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Un comisario de policía

 

Me gustan los diarios y memorias de la gente sin pretensiones literarias. Los que manufacturan los del oficio suelen estar casi siempre limpios de interés y chispa; porque con una rutina lamentablemente profesional, no pasan por alto ninguna ocasión de falsear lo humano y devaluar lo literario. Cualquiera que escribe ya nos cuenta su vida, y es mejor que no insista en hacerlo “de verdad”. Ahora mismo, sólo se me ocurren dos autores que salgan con gracia del barro autobiográfico, De Quincey y Hume. 

Se ve que hace tiempo me debí dedicar a comprar diarios y memorias de gente sin relevancia, porque veo en la zona de deslomados y levemente desguazados, unos cuantos volúmenes del género. El material da para comparar el engrudo de las memorias de un personaje significado, como el cardenal de Retz, con la gracia impremeditada y el valor humano que surge a veces en el diario de una criada.

Madame du Hausset, por ejemplo, que era “femme de chambre” de la Pompadour, dejó un diario que rodó de mano en mano hasta su publicación en el típico surtido decimonónico de “Mélanges”. Con una fidelidad de tono mate, y un desconocimiento incontestable del arte literario, los apuntes muestran a ratos la sencillez y la emoción que falta con rara unanimidad en los “chroniqueurs” de su tiempo. Está redactado en 1770-80, quizá por emulación de Madame de Caylus, que publicó entonces sus memorias exitosas. Otra obra del mismo género es el diario del comisario Narbonne, recopilado y editado en 1866, sus entradas van de 1701 a 1746 y trazan una visión curiosa de la peculiar población que se creó en torno al castillo que Luis XIV hizo edificar en Versailles. La ciudad quedó abandonada cuando el Regente se llevó a Luis XV a Vincennes, y los apartamentos vacíos atrajeron a una tropa de malhechores y mendigos. Entonces fue cuando el gobernador nombró comisario de policía a Narbonne, hasta ese momento ujier y escribiente anodino que llevaba un diario personal desde 1701. El texto contiene toda suerte de notas, cabos de conversación, biografías, rumores y reflexiones propias y ajenas. 

Narbonne no tiene a los jueces en gran consideración: “En otro tiempo eran espadas desnudas que se hacían temer por los malvados; ahora se han convertido en vainas vacías que no buscan más que llenarse con el dinero de las partes. Los gastos de justicia son enormes y además no se puede hacer terminar un proceso sino a fuerza de dinero.” Tampoco le gustan los grandes señores, ni los cortesanos que habitan el castillo versallesco. Tiene un pique personal con la nobleza y se venga burlándose de su conducta. Ni siquiera el rey Luis XIV está a salvo de sus críticas: “Ese mismo día [de su muerte] se anunció una disminución del valor del luis de oro que se vio reducido a catorce libras (en vez de veinte). Él quiso que se dijera que con su muerte se perdía. Pero muchas personas se alegraron de la muerte de ese príncipe y por todos lados se oía música de violines.”

Después de los grandes señores, son los médicos y curas quienes atraen los sarcasmos de Narbonne. Su descripción de la muerte del emperador  Carlos IV de Alemania documenta uno de tantos casos en que una indigestión fue tratada con el sistema terapéutico Diafoirus, consistente en sangrar y purgar, y luego purgar y sangrar, hasta la extinción total del paciente. 

El médico de los hijos del rey, un gascón llamado Bouilhac, obtuvo su puesto gracias a un poderoso de quien “visitaba el orinal todas las mañanas”. Según Narbonne, era un aventurero ignorante que, cuando la tercera hija de Luis XV enfermó, la trató a base de sangrías, heméticos y cochinillas rojas (que se administraban como astringente), para rematarla con ventosas. La niña tenía cinco años.

Su idea de los curas y derivados queda ilustrada en esta frase: “Llamaban a su padre el evangelista, porque jamás decía la verdad.”

A Narbonne se deben los primeros censos fiables de la población versallesca. Cuando Luis XV volvió en 1722, el comisarió calculó que había cuatro mil príncipes, señores y privilegiados, que vivían en el recinto del castillo. Parece increíble que semejante turbamulta pudiera alojarse allá, pero las cifras estadísticas de población por barrios que ofrece Narbonne se han contrastado como exactas, de modo que también las relativas a la zona noble debían serlo con toda probabilidad. También sabemos por su diario que Luis XV pasaba más de la mitad de sus noches fuera de Versailles.

