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Lo que te da la vida

«No quiero que llegue el otoño», me dice mi hija pequeña, y entre la maravilla y el estupor pienso cómo con cuatro años ya se puede sentir la nostalgia del verano, cuando el día es más largo y parece que cabe más vida en él. Entre algunas mujeres abstraídas como yo no hay síntoma más infalible del cambio de estación que el frío en los pies. Empezar a cubrirse como una forma tangible de sentir cómo avanza el tiempo. Y saber qué, a estas alturas, algunos de nuestros sueños son inalcanzables, pero, aun y así, nos seguirán habitando porque negarlos sería algo parecido a quitarnos el aire. «¿Por qué las mujeres siguen sin poder tenerlo todo?», se pregunta Anne-Marie Slaughter, que dejó un alto cargo político en el Departamento de Estado norteamericano para estar cerca de sus hijos adolescentes y sentirse mucho más satisfecha adecuando su trabajo a sus responsabilidades familiares. Suena a moralina. A discurso tejido por los enemigos de la igualdad y defensores del determinismo biológico que justificaba el clásico reparto del mundo. Pero desde hace tiempo leo estudios en los que si bien se atestigua que las mujeres como grupo han logrado grandes avances en salarios, educación, prestigio y poder, se concluye que son menos felices tanto en términos absolutos como en relación con los hombres. De 190 jefes de Estado, nueve son mujeres; y en el sector empresarial la cuota en los puestos de mayor poder alcanza el 15%. Pero ¿qué ocurre con aquellas que han llegado a lo más alto? Que esconden medias verdades y a menudo no pueden mantener el equilibrio y la cuerda cede. Cierto es que hoy está mutando el gen de la ambición: muchas mujeres renuncian a promociones y ascensos porque su horario profesional no coincide con el horario escolar. Y no hablemos de los fastidiosos viajes necesarios para mantener el éxito mediante la visibilidad. No es extraño que algunas mujeres decidan tirar la toalla, que se nieguen a imitar patrones masculinos. Incluso que algunas, como contamos en este número, vuelvan al campo intentando recuperar tiempo y equilibrio. Y los hombres, ¿qué papel ocupan en este nuevo rumbo de la mujer? El 30% de las divorciadas estadounidenses confiesan que el día de su boda sintieron que se equivocaban. La primera pregunta es: ¿por qué lo hacen, entonces? ¿Por qué no retroceden cuando aún están a tiempo? ¿Qué son doscientos invitados, un traje de novia, la ilusión de la familia y un hombre dispuesto a decir que te quiere, si las dudas te ahuecan el pecho? Hace tiempo que las mujeres no queremos ser víctimas; también sabemos que es difícil tenerlo todo. Pero urge cambiar el orden de las cosas, soltar lastres, complejos, dictados sociales, dejar de pensar en lo que la vida espera de nosotras y decir alto y claro qué esperamos nosotras de la vida. (Marie Claire)

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21 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vivir perdiendo el tiempo

Un tópico tan pesado como extendido es el que afirma que tras una desgracia importante, la vida se toma de otro modo pero especialmente "con más calma". No he visto, sin embargo, ningún caso que lo represente así. La vida se siente más frágil cuando la pierde un pariente o un amigo cercano y su desaparición hace tambalear las vagas ideas de inmortalidad con las que habitualmente vivimos. No obstante esto sucede durante un corto intervalo. La fantasía de que sólo mueren los demás retorna pronto y nuestra tarea, en todo caso, es tener en cuenta la brevedad de la vida, desaparecen pronto. Hay casos de gentes que se retiran de su trabajo o lo cambian por algo más sencillo en una localidad más simple. Pero ¿qué ganan? ¿Felicidad? Se trataría de una felicidad similar a la de los sanatorios y hasta de las UVIS. Alguien se recluye allí, en el pueblo o en la montaña, esperando a la muerte desde una posición supuestamente más sana pero, paradójicamente, también más oportuna.
Establecerse en una ocupación y un espacio "natural" para mejor tomar conciencia de la existencia y vivirla con mayor intensidad (sus olores, sus sonidos, sus luces) no significa otra cosa que hallarse preparando ya el decorado de la despedida, inmediata al entierro.
Todo esfuerzo por desprenderse de este mundo significa, de hecho, colgarse de un más allá que aún estando aquí es como el árbol significativo adonde acudirá la muerte. Vivir apartado de las vanidades de este mundo, se dice, ayuda a gozar de sus virtudes. Pero "mejor" no es otra cosa, tal como enseñaban los místicos, que dialogar mucho más con el instante final. Ese remanso campestre, por ejemplo, se toma como un bendito jardín pero se trata simultáneamente de una variedad de camposanto. Por el contrario, el bullicio de la vida urbana, las múltiples ocupaciones, la falta de reposo llevan a no pensar en morir. La tan lamentada pérdida de tiempo que provocan las ciudades es cronológicamente una verdad sin discusión. Pero ¿quién puede negar que ese trajeteo con horas perdidas procura secretamente horas ganadas al pensamiento funeral y, al cabo, horas vacías que nos procuran la idea (falsa, claro está, pero convincente) de que el tiempo se evapora. Y desaparecido el tiempo ¿quién puede, en su extremo, llegar a morir?



