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Mañana hay Nobel, señores

Bob Dylan ¿premio Nobel de Literatura? Hagan sus apuestas. Mañana hay Premio Nobel de Literatura, como todos los primeros jueves de octubre de cada año. Recuerdo cómo recibí la noticia el año pasado (el premio Nobel que me hizo más feliz, el de Vargas Llosa): En una cama del Hospital Universitario Princesa en Madrid, con tramadol y pastillas para dormir y una pierna rota. Este año recibiré la noticia (pero Alá sabe más) entre amigos, en México, con bastón.  Aquí una nota de Daniel Arjona sobre la famosa casa de apuestas Ladbroke. Buena pregunta: ¿La Academia podrá darle el Nobel a un músico? Es interesante ver cómo Bob Dylan sube en las apuestas. No suelen ganar los que están arriba, pero hay que ver a los que vienen subiendo. Siempre es posible un soplo. Murakami olvídenlo, eso no sucederá. Este año, estoy convencido, le toca a un poeta.

¿Puede un músico ganar el Nobel de Literatura este jueves? No se trata de un cualquiera sino de un compositor de extraordinario éxito popular, autor de la considerada como la mejor canción pop de todos los tiempos: Like a Rolling Stone. Se trata de Bob Dylan, nacido Robert Allen Zimmerman en Duluth (Minessotta) en 1941, y en la casa de apuestas Ladbrokes se ha alzado hoy a la primera posición que sólo paga 5 a 1. Siguen el poeta sirio Adonis (6-1), el novelista japonés Murakami (8-1) y otro poeta, el sueco Tranströmer (10-1).Pero, ¿son las apuestas un indicativo fiable o un indicativo a secas de lo que ocurrirá? Pues a tenor de lo ocurrido años atrás la respuesta sería no? o tal vez sí. El año pasado resultaron un fiasco: Tranströmer y el nigeriano Ngugi wa Thiong?o ocuparon hasta el último minuto las primeras posiciones de Ladbrokes y allí se quedaron con cara de poker cuando el nombre de Mario Vargas Llosa sobresaltó a los medios de comunicación. En 2009 la rumano-germana Herta Müller tampoco ocupaba un buen lugar en las apuestas.La polémica saltó un año antes, en 2008, cuando la subida insólita la noche antes de que se fallara el galardón de Jean-Marie Gustave Le Clézio desencadenó una investigación interna de la propia Academia Sueca por posible filtración de información reservada cuando al día siguiente el francés se llevó el Nobel?, y alguien mucho dinero.Lo que sí es cierto es que este año, multiplicada por el tremendo barullo de las redes sociales, la ludopatía literaria anda más viva que nunca. Con el ojo puesto en las casas de apuestas, escritores, editores y lectores se juegan sus nombres y argumentos en las mesas de juego de Twitter y Facebook. ?Toca Murakami, por su popularidad y por Fukhusima?. ?Tranströmer, será Tranströmer, que no se premia a un poeta y menos aún a un sueco desde hace la tira?. ?Sin duda ganará Adonis, recordad la Primavera Árabe?, etc. 

Por cierto que leer la actualización de hoy de la página de apuestas es muy interesante. Buenas noticias: Peter Nadas en una buena posición, el subidón de Antonio Lobo Antunes, el 33/1 de John Banville y de Colm Toibin, dos autores que han empezado su prestigio en este siglo (igual que Murakami). La presencia del escritor somalí Nuruddin Farah no puede dejarse de lado, un autor políticamente correcto es una carta que siempre se puede sacar sobre todo en una lista de candidatos como la de este año donde las mujeres parecen no tener mucha acogida (Farah es un activista de los derechos de la mujer en Somalia). Al parecer, salvo que la Academia dé un golpe en la mesa y decida dárselo a un poeta (este año el de Medicina se lo dio a un autor póstumo, las reglas están para romperse) toca un premio compensatorio y, en ese sentido, África y la poesía son los que están en ?debe?.

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5 de octubre de 2011
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III. Gourmet y gourmand

En esto, ya se ve que los sibaritas de origen eran a la vez nefelibatas, por ingenuos, lo que prueba que ambos términos no son contradictorios para nada. Pero ya se sabe que quienes retienen por fuerza o por maña el cetro en la mano, y pugnan por quedarse hasta su vejez sentados en la silla del poder, tan mullida y tan cómoda, son los que saben hacer bailar no sólo al caballo, sino también al jinete, esta vez con el dulce y armonioso sonido de las monedas de oro; áureo sonido, como diría Rubén,  pues no hay manera más eficaz para desconcertar una batalla política, sobre todo si es electoral, que la corrupción, tan en boga en nuestros tiempos.

            Pero también Rubén era un gourmet. El gourmet goza comiendo, saborea a fondo cada bocado, usa su paladar como instrumento de placer, y no es de ninguna manera un goloso que devora de manera desbocada y busca rellenarse la tripa hasta decir no más. Estos son los gourmands, o sea, los glotones, culpables de gula, uno de los siete pecados capitales, y que se exponen, por tanto, a ser abrasados en las llamas del infierno como los personajes de aquella inolvidable película de Marco Ferreri, La grande Bouffe (La gran comilona) donde los personajes, cuatro viejos amigos, se encierran a hartarse hasta morir reventados, el más singular de los suicidios. Por supuesto que Rubén nunca fue un glotón, porque eso contradice las estrictas reglas del sibaritismo, y un nefelibata, de paso ligero entre las nubes, tampoco se atiborra hasta caer morado.