Cuando nacía un vástago regio, Narbonne estaba encargado de advertir a los buenos burgueses de la ciudad y de invitarlos a celebrar el evento y empavesar sus mansiones. El día que nació el primer varón, 4 de septiembre de 1729 a las tres horas y cuarenta minutos de la noche, la alegría fue inmensa: “una vez que la reina fue refajada y repuesta en su cama, se le anunció el sexo del niño. El rey la besó, le dio las gracias por el precioso regalo que acababa de hacerle, y se fue a dormir.” Narbonne, por su parte firmó una orden que se proclamó y tamborreó por toda la ciudad. Todas las personas de cualquier calidad y condición debían hacer fuego ante las puertas de sus casas e iluminar sus ventanas a la ocho de la noche. Tales fiestas y luminarias debían continuar durante tres días. Los obreros le cogieron gusto al jolgorio y se tomaron una semana, y luego otra. Llegaban en bandadas a las ventanas del rey y berreaban ¡Viva el rey y el señor Delfín! Luis XV se dejaba ver y hacía repartir algunos luises y ducados. Por fin, el primer ministro se cansó y alarmó, de modo que Narbonne tuvo que dar otro bando ordenando el fin de los festejos y el reinicio del trabajo, y el que más trabajó fue el señor comisario haciendo cumplir el nuevo bando.

También se encargó del misterioso caso de los desagües que los astutos burgueses hacían comunicar clandestinamente con los de palacio, de modo que pronto hubo un atasco general y la creación espontánea del estanque de Clagny que exhalaba un pestazo insoportable para la propia población que lo sustentaba con lo más escogido de sus detritus.

El invierno de 1739 fue muy duro. Heló durante 62 días y las calles estaban intransitables por el hielo. Como los pobres se morían a montones, el rey y el primer ministro Fleury decidieron emplearlos como rompehielos urbanos para que tuvieran algún recurso. Narbonne estaba encargado de dirigir la operación y compró el utillaje necesario. Así trabajaron más de quinientos pobres a 0,75 francos al día. Pero ocurrió que el ministro olvidó financiar el gasto. Con una imprudencia que le honra, Narbonne adelantó los primeros fondos. Al quinto día, el ministro de Finanzas rechazó los pagos porque no estaban en el presupuesto. Narbonne tuvo luego todas las dificultades del mundo para recuperar su anticipo. Siempre ha habido buenos funcionarios.


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6 de diciembre de 2010
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Aprovechando el caos

Muchos ciudadanos nos preguntamos que si las máximas autoridades económicas atribuyen los descalabros de países enteros a la "avaricia" y a la "especulación" de unos pocos cómo no se hace nada contra esa banda de malditos. Si no fuera así, si se tratara de algo más abstracto como que el sistema es el sistema y provoca estos malvados resultados, la pregunta  vuelve al principio: ¿Por qué no se hace nada contra un sistema que arruina y aplasta a millones de familias? ¿No saben hacerlo? ¿No quieren actuar? ¿Desconocen adónde vamos a parar si cambian algo?

Todo junto, a través de indicios disgregados, conduce a pensar que efectivamente la autoridad se muestra tan confusa y débil como auto-des-auto-rizada. Y siendo así ¿cuánto falta para proclamar la anarquía? O la anarquía ha llegado ya y son los más poderosos, la autoridad económica entre ellos, quienes están saqueando los hogares, las tiendas, las empresas, aprovechándose del caos.

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5 de diciembre de 2010
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Cumbres desastrosas

Hugo Chávez no merece pasar a la historia por sus gestas, pero sí por una frase: ?Andamos saltando de cumbre en cumbre, pero tristemente la gran mayoría de nuestros pueblos andan gimiendo de abismo en abismo?. La pronunció hace diez años en Nueva York, en Naciones Unidas, uno de sus escenarios favoritos, donde ha tenido actuaciones tan sonadas como la de 2006, cuando habló después de Bush y soltó su célebre ?aquí huele a azufre?.

