Skip to main content
Category

Blogs de autor

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Amiga de los jóvenes

Quien hasta ahora ha sustentado el título de alcalde de Florencia no tiene que salir del edificio donde ha trabajado en los últimos cuatro años si quiere encontrarse de frente con el rostro del autor de unas viejas frases que vienen al pelo para definir ese carácter suyo tan impaciente, que le convertirá en pocas horas en presidente del Consejo de Ministros: ?Es mejor ser impetuoso que circunspecto, porque la fortuna es mujer, y es necesario, queriéndola doblegar, arremeter contra ella y golpearla. Y se ve que se deja vencer más fácilmente por estos que por los que actúan con frialdad; ya que siempre, como mujer, es amiga de los jóvenes, porque son menos circunspectos, más feroces y la dominan con más audacia?. Que nadie se alarme por su terrible machismo. Fueron escritas hace 500 años, en 1513. Su autor tuvo despacho en el ahora denominado Palazzo Vecchio, antaño sede del Gobierno de la República de Florencia. Ahí es donde se halla el busto de Nicolás Maquiavelo, autor de las frases y del libro que las contiene, El príncipe, en las que está todo del actual drama: Matteo Renzi, de 38 años, apresurado, ambicioso; Enrico Letta, de 47 años, frío, reservado; y la Fortuna, pintada como mujer, la oportunidad que Renzi, buen lector de Maquiavelo, ha sabido aprovechar. Letta ha durado 10 meses, suficientes para sacar del escenario a Berlusconi, de 77 años, el presidente del Consejo que más tiempo ha durado en las dos últimas décadas; y también quien menos ha gobernado, concentrado en defender sus intereses y resguardarse de la justicia. Letta hizo lo más difícil, echarlo, pero no ha tenido tiempo para cambiar esa Italia idéntica a sí misma. Esa es la ambición que Renzi exhibe ahora, hasta convertirle en un bólido sin freno. No es diputado, no tiene mandato democrático ni mayoría parlamentaria propia, pero cuenta con la oportunidad que le da su liderazgo del Partido Democrático, alcanzado en las primarias abiertas. La impaciencia le ha podido y se ha decidido a alcanzar el Gobierno para intentar asentarse luego con una mayoría propia, en vez de la imposible geometría actual de las alianzas y transversalidades. Es el clásico envite maquiavélico: pudo esperar con una estrategia para llegar al Gobierno después de pasar por las urnas, pero percibió que tenía el poder al alcance de la mano y que bastaba un empujón para obtenerlo. Es el tercer intento tras la catástrofe: Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi, cada uno más joven que el anterior, y todos políticos de calidad si se les compara con el viejo caimán que todavía se arrastra por los pasillos del poder para seguir condicionando la vida italiana. Si atendemos a los antecedentes, Renzi será uno más en la cadena que combina inestabilidad e inmovilismo, y caerá tan rápidamente como ha ascendido. Saber durar y a la vez reformar es la doble e improbable tarea de gobierno con que debe marcar la diferencia. 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
15 de febrero de 2014
Blogs de autor

Cristian Alarcón: un joven clásico de la crónica

Estos días pensé en Cristian Alarcón, el gran cronista iconoclasta, el maestro orgulloso y humilde. ¿En qué estará hoy?

Está enfrascado en mil proyectos, desde una red de periodistas latinoamericanos de sucesos y crímenes patrocinado por la Fundación Nuevo Periodismo que se llama Cosecha Roja hasta la exquisita web/blog colectivo donde dialogan el periodismo y las ciencias sociales llamada Anfibia hasta las clases en la pujante y legendaria Universidad de La Plata hasta la agencia de noticias judiciales Infojus y la dirección de una colección de libros de periodismo narrativo en la editorial Marea. Hasta le dio tiempo de publicar una colección de sus relatos breves, autobiográficos, de viajes, ensayísticos y narrativos llamado Un mar de castillos peronistas.

