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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Países de la flor naciente

 

Las televisiones, periódicos y blogs japoneses comentan a diario cómo va la floración de los cerezos. Dónde se abrirán hoy, en qué parque estarán en plena eclosión, qué comarca y ciudades alcanzará hoy el tsunami florido que asciende de sur a norte, desde marzo hasta mayo. Este es ya el segundo florerío radioactivado después de Fukushima y los entendidos no esperan grandes novedades entre el blanco nieve y el rosa arrebolado.  El primero de abril, bajo el auspicio de la floración, una quinta estación que dura ocho o diez días, en Japón los supervivientes se saludan como en año nuevo, muchas empresas inician su ejercicio anual y se reanuda el curso escolar.

También florecen los cerezos en la provincia china de Henan, doble de habitantes y seis veces más densamente poblada que España, donde la cadena del ministerio de justicia televisa cada sábado noche un reality show justiciero con edificantes entrevistas a los condenados a muerte justo antes de la ejecución. Ahora han  dejado de emitir el programa, porque ha sido noticia en la BBC, y el ministerio de justicia chino es partidario de la intimidad. 

Más noticias florales. Se constata una floración tardía del protestantismo en su tierra natal. Un pastor de la creencia asciende a jefe del Estado, después de haber pedido el preceptivo permiso a su obispo, y una hija de pastor no solo gobierna, sino que presume de su confesión ante el parlamento, y el llamado Círculo Evangélico de su partido celebró su 60º aniversario en Siegen con un servicio divino (sic) donde participó la cancillera, que habló de “misión evangélica”. También la ministra de la presidencia fue pastora —antes que fraila, iba a poner. Justo ahora que el protestantismo va socialmente a la baja y sus flores son más lacias que nunca. Porque los confesos luteranos no llegan ni siquiera a un tercio de la población, menos que los católicos, menguan más deprisa que estos, y van menos a la iglesia: apenas un 3%. Los protestantes tienen menos éxito en su propio círculo divino que en la política. Hubo un sociólogo exagerado, Plessner, que defendió la existencia de una tradición protestante que arranca en Lutero y se jalona en Federico el Grande y Hitler, una tradición que impedía la floración en virtud de la que los alemanes pasarían de súbditos a ciudadanos.



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18 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Rodrigo Fresán sobre Denis Johnson

Carátula del libro Que nadie se mueva es la nueva novela de Denis Johnson, publicada en EEUU en el 2009, y recién traducida para la colección Rojo y Negro de Mondadori, con prólogo de Rodrigo Fresán. En ?Radar Libros? adelantan algunos párrafos del prólogo. ?El dios en el que quiero creer tiene una voz y un sentido del humor como los de Denis Johnson? dijo alguna vez Jonathan Franzen. Ni más ni menos. Dice la nota:

Que nadie se mueva empieza, en las afueras de Bakersfield, presentando a un tal Jimmy Luntz. No conforme con ser uno de esos típicos perdedores que suelen crecer y reproducirse como conejos sin pata de la suerte en el paisaje noir, Luntz ?además de haber sido un boxeador noqueado y ser un jugador compulsivo y más bien desafortunado? es miembro de uno de esos infames y bastante ridículos coros/cuartetos estilo barbershop. Ya saben: camisas a rayas, sombreros de paja, armonías a capella tan complejas como anticuadas, canciones supuestamente graciosas pero no tanto. Y Jimmy Luntz ?cuyo alias terreno y real, aunque no quiera condicionar la imaginación de nadie, bien podría ser Steve Buscemi? debe mucho dinero. Y ?sus acreedores han perdido su de por sí poca paciencia? ha llegado la hora de devolverlo. Y qué hacer. O qué deshacer. Y de repente alguien menciona que tiene la receta infalible para hacerse con 2.300.000 dólares que tal vez estén al alcance de la mano y tal vez no. Y empiezan los problemas. Muchos. Y, con ellos, llegan una vampiresa tan melancólica como peligrosa con sangre native-american (y con el inolvidable nombre de Anita Desilvera, y que se emborracha al treinta por ciento y es dueña de una sonrisa capaz de hacer perder la cabeza al mismísimo Jesucristo, y corrige a todo aquel que reduzca el botín a dos millones a secas, y hace el amor como una monja pasada de copas), sicarios muy pero muy pesados (alguno de ellos, se dice, con una particular propensión a comerse los testículos de sus rivales), una bolsa de dinero y una bolsa de colostomía, un juez corrupto, huesos quebradizos, un sediento camello de apellido Juárez (pero en verdad made in Arabia), una enfermera dedicada a robar fármacos potentes, humor oscurísimo, diálogos chispeantes e inflamables con sabor a Quentin Tarantino y/o Elmore Leonard, cadillacs ominosos y ambulancias aullantes, mañanas que se encienden como sopletes, un intimidante Hombre Alto que no se sabe si tose o se ríe y que tiene algún tipo de problema nunca del todo aclarado con su rostro/cabeza, y la venganza como plato frío, y etc. Y otras dos palabras: Hermanos Coen. (?) Y, aquí y allá y en todas partes, la música inconfundible de uno de los grandes estilistas en inglés y en activo. El título Que nadie se mueva ?páginas absoluta, total, completa y peligrosamente movedizas? sale, lo aclara Johnson en la novela, de aquel hit de aquel DJ y músico albino y jamaicano de nombre Yellowman. En un momento, Jimmy Luntz lo escucha en la radio: Nobody mov/ nobody get hurt?. ?Que nadie se mueva y nadie saldrá herido? son, está claro, las palabras típicas con las que un típico ladrón abre la melodía de un asalto. Así funciona lo que aquí empieza, están advertidos. Todos quietos, las manos arriba, sosteniendo este libro, abierto, y ?si saben lo que les conviene, y van a saberlo en unas pocas líneas? no cerrarlo hasta alcanzada la última página y el último big bang bang y las últimas palabras en las que el agua tan fría sigue con lo suyo, desde el principio de los tiempos, como si nada hubiera pasado y nada fuera a pasar, mientras se nada o se flota o te hundes hasta el fondo para ya no salir a la superficie o, quizás, simplemente, intentás sacudirte un poco de la mugre y bastante de la sangre que llevas encima. La muerte es un río que fluye. Y dos palabras más: THE END.



