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Mi bar, mi barra ausente

 

 

 

Si se tuviera que reproducir la esencia de una taberna autentica del sur andaluz, el alma de lo popular jerezano, habría que buscarla en Madrid, en la calle Echegaray y con el nombre de "La Venencia". No quedan purezas de su nivel, ni en Cádiz, ni en ningún lugar del mundo. En "La Venencia", todo está cómo si el tiempo se hubiera detenido. Los carteles de la vendimia jerezana, la vieja radio, el teléfono el espejo con su azogue gastado, las mesas de madera en su altillo, la barra de madera, las mesas frente a la barra, la tiza escribiendo las cuentas del consumo, las botellas tapadas por el polvo, las barricas de los vinos, son parte del decorado real de la taberna. El local conserva otros símbolos: la gata parda y Jorge Laverón a pie de barra, con su media sonrisa en esa cara que es una amable confesión del que ha sabido beber.

Es la única taberna del mundo en la que sólo se sirve vino. Y no cualquier vino, sólo vino de Jerez y Sanlucar. Fino, amontillado, oloroso, manzanilla y palo cortado. Eso es lo que se puede beber en "La Venencia". Ni otros vinos, ni cervezas, ni alcoholes, ni refrescos. Ni una concesión desde que empezó en los años veinte del pasado siglo hasta nuestros días. Los hermanos Criado, que eran muchos y buenos clientes, decidieron a principios de los ochenta que ésta taberna sea su lugar vital y laboral de residencia en la tierra. Cuatro de los hermanos Criado, en compañía del montañero y bodeguero Miguel Canet, y con la aportación de muchos que pensaron que aquél lugar de tantos ritos taurinos, aquel lugar al que antes de entrar había que sobrepasar una vieja cortina, aquél espacio que conoció guerras y posguerras, merecía la pena ser defendido como se defendió Madrid de los fascistas pero con más éxito.

Los dueños son ortodoxos e inflexibles, ni hacen concesiones, ni regalan sonrisas, ni admiten propinas. A "La Venencia" se viene a beber ese vino que llegó del sur y que aquí encuentra su perfecto acomodo para desmentir a los que aseguran que el "jerez" no sabe viajar. Que viaje bien a Londres tenemos nuestras dudas, pero tenemos la certeza de su placentero viaje desde la Vinícola Hidalgo de Jerez hasta las barricas de "La Venencia". Beberlo en las copas adecuadas, en su temperatura- sin haber caído en esas modas del enfriamiento- y en compañía de unas cuantas tapas es un placer de humanos paganos. Para acompañar al vino gratis las aceitunas  de Camporreal o los cacahuetes. Y como tapas hay que gustar sus mojamas, anchoas, quesos, cecinas, lomos o huevas de la mejor calidad. También en el precio han sabido mantener su decencia.

Sobriedad, decencia y luz del pasado son palabras que definen este bar dónde se debería ir para hablar de toros como en los tiempos de las tabernas de Díaz Cañabate. De toros y otras artes con el periodista Laverón, el pintor Lamazares o con  el galerista Chiqui  Abril. Por ahí siguen los espíritus y las presencias de los Dominguín, Bienvenida o de críticos y aficionados de sol y de sombra. Taberna para la charla y la discusión de las derrotas de la izquierda, del estado de salud del Atlético.

"La Venencia" es el bar dónde tendrían que encontrarme si tuviera tiempo para ganarlo a pie de barra. Un lugar dónde uno sabe que el tiempo es nuestro. Un espacio para olvidar las prisas y los experimentos con gaseosa. Al lado de la manzanilla, con la verdad de un palo cortado o la alegría de un fino, con el viejo rito de saber beber a pie de barra, de pagar una media botella, hasta que se estira otro de la pandilla y se sigue bebiendo, se pica una mojama, una excelente cecina y se vuelve lentamente al rito del beber pausado. Pasa el tiempo, hasta que uno se acuerda que tiene casa, cita, familia y otra vida fuera de la taberna. Hasta que uno se acuerda que la realidad es diferente y peor fuera de un  lugar como éste. Una taberna para el refugio de los deseos.

De todas las tabernas del mundo, de todos los bares que uno ha conocido, no hay ninguno igual. Ni siquiera parecido. El lujo es tener la excepción al lado de casa.

Y la excepción en un lugar llamado "La Venencia", así que pasen otros cien años. 

( Articulo no publicado en el libro "Madrid en 20 barras". Los queridos propietarios de esta taberna no quieren fotos. Perdón por esta foto robada, pero el cuello de la chica, la chica entera merecían la pena)

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3 de enero de 2011
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El año nuevo del antiprogre

Los ritos del calendario convierten el paso del tiempo en motivos celebratorios. Ceremonias religiosas o profanas, fiestas de recogimiento o de desenfreno, conmemoraciones de viejos y santos acontecimientos o mera bacanal gregaria de consumo, en todos estos rituales encontramos al final una celebración de la vida y de la muerte. Buen momento, por tanto, para desgranar una nueva tanda de cavilaciones sobre las edades del hombre y sus ideas en vez de los habituales comentarios políticas. Con ustedes, de nuevo por unos breves días, el antiprogre.

