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Siete días de pompa y circunstancia

El Rey Carlos Gustavo de Suecia le acaba de entregar a Mario Vargas Llosa la medalla y diploma del premio Nobel de Literatura. Poco antes, Per Wästberg, miembro de la Academia Sueca, dijo que se merecía el premio por haber "encapsulado la historia de la sociedad del siglo XX en una burbuja de imaginación". El escritor está emocionado, conmovido, abrumado. Todo esto no es nuevo: hace un par de meses que vive así. Todo comenzó una madrugada de octubre en el piso de Manhattan, cuando, mientras releía Los pasos perdidos para su próxima clase en Princeton, Patricia se le acercó para avisarle que había habido una llamada de Estocolmo. Que volverían a llamar en un rato. En ese momento, a los dos se les había pasado por la cabeza el Nobel. ¿Sería posible...? Mario inmediatamente había recordado lo ocurrido con Moravia. Quizás se trataba de una broma.

Pero no. No ha sido una broma, piensa Mario ahora, desbordado por el entusiasmo y buscando con la mirada a Patricia y a sus hijos, todavía tratando de acostumbrarse al hecho de que, a los setenta y cuatro años, su vida ha cambiado radicalmente una vez más. Se suponía que debía estar preparado para estos cambios. Le había ocurrido antes: cuando conoció a su padre, a los once años; cuando viajó a Europa, a finales de la década del cincuenta; cuando se casó con la tía Julia, cuando La ciudad y los perros fue recibida con todos los elogios del mundo, cuando conoció a Patricia... Y sin embargo, no estaba preparado para esto. De tanto leer su nombre en la lista de los candidatos, se lo había terminado creyendo. Y de tanto esperar, había llegado a olvidar que, una vez al año, en octubre, un escritor se despertaba con la noticia del Nobel.

Desde entonces que los medios lo han avasallado con pedidos de entrevistas, que los reconocimientos no han cesado de llegar. Mario ha vivido la pompa y circunstancia de esta semana en Estocolmo con alegría y con la sensación de que la falta de paz está, por el momento, justificada. Con la medalla y diploma en la mano, desfila delante de sus ojos el restaurante Den Gyldene Freden, donde cenó una trucha asalmonada y donde su hijo Álvaro le hizo notar que ahí mismo los académicos suecos habían decidido concederle el Nobel por, entre otras cosas, "su cartografía de las estructuras de poder"; la tarde de las melodías de Santa Lucía en la biblioteca del colegio Rinkeby, donde se encontró con alumnos de dieciocho nacionalidades distintas y vio la representación de una parte de El Hablador; el día de su discurso del Nobel, en el que volvió a insistir en que la literatura es fuego y, recordando a Patricia, se convirtió en el primer premio Nobel que lloraba en la ceremonia.

Mientras abandona el recinto, a Vargas Llosa se le cruza un pregunta incómoda: todo esto ¿no lo convierte en parte de esa cultura del espectáculo que ha criticado tan ácidamente? ¿No es ahora el Nobel también parte del circo? Vuelve a sonreír: ya habrá tiempo para responderse. Ya volverá la paz, o al menos así lo espera. Por lo pronto, lo único que quiere es volver a encontrarse con Patricia, con sus hijos, con amigos como Fernando Iwasaki que lo acompañan en Estocolmo, y sí, seguir celebrando.

(El País, 11 de siciembre 2010)

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11 de diciembre de 2010
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DIARIO DE ESTOCOLMO.- A punto de ir a recoger el Premio Nobel,…

DIARIO DE ESTOCOLMO.- A punto de ir a recoger el Premio Nobel, en medio de los flash de los fotógrafos y los peruanos que fueron hasta el hotel con banderitas peruanas de papel y empezaron a gritarle: ?¡Mario! ¡Mario!?, Mario Vargas Llosa, impecablemente de frac, se da un tiempo para bromear con su ?acosador? Daniel Mordzinski. No parece, pero tenía entonces los nervios de punta. Pero estaba feliz (eso sí se nota) Foto:  Claudio Álvarez

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10 de diciembre de 2010
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Wikileaks y los archivos vacíos

Hace varias semanas, en una de esas tediosas reflexiones que leen en cada noticiero, escuché hablar de Wikileaks. Ya sé que parece increíble que una blogger, alguien que usa la web como camino de expresión, no conociera desde antes este sitio de revelaciones. Pero nada es de extrañar en esta ?isla de los desconectados?, ni siquiera que nos enteremos con años de atraso de lo que ha sido tema de intensas discusiones en el resto del mundo. Recuerdo que aquella primera mención al sitio de Julian Assange en nuestros medios oficiales venía acompañada de cierta complicidad por parte de los articulistas, de un amago de risa anticipada por el daño que la publicación de documentos clasificados podría causar al gobierno norteamericano. Sin embargo, en la medida en que el nombre de Cuba comenzó a aparecer junto a informes de injerencia en Venezuela y a testimonios de coacción contra su propio personal médico, el entusiasmo de Granma se trastocó en molestia y los aplausos iniciales dieron paso al silencio. Ni siquiera el Máximo Líder volvió a hacer referencia a Wikileaks. Lo ocurrido en los últimos días va a cambiar de manera significativa la forma en que los gobiernos manejan la información y también los caminos a través de los cuales los ciudadanos nos hacemos con ella. Pero también ?no nos engañemos? hará que los regímenes que se basan en el silencio y la falta de transparencia refuercen la protección de sus secretos o eviten ponerlos por escrito. Mientras salen a la luz cables, memorándums y correspondencia entre sedes diplomáticas y departamentos de estado, los autoritarios de todos los rincones están tomando nota, están aprendiendo a no dejar constancia de sus órdenes de acallar, reprimir o matar. Esta lección ya la están poniendo en práctica desde hace décadas; si no me creen busquen en esos archivos cubanos que algún día se desclasificarán a ver si aparece el nombre de quién fue el que decidió fusilar a tres hombres que secuestraron en 2003 una embarcación para emigrar. ¿Dónde está el papel que confirma la presión psicológica que se orientó hacerle al poeta Heberto Padilla para empujarlo a un mea culpa que todavía debe pesar en la conciencia de algunos? ¿En cuál gaveta, estante o archivo se guarda la firma de quien mandó a hundir el remolcador 13 de marzo, donde murieron mujeres y niños lanzados al mar por el chorro de agua de una lancha guardafrontera? Hay tantos que no dejan constancia, que tienen una cultura ágrafa de la represión y poseen incineradoras de papel que humean todo el día; jefes que no necesitan poner nada sobre la tinta reveladora de la historia, a quienes les basta con arquear las cejas, levantar el índice, susurrar al oído una pena de muerte, una batalla en una llanura africana, una convocatoria a insultar y zarandear a un grupo de mujeres vestidas de blanco. Si a algunos de ellos les surgiera un Wikileaks local, lanzarían contra éste las penalizaciones máximas, los castigos más ejemplarizantes, sin molestarse siquiera en fabricarles a sus organizadores un expediente por ?violación? o por ?sacrificio de ganado vacuno?. Saben que ?vista hace fe? y por eso se cuidan de que no haya material para revelaciones sorprendentes, de que nunca sea visible el entramado real de su poder absoluto.