Y recordé que hace dos años lo entrevisté largamente y con saña y cariño para conformar un capítulo sobre él en un libro publicado en Chile por la Universidad Finis Terrae, llamado Domadores de historias. Aquí les comparto el comienzo de ese texto, un perfil de Cristian centrado en sus dos libros ejemplares, luminosos, valientes. Si no lo leyeron, corran a comprarlos, que acaban de salir en Chile y en Argentina en una nueva edición de bolsillo.

*          *          *

Nacido en Chile y formado como cronista en Argentina, el aplaudido autor de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y de Si me querés, quereme transa es un fruto muy extraño, áspero y exquisito; único en el panorama del periodismo narrativo latinoamericano: Cristian investiga como un científico y escribe como un literato.

No conozco ningún periodista latinoamericano que se haya acercado tanto como Cristian Alarcón a los rigores del método antropológico de la observación participante, con su combinación de ciencia y ética.

La diferencia no sólo está en la investigación ‘de campo’. Mientras se sumerge en el mundo de los desconocidos y despreciados, este reportero erudito también se nutre de teoría y literatura y se zambulle como un psicólogo en sus propios sentimientos y reacciones ante lo que descubre. Y al final, cuando está a punto de ahogarse, se eleva a la superficie y escribe como un poseso, como un iluminado.

El periodista narrativo suele ir, ver algunas escenas, anotar y contar lo que vio. Puede escribir como los dioses, pero casi siempre se pasea por la realidad como un turista atento. El antropólogo, en cambio, busca presenciar y averiguar tantas escenas y tantas historias que al final es capaz de armar su tesis doctoral o su libro académico con el convencimiento que da la ciencia. Su problema suele ser el opuesto: tiene muchísimos datos e historias, pero muchas veces le falta el garbo, la elegancia y el nervio de la literatura.

En Estados Unidos, unos pocos periodistas en profundidad, como Ted Conover, J. Anthony Lukas o Peter Matthiessen, han combinado investigación a fondo con gran estilo. Yo al menos nunca había leído a un reportero latinoamericano hacer esto con tal compromiso y maestría. Eso es lo que hace tan especiales los dos libros que hasta ahora ha publicado Cristian Alarcón: Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (Norma, 2003) y Si me querés, quereme transa (Norma, 2010).

*          *          *

Para hacer Cuando me muera quiero que me toquen cumbia se pasó año y medio metido con los ‘pibes chorros’, los jóvenes y niños ladrones, el eslabón más bajo de la cadena de miseria y violencia del país rico y soberbio.

Los pibes chorros tenían un santo propio, el Frente Vital, un chico que murió baleado por la policía y al que le rezaban con desesperación. Alarcón reconstruye la vida y la muerte del Frente, relata escenas tiernas y terribles con los chicos, con los adultos que fueron chicos, mezcla con maestría la vida de la calle, la lógica del robo, la miseria, el no futuro, el embrujo oscuro de la violencia, el sadismo de los policías. La voz que habla siempre es la del narrador y la historia sigue linealmente la cadena de descubrimientos del autor mientras se interna en el submundo de las villas miseria.  

En los años siguientes, Cumbia se convirtió en un libro exitoso, comentado, admirado, pero no salía la secuela. En mis encuentros con Cristian, me contaba que estaba investigando una historia mucho más compleja y cuya escritura debía ser más poliédrica.

Así pasaron siete años. Recién a principios de 2010 emergió el nuevo libro.         

*          *          *

Y sí: Si me querés, quereme transa cumple gran parte de las promesas y expectativas que muchos habíamos depositado en el libro anterior. Cristian Alarcón puede seguir subiendo, claro, pero pienso que aquí llegó a cotas inusitadas en la profundidad de investigación y en el trabajo de la estructura, el estilo, el ritmo, la tersura brillante de la prosa.  

Transa, en el argot de la calle, quiere decir vendedor de droga. La autora de la frase, la que exige que la quieran transa, es la endurecida, práctica, hipersensible Alcira, uno de los personajes más fuertes y dolidos de la literatura argentina. El libro es la historia y el viaje a la inquietante y compleja psiquis de Alcira, quien regentea una casa tomada en permanente construcción, donde vende droga, defiende como leona a su familia y sus incondicionales, e impone su lógica.