Cambiar de ideas como cambiamos de año o de hora. Fue deporte de elite en su día. Ahora forma parte de los ritos de consumo. Sólo los más atrevidos se arriesgan con la religión. Y los mejores consiguen llegar al final de sus días habiendo adorado al menos a tres dioses distintos y ninguno verdadero. Difícil envejecer sin traicionar. Cuando las víctimas no son las propias ideas puede ser todavía peor: traicionamos a la verdad.

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3 de enero de 2011
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Cuando no existían los vascos (I): El mito del vascoiberismo

 

El desconocimiento sobre el origen y datación de la lengua vasca ha sido tradicionalmente compensado por la emisión de gargarismos delirantes sobre su antigüedad y pureza. Ese particular juego floral no lo inventaron los vascos, sino que nació de la querella entre Antonio de Nebrija y Lucio Marineo Sículo. El primero publicó en 1481 Introductiones Latinae, una gramática latina que fue un gran éxito de crítica y público, que al segundo le pareció muy mal, porque utilizaba el español para explicar el latín.

Marineo era un humanista siciliano que llegó a España en 1484 con el séquito de Ana Cabrera, la esposa de Fadrique Enríquez, almirante de Castilla, y fue graciosamente dotado con las cátedras de Poesía y Oratoria, en virtud de su prestigio y el de sus protectores, de modo que ingresó en el claustro salmantino en el curso 1485-6. Para entonces, Nebrija había agravado la ofensa a Marineo con la edición de otra versión de Introductiones Latinae que traía, entre otros muchos cambios, un empleo todavía mayor del español para explicar el latín. A lo largo del primer curso que Marineo pasó en Salamanca, la gramatica latina de Nebrija se reimprimió tres veces. En 1488, el escarnio llegó al colmo: Nebrija publicó Introducciones latinas, donde contraponía el  español al latín. Ese mismo año, se produjo el enfrentamiento personal entre Nebrija y Marineo, y desde esa discusión quedaron como enemigos declarados, porque además ambos pretendieron cargos similiares ante el rey. 

Otra divergencia entre Nebrija y Marineo fue la cuestión de los primeros hablantes hispanos de todos los tiempos. Un asunto que desbordaba la gramática y la historia, para adentrarse en la metafísica. Para Nebrija, el español procedía del latín corrompido y degenerado que los godos trajeron a España. Como lengua perfecta y modélica, el latín no degeneró en tanto tuvo maestros. Con la caída del imperio romano, la falta de maestros propició el deterioro de la lengua. Los godos como primeros traedores de la verdadera nobleza era un lugar común historiográfico desde tres siglos atrás. Nebrija se ajustaba así a la historia oficial y al testimonio de los textos latinos conocidos.

Marineo, en cambio, no sólo polemizaba con quienes se pretendían descendientes de los godos, que ya le tenían hasta el sobrepelliz, sino también con los historiadores de la antigüedad clásica que mencionaban a iberos y fenicios. Traducido del latín de su De rebus Hispaniae mirabilibus (III, f. 20 v) dice lo que sigue sobre la lengua de los antiguos hispanos:

“Hay quien afirma que la lengua de los primeros habitantes indígenas de toda Hispania hasta la llegada de cartagineses y romanos, que entonces  todos hablaban en latín, era la que ahora usan vascones y cántabros, los cuales, pese a las variaciones de los siglos y los tiempos, no han mudado de lengua, costumbre, ni cuidado corporal. Es de creer que aquella lengua hispana no vino  de los iberos, ni los sayos, ni los fenicios, los cuales, según alguien ha escrito, vinieron a Hispania en otro tiempo, sino de los primeros habitantes de Hispania a quienes la diversidad de lenguas obligó a exiliarse de su patria. Por lo tanto, quienquiera que fuera aquel primero que llegó al orbe hispano desde la torre babilónica, él mismo trajo consigo un idioma de los setenta y dos que, en la construcción de aquella nueva ciudad, Dios Óptimo Máximo repartió entre los que fabricaban la torre.”

Era una sensación. Por primera vez se identificaba una de las lenguas de la famosa torre de Babel. Hasta entonces sólo era sabido que ascendían a setenta y dos, porque era el número de los descendientes de Noé, según recuento verificado por Isidoro de Sevilla. 

Marineo incluía una lista con una cincuentena de palabras vascas que había obtenido de un vizcaíno auténtico. Pero deslizaba la confusa aclaración de que los hispanos sin mezcla extranjera era de cuatro clases: gallegos, cántabros, vascones y asturianos. Los extranjeros, a su vez, aparecían divididos en cuatro tipos: griegos, judíos, cartagineses y romanos.

Uno de los primeros lectores provechosos del descubrimiento fue Martín de Azpilcueta, llamado Doctor Navarrus (1492-1586). En su Relectio c. Novit (III, 167) sostiene: “Los navarros y cántabros, cuyo idioma (que ahora llaman vasconicum) es el más antiguo de toda Hispania y del cual se sirven hasta hoy, nunca admitieron a los romanos, mientras sí lo hacían en todo el resto de Hispania, así como en la Galia.” La pasmosa noticia de que cántabros y navarros usaban el mismo idioma de raigambre bíblica y babilónica en el siglo XVI no pasó desapercibida a los apologistas de la vasquidad primigenia. 

El pasaje de Azpilicueta también muestra que de vasconicum deriva el adverbio vasconice, del cual procede “vascuence”, que era un término inofensivo, hasta que el nacionalismo decretó su carácter despectivo e injurioso en el siglo XX. 

