Víctor Gómez Pin
En un amable comentario a estas reflexiones, el escritor Felix de Azúa recordaba la convicción, de matriz heideggeriana, según la cual la ciencia sería ajena a la tarea del pensar. El lector se dirá quizás que esto carece de sentido, al menos si por pensar se entiende una exigencia de inteligibilidad, pues la ciencia, en el sentido noble la palabra, está profundamente motivada por esta exigencia.
¿No es, en efecto, por fidelidad a exigencias irrenunciables de inteligibilidad que Einstein pasa una parte de su vida luchando contra las consecuencias ontológicas de la física cuántica? A pesar de toda su prodigiosa capacidad descriptiva y previsora, y de su potencialidad para concebir instrumentos que parecen augurar una casi exhaustiva reducción de la naturaleza a la techne (piénsese en el tremendo proyecto del ordenador cuántico en el cual se halla implicado, entre otros, el físico español Ignacio Cirac), la mecánica cuántica (en su interpretación standard ) se había convertido para Einstein en un disciplina que vulneraba los principios sobre los que reposa la inteligibilidad, y en consecuencia era literalmente ininteligible. En suma: Einstein se negaba a reducir la ciencia a su capacidad descriptiva y su potencia reductora y en se negaba a baremar en función de ellas el peso de la misma; Einstein tenía la convicción de que la ciencia ha de tener un destino más elevado que no es difícil identificar a la exigencia misma del pensar ("un uso más elevado de la matemática" que el de ser instrumento de cómputos prácticos exigía ya Descartes en su época ),
Y sin embargo, tras su evidente exageración, la convicción de que "la ciencia no piensa" tiene un poso de verdad, si por pensar entendemos algo que va incluso más allá de la búsqueda de inteligibilidad. Y no me estoy refiriendo al pensar del poeta y en general del artista, de cuyo enorme peso para los "intereses de la razón" sigue siendo el mejor exponente la kantiana Crítica del Juicio. Me refiero precisamente al pensar de la filosofía, que de entrada surge como algo esencialmente problemático.
La filosofía no es desde luego (al menos, eso no es en ella lo esencial) un pensar que , como el del poeta, explora las potencialidades y recursos que el lenguaje tiene con vistas a su propia recreación. Pero el pensar de la filosofía no es tampoco el pensar de la ciencia. No cabe encasillar la filosofía como una modalidad particular de la manera de hacer de los científicos (lo cual supone que en la distribución administrativa de la universidad la filosofía no puede ser una facultad paralela a la facultad de biología o de física, asunto considerado por Kant en su Conflict de las Facultades). Simplemente la filosofía no es ciencia. Y sin embargo la filosofía va tras (con todo el equívoco de la expresión) la ciencia. Su pensar es un pensar que sigue en el tiempo al pensar de la ciencia y desde luego extrae toda la savia del mismo, pero también la filosofía está detrás de la ciencia dándole quizás soporte. La filosofía en todo caso para tener legitimidad ha de añadir algo a la ciencia, ha de decir cosas que la ciencia no dice. ¿Qué añade o dice? Asunto problemático:
La base de las consideraciones sobre temas de física que aquí me han ocupado pueden ser extraídas de cualquier manual de la disciplina. Ningún elemento de información es de mi propia cosecha. Ni siquiera, es un ejemplo, el señalar la radical diferencia que para una concepción aristotélica de la physis (en la cual el estatuto de hallarse en movimiento no puede de manera alguna ser confundido con el estatuto de hallarse en reposo) supone principio de relatividad de Galileo. Esto es algo que en ocasiones forma parte de la reflexión del profesor de física y en todo caso del historiador de la física. ¿Por qué sostengo pues que estamos aquí ante un problema de metafísica y no sólo ante un problema de ciencia o de historia de la ciencia. La respuesta sólo puede venir del énfasis en la intención Se trata ciertamente de conocimiento, y de conocimiento riguroso, y por eso la ciencia es la base, pero se trata asimismo de algo más. Pero, ¿ en qué consiste ese algo?. ¿ Qué añadir si estuviera ya resuelto el problema de la indispensable información (científica pero también filológica e histórica a fin de poder interpretar textos e insertarlos en contextos) y hubiera ya sido planteado el eventual problema de evaluación e interpretación de dicha información en el seno mismo de la ciencia? ¿Qué hace, en suma, el metafísico? Habrá que seguir preguntándoselo.