Iván Thays
Fogwill en Montevideo
Los que lo escucharon antes, alguna vez, dijeron que era un genio. Dijeron también que tenía un talento impresionante para improvisar. Eso dijeron. Pero lo que yo vi en el Festival Eñe de Montevideo fue a una persona muy mayor que, sí, ciertamente improvisaba, pero lo hacía tan mal, tan disperso y finalmente (o por eso mismo) tan superficial e incluso frívolo, que costaba creer que era Fogwill.
Fogwill el provocador; Fogwill el autor de novelas inclasificables y provocadoras; Fogwill, una de las columnas vertebrales de la literatura argentina.
Lo cierto es que el Fogwill de Montevideo era un personaje que en momentos no sabía qué decir, mezquino en ideas (incluso los malos poetas son parte de ese mecanismo maravilloso que nos envía a escribir poesía, dijo, y poco más), superficial cuando habla de novela (su crítica contra la novela lineal tenía más de perorata que de idea) y, sobre todo, un comentarista que necesitaba alguna incorrección o puteada o broma no para ponerle banderillas a su ponencia, sino como una muletilla para coger el hilo cuando lo perdía.
Y hubo mucho de eso. Desde los abuelos que ahora solo pueden oír a sus nietos ?porque tocarlos está prohibido con todo eso de la pedofilia?, decirle ricos, godos y analfabetos a los españoles (que lo invitaron, por cierto, al evento), burlarse de los uruguayos que no sabían las letras de un tanguero viejo, preguntarle a una amiga de hace años por qué no se había muerto, insultar a Charlie García y Fito Páez, burlarse de Ricardo Piglia (que, a diferencia suya, en el mismo escenario, leyó una conferencia llena de ideas), etc.
¿Qué fue lo que vi en Montevideo? El triste stand up comedy de un comediante viejo, cansado, sin más magia para sacar de su sombrero. Un hombre cuyo mayor elogio a otro escritor era siempre ?Ese escribe mejor que yo?. Un gag sin mayor trascendencia ni efecto de tanto repetirse.
Mejor seguir leyendo a Fogwill. Los libros, felizmente, no se agotan ni envejecen. Aunque a veces también sucede.