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Leer a Messi.- La carátula del último número de Quimera trae a…

Leer a Messi.- La carátula del último número de Quimera trae a un Messi con lapiceros en los bolsillos, raya al costado y gafas de pasta, dándoselas de intelectual. ¿Por qué el dibujo? Pues porque Quimera adelanta un perfil del mejor jugador del mundo que ha hecho Leonardo Faccio y que sintetiza la investigación de 3 años que este realizó sobre La Pulga y que aparece pronto en Debate. Vamos a ver si Faccio consigue explicarnos al genio autista que, luego de terminar un partido, se toma una siesta en el sofá de su sala o juega PES2012.   

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4 de noviembre de 2011
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IV. Los espejos engañosos del poder saltan siempre en añicos

Igual que Kadafi, los Ceausescu trataron de huir, pero fueron capturados por el mismo ejército que antes les rendía pleitesía, y poco después serían llevados al paredón de fusilamiento. Fue ella la que más tardó en despertar, o no logró nunca despertar del todo, porque aún antes de que sonaran los balazos que iban a quitarles la vida quiso dar órdenes a los militares a cargo de la ejecución. La fidelidad para siempre del ejército, la policía, los partidarios, las masas, es parte del mismo sueño. Está allí, parece real, pero un día se desvanece. Humo, nada.

            Los ejemplos abundan, pero no quiero omitir el del general Anastasio Somoza García, fundador de la dinastía que mandó en Nicaragua por casi medio siglo, en base a la filosofía personal que el dictador resumía de manera muy simple: "plomo para los enemigos, plata para los amigos, y palo para los indiferentes". El 21 de septiembre de 1956, mientras asistía a una fiesta en su honor en la ciudad de León, el mismo día en que había sido proclamado, otra vez, candidato presidencial, el joven poeta Rigoberto López Pérez se acercó a la mesa de honor que presidía al lado de su esposa, Salvadora Debayle, sacó un revólver, y le disparó toda la carga.

            Las palabras de Somoza, al sentirse herido, fruto de su incredulidad y de su asombro, fueron: "¡Imbécil! ¿Qué has hecho?". No era posible que fuera cierto. "¿Qué pasa? ¿qué pasa?". Todo aquello estaba ocurriendo fuera de su sueño de poder eterno. Unos balazos, un individuo anónimo salido de la nada, lo estaban despertando a la fuerza. Aquel revólver era real, pero no podía ser real. A lo largo de la historia, todos los espejos engañosos del poder saltan siempre en añicos.

 

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4 de noviembre de 2011
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La cultura del atardecer

Viene a ser tan disparatado como irritante que nosotros los periodistas, los escritores, los catedráticos o los intelectuales, nos revolvamos contra los recortes presupuestarios tal como si en ello le fuera la vida a la sociedad actual. Tal como si la Cultura fuera material sagrado.

En la intensidad de esta crisis no queda jornada alguna en la que se pueda holgazanear

En primer lugar, casi nadie lee, tampoco se alimenta con la pintura, ni se perfecciona demasiado con una o muchas clases en la universidad. Y no digamos ya a lo largo del actual sistema educativo. Todo este currículo es muy importante si funciona muy bien, pero si no es así y recordamos, además, tanto la situación de los cinco millones de parados como la ruina que se extiende como una traca por comercios y empresas, la cultura oficial que se financia es como el plato más prescindible del menú.

Naturalmente todo es Cultura, incluida la miseria y el funeral. Todo es cultura, desde los partidos de fútbol a la forma de conllevar la adversidad. De lo que se trata aquí es de dirimir si la contracción de los gastos públicos para una u otra actividad cultural o educativa puede someterse hoy a la misma condena que la suspensión de ayudas a los dependientes, los desahuciados y a casos así el cuerpo no está separado del espíritu como creía santo Tomás, pero si se trata de evitar más bajas humanas, es indudable que lo primero es dar de comer.

Baudelaire llamaba al arte "los domingos de la vida" y en la intensidad de esta crisis no queda jornada alguna en la que se pueda holgazanear. El arte y los libros y el teatro y el cine y el circo nos embelesan a la manera de un rebozo que siendo humano ("fieramente humano") nos blinda, aún ocasionalmente, del mal.

Todas sus aportaciones son necesarias también para no dejar el espíritu en los huesos pero, puestos a salvar vidas, el estómago y el techo son lo primero. Por igual razón, no deben juzgarse como equivalentes los recortes en sanidad que en educación.

Los programas y centros de enseñanza actuales padecen de tantos defectos que si el absentismo es grande, la calificación de Pisa bajísima y desmedido el fracaso escolar, por algo (y malo) será. Mientras el sistema educativo no se transforme radicalmente en no pocos aspectos, reducir sus presupuestos es mucho menos grave que reducir los presupuestos de la sanidad.

A diferencia del mundo de las aulas, los hospitales públicos españoles se han comportado hasta ahora con prestaciones extraordinarias y ser bien atendido en la enfermedad es el primer escalón para recobrar, gracias al bienestar, el optimismo y, mediante la salud, las ganas de trabajar y de inventar.

El binomio "sanidad" y "educación" que se presentan como los dos grandes pilares del Estado de bienestar deben ser examinadas en su realidad nacional exacta y, a continuación, graduar los lamentos destinados a uno y otro.

Porque ¿y si lo mejor que le pudiera ocurrir al pésimo sistema educativo actual fuera precisamente rebuscar la creatividad en la escasez y una alternativa en los efectos paradójicos de la penuria? "El pájaro de Minerva emprende su vuelo al atardecer", afirmaba Hegel. Es decir, la sabiduría halla inspiración en la hora de la decadencia.

No estoy pensando, claro está, en los recortes de ingresos de unos u otros funcionarios de la educación. Son obreros y padres de familia como los demás, despedidos o apurados a fin de mes, sino en la maquinaria que opera actualmente de acuerdo al nefasto diseño oficial.

Esa maquinaria, y no sus maquinistas, constituye el ítem que no siempre merece ser defendido global y airadamente tal como si se tratara de un buen modelo de nuestro tiempo.

Protección pues para los educadores y sus ya reducidos salarios pero no tantas consideraciones y palinodias en defensa global del sector. "No es solo nuestra ignorancia, es también nuestro conocimiento quien nos ciega", declara Edgar Morin en La vía (Paidós) refiriéndose a la mala gestión de esta Crisis.

De hecho, como bien se observa en las torpes recetas económicas que imponen los mandamases y sus Cumbres, no todo conocimiento es productivo, no todo saber da luces, no todo sistema educativo representa, en suma, a una intocable criatura del divino Estado de bienestar.

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4 de noviembre de 2011
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Historias de Barcelona

 

Estamos apretados como en la bodega de un barco de esclavos. Es domingo por la noche y en el bar Heliogabal, en el barrio de Gracia, no entra nadie más. En un rincón, el escritor Javier Calvo lee un cuento inédito donde aparecen magos y misterios. Gesticula y mueve las manos a lo Sandro, el Elvis latinoamericano. Como si en vez de estar leyendo un cuento estuviera siguiendo una partitura sicodélica. Hay poca luz, mucha madera y una barra llena de cervezas en esta noche literaria. La carga de este galeón está formada por jóvenes que trabajan en Barcelona como editores o escritores o periodistas o traductores o cronistas o agentes. Los hay españoles, catalanes y latinoamericanos. Durante la lectura, todos se miran entre sí. De frente, disimuladamente o de reojo. Atentos a cada movimiento. No son muchos, pero todos parecen tener claro que, si este barco se hunde, cada uno deberá salvarse como pueda.