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5 de octubre de 2011
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El mito de la guerra limpia

Los márgenes de error pueden disminuir, pero es muy difícil que desaparezcan. La guerra de los drones, ahora tan de moda, también mata a inocentes. Recibimos datos de su eficacia cuando los golpes teledirigidos se llevan por delante a algún enemigo destacado de Washington, pero nada se nos dice sobre la cantidad de víctimas inocentes que caen por su proximidad física con los presuntos culpables o sencillamente por errores en la información recogida sobre el objetivo. Algunos especialistas aseguran que el nivel de error es tan alto como para poner en cuestión el método, sin necesidad de entrar en otras consideraciones, por importantes que sean, de tipo jurídico y moral.

El principal problema que plantean los drones en el plano político es que pueden servir para liquidar a enemigos de Estados Unidos pero poco contribuyen a ganar partidarios entre la población civil. De ahí que puedan producir incluso efectos contraproducentes y conduzcan a perder políticamente las guerras que se vencen militarmente. Algo así es lo que está ocurriendo en Afganistán y Pakistán, donde muchos terroristas han sido eliminados pero no se ha avanzado mucho en ganarse la simpatía y las voluntades de unos civiles que se sienten atacados y perseguidos por la superpotencia. Algo similar puede estar ocurriendo en Yemen, donde la CIA ha efectuado su último y más espectacular golpe en mitad del caos de las protestas, la represión y combates entre grupos armados. En el caso yemení, la guerra de los drones tiene este inconveniente suplementario. Se produce en un territorio donde ahora mismo hay numerosos enfrentamientos y guerras civiles cruzadas entre el gobierno del dictador Ali Abdulá Salé, disidentes de su ejército, guerrillas tribales y la población civil que quiere terminar con el régimen. De momento, el golpe teledirigido que terminó con Al Aulaki puede servirle al presidente Salé para reforzar su posición y evitar el cumplimiento del acuerdo, varias veces firmado y otras tantas incumplido, de abandonar el poder. Es probable, incluso, que este haya sido el objetivo diseñado desde la CIA, como una contribución a la tarea estabilizadora y contrarrevolucionaria de Arabia Saudí. El mito de la guerra limpia está asociado a la tecnología. La primera guerra del Golfo ya nos transmitió la idea perversa de que se podía hacer la guerra con golpes de precisión desde el aire. Los vídeos verdes fosforescentes donde se podían ver supuestos objetivos militares alcanzados pretendían ilustrarla y demostrarla. Pero después las informaciones y las imágenes de la devastación entre la población civil fueron destruyendo con gran rapidez aquella candorosa mitología militar. Ahora, con el golpe de Yemen, esta guerra de los drones pinta como todo lo contrario de la guerra limpia. Puede que sea sucia incluso en su objetivo político. (José Ignacio Torreblanca daba ayer en su estupendo Café Steiner algunos enlaces sobre la guerra de los drones. Ahí van dos más muy sugerentes: uno ya clásico de Jane Meyer en New Yorker y otro más reciente de Michael Moran en GlobalPost).

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4 de octubre de 2011
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El 7 de Octubre regresa Peter Stamm al castellano

El 7 de octubre aparece, por la editorial Acantilado, la nueva novela de Peter Stamm Siete días. Para aquellos que, como yo, pensamos que Peter Stamm está en la lista de los cinco autores imprescindibles del siglo XXI la noticia no podía ser mejor ni más esperada. Incluso eufórica. Ahora empieza la ansiedad de saber cuándo llegará a Lima, cuándo y quién viajará a España para conseguir un ejemplar, si lo conseguiré pronto, más o menos pronto, en unos meses, un año? Mi cumpleaños se acerca, por si acaso. Soy Libra del segundo decanato. ¡Oh Nuevo Libro de Peter Stamm, ya no me eres esquivo, rompamos la tela de este dulce encuentro! PD.- Peter Stamm presentará su libro en Barcelona el 3 de noviembre.

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4 de octubre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica

I Conservar la memoria

Preliminar

Decía hace unas semanas que este foro sería en lo sucesivo ocasión de evocar de manera relativamente sistemática ciertos temas claves de la filosofía fundamental.  Asunto central entre los abordados era el de nuestra  representación convencional de la naturaleza,  sustentadas  en principios lógicos y epistemológicos (causalidad, determinismo, independencia de los fenómenos respecto a su constatación y archivo por el espíritu humano, etcétera) que la Mecánica Cuántica parece poner  en entredicho.

Tema complementario es el de la naturaleza humana y de su determinación a partir de aquello que los griegos y particularmente Aristóteles designaban por el término techné, parcialmente conservado tanto en lo que denominamos arte como en lo que denominamos técnica (de herrero se ha llegado a calificar al artista Eduardo Chillida). La techné  no sería una modalidad más compleja de una potencialidad que en su generalidad compartiríamos con otros animales, sino expresión primordial de las facultades que singularizan al ser humano en el registro animal.

En las próximas columnas se intenta mostrar la vinculación entre ambas temáticas:

Sabido es que  las fascinantes conjeturas, de entrada  meramente teóricas, de algunos de los grandes de la física  multiplican su impacto cuando surge el experimento técnico al que desde su propia formulación  están apelando. Mas la física cuántica (disciplina que mayormente determina nuestra época) no sólo vincula intrinsecamente el aspecto experimental y el aspecto técnico sino que en esta vinculación  pone de relieve que el technités (el ser marcado por la techné) que nosotros constituimos  es quizás la condición  de posibilidad de que se den las propiedades mismas  que la técnica accede a medir, dando apoyo así a la vieja  idea de que el hombre es efectivamente medida de todas las cosas.

