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Reseña de "El sueño del Celta"

Mario Vargas Llosa y su nueva novela Voy superando la página 170 de la novela y confieso que me cuesta abrirme paso en la alambricada selva de datos de la nueva novela de Vargas Llosa. Mientras tanto, Ricardo Senabre hace una reseña de El sueño del celta para El Cultural de El Mundo. Dice que ?todo se aúna en estas páginas para producir el efecto de cualquier novela auténtica: sacar de sus casillas al lector, transportarlo a otro mundo y hacer que brote en su espíritu, además del sobresalto, la inquietud, el horror o la compasión que proporciona la historia, esa flor preciosa y escasísima que es el placer de la lectura.?  Así comenta la novela Senabre:

Si los episodios del Congo y de Perú (y, en parte, los antecedentes que se recuerdan de la anexión de Irlanda) prolongan y matizan uno de los motivos recurrentes de la obra del escritor -el abuso de poder, el aplastamiento de los humildes por la fuerza de una autoridad despótica y cruel-, la postrera aventura de Casement, con su adhesión a los rebeldes irlandeses, se sitúa, si bien con las características especiales que impone la historia real, en la misma línea temática, ya explorada por el autor, de los alzamientos contra el poder establecido que, por su erróneo planteamiento, se ven condenados al fracaso y echan por tierra los proyectos idealistas de algunos iluminados. Éste era el caso de La guerra del fin del mundo o de Historia de Mayta. El Antonio Conselheiro de aquella novela o el Alejandro Mayta de ésta se nos ofrecen, vistos desde aquí, como precedentes de este enfebrecido Roger Casement, que abraza con fe y entusiasmo de neófito la causa independentista. Conviene subrayar estas analogías para advertir que El sueño del celta es también una muestra de fidelidad artística, ya que no se separa un ápice de la literatura más valiosa y trascendente de Vargas Llosa, de su mundo peculiar y de sus ideas acerca de la función de la literatura en la sociedad. Y tampoco lo hace en el tratamiento literario de los hechos, que trasciende los aspectos documentales del texto y convierte a personas reales en personajes con vida, con el mismo estatuto que a los tipos de ficción. Para empezar, el mismo Casement, muchos de cuyos rasgos íntimos, además, pueden ser brumosos por la sospecha de que sus diarios fueron manipulados por el servicio secreto inglés, con lo cual la verdad profunda del personaje se mantiene insegura en algunos aspectos, como sucedía en el caso de Mayta. El enriquecimiento psicológico progresivo otorga una especial densidad a tipos como el sheriff de los calabozos donde Casement se halla recluido, que pasa de ser un altivo y duro carcelero a un individuo fragilísimo, encerrado en otra cárcel: la de su forzada soledad y su infelicidad sin remedio. Notas parecidas podrían señalarse en los retratos de muchos personajes que convierten la novela en una gran representación de la vida humana. Todo se aúna en estas páginas para producir el efecto de cualquier novela auténtica: sacar de sus casillas al lector, transportarlo a otro mundo y hacer que brote en su espíritu, además del sobresalto, la inquietud, el horror o la compasión que proporciona la historia, esa flor preciosa y escasísima que es el placer de la lectura. 

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5 de noviembre de 2010
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Yasmina Reza cineasta

Yasmina Reza La escritora francesa Yasmina Reza ya se ha probado, varias veces, como una gran escritora. Pero ahora ha decidido probarse como cineasta. Ha escrito y dirigido su primera película, Chicas, que presentará en el Festival de Cine Europeo en Sevilla. Dice una entrevista escueta (como lo es ella siempre) con Antonio Jiménez Barco en El País:

Pregunta. ¿Qué tal su experiencia como cineasta? Respuesta. Me ha encantado. Amo la música, la pintura, la literatura? Y el cine permite hacerlo todo: jugar con el sonido, con el movimiento, con la música? P. ¿Por qué España? R. Yo no soy de origen francés. Mi madre es húngara y mi padre, ruso. Crecí siendo un poco de ninguna parte. A cambio, había una mujer, Andrea Peralta, española, que cuidaba de nosotros, que nos llevó con ella a España, a un apartamento que tenía en Málaga. Así que España, para mí, es en cierta manera el lugar de las raíces de la infancia. Si tengo que evocar un país a la hora de explicar el desarraigo, ese es España. Aunque mis padres siempre quisieron que yo fuera solo francesa. P. ¿Nunca les preguntó por sus países de origen? R. Cuando era niña, no. P. ¿Y después? R. Sí, pero seguían sin querer responderme. P. Es extraño. R. No tanto. Mis padres, para empezar, no guardaron ningún lazo con su tierra de origen. Es el destino de muchos judíos en el siglo XX. Son gente con mucha capacidad para desarraigarse. P. ¿El desarraigo explica la soledad y la tristeza de esas tres hermanas? R. Bueno, ellas son completamente francesas, aunque su infancia es española. Pero sí, creo que la sensación de no ser de ninguna parte, que yo he padecido, es a la vez una suerte, porque no se arrastra un pasado, pero conduce a la soledad. P. ¿La padeció de niña? R. Cuando yo iba al colegio, en las vacaciones, los otros niños decían: ?Yo me voy a Normandía, a casa de mi tía?, ?Me voy a Bretaña, a casa de mi prima?. Y yo me quedaba en Saint Cloud, en la periferia de París, que era un lugar completamente nuevo, sin identidad clara, soportando la sensación de no ser de ninguna parte. P. Según la película, uno solo es feliz de niño. R. La película no es autobiográfica. En mi caso es todo lo contrario. Yo no fui muy feliz en la infancia. Comencé a vivir a la edad adulta. Y estoy convencida, tras examinar mi vida y la de mis amigos, que una infancia muy feliz no es un buen negocio para la vida. P. ¿Ah, no? R. No. La gente que no ha sido muy feliz en la infancia tiene más armas. Los que han vivido una infancia feliz arrastran para siempre una nostalgia del paraíso. (?) P. ¿Por qué no quiere que la entrevisten en televisión? R. Bueno, no me gustan las entrevistas en general. Me encantaría no tener que explicar mis obras, pero hoy por hoy eso es imposible. Dicho esto, creo que la televisión carece de misterio. No hay silencios, ni dudas? Prefiero la radio. P. Usted ha dicho que le gusta la frivolidad. R. Me encanta. P. Leyendo sus libros o viendo su película no lo parece. Son más bien tristes. O al menos muy serios. R. ¡Son serios en el fondo, pero también graciosos durante mucho tiempo! En fin, si el mundo fuera alegre, yo no escribiría. Y la palabra frivolidad es un poco peligrosa. No me gusta nada la futilidad, lo que no es profundo, lo que no mira al interior de las cosas. Pero la frivolidad es otra cosa: que a uno le guste ir bien vestido, reírse con tonterías? La frivolidad nos salva. Y por eso, muchas veces, las mujeres son menos aburridas que los hombres. Las mujeres pueden hablar de la muerte y dos segundos después del color de un vestido y las dos cosas forman parte de la vida. Eso es una forma de inteligencia.

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5 de noviembre de 2010
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Erostismo, amor y mariposas

 

El amor es una cosa rara. Casi siempre es literatura. Algunas veces es enfermedad. Y siempre es difícil de definir. He llegado a Tudela en tren, soy jurado del Festival de Cine "Opera prima", una feliz idea del imprescindible en nuestros cariños y nuestras cercanías aragonesas, Luis Alegre. Casi todas las películas hablan de amor y desamor. Hay una que me gusta mucho que cuenta una historia de amor que no se atreve a decir su nombre. Mañana veremos si he conseguido coincidir con el jurado y premiamos esa valentía de un amor heterodoxo en la pantalla. ¿Hay verdaderos amores que no sean heterodoxos, arrebatadores, cautivadores de nuestros sentidos? Creo que no, el que lo probó lo sabe.