Nada tiene que ver con la vieja imagen de la Barcelona del Boom Literario de los años 60. Aquella ciudad en la que vivieron García Márquez, Vargas Llosa y José Donoso, donde las historias de América Latina lideraban la demanda. La Barcelona de hoy, más cosmopolita que la de Franco, tiene la mirada puesta en Nueva York, en las series de televisión de Estados Unidos, en los hipervínculos y en narrar las enfermedades propias del desarrollo. La realidad virtual del primer mundo a cambio del realismo mágico tercermundista.

El barrio de Gracia tiene tanto de residencial como de bares que cierran a las tres de la mañana. Pero también es el lugar de Barcelona donde vive Enrique Vila-Matas, el escritor más famoso de la ciudad en estos días. En su autobiografía online, Vila-Matas cuenta que en 1997, mientras escribía Extraña forma de vida, acabó transformándose "en una especie de Fernando Pessoa del barrio de Gracia de Barcelona". Para la nueva generación, su figura sigue siendo la de un fantasma.

La presentación termina con aplausos. El autor avanza entre abrazos y felicitaciones. En un segundo desaparecen las sillas y todos nos reunimos alrededor del bar.

-Siempre nos encontramos en presentaciones -le dice una joven escritora a un joven editor, mientras se abrazan.

Javier Calvo acaba de publicar Corona de flores, una novela gótica de crímenes ambientada en la Barcelona del siglo 19. Su anterior novela, Mundo maravilloso, transcurría en la Barcelona de hoy. Algunos dicen que desde que Woody Allen filmó aquí Vicky Cristina Barcelona, en el 2008, Barcelona se consolidó como un escenario mundial de historias. Aunque vale la pena recordar que, muchos siglos antes de ser mostrada por el neurótico más famoso del planeta, Barcelona ya había aparecido en un libro: El Quijote de la Mancha.

En la fiesta hay dos chicas que parecen Vicky y Cristina. Una editora joven pasa su tarjeta, muestra su último libro y pregunta por planes. Busca libros modernos. Cualquier saludo inofensivo, rápidamente se transforma en una charla de trabajo. El galeón se ha convertido en un encuentro de oficina. De pronto, el público se ha dividido entre quienes tienen un proyecto y los que compran proyectos. Las risas y los brindis no logran disimular el ímpetu.

En Barcelona los libros son parte del paisaje. No sólo porque aquí están las principales casas editoriales del idioma, y los más influyentes agentes en español. Ni porque cada Día de Saint Jordi, los 23 de abril, la ciudad se vuelva loca por la venta y compra de libros y se rompan récords y se haga propia una fiesta mundial: el día del libro. Ni tampoco por la gran cantidad y tipos de librerías: La Central (Rambla Catalunya), Laie (Paseo de Gracia) y FNAC (Plaza Catalunya), son tres ejemplos distintos y recomendables. Los libros son parte del paisaje, por fiestas y personas como éstas.

A los pocos minutos uno siente que ya conoce a casi todos. De alguna manera, todo el mundo está linkeado dentro del Heliogabal.

-Ésta es la nueva movida literaria de Barcelona- me dice, desde atrás de unos anteojos de marco grueso, una traductora nacida en los suburbios de la ciudad. Nunca se tradujeron tantos libros del inglés como en la Barcelona de hoy.

En la mezcla del bar se abarca buena parte del abanico. Está Claudio López de Lamadrid, editor de Mondadori, responsable de publicar a autores nuevos que también están esta noche: Javier Calvo, Robert Juan-Cantavella y la peruana Gabriela Wiener. Está Miguel Aguilar, responsable de Debate, y Marc Caellas, de CasaAmérica Catalunya. María Lynch, joven agente literaria con varios autores de futuro. También aparecen encargados de editoriales independientes, como Diana Hernández, editora de moda con Blackie Books, y Ana Pareja, de Alpha Decay, que acertó con los éxitos Odio Barcelona y Matar en Barcelona.

Barcelona como una marca.

Barcelona como una licencia.

De todos los barrios barceloneses, el más literario sigue siendo el Raval. Por ahí caminaba Pepe Carvalho, el detective de las novelas de Vázquez Montalbán. Y ahí queda la cafetería Central (c/ Ramelleres, 27), un lugar muy frecuentado por Roberto Bolaño antes de la consagración. La última vez que divisé a Bolaño, cuando ya había publicado Los detectives salvajes, fue en la esquina más transitada de la ciudad: estaba en la cafetería Zurich, de Plaza Cataluña, compartiendo café y cigarros con el escritor Rodrigo Fresán y el crítico Ignacio Echavarría. El mar de turistas no los reconocía.

El Raval tiene una historia que crece en su mitología. En todo el tiempo que viví en la calle San Pau, nunca supe que el bar Marsella (c/ Sant Pau, 67) era frecuentado por Hemingway y los fanáticos de emborracharse con absenta. Hoy aparece aquel detalle como un nuevo gancho promocional.

Raval es más barato, y esa termina siendo una buena razón para hacerlo literario. Una noche, en uno de las tantas cafeterías/bares del barrio, veo cómo ve fútbol parte de la nueva generación literaria catalana. El televisor muestra un partido del Real Madrid, y en la mesa esperan una derrota merengue Robert Juan-Cantavella (autor de El Dorado), Eloy Fernández Porta (ganador del Premio Anagrama de Ensayo), Jaime Rodríguez (editor de la revista literaria Quimera) y Jorge Carrión (autor de Los Muertos). En Raval, una caña de cerveza tirada cuesta la mitad que en un bar de Gracia.

Jorge Carrión, alias Jordi, es el más entusiasta de esta nueva generación. Habla de la ciudad al menor descuido. Hace poco, publicó el ensayo La literatura de la marca Barcelona, donde dice que en los últimos diez años la representación de la ciudad se ha convertido en una cuestión global. Ahí explica:"El éxito urbi et orbe de La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, y de La catedral del mar, de Idelfonso Falcones, ha coincidido con el estreno de diversas películas que han escogido a Barcelona como escenario: Todo sobre mi madre (1999), de Pedro Almodóvar, L'auberge espagnol (2002), de Cédric Klapisch, The Cheetah Girls 2, de Kenny Ortega, y Vicky Cristina Barcelona (2008), de Woody Allen. Todas esas ficciones tienen en común una misma topografía: la Barcelona tradicionalmente turística, configurada por el Barrio Gótico y la ruta modernista, con Montjuïc y el Parc Güell en sus extremos y con la Rambla como ecuador".

La noche del partido de fútbol caminamos por Ramblas entre turistas y vendedores. Carrión viene llegando de Nueva York, y trae la boca llena de novedades que suelta como buenas nuevas. Nos despedimos en Plaza Cataluña, y lo veo desaparecer lentamente hasta ser tragado por completo por la ciudad de sus análisis.

-¿Qué libro viniste a presentar? ¿Cuál es tu agente? ¿En qué estás trabajando? -me dispara a quemarropa una editora en la barra del bar Heliogabal, en Gracia.

Le digo en qué estoy trabajando: un artículo de Barcelona para una revista de viajes. Igual me pasa su tarjeta.

