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Ni milagro ni ciencia ficción

Describía  en la columna anterior el caso de una partícula A  que ha dejado propiamente de ser tal, como resultado de haber sido sometida a una medida de Bell junto a otra partícula B que se hallaba previamente entrelazada a una tercera C. Y tras referirme al proceso mediante el cual C hereda el estado perdido de A,  sostenía que todo esto  nada tiene que ver con las especulaciones en las que se complace la llamada ciencia ficción.

Indicaba en primer lugar que no se da   tele-transporte  de materia ni de energía, lo cual desde luego sería un envite considerable para cualquier concepción del orden natural. Entraríamos realmente en el terreno del milagro,  derrota definitiva para la idea misma de una ciencia física. Pero ciñéndonos a lo que sí es tele-transportado, a saber el estado por el que se hallaba determinada A, la polarización de un fotón por ejemplo, sólo hay tal cosa, o al menos sólo tenemos conocimiento de que la haya, gracias a algo que consideramos  de lo más natural (puesto que supone un transporte de masa o energía), a saber,  la información.

 Cabe en efecto demostrar matemáticamente que si  al  observador que se encuentra  en C no se le informa de  aquello que ha ocurrido entre los fotones A y B, si no se le dice  que estos han sido sometidos a una medida que les entrelaza, y que el resultado matemático de la misma es tal o tal, entonces... dicho observador no tiene modo alguno de constatar que C ha heredado el estado que antes correspondía a A.[1]

Ahora bien: tal información se efectúa de forma clásica, mediante fax, teléfono, paloma o mensajero humano. Medios todos ellos que suponen un transporte de masa o de energía,  y en consecuencia  obedecen a las leyes de desplazamiento por continuidad, las cuales recuperan así un protagonismo.

 


[1]             Ateniéndonos al caso de polarización de fotones, evocado en anteriores notas esta impotencia del observador no informado puede resumirse así. Supongamos para mayor sencillez que la polarización de A cuando tenía estado propio era horizontal. Tras la pérdida por A de su separabilidad, A y B quedan entrelazados en uno de los cuatro estados posible de Bell que tienen correspondencia en un estado separado susceptible de ser heredado por C. La probabilidad que tiene cada uno de los estados de ser el que refleja el entrelazamiento es la misma,  por consiguiente, también lo es la probabilidad de los estados posibles separables que hereda C. Dado el punto de partida, a saber que la polarización de origen era horizontal, los vectores separables posibles se reducen a horizontal y vertical.  Supongamos que el observador  Oc del fotón C,  fija una base ortonormal   +g -g  donde g  es un ángulo arbitrario, y midiendo C en tal base computa  la probabilidad de que salga +g o -g. Pues bien:

                Si no es informado del resultado obtenido en el entrelazamiento, la probabilidad es en ambos casos1/2,  lo cual no autoriza discriminación alguna.

                Si por el contrario Oc es informado del resultado del entrelazamiento, puede proceder a una transformación unitaria (es decir conservadora de la linealidad) que confiere a C exactamente la polarización que tenía A. En el  caso horizontal P (+g) =coseno cuadrado de g, P(-g)= seno cuadrado de g. En el caso de polarización vertical tendríamos P (+g)=  seno cuadrado de g, P(-g)= coseno cuadrado de g.

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15 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El instinto del paladar

Esta Crisis es, en cuanto calamidad gigante, un cementerio sin lindes donde los muertos vuelan ya. Muertos y enfermos, inválidos y desamparados, partículas rotas y desintegradas del montón.

La generalidad del mundo occidental que sufre este embate adquiere la apariencia de un cosmos o esfera en descomposición cuyos componentes desaparecen como cenizas unos, y otros se desgajan del conjunto, salen del sistema y evolucionan errabundos en busca de una nueva identidad.

En el mundo de la cultura se detecta cada vez más esta evolución del sistema decadente. Los bloques que formaban parte del universo cultural, desde la escritura a la arquitectura, desde la música a la moda, van deshaciéndose del conglomerado Cultura para adquirir una vida aislada, no muy próspera pero independiente del sistema que antes la reunía como un peñón social.