En un momento en el que tanto  en  la homología genética entre el ser humano y otras especies animales como en  la existencia de complejos maquinales que dan base a la idea de inteligencia artificial se buscan razones para poner en entredicho la  subversión que supuso la aparición  de la especie humana en el marco de la historia evolutiva, y la irreductibilidad del lenguaje humano (por ende del pensamiento vinculado al mismo),  la persistencia de las aporías que desde hace casi cien años llenan de estupefacción a los grandes de la reflexión cuántica se erige en soporte para el mantenimiento de posiciones humanistas.

 El punto de arranque de las próximas reflexiones será la glosa a un diálogo científico-filosófico de dos conocidos  paleoantropólogos. De las recientes tesis sobre nuestra afinidad con el hombre de Neandertal  pasando por consideraciones sobre el papel del control del fuego en la historia de la técnica, desembocaremos en  ese punto culminante del devenir de la técnica que es la medición cuántica, apuntando a mostrar que esta medición tendría en el espíritu humano un límite insuperable. Tal limite constituría el indicio mayor de la imposibilidad de alcanzar una ciencia del hombre, es decir, imposibilidad de reducir  ese paradójico fruto de la evolución que es el ser humano humano a la condición de mera cosa natural entre las cosas naturales.

 

                                                            ***

 

"Los hombres empiezan, y han comenzado siempre a filosofar movidos por el estupor"

Rememoraba esta célebre sentencia de Aristóteles al leer las páginas finales de un  coloquio  aun inédito  en el que el paleontólogo Jordi Agustí  y el arqueólogo Eudald Carbonell  son invitados a explanarse sobre sus emociones ante algún hallazgo indiscutible en sus carreras. Si Agustí evoca su primer cráneo de homínido en el yacimiento de Dmanisi (Georgia),  Carbonell prefiere referirse a  momentos de sus excavaciones con el equipo de Atapuerca, uno de ellos vinculado al descubrimiento de un canino humano que constituía un indicio fiable de la presencia de homo antecesor, primer homínido que habría evolucionado en el continente europeo

 Jordi Agustí nos habla de una compulsión a mirar cara a cara aquel cráneo, que encerraba una memoria sagrada  de dos millones de años, la cual de alguna manera se trataba de sondear. Eudald Carbonell evoca por su parte la  recompensa que momentos así suponen para la actitud misma del científico, para quien el hallazgo más que una respuesta supone un nuevo aliciente para proseguir su inmersión en terrenos desconocidos, cuando no inquietantes, armado exclusivamente con las armas de la razón.

A la pregunta sobre la sociedad en la hubieran querido insertarse, ambos manifiestan una nostalgia de vida en atmósfera filosófica: al paleontólogo le habría gustado  el  trato con los ilustrados enciclopedistas franceses, en cuya obra se gestó, nos dice, lo que ahora somos; al arqueólogo no le hubiera importado ser miembro de aquella escuela jónica que hace  2500 años formulaba las preguntas que a todos nos conciernen sobre los principios de la naturaleza elemental, la naturaleza viva y el ser del  hombre.

Del ser del hombre, de la cuestión filosófica esencial,   trata este diálogo, a la vez  con modestia, alta competencia y claridad cartesiana. Y la plantea, como no podía ser menos dados sus protagonistas, respetando las etapas, es decir, archivando las respuestas que la ciencia puede aportar y sirviéndose de ellas como peldaño para abrir el horizonte a la cuestión filosófica que dejan entreabierta para quien quiera asumirla con las alforjas bien guarnecidas.

Dada la enorme resonancia que tienen en nuestro tiempo las disciplinas de las que aquí se trata, la anfitriona del  encuentro, que con sus preguntas canaliza el discurso, lleva a Carbonell y Agustí a dar respuesta a asuntos que el común de los ciudadanos se plantea, por ejemplo el de la relevancia del complejo Atapuerca, tan mediáticamente aireado como, a menudo, desconocido por lo que se refiere a su auténtica significación. Inmersos en el coloquio   hacemos nuestra la discusión hermenéutica a la que dan lugar los hallazgos de dos de sus yacimientos. Así por ejemplo, sentado que en La Gran Dolina los fósiles más antiguos corresponden a Homo antecesor y en La Sima de los huesos a   Homo heidelbergensis, (antecesor inmediato de los neandertales), surge la controversia sobre si se trata de la evolución de una población exclusivamente  europea o si más bien habría una rama africana de  Homo heidelbergensis, la cual, hace  600000 años habría ya dado lugar a una expansión out of Africa.  Y como sugería, es un privilegio que dos especialistas de tal nivel nos hagan participar de estas diatribas sobre la evolución de especies emparentadas a la nuestra, sin que la exigida claridad suponga simplificación caricaturesca.