El presidente bolivariano descalificó las cumbres durante una cumbre, la del Milenio, que reunió en septiembre de 2000 a jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo para hacer lo que todo el mundo sabe: fijar unos objetivos que jamás se cumplen. Los del Milenio eran ocho a quince años vista y no es ahora el momento de evaluar hasta dónde hemos llegado en cada uno de ellos para no desviar el hilo orográfico de esta columna; pero basta con recordar el estado de ruina en que se encuentran las negociaciones sobre reducción de emisiones a la atmósfera, que afectan directamente al séptimo de los objetivos, el que pretendía contar con un medio ambiente sostenible para 2015. Lo que sucede con las cumbres de Naciones Unidas sucede con casi todas las cumbres. Si alguien quiere obtener buenas fotos de grupo y a la vez garantizar un fracaso sonoro, no tiene más que convocar una de esas reuniones multitudinarias en las que los mandatarios se dan abrazos, pronuncian frases incomprensibles en inglés de Assimil y no paran de enseñarnos la enorme cantidad de dientes que acumulan entre todos. Al ritmo de éxitos que lleva la gobernanza mundial, pronto los ciudadanos buscaremos refugios antiaéreos como los que tuvieron que utilizar nuestros padres o abuelos cada vez que nos anuncien la próxima celebración de una cumbre. La casuística de las cumbres desastrosas es infinita, pero cabe clasificarlas en tres apartados para ordenar un poco la cabeza del estudioso. En primer lugar, las más desastrosas, que son las europeas, pioneras en el negocio porque son las únicas obligadas sin remisión a obtener conclusiones, sean buenas o malas: si no lo hacen, al lunes siguiente se caen las Bolsas, las deudas y el euro. En segundo lugar, el grueso de las cumbres, inanes en su mayoría, sobre todo las latinoamericanas, que solo ocupan las primeras páginas cuando alguien tropieza o pronuncia una frase afortunada: ?¿Por qué no te callas??, por ejemplo, dirigida precisamente a Chávez. En tercer y último lugar, pero no el menos importante, las mejores de todas las cumbres: las que se suspenden, como ha ocurrido con la cumbre euromediterránea de Barcelona, que debió reunirse primero el 7 de junio y luego el 21 de noviembre. Se aplazó en ambas ocasiones para evitar un fracaso, y esto ya ha sido todo un éxito a la vista de cómo va el mundo.

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5 de diciembre de 2010
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MARIO VARGAS LLOSA MERENGUE.- A pocos días de recibir el Premio…

MARIO VARGAS LLOSA MERENGUE.- A pocos días de recibir el Premio Nobel en Suecia, Mario Vargas Llosa fue a apoyar a su equipo, tan alicaído luego del 5-0, en el Santiago Bernabeu y dio el play de honor en su partido contra Valencia. Les trajo suerte, sin duda, en especial a Cristiano Ronaldo (que metió los dos goles del 2-0) ¿Entonces Mario Vargas Llosa es del Real Madrid? Bueno, nadie es perfecto. 

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5 de diciembre de 2010
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Borbones en pelotas

 

 

Nunca hemos cortado las cabezas de los reyes. Ni de las reinas. No hemos sido un país equiparable a los más avanzados países de Europa. Así nos fue. Así nos va. Aquí a los reyes les reíamos las gracias, les hacíamos coplas, les permitíamos enriquecerse, jugar, torear, putear, someter y burlarse del pueblo. De vez en cuando un motín, una asonada, alguna protesta callejera y vuelta al redil. A veces tuvieron que ir al exilio, pero volvieron por dónde solían. En fin que somos un país monárquico a pesar de la razón, la racionalidad y el deseo de progreso. Monárquicos a nuestro pesar o monárquicos por interés, deformación o falta de decisión.

No hablo de la monarquía actual, muy alejada de esos antepasados, de aquellos Borbones de los siglos pasados. Ahora son otra cosa. Hay techo de cristal, no hay Corte, no pueden hacer de su capa un sayo y no hay cortesanos, por más que algunos sigan arrimando el ascua a esa sardina. Son más prudentes y se casan por amor. ¡Qué tiempos!

