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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más casos de Oliver Sacks

Oliver Sacks Basta ver algún capítulo de House M.D. para darse cuenta de que las mejores ficciones, las más bizarras e insólitas, se encuentran en la realidad. Y más precisamente, en la realidad del cuerpo humano. Uno de los primeros en descubrir el valor literario de las enfermedades, contadas no como ficción sino como casos clínicos fuera de lo común, fue Oliver Sacks. Luego de muchos libros muy exitosos (algunos de ellos incluso llevados al cine), Anagrama publica un nuevo libro suyo Los ojos de la mente. Aquí la reseña de Juan Pablo Bertazza en Revista Ñ:

Los ojos de la mente, último libro de Sacks, está compuesto de distintos capítulos o relatos que cuentan, en clave literaria, los casos clínicos de algunos de sus pacientes particulares: una destacada intérprete de Chopin y Mozart que empieza a tener una insólita dificultad para leer pentagramas; un escritor de novelas policiales que un día compra su diario preferido y, apenas lo abre, siente que está escrito en chino mandarín o sánscrito. En definitiva, un libro en que las tramas literarias aparecen tatuadas con fechas, científicos, títulos de libros y términos técnicos como afasias, alexias, apoplejía (suspensión súbita y completa de la acción cerebral) y experiencias límite de enfermedades degenerativas como el Alzheimer o la Atrofia Cortical Posterior, que es la incapacidad para reconocer objetos familiares y personas.

Con algo de relato policial ?demanda casi una tarea detectivesca dar con exactitud en algunos males que tienen una frecuencia extraordinariamente baja? y algo de diario íntimo acerca de cómo llevar una enfermedad, Los ojos de la mente puede llevar mucha calma a los pacientes que sufran estos trastornos, o también a sus familiares, pero, eso sí, no resulta recomendable para hipocondríacos. Los ojos de la mente tal vez sea literariamente más pobre que sus otros libros, pero perfecciona hasta la médula el mensaje que Sacks intentó expresar a lo largo de toda su obra. En ese sentido, es algo así como un libro de autoayuda, pero inteligente y muy bien llevado: el otro sentido de la palabra crisis, lo bueno que trae todo lo malo, el valor de los afectos, la búsqueda conmovedora y el hallazgo de estrategias novedosas para sobrellevar el día a día. Por ejemplo, reorganizar el mundo con señales propias. Pero también algo que excede lo individual y que tiene que ver con la complejidad del mundo: como el enriquecimiento de los demás sentidos cuando se pierde la vista, cuenta Sacks que los afásicos ?tienen más facilidad para detectar cuándo alguien miente?. Complicaciones que abren una puerta, tal como sucedió con la paciente Lilian Kallir que, en el peor momento de su enfermedad, toca de manera sublime el cuarteto de Haydn para soltar, luego de los últimos acordes, un enigmático y, a la vez, clarísimo ?todo está perdonado?. Esa lucidez que habla de la riquísima relación entre la complejidad de la vida, los alcances secretos de una enfermedad y la importancia de la actitud a la hora de revertir los efectos es lo mejor de este libro que, no obstante, a veces se pierde en datos engorrosos sobre bibliografía especializada: Carl Wernicke, Franz Joseph Gall, Paul Broca, etcétera. Pero se perdona, justamente, porque en el medio se destacan historias de vida que, por momentos, brillan como algún verso de Auden o aquella frase de los diarios de Dylan Thomas: ?los mejores himnos al sol se escriben en la oscuridad?.



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3 de marzo de 2012
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II. Medianoche todavía

Eran ropajes importados que quisimos cortar a nuestra medida. Pero bajo los pliegues de esos
ropajes asoma siempre la cola del caudillo que impone el autoritarismo sobre la
democracia y mira con inquina las opiniones ajenas, porque no tiene adversarios
sino enemigos, y entre el adversario con derecho de hablar y escribir
libremente, y el enemigo visto como alguien proscrito y sujeto al castigo, hay
un abismo de diferencia.

En la lección inaugural de hace algunos días en la Universidad Rafael Landívar de Guatemala,
recordé una frase del discurso que el doctor Rafael Uribe y Uribe, el
revolucionario liberal colombiano exiliado entonces en Nicaragua, pronunció en
1881 en los funerales del general Máximo Jerez, liberal también,
y tan anticlerical aún para la posteridad, que su estatua, levantada en la
plaza de León, le da las espaldas a la catedral: "¿Qué hora es en
Centroamérica, preguntó la voz del cañón. Y el eco le respondió: medianoche
todavía". 

