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El hablar de Crusoe I

Basta un animal humano

" So that had my cave been to seen, it looked like a general magazine of all necessary things and I had everything so ready at my hand, that it was a great pleasure to me to see all my goods in such order..."

 

Nota preliminar

Como los lectores que lo frecuentan saben bien, este es esencialmente un foro filosófico y, de hecho, centrado en la filosofía fundamental o meta- física (reflexión tras o despues de la física) esa disciplina que, como Kant señala, responde a una disposición universal del espíritu humano pero que adopta la forma que conocemos en el pensamiento griego y particularmente en Aristóteles. Precisamente en las últimas columnas abordaba la cuestión de si hemos llegado a un punto en el que la metafisica se ve forzada a replantearse sus cimientos, cuestión planteada por Heidegger pero que puede ser abordada desde otras perspectivas y concretamente como consecuencia de esa radical subversión en la física que supone la mecánica cuántica, abordaje al que he invitado aquí al lector.
Precisamente por retomar las cuestiones de la filosofía fundamental este foro hace obligadas incursiones en asuntos relativos a la situación política y económica pues, como bien sabía Platon el proyecto filosófico de "salvar los fenómenos" (encontrar un soporte racional a lo que se muestra) no es en modo alguno disociable del proyecto de "salvar la ciudad", el cual se traduce hoy en lucha por asentar la vida colectiva en bases que posibiliten la actualización en cada individuo de las potencialidades que caracterizan al animal humano. Pues sin condiciones sociales que garanticen la efectiva libertad ( imposible en una vida de alternancia ente trabajo sin sentido- que ocupa a veces catorce horas- y pavor a perderlo) la vida del espíritu en general, y ese ejercicio de discernimiento que es la filosofía en particular, se convierte en exquisita tarea de ociosos.
El reflexionar sobre las condiciones sociales del ejercicio de la filosofía me ha llevado aquí a preguntarme sobre las condiciones mínimas de posibilidad de la entera esencia de la humanidad esté presente, aunque el conjunto de los individuos humanos humanos en los que esta entera humanidad se proyecta se halle reducido al mínimo.
Tras varias columnas que dedicaré a este tema volveré al tema del fin de la metafísica en el sentido convencional y a la tarea a la que se enfrenta el pensamiento tras la conmoción cuántica.

 