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17 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un texto inédito de Albert Camus

Albert Camus Un texto escrito por Albert Camus sobre el periodismo libre en tiempos de conflicto, censurado en 1939 por las autoridades de Argelia, fue encontrado en unos archivos en Aix-en-Provence. Miguel Mora comenta para El País el hallazgo:

El 25 de noviembre de 1939, cuando Francia empezaba a gangrenarse por el miedo a la invasión alemana y sus élites políticas y periodísticas se disponían a entregarse sin pudor al III Reich, Albert Camus escribió un artículo para Le Soir républicaine, el periódico de una sola página a dos caras del que era codirector en Argel. En Francia regía la censura, y el texto no llegó a publicarse nunca. Lógico, porque en apenas tres folios el autor de El extranjero bordaba un alegato por la libertad de prensa. Al defender la utilidad del oficio de informar en tiempos de guerra, Camus sostuvo el derecho de cada ciudadano a elevarse sobre el colectivo para construir su propia libertad, y definió los cuatro mandamientos del periodismo libre: lucidez, desobediencia, ironía y obstinación. Son, casualmente, los puntos cardinales que inspiraron su obra novelesca y filosófica. El espléndido texto ha salido del agujero negro del tiempo gracias a una colaboradora de Le Monde, Macha Séry, que lo encontró en los Archivos Nacionales de Ultramar (Aix-en-Provence). El diario vespertino lo publicó este jueves en sus páginas culturales, y en el Salón del Libro de París todos hablaban del artículo y del último libro de Michel Onfray, El orden libertario, que traza una comparación entre Camus y Jean-Paul Sartre especialmente odiosa para el segundo. ?Es difícil evocar hoy la libertad de prensa sin ser tachado de extravagancia, acusado de ser Mata-Hari o siendo convencido de que eres sobrino de Stalin?. Así empieza el artículo, que enseguida sienta su tesis: la libertad de prensa ?es solo una cara más de la libertad tout court?, y la ?obstinación en defenderla? obedece a que, sin ella, ?no habrá forma de ganar realmente la guerra?. Camus aborda la injusticia de que los grandes medios nacionales pudieran publicar en aquellos meses artículos que en los diarios de ultramar eran sistemáticamente censurados. Y escribe: ?El hecho de que un periódico dependa de la competencia o del humor de un hombre demuestra mejor que cualquier otra cosa el grado de inconsciencia al que hemos llegado?. Con la sobria sagacidad del clásico, prosigue: ?Uno de los buenos preceptos de una filosofía digna de ese nombre es el de jamás caer en lamentaciones inútiles ante un estado de cosas que no puede ser evitado. La cuestión en Francia no es hoy saber cómo preservar la libertad de prensa. Es la de buscar cómo, ante la supresión de esas libertades, un periodista puede mantenerse libre. El problema no concierne a la colectividad. Concierne al individuo?. Los medios y condiciones para que un periodista independiente no pierda su libertad ?ante la guerra y sus servidumbres? son cuatro: lucidez, rechazo, ironía y obstinación. La lucidez, porque ?supone la resistencia a los mecanismos del odio de la ira y el culto a la fatalidad?. Según Camus, ?un periodista, en 1939, no se desespera y lucha por lo que cree verdadero como si su acción pudiera influir en el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda excitar el odio o provocar desesperanza. Todo eso está en su poder?.



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17 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vallejo cumple 120 años

Vallejo al polo. Foto: Jorge Gobbi Un post en VANO OFICIO en ?El País? sobre el aniversario de César Vallejo y la polémica desatada por las declaraciones de Diego de la Torre en su columna de opinión en El Comercio.

El poeta peruano está de aniversario y su nombre, desde hace una semana, aparece en las redes sociales como nunca antes. Pero no se trata de una celebración anticipada. Lo que ha ocurrido es que Diego de La Torre, Presidente del Pacto Mundial en el Perú, escribió hace unos días en la sección Economía del diario El Comercio un artículo llamado ?Vallejo, Ribeyro, Montaigne? (lo pueden ver en esta página rebotado) donde alaba la calidad literaria de César Vallejo y Julio Ramón Ribeyro, pero los acusa de haber creado ?en el subconsciente colectivo peruano? una idea derrotista, depresiva, fracasada. El autor defiende la economía liberal y arremete contra la ideología izquierdista aplicando una cita de Montaigne, pero sobre todo pretende redactar uno de esos textos motivacionales que tantos empresarios, funcionarios o publicistas (bronceados bajo el sol de la idea de liderazgo que han leído en manuales de auto-ayuda o aprendido en talleres de coaching) han convertido en un dogma que debe inyectarse a la población como una dosis de optimismo que conduce a alcanzar el éxito económico y elevar la autoestima del país. El artículo ha resbalado en el fangoso estanque de las redes sociales, donde miles de pirañas esperan diariamente su ración de carne fresca para despedazarla a mordiscos (?para la celebración mutua de la incompetencia?, como dijo una escritora colombiana que cité en un post anterior), y el autor ha terminado empalado por tweets y comentarios en el Facebook con insultos y descalificaciones sin argumentos. Muchos de esos indignados no han leído, ni leerán, una línea de Julio Ramón Ribeyro o de César Vallejo, pero la simple crítica contra algo que representa ?lo peruano? es suficiente para encender antorchas y salir de cacería. Felizmente, también han aparecido lectores con la suficiente capacidad de argumentación, conocimiento y análisis para demoler el artículo demostrando no solo el error de su fundamentalismo liberal, y lo irónico de que la cita inexacta de Montaigne en realidad sostiene lo contrario a lo que el autor del artículo supone, sino lo desacertadas, en más de un aspecto, que resultan sus opiniones sobre Ribeyro y Vallejo. No solo sustenta una idea improbable, como decir que una obra puede dañar el subconsciente nacional, o prejuiciosa, como dar a entender entre líneas que los autores representativos deben escribir libros optimistas para favorecer la autoestima de sus países, sino que, además, ha leído de manera superficial y frívola los autores que menciona, y en especial a César Vallejo, quien está muy lejos de ser un derrotista incluso en cuentos (a mi modo de ver de mala calidad literaria) como el célebre ?Paco Yunque? que se menciona en el artículo. Y desde luego, tampoco lo es en poemas extraordinarios donde llama al despertar humano contra el dolor y la desesperanza, como ?Los nueve monstruos?, o poemarios que proponen el modelo de amor cristiano, aprendido de su madre, como piedra angular para la solidaridad universal, como España, aparta de mí este cáliz. Lo que no llega a entender Diego de la Torre es que todos los artistas crean sus obras a partir del descubrimiento de las fracturas del mundo. Mario Vargas Llosa ha explicado hasta el hartazgo que los escritores escriben para ?mejorar la realidad?, y que esa necesidad aparece cuando se quiebra la relación con el mundo y empieza una actitud crítica. La pregunta que se hace Zavalita al inicio de Conversación en la Catedral (?¿En qué momento se jodió el Perú??) es, por extensión, la pregunta que nos hemos hecho todos los que alguna vez nos hemos volcado a la escritura: ¿en qué momento se jodieron todas las cosas? Pero también los lectores de ficción son conscientes de esas fracturas y se hacen esas preguntas, para incomodidad de quienes preferirían lidiar con seres humanos sometidos y bovinos, que acatan cualquier orden establecido. Vargas Llosa nos recuerda que los gobiernos fundamentalistas, como las dictaduras o las colonias, prohiben las obras de ficción porque crean un espíritu crítico. Las aventuras del Quijote no se podían importar durante el Virreinato del Perú porque la historia de un jubilado que un día, justamente a causa de leer tantos libros, se subleva contra la mezquindad del mundo y decide ser un justiciero, podía crear mentes pensantes, discordantes, que luego se convertirían en subversivas. Es bizantino discutir si el Perú es un país lleno de fracasos y derrotas desde su origen como nación, y sus autores solo retratan ese estado permanente, o si son los autores los culpables de insertar en el peruano una idea distorsionada de su historia y de sus logros como país. Pero debe quedar claro que cuando César Vallejo escribe: ?Yo nací un día en el que Dios estuvo enfermo? no está expresando una idea derrotista sino su disconformidad frente al mundo, atestiguando que existe una idea de justicia implantada por un superior (llámese Dios o quien sea) contra la que se subleva. En ese poema la frase se reitera una y otra vez (de ahí el título ?Espergesia?) aumentando el nivel de indignación del poeta y llamando al lector a indignarse también. ¿Es eso un autor derrotista? Si desconocemos, además, el contexto en el que escribe su obra póstuma César Vallejo (quien vivía en París por entonces), es decir la época de la vanguardia, los años de entreguerra europea y la Guerra Civil española, de la que estuvo muy cerca, jamás entenderemos que mucho de lo que consideramos versos ?pesimistas? no son sino la respuesta a una época que produjo poemarios terribles y dolorosos como Caligramas de Apollinaire, Tierra baldía de TS Eliot o Residencia en la tierra de Pablo Neruda. El estilo de un autor es la suma de su visión particular, de su escuela literaria y de su época. El mérito de César Vallejo es advertirnos, en contra de la celebración ciega de la vida, el riesgo que acarrea esa ceguera: la gestación de un mundo a merced de las dictaduras y de los abusos contra la humanidad. César Vallejo murió en 1938, en París. ¿Es necesario recordar que Hitler inició su escalada de horror apenas unos años después? Estoy en contra de ese patriotismo de nuevo cuño que celebra solo victorias y cuya misión principal es elevar la autoestima de los ciudadanos. Tampoco acepto el oportunismo de expropiar caras de escritores y citar frases sin contexto (?Hay hermanos muchísimo que hacer?) para diseñar polos o billetes, y que sirven más como decorado para un folleto turístico que como inducción a la lectura o validación de un bien cultural. Hace 120 años nació César Vallejo y, por lo visto, la incomprensión que obtuvo de sus compatriotas contemporáneos (que lo hizo refugiarse en París y no regresar jamás) sigue vigente en este nuevo país puesto al servicio de la ?Marca Perú?. La poesía de César Vallejo, hermética, revolucionaria con el lenguaje, con un mensaje claro pero jamás condescendiente con el lector, sigue viva con el paso de los años y gracias a eso logra desmarcarse al mismo tiempo de quienes, como Diego de la Torre, quisieran convertirla en un slogan, y de sus irritados enemigos patrioteros de las redes sociales, lectores de tweets incapaces de dedicar quince minutos para intentar entender la profundidad humana y la genialidad de un poeta que es mucho más que un dibujo en una camiseta. * Lamento que este texto supere las 1,000 palabras ofrecidas.