La repuesta del eco rebota en reverberaciones prolongadas y nos alcanza, no sólo a Centroamérica, sino a América Latina. Medianoche todavía cuando pensamos en la ferocidad con que se reprime la libre expresión del pensamiento, un concepto básico de la
utopía liberal decimonónica. En plena postmodernidad, se ataca a los medios de
comunicación con leyes dictadas ex profeso y sentencias judiciales cortadas a
la medida; se busca asfixiarlos, se cancelan, o se amenaza con cancelar las licencias
de las estaciones de radio y televisión, se encarcela a los periodistas, se les
obliga al exilio, y se crea un ambiente de miedo ante la represión oficial que
busca imponer el silencio.

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2 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El hombre sarcástico

Evelyn Waugh El sarcasmo es la mayor virtud literaria de Evelyn Waugh, como queda demostrado en esta frase de 1927 (cuando tenía 24 años): ?He intentado conseguir trabajo sin éxito, me encuentro cansado y deprimido: me parece que ha llegado el momento de convertirme en un hombre de letras?. Un año después publicaría su primera novela y se convertiría en aquel hombre que buscaba ser como premio consuelo, con una novela extraordinaria llamada Brideshead Revisited y publicada en 1945. Pero ya antes había escrito decenas de cuentos y relatos. Estas historias breves han sido publicadas por RBA y en la Revista Ñ Gisela Antonuccio hace la reseña de un libro imperdible. Dice la reseña:

Hay un dato que explica eso que se impuso como irremediable: su padre era editor y crítico literario y tenía un cargo directivo en la editorial Chapman and Hill, cuyos principales ingresos provenían de los derechos de Charles Dickens. Es éste tal vez quien ejerció mayor influencia en Waugh, cuando se piensa que logró lo que pocos: que la escritura parezca que se frena, a la vez que avanza como semeja hacerlo un auto ante la inminencia de una cornisa. Waugh detenía la acción con detalles y descripciones, y la aceleraba con el acierto en la elección de verbos y la elipsis continua. Por esa razón, la escritura de Waugh de a ratos también ostenta aquello que alaba John Irving en Dickens, al explicar por qué gusta el autor de Grandes Esperanzas, ?no es un analista, su escritura no es analítica, y sin embargo puede ser didáctico. Su genio es descriptivo; puede describir una cosa tan vívidamente que nadie puede mirarla de la misma manera otra vez?. También, porque su escritura está plagada de imágenes. El cine, de hecho, ejerció una gran influencia, y ese estilo impresionista se vio en particular en sus novelas Un puñado de polvo (1934) y Los seres queridos (1948), en las que la apertura y cierre de cada capítulo funcionan como un fotograma. La compilación testimonia por qué el autor se ganó fama de irreverente, aun cuando se ocupó de venerar a la clase media. Por qué siempre celebran la visión conservadora del mundo, pese a que se encargó de burlarse del cinismo de la sociedad, mofándose de sus prejuicios y de sus escalas de valores. (?) El sentido de la vida de toda muchacha de clase alta ?acertar con un marido que la mantuviera? se cuenta en ?Crucero?, la correspondencia de una chica engreída. Es que buena parte del trabajo de Waugh retoma algunos de los temas de la novela moderna del siglo XIX, como Mansfield Park , de Jane Austen, o Madame Bovary , de Gustave Flaubert, donde hombres y mujeres se aman y detestan con igual intensidad. Y por eso las fricciones del matrimonio son una constante en Waugh. Otro ejemplo es ?Ejército táctico?: ??estuvo leyendo durante una hora y, cuando apagó la luz no supo si ella estaba dormida o despierta. En noches así, pasado un rato, le venían ganas de encender otra vez la luz, pero tenía miedo de encontrársela despierta mirando el techo.? O: ??se había casado con ella en 1938, pero no empezó a detestarla con constancia y ahínco hasta el invierno de 1945?. El fondo y la figura remiten también a la novela de vanguardia y