Nada que ver con sus antepasados, sobre todo con una antepasada de las que acaba de publicarse un libro definitivo. La historiadora Isabel Buriel publica en Taurus la biografía: "Isabel II". Mucho más que la historia de aquella reina "señora y esclava de la Corte". Mal casada con un caradura carca y homosexual, rodeada de amantes oportunistas, beata con furor uterino, temerosa amiga de monjas fanáticas como Sor Patrocinio, con una madre dominadora que la despreciaba- la muy negociante, mala madre, infiel, lista y perversa María Cristina- sin estudios, sin cultura, no tonta pero sí una estúpida emocional.

Isabel II, que vivió la mitad de su vida en el exilio del champán parisino, tan castiza y garbancera como un personaje de Galdós, no fue capaz de entender que éste país necesitaba liberarse de cortes y desgobiernos como los suyos. Fabuloso retrato de esta Borbón "en pelota", riguroso, documentado, incontestable y necesario para entender ese siglo y lo que vino después. Nada que ver con la muy irónica y crítica parodia que en clave de porno humorístico hicieron los hermanos Bécquer: "Los Borbones en pelota", aunque el rigor histórico no esté, finalmente, muy lejos de aquél mordaz libelo. Una joya reciente de nuestra bibliografía que alguien debería atreverse a publicar. Un libro maldito que debería ser rescatado.

Y un libro valiente, riguroso, esencial y que pone una nueva e inédita documentación sobre una época tan apasionante como catastrófica. Una radiografía del poder, de los secretos de Estado y de alcoba de nuestro siglo XIX. Mucho más entretenido que la seria por capítulos de Wikileaks. Un libro sobre esa corte de los milagros que sólo admite comparación con la recreación literaria de Valle Inclán. Un libro para saber más de nuestra triste historia. De nuestros disparates de cuando quisimos ser liberales.

 

 

 

 

 

 

 

 

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4 de diciembre de 2010
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El carnaval de los muertos

La rumba va de un lado a otro y el jolgorio surca el malecón habanero, en un verano que obliga a secarse el sudor con las mangas de la camisa. Desde el octavo piso de un edificio cercano, un hombre ya no puede escuchar las tumbadoras y los gritos de los borrachos. Sus pensamientos van acompañados de ráfagas de ametralladoras, del olor de un África lejana donde perdió a un amigo, la cordura y el sueño. Ariel es el personaje protagónico de El carnaval y los muertos, última novela de Ernesto Santana, un auténtico escritor sombra, en una ciudad también apagada. Para quienes ya conocemos su escritura, cruda, certera y cargada de cuestionamientos, este nuevo texto nos hace reencontrarnos con una sordidez cotidiana que de tan común ya casi ni vemos. Nos arrastra hacia el trauma de quienes fueron llevados a tierras distantes e involucrados en una guerra que no entendían, que todavía hoy muchos no comprendemos. La historia de amor, los fantasmas, el VIH, componentes también de este drama de apenas 175 páginas. Una ficción de muertos que van y vienen, de espectros con charretera y medallas, llenos de alcohol, necesitados de olvidar, urgidos de lanzarse al vacío. En fin, un libro al estilo más íntimo y descarnado de Ernesto Santana, ganador este año del concurso literario “Novelas de Gaveta Frank Kafka”. Muy pronto estaremos presentando en nuestra casa -piso catorce de un edificio modelo yugoslavo que bien podría estar en cualquier parte de Cuba- esta obra estremecedora e indispensable. No son bienvenidos ni el triunfalismo ni la desesperanza

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3 de diciembre de 2010
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III. Los malos de la película

Ambos fueron por mucho tiempo los villanos de la historia de la revolución mexicana, sin monumentos ni pedestales, sin calles que llevaran su nombre, sin museos donde se recordaran sus hazañas. Fueron los bandoleros execrables, responsables de asesinatos, arbitrariedades y abusos, enemigos del nuevo orden que era necesario crear. Los malos de la película. La memoria popular lavó sus nombres de culpas sangrientas, y convirtió, si acaso, sus pecados capitales en pecados veniales.