Pero nuestro interés se acrecienta aun cuando de  la mera discusión sobre aspectos, técnicos de teoría evolutiva  relativa al genero homo, pasamos a cuestiones fronterizas con la antropología filosófica. El mismo yacimiento de Atapuerca da la oportunidad a la hora de preguntarse por la significación de la impresionante acumulación de restos humanos en la Sima de los huesos. Hay discusión sobre si fueron arrojados a la sima  o si estaban  simplemente en el interior  de la cueva y su inmersión fue resultado de movimientos sísmicos. De tratarse- como sostiene Carbonell- de homínidos arrojados intencionalmente, ya cadáveres (de lo cual sería indicio la ausencia de fracturas craneales y postcraneales relevantes) y de manera simultánea o muy próxima en el tiempo, la pregunta se impone: ¿cuál era la razón? Ritual funerario sin duda. Mas, desde un punto de vista de la economía evolutiva ¿ dónde reside el interés?

 En un a época de canibalismo, inhumar cadáveres de seres próximos  era desde luego  una forma de evitar que fueron objeto de rapiña y consumo por otros grupos, pero tras  este mismo deseo de protección Agustí apunta a una razón de enorme peso: inhumas a aquel en quien te reconoces, inhumas a un espejo verídico  de tí mismo, lo cual es quizás indicio de que la autoconciencia se forja en el sentimiento de una singular alteridad, un otro...yo, una  identidad  compleja.

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4 de octubre de 2011
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El poder soberano

El poder soberano es el que tiene derecho a disponer de la vida de los súbditos. Es así en sus orígenes remotos y sigue siendo así en esencia en las formas más evolucionadas de la soberanía, que rige o venía rigiendo hasta ahora en los límites acotados de un territorio. Siempre se ha creído que la superación de las soberanías nacionales se produciría por su reabsorción desde nuevas instancias multilaterales. Este sería el caso si llegara a existir una jurisdicción penal internacional con capacidad y mandato para actuar en cualquier rincón del planeta. El derecho a disponer de la vida de los seres humanos quedaría confiado así a una suprema instancia del derecho.

Algo se ha avanzado en esta dirección, como muestra la notable actividad de la Corte Penal Internacional en la persecución de los criminales de las guerras balcánicas. Pero en paralelo ha avanzado otra ámbito de acción soberana universal, ajena al derecho, y que por ello mismo no puede merecer el nombre de jurisdicción, como es la ejecución sumaria sin detención previa, sin investigación probatoria ni juicio público y contradictorio por parte de las autoridades estadounidenses de aquellas personas a las que consideran que ponen en peligro vidas e intereses de su país. Para que tenga lugar tal tipo de operación no basta con la voluntad de realizarlas. Muchos Estados de todos los tamaños y potencia han realizado anteriormente ?asesinatos selectivos?, Estados Unidos entre otros, mediante la actuación de agentes de sus servicios especiales en el extranjero. Lo que caracteriza y define las actuales transformaciones en este tipo de acciones es el uso de una tecnología sofisticada, como son los aviones teledirigidos, que permiten eliminar a extraordinaria distancia a cualquier víctima previamente seleccionada, sin necesidad de contacto ni siquiera visual con el objetivo. La muerte en Yemen del dirigente de Al Qaeda Anuar el Aulaki es la acción más espectacular y publicitada de una actuación de amplio alcance en la que Estados Unidos está eliminando con gran paciencia y precisión a decenas si no centenares de militantes y dirigentes de grupos que tienen declarada la guerra a Washington en puntos muy distintos del planeta, Al Qaeda entre otros, y fundamentalmente en Afganistán, Pakistán, Yemen y Somalia. Uno de los más graves problemas de estos avances tecnológicos en las formas de librar esta especie de guerra es el efecto de la emulación. Algún día Rusia o China van a intentarlo, y también Corea del Norte, Irán o Arabia Saudí, países todos ellos que suscitan escasa confianza. Hay un país, como Israel, que ya está en la vanguardia y del que se puede decir que ha marcado el camino a Washington, pues ha sido pionera en asesinatos selectivos y probablemente también en el uso de los drones. No basta o es muy poco útil una visión meramente pragmática y utilitarista de estas acciones armadas. Quienes no quieran acogerse al garantismo judicial a la hora de criticar y emitir su valoración sobre estas ejecuciones extrajudiciales, y se sientan en cambio tentados a defender el uso legítimo por parte de Obama de unas armas con las que se desembaraza de enemigos evidentes de su país y de un peligro cierto para sus conciudadanos, deben pensar precisamente en la emulación que desencadenan estas actuaciones. Todos los países que se precien querrán tener acceso a esta tecnología, poseer su equipamiento en drones y luego ejecutar sumariamente a sus enemigos peligrosos en el extranjero, algo sumamente peligroso si además son países o poderes antidemocráticos e iliberales quienes pueden disponer de ellas. Los drones configuran la idea tenebrosa de un poder soberano planetario, cuyo control y escrutinio queda fuera del alcance de quienes están sometidos o protegidos por su acción letal. Como máximo, pueden controlarlo unas instituciones nacionales o locales que necesariamente no se preocuparán de los intereses y los derechos del conjunto de los afectados, todos los seres humanos. Basta con imaginar la construcción de un catálogo de enemigos de la paz y de la humanidad, ejecutables por una orden presidencial desde Washington, para que nos demos cuenta del laberinto legal y moral en el que nos están metiendo o nos estamos metiendo.

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3 de octubre de 2011
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El debut de T.J. Portátil

Bienvenidos al debut mundial de TJ Portátil, el text jockey itinerante que mezcla bases de textos inéditos que recibe desde diferentes países. TJ Portátil, que por estos días estará presentándose en Madrid, publicará esporádicamente en este blog sus trabajos de mezclas. Para su bienvenida, nos ha hecho llegar un texto llamado: "Una noche parado en Latinoamérica".