***

Retomo, como lo han hecho tantos otros, la conocida y emblemática historia de alguien que careciendo de futuro generacional y de proyección personal en el mismo, careciendo de proyecto para incrementar su posición en la relación marcada por la rivalidad entre los hombres, careciendo-en suma- de esas cosas que suelen mostrare como incentivos para que el ser humano no se abandone...se propone pura y simplemente que su sola persona sea garantía de que se conserva en plenitud, y hasta se fertilice y refuerce la condición humana. Recuerdo brevemente la trama:
Tras luchar contra las olas que hasta tres veces le arrojan sobre peñascos, alcanzar la orilla y encontrar refugio entre las ramas de un árbol, como una suerte de retorno a la noche originaria, a la luz del día siguiente, sobrevivir es el primer imperativo de Crusoe. Respondiendo a este imperativo, explora los aledaños de la costa, descubriendo así la presencia del barco encallado, de cuyo naufragio era víctima, en cuyo interior encontrará no sólo una bien provista despensa, sino los instrumentos básicos para la construcción de un refugio y hasta semillas que le permitirán un día hacer de aquel territorio meramente natural un territorio humanizado, es decir, sometido a ley. Pues la ley es ante todo cosa de hombres, siendo (como indicaba hace ya muchos años Agustín García Calvo) de enormes implicaciones el hecho de que los términos con los que se intenta verter el griego nómos acabaran designando asimismo correlaciones entre fenómenos físicos.
Pero, cabe objetar, Crusoe está solo en su isla, y si la ley marca los vínculos entre hombres ¿qué ley puede allí imperar? Tremendo asunto que enlaza directamente con la idea que estoy barruntando de que ese nudo de relaciones entre seres de palabra que hace la humanidad no exige empírica pluralidad de sujetos, que la humanidad se proyecta por entero en cada uno de los sujetos que lo encarnan. Crusoe carece de compañía y sobre todo quizás de compañera; Crusoe no tiene a quien dirigir la palabra, ni tiene horizonte en el ciclo de las generaciones; Crusoe carece de objetivo para el cual tenga que contar con los demás. Una vez planificadas razonablemente sus necesidades, en función del tiempo de conservación de los alimentos etcétera, Crusoe podría no imponerse el realizar tarea alguna, desde luego no estar pendiente de la repartición en tareas de una jornada marcada por el ciclo natural. Y sin embargo...
Proponiéndose de entrada construir una cabaña y un fortín protector, Crusoe construye de hecho un vasto espacio, que adecenta con escrúpulo para que, además de refugio y depósito para los bienes de subsistencia, pueda ser lugar de humano reposo. Crusoe hace un calendario que le ayuda a conservar la memoria y reconocer fechas imbolicas y así, pese a su escepticismo respecto a la idea de Dios, se propone respetar la festividad religiosa que el calendario fija, poniendo así de relieve la profunda y tantas veces oculta significación de la misma (1).
Crusoe busca la manera de que su día y vida (preciosa y perdida expresión de los campesinos españoles) alterne momentos de un trabajo fértil para la preservación de su humanidad y no sólo para su subsistencia animal: trabajo en el que continuamente ha de actualizar tanto sus recursos memorísticos como su ingenio, por ejemplo para dotarse de instrumentos; trabajo complementario y no solo alternativo de momentos de asueto en los que, entre otras cosas, escribe su prodigioso diario.
Algunos de los instrumentos que construye no los había visto jamás o no tenía memoria de ello, así una rueda que forja habilidosamente con una cuerda activada con el pie de manera a conservar las manos libres (2). Y en ocasiones tiene el sentimiento de que lo singular de su situación le está convirtiendo en descubridor de posibilidades inéditas de los útiles más elementales (3):
Clave en esta activación de potencialidades desconocidas es la disposición de espíritu que caracteriza el ejercicio de las matemáticas cuya virtud (imprescindible asimismo en las actividades sin finalidad práctica) nos describe en este prodigioso párrafo, que en este reflexión consideraré de nuevo:
"Así emprendí la obra; y aquí he de observar que en virtud de la substancia y original condición de las matemáticas, disponiendo y cuadrando toda cosa a través de la razón y ceñiéndose al juicio estrictamente racional sobre las cosas, todo hombre puede alcanzar la maestría en cualquier arte mecánica"(4).

______________________

1 Crusoe sólo se acuerda de Dios, en momentos de debilidad y de angustia, olvidándose de inmediato del mismo en cuanto retorna su salud y su entereza. Así , tras sentir que ha sobrevivido al naufragio, pese a barruntar lo desesperado de su condición experimenta profunda y positiva emoción que le impide acordarse de Dios para nada. Pero él mismo se reprocha que haya sido así, cuando más adelante se siente afligido. Dios es pues en esta obra claramente el recurso vano al que acuden los afligidos.
Y no son las pietistas consideraciones tardías del protagonista , al final convertido en un lector devoto de la Biblia (en un ejemplar encontrado en los restos del barco) las que harán cambiar esta impresión. Es al respecto casi de un efecto cómico un párrafo al final del capítulo titulado "I travel Quite Across the Island". El protagonista se lanza sobre la Biblia y encuentra las palabras: " nunca te abandonaré ni me olvidaré de tí" La esperanzada emoción que le embarga sería algo más convincente si no hubiera escrito inmediatamente antes que lo que le llevó a abrir el Libro es que esa mañana le embargaba gran tristeza ("One morning , being very sad I opened the Bible upon these words).
Pero lo cierto es que felizmente Crusoe recupera rapidamente la lucidez, pues tras reiterar que era preferible un existencia sin socorro humano pero gozando del beneplácito de Dios que la inversa, exclama contra sí mismo en voz alta: "Como puedes ser tan hipócrita, pretendiendo que estás agradecido por una condición(...)de la cual deberías más bien proclamar que quisieras ser liberado"
Hay sin embargo una excepción en este enfoque que más adelante consideraré.

2  "I had never seen any such thing in England, or at least not to take notice how it was done, though since I have observed it is very common there"

3 "I made abundance of things even without tools, and some with no more tools than an adze and a hatchet, which perhaps were never made that way before".