de posguerra estadounidense: además de desgranar las transformaciones sociales como lo hizo William Faulkner, también puede hacer recordar a Hermosos y Malditos , de Francis Scott Fitzgerald, o la atmósfera opresiva de Patricia Highsmith de ?Sustancia de locura?. El propio Waugh conoció la farsa marital. Su primera esposa, con quien se casó en 1928, se llamaba Evelyn Gardner; se los llamaba ?el? Evelyn y ?la? Evelyn. Fueron una pareja ideal hasta que ella se enamoró de otro al año de casados. El hecho lo afectó de tal manera que la crítica de entonces afirmó que su obra estaba teñida de la ?jugosa vergüenza del cornudo?. En una carta a su amigo Harold Acton, escribió: ?No pensé que fuese posible ser tan miserable y seguir viviendo?. Fue en esa época que se convirtió al catolicismo. ?Reverencio a la Iglesia Católica porque es verdad, no porque esté establecida o sea una institución?. A partir de su conversión, en 1930, creía que no podría volver a casarse. Cuando le explicaron que podía decretarse nula aquella unión, lo que efectivamente ocurrió, se casó con Laura Herbert, católica, con quien tuvo siete hijos. A lo largo de treinta y ocho cuentos, escritos durante cincuenta y dos años, pueden verse las obsesiones de Waugh y su vínculo con la literatura, a la que prefería más que a sus hijos (?a un niño lo puedes reponer fácilmente?). También, cómo caben en él los escritores inmediatamente anteriores y sus contemporáneos: el naturalismo de Chéjov, el realismo de Dickens, Flaubert y Henry James. Chéjov (1860-1904) y James (1843-1916) son tal vez quienes más rebotan en los textos de Waugh, al provocar la sensación de ?ya haber estado por ahí?. (?) El relato que más condensa los tópicos de Waugh, y recuerda a sus contemporáneos y predecesores, quizá sea Un puñado de polvo . El volumen de recopilación de cuentos incluye un final alternativo a esa novela, titulado ?Por petición especial?. También incluye el cuento ?Germen? de la novela, ?El hombre al que le gustaba Dickens?. En ambos casos, el protagonista es un cornudo huyendo, que no consigue escapar al amor que siente por su infiel esposa. En ?Por petición especial?, el desenlace es igual de lastimoso para el protagonista como lo es en la novela, aunque aquí el autor deja abierta una llave. Es el lector quien de nuevo debe completar los datos, aunque estos no pueden ser otros más que los que llevan a que la espiral del engaño se vuelva a ovillar. Al leer a Waugh la satisfacción es semejante al alivio de no haber tenido que compartir la vida con su personalidad recalcitrante, sugirió su biógrafo, Martin Stannard: ?Su arte era un teatro de crueldad; su temperamento, despiadado por instinto?. En su carta de ?felicitación? por el nombramiento de lady Mary Lygon para presidir la Biblioteca de Londres, en 1946, Waugh escribió: ?Confío en que no olvide usted conducirse con el adecuado decoro en tan serio edificio. Vaya siempre al lugar destinado a tal efecto si desea hacer aguas menores (?). Y no aborde a las bibliotecarias para fines considerados contra natura?. Waugh era consciente de la crueldad de su espíritu. Y así como Truman Capote se defendió de las críticas de sus víctimas, a quienes dejó en evidencia en muchos de sus relatos (?¿qué creían, que me tenían ahí para divertirles??), Waugh sitúa al lector en la extraña incomodidad que provoca la duda de exceptuarlo. ?La humildad no es una virtud propicia al artista. Suele ser el orgullo, la emulación, la avaricia, la mala intención lo que le empuja a uno a completar, elaborar, refinar, destruir, renovar su trabajo hasta conseguir algo que satisfaga su orgullo, envidia y su codicia?, escribió. El atractivo de su prosa está justamente en la falta de escrúpulos para acercarse a la realidad. Y Waugh sabía de las consecuencias de esa elección en un escritor. ?En el camino, puede perder su alma?, escribió. Pero se guardó para sí referirse al grado de placer que obtuvo al perderla y devorar el banquete al que redujo a sus presas.