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16 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un arte que agoniza

Anatomía de la influencia es un tratado sobre los autores eminentes que pueblan el olimpo de la literatura occidental. Aunque en esta ocasión Harold Bloom es elegíaco y celebra sus 80 años con un testamento: "Ya no lucharé contra los Resentidos. Nos uniremos todos en nuestro polvo común".

Bloom reitera en esta larga meditación su teoría sobre la ansiedad que corroe a los grandes escritores, nos contagia el fervor religioso por la lectura, nos introduce en la sutileza de su discurso hermético y nos remite al origen de su veneración: al inolvidable asombro que producen las grandes obras cuando se leen por primera vez.

Lo excepcionalmente notorio en Bloom es la persuasión de su estilo y cómo elude el tedioso razonamiento académico. Pero no es fácil seguirle: su celebración de la literatura exige una solvente familiaridad con los libros supremos y saberlos de memoria tras una lectura tan extensa como profunda.

La ansiedad y la influencia son el secreto de la imaginación literaria y sin esta energía el escritor deambulará sin nada que hacer. Bloom es un déspota muy ilustrado y sus razones se sancionan a sí mismas como profecías. Traza el mapa de los senderos que unen a cada escritor eminente con todos los demás y menciona la influencia que algunos han llegado a tener sobre sus antepasados. Una conjetura que perturba la buena fe de sus lectores. 

Bloom es elocuente, reiterativo, insistente, pues considera que nada ha sido cabalmente entendido. Las obras maestras, advierte, están por encima de nuestra comprensión. Salvo que nos propongamos leerlas una y otra vez durante toda la vida.

El viejo crítico Bloom dedica un último desdén a los resentidos -los melifluos, torturados y hostiles resentidos- y con alegría adolescente vivifica el entusiasmo de la primera lectura. Bloom expande este espíritu insolente, lo incrementa, lo santifica.

Los grandes escritores han sido conmovidos por una envidia sagrada, dice, pero nadie escoge al maestro de su veneración. Cada autor eminente ha sido elegido por su precursor literario. O aceptamos esta violenta premisa o la rechazamos. No es objeto de discusión. La influencia produce ansiedad y ésta obliga a evocar, imitar, saquear y suplantar al autor predilecto. Pero sin la complicidad del antepasado ilustre, la obra literaria sólo será un simulacro.

Bloom, que se considera un laico de inclinaciones gnósticas, un esteta literario que idolatra a Shakespeare, un hereje judío, un lector esotérico, un crítico longiano que celebra lo sublime como la suprema virtud estética, afirma que la gran literatura existe y que es posible apreciar "el brío de una energía sobrenatural en su vigor lingüístico". Bloom ha resultado ser un arconte de esa Religión Americana cuyo único dogma es la Seguridad en Uno Mismo. Una especie de entereza o unión de cada hombre con el sí mismo desconocido.

Si alguno necesitara abreviar los libros de Bloom en un único párrafo, quizá podría conformarse con lo siguiente: "Shakespeare, que no profesa ninguna creencia y que es sabio sin énfasis ni agresividad, posee su propio método de conocimiento y es el precursor de todo el mundo: Walt Whitman, James Joyce, Herman Melville, William Blake, Emily Dickinson, Sigmund Freud, Marcel Proust, Samuel Becket, Franz Kafka, Pessoa, Borges...".

¿Por quién se siente elegido Bloom? A ratos por Ralph Waldo Emerson y en otras ocasiones por Samuel Johnson. Aunque esto debería decirlo él, y no yo. Cuando Bloom recuerda al que ha sido considerado el primer filósofo americano da la sensación de estar hablando de sí mismo: "Leer a Emerson resulta a veces desconcertante, en parte porque es un aforista que piensa en frases aisladas. Sus párrafos resultan a menudo espasmódicos, y su mente incansable está siempre en alguna encrucijada".