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10 de diciembre de 2010
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No más barbarie

Doy asilo a esta comunicación que merece ser conocida y divulgada. La barbarie no puede seguir señoreando en Centroamérica:

"La joven Emiliana Quan, socia guatemalteca e investigadora del Centro de Investigaciones de la Frontera Occidental de Guatemala, CEDFOG, con sede en Huehuetenango, fue secuestrada al salir de su oficina por cuatro desconocidos que la llevaron rumbo a Chiantla, apareciendo sin vida en los alrededores de Paquix en la Cumbre de los Cuchumatanes.

            Este crimen contra una mujer dedicada a su trabajo constituye un atentado contra las instituciones que se dedican a promover la cultura democrática y se suma a los miles de casos de mujeres violentadas en el país.

            Quienes luchamos por una Guatemala libre, pacífica y justa, manifestamos nuestra enérgica protesta ante las autoridades responsables de la seguridad y hacemos público nuestro repudio a la violencia que cada día azota a la ciudadanía en todo el país.

            Enviamos nuestra solidaridad y apoyo a la familia de Emiliana, así como al equipo de CEDFOG a quienes instamos a continuar en sus esfuerzos por construir una sociedad en la que todas las personas puedan disfrutar una vida digna.

            Hacemos un llamado a la comunidad nacional e internacional para manifestarse ante las autoridades del país en particular el Presidente de la República, Álvaro Colom Caballeros para que este hecho repudiable sea esclarecido y los culpables castigados".

            El correo electrónico del Centro de Investigaciones de la Frontera Occidental de Guatemala, (CEDFOG) es cedfog@intelnet.net.gt, y su página oficial www.cedfog.org

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10 de diciembre de 2010
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Orestes y la mafia

Hay un momento decisivo de la antigua literatura griega que nos concierne especialmente: al final de la Orestíada, la única trilogía de Esquilo que hemos conservado hasta nuestros días. En ese desenlace el poeta trágico ofrece un cambio revolucionario en la percepción de la naturaleza humana. Orestes, de acuerdo con la tradición anterior, debía verse sometido a la férrea ley de la sangre y la venganza, de modo que, como autor de la muerte de su madre Clitemnestra, tenía que pagar el precio de la implacable norma oscura: él había matado a su madre como cobro del parricidio cometido por esta en la figura del padre, Agamenón; este, a su vez, había sucumbido para expiar el filicidio de su propia hija, Ifigenia, sacrificada para favorecer a la expedición griega contra Troya. Sangre, venganza y sangre otra vez: la férrea cadena que comunica los odios, deseos y ambiciones de las estirpes y los clanes. Ojo por ojo, diente por diente. La ley del talión. O, dicho de otro modo: la comunidad sometida a la oscura y turbulenta ley de la sangre.

Orestes, en consecuencia, de acuerdo con esta ley debía morir, pagando así la irreversible deuda contraída. Sin embargo, en un giro espectacular desde el punto de vista cívico y espiritual, Esquilo resuelve salvar a su héroe. Orestes, en lugar de ser juzgado y condenado en el recinto interior de la sangre, es presentado ante el tribunal de Atenas, el Aerópago. Al valorar la actuación del desgraciado descendiente de un linaje maldito el jurado divide sus votos, estableciéndose un empate entre los partidarios y contrarios del ajusticiamiento del héroe. Con suficiente simbolismo Esquilo hace que Palas Atenea, patrona de la ciudad, ejerza su voto de calidad como presidenta del tribunal para absolver a Orestes y romper, de este modo, la cadena de la venganza. Desde ese momento, las Erinias, las negras deidades portadoras de la venganza, se transforman en las Euménides, diosas benevolentes y protectoras de una comunidad fundamentada en la ley cívica. Únicamente atendiendo a este revolucionario final de la Orestíada ya deberíamos recordar a Esquilo como el poeta de la joven democracia ateniense, el primero que propuso sustituir las complicidades de la tribu y el clan por los principios jurídicos de una ciudadanía libre. De hecho se ha comparado, con acierto, la conclusión de la tragedia esquilea con el movimiento coral que culmina la Novena sinfonía de Beethoven. En ambos casos se trataría de hilos estéticos en la construcción de una conciencia democrática.

