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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Heracles, periodista

Agradezco la invitación que se me ha hecho para participar en la entrega del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Para mí es una alegría y un honor que se le permita a un escritor de ficción celebrar de una de las profesiones más relevantes y acaso también más riesgosas de nuestro tiempo. Sin considerarlos por fuerza émulos de Heracles, quizás valga la pena enumerar algunas de las tareas que los periodistas de nuestra época han de realizar a fin de eludir la irrelevancia, tolerar presiones y amenazas, sobreponerse a incontables peligros y continuar desempeñándose como actores fundamentales en nuestra azarosa modernidad democrática.  

 

1 El león de Nemea

 

La realidad política se parece al bilioso felino que asolaba la región de Nemea. Heracles no logró matarlo hasta que logró atrapar al monstruo en su propia madriguera y, una vez muerto, lo desolló con sus mismas garras. Igual que el héroe griego, la principal labor del periodista moderno consiste en lidiar con la bestia del poder o, sería mejor decir, de los poderes. Todas esas fuerzas que, si no son controladas o supervisadas -si no son exhibidas-, anteponen sus intereses al interés general. Con la excepción de Cuba, hoy en América Latina campean las democracias. Su calidad, sin embargo, deja mucho que desear: sin duda los procedimientos electorales se llevan a cabo, y existen leyes que regulan el entramado institucional y protegen los derechos humanos, pero entre la letra escrita y la vida cotidiana se abre un abismo que sólo el buen periodista es capaz de explorar. Como la bestia de Nemea, los poderosos poseen una piel correosa que les garantiza la mayor impunidad. No se trata de que éste tenga por fuerza que asesinar (en términos simbólicos) al poderoso en turno, pero sí de que ha de acorralarlo con sus propias palabras y desollarlo al exhibir la disparidad entre lo que dice y lo que hace. Una democracia que no muestra sus entrañas no es una auténtica democracia. Por ello, el periodista debe concentrarse en mostrar lo que no se ve, en desvelar -en el sentido mítico de la palabra- lo que ocurre detrás de cada decisión política, de cada versión oficial (y cada boletín de prensa). Una tarea semejante a la de enfrentarse a un león hambriento.

 

2 La hidra de Lerna

 

            En la primera temporada de Newsroom, la serie de HBO de Aaron Sorkin, los conductores y reporteros de un sistema de noticias privado se enfrentan a diario a sus mayores enemigos: los dueños de su propia cadena de noticias. A diferencia de lo que ocurre en América Latina, donde las presiones y amenazas contra los periodistas provienen de los políticos o, como veremos en el siguiente apartado, de los criminales, en Estados Unidos los intereses empresariales predominan a la hora de acallar o manipular a la prensa. Un fenómeno cada vez más extendido en nuestra región. La credibilidad que el ciudadano le concede a un periodista se basa tanto en su prestigio personal como en la trayectoria de su lugar de trabajo. Sólo que, en esta época de concentraciones, los dueños de los medios suelen ser propietarios de un sinnúmero de empresas que van de canales de televisión, radiodifusoras, editoriales y revistas a compañías energéticas o tiendas de departamentos. Según la leyenda, la hidra de Lerna poseía nueve cabezas que se regeneraban de dos en dos cada vez que una era cortada. Heracles sólo consiguió vencerla cercenando los cuellos de la bestia a gran velocidad, al tiempo que su sobrino Yolao cauterizaba las heridas. Los intereses económicos de los medios de comunicación se multiplican con la misma velocidad que las cabezas de la hidra. Si en otros tiempos los principales enemigos de los periodistas eran los políticos, cada día es más frecuente que sean sus propios patrones quienes buscan presionarlos o acallarlos. Si un profesional quiere escapar de esta opresión, ha de mantener su rostro permanentemente cubierto para protegerse del fétido aliento de quienes buscan utilizarlo como instrumento de sus agendas y está obligado a cercenar todas las cabezas que sean necesarias si está decidido a llegar a la verdad. Claro que, en el proceso, su propia cabeza está en juego.   

  

3 La cierva de Cerinea

 

            En los últimos años, México se ha convertido en el país más riesgoso para el ejercicio de la profesión periodística, no ya por las amenazas cumplidas de los políticos, sino de los cárteles del narcotráfico o de los militares y paramilitares que los combaten. Desde que se inició la llamada "guerra contra el narco", decenas de periodistas han sido asesinados y otros tantos han tenido que exiliarse o abandonar su profesión. Además, numerosos diarios han dejado de informar sobre hechos criminales o de plano han tenido que cerrar y liquidar a sus plantillas ante las amenazas que reciben a diario. Una realidad atroz que oculta otra: la de quienes han puesto su pluma al servicio de los criminales. En entornos como éste, el periodista debe ser tan rápido como Heracles, a quien le llevó un año capturar a la cierva de Cerinea -un animal dotado con pezuñas de oro, como las armas con joyas incrustadas de nuestros capos-, y ser capaz de eludir tanto la censura como la autocensura a la hora de informar sobre la feroz confrontación entre los narcotraficantes y las fuerzas del orden.

 

4 Jabalí de Erimanto

 

            Conforme al mito, el jabalí de Erimanto era una bestia que provocaba terremotos al galope, comía carne humana y aparecía de pronto en cualquier lugar. El poder, en nuestra época, comparte esta condición: si no es capaz de devorarnos, nos vigila sin tregua, al tiempo que resulta siempre elusivo, misterioso, inaccesible. No deja de resultar paradójico que, justo cuando la democracia se ha impuesto como forma de gobierno, el Gran Hermano de Orwell se convierta en una metáfora omnipresente. Desde los atentados contra las Torres Gemelas en 2001, las distintas sociedades democráticas del planeta se han vuelto cada vez menos reacias a ser permanentemente controladas. Lo más desasosegante de las revelaciones de Wikileaks o de Edward Snowden es que apenas nos resulten inquietantes. En este escenario, al periodista está obligado a estudiar, confirmar e interpretar el cúmulo de filtraciones que de manera cada vez más frecuente inundan nuestra escena pública y, por el otro, ha de perseguir sin tregua a las autoridades que, en aras de defender la seguridad nacional, actúan con poderes extraordinarios, como si nos encontrásemos en un permanente estado de emergencia. La persecución sufrida por Manning, Assange, Snowden y otros filtradores y hackers es una advertencia para cualquiera que se atreva a revelar secretos de Estado y, en especial, para los periodistas que investigan estos temas. El Gran Jabalí se ha instalado allí, frente a nosotros, y no dudará en devorar a los traidores que buscan revelar sus misterios.