Bloom es una figura señera de nuestro tiempo que acude en socorro del lector agobiado por la trivialidad contemporánea y le anima a frecuentar sin complejos los grandes monumentos literarios. Bloom afirma que leer, releer, evaluar y apreciar es el verdadero arte de la crítica literaria en un mundo en el que los libros malos desplazan a los buenos y leer es un arte que agoniza.

¿Cuál es la influencia de Bloom en España? Anagrama, Taurus, Páginas de Espuma y otros editores lo mantienen en sus catálogos pues ha conseguido una considerable atención entre los lectores que aceptan su gran epigrama: sólo por las grandes obras literarias llegaremos a saber quién somos -y la sentencia inversa sigue siendo cierta.

¿Cómo modifica Bloom la conciencia que la literatura tiene de sí misma? Su credo irónico, y ciertamente melancólico, consagra la rivalidad entre los dos grandes impacientes de nuestro tiempo: el escritor que quiere ser el Yo de sus lectores y el autor que quiere ser el Yo de sí mismo. No sólo dos modos de entender la literatura sino dos maneras de estar en el mundo, dos estilos de vida. El escritor que se ha propuesto contar historias sale al encuentro de los hombres; el autor que las concibe, los espera con recelo. Mientras aquél escribe para un público vehemente; éste lo hace para una mentalidad. Mientras uno intuye con habilidad el gusto de la multitud; el otro cultiva lo que no ha sido degustado. Uno celebra la fama; el otro sólo teme al destino. El escritor se deleita con su éxito; el autor se pondera con perplejidad. Uno es narcisista; el otro, solipsista. Uno es el fruto de la admiración popular; el otro lamenta la suerte de no serlo.

Dos estirpes, podría decirse, condenadas a una perpetua porfía, forjan cada una a su manera, con destreza narrativa y ensimismamiento sapiencial, el arte de la ficción que hoy nos entretiene o nos desvela.



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16 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las branquias del mundo

He aprendido en el último número de la revista Yorokobu (marzo, 2012) una palabra que da cuenta de la realidad actual con extraordinario tino.

La palabra es "exaptación" y se emplea en biología para referirse a una estructura orgánica que hallándose dirigida originariamente a cumplir una función, el paso del tiempo la modula para desarrollar otra. El ejemplo que se cita es el del oído de los antiguos vertebrados: de estar destinados a registrar los sonidos fueron evolucionando hasta convertirse en branquias.

El punto final parece no tener nada que ver con el principio, pero una línea sutil une sus funciones y sus almas. Del oído que actúa, digamos, como un sumidero del ruido y le otorga sentido volcándolo en el interior de la cabeza, se pasa a la branquia que es como el aspirador de un exterior filtrado dentro de la cabeza como material decisivo.

A otro nivel, los fármacos han sido especialmente ejemplares en cuanto a la "exaptación". Dilatores vasculares contra la hipertensión como el Minoxidil o la Viagra se emplean ahora no para bajar las medidas sino para incrementarlas en el terreno de la alopecia y la sexualidad.

Parecería imposible que algo deprimente fuera capaz de mutar en un quehacer exultante pero la "exaptación" proporciona esta paradoja que o bien regala un producto añadido o bien crea un artefacto tan impensado como benéfico.

Toda la teoría económica y moral del reciclaje se relaciona con este fenómeno, insignia central de nuestro tiempo. Los miles de millones de basuras que se producen en el mundo y se dirigían antes hacia la nada dan la vuelta y regresan transformadas en elementos más o menos familiares o abstrusos, que alteran la fisonomía y el saber del mundo.

El plástico que vuelve hecho bolsa de plástico desde otra bolsa de plástico hace patente la tremenda idea de la reencarnación. El neumático que reciclado vuelve en forma de cinturones y bolsos de moda expresan el potencial redentor que encierran aun las cosas más modestas.

Por otra parte, de esta misma naturaleza redentora son todos los movimientos ideológicos que rebuscan en los contenedores para obtener limpio provecho del desecho. Y de este carácter ético y hasta revolucionario fueron los cachivaches que impulsó Ivan Illich en su centro de Cuernavaca y que sirvieron para hacer ver, hace más de cincuenta años, el enorme valor que podía extraerse de las pérdidas.

El ojo que se anega de opulencia perece en la masa de lo mismo. El ojo que intencionadamente mira en los residuos y fisuras halla, sin embargo, un mundo de intrigas prácticas o inteligentes. En los tiempos de erección (del pelo, del pene, del beneficio empresarial) no hacía falta mirar mucho más allá. Los elementos se comportaban de acuerdo a las expectativas.

Sin embargo, el fallo inesperado delata la posible existencia de una mina interior. En el fondo de esta Gran Crisis yace, efectivamente, una mina fatal, una causa imposible de analizar cuando el orden provoca opacidad y resistencia. Todo fallo, todo desorden, cualquier disfunción plantea siempre una pregunta al sistema. Y a la farmacología y al ingenio. No podemos saber en qué se convertirán nuestros actuales fracasos como tampoco pudo predecirse en qué irían a parar los oídos de los primeros vertebrados, pero una esperanza parte de estos destrozos, alguna presencia nueva nace de la evanescencia.

De hecho, los muchos movimientos de bricoleurs actúan hoy como patrullas de un bricolage mundial que recuerda el avance histórico de los pueblos observados por Lèvi-Strauss. Del informe montón de escombros surge, mediante la necesidad motora, una nueva ciudad, un nuevo hogar, un sentido nuevo.

Será pues vano desesperar ante la hecatombe. Una fuerza interna, conectada con la energía de nuestra pobre y firme especie humana, convertirá el derrumbe en edificio, la disfunción en erección y la sordera en una branquia transversal por donde respirará y nadará el mundo.



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16 de marzo de 2012
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II. Una ciudad de alucinaciones

El comodoro Cornelius Vanderbilt encontró que la ruta más fácil y segura era a través de Nicaragua, y no yendo hasta el sur, para bordear el Cabo de Hornos, ni a través del territorio continental de Estados Unidos, infestado de tribus de indios hostiles, ni tampoco a través de Panamá, infestado de pantanos y fiebres letales. Nicaragua. Un río, un gran lago, un pequeño istmo en la costa del Pacífico fácil de atravesar por las diligencias tiradas por caballos. Mark Twain, entonces un joven periodista, atravesó esa ruta hacia California y describió en una crónica el milagro de ver el sol encendido sobre una de las riberas del río, y la cortina de lluvia cerrada cayendo sobre la otra. Vanderbilt se hizo millonario y tras sus pasos llegó el filibustero William Walker a apoderarse de Nicaragua.
Más tarde, las dragas comenzaron a alzarse y luego a oxidarse sin remedio en el estuario del puerto de San Juan del Norte ─Greytown para los ingleses que querían para ellos ese territorio─, la puerta del canal desde el mar Caribe, y una ciudad de alucinaciones se alzó entonces allí como el decorado de aquel sueño perverso, palacios de columnas dóricas y pisos de mármol, un tranvía, hoteles con barandas floridas, lupanares regentados por madamas francesas, cementerios para irlandeses, judíos, alemanes, de los que hoy sólo quedan las lápidas rotas entre la hierba crecida.
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16 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Crisis en el mundo del libro