En los años ochenta del siglo anterior tuvo lugar una inigualable representación de laOrestíada ante las ruinas de Gibellina, una ciudad devastada por el terremoto que en 1968 había sacudido el noreste de Sicilia. En tres veranos sucesivos -1983, 1984 y 1985-, bajo la dirección de Filippo Crivelli, fueron escenificadas las tres piezas de la obra de Esquilo hasta completar la entera representación.

Además del gran valor artístico del acontecimiento, otros factores contribuían, obviamente, a resaltar la tensión moral del argumento. El hecho de que los versos resonaran en las piedras de la ciudad fantasmal multiplicaba el poder de la palabra. Pero no era menos impresionante advertir que todo aquel esfuerzo teatral, que intentaba llamar la atención de Europa sobre los efectos de la catástrofe, se desarrollaba en un territorio en el que el poderío de la mafia era incuestionable y en el que, por tanto, había quedado congelada la ilusión democrática soñada por Esquilo. Baste indicar que a poca distancia del lugar donde se representaba la Orestíada se hallaban, alrededor de Corleone, los parajes popularizados en aquellos mismo años por Coppola en su película El Padrino, también una trilogía que tiene algo deOrestíada contemporánea, aunque sin final conciliador.

He pensado algunas veces en el elevado significado evocador de aquellas representaciones sicilianas pues difícilmente podían estar presentes en un territorio más reducido los dos grandes modelos, enfrentados entre sí, de la organización social humana: la comunidad libre basada en el derecho objetivo de la ciudad y la mafia que ampara los intereses particulares de familias, tribus, clanes o, según un lenguaje posterior, aparatos. Al rememorar esta tensión, y aquellas representaciones teatrales ante las ruinas de la ciudad destruida, lo que me alarma es encontrar indicios en el mundo de que el espíritu de Corleone se impone al espíritu de Gibellina, y que la opción de la libertad ciudadana retrocede ante el ímpetu de la visión mafiosa.

Es verdad que, si bien lo pensamos, la democracia constituye una excepción (la excepción humanista ilustrada) en los modos de organización del ser humano, pero cuesta aceptar que la lección de Orestes se vaya desvaneciendo entre nosotros. Y, sin embargo, todo parece indicar que es así cuando aceptamos sumisamente el poder de los aparatos de los partidos financieros y productivos.

El capitalismo, que se ha desembarazado al fin de cualquier contención ética, aparece cada vez más reacio a cualquier ejercicio de calidad democrática y más seducido por la visión mafiosa del mundo. En esa dirección no me extraña que aumenten los portavoces del dinero que se manifiestan encantados con la "vía china de crecimiento" pues han llegado a la deducción de que para los buenos negocios -esos que no tienen que atender razones jurídicas o humanitarias- no existe mejor familia que un partido único que regule con pulso firme lo que haya que regular. El miedo, por no decir pánico, de los gobernantes occidentales ante las autoridades chinas, y el consiguiente silencio frente a los permanentes atropellos de los derechos humanos, tiene, por supuesto, el apoyo entusiasta de los grandes consorcios empresariales y financieros. Si algo molesta de China no es su desprecio de la libertad individual sino la amenaza de su presente, y sobre todo de su futuro, poderío económico. Y algo similar cabe decir de Rusia, un país que, si bien se desembarazó del totalitarismo político, parece ofrecerse al mundo como el mejor ejemplo de la sintonía entre un capitalismo desbocado, sin contención alguna, y la perspectiva mafiosa de organización social.

Tampoco es de extrañar la práctica derrota de Obama en su intento de poner coto a los depredadores de Wall Street, milagrosamente renacidos tras el susto de hace tres años. Pese a tantas películas de Hollywood no hay conciliación posible entre la concepción mafiosa y la democracia. Si la mafia, en cualquiera de sus acepciones, reina la libertad se debilita hasta anularse.

Y, en sentido contrario, la lección de Orestes, brindada por Esquilo, es que solo con el retroceso del egoísmo y la rapiña, solo con la erradicación de los intereses de familia, a los que siempre aluden los mafiosos de toda ralea, puede construirse una comunidad libre.

El País, 13/11/2010

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10 de diciembre de 2010
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La materia emotiva

 

POR CARMEN BERENGUER

La poesia de Carmen Berenguer (Chile, 1946) no necesita defensores.  Absorbe golpes, y los devuelve suyos. Habiéndola leido desde sus comienzos, desde su inolvidable cuerpo inmolado, Bobby Sands, puesto de pie por sus palabras, sabe uno que en su poesia las voces más inmediatas son las que nos ganan mayor espacio. Apenas nos llegaba la buena nueva de su premio Pablo Neruda y ya algún diario anticuario le quiere negar el magro pan chileno. Me temo que ser artista en Chile es una forma del desasosiego. Porque si a Carmen Berenguer le dudan la gracia de un premio, que es lo más gratuito que puede ocurrirle a un poeta, y quizá aún más a una escritora, es porque la gracia de leer se ha extraviado en la bolsa inflacionaria de la burbuja literata. El artista chileno es el hijo pródigo en una familia sin prodigio. No habrá mejor literatura chilena mientras no haya mejores lectores. El resto es provincianismo.

 

PARA VANESSA DROZ

La lucidez y el enigma se ceden la palabra en Estrategias de la catedral (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña), de Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952). Este libro pregunta por nosotros entre el milagro del poema y la precariedad de los nombres. “Las palabras están en la palabra,” nos dice,  y el lenguaje es una catedral en construcción. Se levanta con nuestras voces, absorta. La poesía promedia entre la emoción celebrante y el silencio agonista. El poema es la traza ardida, las señales humanas en el vacío. Lo claro en lo oscuro, el claroscuro que resta entre sombras, la tinta de lo tenebroso. Lo visual está a punto de volver a la penumbra. El poema es, así, la última prueba de que estuvimos aquí: “Un espejo tras otro: /la invisibilidad que me repite…/Un espejo frente a otro: /Yo, la invisibilidad.” No en vano se acoge la poeta a un conjuro: “poessoa,” poesía y persona, la máscara de Pessoa.