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1 de marzo de 2012
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El papel de los intelectuales

?Hacer los muebles lo mejor que uno puede? (Franzen) Tres preguntas le ha hecho ?Babelia? a diversos escritores y críticos sobre cuál es el papel de los intelectuales y si existe o no el tema del compromiso literario. Autores como Cees Nooteboom, Fernando Savater, Jorge Volpi o Jonathan Franzen contestan el cuestionario. Aquí la respuesta, estupenda, de Franzen:

 Me siento un poco como alguien que trabaja en una fábrica y vienen a preguntarle cuál debe ser la función de los trabajadores hoy en día. Supongo que debe ser un rol parecido. En cada caso la respuesta debe ser la misma: ser un buen ciudadano, prestar atención a lo que sucede y votar. Hay algo que diferencia mi situación del que hace muebles y es que como ciudadano siento cierta responsabilidad para hablar de las formas de injusticia que son importantes para mí. No creo que los norteamericanos busquen consejos políticos de los escritores. Para los americanos esa es una idea ridícula, así como pedirle a un fabricante de muebles que arregle el mundo. Su respuesta sería: ?Así es como yo ayudo, haciendo los muebles lo mejor que puedo?. 

Por otro lado, Cees Nootebom respondió:

A lo largo de la historia, los intelectuales han cometido errores notables. Admiro a Foucault, pero creo que se equivocó al apoyar el retorno de Jomeini a Irán. Como recordarán promovió una gran manifestación en París. Knut Hamsun admiraba a Hitler. Neruda escribió una oda para Stalin. Solo me manifesté públicamente contra el bombardeo estadounidense de Camboya y el resultado de aquello fue el cese de los bombardeos y el comienzo del régimen sangriento de Pol Pot. Los intelectuales son ciudadanos como cualquier otro, lo que significa que nadie es infalible, pero deberían ser cuidadosos. No digo que tengan que callar. La libertad de expresión es un gran bien, pero uno debe estar informado lo mejor que pueda.

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1 de marzo de 2012
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Valeria Luiselli reseñada

Valeria Luiselli Y ya que hemos hablado de Valeria Luiselli en el post anterior, es bueno anotar que en la Revista Ñ Jorgelina Núñez reseñó la novela Los ingrávidos (Sexto Piso) recién llegada a Buenos Aires. La reseña comienza con tres adjetivos elogiosos: Complejo, profundo y moderno. ¿Qué más se puede pedir? Dice la reseña:

Los ingrávidos narra dos historias en dos tiempos. La primera es la de una mujer joven, casada y con dos hijos, que en el pasado trabajaba en Nueva York para una editorial independiente que le encomendaba encontrar buenos autores latinoamericanos para publicar. (?Consígueme un Bolaño?, le demandaba su jefe.) A falta de un émulo del chileno, encuentra en una biblioteca ciertos papeles del poeta mexicano Gilberto Owen, que también vivió en Nueva York a fines de los años 20 y fue amigo de Federico García Lorca. Pero eso no alcanza para entusiasmar el jefe. De manera que fragua un poemario inédito, le dice que fue traducido por otro poeta, Zukofsky; la estafa se dispara y el éxito editorial también. Pero, como en todo fraude, el primer estafado es el que lo consuma y llega a creerlo. Cuando la narradora ya no puede vivir en la mentira, abandona la ciudad y con ella su vida de entonces: el alcohol y algo de drogas, las amistades promiscuas, la vida a contramano. En el presente, de vuelta en México, lleva una existencia pequeña en una casa grande, junto a su marido y dos niñitos que no le dejan aire para respirar. Se refugia en la noche para escribir una novela (?una novela silenciosa, que no despierte a los niños?) que habla sobre Owen y sobre sí misma en otro tiempo y otro lugar, cuando ambos eran otros. Por las mañanas, el marido la inquiere sobre lo que ha escrito: ¿todo eso es cierto? Los dichos nunca del todo desmentidos van fracturando la pareja. Entonces aparece la voz de Owen narrando su propio crack up : el fin de su matrimonio, el alejamiento de sus hijos, la enfermedad que lo consume, los cuartos tristes en el Harlem donde a pocas cuadras se podía escuchar a Duke Ellington y en las plazas Federico y él se divertían ensayando aventuras vanguardistas. A medida que una se afantasma, se impone la voz del otro que hace rato es un fantasma para el mundo. Ese es el modo de existencia que los dos han elegido, la disolución lenta y las apariciones perturbadoras, dos seres habitados por identidades ajenas y respirando un aire que no les es propio. De allí que no sea raro que ella crea ver a Owen en los andenes de los subterráneos y Gilberto ya no pueda verse a sí mismo, tanto ha cambiado su aspecto. Compuesta como una colección de fragmentos de extensión diversa que dialogan entre sí, la novela avanza ceñida a su carácter episódico, anecdótico; cada fragmento es una pieza acabada, perfecta, y a la vez, germen de los que siguen. Un procedimiento que le permite el juego entre las voces, sin caer en la simplificación del paralelismo y, en algunos casos, conservando la suficiente ambigüedad como para crear la duda acerca de quién escribe. Pero acaso el más literario de los personajes sea el niño ?mediano?, una fuente inagotable de neologismos y juegos verbales. La transcripción de sus ocurrencias lo muestran como la versión más literaria de la madre. Luiselli es una escritora talentosa, algo notorio en la seguridad con la que define un estilo y consigue hacernos sentir el temblor de los personajes, las ironías con las que se maltratan y se distancian del mundo, la búsqueda de un amor donde poder anidar y dejar de ser ingrávidos fantasmas de sí mismos.

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1 de marzo de 2012
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Crescendo cuántico: dos asuntos sorprendentes

En este foro me referido en varias ocasiones  a la contradicción  en la que se encuentra el pensamiento cuando intenta hacer compatibles los indiscutibles logros de la física cuántica en lo relativo a la descripción y previsión de los fenómenos naturales con la fidelidad a principios que parecían inviolables; principios que a los ojos de un Einstein eran condición de posibilidad de poder hablar de ciencia física,  y que de hecho son la base de  nuestra confianza en que las cosas en nuestro entorno se desarrollen con  regularidad y no de manera puramente azarosa.