 

5 Los establos de Augías

 

Incluso quienes no somos nativos digitales sentimos que Internet nos acompaña desde hace siglos, pero en realidad los primeros blogs datan de fines de los años noventa, que la Wikipedia nació en 2001, Facebook en 2004, Twitter en 2006, los primeros iPhones en 2007 e Instagram en 2010. La aparición de Internet y la vertiginosa expansión de las redes sociales ha supuesto un nuevo y apasionante desafío para los periodistas. Gracias a estos nuevos medios, hoy cada vez que ocurre un desastre natural, un magnicidio, un atentado terrorista, una justa deportiva o incluso una revolución, cientos o miles de reporteros espontáneos capturan la información en vivo, mucho más rápido que cualquier sistema de noticias, la documentan con fotografías y videos e incluso la interpretan para los miles o incluso millones de personas que los siguen. Si bien muchos de estos improvisados reporteros podrían convertirse en profesionales, la sobreabundancia de información, la posibilidad de falsear cuentas y, en resumen, la ausencia de rigor empañan su trabajo. En una sociedad democrática, el exceso de información puede resultar tan dañino como su ausencia. Sin duda, la posibilidad de que cualquiera pueda dar cuenta de un acontecimiento permite que la sociedad se torne más abierta -no es casual que los regímenes autoritarios persigan con más saña a los blogueros que a los profesionales-, pero puede abismarnos en una confusión aún mayor. Obligado a limpiar los establos de Augias, poblados por bestias inmortales cuyos excrementos se acumulaban desde hacía decenios, Heracles se las ingenió para desviar el curso de dos ríos que no tardaron en limpiar la suciedad. Como el héroe griego, al periodista no sólo le corresponde perseguir nuevas informaciones, sino desbrozar los caudales de información que cada día circulan en Internet y en las redes sociales para conferirle un poco de orden a ese caos cotidiano. 

 

6 Los pájaros de Estínfalo

 

            La crisis. Todo lo que ocurre es culpa de la crisis. Los despidos. El recorte de plantillas. La disminución de sueldos y prestaciones. La desaparición de secciones completas de los diarios. La desaparición de numerosos diarios. La crisis. Más amenazante que las feroces aves de rapiña que sobrevolaban el lago Estínfalo, la crisis se lleva todo por delante. Porque la crisis atenaza. Porque la crisis paraliza. Porque nadie puede vencer a la crisis. Decenas de periodistas despedidos. Redacciones semivacías. O periodistas que, por el mismo sueldo, han de aparecer en radio y televisión y, de paso, escribir una columna diaria. Periodistas todoterreno. Periodistas sin tiempo -ni recursos- para cumplir la parte fundamental de su trabajo: investigar, confrontar, entrevistar, interpretar. Sí, otro de los grandes peligros que se ciernen sobre los periodistas de nuestra época es esta crisis, tan real como imaginaria.  Al final, sólo la intervención de Atenea, quien le proporcionó a Heracles un cascabel mágico para ahuyentar a las aves del Estínfalo, permitió que nuestro héroe saliese airoso de su tarea. Pero, ¿qué acto de magia se necesitará para que el periodista disponga del tiempo y los recursos necesarios para consagrarse a su labor, ahuyentando el obsceno fantasma de la crisis?

 

7 El toro de Creta

 

            En menos de una década, la forma en que los ciudadanos se informan ha sufrido una drástica mutación, modificando la naturaleza misma de diarios y revistas, que han tenido que adaptarse -a trompicones- al nuevo ecosistema digital. Primero, los medios se apresuraron a incorporar a sus tareas habituales la puesta en marcha de sitios digitales que complementaban sus publicaciones impresas; luego, a una velocidad mucho mayor de la prevista, estas aparentes excrecencias devoraron a sus matrices. De un día para otro, los medios tradicionales entraron en crisis: al constatar que sus lectores digitales se multiplicaban al tiempo que sus lectores en papel disminuían en una proporción equivalente, sus directivos tomaron distintas estrategias: cobrar por el acceso a sus informaciones en la red; cobrar por una parte de dichas informaciones; cerrar por completo el negocio en papel; o intentar navegar entre los dos mundos. Hoy, la lectura de impresos no ha desaparecido, pero hay millones de jóvenes que jamás han comprado un periódico en un quiosco. Esta transformación en la lectura de noticias entraña una transformación no sólo de los medios, sino del trabajo que los periodistas llevan a cabo. Antes, uno compraba el periódico, lo hojeaba durante algunos minutos -los domingos incluso horas- y se enteraba de noticias que jamás habría buscado de manera natural. Hoy, el lector oscila de un medio a otro, guiándose por las recomendaciones de su timeline o el sorprendente itinerario de los links. En su séptimo trabajo, Heracles se vio obligado a viajar a Creta para capturar al célebre toro, padre del Minotauro, que echaba fuego por las narices. Montándose en su lomo, el héroe navegó hasta Micenas, donde lo dejó libre. Hoy, el periodista no tiene más remedio que navegar por la Red, consciente de que la información que proporciona ya no se equilibra en el contexto de su propia publicación, sino con la procelosa corriente del océano digital.

 

8 Las yeguas de Diomedes

 

            Si bien las nuevas tecnologías le han arrebatado a los medios tradicionales el privilegio de ser las principales fuentes de información en el espacio público, éstas también son las responsables de una paradójica revitalización del periodismo escrito: por más que ahora uno no lea un diario o una revista de cabo a rabo, los saltos de un enlace a otro nos conducen a una suerte de periódicos a la carta que cada usuario construye día con día. Por desgracia, en una región caracterizada por una pavorosa inequidad como América Latina, sólo una pequeña parte de la población dispone de los medios tecnológicos para informarse de esta manera. Si a ello se suman los muy pobres índices de lectura, la conclusión es que la mayor parte de la población termina informándose sólo a través de la radio y la televisión. De este modo, nuestras democracias están habitadas por ciudadanos que en el mejor de los casos dedican media hora a alguno de los noticieros emblemáticos de las cadenas privadas y a escuchar los cortes informativos de las estaciones de música. En televisión, las noticias se encuentran sometidas, más que a los altos principios del periodismo investigativo, a las normas del propias del espectáculo. Cada noticia, que no dura más de tres minutos en pantalla, forma parte de una narrativa que no busca privilegiar la profundidad sino el show bussiness. Igual que las voraces yeguas de Diomedes, los medios electrónicos lo devoran todo a su paso, dejándonos sólo miserables osamentas de información.