Ya pasaron un par de horas desde que Javier Calvo dejó de actuar la lectura de su cuento inédito. Es madrugada de lunes y buena parte de la tribu sigue reunida a un costado de la barra. Ahora, algunos se mueven dentro de la bodega del barco como si estuviéramos en mitad de una tormenta. A veces es mejor caminar lento, para no caer.

No hay turistas en este bar de Gracia. Cada vez cuesta más encontrar bares sin turistas en esta ciudad que se transformó en producto. Según publicó el diario La Vanguardia en enero pasado, basándose en un estudio de una consultora británica, sólo París y Londres superan a Barcelona en la clasificación de ciudades europeas con mejor marca. El periodista argentino Leonardo Faccio sólo habla de Messi. Lleva varios meses siguiéndolo, como parte de un proyecto que espera terminar en libro. El éxito mundial del Fútbol Club Barcelona también ha servido para potenciar la ciudad. Se nos suma Gabriela Wiener, la cronista peruana que debutó exitosamente con su libro Sexografías, donde hay varias historias de la movida barcelonesa.

Dos noches más tarde junto a Faccio y Wiener, dos latinoamericanos en Barcelona, iremos de copas por el barrio Gótico, donde Carlos Ruiz Zafón ambientó la saga La sombra del viento y Juego del Ángel. Caminaremos por entre esas calles Best Sellers, en busca de un restaurante, sintiéndonos parte de una gran escenografía que lleva miles de años, pero que ahora está de moda y eso a todos ayuda. La ciudad como un set ideal. El barrio gótico como otra gran puesta en escena. Después de comer, terminaremos en una fiesta del Club Canalla: una comunidad virtual que organiza fiestas con strippers, tacos altos y látex. Otro auge de la ciudad. De estas performances es de donde viene el post-porno, una variante de género de la industria, que ya tiene 4 libros publicados y con éxito. Barcelona siempre como un exitoso telón de fondo.

Pero para esa noche en el Gótico todavía faltan un par de días. Por ahora, seguimos en esta fiesta donde está buena parte de la nueva generación de autores y escritores y editores de la misma ciudad donde brilló el Boom Latinoamericano. Esa vez lucían los autores, ahora luce la ciudad. Seguimos en este bar que las hace de bodega de un barco de esclavos. Arriba de un galeón catalán que parece estar llegando a destino: por fin, Barcelona ha logrado ser más importante que sí misma. Y mucho más que sus autores.

 

Publicado en Revista del Domingo, diario El Mercurio. 

 

twitter: @menesesportatil

 

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3 de noviembre de 2011
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William Gaddis por Rodrigo Fresán

carátula de la versión portuguesa del libro La publicación de Agape se paga de William Gaddis (Sexto Piso) trae al narrador experimental norteamericano otra vez al mercado español, en plena Era Franzen. El prólogo de Rodrigo Fresán para la edición pone las cosas en su sitio: ¿Quién era este narrador extraño, tan extraño que algunos creyeron que era el propio Thomas Pynchon, es decir el escritor fantasma de un fantasma? No tiene pierde el prólogo que edita Radar Libros en su última edición. Léanlo completo. Aquí algunos fragmentos en desorden:

Se sabe que William Thomas Gaddis (Nueva York, 1922-Nueva York, 1998) era uno de esos escritores con fama de hombre difícil y ?como J.D. Salinger y Thomas Pynchon? una visible y encandiladora aura de invisibilidad. Lo cierto es que, en realidad, Gaddis no era alguien tan complicado o tan fantasmal ?hasta apareció como más o menos velado personaje de otros libros? e incluso se entregó a una de las inevitables e indispensables entrevistas con las que The Paris Review suele clavar a autores como si se trataran de mariposas para que podamos apreciar mejor sus muchos colores y tonalidades. (?) En la entrevista, Gaddis explica ?casi se justifica? que ha decidido aparecer para poner y dejar en claro algunas cosas (como que, por ejemplo, JR no está influenciada por la voluntad entrópica de Thomas Pynchon sino por la de Nathanael West quien, en Miss Lonelyhearts, ?ya había bocetado la entropía con gracia en los años ?30?) y así, una vez realizado el trámite, poder regresar en paz y tranquilo a su vida de desaparecido. Allí, Abádi-Nagy pone en juego y sobre la mesa el tema que persiguió a Gaddis a lo largo de toda su carrera ?la noción de lo complicado y lo complejo, de lo fácil y lo difícil? y pregunta: ?¿Escribe usted como escribe porque ésa es la manera más fácil para usted, o es que obras tan ?difíciles? de leer son igualmente ?difíciles? de crear??. Allí, William Gaddis responde: ?Bueno, como he intentado dejar claro, si el trabajo no me resultara difícil, lo cierto es que me moriría de aburrimiento?. Y a continuación, Abádi-Nagy le pregunta a William Gaddis si se siente ?un escritor experimental?. Y William Gaddis responde casi con las mismas palabras que respondió otro ?raro? norteamericano, William Burroughs, cuando una vez le preguntaron lo mismo: ?No. Yo pienso en lo ?experimental? como en algo que no funciona?.  (?) ¿Puede resucitar un fantasma? Y, de poder hacerlo, ¿es esto una redundancia, una paradoja, una contradicción o, simplemente, un milagro? En cualquier caso, los escritores, tarde o temprano, acaban convirtiéndose en los fantasmas de sus propios libros (que pasan a convertirse en máquinas/médium) y Gaddis ?escritor fantasma durante su vida y cada vez más vivo desde que dejó este mundo? volvió a manifestarse con dos libros póstumos. El primero es esta breve y curiosa novela/diatriba sobre la historia del piano mecánico y la automatización del arte. El segundo reunió su escasa obra periodística, discursos de agradecimiento a diversos premios, apreciaciones de la obra de Dostoievski y Bellow y, sí, un ensayo sobre las propiedades y peligros del piano mecánico. Se tituló The Rush for Second Place: Essays and Occasional Writings. Uno y otro, en el momento de su publicación en inglés, despertaron una tan saludable como tóxica polémica entre los nuevos escritores americanos al volver a evaluar la contundente figura difusa de este escritor del que en algún momento se creyó que era un seudónimo de J.D. Salinger y al que en algún otro se le atribuyó el nombre de Thomas Pynchon como máscara detrás de la cual se escondía. (?) Jack Gibbs, figura de reparto en JR y narrador de Agape se paga ?según Gaddis, por fin concluida luego de tanto tiempo gracias al descubrimiento de Thomas Bernhard, ?un escritor divertidísimo??, se dirige a nosotros desde su lecho de muerte y no es un narrador feliz. Su cuerpo lo ha traicionado y el mundo es una mierda y está dominado por tecnócratas. Y su novela ?en la que lleva trabajando años? se deshace en pedazos sueltos e inconexos. Queda poco tiempo para volver a afirmar lo mismo de siempre: la tecnología jamás podrá suplantar la creatividad de los hombres. Así que adiós a la puntuación convencional y hola al libre fluir de conciencia y a la libre asociación de ideas que le permiten al narrador ?al recitador, en un casi delirio de agonizante? invocar tanto a Glenn Gould como a John Kennedy Toole, Miguel Angel y Tolstoi, para destilar una última pócima mágica, un tónico para intentar conseguir el ?ágape?: la amorosa sensación de ser uno con el mundo celebrada por los primeros y nada burocráticos escritores cristianos. No lo consigue, claro. Pero en el fracaso de Gibbs está el triunfo de Gaddis alertando desde el Más Allá sobre la música invisible pero cierta de la entropía. Y eso es lo que en realidad es este pequeño inmenso libro: un tractat postrero y una última voluntad y un deseo final de que, al menos, intentemos comprender lo incomprensible. Y después veremos qué hacer al respecto. (?) Como ya se apuntó, buena parte de las investigaciones de Gaddis fueron a parar a JR (las notas cronológicas para el año 1920 aparecen ?en forma manuscrita y a golpe de máquina de escribir? en la página 587). Y en las páginas 288-289 y 571-604, Gibbs lee directamente fragmentos del denso libro que está escribiendo. Esta ?solución? ?el fantasma de un libro poseyendo el cuerpo de otro libro? pareció conformar a Gaddis, y en una carta de 1987 al crítico Gregory Comnes dice haber leído un libro ?The Counterfeiters: An Historical Comedy, de Hugh Kenner, publicado en 1968? muy parecido al que él se proponía y exclama: ?¡Maldita sea! Esto lo decide, el mío nunca se hará; aunque hay algo, un impulso, que todavía permanece y que me hacer recortar y guardar todo aquello que encuentro sobre mecanización y arte, y añadirlo a las provisiones que vengo acumulando desde hace treinta años?. (?) Agape se paga ?disparo de partida, summa moribunda, pero vital? se publicó finalmente el 10 de octubre de 2002 en la editorial Viking, y la apreciación más disonante y estruendosa se dejó oír desde el teclado del ?joven? narrador norteamericano Jonathan Franzen. Y tiene su gracia ?en la muy cult y cool The Salon.com Reader?s Guide to Contemporary Authors, (10) una guía en papel a partir de los contenidos de la prestigiosa revista virtual subtitulada ?Una subjetiva e irreverente mirada a los escritores más fascinantes de nuestro tiempo??: Jonathan Franzen y William Gaddis, ordenados alfabéticamente, aparecen juntos a la altura de las páginas 150-151. La entrada de Franzen ocupa media página (todavía no había publicado su consagratoria y para mí sobrevalorada Las correcciones) y la de Gaddis tiene página y media. Dos años después eran ?contando la ilustración? once las páginas que Franzen le dedicaba a Gaddis en la edición de The New Yorker del 30 de septiembre de 2002. El título de su ensayo ya lo decía todo ??Mr. Difficult?? y el subtítulo insistía en la idea: ?William Gaddis y el problema de los libros difíciles de leer?. Allí, en detalle, Franzen recordaba las dificultades y entusiasmos a la hora de leer The Recongnitions (apuntando percepciones válidas e inteligentes) para después analizar un tanto irresponsablemente el resto de la obra del autor hasta llegar a la inminente publicación en tándem de esta nouvelle y de los ensayos reunidos en The Rush for Second Place. Allí, Franzen acaba abogando por los libros cultos y fáciles de leer y entretenidos, y lamentando las dificultades en las que se había metido ?para, según él, ya no salir nunca? uno de los héroes literarios de su juventud. Los argumentos que allí presenta Franzen son sencillos y hasta obvios, pero están profunda y extensamente expuestos. Son ideas fáciles sobre lo fácil e ideas dificultosas sobre lo difícil. Al final, Franzen reconoce que leer a Gaddis le produce dolor de cabeza y que la visión de sus dos libros póstumos le recuerda las visitas a su padre enfermo de Alzheimer y recluido en un hospital geriátrico: ?A menos que seas un muy buen amigo, es mejor no ver a alguien sufriendo de ese modo?. (?) Y fueron muchos los que se sintieron violentados por las palabras de Franzen y fue el también ?joven? escritor Rick Moody quien se sintió obligado a organizar una suerte de homenaje/desagravio ?coincidiendo con el quinto aniversario de la muerte del autor? en el número 41 de la revista/libro Conjunctions, editada en 2003. En esta publicación, bajo el encabezado ?William Gaddis: A Portfolio? se reunieron tributos especialmente escritos para la ocasión por Paul Auster y Siri Hustvedt, David Grubs, Russell Banks, Susan Cheever, Ben Marcus, Mary Caponegro, Steven Moore, Sven Birkerts, Robert Coover, Don DeLillo, Bradford Morrow, Joanna Scott, Cynthia Ozick, Maureen Howared, Jonathan Lethem (quien, inspiradamente, relaciona a Gaddis con el director de cine Stanley Kubrick y concluye que ?tal vez encontremos algún otro manuscrito de Gaddis enterrado en la Luna?), Edie Meidav, Joseph McElroy, Stewart O?Nan, Carter Scholz, David Shields, Christopher Sorrentino, Joseph Tabbi, William Gass y quien firma este prólogo. Allí, en su breve introducción, Moody define a Gaddis ?no como una celebridad literaria sino como un enemigo de la celebridad literaria, un escritor que muy raramente daba entrevistas, nunca leía en público, no escribía frases para las portadas de libros de otros ni asistía a las fiestas del ambiente? y, refiriéndose al debate sobre Gaddis como escritor difícil, Moody prefiere recordar y advertir acerca de cuánto placer se encuentra y se ofrece en sus libros. Y fue Moody quien también dijo ?en su reseña de Agape se paga? que la mejor manera de comprender y apreciar a Gaddis es leerlo rápido y sin detenerse a pensar demasiado en lo que no dice. Entenderlo a partir de la rítmica de sus palabras y el diseño de sus frases. Como si fuera, sí, música. Y recién entonces releerlo. Parece difícil, pero no lo es. Es complejo. Bienvenido sea. (?) En su discurso de agradecimiento por el National Book Award a esta última novela, Gaddis decía: ?Uno siempre se arriesga cuando le pide algo a un lector, porque nunca sabe en qué manos caerá su libro, y éstos son los riesgos que corres?. En JR, luego de describirle a Amy Joubert el libro que intenta escribir, un profundo tractat sobre el piano mecanizado y la onda expansiva de su música, Joubert comenta: ?¿Suena difícil, no??. Y Gibbs responde: ?Tan difícil como pueda serlo?.

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3 de noviembre de 2011
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La crisis afecta a la chick-lit

Bridget Jones, ícono del Chick-Lit Laura Sangrá Herrero escribe para ADN.es una nota sobre lo que podría ser el comienzo del fin de la chick-lit, esa literatura escrita para muchachas, adolescentes y maduras con espíritu joven, deseosas todas de encontrar el príncipe azul en el más desteñido de los hombres. Aunque para lograr entonar con la crisis, ahora las chicas millonarias de algunas novelas tienen que enfrentar crisis económicas y hasta suicidios, como en una novela de Dostoievski. Dice la nota:

Ni los best sellers se salvan de esta crisis feroz. Las novelas chick lit, etiqueta que literalmente significa lite de chicas y que, siendo prácticos, se aplica a todos esos libros protagonizados por mujeres jóvenes, sensibles y de vida acelerada, vendían ejemplares a porrillo. Hasta ahora. Pero el título de super ventas, que antes les venía de fábrica, parece que cada vez les cuesta más ganárselo. Según datos de la revista The Bookseller -de referencia para el mundo editorial británico-, las ventas de chick lit han caído un 10% en Gran Bretaña. ¿Es el principio del fin o sólo un dato razonable, habida cuenta de esta crisis que no cesa? Sólo el tiempo lo dirá, pero las escritoras especializadas en literatura rosa no parecen asustadas. ?No dramatizaría. Es un descenso en general de la literatura de ficción y la chick lit, al ser super ventas en países como Reino Unido y Alemania, sufre más, en proporción, las consecuencias de la crisis que otros géneros menos vendidos?, apunta Rebeca Rus, autora de Sabrina: 1 - El mundo: 0 (Esencia), entre otros. Además, Rus duda de que los malos datos británicos tengan en cuenta las ventas en ebook, formato que ha tenido un ?aumento considerable? en el género chick lit. El cine también ha colaborado en acrecentar el éxito de este género de éxito. Muchas supieron de las novelas al ver a Scarlett Johansson en el papel principal de Diario de una niñera, o a Anne Hathaway en El diablo viste de Prada. Una vez relativizado el catastrofismo que nos llega de las islas, es momento para la autocrítica. Porque algo siempre se puede mejorar para adaptarse a los nuevos tiempos. ?Se tiene que luchar contra los clichés y las ideas preconcebidas? y ?adaptarse a los gustos y vivencias de las mujeres que la leen?, indica Rus. ¿Pero sólo lo leen las mujeres? Por lo visto no, y cada vez menos hombres se avergüenzan por ello. ?Me encanta que me escriban lectores masculinos? que ?se sienten igualmente identificados con los problemas que tienen los protagonistas de mis novelas?, precisa Rus. Pese al bajón que le atribuye The Bookseller a la chick lit, nunca ha dejado de haber novedades sobre la mesa. La última, El mañana empieza hoy (Planeta), de Cecelia Ahern, quien estará esta semana en España promocionándola. ?Escribo sobre mujeres que pasan por momentos difíciles, que han tocado fondo y miran quiénes son y adónde van?, comenta Ahern. Para muestra, nada mejor que su nueva fábula. Tamara, una rica y caprichosa adolescente cuyo máximo esfuerzo es ir de compras, ve cómo se desmorona su mundo cuando su padre, aquejado por las deudas, se suicida. ¿Quién dijo que la chick lit es para flojos?

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3 de noviembre de 2011
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Retratos del poder

Hay un gran escepticismo sobre la utilidad de las cumbres internacionales, con frecuencia compartido o incluso promovido por muchos de los gobiernos que asisten a ellas. A excepción, claro está, del país anfitrión y organizador, cuyo correspondiente presidente o jefe de Gobierno suele buscar en su celebración una oportunidad para afirmar su prestigio en la escena internacional y en ocasiones para dar lustre a su imagen interior con vistas a las siguientes elecciones.

Los primeros en creer en la utilidad de las cumbres son quienes realizan sonoras y, a veces, virulentas protestas en las ciudades donde se reúnen: creen que efectivamente son conciliábulos donde se toman decisiones trascendentes y se cambia el rumbo del mundo. Nada más lejano a la realidad: lo característico es su incapacidad para sacar conclusiones prácticas y, a veces, incluso para redactar sus vaporosas conclusiones escritas. Hay algo que nadie puede discutir respecto a la funcionalidad de las cumbres. Son una ocasión única para obtener, junto a la foto de familia donde aparecen sonrientes los jefes de Estado y de Gobierno en feliz asamblea, otra foto más interesante, una especie de radiografía sobre la realidad del poder y de su distribución en el mundo. En situaciones especialmente vertiginosas en cuanto a desplazamientos de poder mundial e incluso dentro de los países, las cumbres adquieren un interés adicional en la medida en que se convierten en la imagen fija que capta en un instante esta dinámica todavía desconocida.Eso es lo que está ocurriendo estos días en Cannes, la ciudad de la Costa Azul francesa donde se reúne, bajo presidencia de Nicolas Sarkozy, la sexta cumbre del G20, el grupo de las veinte y pico economías más potentes del mundo. Lo más dramático de la dudosa utilidad de estas reuniones es que no hay ninguna otra fórmula que pueda servir para al menos ensayar algo parecido a un mundo gobernado. No sirve ya el G8 (antes G7), excesivamente antiguo y occidental, superado por los países emergentes presenten en el G20. Y tampoco funciona el virtual G2 (China y Estados Unidos), pues esta relación bilateral no es meramente cooperativa, sino que tiene muchos elementos de áspera competencia. Lo que no haga el G20 no lo hará nadie. Francia, a cargo de la presidencia este año, ha hecho un trabajo concienzudo de trabajos previos a la reunión, pero la realidad no respeta los órdenes del día ni los preparativos de las cumbres. Su presidente Sarkozy quería conseguir pasos tangibles en la limitación de los incrementos de precio de las materias primas, en coordinación monetaria, regulación financiera e impulso al crecimiento y el empleo. También esperaba que la cumbre diera el espaldarazo a las medidas aprobadas en el último Consejo Europeo de recapitalización de la banca, quita de la deuda griega y ampliación del fondo de rescate. No contaba con que Yorgos Papandreu, jefe de Gobierno de un país de 11 millones de habitantes que representa solo el dos por ciento del PIB de la UE y no está en el G20, haría de aguafiestas del ensayo de gobierno mundial con el anuncio de referéndum y le cambiaría el orden del día. Por mucho que se hable de otras cosas, todos estarán pensando y discutiendo sobre la consulta griega, que amenaza desde su discreto tamaño con enturbiar el horizonte europeo e incluso global. Lo que ha hecho Papandreu no es extraño en momentos de redistribución del poder y de cambio, en los que se producen situaciones paradójicas, con margen para los más pequeños para retar a los más poderosos. Le ha ocurrido a Obama con el Gobierno de Israel respecto a su exigencia de congelación de los asentamientos en territorio palestino y de respeto de las fronteras anteriores a 1967. O también con la Autoridad Palestina respecto a su reconocimiento internacional en Naciones Unidas y la Unesco. Y ahora le acaba de pasar a Angela Merkel, y con ella al Eurogrupo, justo cuando acababa de proclamarse patrona indiscutible de la UE. Obama teme que Europa arrastre a la economía de su país a una segunda recesión, que le dejaría al pie de los caballos en 2012, justo en su campaña electoral para la reelección. Poco puede aportar para evitarlo, aparte de los buenos consejos, en comparación con China, el país cortejado por Europa para suministrar financiación a ese fondo de rescate que Grecia somete a referéndum. Al presidente chino, Hu Jintao, le viene de perlas esta extraña situación, en la que le será mucho más fácil esquivar las persistentes insinuaciones sobre su moneda excesivamente depreciada y pedir en cambio que se reconozca plenamente a su sistema como una economía de mercado. Para la UE, este tipo de reuniones, en las que suele estar sobre representada, son fácil ocasión para reflejar sus divisiones internas; pero esta vez, en cambio, quedará en evidencia y retratada por su lentitud y su escasa pericia a la hora de gobernarse a sí misma.

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3 de noviembre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica X

X Experiencia,  técnica y ciencia

Aristóteles se esfuerza en determinar dónde se sitúa exactamente la frontera que separa el universo del conocimiento que pueden alcanzar los animales, y el que pueden alcanzar los humanos. La experiencia es atribuida a ambos, animales y personas. Sin embargo, antes de pensar que se trata de lo mismo en ambos casos, es necesario determinar qué significa experiencia. Aristóteles afirma que la experiencia procede de la memoria ("pues de múltiples memorizaciones de una misma cosa surge finalmente la capacidad de una experiencia").