Ahora se puede ser culto en numerosas materias que jamás se enunciaron en la escuela. Pero, a la vez, no se es más culto hoy con más libros, más sinfonías o más pinacotecas en la memoria. La memoria, paralelamente, ha quedado descalificada. Y no porque no contribuya a establecer relaciones y a gozar de los recuerdos más hermosos, sino porque se ha dejado almacenar artificialmente y hoy vale más un Google que mil nemotecnias a disposición. Toda nuestra Historia fue destilando memorias y ahora, sin embargo, su miel enfrascada como una compota, se colmata en los depósitos de no se sabe qué.

De este modo, pues, no se es más culto acumulando más saber. En verdad, no cabe hablar de alguien culto o "de peso" puesto que la blenda cultural se ha dispersado entre millones de emisores y millones de receptores como una metralla sin fin.

Ser culto fue un concepto plenamente estático, acorde con tiempos de meditación. Pero ahora, presentarse como alguien culto evoca al dueño de una caja de plomo donde se hacina un conocimiento sólido y difícil de desplazar.

En vez de culto, el individuo vale más en cuanto es un creativo. Puede que sea más creativo gracias a lo que aprendió anteayer pero ni un paso más. En cuanto el creativo hunde sus inspiraciones en profundidades filosóficas, por ejemplo, sus proyectos huelen a naftalina y no debe descartarse que lo despidan del cargo.

Ser un valioso creativo conlleva ser un dinámico, veloz y provisto de una elasticidad que le permita cambiar sin rendir mucho tributo a lo convencionalmente adquirido. Efectivamente, la cultura pudo tenerse por una sagrada convención pero se trataba, además, de un monumento sagrado. Todos los feligreses que parecían más doctos en cuanto más cultura tenían fueron también los mayores dignatarios en sus Iglesias respectivas.

Lo culto aupaba. ¿Puede ser, entonces, que ahora lo culto achaparre? Puede ser. Porque hallándose el saber repartido por los supermotores de búsqueda que lo encuentran enseguida todo, hallarse perdido no es tanto la ignorancia de las grandes verdades como el desconocimiento del dispositivo clave.

La moda, la novela, el cuadro, la película van desprendiéndose de la masa culta y de sus casas matrices para aglutinarse en el contenedor del entertainment. Mientras la esfera cultural de tradición va quedándose pues sin contenido real, aumentan los departamentos de creación que juntos, cada uno a su aire, cada uno sin definición cabal construyen (creativamente) el nuevo ámbito del placer intelectual. Un gozo que carece de firme dirección y nombres propios. Un disfrute desordenado y ligero, al fin, que, como ocurre en la cocina de fusión, posee sabor variante, sorprendente y desconocido. Un sabor del saber que jamás habría soñado hace poco el alma pura, la libido más encarnada y el amarillo instinto del paladear.



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14 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un alma tierna que dispensa daño

Fans canadienses de Messi en Montreal. Foto: Austin H. Kapfumvuti Mi nuevo post en VANO OFICIO en El País es una reseña del libro Messi de Leonardo Faccio.