 

9 El cinturón de Hipólita

 

            La sociedad del espectáculo, anunciada hace casi medio siglo por Guy Debord, se ha vuelto tan natural que ya apenas reparamos en ella. En nuestros días, todas las noticias tienen que ser sexys -y lo peor es que ya a nadie le escandaliza el uso de este término. Se trate de un huracán o de un golpe de estado, de una votación decisiva en el parlamento o de las declaraciones del presidente, toda información debe ser vendible. Incluso los medios más respetados no dudan en emplear recursos que antes se reservaban sólo a la prensa de sociales, la nota roja y del corazón. Mientras que las páginas de información y de cultura se reducen, proliferan las de espectáculos, sociales y deportes. Una cosa es que el periodista o el redactor busquen atraer la atención con los recursos de la narrativa y otra que se vuelvan acólitos de una estrategia que sólo resaltar los detalles más burdos, grotescos o melodramáticos de una noticia. En medio de tanta fatuidad, el periodista ha de perseguir el rigor como Heracles buscó el cinturón mágico de la amazona Hipólita eludiendo la tentación de ser un protagonista más del espectáculo.   

 

10 El ganado de Gerión

 

            Si por un lado nos vivimos en el reino de la banalidad, por el otro nos acecha el imperio de la opinión. Mientras los espacios para la información dura se reducen por doquier, se multiplican aquellos en los cuales toda suerte de comentaristas -opinócratas, los llama Jorge Castañeda- nos ilustran sobre todas las materias imaginables. Nada tendría de malo que en sociedades democráticas cualquiera pueda expresar sus puntos de vista pero, como un antídoto tal vez excesivo a nuestro pasado autoritario, ahora parece que resulta mucho más importante opinar sobre un asunto que informar sobre él. Se multiplican las columnas, los artículos, los comentarios electrónicos, los blogs personales, los posts y videoposts, los tuits y las actualizaciones de Facebook, como si todo el mundo tuviese algo relevante que decir. Parecería que los opinócratas compiten para colocarse en una suerte de top ten de la influencia mediática, adueñándose de un poder simbólico que ejercer sin frenos. Geriones con tres cuerpos, éstos no se detienen ante nada. El verdadero periodista también ha de lidiar con ellos, y con su propia e irrefrenable tendencia a opinar.

 

11 Las manzanas del Jardín de las Hespérides

 

            Cuando Heracles creyó haber terminado con los diez trabajos que le encomendó Euristeo, éste añadió dos más a la lista. En el primero, Heracles debía robar las manzanas del jardín de las Hespérides, el lugar donde moraban ninfas dedicadas al arte. Tras cumplir cada una de las labores anteriores, el periodista contemporáneo todavía debe empeñarse en buscar la poesía. Rivales enconadas o disciplinas complementarias, el periodismo y la literatura no siempre han sabido amalgamarse. Frente a la rigurosa búsqueda de la verdad, las florituras formales de la literatura pueden parecer vacuas o superfluas; y, frente a la belleza literaria, el periodismo puede resultar demasiado burdo o anodino. Por fortuna, gracias a los esfuerzos de grandes escritores dispuestos a "rebajarse" al periodismo, o de grandes periodistas versados en la tradición literaria, disponemos de soberbios textos que, sin dejar de ser periodismo, son también alta literatura. Del Nuevo Periodismo al auge del periodismo narrativo que hoy se vive en América Latina, allí están las pruebas de que este matrimonio es posible: sin sacrificar la claridad, la transparencia y el rigor del periodismo, el uso de recursos retóricos y formales provenientes de la novela, el teatro o la poesía no hacen sino enriquecer la verdad periodística.

 

12  La captura de Cerbero

 

            El último trabajo de Heracles, capturar a Cerbero, el guardián de los infiernos, deberíamos leerlo en clave casi psicoanalítica: es el desafío de descender a las profundidades de uno mismo, de seguir una ética propia sin fisuras, de perseguir la verdad -y las verdades- a sangre y lodo, de no dejarse vencer ni por la soberbia ni por el miedo, de no encaramarse en la ola de la inercia o de la fama, de eludir tanto los reflectores como las compañías del poder que se ejercen tras las sombras, de estar convencido de que, al final de cada aventura -de cada reportaje, de cada crónica, de cada entrevista, de cada artículo-, no sólo se encuentra la satisfacción ante el trabajo cumplido, sino el grano de arena que contribuye, con idénticas dosis de humildad y de orgullo, a perfeccionar el funcionamiento de nuestras azarosas sociedades democráticas.

 

Discurso leído durante la entrega del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar de Colombia. Bogotá, 28 de octubre, 2013

 

Una versión distinta de este texto se publicó en Reforma, 3 de noviembre, 2013



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3 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Espías en el continente

La editorial Libros del Asteroide ha reeditado hace poco una de las escasas novelas latinoamericanas de espionaje que valen la pena: El complot mongol (1969), del escritor mexicano Rafael Bernal. La historia de los espías chinos que supuestamente planean en México un atentado contra el presidente de los Estados Unidos explota la idea del continente como pieza estratégica en la lucha geopolítica de la guerra fría (aquí hay espías del FBI y también del KGB). Filiberto García, el matón que intenta desenredar la intriga internacional, es el estandarte del viejo orden que se resiste a morir, alguien que en su recorrido por la ciudad critica al México que sueña con la modernización.

