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I. De volcanes y canales imperiales

Hace algún tiempo acompañé al historiador estadounidense Mike Wallace en una visita a León (de Nicaragua, no de Castilla), pues vino con su mujer, la escritora mexicana Carmen Bullosa, invitada a participar en el Festival Internacional de Poesía que se celebra en la ciudad de Granada (de Nicaragua, no de Andalucía). Mike ganó el Premio Pulitzer en 1999 por su monumental libro Gotham, la más completa historia de la ciudad de Nueva York que se ha escrito.

            Era su primera visita a Nicaragua, y en el camino, Mike reconoció de inmediato la imagen del volcán Momotombo, que se alzaba desafiante ante nuestros ojos: "el volcán de la famosa estampilla", me dijo. Recordé entonces la historia, tantas veces contada, acerca de cómo los partidarios de que el canal interoceánico se construyera a través de Panamá, y no a través del territorio de Nicaragua, habían triunfado mostrando a los senadores de Estados Unidos, que debían tomar la decisión, una estampilla de correos donde figuraba uno de los volcanes nicaragüenses en plena erupción, argumento suficiente para demostrar la temeridad que significaría realizar aquella obra en un territorio expuesto a la catástrofe de los terremotos.  Algo que, para mí, pertenecía más bien a las leyendas del folclor político. Juan Gabriel Vásquez lo refiere en su novela Historia secreta de Costaguana.

Para Mike, riguroso historiador,  lo del volcán de marras no se trataba de ninguna leyenda, y días después me remitió copia electrónica de las páginas correspondientes del libro Panamá, creación, destrucción y resurrección, escrito por Philippe Jean Bunau-Varilla, y publicado en Nueva York en 1914. Fue Bunau-Varilla quien en 1902 urdió la estratagema de presentar la estampilla como prueba delante del senado, y el mismo que luego firmaría el tratado canalero Hay-Bunau-Varilla, actuando como representante plenipotenciario del recién independizado estado de Panamá.

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13 de agosto de 2010
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Eskups del antiprogre: Nucleares

Defiende la energía nuclear con el entusiasmo del hippie por las flores. En realidad, está a favor por las mismas razones que los otros están en contra.

No hay que enredar al antiprogre con análisis de costes y de riesgos. La energía nuclear es buena ahora y siempre. Pero, sobre todo, en casa del vecino. Transfiere la rabia de las personas a las tecnologías: al final detesta la energía solar y la eólica sólo porque los ecologistas detestan la nuclear.

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13 de agosto de 2010
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En la Feria del Libro de Bogotá

Feria del libro de Bogotá No había terminado de deshacer mis maletas de regreso a Montevideo, y ahora ya me encuentro en un nuevo viaje. Estoy en Bogotá, en la 23 Feria del Libro, donde impartiré dos talleres y participaré en una mesa redonda. Lamenblemente, el internet en mi habitación es un desastre, por lo que no aseguro que Moleskine pueda seguir con la misma fluidez de siempre.  Por lo pronto, les dejo una nota de prensa

