Iván Thays
Yasmina Reza
La escritora francesa Yasmina Reza ya se ha probado, varias veces, como una gran escritora. Pero ahora ha decidido probarse como cineasta. Ha escrito y dirigido su primera película, Chicas, que presentará en el Festival de Cine Europeo en Sevilla.
Dice una entrevista escueta (como lo es ella siempre) con Antonio Jiménez Barco en El País:
Pregunta. ¿Qué tal su experiencia como cineasta?
Respuesta. Me ha encantado. Amo la música, la pintura, la literatura? Y el cine permite hacerlo todo: jugar con el sonido, con el movimiento, con la música?
P. ¿Por qué España?
R. Yo no soy de origen francés. Mi madre es húngara y mi padre, ruso. Crecí siendo un poco de ninguna parte. A cambio, había una mujer, Andrea Peralta, española, que cuidaba de nosotros, que nos llevó con ella a España, a un apartamento que tenía en Málaga. Así que España, para mí, es en cierta manera el lugar de las raíces de la infancia. Si tengo que evocar un país a la hora de explicar el desarraigo, ese es España. Aunque mis padres siempre quisieron que yo fuera solo francesa.
P. ¿Nunca les preguntó por sus países de origen?
R. Cuando era niña, no.
P. ¿Y después?
R. Sí, pero seguían sin querer responderme.
P. Es extraño.
R. No tanto. Mis padres, para empezar, no guardaron ningún lazo con su tierra de origen. Es el destino de muchos judíos en el siglo XX. Son gente con mucha capacidad para desarraigarse.
P. ¿El desarraigo explica la soledad y la tristeza de esas tres hermanas?
R. Bueno, ellas son completamente francesas, aunque su infancia es española. Pero sí, creo que la sensación de no ser de ninguna parte, que yo he padecido, es a la vez una suerte, porque no se arrastra un pasado, pero conduce a la soledad.
P. ¿La padeció de niña?
R. Cuando yo iba al colegio, en las vacaciones, los otros niños decían: ?Yo me voy a Normandía, a casa de mi tía?, ?Me voy a Bretaña, a casa de mi prima?. Y yo me quedaba en Saint Cloud, en la periferia de París, que era un lugar completamente nuevo, sin identidad clara, soportando la sensación de no ser de ninguna parte.
P. Según la película, uno solo es feliz de niño.
R. La película no es autobiográfica. En mi caso es todo lo contrario. Yo no fui muy feliz en la infancia. Comencé a vivir a la edad adulta. Y estoy convencida, tras examinar mi vida y la de mis amigos, que una infancia muy feliz no es un buen negocio para la vida.
P. ¿Ah, no?
R. No. La gente que no ha sido muy feliz en la infancia tiene más armas. Los que han vivido una infancia feliz arrastran para siempre una nostalgia del paraíso.
(?)
P. ¿Por qué no quiere que la entrevisten en televisión?
R. Bueno, no me gustan las entrevistas en general. Me encantaría no tener que explicar mis obras, pero hoy por hoy eso es imposible. Dicho esto, creo que la televisión carece de misterio. No hay silencios, ni dudas? Prefiero la radio.
P. Usted ha dicho que le gusta la frivolidad.
R. Me encanta.
P. Leyendo sus libros o viendo su película no lo parece. Son más bien tristes. O al menos muy serios.
R. ¡Son serios en el fondo, pero también graciosos durante mucho tiempo! En fin, si el mundo fuera alegre, yo no escribiría. Y la palabra frivolidad es un poco peligrosa. No me gusta nada la futilidad, lo que no es profundo, lo que no mira al interior de las cosas. Pero la frivolidad es otra cosa: que a uno le guste ir bien vestido, reírse con tonterías? La frivolidad nos salva. Y por eso, muchas veces, las mujeres son menos aburridas que los hombres. Las mujeres pueden hablar de la muerte y dos segundos después del color de un vestido y las dos cosas forman parte de la vida. Eso es una forma de inteligencia.