El vulnerable mundo editorial en crisis. Ilustración: Obra de Quint Buchholz. / VEGAP Una bomba (una bomba que se va soltando de a pocos, cada cierto tiempo una nueva explosión aparece en los diarios: una peligrosa astilla que siempre queda flotando en el aire) es la que ha soltado Winston Manrique Sabogal en El País. ¿Qué va a suceder en el mundo del libro en medio de la crisis económica que afronta Europa? Dice la nota central:

El ecosistema del mundo del libro y la lectura está en riesgo. El panorama de recortes es un problema nuevo y determinante que se suma a otros tres al irrumpir en el cambio de paradigma: la crisis económica global por lo que tiene que ver directamente con el bolsillo del lector-comprador y los reajustes empresariales en editoriales o librerías; la reinvención apresurada del sector hacia la convivencia de un mundo dual, analógico y digital, que conlleva en sí mismo muchas transformaciones y traumas; y el duelo competitivo al que se enfrentan las editoriales en España con las empresas globales que han desembarcado aquí. Son aspectos que han alterado la cadena de valor del libro, jubilado un modelo de negocio centenario, amenazado con empobrecer la producción académica y científica y, sobre todo, puesto en peligro la continuación del hábito lector y su retroceso en un país con cifras bajas (apenas un 45% dice leer semanal o mensualmente, en contradicción con la alta cifra de publicaciones: 80.000 títulos al año). La inquietud sobre esta crisis en el mundo del libro, más allá de cualquier efecto inmediato como del 10% menos en las ventas, tiene que ver con su proyección a mediano y largo plazo. Porque si bien es cierto que la industria editorial es en su gran mayoría privada, las ayudas y subvenciones están dirigidas, especialmente, a renglones que buscan el fomento, la divulgación y la promoción de la lectura, es decir, de creación de nuevos lectores, de personas que con su lectura compren libros y por tanto dinamicen el sector. Y, ahora mismo, lo que estaría más en riesgo con los recortes son las bibliotecas, las campañas de lectura y los diferentes encuentros, ferias y citas literarias. A todo ello se suma la piratería digital, la unificación del IVA al del papel, que es del 4% mientras el digital es del 18%, y los riesgos de posiciones monopolísticas. El sector del libro es el punto por donde cruzan los actuales caminos peligrosos o llenos de incertidumbres o poblados de miedos agazapados que han surgido en los últimos tiempos.

Además, editores, distribuidores, libreros y revistas culturales relatan cómo afrontan la crisis y proponen alternativas. También se menciona el problema de las bibliotecas que, al igual que las librerías, empiezan a cerrar. Y un video-entrevista del editor de Hiperión, Jesús Munárriz, donde dice que no le queda muy claro si el libro electrónico será la solución. Mientras tanto, Manrique Sabogal hace un apunto del oscuro futuro que le espera a los autores:

De las incertidumbres e inquietudes de todo lo que rodea a la cultura no escapan los autores. ?La idea de la cultura como lujo sobrante conduce a la pérdida de la dignidad del ser humano?, sentencia Antonio Gómez Rufo, vicepresidente de la ACE (Asociación Colegial de Escritores de España). Una premisa que para el autor de libros como El secreto del rey, sirve para entender lo que está pasando. ?Si bastante grave es la integración de la Cultura en un ministerio multidisciplinar, aún más es la desaparición de la Dirección General del Libro y su inclusión en Industrias Culturales, que parece privilegiar al sector industrial (a las grandes editoriales) y seguramente suprimir las ayudas a la traducción y a la difusión exterior de la obra de los autores españoles. Además, la supresión anunciada de fondos para Bibliotecas y Archivos, con la promesa de dedicar esos fondos a la cinematografía, desatiende la necesidad ciudadana de lectura, pone fin a las campañas de Fomento de la Lectura y abandona la recuperación y conservación del patrimonio archivístico español, con la excusa de que ese dinero irá al apoyo público al cine desde la Administración, que finalmente tampoco es cierto? A todo ello, añade Gómez Rufo, hay que sumar el cambio de modelo de negocio editorial inminente con la digitalización de obras, la ofensiva de los e-books, los precios de venta de descargas digitales a precios excesivos y la crisis global, ?el futuro del libro no es optimista. La industria podrá sortear la crisis, tal vez, pero los creadores quedan otra vez, desprotegidos. Justo en el momento en que el índice de lectores en España sobrepasa el 60%, los que al menos leen una vez año, es decir, cuando el esfuerzo por la difusión de la lectura había empezado a dar sus frutos?. Todos comprenden la delicada situación de la economía, a la que la cultura es muy permeable, y los ajustes que se deban hacer, pero invitan a al Gobierno y a las instituciones que suelen apoyar la cultura a que, como dice Manuel Ortuño de la Asociación de Revistas Culturales (ARCE), reflexionen sobre la idea de un país en penurias económicas y a su vez desolado creativamente, sin impulsar sus manifestaciones artísticas, que aunque parecen cuestiones menores, comparados con la salud o la educación, no lo son tanto porque dicha presencia y motivación mantienen vivo el interés por el propio país y psicológicamente ayuda a sobrellevar mejor los malos momentos. ?Si hoy las prioridades absolutas pasan y deben pasar por políticas activas el empleo, la sanidad y la educación, las políticas públicas en I+D y cultura son imprescindibles a corto y medio plazo, especialmente en un país de las características del nuestro, donde la cultura tiene un papel predominante en todos los órdenes. Desde el punto de vista público y privado, la cultura es un elemento fundamental de cohesión social, política y territorial?.



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15 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Chile mexicano

Cada año, en el mes de febrero, hay una pequeña ciudad del sur de Chile que se convierte en un pueblo de México. Durante esos días, sólo se escuchan rancheras y serenata. Por la calle andan tipos vestidos de charros cargando guitarrones y mujeres de vestidos largos y coloridos. El lugar se llama Chanco, y la razón del cambio es el Festival del Cantar Mexicano Guadalupe del Carmen. Una fiesta de tres días donde los chanquinos parecen dar rienda suelta a un sueño muy peculiar: ser mexicanos por unos días.

-Acá vienen artistas mexicanos de todo Chile -dice Osvaldo Waddington, uno de los organizadores del certamen, desde atrás de unos antejos con todo el aumento posible. Y agrega:
-Es cierto, la gente de la Embajada de México no se aparece por acá y este año no hay ningún artista nacido en ese país. Además, no tenemos las comodidades de un gran evento, pero igual no nos falta nada porque llevamos a México en el corazón.

