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El décimo

Al décimo premio Nobel de la lengua castellana no le ha tocado la veleidosa lotería de Babel con la que tan a menudo nos sorprende la Academia Sueca.

El de Vargas Llosa es un premio ‘gordo', y en él sólo nos sorprende  -sólo un poco, la verdad- lo que ha tardado en cantarse.

Deseándolo (y ahora celebrándolo con todo entusiasmo), yo tenía muchos recelos, siempre que, al llegar la hora señalada del mes de octubre, se hacían cábalas y sonaba inevitablemente el nombre del autor de ‘La fiesta del chivo'. ¿Cómo van a premiarle, me decía a mí mismo, habiendo esos mismos señores suecos premiado poco tiempo antes a Elfriede Jellinek o a Dario Fò? 2010 ha sido un año fasto. Aún hay cordura en el mundo.

Nosotros no podemos quejarnos, en cualquier caso. De los diez escritores hispanos galardonados, al menos siete son excelentes. Me refiero, naturalmente, contando hacia atrás, a Octavio Paz, a Gabriel García Márquez, a Vicente Aleixandre, a Pablo Neruda, a Juan Ramón Jiménez y, ‘last but not least', a Don Jacinto Benavente, que escribió basura y cantó el ‘Cara al Sol' (¿no hizo lo recíproco Neruda?) pero tiene numerosas obras de teatro de una sorprendente modernidad. Dos de los diez son, si no compartibles, comprensibles: Gabriela Mistral, Camilo José Cela, éste premiado cuando ya era tarde, la chilena cuando no había más remedio.

Y queda Echegaray, un ‘conundrum' sin explicación posible. Yo tengo una. En 1904 la Academia aún no había aprendido a equivocarse, pero daba sus primeros palos de ciego.

 

El undécimo

Con las emociones de la noticia conté mal, yo que nunca he sido muy propicio a la aritmética. Vargas Llosa es, por supuesto, el undécimo autor de lengua castellana premiado con el Nobel, y mi olvido tuvo también quizá algo de lapso freudiano. El olvidado era Miguel Ángel Asturias, un autor que leí ‘dutifully' más que ‘willingly' en mi juventud de estudiante, y ahí se quedó. Monumental, meritorio, comprometido, y lleno de un color local hoy para mí un poco desvaído.

 

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8 de octubre de 2010
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IV. Sobrevivir, o hundirse

Esa misma mañana de la conversación, los periódicos de México reproducen con estupor párrafos de un editorial de El Diario de Ciudad Juárez, publicado en su primera página, que dará mucho de qué hablar: "señores de las diferentes organizaciones que se disputan la plaza, queremos que nos expliquen qué es lo que quieren de nosotros, qué es lo que pretenden que publiquemos o dejemos de publicar, para saber a qué atenernos. Ustedes son, en estos momentos, las autoridades de facto en esta ciudad, porque los mandos instituidos legalmente no han podido hacer nada para impedir que nuestros compañeros sigan cayendo, a pesar de que reiteradamente se los hemos exigido".

Acababan de asesinar a tiros en Ciudad Juárez a Luis Carlos Santiago, un fotógrafo de apenas 21 años de edad, que trabajaba como becario desde hacia apenas seis meses en el periódico. Y no era el primero. Antes había caído, acribillado también por los carteles de la droga Armando Rodríguez, que solía apuntar en una pizarra la cuenta diaria de las víctimas de la santa muerte, hasta que su nombre pasó a sumarse a la lista.

Unos han visto el editorial como una claudicación. Otros, como un llamado de alerta. Pero ilustra mejor que nada lo que Alejandro Cossío llama "el punto de quiebre". Sobrevivir, o hundirse. Mientras tanto él ha regresado a Tijuana, imperturbable, a seguir haciendo su oficio de todos los días, el que la cámara y la santa muerte le deparan.