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20 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Europa desde China

No hay mejor punto de observación. Para entender lo que nos está sucediendo, hay que observar a Europa desde China. La visión de la globalidad y el ángulo asiático proporcionan una perspectiva distinta. Y alarmante: nos encogemos y andamos cada vez más perdidos en el mundo global. No es el caso de un número creciente de empresarios y hombres de negocios, sino sobre todo de nuestros viejos Estados nacionales y de quienes están al mando.

Tiene su lógica. El centro de gravedad se ha desplazado hacia Asia y si dentro de ese centro de gravedad hay a su vez otro centro de gravedad, este está en China. Quienes más intensamente perciben el desplazamiento y la pérdida de poder que se está produciendo en el planeta somos los europeos. Para captar la dimensión del cambio nada mejor que situarse en el punto que más sube, China, y observar desde allí el que más rezagado se queda, Europa.

China se halla en un momento delicado, en las vísperas agitadas del 18º Congreso del Partido Comunista, que culminará el relevo en la cúpula del Estado y del partido único. El poder sigue funcionando según la metáfora de la caja negra: sabemos todo de lo que entra y de lo que sale, pero nada de lo que ocurre en su interior. Aunque la almendra del poder permanece inalterable e inescrutable, la sociedad se mueve cada vez a mayor velocidad, acelerada y reforzada en su capacidad de acción por la tecnología y las redes sociales.

Así es como China proporciona historias de primera página a los medios como no lo había hecho nunca. A pesar de la censura y del partido único, en China pasan cosas, muchas y muy jugosas cosas, y todas ellas conectadas dentro de la caja negra con el momento de transición o relevo en el poder. Ahí están los tumultos antijaponeses, controlados desde el poder a través de las redes sociales. O el mayor conflicto de los meses anteriores al Congreso, el culebrón de Bo Xilai, el príncipe rojo caído en desgracia tras el procesamiento y condena de su esposa por asesinato de un ciudadano británico. Bo era el patrono de Chongqing, ciudad emblema del desarrollo de la China interior, donde se ha efectuado un experimento izquierdista, en abierto contraste con el modelo de Guandong, donde el partido permitió otro experimento más liberal. La purga antizquierdista no se ha producido porque haya vencido una de las dos tendencias en pugna sino porque Bo desafió a la cúpula del partido, pretendiendo imponerse por su cuenta como una figura carismática sobre los funcionarios grises actualmente al mando.

El gigante sigue creciendo y desperezándose. Más rápido lo primero que lo segundo. Según explica el profesor Hu Angang de la Universidad Tsingua de Pekín, en su libro China 2030, dentro de ocho años será ya la primera economía del mundo y más que duplicará en PIB a la de Estados Unidos en la fecha del título. Su renta per cápita se acercará entonces al 60% de la renta de los estadounidenses. Su participación en el comercio mundial, cercana al 30%, le proporcionará unas palancas temibles a sus políticas monetarias. Según el profesor Hu, en 2030 será el primer poder mundial, el más innovador, con un Estado de bienestar de alto nivel, una economía verde y una sociedad de riqueza compartida. Demasiado optimista, pero la crisis europea es el combustible que alimenta entre los economistas chinos la idea de este horizonte radiante.

