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Sealtiel Alatriste comparte premio Villaurrutia

Sealtiel Alatriste El premio Xavier Villaurrutia, uno de los más antiguos y más importantes de México, le fue concedido al escritor y editor mexicano Sealtiel Alatriste (cualquier coincidencia con el apellido del personaje de Pérez Reverte no es coincidencia), quien lo compartirá con el también narrador mexicano Felipe Garrido. Dice la nota en Milenio: 

Sealtiel Alatriste obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2011 por sus libros Espejo: ensayo sobre la ilusión(Alfaguara) y Geografía de la ilusión(Taurus), de manera compartida con el escritor Felipe Garrido, por la colección de cuentos Conjuros(editorial Jus), informó el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Organizado por dicho instituto, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y la Sociedad Alfonsina Internacional, el galardón fue otorgado por el jurado integrado por los escritores Ernesto de la Peña, Silvia Molina e Ignacio Solares. El jurado decidió otorgar el galardón a Sealtiel Alatriste, quien ?de una manera original y novedosa y con una escritura limpia aborda el mismo tema desde dos ángulos diferentes?; mientras que la obra de Felipe Garrido se premió en reconocimiento ?a los aciertos de su lenguaje y la maestría con que maneja el texto breve?. El Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores fue instaurado en México en 1955, a iniciativa de Francisco Zendejas. Se concedió de manera retroactiva en su primera entrega a Pedro Páramo, novela de Juan Rulfo. Sociedad de Amigos de Xavier Villaurrutia fue el nombre original de la instancia calificadora que lo concede, y más tarde ?tras la muerte de Alfonso Reyes (1959), uno de sus integrantes más destacados? se denominó Sociedad Alfonsina Internacional (SAI). En la actualidad, las instituciones que otorgan el premio son la Sociedad Alfonsina Internacional y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), a través del INBA.

Pero no todo es felicidad. En el blog en Letras Libres de Guillermo Sheridan rechazan el premio por considerar comprobado que Alatriste se apropia de textos ajenos. Dice Sheridan: ?Es una pena que confundir la vida con las ganas de escribir termine por ser una confusión entre las ganas de escribir y firmar lo que escriben otros?.

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26 de enero de 2012
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Ser bueno o ser malo

¿Son las personas de hoy mejores o peores que las de antes¿ Pero ¿antes de qué? ¿Antes del capitalismo? ¿Antes del capitalismo de consumo? ¿Antes del capitalismo de ficción?

En España se construyó  un linde histórico que determinaba con nitidez un "antes" y un "después de la Guerra" ¿Fueron mejores o peores las personas  después de la Guerra? Y extendiendo esta referencia a Europa; ¿qué puede decirse de los europeos y de Occidente en general?

Una firme premisa ha sido que las Guerras y, concretamente, nuestra Guerra Civil, se proyectó tanto sobre la calidad de los productos como sobre la calidad de los habitantes.  Lo bueno de verdad era cosa "de antes de la guerra". Los precios justos, los alimentos más sabrosos, la probidad  de los comerciantes se glorificaba  equiparando su naturaleza o su conducta a los de aquellos que existían antes de la guerra.

Antes de la Guerra se sufrían  grandes penurias e inmediatamente después  más calamidad. Algunos signos populares, como el café, se anunciaba en las pizarras de los establecimientos de los años cuarenta y cincuenta como "café-café". E incluso como "café-café-café" puesto la confianza en la honradez se había perdido y  ya todo o casi todos se vendía adulterado. Pradójicamente, sólo era blanco en el  mercado negro. La mentira se extendió en la posguerra como una inocua metralla y tras  los sangrientos bombardeos de la contienda.

A la muerte de las personas, civiles o militares, sucedía la muerte de la verdad de las cosas. Una pérdida se completaba con la otra y las mujeres se pintaban una raya negra en las piernas de arriba abajo simulando que llevaban medias. Medias de cristal, por supuesto, que en el mercado negro se vendían veinte veces por encima de su coste. Un dólar en Estados Unidos, 20 dólares en  el bar Chicote de Madrid.

Poco a poco, sin embargo, con la reconstrucción de los países y la prosperidad creciente  llegaron las importaciones de café auténtico y medias de nylon accesibles. En el comercio internacional, a la mayor exportación de mercancías mejores  correspondía la importación de mercancías fiables.

 Durante 25 años de auge, tras la Segunda Guerra, tanto en la economía como en la política occidental las mercancías tendían a ser porgresivamente buenas y paralelamente, las familias bien avenidas y las instituciones protectoras, socialdemócratas o religiosas, mejoraron el recuerdo del pasado. 

Varias crisis cíclicas sacudieron el buen humor y el buen honor  desde los años setenta  a los años noventa del siglo XX pero ninguno de tales percances negativos oscureció el carácter de la sociedad.

Esta Gran Crisis actual, sin embargo, se comporta materialmente y virtualmente como un corrosivo sobre la misma condición humana. No sólo han crecido los parados en grandes sumas y, a la manera de las bajas  en una Gran Guerra permanecen como moribundos, sino que los productos de casi cualquier orden han empeorado en su composición y su duración. Aumentan las gangas, en su doble acepción, y han multiplicado su presencia bajo el concepto de low-cost.

La degradación de los materiales y la calculada obsolescencia de los artefactos,  la inferior calidad de los tejidos y de la vida en la electrónica se  se corresponde con la alarmante en la calidad moral de las personas, sean ejecutivos, sacerdotes o ministros.