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8 de octubre de 2010
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Vargas Llosa total

Hace algunos años se hizo una encuesta para elegir la mejor novela peruana del siglo XX. Cuando leí la noticia, me sorprendió descubrir que no había ganado Mario Vargas Llosa. Luego entendí la razón: seis de sus novelas estaban entre las diez finalistas. El jurado había dividido sus votos. La obra de este escritor es tan vasta, tan ambiciosa, tan diversa, que es imposible quedarse con un solo libro. Están, entre otros, La ciudad y los perros, con sus adolescentes intensos y el microcosmos asfixiante de un colegio militar que sirve para dar cuenta de las estructuras opresivas de toda una sociedad; La casa verde, que se atreve, exuberante, a soñar la novela total, a urdir un mundo y una geografía complejos en los que entran monjas y aventureros; Conversación en la Catedral, con su monumental estructura narrativa, una radiografía completa de cómo el poder es capaz de corromper todos los sectores de una sociedad; la apocalíptica La guerra del fin del mundo, que demuestra que, a veces, los sueños de la razón de Estado y los del fanatismo religioso pueden terminar mordiéndose la cola; La entrañable La tía Julia y el escribidor, que recupera al melodrama para la gran literatura; La fiesta del Chivo, un thriller político y también una de las mejores "novelas del dictador" que se han escrito. Están los ensayos, las novelas cortas, el teatro, los cuentos, sus memorias...

En los años noventa, los escritores que nos iniciábamos en América Latina encontramos un modelo en la literatura de Vargas Llosa. De todos los escritores del Boom, nos parecía que era el más completo y que su influencia podía disimularse mejor que la de García Márquez. Su realismo bebía de las fuentes decimonónicas (Flaubert, Victor Hugo) pero se abría a las grandes innovaciones formales del siglo XX (Joyce, Faulkner) y permitía escribir novelas de corte social sin que uno se sintiera obsoleto o panfletario. Al mismo tiempo, en esa década, la gran mayoría rechazó una faceta vargasllosiana, la del intelectual público que interviene constantemente en los grandes debates de su tiempo; atraía más el estilo del escritor norteamericano, que se dedicaba en privado a su obra y casi no intervenía en la esfera pública. También hubo un distanciamiento con respecto a sus posturas cada vez más liberales.

La década pasada le perteneció al huracán Bolaño. Apareció una nueva generación latinoamericana que rechaza la idea de la "novela total" y defiende, por un lado, estéticas minimalistas, y por otro está embarcada en proyectos menos deudores del tronco principal del realismo. Así, daba la impresión de que Vargas Llosa comenzaba a correr la misma suerte que García Márquez hace quince años: la de un escritor muy leído y admirado, pero que ya había dejado de hacer escuela. Sin embargo, mi intuición es que los fervorosos bolañianos de hoy son también, aunque a veces no lo sepan, vargasllosianos (2666 cumple todos los requisitos novelescos del escritor hispano-peruano). Y que la influencia también existe cuando uno es un antimodelo: así como García Márquez mostraba estar muy presente cada vez que un escritor joven atacaba todo lo que significaba Macondo, hoy Vargas Llosa está muy presente en cada escritor joven que rechaza la idea de la "novela total". Con el premio Nobel que se le acaba de conceder, estará aun más presente.

(Letras Libres, 7 de octubre 2010)

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7 de octubre de 2010
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Después de Josué

Son los últimos compases de una entera etapa presidencial. Las elecciones legislativas del 9 de noviembre, en las que se renueva un tercio del Senado y la entera Cámara de Representantes, dejarán con gran probabilidad a Barack Obama sin mayorías para seguir gobernando con apoyo parlamentario, algo que las urnas suelen hurtar a los presidentes que lo tienen justo a los dos años de iniciar su presidencia. Los extensos poderes presidenciales permiten gobernar sin legislar con el Congreso, pero dentro de unos límites, especialmente acotados cuando se trata de aprobar los presupuestos. Así es como los republicanos intentarán ahogar al Gobierno de Obama, como hicieron en 1994 con Bill Clinton, al que obligaron a cerrar la Administración pública por falta de liquidez para pagar los gastos corrientes.