Veamos lo segundo: al desperezarse el gigante da zarpazos y patadas. Con lentitud, con el gradualismo y el incrementalismo practicados por la aristocracia reformista y autoritaria que está al mando. Pero zarpazos: la teoría de los pequeños pasos quizás no traerá la democracia, pero puede conducir a la hegemonía militar y política en Asia. El rumbo de colisión es evidente. Japón ya se halla en la trayectoria, gracias al conflicto por las islas Diaoyu o Senkaku. Pero lo mismo sucede con todos los vecinos (Vietnam, Filipinas o Indonesia) a los que disputa los islotes y las aguas circundantes. No solo por los tesoros energéticos que pudieran esconder o por el control del tráfico marítimo, que también. Sino ante todo por afirmación de un poder que se asienta y manifiesta con fuerza proporcional a la seguridad con que avanza hacia la primacía mundial.

Un think tank europeo, el European Center on Foreign Relations, ha facilitado a un grupo de exministros, politólogos y periodistas de Los 27, entre los que se encontraba el autor de esta columna, la atalaya para asomarse a Europa desde China, en un seminario en el que se han entrevistado y han discutido con decenas de especialistas y colegas chinos durante una semana. La conclusión más sintética que puede desprenderse es que desde China se observa una Europa que se debilita y encoge, cuando necesitamos con urgencia una visión y una estrategia europeas respecto a China, la superpotencia desafiante del siglo XXI. Una frase irónica oída en Pekín resume el momento: ?Europa necesita un plan Marshall chino para salvar su economía?.



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20 de septiembre de 2012
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El hablar de Crusoe II

Crusoe construye una casa y Crusoe habla

Cultivando los granos esparcidos por azar en el lado menos tórrido del entorno de su casa y así venturosamente fertilizados, viéndose como potencial criador de ganado, cuando tras haber curado una cabrilla salvaje y mantenerla ligada junto a la casa el animal se acostumbró a pastar en la yerba del entorno y fue domesticándose... Crusoe va descubriendo en sí mismo ese artesano que confiesa no haber sido con anterioridad (" I had never handled a tool in my life"). Pero Crusoe será algo más que artesano, pues en la satisfacción que experimenta ante la forma de la mesa que ha tallado, representa más bien el technités de los griegos, ese ser marcado indisociablemente por lo que nosotros llamamos técnica y lo que nosotros llamamos arte. Y cuando se siente perturbado por la idea de la muerte, Crusoe se halla tentado de buscar refugio en un dios...al que su sano espíritu rápidamente renuncia...
Pero dos son los rasgos que mayormente caracterizan a Crusoe y lo convierten en insignia del proyecto humano. Ya he indicado que Crusoe pese a su soledad construye no meramente una guarida un lugar protegido de amenazas (y en el caso de Crusoe como ya he indicado un verdadero fortín) sino una casa, un lugar dónde hay fuego y amplitud, es decir un lugar dónde recibir a los hombres y compartir con ellos el alimento y la palabra.
Y también he indicado que la soledad de Crusoe no significa que Crusoe está fuera de ese lazo intrínseco con los demás que forja la vida humana. Pues Crusoe no llegó a la isla como podría haber llegado otro animal, eventualmente mejor dotado para sortear los peligros que pudiera encontrar e imponerse en la lucha por la subsistencia. El individuo Crusoe es representante de una especie animal dotada de pensamiento y de palabra. Y la supervivencia de Crusoe no tiene cabal sentido mas que si en el sigue estando presente todo el acerbo que caracteriza a la especie y es en razón de ello que Crusoe construye una casa y Crusoe habla.
¿Con quien habla pues Crusoe si nadie puede escucharle? Pues con aquel mismo a quien se dirige Einstein cuando, entre sus convencionales tareas en una oficina de patentes de Berna, barrunta hipótesis para las que no hay quizás entonces interlocutor competente, y que tendrán consecuencias para nuestra representación del mundo inasumibles por el propio Einstein: tanto Crusoe como Einstein hablan consigo mismos en tanto uno y otro son representante de la humanidad. Y tal cosa hacemos cada una de nosotros en las ocasiones en las que el pensamiento en lugar de complacerse en lo dado se esfuerza por entender, metaforizar o resolver, ya se trate de asuntos teoréticos o de asuntos prácticos; ya se trate de organización general de la sociedad o de asuntos en los que propia intimidad es lo que está en juego.
Crusoe habla, como cada uno de nosotros, todo el tiempo, y lo depurado de su hablar, el hecho mismo de que su situación le fuerce a no corromper su pensamiento y su palabra en la vacuidad de los intereses vanos o meramente narcisistas, se refleja en que no hay barrera nítida entre este su hablar consigo mismo y el hablar con interlocutor en esos guiones, siempre estrictamente construidos, que no son fruto de la subjetividad consciente ( la cual sería incapaz de tal proeza literaria) sino de las fuerzas oscuras de los sueños.