Empecemos por considerar la experiencia humana, es decir, la experiencia de seres que (con independencia de la experiencia misma) se hallan determinados por mediaciones conceptuales. Por ejemplo, yo reconozco a Calias, Sócrates y Menón como respresentantes de la humanidad, lo cual implica que tengo este concepto en mente. Y este conocimiento nada tiene que ver con la experiencia. Pero ahora constato que Calias, tras haber ingerido determinada bebida, se encuentra mal; luego, constato lo mismo en Sócrates, cuando finalmente también Menón se siente indispuesto tras beber... gracias al hecho de que tengo memoria, vinculo los tres casos y, eventualmente, evitaré beber, siendo así prudente (phrónimos en el texto de Aristóteles).

Es de señalar que podría haber alcanzado el mismo grado de prudencia si, en lugar de tratarse de tres individuos de la especie humana, la bebida hubiera sido ingerida por un gato, un perro y un hombre, o incluso por individuos de especies que no conozco en absoluto. Pues la experiencia se reduce a establecer un lazo entre algo que sucede ahora y la misma cosa que vuelve a suceder: la experiencia, nos dice Aristóteles, "es conocimiento de individuos".

Como la experiencia es adquirida con independencia de las especies o géneros que la generan, no necesito conocimiento de rasgos específicos con vistas a ser un hombre de experiencia, no necesito teoría (theoría en griego es usada por Aristóteles para expresar el conocimiento por especificación). En consecuencia, el hecho de que los demás animales vivan sin teoría no les impide en absoluto tener experiencia.

Una precisión a este respecto. La tesis según la cual  los animales tendrían  una capacidad cognoscitiva reducida a,  re-conocimiento   de un rasgo o signo por el que ya se ha sido previamente afectado, y con soporte  en una presencia que (por no aparecer como soporte material de  forma o especie) sería meramente individual    no implica sostener que el animal no sea susceptible de tener relación con  tipos, de estar afectado por algún modo de generalización. De hecho el propio re-conocimiento de un rasgo que ofrece un individuo remite  ya  a una tipologización. Lo que se afirma es simplemente que en esta tipologización del  universo animal   no entran  en juego conceptos, formas o especies.

Los expedientes lógicos de tal formación de tipos han de ser de otro orden y han de afectar también al animal que nosotros somos. Mas en cualquier caso la experiencia meramente animal  no estaría  perturbada por la intromisión de rasgos eidéticos o específicos, lo cual inevitablemente ocurre tratándose de la experiencia humana.

Cabría decir en tal sentido que para nosotros queda atrás la pura experiencia, que la mera percepción es para el hombre subsunción bajo un concepto. Nuestra experiencia funcionaría como la de los animales en la medida en que  aquello que en lo presente depende de lo conceptual resulta irrelevante, no porque se de realmente una situación en la que nuestra percepción este libre de concepto.

Tomemos de nuevo el caso de la indisposición de Sócrates, Calias y Menón. Incluso si su común pertenencia a la especie humana no cuenta tratándose de experiencia, es obvio que este conocimiento que tengo de que son humanos juega algún papel subyacente. Cabe decir que este segundo registro perturba  la experiencia, la cual, para nosotros jamás es pura, como tampoco es pura la percepción sensible.

Consideremos ahora la techné, palabra que tenemos múltiples razones para traducir por arte, pero también por técnica. Una de las razones de esta polaridad es quizás el hecho de que Aristóteles distingue radicalmente entre un tipo de techné que apunta a objetivos prácticos, y un segundo tipo que buscamos por sí misma, y que nada tiene que ver con las necesidades de la vida. En cualquier caso, el principal rasgo de la techné es el hecho de que implica siempre un juicio, es decir, la capacidad de razonar (recordemos que la experiencia, en el caso de los animales, es por definición un conocimiento sin juicio, ya que no lo tienen, al menos que neguemos que la particularidad del hombre sea ser un animal racional, es decir, de juicio... paso que, por cierto, algunos dan), y lo que es más: implica un juicio que concierne a un conjunto unificado, una clase de entidades y no meramente individuos:

"La techné surge cuando de múltiples nociones obtenidas por la experiencia, se emite un juicio universal sobre una clase de objetos. Pues juzgar que cuando Calias estaba enfermo de determinado mal, tal producto fue bueno para él, por serlo para todas las personas de determinada constitución, por ejemplo, los flemáticos o biliosos con fiebre... esto es materia de techné".

Ahora debemos determinar cuál es la frontera conceptual entre la noción de techné y la noción de epistéme, que se suele traducir por ciencia. No hay problema alguno, si por ciencia entendemos esto precisamente que dice Aristóteles. La diferencia entre la técnica y la ciencia  no reside, como a veces suele creerse, en que el científico sabría la causa del asunto, mientras que el  technités no se preocuparía de esto. Aristóteles afirma explícitamente lo contrario, al escribir: "Pues los hombres de experiencia saben que la cosa es así, pero no saben por qué, mientras que los segundos (los hombres de techné) saben el porqué y la causa".

Ni siquiera podemos decir que la ciencia difiere de la techné por tratarse de una actividad no subordinada, puesto que (como ya he indicado) cierta modalidad de arte tiene su fin en sí misma. Parece que  el arte y la ciencia forman un continuo con determinados momentos de discontinuidad. Una vez que la techné ha alcanzado su nivel superior (aquél en que se toma como fin), el espíritu está en condiciones de abordar interrogantes que, de facto, no tienen ningún lazo con la utilidad. Este es, para Aristóteles, el caso de disciplinas como la observación de los fenómenos astronómicos, o las preguntas naives sobre los orígenes tanto del universo como de nosotros mismos. Como El físico Max Born se complacía en señalar, incluso en la época de Copérnico la cuestión de la centralidad de la Tierra constituía un asunto puramente teorético, sin lazo alguno con intereses económicos, ni en general problemas prácticos. Y me atrevo a decir que la ciencia contemporánea, aunque tenga enormes implicaciones en nuestra vida cotidiana, no responde esencialmente a imperativos prácticos.

                                                ***

 La techné, tal como nos la presenta Aristóteles,  sería pues expresión cabal de la esencia misma del ser humano y a la par es un fertilizador de esta naturaleza. ¿Se halla este rico sentido aristotélico presente en la técnica de nuestros días? Todo depende del uso que se hace de la técnica y de la función que se le atribuye. En otros foros he tenido ocasión de  evocar  el admirable trabajo de recreación virtual, en coordenadas tridimensionales, del cráneo de Phineas Gage  por Hanna Damasio y sus colaboradores. Tal simulación permitió, ni más ni menos, que reconstruir la trayectoria de una barra de hierro que atraviesa el cerebro sin tocar las funciones motrices ni las áreas determinantes del lenguaje, pero sí las funciones emocionales.

Tenemos en este caso un ejemplo de fertilidad de la técnica puesta al servicio de la inteligibilidad. Obviamente esta inteligibilidad puede enriquecerse con objetivos prácticos, y en este contexto es inevitable  mencionar  las simulaciones tridimensionales en medicina. Éstas han posibilitado no ya avances en la transmisión del saber (dificultado en ocasiones por la deontología, dado que la medicina tiene como objeto al ser humano), sino un control suplementario de la práctica médica concreta, en intervenciones quirúrgicas, por ejemplo.