Rara belleza la de esta certeza. En su arquitectura anida el verbo, la llama viva. Un libro al que se ingresa con temblor y piedad, y del que se emerge en sombras y asombro.  

 

DE SILVIA GOLDMAN

Cinco movimientos del llanto (Montevideo: Hermes Editores)

He sido testigo privilegiado del crecimiento de este libro y no es, por eso, sino previsible que deba, a la hora de su publicación, sumar mi lectura a la del lector que quiera iniciar la suya. Me doy cuenta, releyéndolo, que esta vez no se trata de compartir un testimonio acerca de la evolución de una nueva poeta, ni siquiera de proponer una lectura introductoria a su primer libro, de por sí dos funciones previstas por la lectura; más bien, se trata de compartir el diálogo que ella postula como una forma de la inteligencia emotiva.

Silvia Goldman (Uruguay, 1977) retoma en Cinco movimientos del llanto, de una manera indagatoria, y a la vez inmediata, la palabra del diálogo, aquella que convoca a los interlocutores, postula un espacio de intercambio, prosigue la identificación de los sujetos en los nombres, y da cuenta del escenario donde fluye y encarna como signo y traza. La calidad indagatoria de estas voces que llaman a las voces del linaje, convocándolas a una ceremonia que nos concierne, discurre en estos “cinco movimientos” del libro, círculos de distinta mediación del habla, que diseñan el rigor de las preguntas, la lógica interna de las tramas. El “llanto” es la fuerza emotiva que sugiere el punto de vista implícito, las declaraciones y demandas del afecto. Así, el libro dibuja el peregrinaje de una voz que descubre su desnudamiento emocional en el tránsito de recuperar y reconocer a los sujetos que responden por las preguntas. El “llanto” es otro emblema del lenguaje, de las palabras derramadas y recogidas, que discurren como la prueba de la certidumbre. De modo que al formar parte de este diálogo, el lector⁄interlocutor es apelado por una voz viva, cuya función no es constituir a un sujeto sino comprometer a un interlocutor. El sujeto que habla se proyecta como tal en el diálogo, y se debe, así, enteramente, a la suerte de la palabra empeñada.

Ya el primer poema, anuncia el drama de hablar: “Mi familia pende de un hilo/que pende de otro hilo…” El hilo de la vida es el de la voz: la emoción puede quebrar la voz y la palabra perder la vida. Pero el hilo es también el tejido, el texto, la trama verbal donde todo se pierde y todo se recupera gracias a la otra voz, la del interlocutor, ese lector al borde del abismo de la página que empieza.

Y lo que empieza es el dolor de hablar. Porque el lenguaje que anida en la familia va a ser despertado, quizá perturbado, y la confesión es el ritual que procesará el trance emocional de esa pregunta por lo que sigue vivo en el fondo de lo que está muerto. O por lo que se abre como memoria herida en el fondo de lo olvidado.

Este libro  despliega su  linaje de voces, que la voz naciente llama para que la memoria se actualice y el presente sea una familia en voz alta, y para que cada quien reciba la palabra que lo despierta. El dolor, por eso, se resuelve en llanto y éste, a su vez, en voces, que son palabra dicha y entredicha, escrita y entre-escrita. Retratos, así, verbales del turno familiar que testimonian la hora de la verdad, éstos poemas discurren con la fluidez del habla, a favor del recuento, en una ceremonia que conjura la muerte.

La vecina que hace llorar a la niña al decirle que ha matado a dios, es otra instancia del relato: la biografía de la voz está hecha de esos anuncios y anticipaciones, que comienzan en la duda, y que declaran el miedo de hablar, la culpa de callar, y la necesidad de esclarecer. Esas operaciones conceden al poema su temblor y deseo: la intimidad de su riesgo y el valor de su verdad.

Este es el primer libro de Silvia Goldman pero su palabra ha conocido un largo proceso de autoesclarecimiento, como si para poder escribir hubiese tenido que aprender otra vez a hablar. Hablado pero nunca explícito, escrito pero no fijado, este libro reconoce en la palpitación del habla el flujo de la subjetividad, cuya temperatura emotiva nos persuade de su inmediata calidad; pero conoce también el rigor de la escritura, que da forma a la objetividad, a la posibilidad de dar cuenta de la genealogía del habla en la inteligencia y precisión del poema como escena del diálogo. Al final del libro, la palabra es cedida a Trilce para que la poesía siga conversando entre nosotros, como si su discurso nos precediera y nos prosiguiera, dándonos, a veces, la palabra.

 

 DON DEL POEMA

(Margarito Cuéllar, compilador. Jinetes del aire, Santiago de Chile: RiL Editores)

Esta magnífica muestra de poesía latinoamericana contemporánea prueba la actualidad permanente del viejo oficio de seleccionar, reunir y proponer un escenario de la lectura. Acto poético en sí mismo, este libro demuestra que las antologías son un género literario capaz de recuperar su aliento y compartir con nosotros la fuerza de su apelación.  Le debemos a las mejores antologías esos horizontes de respiración, donde recobramos la transparencia de una vida de la letra capaz de representar la nostalgia de lo genuino, cuya convocación da la medida de nuestra humanidad. Una forma más libre de la certidumbre nos reclama en esta muestra, en sus voces plenas pero también en las pausas que entre ellas nos conducen por la ruta de la palabra hacia el valor central de lo gratuito en una época donde el mundo se pierde,  y nos extravía, entre voceríos de horror y silencios de culpa. La poesía, quiero decir, es aquello que siendo superior a nuestras fuerzas nos revela el incumplimiento de lo dado y nos aguarda con la promesa de debernos al lenguaje, a su capacidad de hacer verdad en el vacío mismo de su ausencia.