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20 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La creatividad del caos

Si en la segunda década del siglo XX se puso de moda el collage, la tendencia paralela actualmente s es el mashup. El collage representaba una revuelta en la pintura. Una actitud antirrespetuosa a propósito del lienzo ordenado narrativamente pero también, en tiempos de vanguardias, una variante de lo que valía la pena destruir y recolectar.
El mashup ("destruir", "mezclar", "triturar") es el collage trasladado a los nuevos productos audiovisuales (al cine, el vídeo, el trailer o el videoclip) y su gracia consiste en crear un resultado extravagante. No importa si puede hallarse hilado o no, homogéneo o heterogéneo, sino culmina en algo poderosamente configurado en su impensable terminación.
El precedente del mashup es el remix que hizo furor -y sigue estando vivo- en los años 90. El DJ no se afanaba tan sólo en escoger y programar la música sino de girar, además, cuando su inspiración lo dictaba, el plato al revés y arañar con la aguja (scratch) una u otra melodía.
Estos nuevos mezcladores no se limitaban además a pegar fragmentos de distinta raza o temas de diferente ritmo sino que, por añadidura, empleaban el tocadiscos como un instrumento de percusión en sí , capaz de alterar sustancialmente los efectos finales, desafinados pero no necesariamente "feos".

Este sonido podría asociarse entonces a la moda grunge o destroyer. El desaliño, la mácula, el roto, la decoloración o el desgarro presentaban una estética particular y fuertemente ideologizada. Una estética, en parte del "no", de la rebelión y de la negligencia extrema. Una estética inspirada y legitimada, en fin, por los efectos "raros" contra un mundo turbio y enrarecido. Diseños raros para coches de Renault y el auge del estilo representado por la marca "Desigual" convergen en el mismo vórtice donde el almirez es la redoma donde humea la innovación del malhumor.
No hace apenas falta aludir a la conflictiva hibridación de culturas distintas o religiones distantes para reconocer en el mashup el alborotado espíritu del tiempo. Los futuristas emplearon el collage con el ánimo de que todo acabaría siendo empujado hacia el progreso gracias al formidablel soplido de la velocidad. Ahora, por el contrario, el mashup aplicado a la cinematografía, el video, la foto o la televisión conjuntamente, tiende a evocar la formación de una pila de elementos preexistentes destinados a la quema, igual a las hogueras de trastos viejos en la noche de San Juan.
San Juan y su temible Apocalipsis reaparece en los diarios y los telediarios, en las películas y en los videoclips, en casi todas las creaciones digitales que ahora permiten juntarlas, confundirlas e invertir, por ejemplo, su seriedad en comicidad.
De hecho, la intensidad del mashup goza de reunir lo irónico a lo monstruoso o de convertir el fragmento inútil en cabal eslabón. Como en la comida rápida que no pone atención en un orden litúrgico cualquiera, l, el mashup alcanza su éxito en el desorden de la descomposición para la composición final. No es la muerte todavía. Acaso signifique el espectáculo de un naufragio donde los pecios son los pedazos dispares que flotan a su antojo.
En Internet, en los falsos trailers, en la misma pintura actual, el desorden aparente es igual a un punto de vista estroboscópico y un gusto que se complace en un sabor inédito como efecto de juntar la sal y el acíbar, el entierro y la risa, la catedral y el circo, la muerte y la banalidad.
¿Mala época para la estética? Claro que no. Nada hay más consustancial a la belleza que su capacidad para turbar. Nada más coherente con la investigación científica del esotérico ADN que la prueba de la experimentación.
Buenos mezcladores son hoy buenos artistas puesto que el arte, desde hace tiempo, ha dejado de ser un oficio definido y, como en otros asuntos, ha cambiado su faz estática por los vuelos de la combinación. Los mejores diseñadores lo saben y año tras año, desde hace menos de un decenio, vuelven a demostrarlo -como "Custo Barcelona"- en la pasarela de París o de Nueva York.