Aunque hay alguna que otra novela más de este subgénero digna de resaltar -por ejemplo, La cabeza de la hidra, de Carlos Fuentes--, lo cierto es que en América Latina nos ha ido mejor a la hora de inventar policías y detectives corruptos que cuando toca crear espías (los de afuera sí ven al continente como un espacio fértil para el espionaje, a juzgar por novelas como Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene, o El sastre de Panamá, de John le Carré). No es una buena excusa decir que la novela de espionaje necesita de servicios de inteligencia de alto nivel o superpoderes en conflicto; después de todo, se han hecho grandes cosas con el género negro a pesar de la fragilidad de la ley y de nuestras instituciones del orden.

            La corta historia de este subgénero en la literatura latinoamericana comienza, como tantas otras cosas, con Borges. En "El jardín de senderos que se bifurcan", relato ambientado en la primera guerra mundial, Yu Tsun, al servicio de Alemania, se enfrenta a Madden, un irlandés al servicio de Inglaterra. Su misión es compleja: enviar a Berlin el nombre de Albert, la ciudad que debe ser atacada porque allí se encuentra un peligroso parque de artillería británico. Yu Tsun resuelve el problema con ingenio: matando al célebre sinólogo Stephen Albert. Así, su nombre aparecerá en los periódicos y los alemanes podrán entender el mensaje cifrado. En Borges, el relato de espionaje se convierte en un capítulo más de la lucha constante, a lo largo de la historia, por esconder un mensaje o descifrarlo; puede haber sangre en la batalla (Albert, el inocente descifrador de laberintos en el tiempo, morirá), pero en el fondo se trata de un problema textual: para jugar a los espías, hay que saber leer.   

 

(La Tercera, 2 de noviembre 2013



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2 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Asia a un lado, al otro Europa

Un simple túnel ferroviario puede convertirse en todo un símbolo. Es lo que ocurre con el Marmaray, el enlace directo por ferrocarril entre las dos orillas del Bósforo inaugurado el martes por el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, en el 90º aniversario de la fundación de la República turca. Esos 1.400 metros de túnel submarino son mucho más que una conexión rápida entre las dos orillas de la metrópolis de Estambul. Enlazan directamente por tren la península asiática de Anatolia y el continente europeo sin necesidad de la circunvalación por el Caúcaso, y se añade a los dos puentes colgantes para tráfico automovilístico actualmente existentes.

La próxima semana se reanudan las tormentosas negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea, tras tres años de bloqueo, aunque nadie cree ya en un horizonte de adhesión a una UE desorientada y fragmentada y sin ganas para nuevas ampliaciones. Pero la acción de las obras públicas sobre la realidad geofísica sigue en la misma dirección de adhesión europeísta emprendida por Turquía desde la desaparición del imperio otomano; como prueba, este nuevo túnel intercontinental por donde circularán trenes de alta velocidad que en un futuro no muy lejano conectarán Pekín con Londres.

A esta misma realidad pertenece la enorme metrópolis estambulita, con sus 16 millones de habitantes desparramados sobre las dos orillas del Bósforo, capital europea de un islamismo democrático que alardea de modernidad tecnológica y eficacia económica. En los mismos días de la inauguración ha empezado a aplicarse el paquete de medidas democráticas presentadas por Erdogan en respuesta a las protestas de junio y julio en Estambul, que impugnaron su estilo autoritario en la aplicación de un plan de reforma urbana. Dicho paquete incluye gestos hacia las minorías y nuevos avances en el uso público del velo islámico, autorizado ahora en el Parlamento y en la función pública, a excepción de jueces, policías y militares.

El islamismo político ha sufrido un durísimo revés en Egipto, donde los militares le han arrebatado el poder obtenido en las urnas. Exactamente lo contrario de lo que sucede en Turquía, donde su amigo y aliado Erdogan exhibe una desenfrenada ambición: para sí mismo, de perpetuarse en el poder, y para su país y para Estambul ?la megalópolis de la que fue alcalde?, de liderazgo, no tan solo regional. Nuevos túneles y puentes e incluso un canal artificial alternativo al Bósforo se hallan entre los proyectos megalómanos que tiene en cartera.

Nada sirve mejor a los ensueños de transformación que bullen en la cabeza de los políticos como la superación de los obstáculos geofísicos. Así es como Erdogan está resucitando la idea de una hegemonía neootomana por la pacífica acción geopolítica que permiten las obras públicas.



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2 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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72. Bibliomaquia con Pérez Galdós e Isaac Rosa

