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Martín Kohan y las tretas del débil

La prosa del escritor argentino Martín Kohan, sobre todo en los últimos libros, transmite precisión clínica, fría distancia. De una a otra novela, sin embargo, los efectos son diferentes. Si, por ejemplo, en Ciencias Morales (Anagrama, 2007) esa escritura servía para trabajar la rigidez amoral de la dictadura y sus formas represivas, y la manera panóptica en que esa rigidez se inmiscuía en la conciencia, en el imaginario de la clase media (en este caso, en el personaje de la preceptora), en Cuentas pendientes (Anagrama, 2010) sirve para construir de manera tan minuciosa como desapasionada a Giménez, el personaje aparentemente central de la narración. Ese estilo, ya lo veremos, es engañoso: le permite a Kohan construir el secreto, la vuelta de tuerca sobre la cual descansa la novela.

El narrador presenta a Giménez en el primer párrafo: "arrastra los pies" al caminar, está cansado y tiene las piernas "acechadas por calambres, quebradizas". Poco después el lector se entera de que vive solo en un departamento muy pequeño y que está a punto de llegar a los ochenta. Su mundo es mezquino, está hecho de gestos miserables: los planes para no pagar el alquiler del departamento, la relación con la ex (que vive en el mismo edificio y lo atormenta), su comercio sexual con putas viejas y sus sueños de acostarse con putas más jóvenes. Sus ideas están llenas de lugares comunes: ¿es verdad que murieron tantos judíos en la guerra, o es una propaganda sionista? "Mañana será otro día", piensa Giménez antes de dormirse, pero en verdad el otro día parece ser el mismo. Kohan ha creado un personaje notable, redondo en su fidelidad a una "vida oscura y triste".

En el imaginario de Kohan aparecen siempre los años de la violencia, de la dictadura, de la guerra sucia. El título parece remitir a las "cuentas pendientes" de la sociedad argentina con su pasado. Giménez tiene una relación servil con Vilanova, un militar que, décadas atrás, les dio a Giménez y su esposa un bebé para que lo adoptaran. Kohan no necesita insistir en este tema porque resulta fácil llenar los espacios en blanco, asumir que los padres del bebé fueron víctimas "desaparecidas" de la dictadura. Estamos en el presente, pero el pasado no termina de convertirse en pasado. A estas alturas, este tema se ha convertido en un lugar común de la ficción argentina, y hace bien Kohan en no insistir. Igual, no es esto lo mejor de la novela. De hecho, quizás Cuentas pendientes no necesitaba de este subtexto para funcionar.

Lo que sí funciona de maravilla es la vuelta de tuerca que se inicia en el capítulo XIV, 15. Ahí, Giménez se encuentra con el Dueño del departamento, y se entabla un diálogo que le permite a Giménez un despliegue de estrategias para evitar una vez más pagar los cuatro meses de alquiler que adeuda. Cuentas pendientes, que hasta el momento había sido narrada en un estilo indirecto libre y se focalizaba en Giménez, de pronto gira a la primera persona, para descubrir que el narrador "impersonal" no lo es tanto. El Dueño (de la novela), el narrador, es un escritor, obvia parodia del mismo Kohan: acaba de publicar una novela cuya trama es la de Segundos afuera (una de las novelas más importantes en la obra de Kohan). Y el Dueño lee su propia novela y la describe como un "diálogo de sordos" entre la cultura alta y la cultura popular. De igual manera, el Dueño de Cuentas pendientes es un letrado incapaz de entender las "tretas del débil" de Giménez.  

En ese cambio de perspectiva, Cuentas pendientes, que podía leerse como un estudio notable de un personaje, o como un relato sobre la violencia histórica y su rastro de sangre en el presente, se abre a otra lectura en clave metaliteraria: aquella que reinscribe en la literatura el conflicto entre civilización y barbarie, obsesivo paradigma de la cultura argentina. Este paradigma, que comienza con Echeverría ("El matadero" es un texto fundacional para Kohan), se consolida con Sarmiento y se reconfigura a lo largo del siglo XX, en la obra de Borges, Cortázar y Piglia -por citar sólo algunos--, no termina de agotarse. Martín Kohan le ha dado nueva vida para el siglo XXI. Las "cuentas pendientes" adquieren una resonancia mayor: no sólo tienen que ver con el pasado más reciente sino que echan sus raíces en el "diálogo de sordos" con el que se origina la nación argentina.