4 "So I went to work; and here I must needs to observe that as reason in the substance and original of the mathematics, so by stating and squaring everything by reason, and by making the most rational judgement of things, every man may be in time master of every mechanic art".

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18 de septiembre de 2012
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La cola de la vida

En una ocasión, un ex ministro me confesó que la señal más evidente de su vuelta a la vida sin privilegios fue que de nuevo tenía que hacer colas. “Porque tú quieres”, le repliqué, pensando en quienes media hora antes del embarque ya se plantan frente a la puerta, donde pueden pasar más de cuarenta minutos oliendo la cabeza del de delante, aunque todos acabarán subiendo al avión. Claro que las hay inexcusables e infinitas, como la del paro o la de urgencias; y absurdas, como la del Ecce Homo de Borja. A menudo el ritual forma parte de las elecciones personales disfrazadas de mandato, aunque si la retribución es satisfactoria, el malestar se esfuma al salir del cine o incluso de la hamburguesería. Porque la psicología de la espera depende del tamaño de la recompensa, pero también de la capacidad de sacrificio de quien aguarda su turno. Los impacientes somos capaces de cancelar un plan si implica largas demoras que agudizan la sensación de que el tiempo que se escapa nunca regresa. Y no sólo por la monotonía o por la pesadez de las piernas, sino por la sombra de la angustia vital que sobrevuela los minutos de alineada -y alienada- espera. Leo en The New York Times que Richard Larson, considerado el mayor experto del mundo en colas, asegura que para el ser humano la idiosincrasia de la cola tiene mayor peso que las estadísticas relacionadas con la propia espera: importa más la percepción de igualdad (mucha gente se vuelve agresiva si alguien se cuela) o el derecho a una explicación, porque está demostrado que se hace cola más a gusto si se está bien informado. La clave radica en sentir que el tiempo que se consume no es en balde. Esa fue una de las razones, cuando empezaron a propagarse los rascacielos, por las que se multiplicaron las quejas sobre los retrasos de los ascensores; y de ahí el hallazgo de los espejos para que la gente se atusara el pelo. En algunos aeropuertos, como el de Houston, decidieron alejar la recogida de equipajes de las puertas de llegada, a pesar de que la gente tenía que andar mucho más, para que aguardasen menos ante la cinta. El tiempo desocupado era inferior al ocupado, y el pasajero se sentía complacido. Desde niños se nos enseña a guardar el turno. Pero a menudo se transgrede. La cola no es más que una metáfora de la equidad. Y el ahorrárselas, de privilegio. Los millonarios, por ejemplo, cuando les anuncian una subida de impuestos, hacen las maletas y se van, sin soportar ni un minuto de incertidumbre. Igual que quienes esconden millones bajo el colchón y ni con acicates como la amnistía fiscal están dispuestos a ponerse en la cola de la legalidad -de los 2.500 millones que el Gobierno esperaba recaudar, sólo ha ingresado 50-. Y es que del caos a la eficacia, o de la responsabilidad al fraude, siempre hay más de uno dispuesto a ralentizar la cola del futuro.

(La Vanguardia)

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17 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Convocatoria a los héroes

Lo difícil no es dejarse llevar. Nada requiere menos esfuerzo e inteligencia. El mérito consiste en frenar y cambiar de rumbo, en contra de las fuerzas que han trabajado en favor de esta inercia. Para dar el quiebro se necesita al menos a un héroe de la retirada, y mejor dos. ¿Recuerdan?

Hans Magnus Enzensberger acuñó el término en un artículo seminal así titulado, que tenía a Mijail Gorbachev en el centro del foco. Servía también para otros personajes, como Adolfo Suárez. Muchos años después Javier Cercas convirtió a tres de estos héroes, Carrillo, Gutiérrez Mellado y el propio Suárez en el reparto central de su Anatomía del Instante.