Para muchos lectores y críticos literarios, los cronistas latinoamericanos, los autores de no ficción, representan la mejor literatura que se origina en esta parte del mundo. Y aunque es cierto que la crónica convoca autores extraordinarios (varios de ellos reunidos en un par de antologías recientes) también lo es que a veces nos encontramos con demasiado ruido para pocas nueces. Me ha sucedido que una crónica, cuyo título o resumen me hace agua la boca, termina defraudándome como esos juguetes chinos a baterías que a veces me pide mi hijo: los primeros diez minutos funcionan, las luces y el sonido crean expectativa, si es un helicóptero vuela y si es un robot camina, pero luego fallan irremediablemente y una hora más tarde los encuentro arrojados en una esquina y sé que no tendrán más vida que esos prometedores diez minutos iniciales. Ambicionaba la biografía de Lionel Messi tanto como mi hijo uno de esos juguetes. Ver la carátula del libro que Debate le ha publicado al argentino Leonardo Faccio, después de leer el avance que apareció en Etiqueta Negra, me generó una felicidad anticipada. Pero cuando terminé de leerlo, supe que este artefacto chino iba a quedar arrimado en un rincón del librero. No voy a decir que me aburrió, porque nada que esté relacionado a Messi me puede aburrir, pero sí que no llenó mis expectativas. Faccio no es un mal cronista y ha hecho bien su tarea, así que cabe preguntar ¿qué puede haber ocurrido para que el libro no despertará más que un mediano y decreciente interés en un fanático del fútbol, y de Messi en particular, como yo? El libro tiene como eje tres momentos claves de la relación del cronista con su personaje: una entrevista de no más de diez minutos en el 2009, un comercial de televisión para botines Nike (2010) y la ceremonia de entrega en el 2011 del último Balón de Oro a Messi. Salvo en la entrevista, Faccio no logra interactuar con el futbolista. E incluso en la entrevista, lo que consigue de él son apenas algo más que monosílabos. Desde luego, la vida de Messi no está exenta de situaciones polémicas, aunque la mayoría de ellas bastante conocidas para quienes lo seguimos. Así, comparecen en la crónica un agente que ha sido borrado del mapa y está en juicio con la familia por estafa; la oveja negra de la familia (el segundo hermano agresivo y probablemente metido en drogas); la idealizada abuela materna muerta que lo llevaba a los entrenamientos y a quien Messi le dedica los goles; otros abuelos, los paternos, ancianos y pobres, olvidados en su tienda barata armada en un barrio de mal aspecto; una perdurable novia de infancia; los amigos de barrio que no triunfaron en el fútbol; un doble que Messi ningunea porque ha adquirido mucha fama a costa suya; la historia de las inyecciones para superar un problema de crecimiento; los difíciles años iniciales en Barcelona donde convive solo con su padre; sus primeros triunfos y sus primeros contratos millonarios; los chismes sobre escapes con vedettes o fanáticas. Por otra parte, Faccio insiste en subrayar la paradoja (que no es tal) de que el Messi que bate todos los récords futbolísticos con tan solo 24 años, sea un chico tranquilo, que rehuye las miradas, que prefiere las siestas a las discotecas, que pasó desapercibido en su infancia, que era mal estudiante, que no lee, que la TV lo aburre, que llora en el camerino cuando pierde, que es fóbico social y que no tiene la pasta de líder que le reclaman. ?El chico que siempre llegaba tarde, y hoy es el primero? reza el subtitulo y sobre esa frase gira, insistentemente, toda la crónica. Un genio autista, dice Faccio, un líder silencioso. Y el problema es, justamente, ese silencio. A diferencia de Maradona, que podría llenar decenas de biografías, Messi no es un personaje épico ni dramático, y es apenas lírico. No tiene un gran conflicto en su vida (que no juege bien con la camiseta Argentina solo es un conflicto para los argentinos) así que como argumento es pobre. Por más esfuerzos que hace Faccio para hacernos creer que estamos ante una historia interesante, compleja y con matices, lo cierto es que no ha logrado sacar a Messi de lo rutinario y lineal que es su biografía: la historia de un chico que siempre quiso jugar al fútbol, que se esforzó para lograrlo y lo logró. Lo extraordinario es que Messi es un genio comparable solo a los más grandes, Pelé o Maradona. Pero eso se ve en la cancha, no en su anodina vida. ¿Vale la pena escribir la crónica de un personaje así? No, salvo que el cronista sea un mago que saca conejos improbables de una chistera ya conocida (pienso en Caparrós o en Villoro), y tal no es el caso del correcto pero intrascendente Faccio. Resulta mucho más interesante narrar un partido de Messi que contar su biografía. Por ello, la frase más atractiva del libro es una cita que Faccio traduce de una crónica deportiva de The Guardian, luego de que el Barcelona le ganara la última Champions League al Manchester United con gol de Messi. El cronista inglés lo califica como: ?un alma tierna que dispensa daño?. Esas seis palabras resumen de manera más precisa, forman una imagen más viva y retratan mejor al personaje, que todo este atado de naderías con que Leonardo Faccio se empeña en convencernos de aquel chico que cuando gana su tercer Balón de Oro consecutivo afirma que no tiene nada que decir, en realidad sí tiene algo que decir fuera de las canchas.