La poesía, por ello, acontece siempre en el futuro. Habla desde la otra orilla de la lengua, desde el horizonte abierto por unas cuantas voces suficientes. Nos devuelve la palabra, cifrada como un conjuro.  Y nos hace reconocer la capacidad del lenguaje que estamos a punto de perder, despertándonos en la pesadilla de lo real incólume, el mundo literal que nos ha tocado dirimir, allí donde las palabras suelen perder convicción, mal dichas y peor usadas por las autoridades del discurso, que ha decaído en la pérdida actual de la comunidad, en la amnesia moral y el desvalor del diálogo. Sus sílabas son, por ello, las huellas de retorno por donde su lenguaje peregrino remonta el desierto. Nunca como hoy (aunque como a todos los hombres nos haya tocado los peores tiempos verbales) esa ruta es un mapa, y en ella se levanta la morada del lenguaje, haciéndose.

He dicho por ahí que las antologías se deben al presente, que es fugaz como nuestra humanidad, y por eso más precioso.  Nada menos poético que las muestras poéticas que disputan la eternidad, porque la lectura es la duración, y el yo del poeta sólo late en el tiempo del lector. Por ello, este es el género de las permanentes sustituciones, donde las mejores antologías son aquellos mapas de ruta que nos revelan como mejores lectores.  Se deben al gusto de su encrucijada, entre lo dado y lo nuevo, entre lo canónico y lo innovador, porque lo nuevo no es su novedad sino la vida de la letra en el desencadenamiento del sentido que la lectura suscita. Si la sílaba acentúa el latido del corazón y el verso mide la respiración, es porque el poema es un cuerpo vivo, suficiente y transitivo, en esta margen y la otra, entre la lengua normativa y el habla desplegada, entre la pagina única y la lectura libre. Las antologías, en fin, son almanaques de esa temporalidad emotiva, hecha de la materia más cierta en una época más incierta. 

El poeta en español no puede sino tachar el español, como lo hizo César Vallejo, para escribir de nuevo en español. Debe remontar la historia de pesadumbre autoritaria, la voluntad de verdad de los policías del vecindario, las ideologías inculcadas de estirpe cainita, la irracionalidad de las teorías del fracaso, la pobreza del índice de vida cultural, la decadencia de la calidad informativa. El poeta de este siglo es responsable de la heroica sílaba que le ha tocado. Por eso creo que es imposible hacer una mala antología de poesía actual. Salvo por poca fe o mal oficio. Porque hay tanto bueno de donde dar a leer, que con esperanza es posible hacer milagro, esto es, ver más.

Margarito Cuéllar ha sido tocado por la gracia del género.  Me lo imagino levitando entre cientos de libros, decenas de poetas, y varios poemas revelados. Como el monje Humanista que recobra los manuscritos del fuego de la historia, para restaurarlos, y pulirlos como herramientas de su tribu, el antólogo antologa antológicamente. Devuelve al tiempo, se diría, lo que es del tiempo, la lectura. Pone a circular entre nosotros la buena nueva. Imparcialmente reparte la parte sin par. Y nos deja entre las manos este libro milagroso.  Esta antología nos dice que, contra todas las evidencias contrarias, el lenguaje todavía apuesta por nosotros.

No es ésta una antología de fundaciones, ni una muestra de reparaciones, ni un manual de consolación. Es una suma de poetas tan distintos que la antología recomienza en cada uno de ellos. Como si al cederse las palabras, nos devolvieran el turno del habla.  Antología, por lo mismo, dialogada. Hecha para compartir el enigma y la elocuencia, la intimidad y la crítica, la inteligencia y los afectos de la poesía, que todavía habita entre nosotros.

 

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10 de diciembre de 2010
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Inhabilitados para opinar

Estudió medicina, se puso la bata blanca, entró en un hospital para hacer la especialidad y se creyó a pie juntillas las máximas de Hipócrates. En un primer momento ?imbuido por la fascinación de las células, los músculos y los tendones? apenas reparó en que sus colegas andaban con los zapatos remendados y a él mismo no le alcanzaba lo que ganaba para alimentar a la familia. Vio demasiado en ese hospital de Artemisa: la grandeza profesional de algunos y el descalabro material de todos. Un día de 2005 se anunció a bombo y platillo que se les subiría el salario a los trabajadores de la salud. Sin embargo, apenas 48 pesos ?el equivalente a 2.00 CUC o a 1.60 USD? fue lo agregado a su magro sueldo de cada mes. Así que escribió junto a un amigo una carta comunicándole al ministro de su ramo la inconformidad de los médicos ante tan ridículo aumento. Lograron recoger 300 firmas que entregaron en el Ministerio de Salud, en el Consejo de Estado y en cuanto órgano de poder hay en esta Isla. La respuesta llegó algunas semanas después en forma de expulsión de la especialidad que cursaban. Cinco meses más tarde, a ambos los despidieron del trabajo y les inhabilitaron sus títulos universitarios. Han pasado ya cinco años de aquellos hechos, pero ninguno de los dos ha podido volver a entrar a una consulta como doctor. La semana pasada, Geovany Jiménez Vega ?protagonista y víctima de esta historia? decidió ponerse en huelga de hambre en el parque Martí de Guanajay para reclamar ante la Dirección del Ministerio de Salud Pública la rehabilitación en el ejercicio de la medicina de él y su compañero el Dr.  Rodolfo Martínez Vigoa. En los mismos días en que el noticiero cubano señalaba hacia la huelga de controladores en España y a las protestas de obreros en Grecia, dos hombres languidecían muy cerca de nosotros y no nos enterábamos. Ayer, afortunadamente, volvieron a comer porque Geovany ha decidido abrirse un blog, contarle al mundo, no optar por la inanición sino por la información. Se ha percatado de que aquella carta que sólo firmaron unos pocos podría recaudar miles de adhesiones si se hace pública, si llega a todos los doctores capacitados y desposeídos que tiene este país. Pinchar aquí para leer la declaración de ?Interrupción de huelga?. Una breve presentación de Geovany Jiménez Vega El nuevo blog estará listo el lunes y lo anunciaré a través de Twitter.