La vigésimo tercera edición de la Feria del Libro de Bogotá arrancará mañana con Colombia como país invitado debido a las celebraciones del Bicentenario y con un espacio especial para el libro digital. La inauguración correrá a cargo del recién investido presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que estará acompañado por su ministra de Educación, María Fernanda Campo, la ministra de Cultura, Mariana Garcés y el alcalde de Bogotá, Samuel Moreno. Desde mañana y hasta el 23 de agosto más de medio centenar de expositores nacionales e internacionales mostrarán las nuevas ofertas editoriales y también los clásicos de la literatura hispanoamericana. Unos 18.000 metros cuadrados del recinto ferial de Corferias serán destinados a albergar este evento cultural, de los cuales más de 3.000 estarán dedicados a las conmemoraciones de los 200 años del inicio del proceso de independencia del país. Organizada por la Cámara Colombiana del Libro y la Alcaldía de Bogotá, este año la feria contará con más de 700 eventos culturales entre los que destacará la Primera Muestra Internacional y Encuentro del Libro Digital. ?Hemos ido viendo durante el último año que el tema principal de las ferias del libro en Hispanoamérica es el libro digital, (?) así que nosotros nos propusimos que en Colombia estuviera presente?, dijo el presidente de la Cámara Colombiana del Libro, Enrique González Villa. La vigésimo tercera edición de la Feria del Libro intentará así acercar a América Latina los nuevos modelos de gestión para la comercialización y distribución del libro digital y expertos nacionales e internacionales compartirán sus conocimientos sobre los temas coyunturales en el ámbito tecnológico, educativo, fiscal y aduanero sobre estas innovaciones. Entre los invitados estarán el escritor y filósofo francés Gilles Lipovetsky, la también francesa y especialista en literatura erótica Chaterine Millet, el experto estadounidense en escritura electrónica Bob Stein y el escritor español Javier Moro, entre otros muchos. Los colombianos William Ospina y Santiago Gamboa, el argentino Marcelo Birmajer, el peruano Iván Thays, el mexicano Homero Aridjis y el guatemalteco David Unger también están entre los invitados. Los niños y los jóvenes tendrán la posibilidad de acceder a pabellones especializados donde podrán acercarse un poco más al mundo de la historia a través de la lectura. ?Esta feria tiene su fondo principal en hacer más lectores, y utilizamos el pretexto de que vengan los visitantes y se encuentren con los escritores y con sus libros, y puedan tener esa charla soñada de preguntarle a su autor preferido (?). Eso hace que al final el libro forme parte de la vida de uno?, explicó González Villa. La media de lectura de los colombianos es de dos libros por año, según el titular de la Cámara Colombiana del Libro. El 75,57 por ciento de los lectores en Colombia lo hace por gusto, el 33,59 por ciento por exigencia de estudio y el 8,72 por ciento por requerimientos del trabajo, según una encuesta del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, (DANE) sobre ?Prácticas de Consumo Cultural?.

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12 de agosto de 2010
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Fogwill por Fogwill

Fogwill en Montevideo Los que lo escucharon antes, alguna vez, dijeron que era un genio. Dijeron también que tenía un talento impresionante para improvisar. Eso dijeron. Pero lo que yo vi en el Festival Eñe de Montevideo fue a una persona muy mayor que, sí, ciertamente improvisaba, pero lo hacía tan mal, tan disperso y finalmente (o por eso mismo) tan superficial e incluso frívolo, que costaba creer que era Fogwill. Fogwill el provocador; Fogwill el autor de novelas inclasificables y provocadoras; Fogwill, una de las columnas vertebrales de la literatura argentina.  Lo cierto es que el Fogwill de Montevideo era un personaje que en momentos no sabía qué decir, mezquino en ideas (incluso los malos poetas son parte de ese mecanismo maravilloso que nos envía a escribir poesía, dijo, y poco más), superficial cuando habla de novela (su crítica contra la novela lineal tenía más de perorata que de idea) y, sobre todo, un comentarista que necesitaba alguna incorrección o puteada o broma no para ponerle banderillas a su ponencia, sino como una muletilla para coger el hilo cuando lo perdía. Y hubo mucho de eso. Desde los abuelos que ahora solo pueden oír a sus nietos ?porque tocarlos está prohibido con todo eso de la pedofilia?, decirle ricos, godos y analfabetos a los españoles (que lo invitaron, por cierto, al evento), burlarse de los uruguayos que no sabían las letras de un tanguero viejo, preguntarle a una amiga de hace años por qué no se había muerto, insultar a Charlie García y Fito Páez, burlarse de Ricardo Piglia (que, a diferencia suya, en el mismo escenario, leyó una conferencia llena de ideas), etc. ¿Qué fue lo que vi en Montevideo? El triste stand up comedy de un comediante viejo, cansado, sin más magia para sacar de su sombrero. Un hombre cuyo mayor elogio a otro escritor era siempre ?Ese escribe mejor que yo?. Un gag sin mayor trascendencia ni efecto de tanto repetirse.  Mejor seguir leyendo a Fogwill. Los libros, felizmente, no se agotan ni envejecen. Aunque a veces también sucede. 

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12 de agosto de 2010
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Hoy inventaremos la rueda

 

A veces, en una palabra de una lengua antigua, se entrevé el reverbero de la luz de días que pasaron hace miles de años. El otro día decíamos que “temen” era el cono o prisma de arcilla con inscripciones y, por extensión, el depósito fundacional enterrado bajo los cimientos, y hasta el propio templo edificado encima. Pero, esa palabra tan longeva en sus avatares que ha llegado hasta el actual “templo”, ¿no podría revelarnos algo más de la técnica de construcción y del paisaje de aquella marisma mesopotámica, si intentamos remontarnos más allá de ese prisma con inscripciones, a una época donde aún no se escribía, pero la misma palabra “temen” hubo de ser importante y significativa?