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14 de marzo de 2012
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La carrera de la vida

Resumir en una página lo que vales sin literatura. No lo que eres. Huir de egobiografía y transmitir convicción y solvencia. Interesar, incluso sorprender, aunque mesuradamente. No cometer errores técnicos y ponderar la expresión prescindiendo de los adjetivos. Evitar despedirse con un «feliz lunes» o un demencial «gracias por tu tiempo y que te vaya bonito». Ser cronológico y lineal pero con la habilidad de crear tempos, eso es, lograr que por un instante al otro lado los ojos que ahora tienen la llave se detengan en un renglón de tu historia. No es el relato que querrías contarle a quien admiras o temes, ni mucho menos a quien deseas amar. ¿Útil?, sí, aunque hoy en día un currículo vital sólo sirva para no extraviar el hilo de la memoria. Las etapas que estructuran tu pasado en experiencia académica y experiencia profesional y que hoy más que nunca deben ser imborrables, porque sin ellas, te dices, también borrarías tu identidad. Tú eres uno de los miles de CV que llegan al día a las redacciones, oficinas o supermercados. Uno más de los que emiten un grito de socorro. Si el receptor guarda un destello de aquella anacrónica sensibilidad, cuando aún se sentía con el deber moral de descubrir talentos y ofrecer oportunidades, de ejercer el maestrazgo acompañando en los primeros pasos al debutante, percibirá el tamaño de la súplica. «Un curro perdido como un arca para una redactora latina que busca su lugar en el siglo», «no me tires a la basura», «es muy importante que leas esto», «te propongo un win-win». Las señales, muchas de ellas ya emitidas en la casilla de «asunto» del correo, arrastran la misma dosis de desesperación que de desconfianza. Optarás por un directo y lacónico «currículum», o si para ti pedir trabajo nunca ha sido un trago fácil, elegirás un suicida «sin asunto», acaso incluso provoques una ráfaga de misterio. Puedes ser de los directos que escriben en gerundio “buscando trabajo”; de los apremiantes, «candidata a empleo y prácticas» o de los emboscados «consulta», «buenos días… importante»; incluso de los atrevidos: «conocernos personalmente» acompañado de una foto sexy. Pero antes de dar a enviar ya has tirado la toalla. Sabes que sólo se contrata en Finlandia o Qatar. Que tienes tantas posibilidades de conseguir un contrato fijo y digno como de que te toque la lotería. Así es, el trabajo hoy se ha convertido en un juego de azar. Hubo un tiempo en que la expresión latina currículum vitae (carrera de la vida) sí contaba lo que eras. Se acuñó en contraposición a cursus honorum, que resumía la carrera profesional de los magistrados romanos. Entonces importaban los matices, y la suma de experiencias era un grado. Hoy, si buscas en google «currículum vitae», el buscador te devuelve 2.720.000 resultados, la mayoría guías de cómo diseñarlo, modelos, plantillas, software, aplicaciones… Porque a pesar de la ingenuidad de tu acto, mandar tu currículum consiste en tu tarea diaria, la tenacidad con la que quieres tranquilizar a tu familia, la persistencia con la que ahuyentas las fantasías de abandono. Es difícil que visualices un lugar para ti, aunque heroicamente no has perdido del todo la fe en el futuro. Al enviar el currículum lo personalizas, estudias la empresa, incluso envuelves la frialdad técnica del documento con un carta adjetivada, aun sabiendo que la idoneidad pasa por la dignidad. Porque ni tus cum laude, tus cuatro idiomas, tus másters, tu experiencia, incluso tus contactos, son garantía de nada. Los currículum representan el fantasma de la inutilidad, y aun así los continuarás enviando, porque claro que hay una buena noticia: mañana amanecerá de nuevo. (La Vanguardia)