(Letras Libres, julio 2010)

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15 de julio de 2010
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Anagrama en e-Books

El libro digital empieza a entrar con fuerza en España Una nueva noticia estupenda sobre los e-Books en castellano. La editorial Anagrama ha decidido ofrecer libros de su catálogo, además de novedades, para e-book. ¡No tener que esperas cuatro o cinco meses para leer una novedad, es genial! Lo que estaba esperando hace años! Lo primero que haré es tratar de conseguirme el libro de Marcos Giralt Torrente sobre su padre. Lo que no me queda claro es el sistema de venta, por que no lo conozco, a través de la plataforma Libranda, que ha recibido muchas críticas en el FB de Anagrama. Me pregunto, además, si podré comprarlos para el iPad (o el Kindle) o solo para los e-Books convencionales. Ya averiguaré más. Por lo pronto, es una gran noticia el primer paso. Aquí hay un video que intenta explicar cómo se vende en Libranda:

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15 de julio de 2010
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Sepelio de Monsiváis

 

Cuando la muerte de un escritor se lamenta como si fuera un acontecimiento nacional se comprende el poder, el carisma y la influencia de su figura. Al extinguirse, al desaparecer, el hombre se revela. He aquí una expresión inesperada del mito cristiano de la resurrección. ¿Acaso no nos parece más vivo Monsiváis ahora que cuando estaba vivo? ¿No se ha revelado más intenso y elocuente el conjunto de su obra?

Los biógrafos de Monsiváis han rastreado la transformación del que en vida, mientras iba siendo escritor, periodista, cronista, crítico, se pronunciaba ya como un taumaturgo elegido para increpar a México.

Lo dijo José Emilio Pacheco: Monsiváis ha sido valiente, lúcido, implacable.

En estas tres posturas del alma reconozco yo una potencia que en Carlos se destilaba como ironía, como inteligencia en su más activa penetración.

En su día me complació descubrir la complicidad que podía cultivar con Monsiváis: nuestra común desafección por la tauromaquia. Ver en la fiesta nacional el horror que es la fiesta nacional y contemplar, no sin humor, el hechizo en el que viven sus partidarios, resalta la importancia de las afinidades elegidas, las adquiridas mediante el deliberado uso de la preferencia. Prefiero esto y no aquello -sea cual sea la tendencia dominante, el gusto compartido, la opinión unánimemente aplaudida.

Dijo Monsiváis de Alfonso Reyes que fue alguien que creyó en el conocimiento. Y pienso que lo mismo puede decirse de Monsiváis: ¿no es ésta acaso la más radical y menos complaciente de las creencias, la menos ingenua, la más exigente, la agotadora e incansable búsqueda que distingue a los hombres incrédulos?

Su prolífica producción ensayística, su ejercicio del periodismo mordaz, la crónica incesante de un presente que sin él no habría existido, testifican esta pasión por el conocimiento y, al mismo tiempo, la ligereza de espíritu que distingue a los ironistas. Pues lo demasiado pesado los aplastaría.

Siendo nosotros tan españoles, tan canónicos en las formas del cabreo nacional, en la majestuosidad de nuestras pretensiones, en nuestro sacramental engolamiento, debe resultarnos forzosamente extraño el espíritu jovial, malicioso del ironista que fue Monsiváis.

La sátira sin embargo es otra cosa: es una suspensión temporal de la ironía. La sátira es la más liviana de las violencias que uno puede consentirse. La más benévola de las indignaciones. La impostura cultural podría escandalizarnos pero todo queda en ese ejercicio de punzante sarcasmo. ¿Acaso no es lo peor que se nos puede reprochar?

Su obra, afortunadamente editada, evocará la huella de un hombre forjado por el humor, la inteligencia, la tenacidad, la conmoción por la condición humana, la simpatía por la condición animal y el esmero por la lengua que hace irrefutable al pensamiento.