Waddington se encarga de acomodar a los artistas en uno de los colegios-internado de este pueblo sin hoteles. De hecho, el Internado N 328 se ha transformado en el alojamiento oficial de este certamen. El taconeo de las botas negras retumba en todos los pasillos y dormitorios. Una y mil veces se repiten a la vista ponchos recargados de colores, sombreros de charro, botones dorados, lentejuelas y corbatines. El lugar del alojamiento no es cómodo, pero pocos están dispuestos a reconocerlo. Un cartel donde decía "Aula 8" ha sido modificado previamente por los alumnos del internado, y dice: "Jaula 8".

En medio del revuelo, Eliana Maureira, alias la Gran Chaparrita, descansa su sobrepeso en un banco. Comenzó a cantar mexicano a los cuatro años, y ya tiene sesenta y dos. Y dice que nunca va a parar:

-No me invitaron al festival, pero igual vine por las mías. Agarré al Charro Guadalajara, nos subimos a un bus en Quilpué, después nos tomamos otro en Santiago, llegamos a Cauquenes y de allí a Chanco. Ojalá nos dejen actuar -y le lanza un beso a un hombre de pantalones ajustados y bigote finísimo, mucho más joven que ella, que sin duda debe ser el mentado Charro.

El beso de la Gran Chaparrita hace que el tipo se acerque:

-¿Sabes quién es ella? Estás ante la mejor cantante de rancheras del país. Ella ha salido en la tele y ha cantado fuera de Chile. Yo soy sólo el Charro Guadalajara. En realidad me llamo Manuel Corro, pero el otro es mi nombre artístico, con el que actúo en Valparaíso -dice él, con una cara que recuerda a Johnny Depp interpretando a Ed Wood.

 

Pese a la notoria diferencia de edad, la Chaparrita y el Charro son pareja hace cuatro años. Juntos hacen pequeñas giras por restaurantes de Valparaíso. Él cree mucho en la carrera de ella y ella lo aconseja para que él no desperdicie su "enorme talento". Son una dupla de armas tomar. Están dispuestos a todo para subir al escenario del Festival de Chanco. Sienten que es su gran oportunidad de sentirse en México.

En realidad, no sólo ellos piensan lo mismo. Buena parte de la industria charra criolla viene hasta acá con el mismo objetivo: potenciar sus carreras como cantantes mexicanos. Por eso han viajado toda la noche, para aparecerse en este introvertido pueblo a setenta kilómetros al sur de Constitución, el balneario más famoso de la zona y donde de niño veraneaba el escritor Juan José Donoso.

El festival se realiza desde 1988, y es un homenaje a Guadalupe del Carmen, la chanquina más famosa de la historia.
-Guadalupe fue la cantante de rancheras más exitosa que ha tenido Chile. Algunos dicen que Augusto Pinochet es el chanquino más famoso, pero en realidad él no nació acá. Toda su familia y antepasados son de Chanco, pero él nació en Valparaíso. Por eso, Guadalupe es lejos la más renombrada -dice Olga, una lugareña de sesenta y un años que tiene una hospedería y cuyo orgullo máximo es haber visto a Guadalupe en tres ocasiones. Dos veces cantando en Chanco, y una en Cauquenes.

México en la cabeza

Estar en Chanco la semana que se transforma en México era una clara señal de que el México real estaba cerca. Sabía que sin ir al Distrito Federal  nunca iba a terminar el proyecto de los hoteles España. Venir a Chanco podía ser visto como un ensayo general de aquel viaje que nunca llega. Sin embargo, recorriendo las calles del pueblo y viendo a los artistas venidos de todo el país y durmiendo en un internado dentro de un pueblo sin hoteles, la principal sensación terminaba siendo otra. Había propuesto escribir sobre el Festival del Cantar Mexicano Guadalupe del Carmen porque me parecía una historia interesante y divertida. Pero ya se sabe que uno propone los temas que le son propios. Recién en Chanco descubría el porqué quería estar aquí: la mayoría tenemos a México en la cabeza, sin haberlo conocido. De pronto me siento participando de una alegre, colorida y escondida fiesta, en un perdido pueblo del sur de Chile. Una gran convención de personas que han decidido, sin importar donde estén, vivir en México.

-¡¡Buenas noches, Chanco!! -grita en la sesión inaugural Julio Videla, una vieja gloria de la televisión chilena, hace varios años alejada de los focos y los camarines de los canales.

Julito, como le gritan las mujeres que repletan el estadio, se ve entusiasmado. Se nota que es de esa especie humana que se alimenta del aplauso, de los micrófonos, aun cuando se trate de un festival perdido en mitad de la séptima región. Algunos pocos le gritan insultos, le dicen que ya no tiene trabajo en la tele, y hasta se oye un estruendoso "¡fracasado!", pero gana el aplauso de los cuatro mil espectadores. Videla puede haber perdido las cámaras y los buenos contratos, pero nunca las mañas. Recita un poema al público, "especialmente dedicado a las hermosas mujeres de Chanco", y uno parece ver el gesto en que agarra con su mano al público y se lo guarda en el bolsillo.

-Veo que están con ánimo -dice Julito, después de la ovación por su recitado, y enseguida agradece a las autoridades, solicita un aplauso para el alcalde y otro para los concejales. Así comienza la fiesta. Que suenen las trompetas. Y los guitarrones.

Los concursantes del festival vienen de todo Chile: Antofagasta, Santiago, Temuco, La Serena, Osorno, Cauquenes, Rancagua y, por supuesto, Chanco. Álex Herrera es el crédito local. Tiene treinta y seis años, cuatro hijos y un trabajo de guardabosques en la empresa forestal Celco. Álex vive todo el año en el centro de un bosque, a veinte kilómetros del pueblo. Su canción, que escribió especialmente para el festival, está dedicada a Guadalupe. El día en que le toca actuar, llega a los ensayos vestido de charro, montando la moto Honda de su trabajo. Parece una escena sacada de la película El mariachi, pero Álex no es el actor Carlos Gallardo. Álex es más bajo, tiene los ojos claros, el pelo duro y una timidez capaz de generar sus propios aplausos. Es primera vez que anda de charro motorizado y, cuando pasa por el centro de la ciudad, la gente sale a mirarlo, le tocan la bocina, algún borracho le grita "ridículo" y varios lo aplauden.

-Se ríen, pero no me importa. Es una aventura que va a durar tres días y después tendré que volver al bosque -dice con la serenidad de un pistolero mexicano al que no le entran balas.

En el otro extremo del estadio está el Charro Guadalajara, el novio de la Gran Chaparrita, que intenta que los metan al show. Una y otra vez le toca el hombro a Osvaldo Waddington, el organizador, para que los dejen subir al escenario. Al final consigue unos minutos para ambos, pero en diferentes días.

Guadalajara sube al escenario durante la primera jornada. Canta El rey y la concurrencia se remece cuando los asistentes repiten el coro. "El público está superrico", dice el Charro al bajar del escenario. La Gran Chaparrita sonríe con orgullo. Chanco tiene festival.