Sea simplemente la arraigada convicción de que una  cosa tiene propiedades objetivas mediante las cuales  difiere de las demás cosas, y  no se halla afectada por lo que pase a las segundas más que si se da un lazo de contigüidad entre ellas (no te afecta  la gripe del otro mas que si hay contigüidad, contagio si se quiere).  

Cabría mostrar que en esta convicción de doble vertiente se sustenta nuestra percepción convencional del mundo. Mas como la interpretación canónica de la mecánica cuántica la ponía en entredicho, Einstein aventuró la conjetura de que la contradicción quedaría resuelta si se daban ciertas variables que escapan al observador. En suma: las variables ocultas de Einstein garantizarían la validez de las descripciones cuánticas y garantizarían a la vez:

a) El poder atribuir  a una cosa  determinada propiedad P que sería suya  con independencia de que  sea o no observada, e indiferente a la existencia en esa cosa misma de otras propiedades, eventualmente incompatibles entre sí.   No se nos ocurre (mera analogía) considerar  por ejemplo que  la magnitud de una cosa  ha de verse  modificada en función de que esta cosa tenga color blanco o tenga color negro.

b) El poder  asegurar que una cosa tiene su lugar, en la que se halla a resguardo  de lo que le suceda a una cosa ubicada  en otro lugar (localidad).

Es de señalar que  ambos principios, por natural y evidentes que parezcan, se revelan simplemente incompatible con la física cuántica, de tal manera que, o bien renunciamos a los logros de tal disciplina o bien renunciamos a hacer de lo enunciado en ellos una ley general de la naturaleza. Pues bien: 

Lo enunciado en a) es puesto en entredicho por un teorema conocido como de  Kochen -Specker[1] El ataque a lo enunciado en el punto b) queda asociado al nombre del físico británico John Bell. De algunos desarrollos (curiosísimos por su enorme peso filosófico) del teorema  de Bell me seguiré ocupando, de manera (como dicen los físicos) cualitativa, o sea sin recurso a formalismos.

 


[1]    El  teorema llamado  de Kochen-Specker, se enmarca en las discusiones relativas  a  una teoría einsteniana que intentaba explicar las diferencias de comportamiento entre entidades aparentemente idénticas sosteniendo que en realidad no eran idénticas sino similares. De tal teorema se extraen consecuencias como las siguientes: la variable oculta que explicaría el valor fijo del observable físico A tendría que ser alterada  en función de si a la vez se está midiendo un segundo observable B, o si se está midiendo un tercer observable C, cuando se da la circunstancia de que  estos dos últimos observables, aunque compatibles con el primero, son incompatibles entre sí. Pues entonces,  si tras haber observado B se pasa a observar C, la variable  pasaría  de ser explicativa de la pareja A-B a ser explicativa  de la pareja A-C. Este  carácter por así decirlo dialéctico de las propiedades ocultas  de las cosas traiciona el espíritu mismo de la teoría

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1 de marzo de 2012
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Oswaldo Reynoso justifica a Sendero Luminoso