 

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15 de julio de 2010
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Un mundo al sur

 

 

Es un cosmopolita de pueblo. Vive al lado de una de las más hermosas playas del sur en la que nunca se baña. Por su culpa, gracias a él, un grupo de escritores, poetas, músicos, y otros peculiares humanos que beben juntos al caer la noche, se reúnen el  pueblo de Rota, cerca de Cádiz y al lado de una de las mayores "bases americanas" de Europa.

Es Felipe Benítez Reyes uno de los más curiosos, raros, elegantes  e inclasificable entre los escritores españoles. Pertenece discretamente a un grupo que se creó por seguir su senda vital, parece un centroeuropeo con acento del sur, le sientan bien las patillas- pero se ha dejado barba- y los sombreros, aunque los usa con secuencia descendente. Sus libros narrativos nos reconfortan por el humor y sutiles tramas inteligentes. Sus poemas nos abren a otros mundos, otras voces. Tiene la gracia de saber decir y saber contar.

Desde hace unos días, y con el dulce placer de no hacer nada, estoy en los alrededores del "grupo de Rota", todos en vacaciones menos el sonetista y cantautor Sabina, que anda ganándose las perras en los escenarios. Manía de trabajar cantando para muchos que le permite mantener sus vicios. Sobre todo el feo vicio de comprar los mejores libros en las mejores ediciones.

Yo sigo instalado en la dulce pereza, el deseo de no hacer nada, el vagar sin apenas obligaciones, hacen que no haya abierto el ordenador. Una suerte de huida de tanto grito, tanta euforia, tantas banderas y tanto "viva España".

Entre lecturas y amigos, entre copas y atardeceres, y buscando una sombra para leer el último libro de Benítez Reyes, un libro de informes literarios y con collages del propio Felipe. Un ejercicio de imaginación con la marca de la casa. Una hermosa edición para un libro que se titula: "Formulaciones tautológicas". Estrena colección en la editorial ZUT. Y ante de copiarles uno de sus cuentos breves, me entretengo un instante en el principio de su biografía autorizada: "Poco más o menos, lo mismo que casi todo el mundo, aunque diferente- en lo accesorio al menos- a casi todo el mundo, como le sucede a casi todo el mundo en su paso por el mundo..." Pues, eso.

 

"LA FANTASIOSA"

 

"Lucrecia Urbach, prima de Matilde Urbach, siempre tuvo muy mala cabeza.

A los seis años de edad se aficionó al robo de identidades. "Hoy soy Leopoldo Lugones", podía proclamar. O bien: "A partir de ahora, sabed que soy el gato de Cheshire y que no pienso dejar de sonreír hasta que se me gasten los dientes". Un día se apoderó de la identidad de su abuela Magy, a consecuencia de lo cual la anciana se quedó anclada en una especie de limbo hasta la hora de su muerte, ya que su identidad era lo único que le quedaba, aparte de su colección de esmaltes húngaros, por supuesto, y de su abono para el Gran Teatro de la capital, donde tenía como vecino de palco al novelista Mujica Lainez.

Al cumplir los 18 años cogió la manía, en cambio, de regalar identidades incluso a los desconocidos. "Vos sos el astronauta Bowman", podía decirle a su padre. "Vos sos el obispo Ignacio de Antioquia", podía decirle al panadero.

A causa de aquellas fantasías, una mañana se levantó con dolor de cabeza, se miró en el espejo y vio lo que vio, tan incrédula como todos los que la vieron el resto de su vida"

 

Habrá que mirar el collage para entenderlo mejor. También se recomienda volver al poema de Borges. Incluso no viene mal reconocer que nunca fuimos aquellos que recibieron los favores de ninguna Urbach.

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15 de julio de 2010
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Pedro Botero hace autocrítica

Es el calor de los calderos lo que más reconforta al diablo y le hace revivir cuando desfallece. Fidel Castro goza dándole vueltas a la idea de una guerra nuclear. Este pasado lunes apareció en la televisión oficial cubana -no hay otra- para hablar sobre el inminente conflicto que empezará con un ataque de Estados Unidos e Israel contra Irán, al que seguirá una respuesta anticipada de Corea del Norte, "que no puede no ser nuclear", al decir literal del octogenario ex guerrillero y dictador. Asustar a los niños es una de las funciones del viejo Pedro Botero. Hace casi 50 años, cuando la Unión Soviética instaló 162 cabezas nucleares en misiles desplegados que apuntaban hacia EE UU desde Cuba, supo lo que significaba tener el futuro del planeta pendiente de un hilo. A finales de los setenta, Fidel asegura que volvió a conocer idéntica sensación cuando los 60.000 jóvenes cubanos a los que mandó a combatir en África fueron la diana de un supuesto ataque del Ejército del régimen racista sudafricano con armas nucleares suministradas por Israel.