Mientras tanto, la teoría del vasco como lengua de linaje babélica ganaba adeptos en Europa. Paulus Merula, jurista alemán que tenía la cátedra de historia en Leyden a finales del siglo XVI, reprodujo la lista de palabras vascas y la opinión babilónica de Marineo en su Cosmographia. Y el cronista guipuzcoano Esteban Garibay (1533-1599) fue el primero en identificar a Tubal, el constructor de la torre de Babel que trajo consigo una de las setenta y dos lenguas a España, como el primer vasco de la historia.

La tesis de Garibay dio inicio a la feria de los apologistas de la vasquidad babélica, como Andrés de Poza y Baltasar Echave, que escribieron a finales del siglo XVI y principios del XVII sobre la antigüedad y nobleza de la primera lengua hispánica. 

Ya en el siglo XVII el vascoiberismo alcanzó impronta científica con el francés Arnaud d’Oihenart (1592-1667), abogado, historiador, poeta y recolector de proverbios. Como lírico, era admirador del Siglo de Oro español, sobre todo de Lope de Vega y Góngora, y destacó en la fábrica de alejandrinos escuadrados implacablemente a base de palabras inventadas y conjugaciones perfeccionadas. En su labor de recogedor de refranes, imitó al marques de Santillana, y publicó una recopilación de 706 proverbios vascos, muchos traducidos del español por él mismo. Inspirado en un texto de Estrabón, decretó la unidad lingüística primigenia de lusitanos, galaicos, astures, cántabros, várdulos y vascones, siendo el vasco el idioma original de todos ellos, y la lengua que engendró el español. El tenor de su investigación se refleja en su introducción a Proverbes et Poésies que se publicó en París en 1657: 

“La lengua vasca (que es la misma que la antigua española, como mostré en otra parte) tuvo sin duda sus letras y caracteres propios para escribir […] Pero como los romanos, tras haber quedado dueños de la mayor parte de España, se dedicaron a arruinar la lengua de ese país para implantar la suya, no tuvieron dificultad en introducir su modo de escribir.”

Seguidor de Oihenart fue el jesuita José de Moret (1615-1682) cronista oficial del reino de Navarra, muy influyente en autores e historiadores posteriores, como el también jesuita Manuel Larramendi (1690-1766), fabricante del Diccionario trilingüe del castellano, bascuence y latín, en cuya introducción proclama que la mayor parte del castellano y del latín procede del vasco. No todo el diccionario de Larramendi es falso, pero eso apenas mengua su alta calidad de disparatario.

Larramendi se revela también como el más notable precursor del racismo vasco en su Corografía ó descripción de la Muy Noble y Muy Leal Provincia de Guipúzcoa, y su frenesí vascocantabrista alcanza momentos delirantes en sus escritos  Sobre los Fueros de Guipúzcoa, redactados hacia 1756:

“La nacion bascongada, la primitiva pobladora de España y aun de vecindades […] Haremos una Republica toda de Bascongados y en su origen primitivos españoles […] De esta suerte, si elegiéramos rey, será y se llamará Rey de Cantabria, y se le dará el Reino […] Guerras tendremos que sustentar. Sea así. Pero serán guerras cantábricas, cuyo nombre debe infundirnos aliento. Somos descendientes de aquellos valientes cántabros y aún late su sangre y valor en nuestras venas.”

Con esos mimbres guerreros trabajó el historiador Ignacio Iztueta (1767-1845), quien compuso una historia de Guipúzcoa donde eran vascos puros Jafet, su padre Noé, y todos los anteriores personajes bíblicos hasta Adán y Eva. Y luego vino Pedro Astarloa (1752-1806), quien se aplicó a la apología de la lengua vasca, depósito insondable de perfecciones, y dotada de un alfabeto cuyas letras tienen significación natural. A partir del vasco, Astarloa definió la perfecta gramática razonada, notable antecedente de la generativa. Su obra alcanzó prestigio y nombradía internacionales, y sedujo a Humboldt, Sabino Arana, y Caro Baroja, entre otros especialistas.

La primera conclusión de la contemplaciones místicas de Astarloa fue la extraída por Juan Bautista Erro (1753-1854), autor de un Alfabeto de la lengua primitiva de España, publicado en 1806, donde demostraba que los alfabetos fenicio y griego proceden del vasco, venerable inventor de las primeras letras naturales. De repente, todo el ibérico se podía leer fácilmente mediante la lengua vasca. La obra causó sensación y se tradujo al francés, inglés y alemán.

Lorenzo Hervás (1735‐1809) introdujo una ilustrada apertura de miras  en la lingüística española. Estableció por primera vez en Europa el parentesco entre el griego y el sánscrito, y la del hebreo con otras lenguas semíticas. También fue el primero en ver que no sólo había que comparar las palabras, sino también “el artificio gramatical” de las diferentes lenguas. Pero no pudo sustraerse a la seducción vascoiberista y en su Catálogo de las lenguas, que se remonta a la torre de Babel y “al tiempo de la dispersión de las gentes”, presenta “pruebas prácticas” de que los iberos trajeron el vasco, directamente y sin escalas, desde la abandonada construcción babilónica, a España, Francia, Italia, e islas adyacentes, de modo que se habló universalmente vasco babélico en dicha parte del mundo, hasta que llegaron romanos, fenicios, celtas y otros extranjeros.