 

 

 

UNA NOCHE PARADO EN LATINOAMÉRICA
Por TJ Portátil

 

Estoy parado en la esquina de La Paz y Francisco de Quevedo, son las 9:34 de la noche en Zapopan. Afuera del bar, un hombre moreno con franela en mano demanda con aliento alcohólico 20 pesos a todo aquel cliente que llega para beber su estrés. Esto es muy de México

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Bv. San Juan y Velez Sarsfield, son las ocho de la noche en Córdoba. Desde acá se pueden ver tres kioscos y cuatro cafeterías donde la gente está sentada cómodamente, conversando y tomando café en pequeñas tazas blancas. Entre la parada de colectivo y el puesto de cospeles, pasa una bella joven de cabello negro hasta la cintura. Un señor la mira y se voltea imantado su pasar. Esto es muy de Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Vespucio y Colón, son las once de la noche en Santiago. Frente a mí, dos chicos de jockey y pantalones a la rodilla se pasean entre los autos con una botella llena de un líquido inmundo. En la luz roja, ofrecen limpiar los parabrisas, cosa a la que casi nadie accede. Tiran el chorro igual, aunque no reciban más que un insulto. Esto es muy de Chile.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de la avenida Colmena y la Plaza San Martín, son las 11. 30 de la noche en Lima. A mi lado están dos Michael Jackson haciendo su paso lunar. Uno disfrazado y el otro no. Hacen su show y piden dinero.  A unos metros, un grupo de personas discute sobre la política energética de Ollanta Humala en acaloradas discusiones. Llega un agente de serenazgo, una especie de policía municipal y grita: ¡Circulando, circulando! Luego usa su vara de goma para abrirse el paso entre adultos mayores, homosexuales, putos y emos. ¡circulen, circulen!, repite. Esto es muy de Perú.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Cramer y Federico Lacroze, son las nueve de la noche en Buenos Aires.  Estoy en la puerta de una confitería antigua que tiene grandes ventanales con marco de madera barnizada y el nombre "Via Lacroze" escrito con pintura descascarada en los vidrios. Dentro hay varias mesas de madera y hombres de mediana edad y panzas prominentes que toman cerveza Quilmes y comen pizza de muzzarella. Algunos ven un partido de futbol; otros leen el diario. Esto es muy Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Monterrey y Campeche, son las diez de la noche en el Distrito Federal. Dos borrachos salen de la cantina Villa de Sarria fumando y con vasos desechables en la mano. La cortina metálica se cierra detrás de ellos.  En la otra acera, en el mercado de Medellín,  las luces siguen prendidas.  Flores, frutas, colores, y algunas personas que todavía trabajan. Hace calor y huele a fruta descompuesta. Una voz metálica, magnetofónica, se repite una y otra vez desde una bicicleta de andar lento: "Tamales. Oaxaqueños. Calientitos."  Una pareja camina rápido hacia alguna fiesta. No voltean. En la misma acera un indigente los observa. Mudanzas chava Pérez e hijos, Óptica Grecia, Metalmecánica, Tortillería, Fotos cinco minutos: todo apagado; el día muere. Un automóvil entra en el Motel Campeche.  La música de la cantina cerrada se cuela hacia el exterior por entre la cortina.  Esto es muy México.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina Cufré y Martín García. Son las nueve de la noche en Montevideo. Cinco jóvenes sentados en el cordón de la vereda se pasan la botella de cerveza uno al otro. No hablan. Solo se hacen gestos cuando una mujer bonita pasa cerca de ellos. En la vereda de enfrente hay una parrillada que ofrece, escrito con tiza en una pizarra colocada en la puerta, asado y achuras a buen precio. Esto es muy Uruguay.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Eje Central e Independencia, son las 19:30 de la noche en la ciudad de México. La calle es un hervidero de personas: oficinistas trajeados que salen de trabajar y se refugian en las cantinas, mujeres de tacones y copetes altos que caminan con los pies destrozados, vendedores ambulantes que suben su mercancía en "diablos" y la llevan a cuestas, como un caparazón, repartidores en bicicletas que se cuelan entre los carros, como peces plateados, familias indígenas que tocan la armónica para conseguir unos pesos, adolescentes de pantalones entubados que andan como si la vida fuera una película y los demás fuéramos los extras, ancianos que han vivido en el Centro desde que tienen memoria y todavía salen al pan con pasos lentos y cansados. Esto es muy de México.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Banco Reparo y Punta Perdices, son las 10 de la noche en Las Grutas. Aquí hay una obra en construcción,  una radio a pilas apoyada en un ladrillo y un perro huesudo hurgando entre bolsas plásticas. Tres albañiles sin casco ni mameluco comen pizza de parados y toman cerveza del pico. Esto es muy de Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de las calles Oriente y Garcia Moreno, son las siete de la noche en Guayaquil. Armados de un gran frasco de pegamento casero, mucho papel periódico, viejos trozos de madera y una larga botella de cerveza, con un doliente vallenato como fondo musical, dos hombres sudorosos dan forma a uno de los cientos de monigotes que son vendidos en la ciudad para incinerarse con petardos y fuegos artificiales cerca de la medianoche del próximo 31 de diciembre, en la tradicional quema de "años viejos". Esto es muy de Ecuador.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parada en la esquina de Maipú y Urquiza, son las 10.23 de la noche en Rosario. De un lado, la Aduana, un enorme edificio antiguo con una gran escalinata, en frente "Pasaporte", un bar tradicional de aires europeos, parisinos. En su vidriera se lee WI FI y entre las letras se logra divisar, de fondo y como contradiciéndolas, el interior del lugar con lámparas añejas, las paredes forradas con cuadros, un entrepiso cubierto con cajas de vino de años remotos y un caballito de calesita situado al lado de la puerta. Aquí afuera, tres jóvenes amigas con voces veteranas se ponen al día con los chismes del barrio, un anciano con sus bigotes teñidos de nicotina fuma de su pipa, y en un rincón una pareja combate con sus miradas. Ella tiene sus rizos sujetados y los ojos tristes, él tiene un estilo tanguero de los años '30, con aires de fanfarrón, que va perfecto con el estilo del bar. Sin embargo, las apariencias engañan y de repente ella le dice "Si sos celoso no es mi culpa" y con una risa nerviosa el comienza a acariciarla, su aura de compadrito se desvanece. Adentro, la tele pasa el partido de Argentina-Brasil. El malevo pide la cuenta y le pregunta al mozo: "¿Cómo va el partido?", y aquel le responde: "Vamos perdiendo, como siempre, culpa de Messi que no hace nada". Esto es muy de Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Avenida de las Torres y Dr. Nabor Carrillo, son las 20:30 de la noche en el D.F. Es la hora pico de tráfico. Precisamente aquí, la avenida deja de ser de dos carriles para convertirse en un solo río de luces rojas; los autos luchan por alinearse en una vía. Nadie cede el paso. Cada quien pelea su pequeño lugar en el mundo. Hay 5 policías apostados en este cruce, intentando poner orden. Con sus pitidos incesantes y órdenes contrapuestas logran exactamente lo contrario. La esquina se ha convertido ya en un gran estacionamiento. Esto es muy de México.