La historia oficial no los toleraba, y los héroes públicos eran los que se habían quedado en el poder, los que representaban al nuevo estado revolucionario en vías de su institucionalización. Carranza, Obregón, Calles, los generales victoriosos, los que se habían sentado en la silla del águila. El brazo que Obregón perdió tras la batalla de Celaya, donde derrotó a las tropas de Pancho Villa fue preservado por años en formalina, hasta no ser piadosamente incinerado. Igual, el general Santana, en el siglo anterior, había ordenado un funeral de estado para su pierna, perdida también en otra batalla. Para quedar en la leyenda, sin embargo, no basta ser asesinado, como fue asesinado Madero, como lo fue Carranza, y como lo fue Obregón, todos ellos, además, a traición.

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3 de diciembre de 2010
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Rafael Reig, premio Tusquets de Novela

Rafael Reig El Premio Tusquets de Novela 2010, que siempre se dicta en FIL Guadalajara, no quedó desierto esta vez. El ganador fue el narrador español Rafael Reig con su novela Todo está perdonado. Dice la nota:

Un relato realista e irónico de la posguerra y los primeros años de la dictadura española?, describió Almudena Grandes, escritora y miembro del jurado del Premio Tusquets, la novela Todo está perdonado del español Rafael Reig (Cangas de Onis, Asturias, 1963), ganador de la sexta edición del reconocimiento, que se entrega cada año durante la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.(?)?Estaba tomándome un whisky con un amigo novelista, Antonio Orejudo, y tuvo que jurarme todo el mundo que no era una broma. Me dijeron que tenía que estar hasta hoy sin decir absolutamente a nadie. Y he tenido algunos problemas con mi novia, porque le dije que iba de viaje a Zamora, pero ahora ya le he explicado lo que pasaba y está mejor, sin dramas, porque, si no, la que me esperaba al regreso?.La historia de Todo está perdonado ?que este crítico literario y profesor de literatura presentó con el seudónimo Ramiro Armero? se sitúa en Madrid en medio de la dictadura franquista, cuando Laura Gamazo, hija de un empresario, muere por envenenamiento el día de su boda. Su padre, Perico Gamazo, recurre entonces a Antonio Menéndez Vigil, ex guardia civil y agente de inteligencia retirado. La investigación conduce un recuento de medio siglo de historia desde la Guerra Civil hasta el presente, en un retrato de la transición española desde la dictadura a la democracia.De allí el título, Todo está perdonado: ?He contado una historia de una familia en la que los padres fueron los vencedores de la Guerra Civil y los hijos tuvieron que ganar la paz. La tercera generación, los nietos, tiene el problema moral: ¿qué se hace con esa herencia? Tomar lo bueno y lo malo, y después pagar las deudas.?Las novelas funcionan como los alfiles del ajedrez, que avanzan en diagonal; por eso le he dado forma de novela policiaca, con una investigación de un género nuevo: theothriler?, explica el autor de Manual de literatura para caníbales, un ensayo en el que también mezcla la narrativa histórica con la ficción salpicada de humor negro. (?)Reig admitió que el premio cambia su trayectoria literaria: ?Es, ahora sí, ingresar a ?La Literatura?. Imagínate: publicar ahora, de esta manera, es como una orgía, porque te lee todo el mundo. O, dicho de otra forma, porque me tengo que poner más serio. Es como si transmitiera en AM y nadie te escucha; desde ahora transmito en FM para que todos me escuchen?.

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2 de diciembre de 2010
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Gran Hermano se resquebraja

¡Vaya pedrada le ha dado en la frente el pequeño David que es Wikileaks al Gran Hermano que todo lo sabe y controla! Se entiende que el Gobierno de Estados Unidos intente minimizar los daños. También que le sigan otros Gobiernos amigos, así como alguno de los medios que no han podido acceder al torrente documental aportado por la organización de Julian Assange. Pero cuantas más noticias vayan surgiendo de esta mina de información más difícil será ocultar el interés público de sus contenidos, así como el parte de abolladuras y averías que produce la revelación de unos secretos celosamente guardados.