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14 de marzo de 2012
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I. Una idea obsesiva en la historia

Me asomo intrigado a la historia de Nicaragua y me encuentro ante un país que con tenaz persistencia ha atado su historia a una idea obsesiva única, la construcción de un canal interocéanico. Desde la marginalidad y la pobreza, desde las discordias incubadas en el atraso de la cultura política, esta idea fija regresa continuamente al escenario y parece siempre nueva, como recién inventada, aunque detrás arrastra una cauda de repeticiones, y por tratarse de un proyecto siempre imposible, de frustraciones.
El paso entre los dos mares, que desde los tiempos del descubrimiento habría de llevar hacia las tierras de Catay y Cipango. Cuando Colón navegaba por la costa del Caribe de Nicaragua en su cuarto y último viaje en 1502, fondeó sus carabelas frente a la desembocadura del río San Juan, que nunca vio, y tampoco pudo saber que ese río llevaba al Gran Lago, la Mar Dulce como después la llamarían los conquistadores, separado por un breve istmo de las aguas del océano Pacífico. El sueño estaba a la mano y levó anclas sin tocarlo; pero luego, a lo largo de los siglos venideros, aquella ruta, más que un sueño, se volvería una maldición, origen de guerras e intervenciones extranjeras. Todo fue que comenzara en 1848 la fiebre del oro en California, y miles de buscadores de fortuna emprendían el viaje desde la costa este desde los Estados Unidos hacia las nueva tierra de promisión.
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14 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los candidatos y el mayor Colvin

Hoy callan, obligados por las leyes. Tras semanas de intervenir en decenas de actos de precampaña, al fin callan. El problema es que, en medio del griterío, también callaban, y todo indica que lo seguirán haciendo hasta la elección. Su silencio sobre el problema central del país es lo más significativo de su conducta. Si uno se limitase a reproducir sus dichos, parecería que no han dejado de hablar, pero allí está lo terrible: palabras huecas que enmascaran su silencio. Porque, hasta ahora, ninguno se ha atrevido a tocar el fondo del conflicto: la legalización de las drogas. Temerosos ante la ira de las élites o la ojeriza de los gringos, los candidatos se atrincheran mientras miles de personas -inocentes o no- mueren ante sus ojos. Se rasgan las vestiduras afirmando que combatirán al crimen, que serán duros e implacables. Eso resulta fácil. Pero sus lances belicosos sólo ocultan la espinosa complejidad del un problema que ellos, torvos o pusilánimes, prefieren rehuir.

 

Ahora que callan, quizás valdría la pena que los candidatos se sentasen frente al televisor (recomendarles leer es mucho pedir). Tienen suerte: como ha señalado Robert McKee, hoy la mejor escritura se ha trasladado del cine a la televisión. Podrían comenzar, por ejemplo, con Boardwalk Empire, la serie auspiciada por Martin Scorsese en donde un soberbio Steve Buscemi encarna a Nucky Thompson, un político corrupto de Atlantic City durante los años de la Prohibición (1919-1933). Así observarían, en directo, las consecuencias de la decisión que criminalizó la venta y distribución de alcohol en Estados Unidos el 17 de enero de 1920. Las mismas razones esgrimidas hoy contra las drogas aparecen allí, en voz de la Liga de Mujeres Cristianas por la Sobriedad.