Concluyo diciendo que el presente estado social, con toda su confusión y nerviosas inquietudes, no ha sido estéril para la novela en España, y que tal vez la misma confusión y desconcierto han favorecido el desarrollo de tan hermoso arte (p. 34) / (...) el capitalismo se tambaleaba, era el fin de una época (p. 102) / Se puede tratar de la Novela de dos maneras: o estudiando la imagen representada por el artista, que es lo mismo que examinar cuantas novelas enriquecen la literatura de uno y otro país, o estudiar la vida misma, de donde el artista saca las ficciones que nos instruyen y embelesan. (p. 24) / El relato de nuestras vidas podría resumirse en la prosa de un currículum vítae: un par de folios apretados que enumeraban los episodios breves, la discontinuidad, las veces en que caímos, nos levantamos, empezamos de cero, cambiamos de empresa, de trabajo, de actividad, de formación, de compañeros, de casa, de ciudad, de pareja, de amigos (p. 103) / Examinando las condiciones del medio social en que vivimos como generador de la obra literaria, lo primero que se advierte en la muchedumbre a la que pertenecemos es la relajación de todo principio de unidad. Las grandes y potentes energías de cohesión social no son ya lo que fueron, ni es fácil prever qué fuerzas sustituirán a las perdidas en la dirección y gobierno de la familia humana (p. 25). / El dinero, por ejemplo, era central, ahora lo entendemos así pero entonces no lo veíamos, no lo nombrábamos, porque era natural, era el aire que respirábamos. Sin él nos asfixiábamos, claro, pero fueron años de buena ventilación, la mayoría no lo teníamos en abundancia pero sí suficiente y, más importante, con la expectativa verosímil de que aumentase. (pp. 51-52). / Podría decirse que la sociedad llega a un punto en su camino en que se ve rodeada de ingentes rocas que le cierran el paso. (p. 26). / Y menos mal que el tren llegaba a la estación (...) porque si hubiese más estaciones por delante se le aparecería en el ventanal la vida por venir, los años en que tendría que empezar de cero cada mes buscando algo con que completar los ingresos necesarios para llegar al final y luego empezar otro mes, y así un escalón tras otro durante cuántos años, hasta qué edad aguantaría sirviendo desayunos, hasta qué edad la seguirían llamando, qué vendría después (p. 121). / (...) los más sabios de entre nosotros se enredan en interminables controversias sobre cuál pueda o deba ser la hendidura o pasadizo por el cual podremos salir de este hoyo pantanoso en que nos revolvemos y asfixiamos (p. 27) / (...) nuestras vidas en aquellos años podrían contabilizarse, monetizarse, dejarían un rastro de billetes arrugados y monedas sin brillo allí por donde pasamos, como una huella de baba, la vida resumida en apuntes bancarios, ingresos, reintegros, pagos, recibos, un deambular frenético de hormigas sin un momento de descanso, dejando cada mañana en las sábanas el malestar acumulado como un residuo tóxico, como una secreción nocturna, para que el contador luminoso no se detuviese y prolongase su girar de dígitos como un metrónomo irresistible (pp. 48-49) / se advierte la descomposición de las antiguas clases forjadas por la historia (...) la llamada clase media, que no tiene aún existencia positiva, es tan solo informe aglomeración de individuos procedentes de las categorías superior e inferior, el producto, digámoslo así, de la descomposición de ambas familias (pp. 27-28) / Consumíamos menos, sí, pero consumíamos. Aunque fuese barato seguía siendo consumo, nos mantenía vivos: la cerveza internacional era de marca blanca, películas y series descargadas, aplicaciones gratuitas en el teléfono, vino de oferta, bares más económicos, ropa comprada en tiendas de liquidación de fábrica, mercadillos, vacaciones en la segunda vivienda de nuestros padres o en el pueblo familiar o en casas intercambiadas en otras ciudades. Aquellos relámpagos de felicidad también nos empujaban a seguir corriendo, y nos convencían de que en el fondo todo volvería a ser como antes, la máquina reanudaría su avance, el contador recuperaría su marcha. (p. 138) / en esta muchedumbre consternada, que inventa mil artificios para ocultarse su propia tristeza (p. 27) / quién propuso construir una habitación oscura (p. 26)  / diciendo que no han visto más que tinieblas (p. 27) / cuando esta última reunión a oscuras se convierte en un viaje en el tiempo, cuántos de nosotros nos cruzamos en un mismo recuerdo (p. 19) / todos, en fin, nos lamentamos, con discorde vocerío, de haber venido a parar a este recodo, del cual no vemos la manera de salir, aunque la habrá seguramente, porque aquí no hemos de quedarnos hasta el fin de los siglos (p. 27) / Quién nos iba a decir que la habitación oscura acabaría convertida en un escondite (...) como si esta invisibilidad y este silencio fuesen a durar para siempre (p. 135) / el Arte nos ofrece un fenómeno extraño que demuestra la inconsistencia de las ideas en el mundo presente (p. 29) / Cruzó el parque, se sentó en un banco pero se vio a sí mismo en una imagen tópica y patética, el derrotado que todavía con la corbata puesta se adormece mirando las palomas (p. 116) / Pero no creáis que de lo expuesto intentaré sacar una deducción pesimista, afirmando que esta descomposición social ha de traer días de anemia y muerte para el Arte narrativo (...) Y nadie desconoce que, trabajando con materiales humanos, el esfuerzo del ingenio para expresar la vida ha de ser más grande, y su labor más honda y difícil, como es de mayor empezó la representación plástica del desnudo que la de una figura cargada de ropajes (p. 32) / No, ya no nos creíamos inmortales. Pero todavía estábamos vivos. Ya no mirábamos el derrumbe con fascinación, ya no éramos turistas de guerra: algunos proyectiles nos rozaron, hubo edificios que se desplomaron demasiado cerca y su polvareda nos tiznó la garganta, algunas caídas dejaban más que magulladuras, heridas que se infectaban (p. 136).  / Y al compás de la dificultad crece, sin duda, el valor de los engendros del Arte, que si en las épocas de potentes principios de unidad resplandece con vivísimo destello de sentido social, en los días azarosos de transición y de evolución puede y debe ser profundamente humano. (p. 32)

 

 

 

[Los párrafos o frases en cursiva pertenecen a Benito Pérez Galdós, La sociedad presente como materia novelable (discurso de 1897, en la edición de Biblioteca Nueva, 2013); los textos restantes corresponden a la última novela de Isaac Rosa, La habitación oscura (Seix Barral,  2013)].



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2 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La estética es medicina

Es duro decirlo, pero no es la ética sino la estética quien avanza, paso a paso, para apuntalar este mundo que se desmorona. Ya parece que no hay dinero para casi nada, pero se ha reforzado, en notables porciones, una parte importante del buen gusto. Tampoco ha desaparecido, sin duda, el mal gusto y la extrema ordinariez, pero cada vez se hace más evidente que los nuevos negocios que logran triunfar -grandes o pequeños- se caracterizan por poseer un buen estilo y despertar interés por la belleza que inculcan a sus locales o a sus mercancías.

H&M no se ha conformado con ganar mucho a partir de sus diseños y bajos precios sino que ha creado COS, una cadena que luce mejorando superlativamente la dignidad estética de su oferta y de paso de toda su querida clientela. Y algo semejante, en otro sector, podría decirse de Petra Mora, una creación de Bimba & Lola que en el ramo de la alimentación (dulces y postres) ha mimado los envases con un gusto que redondea el gozo de la compra.

En muebles, Habitat es ya aburrida e Ikea, que acaso no lo había dado todo de sí, ha decidido popularizarse hasta caer con frecuencia en la nada. La firma Hay, sin embargo, forma parte de los nuevos brotes que, en este caso, añade, recreando el mueble danés de los cincuenta-sesenta, calidad estética a una silla, un sofá o una alfombra, sin exagerar el precio.

Vivir entre la fealdad es igual a vivir entre basuras. Birrias y desechos han formado parte del arte en los últimos lustros del siglo XX, justo cuando la prosperidad era igual a la acumulación y Damien Hirst, entre muchos otros, componía su obra con bolsas de Doritos, pieles de plátanos, condones y envases de plástico. La rudología sería así la rama del arte que trata apasionadamente el detritus y que, próxima al feísmo, ha ocupado buena parte del arte contemporáneo, cuando el dinero líquido y abundante cubría la sociedad de barrocos excrementos.