Oswaldo Reynoso Hace algunos años, durante la Feria del Libro de Santiago de Chile, Oswaldo Reynoso y yo compartimos una mesa redonda. Ahí, el declaró ante el público chileno que lo que había ocurrido durante los años de la violencia política en el Perú no fue terrorismo sino ?guerra popular?. Cuando le exigí que aclarase qué quería decir, ya que el término ?guerra popular? era usado por los mismos senderistas como justificación para declararse presos políticos, él dijo: fue ?guerra? porque murió mucha gente y ?popular? porque la gente era del pueblo. Es decir, Cantinflas. Escribí entonces un post rechazando su postura (que se ha quedado en la memoria caché del antiguo Moleskine Literario), así como lo hice durante la mesa redonda, lo que me ganó muchos insultos, acusaciones de envidioso, mafioso, soplón o ?criollo?, y el odio declarado de muchos escritores jóvenes que siguen a Oswaldo Reynoso y del mismo Oswaldo (a quien conozco personalmente desde hace décadas y quien me invitó a presentar un libro suyo cuando yo recién comenzaba mi carrera). Lo cierto es que Oswaldo Reynoso no es el primer escritor en hacer mil y un piruetas para justificar a Sendero Luminoso sin quemarse las manos o terminar en la cárcel (dado que aun existe la ley que incrimina la apología). Otros escritores de su generación (como lo he señalado siempre) han hecho lo mismo y lo seguirán haciendo. Ocurre que Abimael Guzmán, el fundador de Sendero Luminoso y el asesino serial más violento que ha tenido el país (cuya violencia se ensañó sobre todo contra los campesinos, a quienes pretendían defender), puso entre la espada y la pared a un grupo de autores maoístas que desde la década de los 70 defendían la ?guerra popular? y que, una vez instalada esta en el país, se vieron obligados a asumir una actitud frente al terrorismo. Y ante la incapacidad de pasar a la clandestinidad y asumir la guerra que tanto propiciaron desde sus revistas, o de quedarse callados y delatar que sus posturas ideológicas eran imposturas, empezaron las cantinfladas, los dobles discursos y las amenazas contra quienes no dudamos en señalar esas incongruencias. Bueno, Oswaldo Reynoso ha vuelto a declarar sobre Sendero Luminoso. Lo ha hecho en un medio virtual (la edición digital de Perú21) y aun con cantinfladas, como la de comparar a Barack Obama con Abimael Guzmán, pero esta vez sin medias tintas: dice que el paso del MRTA y Sendero Luminoso no fue negativo para el país, y les retira el adjetivo de terroristas.  Glorifica la figura de Abimael Guzmán además -como lo hizo Miguel Gutiérrez en La violencia del tiempo-  considerándolo un ?humanista? porque ?le agradaba la música, la literatura, la pintura? (es decir, el mundo está lleno de humanistas que escuchan música, leen y miran cuadros, aunque con su pensamiento no contribuyan a nada más que a un I LIKE en el Facebook).  Aquí están las declaraciones de Oswaldo Reynoso. Resulta muy curioso que el entrevistador, Jaime Cabrera Junco, haya querido salvar a Reynoso poniendo como titular un tibio: ?En el Perú hay muchos prosistas prosaicos? y sin mencionar en el gorro sus declaraciones sobre Sendero Luminoso, que bajo cualquier circunstancia y para cualquier periodista debería ser lo más subrayable por polémico y discutible. ¿Pretendía quizá Jaime Cabrera que discutamos qué es un prosista prosaico cuando Reynoso había soltado una bomba pro-senderista? Las declaraciones de Reynoso, además, llegan en un momento crucial para el país, pues justo hace unos meseses Sendero Luminoso intentó registrarse como partido político bajo las siglas MOVADEF (con la intención de, posteriormente, declarar ?presos políticos? a sus líderes encarcelados), y se valió para ello de la ignorancia de la juventud que no vivió los años de la violencia política y que no sabe qué fue Sendero Luminoso, y la carencia en las escuelas de cursos de historia que muestren al país lo que ocurrió en esos años lamentables y las consecuencias que aun pagamos. Oswaldo Reynoso no pecó de honesto ni de inocente ni el escritor maldito y políticamente incorrecto cuya imagen suele levantar para permanecer impune; esta vez fue más que imprudente y, como lo afirma Gustavo Faverón en un post al respecto (uno de los pocos que ha aparecido en las redes sociales, mostrando que la capacidad de indignarse de los peruanos solo pasa por el estómago), banaliza y justifica la violencia terrorista escondiéndose en juegos de palabras y declaraciones ambiguas (aunque esta vez queda poco para la ambiguedad). Siendo Reynoso un autor que suele ir a los colegios a conversar con los alumnos (como lo dice en la misma entrevista), y que aun mantiene un gran ascendente sobre los jóvenes escritores y lectores del país, sus declaraciones resultan tan dañinas y explosivas como una bomba de Sendero puesta rastreramente y bombardeando la memoria que tanto nos ha costado, y nos cuesta, reconstruir. Reynoso niega el pasado y, con ello, confunde aún más a los jóvenes desinformados u olvidadizos sobre esos años de violencia. Y además, para más dolo, muestra una imperdobable indiferencia y falta de respeto por las víctimas de los peores años que ha vivido el país.   

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1 de marzo de 2012
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Una solterona en un burdel