De todo eso, del amor, las mariposas y el erotismo, se ha  llenado mi viaje en tren. Me molesta que hablen en el móvil, me molesta escuchar sin querer conversaciones ajenas, pero no he podido evitar quedarme ensoñando con un hermoso lugar común que por teléfono contaba mi accidental compañera de asiento. Hablaba de su amor con una amiga. Se apasionaba contando su deseo de estar todo el rato con el amado. Sus nervios, sus deseos, su felicidad y su estar ajena a todo lo que no fuera su deseo de amor. Y se explicó con una frase que me hizo detener mi lectura: "Es que tengo todo el rato mariposas en el estómago". Me encantó. Recordé lo que eso quería decir. Me hizo caer en la nostalgia: esa puta burladora de nuestros sentimientos.

Volvía a la lectura. A uno de los libros más cargados de erotismo de la literatura oriental. Una rara joya que han rescatado los queridos editores de Atalanta. Se llama "El erudito de las carcajadas", de Jin Ping Mei, un libro casi secreto, maldito, de los siglos XVI y XVII. Una rareza en su forma, en su contenido y en sus maneras de acercarse al amor por el sexo y la sátira. Un vuelo que nos hace olvidarnos un poco de la envidia de esos/esas que tienen mariposas en el estómago.

Un libro que también tiene mariposas:

"....Atractiva alborota las abejas, abre la corola del durazno;

 seductora aturde a las mariposas, con su fresco talle de sauce.

Consigue que los corazones sean presa de su encanto;

nunca aprendió del burdel a ofrecer sentimientos fugaces"

 

Ay!, no sé... no será fácil ahora salir por las calles de Tudela, cantar el "Vino que tiene Asunción", o algo así. Y terminar en un burdel buscando mariposas. Mejor seguiré con la lectura. Los sueños son muy libres.

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5 de noviembre de 2010
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Lobo Antunes y el premio Nobel

Lobo Antunes recibiendo el premio FIL Antonio Lobo Antunes es un eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, aunque estando tan reciente el premio a José Saramago es difícil que se le otorgue alguna vez. En la entrevista en El Cultural, Ojeda le pregunta qué opina del Nobel a Vargas Llosa. La respuesta de Lobo Antunes es:

P.- ¿Y qué le ha parecido la concesión del Nobel a Vargas Llosa? R.- Hay que relativizar la importancia de los premios. Tienen poco que ver con la literatura. Lo que pasa con el Nobel es que es muy mediático, pero yo ya no me acuerdo de quién lo ganó hace tres años, o hace cinco. Yo siento una gran admiración por Vargas Llosa. Conversación en la catedral y La ciudad y los perros son libros muy, muy, muy buenos. Cualquier premio que le den es muy merecido. El problema es que es que estamos muy lejos del siglo XIX, cuando había más de 30 genios escribiendo a la vez: Dickens, Gogol, las hermans Brönte, Whitman, Balzac, Flaubert? Vivimos un declive muy grave. Ahora sólo hay cuatro o cinco en este nivel. A mí me han dado muchos premios, y siempre es grato, pero de lo que más orgulloso me siento es del cariño que todavía me guardan mis soldados. 

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5 de noviembre de 2010
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Catástrofes personales