De entrada, hay que señalar que la diplomacia norteamericana sale dañada de este envite, tal como explicaba ayer Robert Baer, un ex agente de la CIA, en las páginas del Financial Times. Baer centra su evaluación de desperfectos en los canales de comunicación especiales que muchos jefes de Estado, sobre todo de países árabes, establecen con el presidente de EE UU, normalmente una persona de confianza del mandatario extranjero. Assange ha pulsado el botón reset y ahora Washington tendrá que empezar desde cero en este capítulo. Quien más sabe de estos asuntos en nuestro país, que es Javier Solana, ya ha indicado que esta filtración obligará a los diplomáticos a cambiar de métodos y hábitos de trabajo, algo que afecta también a numerosos ciudadanos, empresarios, periodistas, jueces o políticos, que deberán aprender una nueva cultura de la cautela en sus contactos con diplomáticos de todos los países. En la observación de Solana hay una crítica implícita a usos que no corresponden a la época en que vivimos. No se trata solo de una mala utilización de las comunicaciones y de un pésimo blindaje por parte de una superpotencia que imparte lecciones sobre las ciberguerras del futuro; sino del estilo periclitado e impropio del nuevo mundo globalizado y multipolar con que todavía se mueven algunos diplomáticos. De momento, la publicación simultánea de las primeras noticias surgidas del archivo de Wikileaks ha forzado a todo el Departamento de Estado a movilizar todos sus recursos para amortiguar el impacto y prepararse para las revelaciones sucesivas. Este es el cuarto cañonazo dirigido hacia EE UU, en un bombardeo que va aumentando en intensidad: el primero fue el vídeo Asesinatos colaterales, con voz e imágenes del ametrallamiento en Irak de un grupo de civiles desde un helicóptero militar estadounidense; el segundo y el tercero fueron 90.000 y 400.000 documentos de las guerras de Afganistán e Irak, respectivamente. Advertidos con varios días de antelación de la envergadura del cuarto disparo, las embajadas y consulados en todo el mundo realizaron una acción de amortiguación preventiva mediante contactos a todos los niveles con los amigos y socios afectados por las revelaciones. Una vez se abrió la espita por donde fluyen las noticias se han producido simultáneamente dos reacciones contradictorias: una minimizadora y otra amenazadora. Pero la reacción más importante, que será discreta e incluso desconocida por el gran público, será la reparación del vehículo diplomático dañado. Hay todavía una avería política mayor de reparación más difícil, y es la que afecta al desplazamiento del poder en el mundo, así como al futuro de la superpotencia americana. El caudal de credibilidad y de prestigio internacionales que EE UU había recuperado gracias a Obama y que formaba parte del capital político más apreciado de esta presidencia, está escapando a ojos vista por la vía de agua abierta por Wikileaks. Vuelven los peores estereotipos, cultivados durante la guerra fría y recrudecidos con la presidencia de Bush, a través de esta brecha informativa que nos ilustra sobre la mentalidad, las formas de presión e incluso las sonrojantes expresiones de arrogancia de algunos diplomáticos norteamericanos, así como la deferente actitud de sus contrapartes de los distintos países, españoles incluidos. El Gran Hermano, en crecimiento constante en EE UU y Europa, tiene una versión mucho peor y más fiel al modelo totalitario de la guerra fría que inspiró a George Orwell, el creador del personaje literario. Está en países como China, donde el hipercontrol cibernético y audiovisual del ciudadano se suma a los controles policial y militar tradicionales en una dictadura clásica. Que la grieta no alcance todavía a esta versión aún más tenebrosa y totalitaria no es argumento para descalificar las revelaciones sobre EE UU ni significa que no deban llegar hasta China algún día. La tecnología y la globalización pondrán también de su parte, esperemos que pronto. También lo harán, sin duda, los nuevos poderes o contrapoderes emergentes no estatales, surgidos de la sociedad civil global y tecnológica, de los que Wikileaks es solo el primer y más espectacular ejemplar.

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2 de diciembre de 2010
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Estampas frías

En Ginebra empezó a nevar no bien pusimos los pies en la estación de Cornavin. Luego siguió nevando y nevando con esa suavidad que suele calificarse de "femenina" quizás porque recordamos cómo nuestras madres peinaban a las hermanas pequeñas. Según pude oír por la calle, no nevaba de ese modo desde hacía veinte años. Tiempo justo para cenar una tontería y arrebujarse bajo diez mantas. A la media hora las tiras por la borda y te quitas el pijama porque los hoteles suizos no apagan la calefacción durante la noche.

    Al día siguiente la ciudad entera había desaparecido. Cuando el ojo se habituaba a distinguir entre el gris plomo del cielo, el gris rata de los muros y el gris bufanda de las calles, entonces se dibujaban lentamente algunos perfiles y ciertas sombras se hacían visibles como los monstruos transparentes que caídos de otro planeta asesinan sin ser vistos en la jungla de Indochina.