El Tigris y el Eufrates, los dos grandes cauces fluviales que enmarcan la llanura mesopotámica, trazan un amplio movimiento convergente que culmina a la altura de Bagdad, aproximadamente en el paralelo 33, que se hizo famoso hace unos años, cuando los norteamericanos prohibieron a los aviones iraquíes sobrepasarlo hacie el sur. A partir de ese punto, los dos ríos se distancian  y vuelven a reunir a lo largo del último tramo de sus cursos, y delimitan el territorio oblongo de Mesopotamia (“entrerríos”), que mide casi 500 km de norte a sur, por 160 de este a oeste. En los últimos 350 km de ese curso inferior del Tigris y el Eufrates, el declive del terreno apenas alcanza un metro por cada 26 km. Como consecuencia, el cauce de los ríos tiende a fragmentarse en ramales que se esparcen por la llanura aluvial y vuelven al final de un trayecto más o menos paralelo a la corriente principal. En la época sumerio-acadia, esos ramales creados por los ríos y otras derivaciones hechas por el hombre se explotaron para el riego de cultivos.

El régimen de crecidas provocaba catástrofes. Los ríos rebasaban sus cauces y desahogaban el exceso de caudal por toda la llanura, convirtiéndola en una marisma intransitable. Sólo emergían de las aguas las colinas artificiales formadas por los residuos acumulados por las poblaciones que se sucedían en el mismo lugar a lo largo de milenios. A semejanza del Nilo, también el Tigris  y el Eufrates dejaban capas de barro de elevado potencial productivo, pero la falta de cauce profundo hacía necesario defenderse de las avenidas mediante la elevación del suelo habitable. Los agricultores mesopotámicos no podían esperar las benéficas crecidas anuales, como los egipcios, sino anticiparse a todas y domeñar el agua. La agricultura se desarrolló en los islotes emergentes de la marisma, donde el suelo original era resultante de la transformación en humus de las plantas del pantano.

La tradición literaria expone en los relatos de la creación la forma en que se desarrolló la civilización en aquel entorno. En el número XIII de la colección de textos cuneiformes del British Museum, se relata en sumerio con glosa acadia: “Una casa para los dioses en lugar sagrado no había sido levantada. No había surgido la caña, el árbol no había sido creado. El adobe no había sido puesto, su molde no se había fabricado. La casa no había sido construída, ni la ciudad edificada, ningún ser vivo había en ella. La totalidad de los países era agua. Entonces fue creada Eridu, fue edificado su gran templo. El dios Marduk montó un armazón de cañas sobre el agua. Creó el polvo y formó un bloque con él.”

Se ve que, como primera providencia, hubo que fabricar la tierra habitable para establecer un lugar seco en medio del agua circundante. La arqueología muestra que los restos de antiguos lugares poblados se establecían sobre capas de arena y humus de limo y materias vegetales, que alternaban con estratos de cañas entrecruzadas, como grandes esteras. Los primeros habitantes levantaron sus chozas de cañas sobre un suelo tapizado de juncos entrecruzados, formando una terraza que aislaba las viviendas de la marisma. La costumbre de erigir el templo sobre una elevación artificial del terreno arraiga en los orígenes mismos de la civilización mesopotámica.

Un rasgo propio de su arquitectura era el emplazamiento de las famosas torres escalonadas, que se asentaban sobre altiplanos o terrazas artificiales de dimensiones gigantescas, designadas mediante el ya conocido vocablo sumerio “temen”, aquí con el significado de terraplén. No es una conjetura arriesgada suponer que ése es precisamente el significado primario, muy anterior a la escritura, y que las acepciones de inscripción enterrada y depósito fundacional fueron secundarias. Toda edificación, grande o pequeña, precisaba un “temen”, una cimentación previa elevada sobre el nivel del agua.