Nadie le va discutir la autoridad en materia nuclear a estas alturas. En 1962 Castro era partidario de mantener el pulso nuclear con EE UU, y tuvo que ser Nikita Jruschov quien decidió retirar los misiles después de pactar con Kennedy a sus espaldas. Según Castro ha contado en varias ocasiones, no hubiera dudado ni un momento en darle al botón y desencadenar así el holocausto atómico. Sabe, pues, de lo que habla cuando rememora su pasado entre los pucheros nucleares. Más discutible es su capacidad de entendimiento y análisis sobre el presente, aunque en su aparición pública se rodeó de supuestos expertos, blandió papeles y recortes y se explayó en analistas, citas y cifras para apoyar sus siniestros augurios. En realidad, su intervención televisiva sirvió para desmentir, matizar e incluso disolver una extraordinaria metedura de pata a la que pocos le han prestado atención, que puede tener significado político y en la que lleva ocupado todo el mes de junio. Fidel estaba convencido de que EE UU e Israel aprovecharían el Campeonato del Mundo de Fútbol para desencadenar una guerra nuclear contra Corea del Norte e Irán, y quiso publicar sus advertencias en el diario Granma. Primero especuló, a propósito del hundimiento del buque militar surcoreano Cheonan, con la posibilidad de que la guerra empezara con un ataque norteamericano al régimen de Pyongyang, que Irán aprovecharía inmediatamente para lanzar un ataque preventivo. Con motivo de las sanciones del Consejo de Seguridad contra Irán, cambió el orden de su predicción: iba a ser un incidente marítimo entre iraníes y norteamericanos en el curso de la inspección de los buques lo que iba a desencadenar el ataque a Irán, y a continuación Corea del Norte, a su vez, en previsión de ser atacada se añadiría a la confrontación. Puso, además, fecha: en cuartos de final del Campeonato del Mundo de Fútbol, que el viejo guerrillero ha seguido entero y con pasión de nacionalista latinoamericano. Una de las reflexiones se titula Cómo me gustaría estar equivocado. "A los pueblos pobres del mundo -asegura en otra- no nos queda otra alternativa que enfrentar las consecuencias de la catastrófica guerra nuclear que en brevísimo tiempo estallará". Alguien debió reconvenirle por su truculenta precisión, aunque sin resultado: "Desgraciadamente no tengo nada que rectificar y me responsabilizo plenamente con lo escrito en las últimas reflexiones". Por eso insiste en la siguiente: "Es tan evidente lo que va ocurrir que se puede prever de forma casi exacta". Y ante el fracaso predictivo, el viejo satanás decide hacer autocrítica, como solo saben hacerlo los buenos jefes de manual marxista-leninista: no era el sábado 3 de julio como muy tarde cuando empezaría la guerra, sino el 8 de agosto, cuando se cumpla el plazo de 60 días que dio el Consejo de Seguridad para que se compruebe que las sanciones contra Irán están funcionando. ¿El culpable y objeto final de la autocrítica? Un funcionario del ministerio de Exteriores cubano, que se durmió agotado por el trabajo y omitió unos párrafos decisivos para la comprensión de la resolución de Naciones Unidas. La grabación televisiva es del domingo 11 de julio, pocas horas antes de que empezaran las excarcelaciones y expulsiones de presos, una operación realizada clandestinamente por el régimen, sin que los cubanos de la isla pudieran tener información alguna. Mientras se producía esta operación, que algunos presentan como un momento trascendental para el cambio, el régimen entretenía a los cubanos con un tenebroso programa dedicado a Fidel, rodeado y reverenciado por un obsequioso periodista y unos silenciosos expertos en la materia, algo así como el bombero torero y la banda del empastre del análisis político internacional.

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15 de julio de 2010
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¿Qué es daimon?