George W. Bush pudo contar con una mayoría republicana en las legislativas de 2002, tras los atentados del 11-S, gracias a que dirigió la campaña como presidente en guerra, lo contrario de un presidente en crisis económica, como es Obama, a la hora de mantener altos niveles de adhesión. Las segundas elecciones de mitad de mandato de Bush, en 2006, ya fueron el desastre que cabía prever sobre todo después del huracán Katrina. Empezó el pato cojo, una amenaza que pesará ahora sobre Obama si no sabe acomodarse a esta nueva etapa en la que se jugará la eventualidad de renovar su mandato presidencial en 2012. Obama ha empezado a prepararse para después de noviembre. También un buen puñado de colaboradores suyos, que han preferido buscarse la vida antes de que el previsto desastre electoral les obligue a hacerlo precipitadamente. Rahm Emmanuel, su jefe de Gabinete, ya se ha ido. También se ha dispersado parte de su equipo económico: Lawrence Summers, Catherine Rommer y Peter Orszag. Se da por segura la marcha de David Axelrod, el estratega en jefe. Y su secretario de Defensa, Robert Gates, heredado de Bush, insinúa su inminente partida. Hillary Clinton, la secretaria de Estado, que se ha impuesto como auténtico número dos del Gobierno, por encima del vicepresidente Biden, busca cada vez más los focos: podría tener un nuevo papel en la próxima etapa, pero hay pocas dudas de que quiere la vicepresidencia para 2012 y quizás la candidatura presidencial para 2016. Barack Obama pertenece a la generación de Josué, según expresión del director del semanario The New Yorker, David Remnick, en un artículo que luego convirtió en la primera y más brillante biografía del actual presidente de Estados Unidos, El puente, que llega ahora a las librerías españolas. La historia bíblica es bien conocida: Moisés no llegó a pisar la tierra prometida. Fue su hermano más joven Josué quien culminó la travesía del desierto hasta conducir al pueblo de Israel a su destino. Martin Luther King, el líder de los derechos civiles asesinado en 1968, fue también el Moisés que dirigió al pueblo extraviado, pero quien como Josué le hizo alcanzar la libertad han sido Barack Obama y su generación. El símbolo de donde arranca esta historia es el puente de Selma, donde King encabezó una manifestación pacífica en 1965 que terminó con una durísima represión y él mismo en la cárcel. Para entender quién es Obama y la dimensión de su victoria, Remnick ha tenido que desarrollar un variado friso de historias: la del movimiento de los derechos civiles, la descolonización en Kenia, la vida política de Chicago, los presidentes esclavistas, la religiosidad afroamericana, su currículo académico en Columbia, Chicago y Harvard, el desarrollo de un género literario típicamente afroamericano como son las memorias de emancipación, el caucus parlamentario afroamericano, Clinton y sus amigos, la Casa Blanca por dentro, y finalmente la candidatura demócrata, las primarias, la convención demócrata y la campaña. Pocas cosas han escapado a su ojo crítico, que ha fabricado esta narración con gran sentido del ritmo y de la tensión, magnetizado por la envergadura del acontecimiento histórico del que es testigo de primera mano. Obama no habría alcanzado la presidencia si EE UU no estuviera lleno de obamas, jóvenes afroamericanos orgullosos de sus orígenes, instalados en una mentalidad abierta y post-racial, sin la ira de los oprimidos y con responsabilidades en el timón de las colectividades, ciudades, empresas y el país mismo. Sus dos primeros años arrojan un balance sustancioso aunque polémico: reforma sanitaria, estímulos económicos contra la crisis, reforma de Wall Street, retirada de Irak y, sobre todo, cambio de la imagen de EE UU en el mundo; pero su éxito histórico es todavía la superación definitiva del puente que separaba a los americanos por el color de la piel. Es tal la envergadura de su hazaña que se hace difícil pensar que Josué se supere a sí mismo y sea capaz de imponer en el futuro un nuevo y más poderoso perfil presidencial. (Fe de errores: el hermano de Moisés era Aarón; Josué fue su sucesor en la conducción del pueblo de Israel, pero no tenían relación alguna de parentesco. La escritura periodística produce estas malas jugarretas que no tienen excusa. Lo lamento).

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7 de octubre de 2010
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Gotas de ausencia

"La ausencia disminuye las pasiones pequeñas y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras", decía Rochefoucauld.