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20 de septiembre de 2012
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Aguirre, ?my way?

Sería banal decir que Esperanza Aguirre hizo de la espontaneidad una de sus inquebrantables reglas de estilo. Pero pocos gobernantes ha habido con tan admirable ausencia del sentido del ridículo y tan arrolladora campechanía. Acaso haya sido la política con mayor confianza y seguridad en sí misma que ha dado la democracia. La que se ha ventilado de un plumazo todos los estereotipos: ¿mujeres infelices porque no pueden llegar a todo? ¡Quia!… ella, cuyo mantra era “a pico y pala”, incluso iba a esperar a su marido el sábado al aeropuerto. ¿Inseguras y torturadas a las que la buena respuesta se les ocurre cuando ya han apagado los focos? Esperanza no titubeaba. ¿Nostálgica? Jamás, apurando el día como el alcohólico la última copa. Una mujer capaz de dar una rueda de prensa recién emergida de un atentado terrorista en Bombay con calcetines blancos de colegiala, glosando morbosamente cómo, descalza, había pisado sangre. El icono de la derecha más liberal (y más derecha), bilingüe feliz que ha hecho de ello su más satisfactoria cruzada en los colegios de la comunidad, tildada de inculta, laísta, pero con uno de los mejores acentos ingleses de nuestra monolingüe clase política; asegura que dimite por lo que todos tememos que ocurra un día: sentir que no estamos viviendo lo que en verdad importa. Su retirada la humaniza a la vez que esparce intrigas. Ahí están las lágrimas, la desacomplejada expresividad de quien no teme que se le vea papada porque ríe hasta con el cuello. “Tuve que poner estas luces en el baño -me dijo en una ocasión, ante un espejo iluminado como un camerino- … claro, Ruiz-Gallardón no se maquillaba”. Y propuso que se la fotografiara poniéndose rímel. “Soy feminista-feminista”, afirmó, pero a nadie se le ocurrió nunca analizar el feminismo de Aguirre. “¿Cuántas mujeres hay en los maitines de Génova? Cero”, reflexionaba, destacando que habían tenido que pasar cien elecciones para que una mujer presidiera una comunidad autónoma. “Cien”. Ella fue la primera. Con sus salidas de tiesto, guión y micro. Sus disparates inspirados, sus improvisaciones que rozaban la ingeniería neuropolítica. A su alrededor se formaba un paisaje humano insólito, desde jubilados a los que animaba a que se apuntaran a un crucero del Imserso hasta periodistas atónitos ante sus sobreactuaciones. Dimite, y su silencio se convierte en ríos de tinta que acallan por un día el torpedo independentista. Ella, la amiga de Maragall, la que reivindica su cuarterón catalán. La todoterreno a la que tanto envidiaban sus más acérrimos enemigos ideológicos. En Sol siempre repicaba su andar, firme y apresurado. Porque el verso suelto fue siempre ella. (La Vanguardia)

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19 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El mandato de la calle

Artur Mas lo dijo en Madrid, 48 horas después de la Diada: ?Un mandato de la calle, de la población, no se puede ignorar, hay que escucharlo y encajarlo. Lo peor que puede hacer un gobernante es cortar las alas de la ilusión de un pueblo. Yo me identifico con el clamor popular?. Las palabras están medidas: no se puede ignorar, hay que escucharlo, hay que encajarlo. Recordemos que encajar quiere decir fundamentalmente adaptarlo al espacio útil que tengamos a nuestra disposición.

Lo único que no se puede hacer con el mandato de la calle es seguirlo. Si somos más precisos deberemos reconocer que la calle no mandata a nadie, no da mandato válido alguno. Podían ser 600.000 como dijo la delegación del Gobierno o un millón y medio, dos millones incluso, como exigían los organizadores. Sus motivaciones podían ser muy variadas bajo un rótulo unánime como el de la independencia: no hay duda que si algunos, pocos, querían y soñaban en la separación unilateral e inmediata de España; otros más, muchos, quieren un mejor trato fiscal y una situación financiera más holgada para su Gobierno. ¿Cuál es el mandato? ¿Qué apoyos tiene? Difícil de precisar y concretar.