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9 de diciembre de 2010
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Objeciones y esbozo de respuesta

El texto que llevaba el título de "La furca en la que la naturaleza retorna"  (alusión a  Naturam expellas furca, tamen usque recurret, en el original de Virgilio que me facilita uno de mis interlocutores)   ha dado ocasión a agudas observaciones de mis amigos el catedrático de psiquiatría Enrique Baca, el filósofo y matemático Javier Echeverría y el profesor de historia de la medicina y ensayista, José Lázaro, a las que intento dar aquí respuesta conjunta. Como las objeciones a veces se solapan, en algún momento se cruzan las respuestas a uno u otro interlocuto.

 Algunas de las objeciones que, en escrito desde Praga, me hace Javier Echeverría apuntan a una auténtica diferencia conceptual o filosófica de fondo entre nosotros (siempre las ha habido y no se ve como sin ellas podríamos estar dialogando). Otras son más bien expresión de un equívoco y mirando de cerca estamos más bien próximos. Por ejemplo lo relativo a las propiedades emergentes, que abogarían en contra de un reducionismo físico que entrevé en mi texto. Javier Echeverría me  señala:

"Las células eucariotas (y otras formas primitivas de vida) fueron propiedades emergentes (o sobrevenidas) a partir de sistemas físicos previamente existentes, más no por ello son explicables en términos puramente físicos. Otro tanto cabe decir de la emergencia del lenguaje humano, o del arte, o de la pólis. La emergencia de nuevas expresiones (y propiedades) a partir de sistemas previamente constituidos es una de las bases de la teoría general de sistemas".

Mi respuesta es que siempre he sido partidario de la tesis de propiedades emergentes,  incluso las llamadas  "de segundo orden", que tendrían por así decirlo vida propia en relación a sus causas y que el pensador americano John Searle excluye por considerarlas contrarias al carácter transitivo de la causalidad  y precisamente por mi convicción de la irreductibilidad del lenguaje humano a las limitaciones de todo código de señales  [1] Cierto es sin embargo que yo tiendo a sostener que sólo en el lenguaje humano se darían esas propiedades o rasgos irreductibles que Searle excluye. Nuestro diferencia reside en el espectro de lo que consideramos emergente e irreductible.

 

En relación a mi cita del profesor Ishman del  Imperial College  según la cual  Mecánica Cuántica es la única de las ciencias que se enfrenta sin ambages al problema del ser, Javier Echeverría escribe:

"Yo no estoy tan convencido de que la mecánica cuántica sea la única ciencia que se confronta al problema del ser, que en todo caso será el problema del ser físico. Otras ciencias también se confrontan al problema del ser, por ejemplo al del ser vivo (¿cuándo un ser vivo es un ser humano?, o al del ser matemático, o al del ser social o al del ser artificial, o al del ser dios. El problema del ser tiene varios modos de ser abordado sin ambages, no uno sólo. A no ser que se presuponga la existencia de una "vanguardia de la ciencia", por ejemplo una ciencia primera, y que ésta sea la mecánica cuántica, hoy en día. La hipótesis de la ciencia primera habría que demostrarla, o cuando menos argumentarla comparando unas ciencias con otras, no basta con aseverarla... Hay varios problemas filosóficos, no uno sólo. Afirmar que hay un problema que tiene primacía sobre todos los demás resulta equivalente a trasladar la figura de Dios al ámbito del deseo de saber: el Dios-filósofo. Bien está ocuparse del problema del ser, pero hay otros problemas no menos importantes, y tan comunes como el del ser.    .

Mi respuesta es que yo  no defiendo exactamentr la tesis de la prioridad ontológica de la física. De hecho enfatizo que la vida, precisamente en su emergencia  misma, supone ya  una relativización del peso ontológico  de aquello de  lo que se ocupa el físico, de lo contrario la biología sería parte de la física. Pero sí estoy de acuerdo con Ishman en que, de manera explicita,  practicamente son los físicos los que proclaman su voluntad de ontólogos, y ello no es por azar: la mecánica cuántica al revolucionar nuestro concepto de naturaleza elemental crea digamos la sospecha sobre el resto de modalidades de la naturaleza (obliga a replantearse nuestras ideas sobre  las mismas ).

La física cuántica tiene ya casi un siglo de existencia , pero sigue produciendo estupor no sólo en los físicos sino en aquellos que por algún tipo de curiosidad filosófica se acercan a ella. El psiquiatra Enrique Baca, en el  escrito evocado, al que respondo  algo más adelante,  confiesa al respecto  lo siguiente:

"No sé (no tengo instrumentos conceptuales para poder saberlo) si la eterna cuestión del ser se agazapa en los meandros de la mecánica cuántica. Sus postulados son, sin duda, fascinantes y los problemas que plantea sobre la realidad y sobre el ser de la realidad (que es, en definitiva, la realidad del ser) me producen vértigo."

Vértigo al que algunos intentan escapar diciéndose que se trata de un problema digamos ya antiguo, y que debe haber interrogaciones filosóficas hoy más imperativas. Pues simplemente:!no¡. La vigencia de un problema filosófico depende de su potencialidad para seguir produciendo estupor en el que toma conciencia del mismo, no del grado de novedad que constituye. Hoy como hace medio siglo elucidar si la naturaleza responde a los postulados clásicos con los que tanto la conciencia científica como la conciencia ordinaria la contemplaba, es algo que  "concierne a la dignidad misma del espíritu humano". Por mucho que se haya dicho de todo sobre la relación de incompatibilidad entre observables (principio de incertidumbre) y sobre la armadura teórica que lo justifica, el que se acerca a su vez al problema lo vive con la frescura con la que lo vivieron sus descubridores.