¿Y ésta noche, dónde estarás parado tu?

 

 

Bases del texto: Pierina Paolini (México), Pablo Douzet (Chile), Julia Andrés (Argentina) María Inés Herrera (Argentina), Diana Romero (Ecuador), Regina Zamorano (México), Carlos Tapia (Uruguay) ,  Esteban Lleonart (Argentina), Camilo Olarte (México ), Franco Nobell (Argentina), David Gavidia (Perú), Anna Lozano (México)

 

Produce: Escuela Móvil de Periodismo Portátil

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3 de octubre de 2011
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Monos sabios

En 1968 amábamos menos a los animales, desde luego en España, donde no se reconocían sus derechos a una vida digna ni se veían las actuales y coquetísimas residencias para mascotas, siendo poco común asimismo el ‘prêt-à-porter' canino que hoy se vende en boutiques especializadas. Tampoco se tenía conocimiento directo de la especie simia, pues el único lugar de la península donde había monos en abundancia era Gibraltar, reñida plaza británica en suelo español. De ese modo, recuerdo el formidable impacto del estreno de ‘El planeta de los simios' de Franklin J. Schaffner, un éxito a nivel internacional y, como este verano se ha comprobado, una leyenda viva, pues tras haberse realizado en los primeros años 70 cuatro secuelas fílmicas y dos adaptaciones televisivas, una de ellas en dibujos animados, hubo un ‘remake' de la película original de Schaffner firmado  -en el augural año 2001-  nada menos que por Tim Burton, y ahora sigue triunfando en las pantallas ‘El origen del planeta de los simios', que trata de alumbrar los puntos oscuros de la saga.

      En un principio estaba, naturalmente, la novela homónima del francés Pierre Boulle (que no he leído) y el guión por lo visto fiel que hicieron dos pesos pesados de la industria como Michael Wilson (guionista de ‘Lawrence de Arabia', ‘El puente sobre el río Kwai' y algunos de los primeros ‘jamesbonds') y Rod Serling, el creador de la mítica serie ‘The Twilight Zone'. La película, otra emanación, sin duda casual, del mirífico 1968, era una fábula progresista algo ñoña, dotada de escenas y diálogos de gran encanto y potente en su iconografía; el mensaje (el término cuadra en este caso) predicaba no ya la buena conciencia animalista entonces poco más que tenue sino una proposición pan-humanista a modo de parábola inversa: a la inveterada crueldad del hombre con los seres inferiores le sucede un mundo cambiado en el que los dominantes primates son elocuentes y belicosos mandatarios que ejercen su despotismo sobre unos desastrados humanoides que ni siquiera tienen el don del habla.

      En la película de Schaffner los monos tardan treinta minutos en aparecer, contando mucho en ella el prolegómeno futurista de la nave perdida, la exhibición varonil del personaje de Taylor, interpretado por un fornido Charlton Heston (aunque antes que él rechazaron el papel Marlon Brando, Paul Newman y John Wayne), y la minuciosidad de los efectos de maquillaje, que en su día asombraron al mundo (y premió la Academia de Hollywood) y cuarenta años después nos parecen tan rudimentarios como los de las figuras de cuento infantil de ‘El mago de Oz'. Los simios de aquel film fundacional eran arbitrarios y despiadados según el modelo humano, exterminan y cazan a los pobladores originales de sus territorios, los llevan enjaulados o colgados de palos a su poblado (un decorado de estudio que se asemeja bastante a las urbanizaciones levemente futuristas que por aquel entonces construía en la costa mediterránea Ricardo Bofill), y se hacen fotos jactanciosas ante las piezas cobradas, como los cazadores en las monterías.