Una ausencia interminable es igual a la muerte pero una ausencia intermitente puede brindar mucha vida. Todos los amantes se abrillantan con la ansiedad de la distancia mientras se deterioran con la erosión de la cercanía. Cualquier pareja que se reúna sólo encuentre de vez en cuando convierte automáticamente esos días en días festivos. De modo que para amarse, aparte de otros ingredientes, una sensible dosis de ausencia es importante. Hay que saberla introducir con tino pero en esa proporción exacta crece la veta feliz.

Una buena cantidad de kilómetros separando los trabajos, una insoluble cantidad de inconvenientes impidiendo la vida en común, transforma lo más común en extraordinario. ¿Por qué ese empeño en cohabitar sin pausa?

Cruriosamente, la misma evolución de la economía en crisis y sus imposiciones de desplazamientos en busca de un trabajo son augurio de un archipiélago amoroso donde lucirá como nuevo el régimen del noviazgo o la púrpura deseante del cortejo. Y, en consecuencia, dejará arramblado, como un trasto el matrimonio permanente, el vínculo constante, la saturación derivada del otro en un recinto invariable, reiterado y tóxico.

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7 de octubre de 2010
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Filología cargada de futuro

 

En esta nación de filólogos armados destinada a maravillar al mundo, todavía no ha comparecido un alto mando que explique por qué habríamos de decir “Nafarroa” en lugar de Navarra, y por qué usar semejante término sería progresista, o incluso vasco. Aunque esté fuera de discusión que donde cocea la eficacia incontestable de la aleación de ignorancia y brutalidad sobran las explicaciones, podríamos, para variar, hacer como si fuéramos razonables.

La moda de decir “Nafarroa” no sólo es advenediza y carente de fundamento histórico y lingüístico, sino que también es contraria a la fonética histórica vasca, que no tiene /f/ en su alfabeto. El origen del término es francés y su primer empleo figura en las crónicas de Froissart, donde sale “navarrois” (o sea, nafarroá) que es el progenitor de todos los nafarroás que corretean por la actualidad. Su primer registro en vasco es de 1571, cuando aparece en la dedicatoria de una traducción calvinista del Nuevo Testamento que no fue conocida ni siquiera por los especialistas —aunque sí por Montaigne, que le veía “más peligro que utilidad” — hasta 1900, cuando se editó por Linschmann y Schuchardt en Estrasburgo. Hay otro antecedente de 1643, en un manual piadoso editado en Burdeos y que tampoco fue de público acceso hasta la edición franciscana de 1964. De modo que “Nafarroa” no ha sido conocido hasta anteayer por el politburó de clérigos lingüistas que lo ha designado para derrocar al término original, declarado antivasco y objeto de lapidación revolucionaria.

Mientras tanto, sin salir del archivo de Pamplona, en todos los documentos medievales y posteriores, de mil años a esta parte no se lee más que “Navarra”, “Nauarra” y “Nabarra”. El significado genérico es “abigarrado” y en toponimia debe entenderse como “dehesa” (cfr. Ariznabarreta: dehesa de robles; Zuaznavar: bosque adehesado). Era el nombre de una comarca en la cuenca del río Ega, aguas arriba de Estella, que se unió al reino de Pamplona.

Puede que los forasteros caritativos, e incluso algunos paisanos benevolentes, se pregunten: estos vascos tan ofendidos porque le vayan a tocar el burka a su vasquidad, si ya tenían nombre, y encima era vasco, ¿a qué flagelan al personal vindicando uno francés que estaba mandado recoger? ¿Es ignorancia o hay alguna otra patología asociada? Ah la ingenuidad, avive el seso y medite: sin la preceptiva flagelación revolucionaria autodespreciativa, ¿donde actuaría la impactante ciencia de la filología armada? ¿Qué sería del terrorismo de lenguaje? ¿De dónde se obtendrían la ignorancia y borreguez imprescindibles para la construcción del artefacto?