El libro es también la historia de Teodoro, el último de los peruanos que se masacran entre sí para quedarse con el negocio, pero que también luchan a punta de pistola por su honor y su dignidad. Cristian Alarcón cuenta la historia de Teodoro, su hermano, sus aliados, sus competidores, sus enemigos en el tenebroso mundo de la controlada violencia de estos narcos que bajaron de las montañas de Perú para adueñarse de una selva urbana en medio de la ciudad que se cree europea. 

 En sus páginas brilla, como en el libro anterior, la prosa poética de Cristian, su forma de relatar escenas vistas y vividas. Pero también se echa más para atrás, para reflexionar y aportar un riquísimo contexto histórico, sociológico, psicológico y antropológico. Y junto con la voz del narrador, surge la brillante construcción de unos ‘monólogos autobiográficos’ de sus protagonistas: Alcira, Teodoro y un puñado más. Son voces que surgen, como si salieran de una lámpara oriental, y destilan el fluido de la manera de pensar y sentir de cada uno. Veo en estos relatos en primera persona la influencia del genial El emperador, el libro seminal de Ryszard Kapusinski.

Por Cumbia, Alarcón ganó el Premio a la Integridad Periodística del prestigioso North American Congress of Latin American (NACLA). Después de Transa le ofrecieron ser director académico del proyecto Narcotráfico, Ciudad y Violencia en América Latina de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y el Open Society Institute.

*          *          *

Pero conocí a Cristian mucho antes de estos logros y honores. Fue en Ciudad de México, en marzo de 2000. Ambos fuimos al primer taller que Ryszard Kapuscinski dio para la FNPI, la vuelta del maestro a Latinoamérica 30 años después de haber cubierto la región para la agencia polaca PAP. Allí Cristian contó su proyecto, y su temor a meterse demasiado. “¿Cuánto hay que meterse con el mundo del que uno está escribiendo?, ¿hay un límite?”, recuerdo que le preguntó al maestro polaco.  

Yo ya sabía que Cristian había empezado en el periodismo por el lado del compromiso personal, sin separar nunca su lucha y sus crónicas. Estudió en la más antigua y politizada escuela de periodismo de Argentina, en la Universidad de La Plata. En 1993, uno de sus compañeros, Miguel Bru, fue secuestrado por la policía de la provincia y desapareció. La necesidad de contar y de luchar por Miguel – a quien llamaron el primer desaparecido de la democracia – movilizó a sus compañeros, y Cristian empezó a escribir del tema en el entonces joven diario porteño Página 12.

Pasó más de una década en Página escribiendo de crímenes, cubriendo y descubriendo los desmanes policiales, después pasó a la revista TXT y al diario Crítica. Desde entonces, sus crónicas salieron en Gatopardo, Rolling Stone, Etiqueta Negra y Soho, pero su corazón se volcó, se derramó sin paliativos en sus libros, extremadamente ambiciosos.

La penúltima vez que lo vi en Buenos Aires Cristian invitó a su casa y me llevó a su placar. Allí me mostró con orgullo las camisetas de su ahijado, Juan. Juan es el hijo de Alcira. La protagonista de su último libro le insistió por años en que él fuera el padrino de su hijo. Después de mucho negarse, aceptó, y la escena en que Juan es bautizado y Cristian se convierte en su padrino es una de las más emocionantes de Si me querés, quereme transa.

Cristian Alarcón tiene 43 años, está en un momento dulce, alto de su carrera, y somos muchos los que esperamos sus próximos libros como a un chaparrón en medio del desierto.

Leer más
profile avatar
12 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El final de la función

Hay personas que por unas u otras razones despiertan compasión y, en consecuencia, una especial atención. Pero otras, a las que se les supone con éxito, dinero o buena suerte despiden un aura semidorada que atosiga al personal.

De modo que, las primeras, se hallan en muy buenas condiciones para comunicar sus penas y pedir tácitamente auxilio y compañía, mientras las segundas están más impedidas para solicitar (porque parecería demasiada soberbia) atención, comprensión y acogimiento. No merecen en fin compasión. O bien, toda la compasión que podrían necesitar se halla adjunta en los triunfos que obtiene. Estas personas son personas acaso con muy buena salud pero tan solas como los hospitalizados. Tan solas como las gentes del primer gruido  aunque con una adición: perciben su repetido aislamiento como un acto de represalia.