Una gran labor de terraplenado en una llanura sin límites puede parecer carente de sentido, pero justo en esa planicie desprovista de accidentes del terreno capaces de preservar a los habitantes de la amenaza constante de las avenidas era vital suplir esa carencia con relieves artificiales. Más adelante, el peligro no venía tanto de las riadas, como de las roturas de diques realizadas por los invasores o por los propios naturales del país, que se defendían al estilo holandés, muchas veces a costa de arrasar los propios campos y poblaciones.

También los caracteres pictográficos de la escritura más primitiva muestran la casa sumeria emplazada sobre una plataforma. Ahora está por ver si esta forma de investigación tiene alguna posibilidad, en el caso de enfocarla a uno de los descubrimientos que más influjo ha ejercido en la historia de la humanidad, la rueda.

La primera dificultad es que el termino sumerio correspondiente a rueda es “dubbin”, que tiene como significado primario “garra”. En la versión ideográfica más antigua conocida del término, que se encuentra representada en los caracteres cuneiformes de la época de Fara (hacia el siglo XXVIII a. C., ver dibujo de arriba), se hace evidente la representación de una mano o garra, todavía con cierto aire picassiano, pero a punto de estilizarse tanto que su traza ideográfica empieza a diluirse en la abstracción cuneiforme, donde ya se trata de expresar los sonidos de las palabras, olvidando que los signos empleados sugieran por su propia plasticidad la idea correspondiente.

¿Cómo se pasa de la garra a la rueda? Podríamos echar un vistazo a los significados de “dubbin”, que suelen depender del complejo verbal adjunto, eso que los entendidos llaman contexto. Uña, garra, pezuña y pie de cama o mesa, parecen significados de comprensión evidente. También el hocete, instrumento cortante que tanto vale para rapar a humanos y bestias, como para vendimiar o injertar. Y del cruce de dos hocetes nació la podadera, madre de la tijera. Lo mismo que las herramientas del trabajador de metales, como el punzón, el estilete o las tenacillas; y las garras de la nave, representadas por las cuadernas de refuerzo colocadas en la parte inferior de la carena de las embarcaciones. Pero que “dubbin” pueda significar rueda y por extensión carro parece menos evidente.

Las lenguas semíticas presentan una nomenclatura del carro que es de tipo secundario, o sea, no basada en la morfología del artefacto, sino vinculada con la idea de “andar” o “correr”. Así, todas ellas, desde el acadio hasta el ugarítico, el siriaco, el hebreo y el árabe, nombran al carro con el radical rkb, que significa correr o cabalgar. Lo mismo sucede con el “carrus” latino, que viene, igual que el verbo “curro” (correr), de una raíz indoeuropea reconstruída como “kers”, y de la que también proceden el alemán “Ross” y el inglés “horse” (caballo). Eso sugiere que los antiguos hablantes semíticos e indoeuropeos describían la principal prestación del carro, pero no su esencia. O sea, que no lo inventaron.

El dibujo del carro de cuatro ruedas discoidales, o sea, sin radios, aparece como carácter gráfico en las tabletas sumerias más antiguas, datadas alrededor del 3.500 a. C. En ellas, se hace patente que el carro hubo de ser una evolución del trineo, si se comparan las representaciones de ambos en la escritura, para lo que se sugiere un benévolo vistazo al dibujo de arriba.

El trineo y el carro fueron utilizados al mismo tiempo entre los sumerios, pero eso fue durante un corto período de tiempo, porque la superioridad de la rueda en terreno llano era incontestable. En otras civilizaciones, se han empleado los dos a la vez durante milenios y casi hasta la actualidad, en función del tipo de suelo y la pendiente por donde había que transportar la carga.

La escritura ideográfica de época posterior a la reproducida arriba sustituye el diseño del carro presentado como un  trineo sobre ruedas, por el de una rueda discoidal. Y ésa es precisamente la que los sumerios designaron con el nombre “gis dubbin”, donde el primer elemento “gis” corresponde a los nombres de artefactos fabricados con madera. Los sumerios describían la rueda como una uña o un filo discoidal de madera sobre el que se desliza sin fin el trineo, que ya no vuelve a tocar la tierra, y se ha convertido en un carro.

En los vocablarios bilingües sumerio-acadio aparece “dubbin” como equivalente a los carros de dos y cuatro ruedas, y también se repite en los nombres de las diversas piezas del carro y la rueda. Incluso en hitita, que ya no es semítico, sino indoeuropeo, se registra el signo cuneiforme correspondiente a “dubbin” para designar la rueda del alfarero.