En los años cincuenta, el acero, las arquitecturas, las mesas y las sillas, las bicicletas y los coches estaban "hechos a conciencia". Poco a poco  con el capitalismo de consumo agigantado en los años setenta empezaron a proliferar mercancías frágiles y efímeras más propensas a estropearse o deshacerse que quince años antes. Y bajo este designio han seguido fabricándose artículos en casi todos los órdenes hasta nuestros lúgubres días.

Confecciones y montajes provenientes además de países sobreexplotados, no sólo inmorales sino desmoralizados, no sólo exportadores de basuras a bajo precio sino incluso de medicamentos basura, han compuesto una época de lo falso, la falsificación y el timo.

De las basuras conscientemente fabricadas como basuras debe responsabilizarse también a los importadores países ricos y  de las basuras como modelo general del valor ( los bonos-basura, la comida-basura o los subprimes) a la naturaleza del capitalismo especulativo o "capitalismo funeral" y de cuyas carnes ya corruptas nacieron tanto los enseres y materiales defectuosos, contaminantes, venenosos y las gentes mafiosas, ominosas, podridas.

Hay actualmente más organizaciones solidarias e internacionales que nunca pero su presencia no equilibra el poder de las organizaciones criminales. Más bien el crimen organizado, en cualquier grado, es el paradigma de la nueva economía delictiva y las ONGs forman en repetidas ocasiones parte del mismo desfalco y latrocinio.

Otras ONGs no forman parte del crimen. Son organizaciones humanitarias veraces pero el descrédito de cualquier institución, la estafa de casi cualquier organización, la lenidad de la justicia, la mala calidad de los gobernantes o los ejecutivos han creado una atmósfera de pantanosa inmoralidad en la que chapoteamos todos.

Quedan, nacen y se hacen todavía buenas personas pero no es la cosecha que caracteriza a la contemporaneidad. El sistema se abastece, sobre todo,  de agentes malvados y mientras mil libros incitan a triunfar arrasadoramente dos o tros aluden a amar al prójimo y practicar yoga. Más aún: todo occidente ha quedado como un almacén del mal. Un fracaso de la bondad, de la felicidad y el amor al medio ambiente mientras Oriente, sus budas y su lasitud, se tienen, idealmente, como el depósito donde se concentra el bien-bien.

¿Hacer el bien a los demás?  La mayor parte de las religiones que pregonaban este arte de vivir feliz han sido corroídas por sus propios pecados, sean de mendacidad, estafa, corrupción o pederastia.

El Mal es Nuestro Mundo. La Gran Crisis es la tercera guerra mundial. Los ciudadanos tratan de salvarse uno a uno y hasta los capitanes abandonan el barco antes de que el pasaje llegue a los botes.

El eslogan de que "cada cual se la pele" ha venido a ser la película más repetida, los argumentos de las series televisivas más vistas,  las conductas, reales más corrientes.

Esta corriente va en el sentido común del vertedero y las almas nadan en sus aguas como peces de piscifactorías cargados de plomo. ¿Ser bueno? Solamente cuando una persona muere puede estarse seguro de que se la estimará buena. Es preciso morir para incitar entre los vivos el antiguo sentimiento de caridad. Por el contrario, es casi imposible sobrevivir normalmente sin poseer algún recurso asesino.

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26 de enero de 2012
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La razón y el perdón

Una de las cosas que más gusta a la gente, por encima del sexo incluso es que le den la razón. No existe un modo más seguro de gratificar al otro -en cuerpo y alma- que admitir que tiene la razón o "toda la razón".

En las disputas, cuando la razón aún vuela, la enemistad del choque no termina antes de que medie un perdón y este perdón no es nunca de verdad completo si no incluye también por la "parte maldita" el reconocimiento de que obró de una manera que el otro tenía su razón al molestarse. El perdón entonces circula como un vehículo o catéter que desemboza las arterias de uno y otro como si se devolviera el fluido sanguíneo y todas las demás sustancias a la relación

No hace falta llegar a un considerable grado de violencia en los enfrentamientos. Cuando se discute, el máximo regalo que recibe una parte es el que llega cuando la otra, por contrición, le entregue la razón. He aquí la base religiosa de las confesiones y sus consecuencias en la purificación de las almas.  El primero no sabía lo suficiente y el otro sí. El primero peca, es ignorante, no sabe, no conoce a Dios de modo que su razón aquí se relaciona con el saber torcido y, en el sentido más amplio, con su equivocación circunstancial.

Con ello, la razón se inmiscuye, sigilosamente, en la vida general y, al cabo, conseguir tener razón equivale al logro de poseer una vida bien orientada.  Una vida, podría decirse, más firme y, con ello, si acaso, una vida más longeva gracias a la salubridad el juicio, el juicio que permite discernir del bien del mal y precaverse mejor de los peligros. Eso, aparte del tono positivo que se obtiene de atender con solicitud al errado, provisionalmente desdichado.

Quien tiene la razón posee, al ser reconocida un patrimonio que atraerá beneficios tales como el liderazgo, el respeto y la facultad de ver más. uitar. De tener la razón se deriva, en suma, un poder que sólo es privilegio de unos pocos. Ellos tienen la razón no tanto porque la hayan adquirido expresamente sino porque implícitamente se hallan dotados para sentar con tino los términos de las circunstancias y, con ello, repartir orden sobre la ambigüedad del mundo.