La calle puede dar mandatos, es cierto. Lo hemos visto muy recientemente en Túnez o en Egipto. Pero en el caso catalán no estamos hablando de esta calle. Nadie parece dispuesto a olvidarse de todo, trabajo, estudios, familia, para dedicarse exclusivamente a exigir una ruptura política en manifestaciones callejeras que no cesarán hasta que se produzca el cambio. Así es como da mandatos la calle, a costa de enormes e inacabables sacrificios, con el riesgo de la represión violenta y normalmente frente a dictaduras, sin descartar, como en Siria, el deslizamiento hasta la guerra civil y sectaria.

No es el caso. Para nada. Aquí, por más empeño retórico que pongan algunos, no hay un pueblo oprimido ni una dictadura. Al contrario, hay un Gobierno autonómico, que cuenta con medios de comunicación y con policía; hay unos ayuntamientos con gobiernos locales independentistas; hay incluso organizaciones sociales, empresas y prensa privada, que se movilizan con toda legitimidad y derecho para sacar a la calle a cuanta más gente mejor y conseguir así la escenificación del apoyo político a las propuestas del presidente detectado ya por las encuestas.

Todo muy bien y muy correcto, pero nada de mandato. Al menos de momento. Lo único que nos dice la calle es que algo ha cambiado ?-antes era el autonomismo y ahora es el independentismo el conductor del vehículo catalanista-- y que ha llegado la hora de contarse puesto que son tantos los que han decidido expresarlo de forma pacífica.

Contémonos pues. Que funcione el principio democrático. Elecciones anticipadas, ya. Un plebiscito constituyente, reclaman los más apresurados. ¡Cuidado! Hasta ahora hemos conseguido marchar por los caminos civilizados, europeos y liberales. Recordemos solo por un momento que Europa se construye con las leyes. Somos hijos del derecho romano y nada de lo que hagamos debe romper las reglas de juego. Europa no nos lo perdonaría ni permitiría.

Nada de plebiscitos ni empujones. Al contrario. Los ciudadanos catalanes deben tener ante sí un abanico de opciones, como corresponde a unas elecciones. Elegir entre Cataluña y España, independencia sí o no, es peor que un error. El plebiscito personal, aprobar o rechazar la propuesta de un presidente y por tanto al presidente mismo, es penetrar en el territorio hosco y oscuro del caudillismo.

Hay una propuesta independentista que probablemente tendrá dos formulaciones: una radical, correspondiente a una independencia exprés, unilateral, fruto de una decisión incluso del parlamento catalán; y otra moderada y todavía gradualista, que pedirá elementos del Estado propio ya, como la agencia tributaria catalana y el pacto fiscal. También habrá una propuesta unitarista, que puede o no tener como mínimo dos fórmulas políticas --el retroceso autonómico que pide una parte del PP en el conjunto de España, o el statu quo estricto que dicen apoyar otros--, pero las tendrá sin duda en cuanto a carteles electorales: el PP i Ciutadans. Y hace falta, es urgente, no se puede ir a unas elecciones sin que aparezca una alternativa clara, contundente y creíble de ese Estado catalán federado al Reino de España que Pasqual Maragall encuadró en su federalismo asimétrico, que Pere Navarro ha defendido ahora y que Rubalcaba todavía no se ve capaz de adoptar.

¿Constituyente? Se verá. Quizás sí. Primero habrá que ver los resultados y qué parlamento catalán sale en la nueva situación. No hay que precipitarse. No olvidemos la crisis en la que estamos metidos, la falta de liquidez que sufre este gobierno tan audaz y lanzado. No perdamos la perspectiva, porque todo esto, tan doméstico, es de un interés europeo fundamental y nada se podrá hacer si no se hace bien y pensando en Europa, en la Europa de la ley y el derecho y en la Europa federal que tenemos que construir a partir de unos Estados en pérdida de soberanía constante.

La maniobra es muy difícil. El momento particularmente delicado. Nadie puede actuar solo y por su cuenta. No hay salidas unilaterales de la crisis. No hay unilateralismo en Europa. Saldremos juntos, catalanes, españoles, europeos, o no saldremos.