 La gente común se amontona. Es del montón. La gente en algún aspecto singular es tenida por especial, es decir, ex/cepcionales y por tanto excluida de la necesidad general y normal. 

Sin hacerse demasiadas ilusiones sobre lo que puede recibirse de los demás, aún así los desgraciados se ilusionan con el reclamo de su desdicha. En ocasiones, además, esta desdicha es tan patente que a la fuerza despierta la conmoción de los otros y, en consecuencia, su espontánea  com-pasión.

A las personas comunes sufren casi todo el repertorio de lo malo pero se creen, para mayor dolor, que las otras  se hallan a salvo de esta metralla  constante y existencial. Pero ¿existen? Se diría que mientras los desterrados se arrastran por la tierra, los bendecidos vuelan por encima del nivel medio de la vida colectiva. Es posible, desde luego, que se encimen sobre la media del nivel de vida pero incluso más arriba navegan, supuestamente, por un espacio de azulada felicidad.

Efectivamente toda esta ecuación es tan falsa como pensar que la vida reparte dolor o placer con alguna puntería. La vida es arbitraria de por sí, acéfala, ciega y especialmente criminal. Es criminal porque no cesa de torturarnos de una u otra forma, arriba y abajo, fuera y adentro. Y es criminal porque no busca sino matarnos. ¿Entretanto la felicidad? ¿Felicidad? ¿Qué felicidad cabe si se es un ser racional? ¿Qué galardón puede colgarse de un hombre engangrenado por el seguro de su  mortalidad? Los buenos y los malos, los ganadores y los perdedores, esta mala especie, componen el repertorio de una misma compañía cuyo resultado,  al final de la función, es irremediablemente el máximo fracaso.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
12 de febrero de 2014
Blogs de autor

Hombres en pelotas

Por qué las mujeres van juntas a la toilette y en cambio entran solas, mientras que los hombres nunca le dicen a otro “¿me acompañas al baño?” aunque orinen codo con codo? La fotografía de dos tazas de váter pareadas en los baños olímpicos de Sochi, realizada por Steve Rosenberg, corresponsal de la BBC en Rusia, ha dado pie a una sarta de burlas político-escatológicas -con la homofobia putinesca de fondo- que ha provocado un alud de imágenes capturadas por todo el mundo de retretes sin tabique en diferentes modalidades: alineados, uno frente a otro e, incluso, cuatro en corro. Los amantes de la antropología social han recordado que, en muchas culturas, este acto fisiológico que nosotros no concebimos sino en la más estricta intimidad se practica en compañía, e incluso se aprovecha para socializar. Siempre me han llamado la atención las escenas de ficción en que dos hombres se hacen alguna gran confesión en un urinario, de mafiosos a espías, adversarios amorosos o amiguitos del alma. Esa mecánica instalada, ese conversar con el sexo fuera, miccionando, con la misma naturalidad con la que uno se lava las manos, refleja abiertamente el desnudo viril en común como una condición inexpugnable de la masculinidad. Por todo ello, leo con interés las reflexiones de Richard Senelick, un neurólogo radicado en San Antonio (California) que asegura que los protocolos médicos que determinan con precisión cómo se debe actuar ante una mujer cuando se desviste para ser explorada son en cambio observados con laxitud cuando se trata de un hombre. El doctor Senelick explica que a lo largo de los años que lleva practicando la medicina ha aprendido varias cosas sobre el pudor masculino que no recuerda haber escuchado a sus profesores: “A muchos hombres no les gusta ser observados mientras se desnudan”, por mucho que prevalezca la idea de que los varones, ya desde niños, no necesitan privacidad. Así, los vestuarios masculinos resultan aún un reducto de aquel mandato de “hazte un hombre”, tanto por el imperativo de andar en pelotas como si se fuera vestido como por esa aparente camaradería que puede camuflar complejos e incomodidades (y al contrario, porque aquel que anda envuelto en la toalla será identificado como tímido e incluso sospechoso). A menudo las mujeres nos lamentamos de la infinidad de armaduras con las que seguimos cargando por cuestión de sexo. Pero también tendríamos que advertir aquellas que siguen sin ser cuestionadas, como por ejemplo:¿por qué el desnudo de un hombre vale menos que el nuestro?