     Pero en el seno de esa sociedad avanzada y brutal crece, como en todas, la semilla del progreso, representada por una pareja de monos ilustrados y benéficos, la Doctora Kira y el Doctor Cornelius. Sensacional en la época que dos grandes actores como Kim Hunter y Roddy McDowall, irreconocibles bajo la pelambrera y la nariz chata y hendida, se prestaran a hacer de chimpancés, así como el audaz beso inter-genérico que se dan al final la doctora simia y el hombre blanco, hoy, al revisar la película, tanto los personajes como la carga aleccionadora que les marca (y hace tan tediosa la larga escena del juicio de los monos a los hombres), resultan ingenuos y trillados en comparación con el moderno cine de apocalipsis y utopías. Tim Burton, que más de treinta años después tuvo no diré que mejores maquilladores pero si más malicia, convirtió a la doctora, ahí llamada Ari (y portentosamente encarnada por la que a partir de ese rodaje sería su esposa, Helena Bonham Carter), en una intelectual de izquierdas, un tanto "rive gauche" hasta en el atuendo, y muy lasciva desde que pone sus ojos en los pectorales del explorador caído del cielo, encarnado en el ‘remake' por el supremo ‘boy next door' del cine americano, Mark Wahlberg. También alcanzan momentos de sarcástica brillantez en el film de Burton los enfrentamientos con el malvado Thade, el siempre inquietante Tim Roth, capaz de trasmitir su espíritu esquizoide y sus tendencias ‘sadianas' aun bajo las capas de afeite y látex.

       La recientemente estrenada ‘El origen del planeta de los simios', segunda película de un tal Rupert Wyatt, es, si cabe, más avanzada en la ética y en la técnica, logrando sobre todo en las escenas de la prisión-refugio de los cuadrumanos  (¿Guantánamo?) un vertiginoso ímpetu narrativo gracias al uso de las cámaras de precisión llamadas "cabezas calientes" y los efectos digitales en posproducción. El avance del progreso también se nota en los animales, humanizados en la fusión de actores especialistas y novísimos procedimientos de ‘motion capture'; el simio principal, César, tiene en sus ojos verdes más expresión que los actores enteramente humanos, tanto los buenos (James Franco, Freida Pinto) como los malvados (John Lithgow, Brian Cox, malgastados por la sobreactuación). La media hora final de la huída y la toma del Golden Gate es trepidante, aunque su colofón no se hará tan célebre como el de Schaffner, con la ruina de la Estatua de la Libertad en la playa, o el procazmente genial de Burton mostrando la efigie de Abraham Lincoln metamorfoseado en orangután en lo alto de las escalinatas de un Capitolio controlado por la hordas simias. En el desenlace de esta nueva entrega de la serie, que bien puede no ser la última, los monos otean el horizonte de San Francisco subidos a los árboles de donde fueron desplazados, esperando tal vez el reencuentro con su naturaleza. Es un final que refuerza el vínculo de la saga con la más grande película simiesca jamás realizada, ‘King Kong' (1933), que confirió a su gorila la rudeza, la ternura no exenta de deseo y el signo del oprimido, por descomunal que fuera la criatura traída de la selva.

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3 de octubre de 2011
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Episodios Nacionales. Segunda serie, I y II

La Fundación José Antonio Castro acaba de poner en las librerías ls segunda serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Vuelven a ser dos tomos de casi mil páginas cada uno y que acogen diez relatos que transcurren, grosso modo, a lo largo del agitado reinado de Fernando VII, empezando en 1814 con la huida de España de José Bonaparte y terminando en el Tomo II con la muerte del rey (1833) cuando ya resuenan los tambores y los cañonazos anunciadores de la primera Guerra Carlista.

Galdós tenía unos treinta y dos años cuando decidió dar continuidad a los primeros Episodios Nacionales, empezados en 1872 y terminados en 1875. Sin apenas tomarse tiempo para recobrar el aliento, el ya muy prestigioso escritor canario empezó un nuevo tour de force literario que terminó tan sólo tres años después a base despacharse un tomo de más de doscientas páginas cada seis meses.

El hilo conductor de la primera entrega eran las andanzas y amoríos de un joven apasionado  llamado Gabriel de Araceli, al que le tocaba experimentar los acontecimientos ocurridos entre la (desastrosa) batalla de Trafalgar y la (exitosa) batalla de los Arapiles, que supuso la derrota final de los ejércitos napoleónicos. En esta segunda entrega, el hilo conductor es Salvador Monsalud, un joven mucho más ambiguo y contradictorio que el anterior, pues empieza como jurado de José Bonaparte, es decir, alguien que ha jurado fidelidad total a un rey extranjero aupado al trono por la fuerza y que ahora camina hacia el exilio (El equipaje del rey José). Su condición de acérrimo del todavía hoy recordado como Pepe Botella  le va a costar muchas fatigas durante el Absolutismo (1814-1820), le valdrá honores y prebendas con el Trienio Liberal (1820-1823) y volverá a sufrir fatigas, penalidades y exilios durante la  tristemente llamada Década Ominosa (1823-1833).