Cierto que no siempre una persona posee la divina fortuna de tener siempre razón. Sería más exacto decir que en ese momento "lleva  razón". Una vez  lleva uno la razón y otra la lleva el contrario  como si este atributo migrara  y, en consecuencia, impidiera convertirse en un insoportable oráculo.

Esa razón que viaja de aquí para allá, de un individuo a otro, no cesa jamás de cambiar su residencia y, por ello, crea una democracia de la razón, una colectividad que se autoreconoce necesitada del juicio de muchos. Todos víctimas del error como verdugos. Pecadores, injustos como sujetos o como objetos, en una sociabilidad que se enemista y se abraza.

Socios todos, pues, de una razón circulante que puebla el mundo y expuestos a sus variaciones, unas veces se encastra  en nosotros y otras veces en los demás. Siendo así el mundo se ama intrínsecamente, se entre-ama. Porque sin tener razón, aun a ratos, no puede respirarse, aspirar y ganar vida. Con la razón nos fortalecemos, con su presencia nos fortificamos, con su falta nos demediamos.

Pero también, gracias al perdón quien tiene la razón trasmite parte de su beneficio en el semejante. Cargado de razón, no sólo disfruta revela su tesoro sino que a través del perdón libera al otro de ignominia.

El perdón es pues, un regalo de doble dirección. Sana al que sufre su doliente error y magnifica a quien proporciona la cura. El perdón es tan milagroso como el pan. Una sociedad que no perdona adelgaza y se suicida. Igualmente un sistema que no disfruta de suficiente razón se desmorona.

En ambos casos, la muerte ronda tanto a la bondad de la condonación como a la figura de la humillación. Una sociedad será tanto más sana y más humana de acuerdo a su capacidad para restañarse por indultos constantes y gracias a re-establecerse  mediante  transacciones de la razón. De otro modo la condena está garantizada y el abismo del mal a un paso.

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25 de enero de 2012
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La edad de hierro

Ocurre un hecho prodigioso en nuestro tiempo: tantos genios viejos juntos. Habría que remontarse a los tiempos bíblicos para hallar tal profusión de vidas longevas y palpitantes. Porque la vejez empieza a ser lo opuesto a un zapato polvoriento o a un saco de huesos rotos. Poco importan ya las carnes consumidas, la voz ahuecada, el audífono. Vean si no, esa maravillosa mujer, la neurocirujana italiana y premio Nobel Rita Levi-Montalcini. Cuando cumplió cien años ?en el 2009? le confesaba al periodista Miguel Mora: «No hay culpa ni mérito en cumplir 100 años. Puedo decir que la vista y el oído han caído, pero el cerebro no. Tengo una capacidad mental quizá superior a la de los 20 años. No ha decaído la capacidad de pensar ni de vivir. La única forma es seguir pensando, desinteresarse de uno mismo y ser indiferente a la muerte. Cuando muera, sólo morirá mi pequeñísimo cuerpo». Levi-Montalcini no renuncia ni a una buena peluquería ni a escoger bien sus joyas, y eso dice mucho de quien sabe envejecer. Conectar lo interior con lo exterior, remarcando la importancia de un cuerpo pero sobre todo un alma elegante. Ahí está Manoel de Oliveira, que a sus 103 años recién cumplidos ultima su próximo filme, Gebo et l’Ombre, con dos divas que conservan intacta su mueca de desafío al star system: Jeanne Moreau y Claudia Cardinale. U Oscar Niemeyer, que, con 104 años, ha tenido que desistir «provisionalmente» de su proyecto de construir la plaza de la Soberanía en Brasilia, pero ha dejado claro que no renuncia a ella. Muchos se ríen del desfase de Stephan Hessel (94), el viejo resistente y uno de los autores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De su panfletillo tan kumbayá. Pero Hessel no se inmuta, convertido en el agitador que da consejos a François Hollande para que radicalice su discurso. O David Hockney, cuya rebeldía es una bofetada de color que estos días expone en la Royal Academy of Arts de Londres ?y en mayo en el Guggenheim de Bilbao?. En ella muestra la llegada de la primavera en Yorkshire, con sus verdes y violetas intensos, lejos de las grisallas de la tercera edad. Las paredes de la academia parecen ventanas de un tren: desde su excepcional Paisaje ordinario hasta su visión del Grand Canyon, o de la campiña inglesa, fragmentada como un puzle gracias a horas y horas mirando a través de una cámara de vídeo, que junto a sus dibujos con iPad rubrican la estampa del viejo moderno. Mi abuelo también lo fue: siempre tenía el último teclado, la más sofisticada maquinita de acupuntura, la mejor cámara de fotos. Si viviera hoy, a buen seguro sería un hacker. Y escucharía Old Ideas, de Leonard Cohen, que yo espero impaciente. Al lado de los citados genios longevos, Cohen es un teen. Va a cumplir 78 años, y dice atinadamente que a los 80 volverá a fumar. «Sé muy bien que la edad tiene mucho que ver con mi actual libertad», asegura en las entrevistas. De una elegancia inusual, sombrero de ala corta, traje a lo Beau Brummel y versos inspirados, es hoy un dios que vive en un monasterio rodeado de hielo y que en sus blues nos ofrece un manual para convivir con la derrota. La pasada semana se publicó un dato inquietante: por primera vez en 50 años cae la esperanza de vida. Los demógrafos están en alerta. Puede que se deba al cálculo, dicen unos. Tal vez tenga que ver el impacto de la crisis, aseguran otros, de la misma forma que de nuevo cae la tasa de natalidad (1,1). Nunca el ser humano había tenido tan larga juventud, y tan próspera vejez. Ancianos no sólo activos, sino geniales, liberados como dice Cohen de las neuronas de la ansiedad, que deberían servirnos de ejemplo para trascender la crisis y enfrentarnos a una regeneración integral. (La Vanguardia)