Mas en ocasión nuestra relación con la técnica, su valoración, la función que los ciudadanos le asignan, ha sido profundamente perturbada en razón de objetivos problemáticos. Así por ejemplo la idea misma de que cabe esperar de ella la construcción de entidades inteligentes. En las concepciones más radicales se hace abstracción de la inevitable etapa del genoma. Y el funcionamiento de las conexiones nerviosas (que en el ser animado que es el hombre da lugar a la inteligencia y al lenguaje) es reducido a funcionamiento de conexiones electrónicas y mecánicas, es homologado así con lo artificial. Mas entonces, la técnica deja de reducirse a mero instrumento de los objetivos de realización del ser humano y emerge como una suerte de demiurgo forjador de seres a los que, en última instancia, podríamos identificarnos. Esto ocurre ya, de hecho, cuando en nuestra civilización la percepción vehiculada por dígitos (única que, por analogía, cabría en principio atribuir a un ser carente de vida) es tomada no como interesantísima simulación o fantasma de la percepción real, sino como su equivalente.

 

No puedo detenerme aquí sobre este aspecto, pero sí evocaré,  la denuncia realizada por John Searle, hace ya más de treinta años, del carácter abusivo de la expresión misma inteligencia artificial, y sobre todo de la concepción de ésta como un modelo explicativo del comportamiento humano. ¿Que desde entonces ha llovido mucho? Obviamente, pero a mi juicio nada ha cambiado en lo esencial. Como máximo las espadas siguen en alto. Y si de discusión teorética se tratara, nos limitaríamos a estar dispuestos, en todo momento, a modificar nuestra posición actual (favorable a la tesis de que sólo cabe hablar de inteligencia artificial, al precio de degradar hasta la caricatura el término mismo de inteligencia).

                                                         ***

Un aspecto insoslayable es el  de las  llamadas  nanotecnologías, vinculadas a la nanociencia, pero no reductibles a la misma. La cuestión ontológica  y en general la filosofía de la naturaleza quedan obviamente afectadas por  la posibilidad -hoy  ya efectiva-  de generar nuevos materiales (nanomateriales) no existentes en la naturaleza, operando a escala nanométrica sobre materiales previamente existentes, y transformándolos. Los sofisticados artefactos tecnológicos y las simulaciones tridimensionales (realidad virtual) de átomos y moléculas que posibilitan el transformar la estructura de un átomo actuando sobre sus electrones tienen un enorme  peso a la hora de interrogarse sobre si hay realmente rasgos omniaplicables y permanentes tanto de la physis en general  como del ser que  reflexiona sobre ella.  Pues en efecto, la importancia antropológica del problema de la técnica   se agiganta en un momento en el que la alianza de la tecnología y la genética  abren  la posibilidad de que una especie influya de manera determinante en los rasgos mismos que la especifican. Perspectiva con profundas connotaciones éticas  y que a algunos inquieta aun reconociendo el positivo papel de la técnica, por ejemplo, los avances posibilitados por la modelización virtual en el campo de la medicina. En este sentido no podemos olvidar el papel de la tecnología en la configuración de la mente, entendida esta como indisociable de los artefactos tecnológicos que aumentan nuestras capacidades cognitivas.

Lo que precede sirve de transición al tema, fundamental para esta reflexión relativo al peso  de la teoría cuántica en la determinación de nuestro entorno y de nosotros mismos,  concretamente a través de las sofisticadísimas técnicas que permiten ofrecer comprobación experimental a algunas de las sorprendentes previsiones de la teoría.

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3 de noviembre de 2011
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Rusia: esa literatura existe

Eduard Limonov, maestro de las nuevas generaciones La literatura rusa ha sido la protagonista del nuevo número de Babelia. Zajar Prilepin, narrador contemporáneo ruso, comenta sobre el aparente mal momento de la literatura rusa luego de la caída de Unión Soviética (de 150,000 ejemplares a 10,000 en los mejores casos) y el ?agujero negro? literario que representó la literatura rusa durante el siglo XX.  Dijo además:

Hoy, Rusia, aunque ruidosa, aún sigue estando en la periferia. Es decir, en la mente de la clase media europea, Rusia está al mismo nivel que un país africano que pasa desapercibido. La diferencia es mínima: en África, calor; en Rusia, frío, pero en general la opinión de muchos europeos es que los libros rusos hablan de lo mismo; es algo muy lejano, oscuro, poco civilizado, triste, siempre al borde de la dictadura y la degradación. La última oleada de interés en la literatura rusa se ha asociado con la caída de la Unión Soviética? Luego, a finales de los ochenta, la novela de Anatoli Ribakov Los hijos del Arbat estuvo en el top 10 de ventas, encabezado varias veces por Alexandr Solzhenitsin, Borís Pasternak, Varlam Shalámov. Durante esta ola se dieron a conocer al lector occidental escritores como Vasili Aksiónov, Alexandr Kabakov, Victor Erofeyev y un poco más tarde Victor Pelevin, Vladímir Sorokin y Ludmila Ulítskaya. El ajuste de cuentas con el poder soviético fue entonces ?la comidilla? principal de la literatura rusa. Durante un tiempo en Occidente fue un plato aliñado con sal y pimienta muy popular y conocido con el nombre provisional de Las noticias de la autoflagelación rusa o Las malas noticias desde Rusia. Pero la temporada de interés que despertaba acabó pronto: el colapso de la Unión Soviética no podía ser una novedad eterna, y una vez allí en el frío de Rusia no ocurre nada interesante excepto el cambio de un Yeltsin borracho a un muy sobrio Putin, por lo que merece la pena distraerse con otras noticias. Esta situación resultó ser favorable a la literatura. El mundo ha perdido interés en ella, los lectores rusos también pasan de largo. El hecho es que Rusia casi ha perdido el sistema de distribución de libros. Nuestro país es grande y transportar los libros desde Moscú hasta Liberia y el Lejano Oriente es muy caro. Como resultado, dos tercios de la población vive sin ningún tipo de librería cerca, y si las hay entonces lo que tienen en venta es material de lectura barata para personas sin muchas pretensiones. Además, en un país donde el 25% de la población vive al borde de la pobreza y por lo menos otro 25% apenas si llega a fin de mes, la compra de un libro (que es un producto caro) se ha convertido en un acto de sacrificio. Casi mejor invertir en comprar vodka pues el resultado es predecible. (?) Como resultado, hoy en día, la literatura rusa goza de excelente salud. ¡Literatura clásica escrita en tiempo real! Que este hecho en la actualidad no parezca interesar a nadie, no cambia nada para los escritores. Una de las principales características de la literatura rusa actual es que ésta se niega a admitir que el siglo XX en Rusia fue una especie de agujero negro y una terrible plaga.  (?) Además, podemos decir con certeza que la literatura rusa moderna tiene a menudo un carácter antiburgués. Hay una serie de narradores que, de un modo u otro, profesan ideas de izquierda, encontrar al menos un autor serio defensor de los valores burgueses es casi imposible. (?) Una característica que define el estilo de la nueva generación de escritores rusos, los que tienen de 30 a 40 años, no proviene de Yevgueni Yevtushenko, ni Victor Erofeyev, ni Serguéi Dovlátov, sino de Eduard Limonov, un escritor bastante conocido en Occidente por algún tiempo, pero excluido posteriormente de las librerías. Esto se debe a que durante los ochenta Limonov surgió prácticamente de la nada y se opuso a la perestroika en Rusia; durante el conflicto en la ex-Yugoslavia luchó en el Ejército serbio y actuó como opositor constante de las reformas de Gorbachov y Yeltsin. Recientemente, en una conferencia de los escritores más famosos de más o menos mi generación, la mayoría de los presentes coincidían en nombrar como maestro literario a Limonov. No todos los escritores resultan tan radicales en sus puntos de vista como él, pero ciertamente simpatizo con su conducta valiente y con su voluntad infinita de desvelar a la Patria y exclamar con orgullo: ?¡Mira la úlcera! ¡Mira las costras!?. No me malinterpreten, nadie en Rusia va a argumentar que el pasado soviético era una maravilla. Hemos crecido en este país y recordamos lo que era. La pregunta es si en Rusia ya habrán adivinado que el mundo no se divide en ?civilizados? y ?salvajes? y que la historia del hombre, y como tal las cosas complejas requieren compresión y no un veredicto apresurado. Este es el sentido de la literatura. La era de la información nos hace conocer más y más sobre menos y menos cosas. La literatura también debe ser capaz de tirar de este montaje de noticias y captar lo principal, lo divino y lo eterno. En cuanto a nombres específicos, estoy dispuesto a nombrar a Dmitri Bykov con la trilogía Justificación, Ortografía y Ostromov; la novela de Alexandr Terekhov El Puente de Piedra, que tiene todos los signos del genio, artista, filósofo y escritor Maxim Kantor; al crítico literario Lev Danilkin, autor de la biografía del cosmonauta Gagarin y que a su vez escribe muy bien sobre el joven autor German Sadulayev y su libro Yo soy checheno. Aún nos falta el polémico escritor y músico Mijaíl Yelizarov, también en la treintena, y uno que ha hecho carrera política rápida y ha sido arrojado fuera de la misma por la oposición, el controvertido Serguéi Shargunov? La pregunta es si la nueva literatura rusa llegará al lector de Occidente. Pero el hecho es que esa literatura ya existe.