El periodo napoleónico fue más  claro desde el punto de vista político, pues sólo se podía ser patriota o afrancesado, dándose en este segundo bando la trágica circunstancia de que los mejores defensores de los ideales humanos puestos en circulación por la Revolución Francesa se encontraron de pronto propugnando los mismos valores  que propugnaban los ejércitos invasores. Por lo tanto, esa relativa claridad ideológica también  facilitó las cosas desde el punto de vista literario. Cosa que no se puede decir el periodo abarcado en la Segunda serie de los Episodios Nacionales, y de ahí que, para empezar, el protagonista empiece por ser un traidor al que le va a costar Dios y ayuda encontrar para vivir un lugar bajo el sol. Téngase en cuenta que, en su conjunto, durante el siglo XIX se vivieron en España algo así como dos invasiones armadas, tres guerras, cuatro magnicidios, otros tantos exilios y abdicaciones reales  y al menos 40 golpes militares, muchos de los cuales terminaron con los instigadores en el  sillón presidencial … o bien en el paredón.   Semejante desbarajuste no permitía una narración ordenada y lineal, como ocurría en la primera entrega, y en la presente Galdós hubo de recurrir a los saltos en el tiempo, a diferentes voces narradoras y, como señala Ermitas Peñas, el editor de la presente versión, incluso a métodos de distanciamiento netamente cervantinos.

El resultado, en mi opinión, sigue siendo prodigioso y en abierta oposición al dicho popular según el cual segundas partes nunca fueron buenas. Curiosamente, gracias a que en las librerías también acaban de aparecer una serie de ensayos del escritor Juan Benet reunidos en una magnífica edición que Ignacio Echevarría ha preparado para Mondadori,  el lector tiene ocasión de contrastar la ininterrumpida serie de elogios que siguen suscitando los Episodios Nacionales con la opinión del citado Benet, inequívocamente contraria. “Mi aprecio por Galdós es escaso”, dice Benet en el apartado  correspondiente, “[…] y su culto es una desgracia nacional”. En insiste: “Escritor de segunda fila elevado al rango de patriarca de las letras”. Debe tenerse en cuenta que Benet decía esas cosas en 1970, una época en la que todavía existía la censura (a la que acusa de tener una preparación intelectual similar a la de “una mesa petitoria”) y en la que la izquierda ejercía una tiranía inmisericorde sobre la producción literaria, exigiendo  sin rodeos que ésta fuese socialmente comprometida. Por esa razón, si el lector se fija, verá que el adjetivo más contundentemente utilizado contra la escritura de Galdós es “sociológica” (como opuesta a “literaria”). Pero también podrá comprobar que de ese estigma no se escapaban ni los mismísimos Zola y Balzac. Pero ya digo que, sobre todo, es una ocasión única de volver a leer a Galdós, maravillarse con la fluidez de su prosa, y luego  contrastar la opinión propia con los bien fundamentados exabruptos benetianos.

 

Episodios Nacionales

Benito Pérez Galdós

Biblioteca Castro

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3 de octubre de 2011
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Una incertidumbre menos

De todas las sorpresas que nos puede deparar 2012, una ha quedado ya descartada. No sabemos si Obama alcanzará su segundo mandato presidencial o si un republicano lunático y extremista será el próximo inquilino de la Casa Blanca. Tampoco si un socialista conseguirá desbancar a Nicolas Sarkozy como presidente de la República. Tenemos la quiniela bastante segura respecto a la futura cúpula del comunismo y del Estado chino, la quinta generación después de Mao Zedong, aunque habrá que esperar al congreso del omnipotente Partido único para conocer la correlación de fuerzas interna entre los mandarines que rigen la nueva superpotencia emergente. Donde no queda margen para el error es en Moscú: ya sabemos los resultados de las elecciones presidenciales de marzo.

Quienes siempre hacen la apología de lo previsible en política pueden estar satisfechos. La democracia soberana rusa ha proporcionado toda una lección de cómo evitar los cabos sueltos, fuente siempre de conflictos, respetando las sagradas apariencias de los procedimientos electorales. Habrá elecciones. Con distintas opciones. La Constitución, que prohíbe al presidente presentarse a un tercer mandato, será respetada, sin necesidad de cambiar las reglas de juego a mitad del partido. Y, sin embargo, todo saldrá según lo previsto. Por si no estaba claro. Las democracias soberanas solo son democracias en el nombre, es decir, en la apariencia de una farsa electoral con urnas y papeletas. No hay división de poderes. No hay control parlamentario del ejecutivo. Menos todavía lo hay del judicial. Los medios de comunicación se hallan encadenados, los periodistas independientes son acosados y a veces asesinados. La libre empresa funciona si se somete al poder; en caso contrario, se convierte en actividad delictiva, que comporta la desposesión y la cárcel. Y eso sí, quien se somete a las tácitas reglas de la autocracia puede llegar lejos, en poder y en riqueza. A esto se dedica la nueva burguesía de los 'siloviki', los exmiembros de los servicios secretos que tienen en Putin a su máximo representante. Presidente y primer ministro los últimos doce años, ocho y cuatro respectivamente, el jefe de los 'siloviki' será presidente como mínimo los próximos seis. Llegó al poder como primer ministro de un Borís Yeltsin convertido en una ruina, en agosto de 1999; el último día de aquel año se convirtió en presidente interino; y ya no se ha ido. Presidente en 2000 y de nuevo en 2004, ante la imposibilidad de una inelegante reforma constitucional que le diera un tercer mandato --aunque sí la hizo para alargar cada período de cuatro a seis años?, dejó a Dmitri Medvédev que le calentara la silla y ahora va a enfilar doce años más, seis y seis, que le colocarán en el olimpo ruso de los autócratas, junto a Stalin (31 años), Bréznev (18) y los zares más longevos.

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2 de octubre de 2011
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El Boomeran(g)
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