Todo esto no sólo sugiere que la rueda se inventó en el seno de la civilización sumeria, algún venturoso día del IV milenio a. C., sino que el uso del carro precedió con mucho a la introducción del caballo en Mesopotamia. Y también que el caballo hubo de ser primero pieza de caza, ganado provisor de carne, animal de tiro, y por último cabalgadura. Después de todo, el caballo más idóneo para probar la primera monta es uno atalajado y reducido al carro. La época dorada de los carros de guerra, los tanques de aquellos tiempos maricastáñicos, tuvo lugar bastante más tarde,  dede el siglo XX hasta el XV a. C. Por aquel entonces, el consumo de caballos para la guerra era enorme. Muy superior al que la población necesitaría para labrar, acarrear y comer. Así fue el carro el artífice de que el caballo se convirtiera en la fuente de energía que movía los imperios, y en el compañero del humano que no puede parar.

 

 

 

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12 de agosto de 2010
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Magnificat

A veces, al atardecer, cuando  parecía cansada, él me señalaba en voz baja, cómo, sin darse cuenta, ella confería a sus manos pensativas el movimiento desasido, algo atormentado, de la virgen que introduce su pluma en el tintero que le tiende el ángel, antes de escribir sobre el libro santo en el que está ya trazada la palabra magnificat. (I, 607)

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12 de agosto de 2010
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Eskups del antiprogre: Mayo del 68

No hay ideario antiprogre sin una obsesiva detestación por Mayo del 68. En caso de duda, ahí tiene siempre lista una diana para sus imprecaciones.

Hay algo de amargura en su obsesión por las barricadas de Mayo. La misma que tiene el viajero al que se le ha escapado el tren. No es el caso del viejo progre arrepentido. Éste ha convertido su recuerdo de Mayo del 68 en la Gomorra pecadora de su juventud.

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12 de agosto de 2010
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Entre dos muros

Finalmente, me siento en la silla de un hotel, abro la laptop y miro hacia ambos lados. Al verme, el guardia de seguridad musita un breve ?ya llegó? en el micrófono prendido a su solapa. Después aparecerán algunos turistas, mientras mi dedo índice acciona el mouse a toda velocidad para optimizar los pocos minutos de acceso a Internet. Es la primera vez en diez días que logro zambullirme en la gran telaraña mundial. Un listado de proxys me ayuda con las páginas censuradas y la portada de Generación Y la veré desde un servidor anónimo, puente hacia sitios prohibidos. En tres años, me he vuelto especialista en las conexiones lentas, minusválidas y vigiladas de los cibercafé públicos. A tientas, administro un blog, emito tweets de los que no puedo leer respuesta, gestiono una cuenta de email casi colapsada. Después de saltarnos las limitaciones para llegar hasta el ciberespacio, los cubanos comprobamos que la censura nos atenaza desde dos lados diferentes. Uno proviene de la falta de voluntad política de nuestro gobierno para permitir en esta Isla el acceso masivo a la red de redes. Se materializa en blogs y portales filtrados y en prohibitivos precios para una hora de chapaleteo en la WWW. El otro ?doloroso también? es el de los servicios que excluyen a los residentes en nuestro país bajo la justificación del anacrónico bloqueo/embargo. Ingenuos son quienes creen que limitar para mis compatriotas las funcionalidades de sitios como Jaiku, Google Gears, Appstore, tendrá algún efecto sobre las autoridades de mi país. Sepan que quienes nos gobiernan tienen antenas satelitales en sus casas, banda ancha, Internet full, iPhone llenos de aplicaciones, mientras nosotros ?los ciudadanos? nos tropezamos con una pantalla que aclara ?este servicio no está disponible para su país?. Como mismo esquivamos las restricciones de aquí adentro, también nos colamos por la verja cerrada de quienes nos excluyen desde afuera. Por cada candado que nos ponen hay un truco-ganzúa que lo abre. Pero no deja de frustrarme que después de evadir a los segurosos en los bajos de mi casa, de pagar por una hora de Internet el tercio de un salario mensual, de ver la ojeriza en la cara de los custodios de los hoteles, de comprobar que Revolico, Cubaencuentro, Cubanet y DesdeCuba siguen bajo la larga noche de las webs censuradas,  me voy y tecleo ?como un conjuro de alivio? una URL y en lugar de abrirse me aparece el muro que han levantado al otro lado.