Hubo más héroes de este fuste en nuestra historia reciente. Jordi Pujol fue uno de ellos. Y Feliupe González. Son los generales que demuestran su inteligencia y su fuste moral en el momento decisivo de la batalla, es decir, cuando hay que agrupar las propias tropas para obligarlas a renunciar al combate. Ahora estamos de nuevo en los preparativos de una batalla de dimensiones desconocidas, sin que se atisbe entre los generales a nadie dispuesto a la más sublime de las maniobras, la única que puede permitir la victoria de todos. Algunos vitorean ya a Artur Mas, propulsado hacia arriba por la corriente: por su frialdad en el momento en que otros sentirían un vértigo paralizante y por su buena disposición a ponerse al mando, dejándose llevar por la fuerza del cambio en la opinión catalana. Se equivocan: no es heroicidad. Al menos todavía. Otros más habrá que jalearán a Mariano Rajoy cuando mantenga la apuesta sin mover una pestaña en nombre del programa que le ha catapultado con una mayoría tan amplia y sin ceder ni una pulgada ante las exigencias de un pacto fiscal de los catalanes, ni asustarse ante una marcha que se anuncia decidida hacia la independencia.

Se equivocarán gravemente unos y otros y contribuirán cada uno en su propia medida y proporción a la colisión final. La pérdida de Cataluña sería para España un 98 de dimensiones colosales, sentida como una amputación de un miembro vital. La Cataluña surgida de tal colisión histórica sería una incógnita en cuanto a peso, tamaño efectivo, energías e incluso personalidad, a pesar de las ideas arcangélicas con que se adorna la independencia. El divorcio sin traumas y con facturas ligeras es una quimera y un engaño. Es probable que sufriera y mucho la catalanidad lingüística y cultural, que actualmente desborda ampliamente las fronteras del Principado. Dividir la deuda, las pensiones y otros bienes gananciales sería un ejercicio traumático que dejaría heridas perennes. Estas dos partes separadas sumarían en la UE y en el mundo global mucho menos de lo que pesan ahora juntas.

Muchos a un lado y otro objetarán con razones de peso y argumentarán en contra de tanto inconveniente y en favor de que siga la inercia con su curso ineluctable, que es el que nos ha llevado hasta aquí. No hay que hacerles caso. Nada es inevitable si alguien se propone que no lo sea. Y de poco valen ciertos argumentos sobre la inamovilidad de las posiciones. No se puede objetar a la otra parte que no se respetan las reglas de juego porque las reglas de juego pueden cambiarse mediante pactos y porque quienes plantean tal objeción no destacan precisamente por su respeto de las reglas. No cabe tampoco apelar a las insólitas miserias actuales cuando acabamos de vivir y podemos repetir 30 años de prosperidad y progreso; por cierto, los mejores de la historia, tanto de Cataluña como de España.

Lo primero que conviene es que en ambas partes haya alguien que entienda el valor superior de cualquier solución consensuada que frene de una vez este dejarse llevar que lleva al despeñadero. Lo segundo es que den un paso al frente los héroes de la retirada, el héroe español que obligue a la derecha nacional y centralizadora a ceder ante los catalanes y el héroe catalán que obligue al independentismo a ceder ante la propuesta de pacto con España. Sabemos quienes son y solo necesitan hacerlo, como hizo Suárez en su día. O no: quizás son otros. No les aplaudamos ni les jaleemos todavía porque no se lo merecen. 



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16 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Misterioso asesinato en Chongqing

Vestida con una chaqueta negra y una camisa blanca que contrastan con su esmerada elegancia de épocas mejores, Gu Kailai comparece ante el tribunal de Hefai con un rostro inexpugnable. Tras oír los testimonios en su contra -se le acusa de envenenar a Neil Heywood, su socio y, según otras fuentes, amante-, la Jackie Kennedy china, como la llaman los tabloides, acepta sin parpadear todos los cargos. Amparándose en su confesión, los jueces apenas tardan en dictarle una condena a muerte suspendida, lo que equivale a un término de entre 14 años de cárcel y cadena perpetua. Al escuchar el veredicto, Kailai no sonríe pero su rictus se relaja. Según las últimas filtraciones, será trasladada a Quincheng, una prisión de lujo construida para albergar a viejos funcionarios imperiales, políticos nacionalistas y criminales de guerra japoneses -y donde su suegro, Bo Yibo, pasó una temporada durante la Revolución Cultural antes de ser rehabilitado por Deng Xiaoping como uno de los "ocho sabios" del Partido Comunista Chino (PCCh).