Este esbozo de respuesta no impide que, a la hora de medir cual es el peso ontológico de una u otra disciplina sea muy útil lo que Javier Echeverría me señala en relación a disciplina emparentadas a las nano-tecnologías:

"¿No afecta a la cuestión del ser y a la filosofía de la naturaleza la posibilidad -hoy en día efectiva- de generar nuevos materiales (nanomateriales, no existentes en la naturaleza) operando a escala nanométrica (y por ende atómica) sobre materiales previamente existentes, y transformándolos?...Dicho de otra manera, los tecnofísicos (nanocientíficos y nanotecnólogos, como ellos mismos se denominan), por supuesto que "operan o transforman en el registro de las entidades físicas" , y lo hacen teniendo muy en cuenta las determinaciones de la mecánica cuántica, incluido el principio de indeterminación de Heisenberg y la dualidad onda-corpúsculo. Para ello no recurren a las matemáticas (aunque las conocen y las tienen en cuenta), sino a algo distinto: las simulaciones tridimensionales de los átomos y las moléculas, hechas mediante ordenador (realidad virtual)."

 Es cierto que no considero suficientemente en mis hipótesis el peso de ciertas tecnologías auténticamente subversivas. Añadiré algo que  el genetista Andrés Moya enfatizó en el último Congreso Internacional de Ontología, a saber, que por mucho  que la ciencia se halle en el origen motivada por exigencias de inteligibilidad, la  técnica contemporánea, surgida de esa misma técnica está en ocasiones posibilitando que quepa intervenir de manera perturbadora en rasgos característicos del sujeto de la ciencia. Quizás el ser marcado por el deseo de conocer se halla a punto de poder ser modificado en su esencia misma por los frutos de su conocimiento.    

 

Echeverría me hace también alguna consideración sobre el uso que hacía en mi escrito del término "creación". De facto yo lo utilizaba más bien retoricamente para excluirlo. Simplemente quería enfatizar el hecho de que, cuando el físico utiliza un operador del cual el vector de estado del sistema no es propio (para ser preciso, cuando operar fisicamente en conformidad a esta situación matemática) y acaba determinando el valor real correspondiente a un vector que sí es propio del operador, de alguna manera ha "creado", aunque obviament no ex-nihilo. En todo caso  es imposible decir que se ha limitado a descubrir algo ya dado.

 

                                                   ***

 

Enrique Baca me hace una serie de objeciones relativas a la tesis de que nota distintiva de la humanidad es la aspiración al conocer, señalando el peso de la "conducta exploratoria", aunque él mismo reconoce que se trata de una  conducta innata, determinada por finalidades inmediatas y circunscrita al mundo circundante (Enrique evoca el um-Welt del hoy raramente citado  von Uexkül). Y efectivamente ahí reside la diferencia fundamental:

 Lo que  Aristóteles  está indicando al poner el énfasis en el deseo de conocer como expresión del rasgo característico del ser humano es lo mismo a lo que apunta el físico Max  Born cuando se refiere al "ardiente deseo de toda mente pensante" precisando que este deseo no se aminora en absoluto por el hecho de que aquello que se trata de elucidar "sea eventualmente totalmente irrelevante para nuestra existencia". El hombre tiene simplemente una aspiración desinteresada al conocimiento. O por mejor decir: el hombre tiende a realizar su condición de ser de razón entre otras formas en el acto de conocer por conocer.

Precisión con la que indico mi simpatía con la tesis kantiana de que la disposición de espíritu que mueve a la actividad artística es una modalidad de la razón no exhaustivamente  reductible a la operación de conocer. En cualquier caso la tendencia a  fertilizar nuestra facultad de lenguaje y de  razón (en los múltiples sentidos en los que Kant se refería al término) con independencia de beneficios prácticos es lo más natural , de ser cierto que en tal facultad reside nuestra nturaleza.

Vinculadas a ests observaciones de Enrique Baca evoco una oportuna advertencia que me hace Javier Echeverría sobre el peligro de que el deseo de saber eclipse otros deseos: "cierto es que el deseo de saber se manifiesta a veces "entre nosotros"; pero también se manifiestan a  veces el deseo de poder, el deseo de tener, el deseo de vivir, el deseo de sentir, el deseo de valer, el deseo de morir y el deseo de ser reconocido (¿y querido?), entre otros muchos. ¿Por qué habría de primar el deseo de saber sobre esos otros deseos "demasiado humanos"?

Tengo un esbozo de repuesta:  los demás deseos están- a diferencia de lo que ocurre con las necesidades animales- mediatizados por los rasgos distintivos de nuestra naturaleza que son la razón y el lenguaje los cuales están en la matriz del deseo de saber. Dicho algo abusivamente: hasta el hambre es en nuestro caso asunto "espiritual", como prueba la simple existencia de patologías psíquicas de todo tipo vinculadas a la alimentación. De todas maneras soy consciente de que esta respuesta hoy ya clásica no es del todo satisfactoria (cabría hablar quizás de esbozos de tales patologías en animales no dotados de lenguaje y razón)

Enrique Baca me señala asimismo sus dudas respecto a mi afirmación de que " conocer es enfrentarse a la alteridad", indicando que el físico no se enfrenta a alteridades sino a realidades. Situación que le separaría por ejemplo del médico para quien el otro yo está tan presente que necesita  precisamente protegerse de tal presencia. Obviamente todo reside en un uso diferente del término alteridad. Yo utilizaba el término en un sentido más genérico que incluye la realidad física  arrancada a su  opacidad inmediata  precisamente por el el trabajo de la razón humana. Pero de todas maneras tratándose de la Mecánica Cuántica, la confrontación a la alteridad del entorno es ya indisociable de la confrontación a la intersubjetividad, dada la dificultad, por un lado de escindir realidad e interpretación de la misma y por otro lado la imposibilidad de separar tal interpretación del acuerdo intersubjetivo sin el cual es imposible hablar de ciencia (empezando porque sin lenguaje no hay ciencia y el lenguaje es imposible sin la intersubjetividad).