Sobre todo, los candidatos se darían cuenta de cómo la prohibición no hizo desaparecer el alcohol -en una escena memorable, Nucky celebra una fiesta etílica la noche previa a la entrada en vigor de la Ley Volstead-, sino que lo convirtió en un mercado más rentable. Hoy ocurre lo mismo: pese a la guerra contra el narco, bastan tres llamadas, sea en Atlantic City o en México City, para conseguir cualquier droga. Cuando en 1933 al fin se eliminó la Prohibición, uno de sus defensores, el senador John D. Rockefeller, Jr., admitió su fracaso: con la prohibición, "el consumo se incrementó [...], el respeto a la ley decreció y el crimen se incrementó hasta niveles nunca vistos"

            Provistos ya con esta perspectiva histórica, los candidatos podrían sumergirse en The Wire, escrita por David Simons y Ed Burns, acaso la mejor serie de televisión jamás realizada (con Los Soprano). Este ambicioso retrato de la vida en Baltimore quizás sea la más profunda puesta en escena de los problemas que el narcotráfico y el crimen suponen para nuestra sociedad contemporánea. Si los candidatos no tienen la paciencia o el coraje de ver la serie completa, les recomiendo la tercera temporada.

            Ante la cercanía de las elecciones, los políticos de la ciudad -Baltimore, no México- exigen a sus fuerzas policíacas una disminución en el número de asesinatos. Cuando la presión se vuelve intolerable, un viejo policía, el mayor Bunny Colvin, pone en marcha un experimento de tácita legalización de las drogas. En su distrito limpia los puestos de venta clandestina y reubica a los traficantes en una zona de tolerancia, a la que denomina Hamsterdam. Los resultados son pasmosos: por un lado, una disminución radical del número de homicidios y otros crímenes; por el otro, una zona donde los narcos negocian libremente, y adictos y prostitutas deambulan en condiciones lamentables.

Por fortuna, los escritores de The Wire no ofrecen soluciones moralistas, sino que indagan en el dilema humano representado por esta medida. ¿Qué es mejor, una ciudad donde la droga ilegalizada genera cientos de homicidios o una en la cual es legal, con la consecuente disminución de la violencia, pero a cambio de las condiciones infrahumanas de los adictos? Cuando el experimento de Colvin sale a la luz, sus jefes no tardan en desmantelarlo, sin que los políticos atisben su verdadero sentido.

En cierto momento, Colvin lanza un sólido alegato contra la militarización del combate al narcotráfico: "Si uno dice que hay una guerra, muy pronto [los policías] empiezan a actuar como guerreros. Piensan que están en una cruzada y se imponen a fuerza de esposar gente y contar muertos. Pero en una guerra se necesita un maldito enemigo. Y de pronto casi todos en cada esquina son el maldito enemigo. Y después el barrio que uno debe vigilar se convierte en territorio ocupado. [...] Todo eso no sirve para proteger un barrio. Lo peor de esta guerra contra las drogas es, en mi opinión, que arruinó este trabajo."

            Candidatos: en vez de contonearse por los estudios de televisión -y de apoyar a sus magnates-, sería mejor que pasasen unas horas frente a la mejor televisión. La Atlantic City de Boardwalk Empire o la Baltimore de The Wire no están tan lejos.

 

twitter: @jvolpi



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14 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Listas: la lista de Orwell

George Orwell Como he dicho muchas veces, me encantan las listas. Y gracias a unos amigos del FB he descubierto este blog en inglés (Lists of Note) dedicado, simplemente, a recuperar las listas de lo que sea de una serie de personajes (muchos de ellos escritores). Cada cierto tiempo voy a poner alguna de estas listas, que me parecen magistrales. Hoy, para comenzar, una lista de George Orwell con seis reglas para escritores. La lista fue publicada originalmente en Politics and the English Language. Never use a metaphor, simile, or other figure of speech which you are used to seeing in print. Never use a long word where a short one will do. If it is possible to cut a word out, always cut it out. Never use the passive where you can use the active. Never use a foreign phrase, a scientific word, or a jargon word if you can think of an everyday English equivalent. Break any of these rules sooner than say anything outright barbarous.



