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El hablar de Crusoe V

Por 2 de octubre de 2012 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Insignia Crusoe

Todos y cada uno de nosotros confiamos en que algo nos distancia de la inmediatez de los seres vivos. Para que ello no fuera así tendríamos que perder toda confianza en la red de los símbolos que en todo momento y circunstancia mediatiza nuestro lazo con el entorno natural.
El escolar que lucha por dar significación al signo algebraico en su cuaderno, percibe rápidamente que solo tejiendo una red, digamos horizontal, entre los símbolos mismos tal significación es posible, y en ese momento cabe decir que piensa- y en consecuencia vive- como un animal raro, un animal ocupado en un mundo paralelo. Todo esto es bien sabido, por reiterado una y otra vez en discursos de carácter más o menos filosófico sobre la condición humana y la singularidad de sus instrumentos en el mundo animal. Pero no está claro que esté conscientemente asumido el hecho de que tal red de símbolos no constituye un mero expediente con vistas a objetivos que seguirían marcados por la exigencia de la animalidad individual y específica.
Cuando los efectos del segundo principio de la termodinámica se manifiestan en nuestros cuerpos y hasta en la agilidad de nuestro pensamiento, nuestra animalidad sabe que no hay ya finalidad ni proyecto cabalmente vitales. La propia subsistencia más que un objetivo es una suerte de mecanismo, que seguirá operativo mientras una singularidad mayor en el proceso de decadencia no ocurra. Desde el punto de vista de la economía que rige la organización de especies animales y la integración en la misma de cada individuo, lo que entonces toca es la pasividad, que probablemente se halle intrínsecamente vinculada a la rápida desaparición.
Y ni siquiera cabe pensar esto en términos valorativos. Pues a medida que la tensión vital se debilita, la curva de la traducción psicológica de las frustraciones se homologa por lo llano a la de la traducción de las expectativas. De no ir acompañada de sufrimiento físico, la astenia que supone la vejez, objetiva reducción del desequilibrio termodinámico inherente a la plenitud de la vida, no habría de suponer para el animal que somos sufrimiento psíquico, en el sentido genérico que los etólogos otorgan a esta expresión. Pues bien:
Es obvio que no es el caso, es obvio que la vejez genera angustia, si no en todo tiempo sí al menos en momentos en los que la pérdida que supone es simplemente reflexionada. Y también resulta obvio que en esta emergencia del mal psíquico, la inserción de la circunstancia física en lo simbólico juega un papel relevante. Si el animal que somos no tuviera entre sus rasgos el sopesar lo que acontece por su imbricación en el mundo de los símbolos, el debilitamiento de la potencialidad sexual (por atenerse al ejemplo más manido, pero también mayormente difícil de refutar) se traduciría simplemente en ausencia de excitación. Sabido es que no ocurre de este modo: en la vejez, aunque ni fenotípicamente ni genotípicamente responda su cuerpo a los imperativos de la sexualidad, el animal humano se excita sexualmente y en razón de ello sufre.
No es sin embargo esta perspectiva de la desazón psíquica resultante de la imbricación del propio cuerpo en el orden simbólico lo que ahora quiero aquí poner de relieve, sino más bien la perspectiva contraria:
La lucidez máxima respecto a la mermada situación propia en la economía que marca la vida animal no es óbice para que una persona pueda seguir afirmando con radicalidad la condición humana y prosiga una existencia serena y hasta reconciliada, y ello asimismo con perfecta lucidez.
Condición sine qua non es que esa persona, diezmada en su animalidad inmediata, no lo esté en lo esencial, es seguir: siga considerando que las múltiples redes del orden simbólico que recubren la realidad natural tienen un peso por sí mismas y que personalmente le toca un papel a jugar en alguna o varias de ellas. Esto puede ilustrarse ciertamente con el caso de la vida política, pero no lo elegiré por ser en realidad demasiado genérico.
La tesis que estoy intentando avanzar es que lo radical de la condición humana y el sentimiento de cual es el imperativo al que hemos de responder en cuanto representantes de la misma, se revela con mayor acuidad si se da la circunstancia de que el orden natural, y en consecuencia de ello el orden fisiológico, no pueden tener primacía sobre el orden de los símbolos, el cual sin embargo, tras empapar por entero al primero, lo reduce y reconstruye según sus propias exigencias.
La tesis se perfila añadiendo que incluso los imperativos de subsistencia pueden ser oportuna coartada para tal despliegue. Y así (por recurrir a un ejemplo sobre el que insistía Aristóteles) ese arranque de las matemáticas en forma de cómputos relativos al comercio con la naturaleza y entre los hombres sería peldaño para la deslumbrante veracidad que alcanza la disciplina entre los sacerdotes egipcios, atentos a la complejidad potencialmente infinita del tejido horizontal entre los signos; tejido que, fertilizado o actualizado, da precisamente a cada uno de ellos la capacidad de designación precisa, tanto en el horizonte propiamente matemático (3/5 como signo de una determinada partición de la unidad indiferente a la determinación cualitativa), como en el horizonte de la naturaleza sometida a la voluntad de intelección ( 3/5 como lazo del fenómeno físico sol al fenómeno físico do).

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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