No es una singularidad, porque en todas las lenguas hay palabras que han pasado al uso por ocurrente decreto de la superioridad, por miedo, por racismo, o por ignorancia consensuada. En ese sentido, tanto da que digan Nafarroa como Capadocia Citerior. A lo sumo, sería otro complejo para su admirable colección que ya tiene pasmada a la comunidad científica internacional. Ahora, lo particular del caso radica en que no es precisamente de libro, sino que se está usando ahora mismo para intimidar y acomplejar. De modo que permite un estudio en vivo sobre los mecanismos lingüísticos del miedo. Ahí están los pregoneros de la actualidad, periodistas, políticos, poetas, historiadores y derivados que corean “en Nafarroa”, “a nivel de Nafarroa” o flores parecidas para hacerse perdonar, y mostrarse cómplices y comprensivos con la tétrica cuadrilla. Forman la avanzadilla del miedo, son justo aquellos de quienes Chamfort aseguraba: “Las personas débiles son las tropas ligeras del ejército de los malvados. Causan más daño que el propio ejército, porque infectan y estragan.”

 


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7 de octubre de 2010
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Todos los humanos

Más arriba vinculaba una afirmación del físico Max Born a la afirmación aristotélica según la cual el deseo de saber, la exigencia de lucidez es inherente a nuestra condición. En esta reflexión que ahora inicio , en esta tentativa de establecer el estado de la cuestión sobre la evolución de nuestra imagen de la naturaleza (la physis de los griegos, ese poderoso concepto que desde el mineral a la palabra recubre todo aquello con lo que nos relacionamos los humanos) hago un paréntesis para glosar de nuevo el texto de Aristóteles, recordando así que enfrentarnos a ese problema es - o debería ser- algo más que una contingencia en nuestras vidas:

"TODOS los humanos, en razón de su propia naturaleza, desean el saber. Indicio de ello es el placer que los sentidos nos procuran; pues incluso cuando su ejercicio no es de utilidad alguna, nos complacemos en que estén operativos, y ello es particularmente cierto tratándose de la vista."

En efecto, no sólo en los casos en que la vista es útil para un objetivo, si no también cuando nada pretendemos hacer, preferimos ver a cualquier otra cosa; la razón estriba en que, de entre  todos los sentidos, es la vista la que nos proporciona mayor percepción de diferencias en las cosas que a nosotros se ofrecen.

En razón de la naturaleza de los animales, éstos nacen con capacidad de tener sensaciones;  en algunos de ellos la sensación llega a generar memoria, mientras que en otros  esto  no ocurre. Los dotados de memoria son más cautos y prudentes que los incapaces de recordar. Tal prudencia se da incluso entre animales desprovistos de capacidad auditiva, mas cuando esta última se añade, entonces el animal adquiere cierta capacidad de aprendizaje.

Así pues, los animales diferentes del hombre viven con imágenes y recuerdos y ello les proporciona ya, en pequeño grado,  la capacidad de tener experiencia. Pero en el vivir de los humanos cuentan además como ingredientes el conocimiento técnico y la capacidad de razonar.

Tratándose de la vida práctica, la experiencia no tiene menor valor que el conocimiento técnico, y el hombre con experiencia tiene más éxito que el que domina la teoría pero no tiene experiencia. Y sin embargo todos pensamos que el conocimiento y la intelección son cosa más bien del técnico y que éste es más sabio que el mero hombre de experiencia, y ello en razón de que conoce la causa, la cuál el primero ignora.

...Y así, cuando las técnicas proliferaron, unas al servicio de las necesidades de la vida, otras con vistas al recreo y ornato de la misma,  los inventores de las últimas eran con toda justicia considerados más sabios, dado que su conocer no se subordinaba a la utilidad. Mas sólo cuando tanto las primeras técnicas como las segundas estaban ya dominadas, surgieron las disciplinas que no tenían como objetivo ni el ornamentar la vida ni el satisfacer sus necesidades, Y ello aconteció en los lugares dónde algunos hombres empezaron a gozar de libertad. Razón por la cual las matemáticas fructificaron en Egipto, pues la casta de los sacerdotes no era esclava del trabajo."