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25 de enero de 2012
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III. Siempre joven e inmortal

Johnny Weissmüller es el único Tarzán que reconozco, muerto a los ochenta años, igual que la Chita. Los que vinieron después son ya falsificaciones que se quedan en la penumbra, fuera de la incandescencia del resplandor de mi memoria de niño atento a la proyección desde la ventanilla, pues cuando la película se quemaba, como solía ocurrir, había que correr a desmontar el rollo, llevarlo a la devanadora, cortar, pegar con acetato, reponerlo, y echar andar de nuevo el aparato, todo en menos de dos minutos, antes de que empezaran a apedrear la caseta desde el corral insurreccionado.

Eran rollos ya muy viejos en blanco y negro, el celuloide frágil y tostado, que volvían a la caseta después de haber recorrido, una y otra vez, los circuitos de exhibición de Managua y los pueblos donde había cines, Tarzán de los monos de 1932, Tarzán y su compañera de 1934; y ya en las últimas, Tarzán y las amazonas, de 1945, y Tarzán y las sirenas, de 1948, Johnny Weissmüller, siempre atlético y con sus crenchas largas, iba poniéndose más feo porque iba envejeciendo, pero eso puedo notarlo hasta ahora si vuelvo a ver esas películas que hoy podrían parecerme ingenuas, pero entonces aquel Tarzán en su casa de la copa de un árbol, vestido apenas con un taparrabos y armado nada más de un cuchillo era siempre joven, y, por supuesto, inmortal, igual que Jane, e igual que la Chita.

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25 de enero de 2012
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Conduciendo en la oscuridad

¿Por qué nos equivocamos tanto? ¿Cómo es posible que contando con tantos y tan sofisticados instrumentos de conocimiento y de predicción sigamos equivocándonos de forma tan extraordinaria a la hora de prever y resolver las crisis económicas, sociales o políticas? La reunión anual de Davos que hoy empieza es una buena ocasión para formularse estas preguntas. Al Foro Económico Mundial se deben sin duda muchos méritos, pero es bien claro que este seminario anual de sabios, poderosos y ricos ha venido fabricando regularmente una de las mayores colecciones de errores y desaciertos del mundo.

Ahora mismo se cumplen cuatro años de predicciones erróneas sobre la salida de la crisis, prácticamente desde enero de 2009, cuando el hundimiento de la banca de Wall Street acababa de suceder apenas tres meses antes, pero el optimismo antropológico propio de la época, que no era exclusiva de Zapatero, llevaba a pensar a la mayoría que la recuperación sería rápida y que la acción concertada del G20 conseguiría estimular las economías y regresar rápidamente a la normalidad de siempre. No ha sido así. La frivolidad ha dado paso ahora a la más negra de las depresiones. El Índice de Confianza Global que da a conocer el Foro de Davos en los días previos a la reunión no puede ser más truculento. El 54 por ciento de los 1.200 expertos de todo el mundo consultados esperan que en los próximos 12 meses se producirán trastornos geopolíticos serios en el mundo, entre las que se cuenta la eventualidad de la quiebra de algunos de los Estados actualmente en apuros financieros. Un 60 por ciento de los consultados señalan su falta de confianza en la gobernanza global y en los liderazgos. Conduciendo a oscuras es el título de un estudio, publicado por el Center for a New American Security, uno de los más destacados think tank estadounidenses sobre temas de seguridad y defensa. Su autor y presidente de la institución, Richard Danzig, ha reflexionado sobre la dificultad de prever el futuro en cuestiones militares, pero las ideas que ha destilado valen perfectamente para la política y para la economía y permiten comprender por qué nos equivocamos tanto. Según Danzig, predecir, intentar preparar el futuro, es una actividad inherente al ser humano, aunque sea origen de numerosas frustraciones. En efecto, las exigencias de predicción que se nos imponen o nos imponemos son superiores a cualquiera de nuestras capacidades. Y a pesar de todos nuestros esfuerzos, el largo plazo es totalmente impredecible. Finalmente, la planificación y la preparación, siempre necesarias, no nos van a ahorrar el fracaso predictivo. Estos eran principios descriptivos, pero Danzig también propone otros normativos. Hay que prepararse para tomar decisiones con gran rapidez, pero a la vez para saber posponer algunas decisiones que requieren precisamente la menor improvisación. Hay que agilizar la producción de procesos, es decir, la capacidad de cambiar de modelos rápidamente. La capacidad de adaptación y de resistencia se convierten en primordiales. Preocupados como estamos en un largo plazo que no podemos prever, debemos trabajar bien el corto plazo, de forma que podamos ir cambiando en función de sus modificaciones. La diversidad y la competencia nos proporcionan experiencia y suministran las pruebas acierto/error a toda velocidad. Danzig está pensando en técnicas y tecnología militar, en armas, submarinos y blindados, pero puede servir también para ideas políticas y económicas. El siglo XXI probablemente es más impredecible que los siglos anteriores, aunque tenemos los mejores instrumentos de predicción científica de la historia, también en las ciencias sociales. Sucede por causa de la aceleración, la proliferación y la diversificación tecnológica y también por la globalización económica. Son tiempos eléctricos e instantáneos, de procesos ultrarrápidos, en los que la comprensión intelectual y la posterior decisión política siempre llegan cuando todo está ya jugado. Tenemos que estar preparados a no estar preparados, a saber improvisar, nos dice Danzig. A saber conducir a ciegas en la oscuridad.  