Avión ATR 72 (CU-T1545) de Aerocaribbean en el aeropuerto de Holguin, Cuba, similar al avión accidentado hoy. ¡Cuántos dramas humanos alrededor de cada fallecido en el accidente del vuelo 883 de AeroCaribbean! En el listado de pasajeros la coincidencia entre algunos apellidos sugiere que se han perdido padres e hijos, hermanos y hermanas, parejas con sus retoños. Recuerdo que entre los nombres referidos en el noticiario de la mañana estaba el de un turista japonés, que también perdió la vida a miles de kilómetros de esa otra Isla tan diferente a la nuestra. No puedo dejar de pensar en él ni en el resto de los muertos de un avión que sólo debió ser la vía, el puente, el camino, pero nunca el final. Detrás de cada uno de los 40 pasajeros cubanos la tragedia también es enorme. Ellos compraron aquel fatídico boleto tres meses antes de la fecha de partida e hicieron una larga cola para acceder a un medio de transporte que en este país es exiguo y sumamente caro. Probablemente se sintieron aliviados al saber que podrían hacer el recorrido desde Santiago de Cuba a la Habana en algo menos caótico que un tren nacional. Su presencia en aquel ATR 72/212 fue la conclusión de una secuencia de sacrificios que comenzó justo cuando tuvieron la necesidad ?o el deseo? de viajar dentro de Cuba y que sólo terminaría al llegar a su destino. La desventura se esconde en cualquier lado, eso es sabido, pero es difícil procesar la idea de gente subiendo la escalerilla de un avión y poco tiempo después sus nombres leídos ?con voz fúnebre? en la televisión nacional. Repaso una y otra vez las imágenes del posible abrazo familiar que se quedó esperando en el aeropuerto de arribo, de la madre que se enteró en Buenos Aires o Ámsterdam que su hijo ya no volverá o de la esposa despidiendo al piloto mientras pensaba que ?como todas las veces anteriores? pronto estaría de regreso a casa. Son las catástrofes personales, los dramas humanos, que comienzan a desencadenarse en el mismo minuto en que un avión se precipita a tierra.

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5 de noviembre de 2010
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Inauguración y exposición

Hoy se inaugura mi primera exposición de pintura y un amigo pintor, muy veterano, me pregunta qué se experimenta en este trance porque él, a fuerza de exponer, ya no se siente expuesto.

Podría ocurrir como con la escritura, que si el primer libro o el primer artículo nos excitan, más tarde dejan de hacerlo o sólo conceden una emoción sobresaliente en casos excepcionales.

Pero hay una importante diferencia, una diferencia radical, entre exponer el cuadro y mostrar el libro o el artículo. La escritura posee el defecto y la virtud, a la vez, de que no dice nada, no significa nada si no se extrae su significado emocional y racional de descodificar su garabato.

Con el cuadro, sin embargo, la dicción es directa y, de hecho,  cuando una colección de ellos queda a disposición del público se la llama "exposición". En la "exposición", en esta exposición total, no hay muchos  modos de esconderse. Todo escrito es un "reflejo" del autor pero el cuadro se acerca más al "retrato". Basta pensar que con la escritura nos sometemos a un sistema común de signos mientras el cuadro pinta más singularmente y mejor.

Se  requiere mucho narcisismo para exponerse, tanto escribiendo como pintando, pero también valor. La diferencia entre colgar la pintura o dejar el libro en las librerías es precisamente que en el primer caso los detractores nos cuelgan más deprisa y, además, más cargados de sinrazón. No será la mente tanto como en el libro la que oriente su dictamen sino notablemente los sentidos que sentencian sin mediar la razón. ¿A qué recurrir pues? Exponer cuadros comporta  una arrogancia o una impertinencia suficiente como para ocultarse en la inauguración pero, encima, el criterio que uno u otro de los visitantes conciba vendrá a ser irrebatible. O, lo que es lo mismo, su sentencia definitiva, sin recurso. Vencido y desarmado se va al desafío que  ni en el mejor o más positivo de los casos, se puede ganar. Porque ¿cómo celebrar con todo fundamento las emociones del público que sabe Dios con qué humor asisten, con qué talante ponderan,  con qué frase (o sentencia gramatical) podría el autor corregir sus sentencias del corazón?

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5 de noviembre de 2010
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Con Mario

Tres semanas antes de que lo ganase, pasé cuatro horas con Mario Vargas Llosa en Madrid sin hablar en ningún momento del Nobel. Conozco al escritor peruano y a su mujer Patricia Llosa desde hace quizá treinta años, sin poder jactarme de ser un amigo íntimo de la pareja. Hemos coincidido a lo largo del tiempo en numerosos actos literarios y cinematográficos, recordando yo en particular unas jornadas sobre Cine y Literatura organizadas por Ricardo Muñoz Suay en el marco del festival de cine de San Sebastián, cuando era su director Luis Gasca; qué diferencia, por cierto, y qué decadencia entre aquellos festivales donostiarras y los últimos. A Mario, fiel cinéfilo y aventurero también en la realización cinematográfica, le había gustado menos que a mí la película ‘Querelle', proyectada fuera de concurso, pero estuvimos de acuerdo en la impronta de Jean Cocteau que esa película y otras de Fassbinder revelan.