¿Una nueva y sana moralidad ahora? El descrédito de la ética ha propiciado el importante quehacer de la estética y desde Muji a Le pain quotidien, desde las cosas, una a una, a los espacios envolventes, el conjunto industrial y comercial se ha estilizado. Estilizado en su doble acepción de compostura y despojamientos superfluos.

Locales de copas, de prendas deportivas, de artefactos informáticos, han ido transformando sus establecimientos, antes solo instrumentales, en ámbitos emocionales.

No siempre sucede así, desde luego, pero si, por ejemplo, pensamos en el fenómeno de las bicicletas, ¿cómo no quedar deslumbrados de su explosivo renacimiento no ya sólo ecológico sino, especialmente, ecoestético?

Una nueva tienda de bicicletas en Barcelona, París o Madrid, desde Slowroom a Ciclos Noviciado, es tan estimulante como visitar una buena galería de arte. O más, porque el arte se ha filtrado con ímpetu incluso más fuerte que en los también deprimidos años treinta, en los utensilios domésticos y en los coches, en las motocicletas, las mochilas o los carritos de bebés, productos que han mejorado en su función ergonómica pero, sobre todo, en su morfología de seducción.

Claro que la fealdad permanece y sigue trabajando a destajo. Amenaza incluso con rodearnos en cadena, puesto que pronto llegarán los almacenes norteamericanos Forever 21, colmo del más infame low cost. ¿O qué decir ahora mismo de los abyectos bocadillos que venden a bordo de los aviones o de los torturadores uniformes que visten las empleadas de El Corte Inglés?

La fealdad se pega con temible facilidad sobre la arquitectura de bares y casas particulares, pero acaso pocas veces se ha tenido una conciencia más limpia para la acción arquitectónica que hoy, en los pocos edificios sociales que se proyectan. Pero además no se trata ahora, como antes, de trabajar a través de un severo compromiso político, ético o humanista sino, en buena parte, hay que decirlo, mediante la encantadora y curativa potencia de su estética.

(El País, 28/9/2013)



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1 de noviembre de 2013
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Asuntos metafísicos 21. Individualidad, causalidad y realismo

En la columna anterior dado un avance sobre el principio ontológico fundamental de  contigüidad- localidad el cual, a modo de una de esas "ideas que somos" de Ortega, rige en todo momento  nuestras relaciones con el entorno físico, sin necesidad alguna de  que tal principio sea objeto de reflexión consciente. Señalaré de pasada que ni siquiera  la creencia en los poderes mágicos pone en cuestión la certeza de que la naturaleza está regida por la contigüidad. Al  contrario: estamos bien seguros de que el mundo está hecho de tal manera   que   agujereando la cabeza reproducida de nuestro enemigo ausente no tenemos influencia física alguna sobre el mismo, y por ello mismo recurrimos  a los   poderes del mago, los cuales son literalmente sobrenaturales. Volveré sobre este poder de los principios ontológicos, tras introducir hoy tres más de entre los mismos.

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La tierra y la luna se influyen mutuamente, influencia reflejada por ejemplo en el fenómeno de las mareas, y cuando reflexionamos sobre esta influencia mutua estamos pensando en el complejo tierra-luna como un todo. Ello sin embargo no nos hace pensar que la tierra y la luna han dejado de existir como entidades separadas y que han perdido   sus propias determinaciones. Cada una de ellas tiene  en cada instante una posición en relación al sistema solar y asimismo una velocidad, es decir: seguimos considerando a la tierra como una cosa dotada de propiedades que forman un individuo,  o sea,  un conjunto unificado o  indiviso, separado de ese otro conjunto indiviso que es la luna. Principio de individualidad  que asimismo (basta reflexionar un instante) está implícito en nuestro lazo inmediato y cotidiano con el entorno natural.

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Sabemos que el alcohol que estamos ingiriendo nos producirá muy probablemente una crisis hepática, y al no dejar de ingerirlo tenemos quizás el molesto sentimiento de que nosotros mismos estamos siendo la causa  de nuestro (lamentable) estado futuro. Pero una vez  inmersos en la  resaca no tenemos la menor esperanza de poder influir  sobre la situación que la provocó. Interna certeza de la imposibilidad  de   intervenir sobre el pasado, que, junto a la certeza de que todo lo que acontece tiene causa,  da testimonio   de nuestra profunda interiorización del principio de causalidad.

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Ante ese malestar provocado por  haber inerido alcohol, constatamos que fue un alivio el tomar un caldo de verdura y  así, en la siguiente ocasión, volvemos al mismo remedio, dando por supuesto que, siendo las circunstancias coincidentes, los efectos del caldo en nuestro cuerpo  también lo serán. Y de no darse el resultado,  concluiremos  que  en realidad estábamos equivocados, diremos  o bien  que  las condiciones  de nuestro organismo diferían, o bien que al caldo le faltaba o  sobraba algún ingrediente. Esta razonable conclusión significa simplemente que funcionamos en conformidad al principio de determinismo,  por el cual el devenir de dos cosas o circunstancias idénticas  es  asimismo  idéntico,  salvo intervención desconocidas variables en el arranque, con lo cual la aparente identidad sería mera similitud, o de influencias exteriores en el proceso.  Y en su vertiente cognoscitiva este principio nos dice que si tuviéramos el conocimiento de todas las variables en el arranque de un proceso no sometido a nuevas influencias (ese proceso que constituye el mundo por ejemplo) podríamos prefijar cada uno de sus eventos. [1]

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En fin,  nos relacionamos con esas cosas del entorno dotadas de propiedades, con el sentimiento bien anclado de que las mismas no dependen de nosotros, contrariamente a     las representaciones que nos hacemos de ellas, las cuales obviamente no se darían sin nosotros, y  que en el mejor de los casos nos ayudan a relativizar la barrera que nos separa de las primeras. Las cosas, en suma,  tienen su ser y su devenir y seguirían teniéndolos,  aun en el caso de que no estuviéramos nosotros como testigos. Principio este de la independencia de las cosas en relación al pensar de las cosas, que lleva el nombre de realismo. Principio muchas veces puesto en tela de juicio en la historia de la filosofía,  aunque ha de quedar claro que no se pone en cuestión la apariencia del principio, es decir la diferencia entre la reductibilidad de nuestras representaciones y la irreductibilidad, la resistencia a nuestra subjetividad, de lo que tiene los caracteres de lo físico.