El romanticismo alemán también se rindió ante el portento. Wilhelm von Humboldt (1767-1835) tenía por verdad venerable todo lo dicho por Hervás y, sobre todo, lo contemplado por Astarloa en su misticismo gramatical. En su época de ministro del rey de Prusia, Humboldt mantuvo una celosa pugna literaria y política con Erro, ministro del pretendiente don Carlos y descubridor de las letras naturales, sobre el legado literario de Astarloa. 

Entre 1801 y 1821. Humboldt publicó cuatro volúmenes sobre la lengua vasca, donde resumía los aspectos más destacados de la apología vascoiberista desde Larramendi a Hervás. Después de una primera estancia de dos días en Bayona y alrededores, en 1799-1800, Humboldt había concebido entusiasmado la posibilidad de conocer en Europa “una tribu pura y separada” que había salvado su lenguaje a lo largo de milenios. En su texto Ankündigung (1812) subraya que el vasco es un medio tan imprescindible para el estudio de las fuentes del español, que todo trabajo etimológico que se emprendiera sin su preciso conocimiento sería en última instancia imposible. 

El primer intento de lecturas epigráficas del ibérico fue obra de Emil Hübner (1834-1901). La compilación se publicó en Berlín bajo el título Monumenta Linguae Ibericae (1893). A partir de esas lecturas, Hugo Schuchardt (1842-1927) elaboró Die iberische Deklination. Fue un momento cumbre del vascoiberismo, ya desde 1877, Achille Luchaire, fundador de la filología gascona, venía proponiendo un parentesco estrecho entre el ibérico, el vasco y el aquitano. Como testigo del momentico ha quedado el monumento a los fueros de Pamplona, donde aparece un texto que se pretende vasco, y está escrito con un silabario ibérico erróneo copiado de un manual del principio del siglo XX.

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3 de enero de 2011
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Auster posthumano

Confieso aquí que al tener entre mis manos ‘Sunset Park', la reciente novela de Paul Auster publicada por Anagrama, mi primer impulso fue dejarla en su estante de la librería y buscar otro libro entre las novedades. Demasiado Auster últimamente, y demasiada decepción con Auster. Me había dejado a medias ‘Un hombre en la oscuridad' (2008), y antes había leído con creciente e insuperable irritación ‘Viajes por el Scriptorium' (2006) y visto en cine su segunda y descalabrada película como director, ‘La vida interior de Martin Frost', filmada ese mismo 2006. La anterior novela suya, ‘Invisible', que es del año pasado, la regalé sin llegar nunca a abrir sus páginas, y ahora, segunda confesión de este artículo, tendré que comprármela y leerla en acto de contrición, pues ‘Sunset Park' es una obra magistral, de lo mejor que ha escrito su autor, y de lo mejor que se ha publicado este año en traducción.

   ¿Es Auster todavía postmoderno, como señalan algunas de las reseñas citadas en la edición de Anagrama? Posiblemente lo intentara ser (o revalidar) en esos dos títulos suyos ante los que yo sucumbí como lector. ‘Sunset Park' tiene una estructura caleidoscópica muy ingeniosa, pero los juegos metaficticios que Auster introdujo con gran brillantez en la primera parte de su carrera y trilladamente después, aquí existen, aunque están al servicio de la narración, una historia familiar trágica y a la vez optimista, en la que se entrecruzan, como cristalizaciones nunca caprichosas, otros personajes ajenos al núcleo de los Heller y otras subtramas (la familia de las cubanas en Florida, el paralelo con el clásico film de Wyler ‘Los mejores años de nuestra vida') llenas de vigor y fascinación. El paisaje urbano de Brooklyn y ciertas obsesiones ‘austerianas' (el béisbol, las obsoletas tiendas de viejo) reaparecen en el libro, cuyo máximo logro para mí es la creación de un protagonista inolvidable, Miles Heller, el joven que arrastra la desdicha de un impetuoso manotazo dado en la infancia y que, en un bucle dramático muy sugestivo, Miles vuelve a dar en el desenlace, dejando la novela abierta por las consecuencias de ese segundo golpe, menos letal que el primero.   

     La postmodernidad de Auster, si sigue coleando en la cabeza del autor, aquí queda sin embargo tamizada por el intenso y delicado nivel emocional que marca ‘Sunset Park' desde su arranque y alcanza momentos auténticamente conmovedores, tanto en la historia de amor del protagonista con la avispada ‘lolita' Pilar como en el romance familiar de ‘los cuatro padres' de Miles, que acaba formando la espina dorsal del relato. Un ‘pathos' al que no le falta una cierta sordina cómica audible en bastantes de las páginas neoyorkinas de este libro excelente, que me ha deparado un doble placer: el de leerlo y el de calmar mi conciencia. Sigo a Auster desde sus comienzos, presenté un libro suyo en Madrid hace años, he coincidido en privado con él y con su familia más de una vez, y compartimos además la doble militancia de escritores tentados por la dirección cinematográfica. Verle en tan plena forma literaria y tan bien madurado humanamente me produce alegría y me hace olvidar esos traspiés que yo le vi o creí verle dar hace pocos años.