Acostumbro a meter un libro en mi bolso cada semana. Sé que las hay más originales, como mi colega Empar Moliner, que muy previsoramente lleva un sacacorchos en su it bag porque una buena catadora siempre debe estar preparada. Para quienes tenemos un alma proclive a la adicción del tecnoestrés, un poco de papel aporta una brizna del clásico sosiego. Vaya por delante que no comulgo con el pensamiento mágico, pero siempre he mantenido una complicidad física con los libros. La semana en que murió Wislawa Szymborska, llevaba en mi bolso su poemario Aquí, tan breve, quirúrgico, intenso. Y cuando transportaba la María Antonieta de Stefan Zweig, se hizo pública su carta de suicidio: dimitía de la vida desencantado ante una Europa agonizante y extraviada. El caso es que cuando abro un libro al azar, buscando algo sin saber qué, lo encuentro. Además de suerte, es necesaria cierta predisposición para dejarse sorprender porque cualquier libro puede llegar a funcionar como un I Ching. Como ahora, que buscando unas migas de pasado sobre la crisis del periodismo me encuentro con un texto de Karl Kraus, escrito hace más de cien años: “La Antorcha dejará de publicarse según todas las previsiones humanas. Aún así, fecho el ocaso del mundo en la instauración de la navegación aérea”. La carta no tiene desperdicio: “La cultura se queda sin aliento y al final yace una humanidad muerta junto a sus obras cuya invención le ha costado todo el ingenio que ahora le falta para aprovecharlas”. Kraus domina con inteligencia, sarcasmo y brillantez su profunda decepción. Y llega a referirse a la tragedia de la humanidad caída “que sirve menos para la vida en civilización que una solterona para un burdel”. Durante casi 37 años, el autor austriaco publicó la revista Die Fackel, tan incómoda como independiente, en que denunciaba la luctuosa degradación de una prensa incapaz de ejercer la autocrítica; también un progreso que enmascaraba los verdaderos objetivos. ¿Les suena? ¿Es la economía o el periodismo lo que representa hoy a una solterona en un burdel? El cierre de los periódicos ADN y Público, la pérdida de casi 5.000 puestos de trabajo en cuatro años, la precariedad rayana en esclavitud de los becarios cronificados o la pleitesía de la información a la diosa publicidad, la que en definitiva paga el papel ?porque en internet aún no cotiza lo suficiente?, marcan las horas bajas de esta profesión. Claro que no hay que dejarse barrer por la melancolía, ni por los velatorios chovinistas, sino vislumbrar las oportunidades que brinda el futuro: el mismo que invita a cualquiera, periodista o no, a informar gratis. Ese es el drama. Avanzamos en la identidad digital de la prensa sin saber hacia dónde vamos, ni los réditos que podremos recuperar para que este oficio sea digno y rentable. Los periodistas no gozamos de demasiado prestigio social, pero en esta crisis ?dicen que estructural y coyuntural, palabras tan de molde, tan frías?, hay que recordar que once países no reconocen la libertad de expresión y prensa (por fin ayer, el presidente Correa indultó a cuatro periodistas de El Universo sentenciados por injuriarle). O que 66 informadores ?16% más que en el 2010? murieron el año pasado cubriendo conflictos. Y hace una semana, una periodista con cara de periodista y un parche en el ojo izquierdo, Marie Colvin, moría destrozada por la metralla en Siria. Minutos antes acababa de ver cómo mataban a un bebé, e indignada quería contar qué estaba pasando. Dicen que siempre era la primera en llegar y la última en irse. Eso es la vocación, la de informar a pie de obra, sin importar el roce del miedo. Basta un aliento para seguir mirando, oliendo, escuchando y contando la realidad. Y eso, hoy en día, no es oficio para aficionados.

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29 de febrero de 2012
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I. Constituciones como novelas

En América Latina, para entrar en los desafíos de la postmodernidad, tenemos que resolver
primero los de la modernidad. En términos políticos, y de organización social,
de parámetros de educación, de irrestricta libertad de prensa, no somos aún
modernos. Y la modernidad sigue siendo el sueño no resuelto de los fundadores
republicanos, cuando dieron a la independencia un sentido de progreso. Quizás
sería mejor decir que en lugar de resolver nuestro acomodo en el siglo
veintiuno, deberíamos terminar de entrar primero en el siglo veinte, que ya
pasó. Y algo más. Revisar nuestros sueños del siglo diecinueve, y hacer cuentas
de cuántos de ellos se quedaron en el papel. Legalidad, instituciones firmes,
respeto de los derechos individuales, a la opinión de los demás; la tolerancia
como norma del ejercicio del poder.

En el texto de nuestras constituciones decimonónicas tocamos con las manos la utopía
nunca resuelta. Podemos leerlas como novelas, fruto de la imaginación. Nuestras
mejores novelas. La modernidad se nos ofreció en el siglo diecinueve
en su parafernalia más atractiva, buenas constituciones, gobiernos
democráticos, educación para crear ciudadanos capaces de afrontar el progreso,
sociedades integradas hacia adentro, libertades públicas irrestrictas. Pensar,
escribir, aunque lo escrito cause disgusto a quien tiene el poder.