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19 de septiembre de 2012
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III. Un paraíso incontaminado por la pobreza

Entonces, la fórmula es sencilla: estos países prestan, o alquilan, o ceden, un pedazo de su territorio, y allí se organiza esta nueva Ciudad del Sol. El país en cuestión puede participar, claro, y su primer aporte es el suelo. Pero necesita de socios, socios poderosos que pueden ser otros países, o empresas transnacionales, capaces de invertir, levantar las fábricas y edificios, construir las redes ferroviarias y de carreteras, los hospitales, universidades, escuelas, parques. Pero deben hacerlo bajo leyes propias.
¿Quién gobernará esta ciudad modelo? Sus ciudadanos, los que han decidido libremente trasladarse a vivir allí, nacionales o extranjeros. Se darán su propio estatuto, elegirán a sus autoridades civiles, organizarán su propio sistema judicial y su propia policía, otorgarán las licencias de operación a las empresas industriales y a los bancos, decretarán su propio régimen fiscal, y controlarán las telecomunicaciones.
La polis y el demos, por fin, en feliz armonía. Por supuesto que los inversionistas, ejecutivos de empresas, técnicos extranjeros, también serán para de esta ciudadanía ejemplar, con derecho a voto. En el caso de Honduras, el estado se reservará, según se escucha, la defensa militar, las relaciones exteriores, y la emisión de pasaportes. También tocará a los diputados de la Asamblea Nacional aprobar en última instancias las leyes propias que la ciudad se de...¿pero qué podría hacer un poder legislativo de un país pobre para controlar a un territorio rico, y por tanto más poderoso?

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19 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La olla del amor

Nunca será bastante tener presente que los choques con los demás proceden con extraordinaria frecuencia de la orgullosa armadura del yo propio. Sin un yo elástico, con un yo definido pero compasivo se sostiene la amistad y se degustan sus gozos. Pero el yo enhiesto aupa tanto su valor, y especialmente cuando no está seguro de valer tanto, que levanta un muro donde es muy fácil topar y provocar el siniestro.
A menudo, estos topetazos no tiene demasiada importancia porque no alcanza a destruir a cada parte, pero repetidos crean una siniestralidad de la que cualquiera desearía huir. Parece entonces preferible matar al yo del otro, olvidarlo, desdeñarlo o perderlo, para no arriesgarse nunca más a padecer su dureza. Un amor sano tiene por virtud que los yo de unos y otros o de uno y otro es se cuecen en la misma olla y llega el caso en que es difícil distinguir sus contornos dentro del mismo guisado.
En esta situación estofada el amor se remueve y huele sustanciosamente. Es el caso de los grupos en los que la solidaridad y la cooperación son ingredientes de la misma masa y en cuya composición no se mide qué gramos de cada cuál participan o a qué precio cada uno se adjunta. Justamente, de niños decíamos que entre nosotros nos ajuntábamos o no porque el ajuntarse tenía que ver con la fusión y el no ajuntarse con la quiebra de esa unión o la dificultad de entenderse.
Pero las aleaciones son también una buena metáfora del buen amor. Los componentes se alían para fundar un producto nuevo que no podría existir sin ese ayuntamiento y del que es difícil, con el tiempo, determinar las aportaciones de cada cual. Los amores que sopesan el intercambio, los que recuerdan bien lo que dan al otro y conservan la lucidez para dirimir lo siempre "poco" que reciben de la otra parte, son amores tan efectivamente precisos que mueren afectivamente.
De otra parte, el afecto genuino se parece a la infección no sólo porque pueda atribuirse al contagio de una misma enfermedad sino porque sus consecuencias no aceptan tasas ni recuentos de virus, la infección va por su cuenta al lado de la afección y en ninguno de los casos no pueden hacerse cuentas.
Las cuentas que emergen a menudo en los reproches amorosos de una pareja no hacen sino empeorar las cosas. O dicho de otro modo, cambiar la naturaleza de las cosas. Son cambios que pervierten la naturaleza y acaso la agrien, la sequen o la pudran. La desnaturalicen para sufrir, en cualquiera de los casos, en un inesperado vaivén de vilezas.