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3 de enero de 2011
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Marsias despellejado

Deshacer una biblioteca, sea por traslado, sea por hartazgo, es una de las tareas más interesantes que puede acometer un humano que haya superado la edad de los asuntos importantes. Quiero decir que llega un bendito día en el que lo único importante es lo trivial debido a la presencia constante de un gigante que proyecta su sombra sobre todo lo que hacemos. Ese coloso es de tal monumentalidad que no podemos prestar atención más que a su amenaza, de manera que la vida se convierte en un paseo entre flores por siniestra que sea la calzada. ¿Huelga de rufianes aéreos? ¡Qué ocasión para perder el tiempo en un aeropuerto leyendo rostros! ¿El hundimiento de la banca mundial? ¡Extraordinario momento para averiguar cómo se sobrevive sin un céntimo! Incluso acudir a los comedores de caridad se transforma en un valioso experimento y la esperanza de hacer nuevas amistades: "Oye, qué gorro tan apañado". "Pues es tuyo". "¡No, por Dios, no faltaría más!". "Vale, te lo cambio por tu bufanda". El coloso es demasiado brutal, estúpido y omnipotente como para que le demos importancia a las cosas de este mundo. A su lado, todo es banal.

     Es el momento, por lo tanto, de expurgar la biblioteca que es lo que vengo haciendo desde finales de noviembre, una tarea que puede parecer ingrata, pero que bien entendida proporciona mucha felicidad. Por ejemplo, acabar de una vez con todos los volúmenes de Luckács tan bien editados por Grijalbo. O los ensayos sobre filosofía de la religión de Max Weber, por favor, fuera de aquí ese monumento a la grandeza moral e intelectual. ¿Y qué me dices de Lucien Goldman, aquel del "dieu caché" y la visión pascaliana de la muerte? ¡Que le corten la cabeza! ¡Althusser! ¿Cómo ha osado este botarate permanecer durante tanto años junto a personas educadas como Aristóteles o Adorno? Te llegó la hora, frustrado fraudulento francés.

     Luego vienen las dudas. ¿Realmente he llegado a tal punto de sabiduría que puedo tirar por la ventana todo Sartre? ¿O me voy a quedar con el volumen sobre la imaginación? ¿O el que dedicó a Flaubert y asombrosamente le gustó a Vargas Llosa? Ya en anteriores expurgaciones salió expulsada y llorosa de esta biblioteca su irritante esposa, Simone de Beauvoir. Creo que debo largarlo también a él. Y a Dilthey. Y buena medida a Feuerbach, a Fichte, a Kierkegaard, no por desagradables sino porque ya se me pasó el momento de aprender de ellos, son poetas para gente joven y aguerrida. No obstante la mano se detiene al llegar a Ortega. ¿Qué hacer con Ortega? Nunca fue una gran cabeza, pero posiblemente, como los críos en sus crecidas, dio la medida de hasta donde puede llegar la inteligencia española. Debería servir como unidad de medida: este señor mide un cuarto de Ortega, aquel no mide ni un décimo, en cambio seguramente Heidegger viene a medir cien Ortegas y Wittgenstein ciento diez. No, no lo voy a tirar. Es, Dios me perdone, un escritor. Refitolero, ciertamente, y te llega a estomagar con sus afectaciones, pero es un escritor y no de los peores que ha dado la lengua española en una de sus etapas más desdichadas.

     A medida que avanzamos van apareciendo entre las sombras libros más peligrosos. Aquí nuestro ánimo vacila, la mano tiembla, la mirada se entenebrece, una garra helada nos oprime el corazón. Son como pedazos de uno mismo que flotan en el océano de la desmembración. Hojeo ahora el García Morente con el que comencé a entender algo (poco) de Kant. Está lleno de anotaciones entusiastas que ya no comprendo. No me importa una higa la versión cristiana de Kant que sostenía aquel señor tan elegante, lo que me importa es el ejemplar en cartoné, de lomo azul, uno de los primeros libros que me arrancó de lo cotidiano y comenzó a pasearme por las estancias de los grandes muertos, de Shakespeare, de Sófocles, de Spinoza, haciéndome ver que no lo tenido por más real es más verdadero. El primero, por decirlo de una manera gráfica, que me hizo ver las ventajas de vivir a lo grande.

     No debemos vacilar en estos momentos. Estamos dando pasos por un tablón tendido sobre un río de fuego y cualquier distracción significaría nuestra aniquilación. O lo que es igual, nos convertiría en odiosos sentimentales. Y los sentimentales hacen la vida imposible a los demás. ¡Justo ahora que es cuando más amamos a los demás! Así que: ¡Muerte al sentimentalismo!

     Nada, nada. García Morente a la hoguera. Lo siento. Lo siento mucho.