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25 de enero de 2012
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Jean Echenoz en Barcelona

Jean Echenoz El escritor francés Jean Echenoz está en Barcelona, donde hoy presentó su novela Relámpagos (Anagrama), el cierre de su trilogía sobre personajes reales como Ravel (dedicada al músico Maurice Ravel) y Correr (dedicada al deportista Emir Zatopek). En El Cultural, Jacinta Cremades le hace una entrevista. Anuncia ahí que con esta novela se acaba su serie de libros biográficos y volverá a la ficción de las extraordinarias Me voy o Al piano. Dice la nota:

(?) en sus tres últimos libros que forman ya una trilogía y que en España ha publicado Anagrama, Ravel, Correr, y, más recientemente Relámpagos, Echenoz ha dejado el género puramente de ficción para adentrarse en personajes reales: ?Fue un encadenamiento un poco venturoso. -asegura a El Cultural-. Al principio, quería que apareciese el personaje de Maurice Ravel en un proyecto de ficción, y es el que, finalmente, abrió esta aventura entre realidad y fábula. Trabajar sobre su vida, de forma romanesca más que biográfica, reemplazó mi primera tentativa. Dos libros siguieron a este proyecto, Correr y Relámpagos, porque me apeteció explorar un poco este modelo y abordar tres vidas muy diferentes: un artista, un atleta y, luego, un sabio?. Estas tres biografías literarias ponen de relieve al personaje, su carácter particular, su dedicación absoluta al trabajo, de una forma tan novelesca que, a veces, nos olvidamos de que ha existido de verdad. ¿Hay más imaginación o investigación? Para Echenoz ?la investigación ha sido un elemento esencial en la redacción. Antes de empezar a escribir sobre Ravel, por ejemplo, creo que leí, más o menos, todo lo que se había escrito de él en francés, testimonios de sus contemporáneos, sus propios escritos, etc. No existían tantos testimonios sobre Emil Zàtopek, de modo que cuando escribí Correr lo que hice fue investigar en la prensa deportiva de la época. Y para Relámpagos, que es la novela más ?romanesca? de las tres, utilicé varios elementos de la vida de Nikola Tesla?. Echenoz confiesa que la documentación siempre ha sido una parte muy importante en la redacción de sus libros. ?Es un momento que me gusta mucho. No trabajo solamente sobre textos, también con fotografías, películas, sonidos, etc. A partir de todo esto, la imaginación puede hacer su trabajo?. Las novelas se acercan a Maurice Ravel, Emil Zàtopek y Nikola Tesla, tres personajes que, aparentemente, no tienen nada en común, pero que, sin embargo, muestran actitudes similares ante la vida. ?Yo creo, imagino, que su punto en común es la soledad. El hecho de dedicar su vida a una obra y que esta obra les robe la vida?.¿Podemos descubrir aspectos de Jean Echenoz a través de ellos? ?Tuve que identificarme más o menos con los tres al trabajar sobre ellos, aunque también me identifiqué con los personajes de ficción. Si tuviera que escoger a uno por afinidades particulares elegiría a Maurice Ravel por varias razones. Entre otras cosas, conozco su obra musical desde mi infancia y he visitado su casa muchas veces?. Para terminar, le pedimos que nos hable de lo que escribe en estos momentos: ?No me gusta mucho hablar sobre lo que estoy trabajando. Pero sí que es cierto que no quiero seguir escribiendo sobre vidas reales. Prefiero hoy en día volver a la ficción. Fue la ficción la que me condujo a jugar con un modelo más o menos biográfico, y es precisamente este último el que me impulsa ahora a volver a la novela?. 

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24 de enero de 2012
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Se viene el Hay Festival Cartagena 2012

Cristina Fuentes preparando el Hay Festival Cartagena 2012 Esta semana empieza el inolvidable Hay Festival Cartagena 2012. El invitado de honor será Jonathan Franzen, en plena efervescencia, pero seguro habrán muchas más mesas interesantes (también asistirá Carlos Fuentes, por ejemplo). Imposible olvidar Cartagena, una de las mejores experiencias que he tenido jamás (me tocó ir en el 2008) a nivel literario y a nivel personal. Y como siempre lo he dicho, una de las razones principales para que este evento (como todos los Hay Festival) tengan ese toque maravilloso de confraternidad son Cristina e Izara, quienes dirigen los hilos lanzados por Peter Florence. Aquí una entrevista de Semana a Cristina Fuentes, quien en este momento -la conozco bien- debe andar con la cabeza a mil, estando próximo al evento. El domingo volverá a ser la chica zen que siempre es. Dice la entrevista: 