     También las amistades comunes nos han mantenido en sintonía, a veces agitada por las polémicas; una a causa de mi querido Azorín, al que el autor de ‘La casa verde' le negaba en su discurso de entrada en la Academia valores de novelista que yo sí le veo, y la otra, cruzada públicamente en cuatro artículos en las páginas de opinión de El País, sobre el siempre vidrioso asunto de las ayudas al cine y la necesidad o no de una cultura sufragada en parte por el estado. En este caso, la discrepancia era, me parece, más política que estética, y los belicosos argumentos por ambas partes no impidieron que, al siguiente encuentro fortuito, la cordialidad y generosa disposición de Vargas Llosa siguiera intacta.

    De esas horas que pasé con el matrimonio en su casa de Madrid, continuadas después en un ‘tête-à-tête' con Mario en un cercano restaurante, resalto una anécdota. La conversación, distendida, extensa y en privado -con las libertades de opinión que eso permite y las cláusulas que eso impone-, fue para mí muy grata y enriquecedora, destacando en sus palabras su seria curiosidad sobre tantas y tan diversas cosas, su prodigiosa memoria de libros y personas y situaciones, su interés por mantener diálogos y no largar monólogos (que uno escucharía gustoso sin embargo). Hablamos de Roger Casement, ese personaje real que el escritor ha tomado como protagonista de su nueva novela ‘El sueño del celta', y que me ha fascinado desde que, viviendo yo en Inglaterra en los años 1970, su figura controvertida en lo político, lo heroico y lo sexual empezó a ser revelada. Hace dos años, cuando ‘El sueño de celta' estaba en su primera fase de escritura, le mandé desde el cementerio de Glasnevin, en Dublín, una foto tomada allí mismo de la gran lápida inscrita que cubre la tumba de Casement. Por la noche, cenando con otros escritores, el novelista irlandés Colm Tóibín oyó con interés no exento de envidia la noticia de esa ‘work-in-progress' de Vargas Llosa. "Qué buen tema, y qué lástima que a ninguno de nosotros se nos haya ocurrido", dijo Tóibín.

    La ocurrencia, la inteligencia y la resistencia de Mario. Estábamos en la puerta de su casa madrileña y teníamos que despedirnos; salían al día siguiente temprano con destino a Nueva York, donde le llegaría, exactamente tres jueves después, la llamada sueca. Aún tenía que meter en la maleta libros y papeles necesarios para sus cursos de Princetown. "No vas a dormir apenas", le dije inquieto, con la dependencia que tengo respecto al sueño. "Estoy acostumbrado. Desde niño duermo sólo cuatro horas; no necesito más". Otra formidable forma de resistencia de Vargas Llosa.

    Después de oírle hablar ayer en la presentación madrileña de ‘El sueño del celta', a la resistencia de Mario hay que añadir su ‘resiliencia', si se me permite el brutal anglicismo a partir de la palabra ‘resilience', que denota la fortaleza moral. El flamante y merecido premio Nobel dijo en su diálogo público con Iñaki Gabilondo que todos los laureles y las obligaciones y las alegrías del premio los dejará de lado cuando vuelva a enfrentarse -y está deseando hacerlo cuanto antes- a las incertidumbres gozosas que a cualquier escritor, por grande que sea, le produce siempre la página en blanco de un nuevo libro.

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5 de noviembre de 2010
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IV. “Miedo sí hay, miedo siempre habrá”

En el estado de Chihuahua los altares de muertos van a multiplicarse este noviembre, porque el pueblo, de tan solo diez mil habitantes, tendrá muchos difuntos que celebrar, entre los últimos el alcalde Jesús Manuel Lara Rodríguez, abatido a tiros por una partida de sicarios. Un pueblo pequeño, pero dominado como pocos por el terror de los narcotraficantes que han impuesto su dominio en Chihuahua, donde los muertos víctimas de la violencia suman ya más de dos mil quinientos en lo que va del año.