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13 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Donde todo se termina abre las alas

Barnett Newman ASÍ SEA El día queda atrás, apenas consumido y ya inútil. Comienza la gran luz, todas las puertas ceden ante un hombre dormido, el tiempo es un árbol que no cesa de crecer. El tiempo, la gran puerta entreabierta, el astro que ciega. No es con los ojos que se ve nacer esa gota de luz que será, que fue un día. Canta abeja, sin prisa, recorre el laberinto iluminado, de fiesta. Respira y canta. Donde todo se termina abre las alas. Eres el sol, el aguijón del alba, el mar que besa las montañas, la claridad total, el sueño. Blanca Varela El día de ayer, 12 de febrero, se cumplió un aniversario más de la muerte de una de las más grandes poetas de lengua castellana, Blanca Varela. Este poema va como homenaje a ella.



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13 de marzo de 2012
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Individualidad perdida…individualidad recuperada

El protocolo físico-matemático que conduce al fenómeno que tras las consideraciones cuánticas de la penúltima columna  quiero poner de relieve  consiste de manera sucinta  en lo siguiente:

Una partícula  A  (pongamos arriba a la izquierda del lector en la pantalla) se halla en un determinado estado cuántico, independiente del estado de dos partículas B, C (abajo a izquierda y derecha respectivamente) que se encuentran en la situación de entrelazamiento, evocada en la reflexión precedente, y consistente en  que  hay un estado  atribuible al sistema que ambas forman, pero no hay estados propios de cada una de ellas[1] 

          A                        

          B ------------C                                             

                          

Así las cosas, un observador procede a una medida llamada de Bell entre las partículas A y B, la cual tiene como consecuencia el entrelazamiento de ambas. Pues bien:  

Este segundo lazo tiene como resultado el liberar a C del vínculo con  B, emergiendo como partícula autónoma en un estado que (si se cumplen ciertas condiciones de información)...es el que tenía A.

Cabe pues decir que el estado de A[2] no se ha perdido, meramente se ha trasladado. Nótese sin embargo varios aspectos relevantes:

  • 1) Lo que se ha trasladado es el estado de la partícula, no ha habido traslado de la partícula misma, ni tampoco traslado de energía.
  • 2) Dado que la partícula A no se ha trasladado ¿cabe decir que sigue en su sitio? Desde luego lo que sigue en su sitio no es la partícula A, pues habiendo cambiado de estado y constituyendo este lo que la caracterizaba, no puede lógicamente decirse que sea la misma.
  • 3) ¿Cabe al menos decir que ha quedado en aquel sitio una partícula? Difícilmente, pues el cambio no ha sido de un estado propio a otro estado, sino de un estado propio a un estado entrelazado.[3], y siendo uno u otro estado propio lo que caracteriza a la partícula, cabalmente solo cabe afirmar que la que se daba ha desaparecido.
  • 4) La partícularidad ha sido recuperada en la antigua partícula C que antes se hallaba entrelazada y en consecuencia (en conformidad al punto anterior) antes de la herencia no constituía propiamente una partícula, aunque su distinta posición espacial respecto a B pudiera dejar entrever lo contrario. El sitio no es pues razón suficiente de la distinción. Viejo problema leibniziano que aquí no puedo sino mencionar.
  • 5) El estado de la partícula A ha sido, por utilizar ya la expresión popularizada, "tele-transportado" ¿Significa ello que ha pasado de un lugar a otro sin pasar por los lugares intermedios? Pasando por los lugares intermedios, es como se traslada la materia y la energía, y en general como se traslada lo que hay, cuando el verbo haber designa lo recubierto por la noción canónica de naturaleza, naturaleza obediente a los principios que, desde Aristóteles a Einstein, han sido considerados soporte del saber de los físicos. Podemos considerar las partículas A C como fotones y el estado de la primera como una bien determinada polarización. El traslado a C del estado de polarización que tenía A ¿se ha realizado pues, sin someterse a la paradoja de Zenón, sin estar forzado a recorrer previamente la mitad de la distancia y previamente la mitad de la mitad?

 Intentaré en la columna siguiente mostrar que la respuesta es más bien negativa y en todo caso poner claramente de relieve que todo esto en modo alguno invita a cuestionar el orden de la razón, sino en todo caso la acotación de la misma en ciertos principios y categorías considerados universales del pensamiento y del ser. De manera más precisa, intentaré mostrar que estas situaciones, paradójicas para la idea canónica de ciencia, nada tienen que ver sin embargo con la ciencia ficción.