SEMANA: ¿Fue difícil convencer a Carlos Fuentes de que viniera?CRISTINA FUENTES: Fue difícil concretar el año, pero en realidad fue él quien sugirió por primera vez venir a Colombia y fue quien dijo que Cartagena necesitaba un Hay. SEMANA: Para trabajar en cualquier país es necesario entender su realidad. ¿A usted le costó eso con Colombia?C.F.: Esa realidad es muy compleja. Sin embargo, contar historias es universal y eso nos facilitó una labor social importante con los chicos en Cartagena y, de paso, nos ha ayudado mucho a entender lo que pasa en este país. SEMANA: ¿Cuál fue el secreto para lograr un Hay a la colombiana?C.F.: El secreto es el público tan maravilloso. Hay una parte de ustedes que refleja un país que adopta todo, que saborea a su manera.SEMANA: Acá todo el mundo pide boletas regaladas. Eso no pasa en Gales, donde nació el festival. ¿Cómo maneja eso?C.F.: Es muy complicado. Ofrecemos las boletas de estudiantes a un precio asequible y estamos intentando reducir al máximo posible el número de pases VIP. Ojalá la gente entienda que no todo debe ser gratis. SEMANA: ¿Por qué vale la pena comprar una boleta del festival?C.F.: Ampliar la mente es el mejor regalo que nos podemos hacer. Ir al festival es una forma de crear ideas y de tener esperanza. SEMANA: ¿Es malo decir que hay un mal escritor?C.F.: Es bueno ser crítico con todo. Así como hay buenos cocineros, hay unos muy malos. Y existen unos que no son malos, sino que son para públicos específicos.SEMANA: Déme el nombre de un mal escritor.C.F.: ¡A ellos no los invitamos!SEMANA: Para usted, ¿qué es literatura?C.F.: Es jugar con la realidad y la imaginación. Es como una gran mentira pero que dice todas las verdades del mundo.SEMANA: Bajo esa descripción, ¿qué le gusta?C.F.: La literatura de ficción, las novelas. La novela es un género muy completo. Me encantan Vargas Llosa y Jonathan Franzen, un escritor estadounidense que traemos por primera vez. SEMANA: ¿Le ha llamado la atención escribir?C.F.: De pequeña escribía mucho, ¡hasta soñé con ser escritora! La literatura es un arte con el que me siento muy cómoda, pero más como lectora. SEMANA: ¿Qué le deja el Hay a Colombia?C.F.: El festival es un catalizador de iniciativas y nosotros, en particular, dejamos semillas de educación. Proponemos y aplicamos un modelo diferente de consumir la cultura.

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24 de enero de 2012
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"La escritura es una compulsión o una enfermedad"

Paul Auster Amenazado de muerte, resistiendo gracias a sus lectores, el diario español Público sigue dando batalla y mostrando su importancia en el mundo editorial de habla hispana. Por ejemplo, la extensa entrevista que Alex Vicente, desde Nueva York, le hace a Paul Auster a propósito del libro Diario de invierno editado por Anagrama, primero en digital y luego en versión impresa (a partir de febrero) y que aún no ha sido publicado en Estados Unidos. Algunas preguntas:

La meteorología es uno de los temas recurrentes en el libro. ¿Le afectan los cambios de tiempo y de estación? Soy muy sensible al tiempo, como la mayoría de gente. El tiempo es un tema neutro del que habla todo el mundo, en todos los rincones del planeta, porque no requiere una conexión emocional con tu interlocutor. Y, al mismo tiempo, diría que existe algo más profundo al respecto. El tiempo es una de las pocas cosas que el ser humano no puede controlar. Es el universo el que decide si brillará el sol o si caerá una lluvia torrencial. Hablar del tiempo es algo que nos une como especie. Es como decir: ?Yo soy humano y tú eres humano?. Expone su intimidad con una valentía infrecuente para un escritor de su estatus. ¿No era reticente a contar tanto? No me daba ningún miedo ser honesto. Todos somos seres humanos y mis experiencias son como las de cualquiera. Incluso la pérdida de mi virginidad en ese lúgubre burdel neoyorquino que describo en el libro. A mí me parece una historia bastante cómica, con la que seguro que muchos lectores se identificarán. Cuando practicas sexo por primera vez, eres un crío que ni siquiera sabe dónde queda cada cosa. Es algo que cuesta un tiempo aprender [risas]. De lo que estoy hablando es de lo que se siente al estar vivo. No creo que mi historia sea tan diferente. Pues, a ratos, se diría que pretende celebrar una existencia que no acaba de ser tan corriente como las demás. ¿Está de acuerdo? No escribí este libro para vanagloriarme sobre lo que he vivido. No tiene nada que ver con eso. De verdad, mi vida no ha sido excepcional. Lo que ha sido es afortunada. No he conocido la guerra. Mi ciudad nunca ha sido bombardeada o invadida. Nadie ha matado a mis padres con un fusil en medio de la calle. No he sido víctima de una plaga o epidemia. Me he podido ahorrar todas las cosas que son capaces de arruinar una vida. (?) Entonces, ¿no lo considera una autobiografía en sentido estricto? Son fragmentos autobiográficos, pero no se trata de un relato preciso sobre toda mi existencia. ¿Que por qué elegí mi cuerpo como hilo conductor? Supongo que me pareció interesante. Me dije que nunca había leído un libro como este. Sé que eso no lo convierte automáticamente en un buen libro [risas]. Pero me pareció que, por lo menos, sería distinto. Hacía unos diez años que pensaba en escribir algo así, más o menos desde que sufrí un ataque de pánico en la cocina. Me di cuenta de que ese ataque formaba parte de una historia más larga en la que me apetecía indagar. Fue una experiencia muy violenta. Resultó aterrador que mi cuerpo me pudiera hacer algo así sin previo aviso. Cuesta borrarlo algo así de tu memoria. Es una experiencia de la que nunca terminas de desprenderte del todo. (?) ¿Prefirió resolverlo escribiendo? Escribir nunca me ha servido para resolver nada. La escritura no es ninguna terapia. Como mucho es una compulsión o una enfermedad. Nunca he entendido por qué alguien querría dedicarse a esto, excepto si tiene el sentimiento de que resulta absolutamente necesario. Lo único que puedo decir para justificar mi trabajo es que, durante las últimas tres décadas y media, he dado todo lo que tenía. Lo he hecho lo mejor que podía cada día de mi vida. Incluso cuando todo lo que he escrito durante un día ha terminado en la basura, me he podido levantar del escritorio y decirme a mí mismo: ?Por lo menos no has hecho trampas?. Pero se trata de una profesión extraña. Sentarse en una habitación y pasar todo el día solo no es algo que la mayoría de personas quieran hacer con su vida. La gente quiere estar ahí afuera, con los demás, haciendo cosas juntos. Se reprocha sin cesar haber dejado de ser ?un tipo duro?. ¿Por qué le costó aceptarlo? El ataque de pánico fue la primera señal. Siempre he sido un tipo robusto y atlético. He sido una de esas personas que nunca se ponen enfermas y que no se cansan casi nunca. Siempre me he sentido fuerte, física y mentalmente. Pero entonces te haces mayor y empiezan a pasarte cosas que no entiendes. El 3 de febrero cumpliré 65 años. Es como si no fuera posible que me haya hecho tan mayor. En el libro, no deja de describirse como un anciano, cuando en realidad nadie lo ve tan mayor. 65 años no es tanto. Claro, todavía estoy razonablemente bien. Y no voy en silla de ruedas, pero ya veremos cómo termina todo esto. Vuelva dentro de diez o 15 años y entonces a ver si dice lo mismo [risas]. Además, la gente que dice que no aparento 65 años no me conoce. Sólo han visto una fotografía en la solapa del libro, que en muchos casos fue tomada hace un par de décadas También parece torturado por sus errores del pasado. ¿No ha sido capaz de perdonárselos? Me atormentan los momentos en los que no he sido capaz de actuar como esperaba de mí mismo. Esos errores de comportamiento y de apreciación me siguen atormentando. Me hacen pensar que no soy el gran hombre que siempre creí ser. ¿Tiene que ver con el modelo de masculinidad de su generación, que no permite ninguna vulnerabilidad a los hombres? Puede ser. Pero, ¿no queremos todos ser héroes en nuestras vidas? ¿No quiere serlo usted? Siempre he intentado vivir mi vida de manera que pudiera merecer mi propio respeto. Y, en ocasiones, me he fallado. No estoy diciendo que se pueda ir por ahí sin cometer un error, sin fracasar alguna vez. Pero esos son mis errores y me siguen torturando. (?) Debe ser la frustración que implica su oficio. Debe ser eso, porque siempre me he sentido así. Incluso con mis libros más celebrados. Nunca me he sentido exultante al terminarlos. Y la única vez que me pasó, duró poquísimo ¿Cuándo sucedió? Fue al acabar La música del azar, en 1989. Me encontraba en mi casa de Vermont con mi mujer y mi hija Sophie. Al escribir las últimas líneas del libro, salí al porche a fumarme un puro con un enorme sentimiento de satisfacción. Me dije: ?Oh, cielos. Este será un gran libro. Por fin he escrito algo de lo que estoy plenamente orgulloso. Después de todo, puede que sí que sea un genio? [risas]. Sophie, que ahora tiene 24 años y es una mujer bellísima, entonces tenía sólo 2 y se pasaba el verano corriendo desnuda. Mi hija interrumpió mis delirios de grandeza y me dijo: ?Mira, papá, mira lo que hago?. Estaba defecando en medio del porche. Lo primero que tuve que hacer, tras creerme un genio, fue recoger lo que había dejado allí. Así que gracias, Sophie, por ponerme en mi lugar. Siempre he interpretado lo que hizo como una forma de crítica literaria [risas]. ¿Ha mandado Diario de invierno? a las personas de las que habla? Pues no. ¿Cree que se lo tendría que haber mandado a alguien en particular? A su exmujer, por ejemplo, la escritora Lydia Davis. ¿Cree que se molestará cuando lea lo que ha escrito sobre ella? No digo nada malo sobre ella. De verdad que no. Lo único que digo es que no nos tendríamos que haber casado, pero estoy seguro de que ella no se opondrá a esta afirmación [risas]. La verdad es que hoy tenemos una relación bastante buena. Espero que le apetezca leer este libro y estoy bastante convencido de que, cuando lo haga, no se enfadará. Las únicas personas con las que estoy enfadado y que podrían enfadarse son desconocidos o ya están muertos. (?) ¿Por qué se marchó a París durante los setenta? Necesitaba escapar de Nueva York. Estaba harto del clima provocado por la guerra de Vietnam. Estaba muy involucrado en la vida política y no estaba escribiendo demasiado, así que me pareció positivo marcharme a Europa unos meses. Acabaron siendo tres años y medio. Conocer otra cultura me dio una muy buena perspectiva respecto a mi país. Francia no es África, pero los franceses viven la vida de una manera muy distinta. La cultura francesa es muy partidaria del enfrentamiento, de la confrontación. En París conocí a algunas de las personas más malvadas que me he encontrado en la vida, pero también a algunas de las más generosas. A Samuel Beckett, por ejemplo. ¿Es cierto, como escribe en Diario de invierno?, que al despertar se pregunta cuántas mañanas le deben quedar por delante? Claro que es verdad. Hace muchos años que me hago esta pregunta. El reloj avanza sin demora y, matemáticamente, mis posibilidades se reducen. Si dividimos la existencia en cuatro estaciones, he entrado en el invierno de mi vida. Me acerco al final de mi vida. ¿Diría que lo mejor de su vida ya ha pasado? Espero que no. Todo el mundo quiere ser joven, pero en realidad es uno de los momentos más duros de la vida. En cambio, la madurez no está especialmente idealizada, aunque sea el momento en que los maestros se convierten en maestros. ¿Y, por último, diría que ya ha escrito su mejor obra? Espero que no sea así, pero ya lo veremos. Durante muchos años siempre tuve claro cuál sería mi próximo libro. Pero desde hace siete años, desde Brooklyn Follies, trabajo sin saber exactamente lo que haré a continuación. Los cajones están vacíos. Ahora escribo a más velocidad y mi concentración es mayor, pero también estoy más perdido que antes. Tal vez llegará un momento en el que no tenga ninguna idea más.