 


[1] Es casi obvio que el determinismo es dificilmente  compatible con el concepto de emergencia que nos ocupará aquí en su momento. A modo de avance,  y para calentar boca, voy a resumir una situación que desde luego resultará chocante. Consideremos múltiples copias de una partícula elemental (un conjunto de  electrones, o bien de neutrones, protones,  etcétera). Todas ellas  tienen las mismas propiedades intrínsecas,  y por consiguiente pueden ser consideradas idénticas. Ello puede extenderse también a una pluralidad de átomos idénticamente preparados,  según la jerga de los físicos. Se llama media vida ( half life) el tiempo  requerido para que una magnitud pierda la mitad de su valor. En   física la expresión se usa sobre todo para referirse a la desintegración radioactiva:  media vida es el tiempo requerido para que, dado un conjunto de átomos, la mitad de ellos se desintegre.. Sea pues un conjunto que ha sido preparado para tener una media vida -half life- de 30 minutos y consideremos dos de los átomos A B. Cuando hemos acabado la preparación podemos hablar en términos leibnizianos de que A B son indiscernibles, pues tal es el término para designar aquello que no es distinguible por ninguna nota intrínseca, de tal manera que su multiplicidad se explicaría sólo por las determinaciones espacio temporales, tal como lo entiende la mecánica clásica (veremos que con la cuántica ni siquiera esta vía está garantizada). Los dos átomos lo comparten todo, incluida la media vida del conjunto en que se inscriben. Esperamos pues a ver que pasa. Y puede perfectamente  pasar lo siguiente: el primero se desintegra a los 20 minutos y el segundo a los 45, es decir: siendo idénticas las circunstancias no hay identidad en el devenir (la media vida de 30 minutos se verifica para el conjunto, no para dos individuos) O en otros términos: la indiscernibilidad sincrónica (estaban preparados para decaer igualmente) se resuelve diacrónicamente: hay una diferencia entre ambos respecto al tiempo de la desintegración. ¿Cómo reaccionamos? Habrá dos maneras: una que intentará salvar el principio de determinismo, buscando la causa oculta,otra que sacrificará tal principio. Volveremos obviamente a este ejemplo y consideraremos asimismo otros que son problemáticos para los demás principios.  

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31 de octubre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El mapa secreto del poder mundial

Josep Pla clasificaba a la gente según tres categorías: amigos, conocidos y saludados. Los espías de Estados Unidos hacen algo similar a la hora de negociar sus asuntos: con los amigos establecen una cooperación que denominan exhaustiva, con los aliados una cooperación a la que llaman focalizada y con los saludados una cooperación limitada. El resto son rivales o directamente enemigos, sujetos a un espionaje total y sin relación cooperativa alguna.

Creemos saber mucho de los servicios secretos, pero también debiéramos saber que siempre será poco lo que sabemos en comparación con lo que no sabemos: the unknown unknown, "lo desconocido que no conocemos" con que Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Bush, se refería a las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Sabemos que el círculo más estrecho de los amigos de Washington se fraguó durante la Segunda Guerra Mundial, a partir de la Carta Atlántica, y fue luego denominada Five Eyes (Cinco ojos), un acuerdo entre estadounidenses y británicos para espiar sobre todo a los soviéticos, al que se añadieron más tarde Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Pero poco sabíamos, hasta la irrupción de Edward Snowden con sus documentos y sus revelaciones, de los siguientes círculos de conocidos y saludados de Washington.

Hay muchos mapas del mundo. El geográfico trata del emplazamiento y la extensión de los países y es absolutamente superficial, aunque nos orienta sobre la cuestión crucial del espacio geopolítico, su vecindario o sus fronteras. El demográfico también nos explica mucho sobre el poder potencial de los países, escaso para los que tienen una pirámide de población que envejece y mayor para los que poseen un ancho zócalo de población joven. El económico ?PIB, crecimiento, empleo, productividad? se acerca algo más a la realidad; como el militar ?tanques, aviones, flota, tropa, cabezas nucleares?, bien revelador en las zonas o puntos calientes. También sigue valiendo el político, con sus colores ideológicos, instituciones y sistemas de alianzas, a pesar de las crisis de gobernanza.

Todos nos dan alguna dimensión del poder efectivo de los países y de quienes los gobiernan, pero ninguno se acerca a la verdad desnuda de la dominación y de la hegemonía como puede hacerlo el mapa del espionaje. Es el único que describe con cierta exactitud las jerarquías y relaciones de poder, las dependencias y los intercambios, pero tiene el inconveniente de que es secreto y además inabarcable, gracias a la cantidad astronómica y creciente de datos que contiene desde que el Gran Hermano se ha asociado a los Big Data.

El vendaval levantado por las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje global tiene muchas derivadas, pero la más interesante, al final, es la vaga idea que nos proporciona sobre el mapa del poder mundial. Apenas hemos levantado la punta de esa gran alfombra que oculta la extensa y espesa capa de suciedad que acompaña al poder de los Estados, pero lo poco que nos dice explica mucho sobre las relaciones de poder entre ellos, las dependencias y subordinaciones y la profusa ración de engaño y de hipocresía que emplean.

Ya hemos visto que el círculo más estrecho alrededor de las 16 agencias de espionaje que tiene Washington es la alianza Five Eyes, con países de "largo historial de confianza mutua y de riesgos asumidos en su alianza con EE UU", según reza uno de los documentos filtrados por Snowden. Con ellos se establece una "cooperación exhaustiva" (comprehensive cooperation) que significa que comparten casi toda la información y teóricamente no se espían unos a otros sin permiso, con una salvedad: la regla básica de cualquier espía es que toda regla tiene su excepción y que la excepción siempre es más interesante que la regla. El filósofo del Derecho que sirve e inspira al espionaje es Carl Schmitt, inspirador del nazismo y autor de una sentencia capital: "Soberano es quien decide sobre el Estado de excepción". Hay pocas dudas de que jefes de Estado y de Gobierno de los Five Eyes se han espiado unos a otros. Apenas puede quedar duda alguna de que los que no pertenecen al primer círculo han sido espiados sistemáticamente, como Angela Merkel.