Marisol, que estudia criminología y es madre de un niño, ha aceptado ponerse al mando del pequeño destacamento de policías, la mayor parte de ellos sin armas. Y cuando los periodistas, asombrados de su osadía, le preguntan si siente miedo, ella responde con toda sinceridad que "miedo sí hay, miedo siempre habrá", y ha rechazado que le pongan escoltas.

Esta muchacha sencilla se enfrenta a la muerte que con su guadaña afilada vuela cabezas y las expone como trofeos de guerra, y confiesa que tiene miedo, pero sigue adelante porque cree en la vida, y cree que vale la pena quedarse de este lado, en busca de paz y de seguridad, aunque su acto insólito de valor con miedo, o de valor que vuela por encima del miedo, la acerque al altar de las ofrendas de la muerte y al olor de las flores de cempasúchil. La muerte de verdad, no la que calza zapatos deportivos colgada de los techos de los centros comerciales.

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5 de noviembre de 2010
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Memorias de Barcelona

 

Los seis personajes elegidos por Josep María Castellet para restaurar la memoria del tiempo desaparecido -como comprobará el lector de Seductores, ilustrados y visionarios- protagonizan un período de la historia de España sometido a una torturada revisión sentimental por parte de una generación a la que cabe considerar víctima de un desafortunado azar. Al fin y al cabo los que crecieron en aquella posguerra mendicante (pues no sólo pan pide el hombre) bien podrían haber nacido en el París de la Belle Époque o en cualquiera de las metrópolis cuyo esplendor intelectual tanto anhelaron durante su duro, solitario y fructífero período de auto aprendizaje.

El nuevo ejercicio autobiográfico de Castellet (después de Escenarios de la memoria, 1988) nos permite familiarizarnos de nuevo con su entorno y entrometernos en la amistad del autor con unos hombres de letras que fueron decisivos en la historia cultural de una disidencia forjada en los límites de lo vitalmente soportable.

Pues los seis elegidos por Castellet (Manuel Sacristán, Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Joan Fuster, Alfonso Carlos Comín y Terenci Moix, una generación bisagra entre aquello y esto), comparten en diferentes grados de intensidad y pasión el síndrome que los identifica: la oculta, inquieta y a veces espeluznante pulsión autocrítica que conmovió sus mejores años de juventud y creación, la insatisfacción mordaz que agitó su talento, su espléndida y luminosa vocación de ser.

La crónica del momento que germina en la ciudad de Barcelona, en la culta, elegante y sofisticada ciudad de los modos florentinos, habitada por tantos personajes imprescindibles, revela en este recomendable relato memorialístico la singular y quizá irrepetible oportunidad que tuvo entonces nuestro país por rescatarse a sí mismo de las dolidas penumbras del pasado.

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4 de noviembre de 2010
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Una canción para el Nobel

Vargas Llosa homenajeada por grupo de rock EP´s Trailer Park Lo que faltaba: un grupo sueco de rock compuso una canción dedicada a Mario Vargas Llosa. ¿Empezará a sonar en las radios de Lima? Dice El Comercio:

La admiración por el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, y sus obras se ha manifestado de diversas maneras y en distintas partes del mundo. Pero una particular es la canción compuesta por el músico sueco Martin Luuk e interpretada por la banda de Indie Rock, EP?s Trailer Park, la cual se titula ?Did You Know That The Name of My True Love Was Vargas Llosa??. El tema fue lanzado el pasado 29 de octubre en la página web del grupo sueco y según Luuk no es solo un homenaje al escritor peruano, sino también ?una respuesta a todas las personas que mientras yo crecía dijeron que era tan bueno leer libros que estos te podían convertir en una mejor persona?. El tema puede descargarse desde el portal de EP?s Trailer Park y también se puede escuchar en línea.

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4 de noviembre de 2010
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