            El juicio, celebrado a toda velocidad en una corte celosamente resguardada -a la cual la prensa extranjera no tuvo acceso-, no sólo representa el mayor escándalo que haya sacudido al gigante asiático en las últimas décadas, sino la metáfora de un sistema diseñado para ocultar las fuerzas en pugna en el interior de su elusiva y enigmática (al menos a ojos occidentales) clase política. Porque, si bien los jueces condenaron en solitario a la impertérrita Kailai y el nombre de su marido no fue pronunciado en las audiencias, el auténtico destinatario del proceso ha sido Bo Xilai, hasta hace poco popular líder de la rica provincia de Chongqing. Para todos los improvisados sinólogos del planeta, tan abundantes como los kremlinólogos de la Guerra Fría, el espectáculo no ha tenido otro objetivo que apartar a este último del poder cuando se disponía a convertirse en miembro del Comité Permanente del Politburó, el máximo órgano del PCCh. 

            La trama parece surgida de una mezcla entre Chinatown y El complot mongol. Según la versión oficial, Gu Kailai no sólo era una abogada exitosa y rica, sino una mujer aquejada por drásticos cambios de humor y una "leve" esquizofrenia. Años atrás, ella y su esposo habían conocido a Heywood, quien llevaba varios años en Pekín como intermediario entre empresas británicas y chinas -y a quien otros señalan como agente del M16. Las dos familias no tardaron en hacer migas económicas y sociales: Haywood fue responsable de que Guagua, el hijo de Gu y Bo, ingresase en una prestigiosa academia británica (luego emigraría a Oxford y Harvard), y pronto se convirtió en socio de Kailai en una empresa de bienes raíces destinada a obtener jugosos contratos en Chongqing. Sólo que, en algún momento, el ambicioso Bo Xilai frustró sus planes al poner en marcha un plan anticorrupción con el objetivo de aumentar su fama pública. Furioso, Haywood procedió a encerrar a Guagua en una de sus mansiones en Inglaterra y le envió a Kailai un correo electrónico asegurándole que pensaba "destruirlo" si no obtenía las ganancias prometidas.

            En "estado de shock", entonces Gu Kailai planeó asesinar a Haywood. Para lograrlo pidió ayuda a un antiguo empleado de su padre y al jefe de policía de Chongqing, Wang Lijun, a quien ordenó vincular al inglés en una trama de narcotráfico. El 13 de noviembre de 2011, Kailai y Haywood cenaron en su fastuosa habitación de hotel; para celebrar su reconciliación, ella llevaba una botella de whiskey condimentado con cianuro. Kailai le hizo dar un sorbo; doblegado por las náuseas, Haywood se recostó en su cama. A continuación Kailai le abrió la boca y le hizo ingerir otra dosis.

            El 15 de noviembre, los agentes de Wang descubrieron el cadáver; la propia Kailai visitó a la esposa de Haywood y logró su autorización para que fuese cremado sin autopsia. Entretanto, el jefe de la policía cambió de parecer y, acaso temiendo por su vida, buscó refugio en el consulado estadounidense, a cuyos funcionarios reveló los oscuros pormenores del crimen (actualmente se halla en prisión). A partir de allí, las autoridades chinas desplegaron todos sus recursos para retomar el control del caso. Gu Kailai fue acusada de homicidio y Bo Xilai obligado a renunciar a todos sus cargos.

            Como resulta evidente para cualquier lector de novelas policíacas -por ejemplo las del detective Chen Cao, del escritor Qui Xiaolong, publicadas en español por Tusquets-, la infinidad de fallas y cabos sueltos en el proceso apuntan a una trama de ambición, celos y venganza del más alto nivel. Por el momento, Bo Xilai no ha sido acusado de corrupción, pero la amenaza lo mantiene a raya. Aun así, mientras ni él ni su esposa sean condenados a muerte les queda la esperanza de que los vientos vuelvan a serles propicios. Como en tantos cuentos chinos, no sería la primera vez que un político defenestrado, como el propio padre de Xilai, termine de nuevo en la cima.  

 

twitter: @jvolpi



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16 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Yo ya lo decía

Eso va a terminar mal. El mundo es un lugar peligroso y el mundo multipolar en que vivimos todavía más. Las promesas de la Primavera Árabe se han trocado en guerra civil en Siria, asaltos mortíferos a las Embajadas de Estados Unidos y un desencuentro creciente entre el Egipto de los Hermanos Musulmanes y Washington. De Israel y la derecha estadounidense surgieron las casandras desde el primer momento. Un tópico supremacista iba en su auxilio: la ineptitud innata de determinados pueblos para la democracia.