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3 de enero de 2011
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Un pasaporte, un salvoconducto

Tiene apenas treinta y dos páginas y una sobria cubierta azul. El pasaporte cubano parece más un salvoconducto que una identificación. Con él podemos saltarnos la insularidad, pero su tenencia tampoco garantiza que logremos tomar un avión. Vivimos en el único país del mundo donde para adquirir dicho documento de viaje hay que pagar en una moneda diferente a la que se reciben los salarios. Su costo de ?cincuenta y cinco pesos convertibles? significa para un trabajador promedio guardar el sueldo íntegro de tres meses en aras de conseguir ese librito de filigrana y hojas numeradas. Sin embargo, en este principio del siglo XXI ya no es tan inusual encontrar a un cubano con pasaporte, algo raro en los años setenta y ochenta, cuando sólo unos pocos elegidos podían mostrar uno. Nos volvimos un pueblo inmóvil y los pocos que salían iban en misión oficial o camino al exilio definitivo. Cruzar la barrera del mar era un premio para los fieles y la gran masa de los ?no confiables? no podía ni soñar con dejar atrás el archipiélago. Afortunadamente, eso cambió gracias quizás al arribo de turistas que nos contagiaron la curiosidad por el afuera o por la caída del campo socialista que puso al gobierno ante la evidencia de que ya no podría regalarles ?viaje de estímulos? a los más leales. Ahora, en cuanto consiguen nacionalizarse en otro país, mis compatriotas respiran aliviados de contar con otro documento de identificación que les devuelva el sentido de pertenencia a algún lugar. Unas breves páginas, una carátula forrada en piel y el escudo de otra nación, pueden hacer la diferencia. Mientras, el librito azulado donde dice que nacieron en Cuba, queda escondido en la gaveta, a la espera de que algún día sea motivo de orgullo y no de pena. *Aprovecho para contar que la oficina de Inmigración y extranjería mantiene retenido mi pasaporte desde mi última solicitud de permiso de salida. ¿Habré pasado a ser una indocumentada?

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3 de enero de 2011
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Charles Simic en castellano

Charles Simic Guillermo Saccomanno hace una reseña de uno de mis poetas contemporáneos favoritos, el norteamericano (nacido en Serbia) Charles Simic. La nota aparece en Radar Libros y es a raíz de la publicación en castellano de una antología: La voz a las tres de la madrugada, editada por DVD Ediciones.  Dice Saccomanno:

Si hay un poeta contemporáneo que no se manda la parte con el dolor padecido, y es tal vez uno de los más geniales en lengua inglesa contemporánea, ese es el serbio Simic: ?El humor del siglo XX es ontológico. Es una interrupción permanente, una visión del mundo y una filosofía de vida. El mundo es una comedia para quienes piensan y una tragedia para quienes sienten. Considerando lo que nosotros, los que escribimos, hacemos, no se puede excluir una de las dos: ni la comedia ni la tragedia?. La biografía de Simic incluye datos cómicos y trágicos ?como la vida misma? y puede confirmarse al leerlo que, con el mismo talante que descree de los absolutos, desconfía de la solemnidad del ser poeta. Hay algo del gesto desprejuiciado de su compatriota Kusturica en su temperamento, pero con menos cornetas, más sutil y reflexivo. ?Cada uno lleva a la espalda/ su carga de hechos trágicos, exactamente igual que en la tragedia, según el preciso sentido que los griegos/ pensaron de un modo, sin embargo, imposible/ de representar hoy en día?. La suya, pletórica de ironía, con una amargura que, sin ser perdonavidas, aspira a la comprensión de la comedia humana, es una poesía que tiene poco que ver con la de sus contemporáneos atribulados por cuestiones metafísicas. Es que la poesía de Simic conjuga tanto el exterminio como la ternura, el vino como el orgasmo, y es en esta alternancia donde se vuelve radicalmente vital. (?) Fracasado como pintor, comprobando que carecía de las dotes necesarias, probó en su poesía la búsqueda que Cornell, el artista pionero del surrealismo norteamericano, siguiendo a Duchamp, perseguía con sus cajas en las que incorporaba toda clase de objetos. Desde los más insignificantes y descartables hasta aquellos que podían ser valiosos ya no por su precio sino por el valor íntimo, personal. En esta fascinación por el arte de Cornell, Simic llegaría a escribir un ensayo en prosa poética sobre éste, Alquimia de tendejón, refiriéndose a esos negocitos que venden baratijas decorativas, nimiedades ornamentales, souvenirs y otras kitschadas que tanto tienen que ver con una estética de todo por dos pesos. Desde esta perspectiva, Simic empieza a darle importancia en su poesía a los objetos menos prestigiosos (sábanas sucias, chatarra, persianas, electrodomésticos), al paisaje (hoteluchos, callejones, rutas, hospitales), a sus habitantes (hombres sándwich, pordioseros, locos sueltos) y su poesía se torna de esta forma, en estrofas en superficie desconectadas, como una caja de Cornell, en la alquimia de un objeto que se presenta con gratuidad inocente y otro que, no tanto, evoca una sensación que puede provenir de un hecho que integra el propio pathos. Entonces cada uno de sus poemas puede ser leído como una caja en la que se ensamblan objetos, seres y experiencias y en su conjunción en apariencia anárquica cobran un sentido coherente donde lo real es una historia que circula subterránea, secreta y no tanto. (?) A Simic no le inquieta, como a Beckett, la cuestión de ser un extraterritorial. Siendo serbio, se siente estadounidense por elección: toda su obra poética la escribe en inglés. Su lengua natural, en la que se mueve como un prestidigitador, es la de adopción, la de la ciudad colmena y enjambre caótico que eligió para vivir, Nueva York, y sin la que no puede escribir una línea, porque si algo destilan los poemas de Simic es su filiación en lo urbano, tanto callejero como doméstico, humanizado en sus esplendores y miserias. ?Diez mil Fords están aquí ociosos en busca/ de una tradición?, había escrito unos años antes el poseído Robert Lowell, extraviado en internaciones psiquiátricas y con intenciones poéticas que serían complementarias en Simic. Escribe Simic: ?Millones de habitaciones vacías con las televisiones encendidas./ Yo no estaba allí pero podía verlo todo?. Su notable traductor Martín López Vega ha seleccionado algunos pensamientos, aforismos y chispazos que describen su perspectiva de Estados Unidos: ?El Sueño Americano consiste en ganar mucho dinero sin dejar de ser visto como una víctima?. ?Somos la envidia del mundo. Todos nuestros demonios van a misa los domingos?. ?Nueva York es un lugar demasiado complejo como para tener sólo un ángel y un demonio?. Asimismo Simic denuncia en sus versos: ?Murieron millones de personas: todo el mundo era inocente. / Yo me quedé en mi cuarto. El Presidente / hablaba de la guerra como de una mágica poción amorosa?. Sin embargo, Simic descree de la poesía comprometida: ?El poeta simplemente reacciona frente al mundo y el mundo es un lugar desagradable para vivir. Incluso en los Estados Unidos. Pensemos en lo pobladas que están las prisiones, donde los negros y los latinos son mayoría, una cantidad superior que en otras partes del mundo. Todo esto deviene inexorablemente en poesía, pero no tiene por qué ser un programa político o didactismo?. Para Simic la denuncia, expresión de la tragedia, no impide, como dije, el paso de comedia. Y este es el lugar donde en un larguísimo poema, ?Hablándole al techo?, le rinde un homenaje de ritmo interruptus con humor lunático al insomnio: ?¡La verdad desnuda, tendrías que haber visto sus tetas!?. O bien: ?El cerebro del insomne es un tren de juguete?. Y en este clima, sumido en la desesperación, se pregunta: ?¿Acaso he sido nombrado vendedor oficial de fósforos de la oscura noche del alma??. A la vez: ?El siglo huracanado da vueltas en mi cama?. O: ?Le gruñí al espejo hasta que me dio la espalda?. Por qué no, en este trance de iluminaciones insomnes: ?Altas horas de la noche. San Juan de la Cruz/ Y Blaise Pascal, canas en un auto patrullero?. Y cerrando: ?La tinta del infinito se me ha derramado encima/ y me ha dejado unas manchas enormes?. Y ya casi en el final de esta serie de relampagueos, concluye: ?Sólo soy un pobre muchacho que está lejos de casa?. (?)