 

Tras el hecho, nunca suficientemente enfatizado, de que Aristóteles atribuye  la exigencia del pensar a la totalidad de los humanos, cabe enfatizar la afirmación de que disciplinas como la matemática, sólo son posibles cuando están solventadas, no ya las cuestiones relativas a la necesidad, sino también las relativas a la distracción, el ornato y hasta la belleza. Importantísima es asimismo la declaración de que sólo en condiciones de libertad pueden los humanos acceder a esta última etapa. En fin, es muy significativo el hecho mismo de  que el primer ejemplo de ciencia que responde a la exigencia de absoluto desinterés por aspectos ajenos a su propia práctica sea la matemática. De esta  independencia del pensamiento matemático, no ya  en relación a los intereses de la vida cotidiana, sino incluso a las exigencias de otras disciplinas, cabe dar un ejemplo indiscutible, a saber, la teoría de las secciones cónicas: los matemáticos griegos estudian la elipse, la parábola y la hipérbola, cuatrocientos años antes de Cristo, pero su primera aplicación no se encuentra hasta la cosmología de Kepler, con su conjetura de las órbitas elípticas que, en torno al sol, realizarían los planetas.

Hemos de relacionar estos rasgos, en los que se muestra un aspecto desprendido y liberador del hecho mismo de pensar, con lo que antes decía  sobre la mutilación que para los seres humanos supone vivir en una sociedad que da la espalda a la filosofía, o que incluso se sustenta en su repudio:

Para la inmensa mayoría de los humanos la lucha por la subsistencia ocupa la integridad de sus jornadas. Y aun ateniéndose a los privilegiados ámbitos en los que esta esclavitud inmediata queda atrás, perdura la imposibilidad de vivir en condiciones no ya de ornato y  confort, sino incluso de salubridad, es decir, imposibilidad  de vivir simplemente con decencia. En lo referente al ornato, la  preocupación por alcanzarlo llega a confundirse con la radical confrontación que supone la aspiración artística, de lo cual es indicio el uso que se hace en nuestra lengua del término diseño. En fin, somos tan poco fieles a la concepción aristotélica del saber como algo en lo que el hombre encuentra su realización  (y que en consecuencia ha de valer por si mismo), que la matemática es socialmente concebida  como mero instrumento para disciplinas con finalidades prácticas, e incluso instrumentalizada al servicio de la selección social.  

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6 de octubre de 2010
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Desgracias holandesas

Depender de la extrema derecha para gobernar y legislar o limitar la libertad de expresión, alegando el respeto a las creencias religiosas de una parte de los ciudadanos, son las dos desgracias que se ciernen sobre la sociedad holandesa de la mano de Geert Wilders y de su Partido de la Democracia. Entre ambas amenazas se tejen las contradicciones de una sociedad hasta hace pocos años estable y feliz y sus dificultades para adaptarse a la inmigración y en el fondo al futuro. Debemos prestarles atención porque la siempre liberal y tolerante Holanda actúa ahora como un laboratorio europeo y hay que reconocer que los experimentos hasta ahora realizados no son precisamente alentadores.

Es, en efecto, una desgracia que un Gobierno formado por partidos democráticos y civilizados tenga que mantenerse vivo gracias al apoyo de un partido que se define fundamentalmente en contra de la inmigración y en contra de una religión, el islam, a la que considera peligrosa y destructiva. Pero también es otra desgracia que pueda ser castigado como un delito expresar puntos de vista contra el islam o considerarlo una religión peligrosa y destructiva, como muchos otros piensan de otras religiones o incluso de cualquier religión. La suma de ambas desgracias es lo más alarmante y lo que constituye la fortaleza de Wilders. Una sociedad que no tiene rebozo en admitir como gobernante a un racista o un xenófobo y a la vez rechaza el derecho a la blasfemia se dirige directamente hacia un conflicto incontrolable que no se resuelve a favor de ninguno de los dos términos contradictorios, sino en contra de todos ellos. La lógica conduciría a deducir que quien está en el parlamento y en la mayoría de Gobierno por sus opiniones no debería ser imputado por sostenerlas. Y a la inversa, quien es procesado por las opiniones que le han llevado al parlamento no debiera ni siquiera contar entre quienes forman mayorías. Pero la lógica democrática debería excluir una cosa y la otra: que el gobierno tuviera apoyos indeseables y que los tribunales procedan contra quien se ha limitado a expresar libremente sus puntos de vista en una sociedad libre.