-Es bonito que todo esto sea en honor de mi comadre -dice la Chaparrita, que de chaparrita no tiene nada. Debe andar por el metro cincuenta y los cien kilos.

Pese al éxito y las superventas de Guadalupe del Carmen, su vida artística era tan marginal como la de la Gran Chaparrita. Pocas veces estuvo en la televisión, casi no recibió reconocimientos en vida y sus actuaciones solían ocurrir en modestos circos en las afueras de las ciudades. La Chaparrita la recuerda:

-Éramos muy amigas. Una vez, yo estaba en el Circo Timoteo y me llamaron del Circo Venezuela. Entonces le pedí a ella que me reemplazara. Lamentablemente, ahí murió. Pero murió actuando, igual como a mí me gustaría. Algunos dicen que ella se fue en la decadencia, en lo peor, pero es mentira. Mi comadre tenía dos taxis y una casa rodante. La gente le inventó cosas de pura envidia. A ella se le murió un hijo de quince años y a mí se me murieron tres hijos para el terremoto del 75, en Valparaíso. En ese sufrimiento también fuimos parecidas.

Durante la segunda noche, se repiten los problemas de la primera: los artistas se pasean sobre el escenario esquivando los acoples de sonido, los cables esparcidos sobre el piso y las caprichosas velocidades que le imprimen a las canciones los componentes de la orquesta Los Cariñositos. Cuesta hacer una buena performance en el escenario de Chanco.

-Este año hay elecciones municipales, por eso el alcalde trajo a Julio Videla para animar. Se la está jugando para la reelección. Eso pasa: con estos festivales se olvidan los problemas y toda la gente queda como tonta -dice Pedro Ruiz, un chanquino de cuarenta y cinco años que, pese a sus reservas, es uno más al aplaudir el show.

En esta segunda noche La Gran Chaparrita logra subir al escenario. Ahí, entre dos canciones, desafía con un vozarrón que sale firme de su cuerpo ya cansado: "Ahora voy a cantar El macho y necesito que salga un macho para bailar. ¡Venga, señor alcalde, al escenario!". El edil, un gordito de gomina y bigotes gruesos, se niega. El monstruo de Chanco despierta. Las radios que transmiten se alertan con la polémica. "Que baile, que baile", gritan los cuatro mil asistentes, sin ganas de aflojar. La máxima autoridad del pueblo no se levanta. La Gran Chaparrita, que ha llegado hasta el escenario a fuerza de insistencia y empujones, no se aguanta: "Por algo no quiere venir a bailar. ¡Tal vez el alcalde no sea tan macho!". El aplauso satura la mesa de sonido. Los organizadores palidecen. Si hay reelección, es poco probable que la Chaparrita pise nuevamente este escenario. A un costado de ella, en la oscuridad, el Charro de Guadalajara aplaude orgulloso, admirado, flaquito.

Pura ranchera en Radio colina

-Aquí comienza Mi Chanco querido, su programa favorito de radio Buena Nueva -le dice Margarita Venegas al micrófono, con una exagerada modulación. Y, de inmediato, anuncia la primera canción de su espacio: Cartas marcadas, de Guadalupe del Carmen. Los tres minutos del tema le dan tiempo para hablar de su pasión por las rancheras:

-La gente adora a todos los que cantan música mexicana, no sólo a Guadalupe del Carmen. Yo creo que es por las letras, que son sufridas, dolorosas, tristes, desgarradoras, igual que la vida de los chanquinos -dice fuera de micrófono, pero con el mismo sonsonete radial.

Las radios populares son el principal aliado de las rancheras. Por ellas esta música se difunde y también por ellas se venden miles de copias de artistas sin difusión televisiva. Iván Gutiérrez se pasea por el centro de Chanco con botas, chaqueta de cuero negra, sombrero vaquero y unos audífonos gigantes. Tiene cuarenta años y en esta ocasión, aparte de "locutear" para radio Colina, participará junto a su hija en la competencia.

-Este festival tiene buena cobertura radial, y los mejores premios del género. Son mil quinientos dólares al ganador, ocho cientos al segundo y cuatrocientos al artista más popular. Y cabe la posibilidad de que el ganador pueda grabar. Por eso quiero ganar -dice mientras echa una moneda en un teléfono público.

-Estamos aquí, transmitiendo en directo a todo Quilicura una nueva versión del Festival del Cantar Mexicano. En estos momentos está sobre el escenario el conjunto mariachi Calicanto, y el público está muy contento. Escuchen -dice Ernesto Herrera y enseguida acerca su grabadora a uno de los parlantes. Ernesto no está transmitiendo en directo, pero pretende lanzar la cinta de una sola vez cuando vuelva a su radio, en una comuna popular de Santiago.
Herrera es flaco, tiene diecinueve años, está peinado a lo príncipe valiente, lleva la uña del meñique más larga que el resto y se declara fanático de las rancheras. Sin sacar su grabador de los parlantes, dice:

-Esto es para un programa de rancheras en la radio de Quilicura. Es increíble cómo a la gente le gusta, pero no hemos podido tener auspiciadores. No sé qué pasa.

Aunque cambien los artistas, los alaridos y los gritos no dejan el escenario. Sentado en primera fila, Luis Campos, hijo de Guadalupe del Carmen, alza una mano llena de anillos para saludar a la multitud. Aquí la familia de Guadalupe es la familia real, y Luis, el primogénito, es seguido y admirado como un príncipe. Un príncipe que vive de su propia botillería. El local, que queda en la comuna santiaguina de San Miguel, se llama Guadalupe del Carmen y tiene los mejores precios en licores, vinos y cervezas, dice Luis en una entrevista.

La clausura del festival es el domingo, día que se inicia con una misa a la que van todos los artistas del evento. La iglesia de San Ambrosio (santuario de la Virgen de la Candelaria, patrona de la ciudad) se ubica a tres cuadras de la Plaza de Armas. Construida hace más de cien años, está pintada con un celeste que contrasta con el ropaje de los artistas.

-A la Virgen de Guadalupe y a Guadalupe del Carmen, quien cantó por tantos lugares -se escucha en parte del sermón, atentamente seguido por artistas con bigotes de charro y pistolones de verdad al cinto. Algunas mujeres llevan cinturones con balas cruzados al pecho, como la combativa líder de la Revolución Mexicana Juana Gallo. Otras llevan flores en la mano. Todas llevan grueso maquillaje.

-Que el arte de ustedes sea un verdadero apostolado para el pueblo -dice el sacerdote, antes de dar paso a la comunión, que tiene a Las mañanitas como música de fondo.