    La gran plaza de Plainpalais, que viene a ser como tres veces la de Colón, era una inmensa sábana sucia. El mercado de los sábados, sin embargo, tenía una cierta vida, pero sólo habían acudido los más pobres, aquellos que no pueden prescindir ese día de una venta ni que sea mínima para resistir el resto de la semana. Bajo los sombrajos se vendían panes artesanos de precioso color carne, calabazas monumentales, nabos bruñidos como marfil, perritos calientes que olían a comino, gorros de lana a la usanza peruana o sea con trenzas, en fin, lo impagable, pero con la cruel y sin embargo bellísima estampa de todos los vendedores dando saltos para calentar los pies. Desde lejos eran como una máquina de coser de múltiples agujas.

    Los buhoneros más pobres, los rumanos, se amontonaban para calentarse a la manera de las ovejas y se podían seguir las conversaciones por el vapor del aliento que brotaba de uno y luego de otro a modo de efímero manantial nuboso. Allí apelotonados sin embargo, todos sonreían. Los hombres, al cabo de un rato, tomaron sus instrumentos como los soldados empuñan sus armas y se dispusieron a subir a los tranvías para dar la serenata a los viajeros. No pudo ser. En cuanto se disponían a ello, la voz del conductor sonaba por el interfono, al tiempo que el tranvía frenaba en seco. "Pas de musique dans le tram", decía seco, perentorio y en tono menor el empleado. Los rumanos bajaban cabizbajos de la máquina y la armaban en las paradas, convertidas durante un rato en una película ex yugoslava. Al día siguiente se votaba la ley de expulsión de inmigrantes delictivos.

    El congreso tuvo momentos inolvidables con Jenaro Talens, Santos Zunzunegui, Juan Gutiérrez, Carlos Alvar y Nicanor Velez, como figuras de cartel, todos tan desesperados con el futuro de la Universidad como incapaces de rendir las armas. En los departamentos de humanidades brilla una atmósfera irredentista similar a la de los ejércitos de la Confederación. Al salir de las aulas el mundo mostraba su verdadero rostro, el que se nos viene encima: la bruma gris, el frío que muerde los huesos, la nieve que ya se deshacía en charcos mugrientos. La gran plaza de Plainpalais y sus buhoneros me situaron por un momento en Tirana.

    Aquella noche, sin embargo, la Orquesta Sinfónica de Ucrania daba un concierto tout Tchaikovsky en el Victoria Hall. No hay nada tan cercano a la nieve vieja, a las plazas congeladas y sin perfiles, a las figuras borrosas que aparecen fugazmente entre la bruma, que Tchaikovsky. Es el músico idóneo para las "Noches blancas" de Dostoievsky, el relato más desolador que se ha escrito jamás sobre el amor y la compasión. Allí nos fuimos.

    Dado que Tchaikovsky es un músico tan popular como las fiestas mayores, las paellas aldeanas o los coros folklóricos, su tristeza, inmensa, arrasadora, siempre pone de buen humor. Para que suceda algo tan agradable, sin embargo, es necesario que a Tchaikovsky lo interpreten músicos rusos y del modo más populachero posible, como en la época de Svetlanov que tenía un bombo por cerebro. No hay mejor Tchaikovsky que el más gritón, plañidero, quejica, berreante, aplastado, moribundo, en fin, el típico borracho empapado de vodka que acaba la noche en el puente del Neva dudando si se tira o no. Uno ha de buscar un director que termine el concierto con la cara bañada de lágrimas y mocos. Así fue. Mykola Diadiura consiguió poner en pie a un teatro entero dispuesto a tocar la balalaika en cuanto llegara a casa, lo cual, si se produce entre calvinistas, es de un mérito considerable. Fuimos muy felices.

De regreso a España, sin embargo, nos esperaba nuestra particular borrasca hibernal, nuestra grisura, nuestra nieve sucia, nuestros grupos de hombres y mujeres apelotonados para darse calor. Habían cerrado los colegios electorales y comenzaba el recuento. No hacía frío, pero era lo mismo.

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2 de diciembre de 2010
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