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18 de septiembre de 2012
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Amor griego en Mallorca

En abril de 1957, un Baltasar Porcel de apenas veinte años le escribe a Lorenzo Villalonga desde el cuartel de Marinería de Cartagena. El muchacho mallorquín, que está haciendo el servicio militar en la península, había conocido un año antes en Palma al autor de ‘Bearn', cuarenta años mayor que él, y con esa carta comienza una fascinante correspondencia; les separa, además de la edad, la clase social y el estilo, de vida y de escritura, pero entre 1957 y 1976, fecha de la última que le dirige Porcel a Villalonga (fallecido en 1980), se desarrolla entre ambos una novela epistolar que bien merece el título del libro hace unos meses publicado, ‘Les passions ocultes' (Edicions 62), un volumen de más de ochocientas páginas redactadas en su gran mayoría en castellano.
Porcel tituló ‘Las pasiones ocultas' el interesante prólogo a la reedición póstuma de una de las novelas más singulares de Villalonga, ‘El ángel rebelde', cuyo protagonista Flo La Vigne, presente en otros libros del autor, era un trasunto de la figura del joven Baltasar, no siempre complacido con el retrato que el ‘senior' hacía de él en la ficción. Y en ese prólogo Porcel aborda con franqueza lo que de un modo subrepticio late en la correspondencia, la homosexualidad: "jamás supe por boca de nadie nada en este aspecto que pudiera implicar a Villalonga, ni él nunca se me manifestó en nada parecido. Pero aleteaba en sus ideas, sus actitudes, sus celos, incluso en sus afectuosos golpecitos en la espalda, un deje comprometedor...¿Provenía esa ambivalencia de un esnobismo de los años 20, como el culto a la gimnasia?"
La gimnasia es un motivo que aflora una y otra vez en las cartas de Villalonga a Porcel, siempre llamado en el encabezamiento Odín, un "nombre de dios y de niño" que era el pseudónimo de los comienzos periodísticos del segundo. "Querido Odín, no te dejaré en paz hasta que tengas el perímetro torácico, la presión arterial y los eritrocitos que te corresponden. Esto para que triunfes en el mundo" (carta del 16-XII-58). Hay que recordar que el gran novelista era médico (psiquiatra, no endocrino), y sus consejos al joven discípulo adquieren a menudo un rango paternal y benevolente, no exento en ocasiones de la malévola ironía de sus obras de creación. Queda claro, con todo, que la prestancia corporal de Odín le importa; le receta jarabes fortificantes, le aconseja la práctica prudente de la gimnasia sueca, y le urge a afeitarse el bigote y la barba, con los que estropea su "aire angelical". La salud, la estética, la protección (abundan, y a veces cansan, las trama conspiratorias para hacerle ganar al joven concursos literarios o puestos de trabajo) y por supuesto el magisterio, pues no sería el Doctor Villalonga un buen mentor si faltaran en sus cartas (que forman la mayoría del libro; muchas de Porcel se perdieron) la guía de lecturas y el aleccionamiento literario, casi siempre sagaz; el programa, en suma, no sólo para crecer más sano sino para llegar a ser mejor artista.
El personaje protagonista del libro es el de Villalonga, sarcástico, escéptico, castamente atraído por su joven y apuesto amigo a la vez que hiriente y desdeñoso en ciertas alusiones a homosexuales a los que trata, en la ciudad y en la consulta; un antimoderno nada parroquial, exquisito en sus gustos librescos y buen aficionado al cine, que comenta con regularidad. Sería injusto, sin embargo, pasar por alto la potencia dramática de algunas de las cartas de Porcel en la primera época de relación, antes de que un asunto de vanidoso recelo ante ciertas críticas literarias que le hizo Villalonga les distanciara de modo irremediable. En 1958, por ejemplo, Odín se dirige a su "Querido Don Lorenzo" y le reconoce cómo su influjo, sus palabras, su ejemplo, afectaron al joven que "vivía atado a un mundo de oscuridades, miedos, perezas, tonterías", haciendo "de las oscuridades evidencias, de los miedos firmeza, de las perezas trabajo, de las tonterías estudio". Y dos años más tarde, de nuevo Porcel resume con elocuente emoción en otra carta la esencia de esa transmisión de saberes y de valores que fue el fundamento afectivo de la academia griega: "todo lo que ha recorrido Vd. -real y valedero para Vd- es ahora mío, y lo he hecho mío de acuerdo con lo que yo soy". De ese modo, el maestro perdura en el alumno sin desnaturalizarle: "Aparte de mi intrínseco ser, soy también sus enseñanzas".
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18 de septiembre de 2012
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