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
12 de febrero de 2014
Blogs de autor

La orquesta completa

En un artículo anterior, al hablar de Rubén Darío decía que un país atrasado puede dar un solista pero no una orquesta completa. Alguno de mis lectores me juzgó pesimista, y aún otro, compatriota mío, se fue por la tangente al entrometer la autoestima nacional. Pero este símil que utiliza la figura de un poeta que fue capaz de transformar la lengua desde el traspatio, desborda consideraciones de fronteras y va al asunto del desarrollo integral.

La orquesta completa tiene que ver con la América Latina en su conjunto, sus carencias y desigualdades, las propuestas de transformación, y las duras realidades que sobreviven tercamente. Y tiene que ver también con los discursos oficiales, no pocas veces llenos de frases mentirosas y de cifras infladas, sobre todo ahora que el populismo redentor se halla de moda. No hay buenas orquestas con músicos que tocan de oído, o desconocen los instrumentos que tienen en sus manos.

El término orquesta completa no representa para mí una condena, sino una aspiración.  ¿Cuántos Rubén Darío se han quedado de macheteros en el campo? El talento, que siempre es numeroso en todos los estratos de una población, no puede fructificar en el analfabetismo, que tantas veces llega a ser orgánico en una sociedad.

Y no se trata de hacer poetas y pintores a todos, porque los artistas serán siempre una minoría, sino de tener ciudadanos sensibles, que respiren una verdadera atmósfera cultural. En una sociedad de lectores constantes que pueden acudir a una biblioteca pública a la vuelta de la esquina, habrá ciudadanos más críticos, dueños de ideas contrastadas, con menos posibilidades de ser embaucados por esos discursos oficiales que buscan crear patrones únicos de pensamiento y de conducta. Pueblo, y no pueble, reclama el poeta nicaragüense Salomón de la Selva: hombres, y no borregos de desfile.

Y tener una orquesta completa es abrir todas las oportunidades posibles en las disciplinas científicas, desde las matemáticas puras a la cibernética, de la biología marina a las ingenierías. Tener juristas, no leguleyos venales. En una orquesta completa hay diversas clases de instrumentos, cada uno con su propio sonido.  Mientras más instrumentos y más músicos, mayor resonancia. Y es tocando al unísono que se consigue la gran sinfonía del desarrollo, que no existe sin la educación.

Mientras tanto los instrumentos callan, o tocan desafinados. Cada año se celebra en Nicaragua un ritual desconsolado. Los alumnos que han aprobado la escuela secundaria se presentan a exámenes para ingresar a las universidades nacionales. Se trata de dos pruebas básicas, matemáticas y español. Y sólo un cinco por ciento de los aspirantes consigue pasarlas. Como las universidades se quedarían vacías, los cupos terminan siendo llenados de cualquier forma. Uno o dos de los que tomaron el examen sobresalen con nota de cien. Esos son los solistas, que el sistema educativo no puede atribuirse.

En Nicaragua existen setenta universidades privadas, más que en Alemania. Cualquier zaguán es bueno para abrir una universidad, lo mismo que se abre una pulpería. Por tanto, al lado de esas universidades que ofrecen títulos profesionales sin control de calidad, hay miles que no tienen acceso a la educación, y también otros miles que en la escuela secundaria no saben leer correctamente un texto, y tampoco saben resolver una ecuación, y son suspendidos, pero pasan el año porque cumplen cursos remediales de alto contenido político; es decir, aprenden a recitar el catecismo ideológico.