En la medida en que la base de mi escrito se sustentaba en el enorme peso filosófico que indiscutiblemente tiene el llamado "formalismo matemático de la Mecánica Cuántica", Enrique Baca apunta pertinentemente a un tema fascinante que por hoy no pudo sino evocar, a saber, el del lazo mismo entre la condición humana y la matemática, cuya potencia -como señalaba Erwin Schrödinger- reside en que tropiezas con ella allí dónde no la esperabas (por ejemplo tras ese universal antropológico que es la música). En cualquier caso Baca parece posicionarse  frente a la inclinación pitagórico-platónica que tiende  a ver en la matemática no sólo la esencia escondida del entorno natural, sino también de la condición humana.  Enrique Baca,  presenta así  a la matemática como una suerte de protuberancia del propio ser humano que iniciaría su deshumanización : "las matemáticas no son humanas  y si lo son (que pueden serlo) "exprimen" la realidad del hombre hasta hacerla inhumana por completo. Y entiéndaseme bien: inhumana en el sentido, si así se quiere, de extrahumana, suprahumana, metahumana.  Que incluye a lo humano  pero ampliamente lo trasciende. Como la metafísica." Dejo el tema para un ulterior debate, en el que tendría mucho que decir Javier Echeverría (por cierto muy partidario de hablar de matemáticas en plural, y no como yo suelo hacerlo de matemática)

 

                                                             ***

 

Por su parte José Lázaro, intercalando reflexiones sobre mi escrito y el de Enrique Baca, me presenta  muy detalladamente un objeción que cabe sintetizar de la forma siguiente:¿en razón de qué privilegiar para la apuesta del filósofo unas disciplinas sobre otras?

Lo esencial de mi respuesta: Simplemente en razón de lo que en ese momento parece conceptualmente urgente...y aquí hay desde luego un aspecto subjetivo:

Está fuera de duda que sin mi inclinación actual a ver una interrogación clave en la cuestión de la naturaleza, no estaría focalizado  en la Mecánica Cuántica todo el día o casi... Y digo casi porque hace unas semanas solicité al propio José Lázaro si podía hacerme llegar un viejo escrito de Javier Echeverría  relativo al  Capital.  El texto de Javier me había parecido en su momento particularmente lúcido en su radicalidad. Y  retomarlo-en lectura más o menos crítica- treinta años después - sería un buen inicio para actualizar entre nosotros la exigencia imperativa de analizar el funcionamiento del dinero,  y las razones por las cuales está efectivamente reduciendo practicamente todas las actividades humanas. Precisamente para dedicarse con decencia a una tarea filosófica (por ejemplo la de sopesar el auténtico peso ontológico del formalismo cuántico

 es necesario  ser lúcido relativamente a los mecanismos que determinan el marco social en el que uno se inserta , y que  por momentos hacen  sentir que el filósofo responde  a la caracterización de "forma abstracta del hombre alienado".

 En suma una lectura militante de ciertos textos de Marx, hoy penetrantes como rayos X,  forma parte de un proyecto de superar la "barbarie del especialismo". Y volviendo a la interrogación general de José Lázaro relativa a la dificultad de sopesar entre las disciplinas especializadas, a fin de determinar cuáles son aquellas de las que no cabe prescindir, esbozo de respuesta es:

 No podemos abarcar todo, pero, cada vez que un problema nos concierne estamos obligados a procurarnos los recursos mínimos para responder al mismo.

 La dificultad estriba en que como nos conciernen problemas diferentes nos dispersamos a veces, pero esta dispersión es sana: es la prueba misma de la imposibilidad de ser unidirecionales.

No hay remedio a esta contradicción. Si he de responder a las objeciones de Enrique Baca (bien próximas por otro lado, pues algunas me las pongo yo mismo) estoy obligado a considerar asuntos técnicos relativos a genética, etología, psicología, etcétera. ¿Qué no doy abasto? Sin duda, por eso la filosofía es siempre un gesto insatisfactorio, pero el que se limita a un ámbito en el que sí da abasto gana en precisión puntual lo que pierde en sentido (el viejo problema de la insignificancia).

De lo que no hay duda es de que hay, más aun que ayer, un problema general de alienación que hace que el trabajo filosófico ha de aspirar no sólo a vincularse a la ciencia y al arte sino a constituir en sí mismo una praxis. ¿Asunto trasnochado? En absoluto. El triunfo absoluto del capital pareció un tiempo trivializar lo insoportable de que la potencialidad de los seres humanos sea convertida en mero instrumento al servicio de ese mismo capital. Puro espejismo. Filosóficamente  tenemos los mismos imperativos que 30 años atrás, pero la urgencia es mayor.


[1]    Vale la pena transcribir aquí la caracterización por John Searle de los rasgos emergentes: "Un rasgo F es emergente 2 si y sólo sí es emergente 1 y F tiene poderes causales que no pueden ser explicados por las interacciones causales de los elementos a, b,  c `(a partir de los cuales emerge). Si la conciencia fuera emergente 2, la conciencia podría causar cosas que no podrían ser explicadas por la conducta causal de las neuronas. " El redescubrimiento de la conciencia, Crítica, Barcelona p.122

 

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9 de diciembre de 2010
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