camerún y pase primero en su grupo. En el segundo, Japón y Dinamarca se juegan la vida. Será un partidazo. Lo probable es que Dinamarca, que vino de jugar muy bien con Camerún, logre superar al ordenado pero tímido Japón y sea el siguienre clasificado del grupo. Lo sorprendente.- Que Japón, que tiene mayor diferencia de goles, logre empatar o quizá ganar a Dinamarca y sea quien pase segundo. Por papeles puede ser, Japón tiene todo a su favor para lograrlo. Pero si vale el fútbol, lo veo sorprendente. La calidad mostrada por Dinamarca merece estar en octavos. Lo improbable.- Que Holanda pierda contra Camerún y Japón o Dinamarca sean primeros en el grupo. Para ello, tendrían que golear a Holanda, o tendría que haber una goleada entre Japón y Dinamarca. Es muy improbable. 

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24 de junio de 2010
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Otros maestros, otras lecciones

 

 

Volvemos a Juan de Mairena, nos colamos en su clase de Retórica y Poética, por ese libro tan vivo de sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo que publicó en 1936, un poco antes del principio de la tragedia. Después nada fue igual, las pistolas valieron más que las plumas.

Decía Juan de Mairena: "La verdad del hombre empieza donde se acaba su propia tontería. Pero la tontería del hombre es inagotable. Dicho de otro modo: el orador, nace; el poeta se hace con el auxilio de los dioses.

Y sigue hablando de Dios:

"-Dios existe o no existe. Cabe afirmarlo o negarlo, pero no dudarlo.

  • - Eso es lo que usted cree"

Y sigue: "Un Dios existente- decía mi maestro- sería algo terrible. ¡Que Dios nos libre de él"

Todo esto venía por el principio del machadiano libro del maestro Mairena, esencial maestro de los maestros de la literatura escrita y oral que se citan en Santillana.   El singular profesor de los escritores en nuestra lengua pasados, presentes y futuros, comienza así su libro:

"La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.

  Agamenón.- Conforme.

  El porquero.- No me convence"

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24 de junio de 2010
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