En la plaza, Iván Gutiérrez, de la radio de Colina, se fuma un cigarrillo y se acomoda el sombrero. El hijo de Guadalupe se pasea saludando a la gente y dice que ahora sí, que este año traerá los restos de Guadalupe del Carmen, enterrados en Santiago. La radio local no ha parado de transmitir. Hay fotógrafos de Santiago. Todos están ahí. O casi. La Gran Chaparrita y el Charro Guadalajara han dejado Chanco sin ruido, de la mano, quizá pensando en su próxima actuación. Puede ser en el Festival de la Cebolla, en Viña. A la Gran Chaparrita le cuesta caminar, pero Guadalajara la espera, le toma el brazo, como si ellos fueran los únicos pilares donde sujetarse para seguir en esta carrera.

La patrona de Chanco

Guadalupe del Carmen en realidad se llamaba Esmeralda González Letelier. Nació en Chanco en 1931 y su nombre artístico lo tomó de las patronas de México y Chile (Virgen de Guadalupe y Virgen del Carmen). De niña su familia escuchó canciones mexicanas y a temprana edad acompañaba a su padre a ver películas de Jorge Negrete.

En 1952 obtuvo el primer disco de oro que haya obtenido un artista chileno, con la canción Ofrendas. De esa época son sus giras a estadio repleto, su matrimonio con Marcial (el menor del dúo folclórico Los Hermanos Campos), y el posterior nacimiento de sus tres hijos hombres. Su éxito ha marcado una verdadera leyenda en el cantar popular. En esos años de gloria, en un accidente, murió uno de sus hijos. Conocida como "Golondrina de la Vida", Guadalupe no solo tiene un festival en su honor. En el número 22 de la calle Freire de la ciudad de Chanco hay un museo que la recuerda: es modesto, tiene piso de tierra, pero hay fotos de sus apariciones en televisión, están sus vestidos, cuadros, trofeos y discos de oro.

En 1985, cuando su carrera ya era crepuscular y el DF se venía abajo por un terremoto, falleció de un ataque al corazón en el camarín del circo Timoteo, una carpa que recorría los barrios periféricos de Santiago y donde la mayoría de los números eran interpretados por travestis.  Guadalupe jamás visitó México.

Publicado en la revista "Domingo" de El Universal de México

twitter:  @menesesportatil



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15 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Presidente, juez y verdugo

¿Puede el presidente de un país ordenar en secreto la ejecución extrajudicial de uno de sus conciudadanos? Esta es una pregunta cuya simple formulación repugna a cualquier persona, sobre todo en países donde no hay pena de muerte y el poder de los gobernantes se halla limitado estrictamente por las leyes. La historia, sin embargo, nos responde que sí puede y que así es como sucede donde no tienen vigencia el Estado de derecho, la división de poderes o el control de legalidad de los actos del poder ejecutivo.

El poder soberano, que en su origen es absoluto, se caracteriza por el derecho a disponer de la vida de los otros; una potencialidad que la evolución del Estado moderno ha ido atemperando hasta reducirla a cero. A nadie se le ocurre formular esta pregunta con relación a Angela Merkel o Mariano Rajoy, a Mario Monti o David Cameron. La interrogación tiene más sentido, en cambio, si hablamos de Putin o Lukashenko, de Raúl Castro o de Kim Jong-un, incluso de Hu Jintao o de Abdalá Bin Abdulaziz Al Saud. La pregunta, en cambio, tiene toda su vigencia, en Estados Unidos, democracia ejemplar por tantos conceptos, y superpotencia admirada, entre otras cosas, por su historia constitucional y su protección a las libertades individuales. Sabemos a ciencia cierta que el actual presidente, Barack Hussein Obama, dio la orden secreta de matar al ciudadano estadounidense Anwar Bin Nasser Bin Abdullah al-Aulaqi, nacido en 1971 en Las Cruces, Nuevo Mexico, que se ejecutó el 30 de septiembre de 2011 en forma de un ataque con misiles, lanzados desde aviones no tripulados y teledirigidos por la CIA. Como suelen hacer todos los presidentes antes de tomar una decisión que puede ser controvertida, la Oficina de Consejo Legal, dependiente del departamento de Justicia, fue requerida para que elaborara un documento en el que se garantizara los fundamentos jurídicos de tal decisión. También Bush contó con memorandos del mismo tipo para la apertura de Guantánamo, la legalización de la tortura, las detenciones extrajudiciales o las entregas extraordinarias a terceros países de combatientes enemigos sin Estado, denominación acuñada para eludir las convenciones de Ginebra sobre prisioneros de guerra. Así fue como un año antes de la ejecución de Al Awlaki, dos empleados de la oficina, los abogados David Barron y Martin Lederman, elaboraron un memorando también secreto de unas 50 páginas, en el que sostienen la legalidad de la orden, en pleno acuerdo con la Constitución y con la Quinta Enmienda que exige el "proceso debido" (due proces) al dictar una pena de muerte. Desde la Casa Blanca y desde el departamento de Justicia nadie ha desmentido ni confirmado la orden secreta de ejecución, como tampoco la existencia del memorando. Pero el periodista Charlie Savage, reportero de The New York Times, apenas ocho días después de la muerte del dirigente de Al Qaeda, publicó una extensa información en la que se recogía el contenido del memorando gracias a fuentes anónimas que lo habían leído. La empresa editora exigió a continuación el acceso al documento acogiéndose a la legislación sobre libertad de información denominada FOIA (Freedom of Information Act), pretensión inmediatamente rechazada por el departamento de Justicia. La argumentación legal se ha conocido en toda su extensión gracias a un discurso pronunciado por el fiscal general y responsable del departamento de Justicia, Eric Holder, el pasado 5 de marzo en la facultad de Derecho de la Northwestern University en Chicago. Veamos: EE UU está en guerra. El presidente tiene los poderes del Congreso para librarla. Los escenarios bélicos no se circunscriben a Afganistán, sino que cambian debido a que el enemigo no se identifica con un Estado. Ejecutar a los jefes enemigos, en este caso los comandantes de Al Qaeda, no difiere del ataque en 1943 contra el almirante japonés Isoroku Yamamoto, responsable del ataque a Pearl Harbour y de la batalla de Midway, abatido en vuelo por EE UU. Holder califica de desafortunada la circunstancia de que un jefe enemigo sea ciudadano estadounidense, cosa que no constituye una excepción a la hora de constituirse en objetivo de un ataque si representa una amenaza inminente, su captura no es factible y cabe liquidarlo según "los principios de la ley de guerra". El historiador Garry Wills, profesor también de la misma universidad donde Holder pronunció su conferencia, sostiene en su libro Bomb Power (El poder de la bomba) que toda esta argumentación es factible gracias a los poderes militares excepcionales que tiene el presidente de EE UU, por encima de la Constitución y de las leyes. La clave está en el arma nuclear, que sustrae el poder de matar de los militares y lo traslada amplificado al presidente. Gracias a esta operación, Wills considera que "el presidente se convierte en prisionero de sus propios poderes" y la administración Obama llega a confundirse con la de su antecesor George W. Bush.



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15 de marzo de 2012
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