 

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29 de febrero de 2012
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Los papeles perdidos de Julian Assange

El patrono de Wikileaks ha perdido definitivamente los papeles. La última jugada de Julian Assange no se dirige ni a Putin ni a Hu Jintao, no denuncia a Bachar el Asad ni a Kim Jong-un, sino a un think tank privado, una sociedad de consultoría y prospectiva, que ha sido pirateada, atacada y robada con la excusa de que se trata de una especie de CIA privada, ?la CIA en la sombra? le llaman. Conozco el caso por dos razones: porque recibo los avisos como suscriptor de Stratfor, el site pirateado de donde han sido robados unos cinco millones de correos privados; y además porque hace poco más de un año prologué, a petición del editor español, el último libro publicado y traducido al español de George Friedman, el presidente de la compañía.

Nada puede justificar un asalto informático como el de Wikileaks contra Stratfor. No estamos ante una violación de las discutibles reglas de los secretos oficiales, por los que instituciones pagadas con los impuestos de los ciudadanos limitan el acceso de estos mismos ciudadanos a informaciones relevantes. No estamos tampoco ante casos de violaciones flagrantes de derechos humanos que justifiquen la violación del secreto legalmente protegido que las cubre.  No se entienden muy bien las acusaciones que desde Wikileaks se hacen a Stratfor para justificar el asalto. ¿Porque tiene suscripciones y subvenciones públicas? Las tienen muchos medios españoles en medida probablemente muy superior. ¿Porque realizan informes y estudios a petición de las empresas? Los hace The Economist. ¿Porque utiliza medios de espionaje? No se sabe que lo haya hecho Stratfor, de momento, aunque sí los utilizan los medios británicos, bien periodísticos, de Rupert Murdoch. ¿Porque se coordinan con servicios secretos? Más lo hacen los medios rusos afines a Putin, el patrón de patronos que ha contratado a Assange para su televisión internacional. Si Stratfor es una agencia de espionaje, entonces, ¿qué es Wikileaks? ¿Una rama periodística de Caritas? Nada puede justificar la violación del secreto de las comunicaciones privadas, una libertad fundamental protegida por las constituciones democráticas, por el solo hecho de que entre los clientes de Stratfor se encuentren servicios secretos, militares, departamentos de Defensa o multinacionales. Ni siquiera las acciones que pudieran ser objeto de censura de los suscriptores de una consultoría privada justifican que otros agentes privados, sin mandatos judiciales, se dediquen a requisar y luego publicar en bloque sus comunicaciones personales. Estamos ante una práctica que resume el fundamentalismo de la transparencia practicado por Assange y sus seguidores. En este caso, ni siquiera el contenido de los cables sirve para justificar su publicación. Son ante todo irrelevantes o redundantes cuando se trata de información pública, y perjudiciales e insidiosos cuando se trata de comunicaciones internas de la empresa hackeada. Pueden ser entretenidos e incluso divertidos, como es el caso del correo de la informadora que ha seguido una conferencia de Aznar en Georgetown, pero nada secreto o desconocido revelan. La idea de una sociedad totalmente transparente, en la que los hackers tengan derecho a interferir y publicar cualquier información que les merezca su atención es una monstruosidad en toda regla, muy próxima a las utopías totalitarias. Por la misma regla de tres que le permite a Assange perforar las comunicaciones de otros podría alguien hacerlo con las suyas, devolviéndole la pelota como ya le sucedió con todo el dossier sobre las presuntas violaciones en Suecia, que suscitaron la ruptura con The Guardian, porque este periódico no informó sobre el caso al gusto del fundador de Wikileaks. Bajo el concepto de inteligencia, en el que se mezclan la idea de información y la de espionaje, Assange intenta descalificar a Stratfor y justificar la perforación de sus comunicaciones. Su presidente George Friedman es, ante todo, un escritor y prolífico autor de informes y libros sobre prospectiva, mucho más alejado de la figura del espía que el propio Assange. Por cierto, conservador o muy conservador, pero en absoluto neocon, e incluso todo lo contrario de lo que es un neocon. Como está demostrando Wikileaks, las comunicaciones internas de Stratfor se producen como en cualquier empresa, sin normas especiales de seguridad, exactamente al revés de lo que sucede con Wikileaks, donde la regla es utilizar medios encriptados. El periodismo está mucho más cerca por sus sistemas de trabajo y de comunicación, e incluso por sus productos, de lo que hace Friedman en Stratfor que de Assange y Wikileaks. La idea de una empresa de espionaje privada, en cambio, se acomoda a la perfección con lo que hacen Assange y su gente. El mundo al revés, en definitiva. (Enlaces: con el site de Stratfor; con la filtración de Wikileaks; con la información sustraída a Stratfor sobre Aznar; con mi prólogo al libro de Friedman).

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28 de febrero de 2012
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El Boomeran(g)
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