[1]             Ejemplo preciso sería el caso de dos fotones determinados por su polarización. Dada una base de polarización con coordinadas  horizontal H y vertical  V, para  ciertos ángulos de polarización el vector que representa el sistema de ambos fotones es una suma de dos productos tensoriales que no hay manera de reducir a producto tensorial de dos vectores. Si consideramos que la polarización es en ese momento el criterio determinante de la individuación, ello equivale a decir que estamos ante una entidad global no reductible a yuxtaposición de individuos.

[2]             Determinado por la polarización, en el ejemplo de la nota  precedente.

[3]             En el ejemplo de las notas, habiendo el fotón pasado de un estado de polarización que le singulariza a un estado que solo tiene significación holística, es decir, que no es yuxtaposición de estados individuales o aun (en la jerga  técnica aludida) que no es  producto tensorial de dos vectores.  

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13 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Venir con historias

 

Detalles esenciales en el éxito de la Historia de la Cultura del Renacimiento en Italia de Burckhardt fueron aseveraciones vistosas como que en aquellos tiempos venerables se llevaba tanto la individualidad que llegó a no haber moda masculina, o que entonces tuvo lugar la invención del paisaje por Petrarca, el primero en echarse al monte por las buenas. Dejando para otro rato la cuestión de si estuvo de moda que no hubiera moda, lo de Petrarca como primer alpinista es como aquel anticuario que vendía crucifijos de antes de Cristo. Esas banderolas en el castillo de arena histórica indican que Burckhardt se dirigía a un público de alpinistas y sufridores de la moda, la buena sociedad de Basilea.

El público del historiador es tan importante como los hechos que se propone estudiar. Su tarea es hallar equivalentes del modo de pensar contemporáneo, tanto para mostrar que ellos eran como nosotros, como para todo lo contrario.

De Heródoto data el ingrediente indispensable del autoelogio como testigo de confianza de su propio tiempo. Esa práctica, ejercida con naturalidad estudiada por Tucidides o Polibio, ha caído en desuso aparente entre los historiadores, mientras medra feliz entre diaristas y novelistas desde Montaigne a esta parte —notemos, por ejemplo, que no se hallará en los  abundantes y copiosos estudios montanistas una solo adjetivo encomiástico que no proceda del propio Montaigne—. El historiador, en cambio, recurre a la adulación soterrada de sus contemporáneos —Alejandro Magno observó vivamente que nadie adula a los muertos. 

Ahora, ¿quién dió a la historia rango de ciencia, fue quizá alguno de aquellos venerables griegos o romanos, acaso algún ostrogodo romántico? Nada de eso, el gran innovador fue Eusebio de Cesárea. Él fue el primero en dar importancia al testimonio documental y en arrebatar el monopolio del primer plano a los acontecimientos políticos y militares. Con él empezó la cronología comparada y no temió quitar años a Moisés. Él instauró las condiciones que hicieron posible el surgimiento de un Maquiavelo o un Guicciardini mil años después, y él nos dio noticias y fechas de los reyes frigios que, contrastadas hoy con la documentación asiria, nos permiten enfocar con precisión la cuestión homérica. Rota la lanza, añadamos que desde Eusebio rige la preceptiva de que toda conversión es el aprendizaje de una nueva historia, con su camisita y su canesú. Y también la paradoja de que el primer historiador de visión universal diera lugar a los etnocentrismos y fundamentalismos historiados conforme al patrón eclesiástico. Momigliano contaba la anécdota oxfordiana del que entró en una librería londinense y pidió un Nuevo Testamento en griego; el librero se retiró a la trastienda, y regresó diez minutos después con expresión grave: “Es extraño, señor, pero al parecer el griego es la única lengua a la que todavía no se ha traducido el Nuevo Testamento”.

 



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13 de marzo de 2012
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