Si un don tiene la antología La voz a las tres de la madrugada es que, exceptuando unos escasos galicismos, permite seguir la evolución de Simic en lo que va desde 1986 hasta 2001. Y en este proceso, lo que puede advertirse con precaución meditativa, es que su composición empieza a inclinarse a una conclusión sobre el mundo en la que tragedia y comedia se funden en un armisticio que apunta ya no a la salvación del alma sino a una mirada retrospectiva y agradecida que se dispone, a cierta edad, a enfrentar el pasaje al otro lado: la muerte. Por qué no la convicción de que, al modo Vallejo, cada día puede gustarte menos la vida pero siempre es hermoso vivirla. Simic escribe así ?Fines de septiembre? ?y vale la pena reproducir el poema entero?: ?El camión de correo recorre el litoral/ transportando una única carga./ Al final de un largo muelle/ una gaviota aburrida mueve las patas de vez en cuando/ y se olvida de anotarlo. Hay una amenaza en el aire/ de tragedias a punto de producirse.// La noche pasada te pareció oír la televisión /en la casa de al lado. / Estabas seguro de que relataban/ algún nuevo horror,/ así que saliste a averiguarlo./ Descalzo, en pantalones cortos./ Era tan sólo el mar exhausto/ después de tantas vidas perdidas/ intentando salir corriendo hacia algún sitio/ sin haber llegado jamás a ningún lado.// Esta mañana parecía domingo./ El cielo cumplió su parte/ no proyectando ninguna sombra sobre el muelle de madera/ ni sobre los chalets alineados,/ y entre ellos se ocultaba una pequeña iglesia/ con una docena de tumbas grises apiñadas/ como si ellas también tuvieran escalofríos?. Pero, atención, por más conmovido que un lector que se precie de sensible pueda encontrarse, nada que hacer, Simic no se toma en serio del todo el asunto: ?Soy un filósofo medieval en el exilio?, anota. Y como para cerrar: ?Rezarás a Dios pero él habrá colgado el cartel de ?No molestar?/ No me preguntes más, esto es cuanto sé?.

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3 de enero de 2011
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Las novedades del 2011

La nueva novela de Murakami a comienzos del 2011 Se terminó el 2010 y se acabaron ya las listas de Lo Mejor del Año. Ahora empieza una nueva etapa: lo que se viene en el 2011. En el ABC adelantan algunos de los títulos del primer trimestre:

La abundante cosecha de narrativa española estará encabezada porJuan Marsé, que en ?Caligrafía de los sueños? (Lumen), presenta una historia de desamor ambientada en la Barcelona de la postguerra. Otras novedades serán ?Aguirre, el Magnífico? (Alfaguara), de Manuel Vicent, biografía novelada de Jesús Aguirre; ?El hombre del corazón negro? (Destino), de Ángela Vallvey; ?Cosas que ya no existen? (Tusquets), de Cristina Fernández Cubas; y ?Tanta pasión para nada? (Alfaguara), un volumen de relatos de Julio Llamazares.También aparecerá el inclasificable ?Azul sobre azul? (RBA), deManuel de Lope; o ?La flor del Norte? (Planeta), de Espido Freire. La ficción latinoamericana estará representada por una nueva novela póstuma de Roberto Bolaño, ?Los sinsabores del verdadero policía? (Anagrama); así como por ?La trilogía de la espera?, con las tres novelas de Antonio diBenedetto en un solo volumen (El Aleph); y ?La muerte de Montaigne? (Tusquets), de Jorge Edwards.?El último cuaderno? (Alfaguara), recoge los textos que Saramago escribió en su blog en 2009 y 2010. Del panorama internacional destacan también ?La herencia Wilt?, quinta entrega del célebre personaje de Tom Sharpe; ?La viuda embarazada?, de Martin Amis; y ?Solar?, de Ian McEwan, todos en Anagrama; y la nueva novela de Philip Roth, ?Némesis? (Mondadori).En este trimestre también llegarán los dos primeros volúmenes de la trilogía ?1Q84? (Tusquets), de Haruki Murakami; ?Por una buena causa? (Galaxia Gutenberg/Círculo), de Vasili Grossman, sobre la batalla de Stalingrado; la autobiográfica ?A la caza de la mujer? (Mondadori), de James Ellroy; y ?Chico de ojos azules? (Duomo), deJoanne Harris. Frederick Forsyth, con ?Cobra? (Plaza); Javier Sierra con ?El ángel perdido? (Planeta); y Nora Roberts -autora de 130 libros y 85 millones de ejemplares vendidos- con ?La piedra pagana? (Suma) serán algunos de los ?bestseller? del año.

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2 de enero de 2011
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Merecen hacerse ricos

La rubia guionista Kater Gordon, ganadora del Emmy por un capítulo de Mad Men, despedida luego de unas semanas sin explicaciones. En la mencionada encuesta de El País ?¿Por qué escribo?? leo la primera parte de la respuesta de Kirmen Uribe:

En noviembre de 2007 tuve la suerte de asistir como escritor invitado a la clase de escritura creativa de Anthony MacCann, en el CalArts de Los Ángeles. Anthony me contó que los mejores de cada promoción son fichados por las grandes productoras para trabajar como guionistas de series de televisión. Se hacen ricos. Los ?peores?, por el contrario, se dedican a la poesía.

Y como absoluto fan de las series gringas de TV que soy, debo decir que no me sorprende que los mejores escritores estén ahora redactando para Mad Men, Lie to Me, lo que fue The Wire o Lost, o incluso la ahora desmejorada Dr House. Y tampoco por qué cada vez el nivel narrativo norteamericano es más desnivelado. 

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2 de enero de 2011
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El ciego es rey

No nos basta con el tuerto. Ve demasiado. Hay que poner directamente al ciego al frente, para segurarnos que hemos tomado exactamente el recorrido más difícil y errado. Es lo que sucede con la presidencia semestral de la Unión Europea desde que entró en funcionamiento el Tratado de Lisboa, el 1 de diciembre de 2009, tres a estas alturas, la española en el primer semestre de 2010, la belga en el segundo y la húngara, que ahora empieza, en la primera mitad de 2011.

El primer semestre de la presidencia española empezó con la crisis y el persistente negacionismo del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ya no sobre su existencia, sino sobre sus efectos en la economía española; y terminó en propiedad aquella noche del 9 de mayo en que fue la UE en su conjunto, con Alemania al volante, la que tomó las decisiones drásticas a las que no se había atrevido nadie en España. El trimestre belga ha sido notable. Bélgica no tiene gobierno desde el 26 de abril de 2010 y ha conseguido atravesar su entera presidencia sin tenerlo todavía. Los resultados de las elecciones de 13 de junio obligaban a gobernar juntos a dos partidos casi metafísicamente incompatibles, como son los socialistas valones y los nacionalistas flamencos de la Nueva Alianza Flamenca, o a buscar una fórmula de gobierno mucho más difícil en un parlamento cuarteado y dividido. La amenaza de secesión ha crecido durante la presidencia europea, con no poca ironía: cada presidencia parece ejemplificar lo contrario de lo que debe hacer, en este caso la ausencia de gobierno para gobernar Europa y la falta de consenso y el separatismo para promover la unidad europea. Faltaba el caso de Hungría para poner las cosas todavía más difíciles. El gobierno derechista de Viktor Orban se estrena como presidente europeo con la aplicación de una ley sobre medios de comunicación, que introduce controles y censuras insólitas hasta ahora en territorio de la UE. Prevaliéndose de una victoria electoral arrolladora, que ha dado a su partido Fidesz más de los dos tercios del parlamento, Orban está gobernando a su aire, tentado por políticas populistas y antieuropeas. En 1993 la UE fijó las condiciones para el ingreso de nuevos miembros, en previsión de una oleada que incluyó a Hungría. Eran tres los criterios fijados en la cumbre de Copenhague: la preservación de los derechos humanos y de la democracia; el funcionamiento de la economía de mercado; y la aceptación del entero acervo legal de la UE. No es seguro ahora que Hungría pudiera cumplirlos. No es el único país que tendría dificultades para pasar aquel examen. Pero probablemente tampoco lo pasaría la UE considerada en su conjunto como un país.

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2 de enero de 2011
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El Boomeran(g)
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