Las sociedades autocomplacientes serán siempre marginales, conformes en dejar que un sistema que sólo genera atraso siga reproduciéndose a sí mismo. Y peor si el propio estado cubre los abismos de ese atraso con la demagogia del populismo, que sigue quitándole instrumentos a la orquesta mientras aparenta dárselos, y aún más, hace que los solistas sean cada vez más esporádicos, o que, decepcionados, emigren en busca de oportunidades porque no hay sitio para ellos en la orquesta, o no hay orquesta del todo.

En muchos sentidos, aún tenemos que dejar atrás el siglo diecinueve que vio nacer a Rubén Darío, para entrar en el siglo veintiuno.

Leer más
profile avatar
12 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La naturaleza de la naturaleza

Sumergidos en la globalización, ¿no es lo más consecuente que las grandes borrascas se conviertan en globales? Y, sumergidos en una larga y grave e inédita crisis mundial, ¿no es coherente que los destrozos sean prolongados y graves e insólitos?

Frente a la crisis de los mercados, la crisis de la meteorología, frente el mal que ha azotado socialmente al mundo, el mal que se manifiesta en vendavales y temporales mundiales, en inundaciones y nevadas que abaten pueblos y animales.  

El tiempo se comporta como un poderoso protagonista que en plena a devastación económica toma a su vez el mando. El mal llama al mal como una horda a la otra, como una desdicha a la desventura.

El desastre financiero de estos años no ha hecho más que exponerse como un problema, anverso y reverso, de la liquidez. Y la liquidez de la Naturaleza en forma de olas gigantes y ríos desbordándose ha acudido evocada en su mismo ser por  la repetición de la analogía.

Habitualmente vivimos en este mundo sin prestarle atención a la vida natural. La vida natural, pensamos, se las arregla a solas y naturalmente, sin artificios. Todos los enrevesados artificios delictivos o no delictivos que han expandido la crisis por todo el planeta, nada tienen que ver con el modo de ser de la Naturaleza que, como a los seres irracionales,  no se le atribuye perversidad alguna. Y, sin embargo, ahora nos hallamos asaltados  y encanallados por el encanallamiento de las isobaras, los inextricable pronósticos de los meteorólogos, confundidos ya por la sucesión de embates sucesivos que arrasan las costas y las riberas,  los pueblos de montaña y los que se extienden al costado de las presas.

Somos, en fin, presas de una formidable maniobra  que, como ha sucedido con la Gran Crisis, no entendemos. ¿A qué viene esta simultaneidad de catástrofes de fuego o agua, en Estados Unidos, Europa y Oceanía? En un lugar es todo agua, en el otro es todo fuego, en todos los puntos es la furia del viento, siendo el viento el elemento más diabólico que la Naturaleza posee.

El viento no se ve ni se toca. Sólo se oye o se siente su empuje como el de una invasión bárbara que ciega, una maldad ofuscada que sólo posee la voluntad de arrasar.  Contra la inundación o el fuego hay patrullas que lo sofrenan. Frente al viento sólo cabe soportar. Igual exactamente que hemos sentido y seguimos sintiendo con la adversidad de la Gran Crisis. No hay manifestaciones, ni saqueos, ni cortes de cabezas, ni ejércitos de salvación.

No hay revolución, sólo resignación. ¿Podría concebirse pues una postura con mayor similitud a la que adoptamos frente a  la tempestad? ¿y No  se llamaba, de hecho,  a la hecatombe económica "una tormenta perfecta"? He aquí pues su correlato natural. La Naturaleza dice a voces: "¡Ahora me toca a mí!".

La naturaleza sin mente de la Naturaleza no miente.  Es puramente el mal.  Éste, por antonomasia, MAL TIEMPO.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
11 de febrero de 2014
Blogs de autor

Asuntos metafísicos 35. Tras el pensar de la ciencia

En un amable comentario a estas reflexiones, el escritor Felix de Azúa recordaba la convicción, de matriz heideggeriana, según la cual la ciencia sería ajena a la tarea del pensar. El lector se dirá quizás que  esto carece de sentido, al menos si por pensar se entiende una exigencia de inteligibilidad, pues la ciencia, en el sentido noble  la palabra,  está profundamente motivada por esta exigencia.