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6 de octubre de 2010
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III. El encuentro con lo fortuito

En la conversación del día siguiente a la ceremonia del premio entre maestros de la Fundación y los ganadores de este año, alguno le preguntó si él mismo había acomodado de esta manera tan artística la cadena junto al arma. Cossío sonríe. Jamás haría eso. Su sentido de la fotografía proviene del encuentro con lo fortuito, congelar el instante en que lo casual determina la existencia de la imagen, como si se tratara de una epifanía; se acercó un día a la mesa donde la policía había colocado diferentes objetos incautados a una banda de narcos, para que fueran fotografiados, y la santa muerte estaba ya allí esperándolo para que sólo él la viera.

            Y al organizar la serie, ha querido darle un sentido religioso, nos dice. Una especie de vida, pasión y muerte que resalta en las imágenes, en sus temas y en sus contrastes. El cadáver colgado del puente urbano, a punto de ser descolgado por los bomberos, no deja de ser un descendimiento de la cruz. Hay otro cubierto de pies a cabezas por una sábana blanca, como un sudario; la multitud de cuerpos desparramados, con las manos atadas hacia atrás, han sido abandonados en un botadero, como en el monte de las calaveras los crucificados. Pero hay más. En la culata de una pistola de plata, también confiscada a un narco, dos escorpiones esculpidos se enfrentan a muerte. Un símbolo de los tiempos.

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6 de octubre de 2010
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Literatura, izquierda y cafe

 

 

Siempre me ha gustado leer, discutir, hablar, especular y perderme sobre que es literatura y quiénes son los que mantienen vivo ese enfermo tan indomesticable. También me gusta pensar, debatir y derrotarme sobre qué, cómo, dónde y qué es la izquierda. Y no puedo empezar el día sin tomar un café con leche.

De esos tres asuntos tan míos, tan de otros, tan de muchos que me gustan y de algunos que me disgustan, trata un inteligente, atrevido y lúcido ensayo del argentino Damián Tabarovsky, novelista argentino apenas descubierto entre nosotros, aunque esté publicado por el muy atento sello editorial "Caballo de Troya", cabalgado y dirigido por Constantino Bértolo.

Ahora nos llega por otro lado, por esa esquina central  que hace tiempo ocupa la editorial "Periférica", de reconocido olfato para éstos y aquellos  mundos literarios, este ensayo de reflexión sobre la literatura, la izquierda, lo mediático, lo integrista y la rebeldía fashion. También se recuerda aquello de Alejandra Pizarnik y no quererse meter en narrativas, no querer ser novelista porque en una novela siempre hay un diálogo como este: "Hola, cómo estás. Quieres un café con leche".

Un libro sobre la frivolidad, la ligereza, lo serio, aburrido, previsible falso y verdadero de la literatura. Y todo ello visto desde ese lado tan móvil, inmóvil e ilusorio como es el pensamiento de la izquierda. Un apellido que termina en "ovsky" ya nos indica que tienen mucho ganado en su afán agitador, en su capacidad para ser provocadores de ideas, discusiones y rebeliones. Gente que sabe que la literatura no ese encuentra cómoda entre el canon y el paradigma.

Nos pasamos la vida discutiendo sobre literatura, por más que sea asunto de difícil discusión. Dice Tabarovsky  que "la literatura se opone al consenso, al diálogo, a la argumentación". Que la literatura tiene que conseguir "transformar lo contingente en necesario"

Leeremos muchas cosas innecesarias, perderemos el tiempo con escrituras no literarias, estaremos demasiado ocupados por la presión del mercado, perderemos el tiempo con literatura de "izquierda" que marcha por el camino de lo conservador, reductor y simplista. Veremos como conservadores e izquierdistas se morrean con placer ante el celestinaje del mercado. Veremos, leeremos y escribiremos muchas páginas inútiles. Y sin embargo siempre nos quedarán los que se libraron de lo inútil de muchas escrituras.

"En secreto ocurre algo insólito: la literatura continúa. Es una tumba sin sosiego"

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5 de octubre de 2010
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El Boomeran(g)
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