¿Qué es daimon? dices mientras clavas en mi pupila tu mochila azul. Lo primero, que en griego significa “el que reparte”, “el distribuidor”. Y después, que en los poemas homéricos, un daimon es una intervención sobrenatural invocada como causa de lo inexplicablemente humano. Muchas veces no se sabe si un daimon viene de un dios, anda por libre, o qué giro lleva. Por ejemplo, en la Odisea, Menelao le recuerda a Helena su insidioso comportamiento durante la aventura del caballo de madera, y le dice: “entonces viniste tú; y te debió traer algún daimon que deseaba dar la victoria a los troyanos”. Se refiere a Afrodita, que un momento antes Helena ha mencionado como la diosa que le infligió la locura, pero Menelao no la quiere nombrar.
Los “daimones” en general son destinatarios de ofrendas, como temibles poderes que es preciso aplacar. Y “daimonios” es quien actúa bajo la guía o el impulso de un daimon, lo cual se entendía como “desgraciado” o “infeliz”, dicho de manera admonitoria. Así llama Antinoo a los pretendientes de Penélope, y les avisa: “evitad los discursos arrogantes”. Se ve que el daimon conduce a cierta soberbia, arrogancia, lujuria, ira —en al caso de Sócrates, a una particular elocuencia— y, en general, al punto de enajenación necesario para la perdición de alguien. También los dioses pueden ser instigados por un daimon;  Zeus se lo dice a su esposa Hera, obsesionada con ver la perdición de los troyanos.
La idea de rechazar al daimon de la estatua, o sea, el reverso de la intención griega, está presente en la escultura de Rodin, con sus desproporciones estudiadas y su utilización aparentemente negligente del trépano, haciendo vaciar piezas con la superficie perdida de agujeros, restos del proceso de punteado. Los griegos procuraban borrar todas las huellas del trépano; Rodin, en cambio, las exhibía. Aquéllos querían atraer al daimon, distribuidor de lo perdidamente divino; éste perseguía la imagen fieramente humana, que no hacía falta sujetar con amarras, porque quedaba presa en la materia sin desbastar. Ningún daimon en sus cabales codiciaría el bailarín sin cabeza o el Balzac de Rodin, que más bien parecen hechos para disuadir a los dioses de meterse en humanidades.
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15 de julio de 2010
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III. Todos los libros

Pero regreso a la frase sobre la puerta, tan libertaria y tan plural en todos los sentidos.  Aquel que sólo lee en un solo libro, o se ocupa siempre del mismo libro con exclusividad, es de temer. El pensamiento único, con todas sus intransigencias, proviene siempre de la lectura de los libros únicos. Los siglos se oscurecen, el debate crítico, esencial al progreso del género humano, no respira, la duda no crece, y si no existe la duda, y el derecho de dudar es negado por los tribunales que juzgan los pecados de la conciencia, el fanatismo se apodera de las mentes. Recordemos las escuelas islámicas fundamentalistas donde sólo se estudia el Corán hasta aprenderlo de memoria, letra por letra, o a las sectas talmúdicas judaicas, no menos intransigentes y cerradas. Temed a los hombres de un solo libro. Esto lo pudo haber escrito Voltaire, más que Santo Tomás.

Algunos piensan, sin embargo, que Santo Tomás, lejos de promover la lectura múltiple para enriquecer el espíritu, con su frase estaba más bien previniendo que aquellos hombres de un solo libro son de temer porque están mejor armados para el combate en defensa de su fe. Es decir, son de respetar. Lo que vendría a resultar un tributo al pensamiento único, más que una crítica.

No hay duda, sin embargo, que como filósofo de su época, Santo Tomás no fue un hombre de un libro único; leyó todo lo que había que leer para poder criticar el pensamiento ajeno, o decantarlo, y no tendríamos por qué culparlo de que su pensamiento haya pasado a ser inamovible y cerrado por tantos siglos. ¿Podríamos culpar a Marx de haber engendrado sistemas políticos como los llamados del socialismo real, o los del socialismo del siglo veintiuno?