Quien más se equivocó según esta forma de ver las cosas es Christopher Stevens, asesinado en Bengasi el 11 de septiembre, pues apostó por la democracia en Libia desde el primer momento y militó activamente en contra del excepcionalismo antiárabe. Es el primer embajador de EE UU que muere en acto de servicio desde 1979, cuando Adolph Dubs, destacado al frente de la Embajada de Kabul, fue secuestrado por una guerrilla antisoviética y cayó en un intercambio de disparos entre los secuestradores y las tropas de Moscú que se suponía iban a liberarlo.

Quien también se equivocó y el que más, siempre según esta versión neoconservadora, fue Barack Obama, que tendió la mano a los árabes y a los musulmanes, permitió el derrocamiento de los dictadores que aseguraban su sistema de alianzas, dejó crecer la bomba de los ayatolás y no ha podido frenar la escalada de una guerra sectaria en Siria, una deflagración que amenaza con arrastrar a la región entera hacia un enfrentamiento bélico de dimensiones pavorosas.

Ellos ya lo habían dicho y no se les escuchó a tiempo. Exhiben su superioridad racista junto a la inelegancia de quien siempre muestra colgada del brazo a la razón que les acompaña como pareja fiel. Estos críticos se han visto en buena parte castigados por la impericia del candidato republicano Mitt Romney, que no ha sabido cerrar filas como es de rigor y se vio en el 11-S de 2001 ante los actuales ataques terroristas planificados contra EE UU. Buscan de nuevo la identificación descalificadora con Jimmy Carter, que además de perder al embajador en Kabul perdió la presidencia ante Reagan en 1980 después del secuestro de 55 estadounidenses en la Embajada de Teherán y su frustrado rescate aerotransportado. El mundo es más peligroso porque es más multipolar y menos americano. Los de yo ya lo decía han hecho una contribución mayor a esta deriva con los resultados catastróficos que cosecharon sus pretensiones de dominación por la fuerza que aplicaron sobre Oriente Próximo. Obama también ha contribuido, aunque de forma limitada, por su escasa capacidad para enderezar las cosas. Uno de los grandes trucos de la demagogia política es confundir los efectos, es decir, la debilidad de Obama, con las causas: el desplazamiento de poder en el mundo multipolar. Pero ni siquiera así Romney sabe sacar rendimientos electorales.



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15 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las esquinas

En los cuadros, sus esquinas, sus ángulos o sus límites marginales son de la máxima relevancia. El pintor que no resuelve bien ese pasillo hasta el fin del lienzo o el tope del marco, se arriesga a desequilibrar la obra o, más secretamente, a crearle enemigos aparentemente menudos pero de extrema virulencia para la estética.
Lo mismo puede decirse de las novelas, los edificios y las personas. Las esquinas o remates s dan empaque o miseria a la obra o al personaje. Si la presentación y la despedida son capitales para suscitar la valoración de un visitante, en la construcción una buena esquina conlleva distinción mientras que una mala deshace la eventual belleza del proyecto.
La arquitectura contemporánea puso mucho énfasis en las esquinas a partir de los años ochenta y adquirió esta moda duradera al constatar sus buenos efectos. Los edificios redondeados han sido en los últimos años muy frecuentes fueran destinados a sedes públicas o a estadios o a viviendas. Todos ellos , sin embargo, han caído pronto en el adocenamiento de su personalidad. Unos y otros se superponen como anillos de un juguete rutinario, unos y otros se copian con tanta facilidad que su impacto se degrada pronto.
Los otros, los edificios, con perfiles muy acusados, provistos de una proa, en ocasiones finísima como una línea, mantienen su carácter tal como en las personas la morbidez rebaja su efecto físico las aristas de una osamenta angulosa hacen inolvidable al personaje.
Estar en el filo y sentirse bien. Llenar el cuadro y concluirlo consistentemente enaltece su valor y su memoria. Son, además, mucho más convincentes sus términos, son más genuinos sus finales si no desflecan el conjunto sino que o bien inducen a su continuación cabal o estimulan su retorno. En la pintura, en la música, en la novela, la terminación, su límite, su última esquina es su última palabra.

 



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14 de septiembre de 2012
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El Boomeran(g)
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