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2 de noviembre de 2011
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Pensamientos en Zuccotti Park

 
  

No es fácil llegar a Zuccotti Park, a la vuelta de Ground Zero y a la vista de Wall Street. Entre la tumba amurallada y el muro financiero, los acampados se refugian en sus carpas azules este domingo tormentoso.  Esa sintaxis es el orden newyorkino del espacio, igualado por la lluvia balbuciente. Pero el taxista árabe no supo como llegar y me dejó en cualquier esquina. Ni los turcos que venden verduras, ni los camareros griegos que barren el agua, conocen el Parque. Confirmo que cada quien tiene su NY, que es siempre otro. Es irónico que estos inmigrantes, siendo parte del 99% algorítimico, carezcan de referentes más allá de su estación del metro y el negocio donde sirven. Sólo la policía sabe: guían a turistas aturdidos por su mapa ilegible. Quien quiera visitar a los suaves indignados deberá atravezar la parte más abstracta de la City.

 

La acampada es aquí menos colectiva que sumaria. Los jóvenes en lugar de actuar en grupos y asambleas parecen construir voces, aunque anónimas, del todo individuales. La suma no se funde, se diversifica; y aunque los rituales son los mismos (debatir, pronunciarse, repartir tareas), se trata más que de un evento masivo, de una concurrencia meditada. Aquí el individuo no representa a un grupo, sino al contrario: el grupo representa a cada otro. Ocurre como si el que acampa actuase en una obra haciéndose, cuya figura desplegada hace sentido en la suma de los otros, los que no están. Si llamamos evento a la irrupción que ocupa todo el presente, el evento es aquí la representación por ausencia: se ocupa para vaciar lo dado e instaurar lo gratuito. Esa figura nos incluye, de pronto, en su acto liminal.

 

Acampar es restar la plaza pública de los aparatos de estado, para ocuparla momentáneamente y desocuparla estratégicamente. Esa táctica alterna es una crítica central a la idea de la representación, casi en todas partes mediatizada, incautada y excesivamente costosa. Los que reclaman al movimiento internacional de la ocupación pública, acusándolo de no tener consecuencias, ignoran que transformarse en una opción política terminaría con la libertad gratuita de protestar, precisamente, la degradación de la política en negatividad mutua. Melville imaginó a un modesto escribiente que puso en duda la representación del sistema y su economía devoradora, repitiendo: ¨Preferiría no hacerlo.” Su alegato antifáustico renuncia a los términos de la socialización compulsiva, y representa a quienes, desde sus márgenes, se ausentan. El despacho de abogados donde el antihéroe se negó a repetir la letra muerta, estaba cerca de aquí.

 

 

Vi en las noticias locales a unos jóvenes acampados, y me pareció ver que lo nuevo más que en sus declaraciones estaba en sus rostros: desnudos, nos hablan cara a cara. Hacen otra cosa, algo anterior a los discursos: miran de frente, como si nos conocieran. No se deben a las declaraciones sino a la presencia mutua de quienes han tenido que poner la ley en ascuas para desnudar el rostro y preguntar por el nuestro. Recordé una página de Levinas, justamente sobre la desnudez del rostro en la recuperación de la voz común. La sintaxis de lo nuevo se armaba en esta intemperie no con citas y glosas sino con actos de un pensamiento que hace tiempo nos piensa.

 

Por ello, después de los minutos en que les devolvieron la palabra, y la cámara retornó a los rostros de las dos locutoras, el contraste fue estremecedor: las caras de esas dos guapas damas eran totalmente artificiales. Las han pintado y decorado y las han vuelto irreales. Tienen la máscara que busca representarnos. Buena parte de los medios se revela en esa impostura.

 

Aquí, en la plaza, los nombres recobran el peso de las cosas que encienden. El nombre, otra vez, acarrea la inteligencia de la atención.

 

Por eso, han hecho urgente que se les devuelva el turno de la palabra. Al final, se trata de los plazos de relevo, de los formatos de inclusión, de las estrategias de diálogo, de lo que podemos llamar el poliglotismo del origen. Es decir, de un presente donde se hablan varias lenguas para ser parte de la gran plaza pública reconstruida por la concurrencia momentánea y transitiva, que estos jóvenes propician como quien asoma la mirada al porvenir.

 

Hay cierta prisa en devolverles la palabra allí donde los medios no están meditizados por la pérdida de su lugar público. En Chicago, los jóvenes ocuparon tres espacios sucesivos: los de la primera fila, conscientemente, decidieron sentarse en el umbral de los edificios municipales para hacerse arrestar; una segunda linea se ubicó justo  donde se dividía lo público-estatal de lo público-comunal, una zona ocupada, del lado penitenciario, por la policía; y una tercera fila, más atrás, ya en la plaza, ocupó el espacio abierto y colectivo. Este mapa denuncia la definición funcionalista del espacio público, que deja de ser espacio y público.

 

Con la lógica perversa de de una ley regimentaria, en Madrid se busca usar la ley electoral para ceder los espacios públicos a los partidos politicos y sus manifestaciones y, de paso, obligar al desalojo de los jóvenes indignados que los ocupen. Llamo perversa a esa lógica porque la competencia electoral se convierte en una máquina no de elegir sino de reprimir. La protesta ciudadana ha hecho obsoleta, como es patente, a la violencia intrínsica que busca el voto a cualquier precio.

 

La protesta es un ejercicio de libertad. Un don acogido como el valor absolutamente insólito de la gratuidad. En ese espacio momentáneo, responde cada uno por su derecho de ciudad.

 

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2 de noviembre de 2011
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