            Hoy en día, igual que en el pasado, quienes se apoderan de un libro único y lo enarbolan como escudo, y peor si en lugar de un libro se trata de un manual, son los que alegan la potestad de ser dueños del pensamiento único, y niegan a otros el derecho de pensar de manera diferente. La diversidad, la pluralidad, están en la esencia del humanismo proclamado por los próceres libertarios del siglo de las luces. Un solo libro en la cabeza, es la barbarie. De los libros únicos nace el fanatismo, y nacen las hogueras, y los paredones de fusilamiento.

            Temamos, entonces, al hombre de un solo libro.

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14 de julio de 2010
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Las personas buenas

Las buenas personas fueron la base de nuestra paz. Ahora parece que ese tipo de gentes se han quedado ociosas u obsoletas y a día tras día cuesta tropezar con este género de la especie humana de cuya bondad derivaba una bonanza  social. Las buenas personas eran además, dentro y fuera de la familia, un resguardo de seguridad y felicidad.

Podía confiarse en las buenas personas como soportes. Soportes y pilares ejemplares a través de cuya admiración por los demás servía de contagio y emulación para otros.

Esos pilares actuaban, además, con la mayor naturalidad y era precisamente su real benevolencia, su fácil capacidad de perdón y su asistencia en la adversidad la que decidía el bienestar colectivo de los pueblos. No era necesario que numéricamente fueran muchas pero eran relativamente tantas que hoy nos parecerían un insólito batallón.  Tías, antiguas compañeras, primas... casi siempre las buenas personas coincidían con ser mujeres pero también había algunos y principales hombres buenos que en ocasiones cumplían como alcaldes. Más notarios, médicos o abogados que nos ayudaban generosamente y nos asesoraban bien. La pérdida o la fuerte reducción de las buenas personas ha dejado por tanto al grupo social enflaquecido o deshilvanado porque estas gentes en las que convergían muchos actuaban como una hilación  afectuosa dentro de cuyo círculo  vivíamos más confiados y liberados de este temor crónico que se esconde en cada relación. 

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14 de julio de 2010
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Novela y verdad

Aunque a Sarkozy le gustan más las estrellas del pop que los intelectuales, su presidencia está saliéndonos de lo más literario. Yasmina Reza le convirtió en prematuro personaje literario en su narración ?Le matin le soir la nuit?. El gran pasticheur de la literatura francesa que es Patrick Rambaud ha escrito ya tres libros de crónicas jocosas sobre ?le roi Nicolas?. Descontando además la riada de libros y ensayos a favor y en contra que ha suscitado su todavía breve reinado. Pero el golpe literario del sarkozato lo ha proporcionado la vida, que siempre es más rica que la literatura, y nos ha trenzado como hacía Honoré de Balzac un novelón de dinero, poder, corrupción política y jueces alrededor de una herencia multimillonaria.

Italia produce siempre historias de mafiosos. En las Españas solemos tropezar con esos personajes listísimos que se buscan la vida como nadie, sean el Bigotes o Millet, Camps o De la Rosa, salidos todos de la picaresca. Francia, en cambio, la dulce y civilizada Francia, es elegante y culta incluso en sus historias más negras de corrupción y dinero. Lo ha contado Jacques Julliard en Le Nouvel Observateur con elegante prosa periodística y acerada precisión de analista: ?Es en el momento en que la historia real toma la forma de la novela vivida cuando más se acerca a la verdad?. Su diagnóstico de raíz balzaciana no puede ser más preciso sobre "esta solidaridad universal entre el dinero a lo grande (le Gros Argent) y el Poder, que siguen siendo con Sarkozy, como lo fue con Luis Philippe, el alfa y omega del sistema". Ahí va pues un argumento adicional para quienes niegan el pan y la sal a la invención literaria en nombre de la calidad intrínseca de la novela de la vida y de la exigencia periodística de contarla sin adornos. De momento, no hay que perderse ni un episodio de la herencia Bettencourt y de las sacudidas que el terremoto está produciendo en los cimientos de la República sarkozyana. (Enlaces: con Mediapart, el site de Internet que está revelando los detalles más importantes del escándalo y que ya ha sido designado como culpable por los principales implicados; y con el artículo de Jacques Julliard donde nos da todas las referencias balzacianas, y algunas más, relacionadas con el escándalo Bettencourt).

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14 de julio de 2010
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