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12 de agosto de 2010
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Escribir sobre el nazismo

La época del nazismo regresa con fuerza en la literatura ¿Cuántas novelas he leído sobre el nazismo últimamente? Pueden ser decenas. Hace poco nomás, ayer o anteayer, terminé El regreso de Bernhard Schlink, por ejemplo. Ahora abundan novelas sobre el tema, pero antes no era tan sencillo escribir al respecto, como comenta el suplemento Ñ:

En 1949, Adorno prohibió escribir sobre los campos. Treinta años después, Maurice Blanchot, gran escritor pero de actividad oscura bajo la ocupación, trató de ?indecente? a William Styon por La elección de Sofía. ?Imposible una novela sobre Auschwitz: o no es novela, o no es Auschwitz?, zanjaba el Nobel de la Paz Elie Wiesel. Las cosas empiezan a cambiar. ?La novedad no es ya que se haga ficción sobre la historia, sino que hacerlo no provoque el mismo escándalo?, señala Yannick Haenel, 43 años, cuyo Karski (Gallimard), premio Interallié 2009 y 90.000 ejemplares vendidos. recrea, entre ficción y datos, la historia del resistente polaco que alertó al mundo, en 1943, sobre el genocidio. Haenel sigue asombrado por la repercusión de su libro: ?Pensé que sólo podía interesar a un puñado de especialistas, por la yuxtaposición de documentos y ficción, para no mezclarlos en una sopa novelesca?. 

Sin embargo, las cosas han cambiado. Ahora el tema es extensamente tratado y no solo por los sobrevivientes o la generación posterior, sino por una gran mayoría de escritores europeos (y latinoamericanos, habría que añadir, pensando en Jorge Volpi o Roberto Bolaño). Se trata de hace lo que Isaac Rosa (según comentó Mercedes Cebrián) llamó ??aprovechar la oferta de recuerdos?. Y es que hay tantos recuerdos sobre la época que muchos escritores aprovechan para escribir sobre ella aunque hayan nacido muchas décadas después. La punta del iceberg, obvio, es Jonathan Litell y Las Benévolas, que vendió un millón de copias. 

En marzo, el Goncourt de la primera novela recayó en un autor añada 1972, Laurent Binet, por HHhH (Grasset), título desvelado en la página 180: ?Himmlers Hirn heisst Heydrich? (el cerebro de Himmler se llama Heydrich). Su investigación sobre el asesinato de Heydrich, brazo derecho de Himmler y planificador de la solución final, vendió 55.000 ejemplares. Construido sobre los lazos ambiguos entre literatura y vida, el autor colado en la historia para relativizar la eficacia del discurso, el libro confirma esta definición de Binet: ?Para que un hecho penetre en la memoria, transfórmalo en literatura?. Binet, autor y personaje, descubre alusiones a Heydrich en un filme de Rohmer, visita los sitios de Praga relacionados con el atentado, acumula libros y datos y plantea, sobre el telón de fondo de una guerra militar, el combate entre ficción novelesca y verdad histórica. ?Si los escritores no se apropian de la memoria de los campos, si no la hacen revivir y sobrevivir con su imaginación creadora ?escribe Semprún en Une tombe au creux des nuages (una tumba en lo hondo de las nubes)?, se extinguirá con los últimos testigos?. Obediente, otro treintañero, Fabrice Humbert, vecino de Binet en París, se apropió de la memoria de un deportado: en L?origine de la violence (Éditions du Passage; 45.000 ejemplares vendidos), el protagonista y autor reconstruye la vida en Buchenwald, ?para comprender lo que sufrió mi abuelo?. Uno de los últimos trenes franceses con deportados salió rumbo a Dachau el 2 de julio de 1944. Arnaud Rykner describe aquel viaje en Le wagon (Éditions du Rouergue), en librerías el 1 de septiembre. El lector es introducido en el vagón, ?una lata de conservas desbordante de pus?, ?los muertos mezclados con los vivos, las náuseas?. Pero Rykner aclara de entrada que aquello es novela. Lógico: el autor nació 22 años después de aquel viaje. 

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11 de agosto de 2010
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El Boomeran(g)
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