El segundo círculo es el de los aliados de la OTAN, entre los que se encuentran España y Alemania. Con ellos existe una estrecha cooperación, focalizada o centrada en los intereses estratégicos comunes, que no excluye que luego se espíen unos a otros. Según las revelaciones de Snowden, no están ni Francia ni Israel, países de larga tradición de espionaje, a los que sería una grosería y un imposible pedirles que no espiaran, y pertenecientes al tercer círculo, el de los saludados de Pla, donde se encuentran con India o Pakistán, todos ellos objeto de una cooperación limitada y de un espionaje masivo cuando conviene.

En parte se sabía y en parte puede leerse ahora en los papeles de Snowden, pero ahora hay algunas cosas nuevas que se deducen de esta vieja historia de espías aderezada por la novedad digital. Por ejemplo, que caben dudas sobre el emplazamiento de algunos países en un círculo o en otro de este infierno del espionaje. Pakistán oscila entre el círculo exterior de los enemigos, al lado de Rusia y China, y el de las amistades circunstanciales en que aparece ahora. Sus servicios secretos juegan siempre a las dos barajas, a diferencia de otros servicios secretos, que solo juegan a veces, muchas veces, a dos barajas. Francia e Israel debieran pertenecer naturalmente al segundo círculo y es difícil entender que Alemania no esté en el primero. De las dudas surge una conjetura sobre el actual conflicto: quizás el problema surge precisamente porque Alemania no quiere seguir estando en el segundo círculo. Al final, solo sabemos una cosa: que estamos inaugurando un nuevo orden en el espionaje y que, como no podría ser de otra forma, es expresión fiel de un nuevo reparto del poder mundial en el que indefectiblemente unos salen ganando y otros perdiendo. Adivinen quiénes.



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31 de octubre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Huesos en el jardín

Cuando en 2009, coincidiendo con la aparición de El hombre inquieto, Henning Mankell anunció que ése sería "lo último" del inspector Kurt Wallander las manifestaciones de pesar fueron unánimes y generalizadas, pero sin estridencias. Porque se veía venir.
Demasiados cafés y pizzas frías y a deshoras, aparte de las montañas de comida basura consumidas aprisa y corriendo, en cualquier sitio y de cualquier manera. Y demasiado whisky, también consumido de forma inmoderada y triste, más como quien se toma un jarabe que por degustar un exquisito regalo de los dioses. Además las mujeres no le soportaban, incluida su hija Linda, y años después de separarse de su primera y única esposa todavía le dolía saberla con otro, aunque tampoco hacía nada por resolver su situación personal.
Como cabe imaginar, era depresivo, sentimental y apenas luchaba contra la gordura, así como tampoco hacía nada por alejar, o al menos paliar, maldiciones como la diabetes que le acechaba desde tiempo atrás y que terminó por alcanzarle. Pero lo peor, de cara a la supervivencia me refiero, era su conciencia de que su tiempo había pasado porque el universo en su derredor había evolucionado mucho más deprisa que él y él, al fin y al cabo, era un simple policía de pueblo (Ystad, la ciudad más meridional de Suecia y donde transcurre gran parte de su vida profesional, apenas llega a los 20.000 habitantes, y tal vez por eso los complicados y crueles casos que Wallander debe solventar empiezan siempre en apartadas granjas diseminadas por los grandes bosques de Scania). Un hombre demasiado viejo y maleado para asimilar la tecnología punta de la que se vale actualmente la policía científica, o para recurrir a los métodos que se usan hoy en día cuando toca ir al choque de frente. En alguna entrevista Mankell ha señalado que releyendo ahora las historias de sus policías le parecen más como cerebros en funcionamiento que como hombres de acción.
Se veía venir, pues, y que en su última aparición lo dejásemos retirado, viviendo en el campo y convertido en abuelo parecía lógico. Tal vez, endosarle un alzheimer fue un tanto excesivo, o innecesario: todo el mundo sabía que no iba a disfrutar de una plácida vejez en el campo porque la catástrofe le aguardaba a la vuelta de la esquina, pero ponerle nombre y apellidos a la desgracia pareció indelicado.
Y de repente aparece un "nuevo" Wallander que no es una ocurrencia que haya tenido Mankell a destiempo, como quien acaba de despedirse para siempre de una vieja amante y llama de nuevo a la puerta porque a última hora se le ha ocurrido algo demasiado trascendental para dejar que se pierda en el silencio. Huesos en el jardín es un relato relativamente corto y lo escribió en 2003 por encargo de unos libreros holandeses que deseaban regalarlo a quienes comprasen otros libros de Mankell. Años después lo redescubriría Kenneth Branagh, el actor norirlandés que encarnaba a Wallander en la serie de la BBC. Cuando le pidieron permiso para convertirlo en un episodio más, Mankell lo leyó, vio que era bueno y dio su consentimiento para serializarlo y, después, publicarlo en forma de libro. Conociendo las cifras de ventas que alcanzan los libros de Mankell, uno no puede menos que recordar a Cassius Clay, ya viejo, gordo, cansado y sufriendo los primeros síntomas del alzheimer que ahora se le está comiendo la vida y diciendo:"No soy lo bastante rico para rechazar la indecente cantidad de dinero que me ofrece esta gente por pelear una vez más".
Sin embargo Huesos en el jardín no deja de ser un regalo inesperado. En su momento puede que resultase un tanto decepcionante porque entonces habían aparecido previamente La pirámide (1999) y Antes de que hiele (2002) y todavía se esperaban grandes cosas del desastrado policía pueblerino. Leído ahora, cuando parecía que ya nunca más se iba a enfrentar a un caso aparentemente irresoluble, la conciencia de estar recibiendo un regalo rebaja el nivel crítico y el lector da por bueno lo que hay. Qué tipo el viejo Wallander, capaz de sentir celos de su hija Linda porque sale con un policía. Como se decía antes, es de lo que no hay.

 

Huesos en el jardín
Henning Mankell
Traducción de Carmen Montes Cano
Tusquets



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31 de octubre de 2013
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