¿No es, en efecto, por fidelidad a exigencias irrenunciables de inteligibilidad que Einstein pasa una parte de su vida luchando contra las consecuencias ontológicas de la física cuántica? A pesar de toda su prodigiosa capacidad  descriptiva y previsora,  y de su potencialidad para concebir  instrumentos que parecen augurar una casi exhaustiva reducción de la naturaleza a la techne (piénsese en el tremendo proyecto del ordenador cuántico en el cual se halla implicado, entre otros, el físico español Ignacio Cirac), la mecánica cuántica (en su interpretación standard ) se había convertido para Einstein en un disciplina que vulneraba los principios sobre los que reposa la inteligibilidad, y en consecuencia era literalmente   ininteligible. En suma: Einstein se negaba a reducir la ciencia a su capacidad descriptiva y su potencia reductora   y  en  se negaba  a baremar   en función de ellas el peso de la misma; Einstein tenía  la convicción de que la ciencia ha de tener  un destino más elevado que no es difícil identificar a la exigencia misma del pensar  ("un uso más elevado de la matemática" que el de ser instrumento de cómputos prácticos exigía ya Descartes en su época ),

Y sin embargo, tras su evidente exageración, la convicción de que "la ciencia no piensa" tiene un poso de verdad, si por pensar entendemos algo que va incluso más allá de la búsqueda de inteligibilidad. Y no me estoy refiriendo al pensar del poeta y en general del artista, de cuyo enorme peso para  los "intereses de la razón" sigue siendo el mejor exponente la kantiana Crítica del Juicio. Me refiero precisamente al pensar de la filosofía, que de entrada surge como algo esencialmente problemático. 

La filosofía no es desde luego (al menos, eso no es  en ella lo esencial) un pensar que  , como el del poeta, explora las  potencialidades y recursos que el lenguaje tiene con vistas a su propia recreación. Pero el pensar de la filosofía no es tampoco el pensar de la ciencia.  No cabe encasillar la filosofía como una modalidad particular de  la manera de hacer de los científicos (lo cual supone que en la distribución administrativa de la universidad la filosofía  no puede ser una facultad paralela a la facultad de biología o de física, asunto considerado por Kant en su Conflict de las Facultades). Simplemente la filosofía no es  ciencia. Y sin embargo la filosofía va tras  (con todo el equívoco de la expresión)  la ciencia. Su pensar es un pensar que sigue en el tiempo al pensar de la ciencia y desde luego extrae toda la savia del mismo, pero también la filosofía está detrás de la ciencia dándole quizás soporte. La filosofía en todo caso para tener legitimidad  ha de añadir algo a la ciencia, ha de decir cosas que la ciencia no dice. ¿Qué añade o dice? Asunto problemático:

La base de las  consideraciones sobre temas de física que aquí me han ocupado pueden ser extraídas de cualquier manual de la disciplina. Ningún elemento de información es de mi propia cosecha. Ni siquiera, es un ejemplo,  el señalar la radical diferencia que para una concepción aristotélica de la physis  (en la cual el estatuto de hallarse en movimiento no puede de manera alguna ser confundido con el estatuto de hallarse en reposo) supone principio de relatividad de Galileo. Esto es  algo que en ocasiones forma parte de la reflexión del profesor de física  y en todo caso del historiador de la física. ¿Por qué sostengo  pues que estamos aquí ante un problema de metafísica y no sólo ante un problema de ciencia o de historia de la ciencia. La respuesta sólo puede venir del énfasis en la intención  Se trata ciertamente de conocimiento, y de conocimiento riguroso, y por eso la ciencia es la base, pero se trata asimismo de algo más. Pero, ¿ en qué consiste ese algo?. ¿ Qué añadir  si estuviera ya resuelto  el problema de la indispensable información (científica pero también filológica e histórica a fin de poder interpretar textos e insertarlos en contextos) y hubiera ya  sido planteado el eventual problema de evaluación e interpretación de dicha información en el seno mismo de la ciencia? ¿Qué hace, en suma, el metafísico? Habrá que seguir preguntándoselo.

Leer más
profile avatar
11 de febrero de 2014
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.