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24 de enero de 2012
Blogs de autor

La pintura ¿es ya maldita?

Simultáneamente, mientras en la Galería Moriarty de Madrid se exponen la última obra de Santiago Picatoste , la Fundación ICO tiene en marcha una muestra titulada !A vueltas con la maldita pintura!

Visto, en fin, el hartazgo general que nos domina, ¿nos hemos hartado también  la pintura. O mejor, ¿hemos logrado hastiarnos de ésta y otras muchas cosas y en consecuencia vivimos una liberalización general del mundo más que su esclavitud? 

Llegará un día, tal como van las cosas de la Gran Crisis -supuestamente improductiva- que la absoluta hartazón será la característica de nuestro tiempo. Y ya no, a estas alturas, como efecto de una comilona desbordante, sino como consecuencia de sus sucedáneos con conservantes, aditivos  colorantes. Todos ellos sobrecargando un presente ahíto y vacío.  ¿Cómo no desprenderse, pues, de este pegajoso malestar y aspirar a un porvenir sin las deudas del pasado?

¿Pintan los tres chicos que componen la muestra de ICO (comisariada por un veterano  Juan Ugalde)?  No es seguro: más bien garabatean. El arte nos daba de comer, aunque fueran en pequeñas porciones,  espíritu fino pero ahora tiende, progresivamente, a dejarnos en ayunas, cuando no a enfermarnos.

Ambas exposiciones no tienen una actitud común. La de la Fundación ICO parece decir "adiós a todo esto" mientras la de Picatoste es toda una ambición para que "el esto" no se acabe.

En ambos casos, sin embargo, la pintura tiende a desvanecerse. Tiende a ser tachada como en los mamarrachos de las guarderías en una sala que reproduce ICO y tiende a transmutarse en músicas electrónicas dentro de las ralas salas de la Moriarty.

En un y otro caso, tan distintos, lo significativo es que la pintura/pintura no interesa ya como tal. Irá pues a tener razón Jonathan Brown cuando declaraba que el arte terminaba con Goya?  Claro que no. Claro que no.

Pero ¿quién no es consciente que en la literatura o en los negocios,  en la política o en el toros nos hallamos en el  ocaso de una época? Cualquiera que pensara o sintiera lo contrario, no formaría parte cabal de nuestro tiempo.

 Como también, cualquiera que negara el valor del cuadro pintado sobre lienzo y con materiales clásicos, sería, en mi parecer, un memo. Pero caben en esta tesitura de la Gran Crisis varias opciones. Una, más propia de los jóvenes de ICO es mandar a paseo este desfile de pintores tan enriquecisos como carcamales de los años ochenta o noventa. Y otra, más propia de adultos, pintores cabales y trabajadores del oficio, es la que representa Santiago Picatoste. Santiago Picatoste o su brillante espíritu picapedrero en busca de luces entre las quiebras, los despidos y las piedras.

Quien visite ICO, cerca de la plaza de las Cortes, saldrá sacudiéndose el polvo de aquello que fueran sagrados pigmentos de las vanguardias y sus reminiscencias. Quien salga, sin embargo, de la Moriarty experimentará la realidad de que la pintura, a través del net-art  ha dejado de ser un material que mancha y ha mutado en cristales (Crystallized, es su título), donde su plasma forma ya parte de lo audiovisual y su disfrute no es tanto la  composición como el "efecto".

Si el cine busca sobrevivir en los efectos especiales", ¿por qué negarle esta oportunidad al cuadro? No se toca. El cuadro se ve, consterna, se contempla y pasa.

la "pinturas malditas" en ICO son pinturas tachadas. Pero las pinturas de Picatoste son, todavía, pinturas semibenditas. Las primeras se producen para dejar condenado y vacío el solar de la pintura. Las segundas para pavimentar ese vano suelo, de superficies tan atractivas como inaprensibles. Bellas pero, sin querer, impenetrables.

La pintura danza en una y otra exposición con vuelos inversos pero sin porvenir alguno. El primero estrella los restos de pintura contra el pavimento, la segunda la hace planear sobre la superficie de pantallas ajenas. ¿O dónde está el lienzo, el pincel, la materia?

En ambos casos se comparte, aun de modo distinto, el último interés por la pintura. En el primer supuesto es para negar cínicamente su interés. En el segundo, es la inocente exasperación por recobrar el interés de aquello que tanto quisimos los amantes más devotos y viejos.   

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24 de enero de 2012
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El Boomeran(g)
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