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Eder. Óleo de Irene Gracia

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En busca de la clave

Como los personajes en busca de autor de Pirandello, las elecciones europeas andan en busca de una clave interpretativa. Las elecciones sirven para muchas cosas, por ejemplo, para castigar a quienes tienen la responsabilidades de Gobierno. Y si no llegan a servir para hacerlos caer, como será el caso de las del 25 de mayo, al menos son útiles como severas advertencias respecto al futuro, por si alguien quiere atender al resultado para corregir el rumbo equivocado. También pueden servir, naturalmente, para marcar nuestra desafección con la política o impugnar el entero sistema. Aunque algo hay de todo esto en las europeas, en realidad, estamos ante unas elecciones sin clave. Ni siquiera es diáfana la clave propiamente europea, establecida por el Tratado de Lisboa, que obliga al Consejo a atender al resultado electoral para nombrar al presidente de la Comisión. Son grandes los esfuerzos de las principales fuerzas, y especialmente los dos grandes partidos, el popular y el socialista, por conseguir que sean unas elecciones competitivas e incluso polarizadas, donde los votos cuenten a la hora de colorear de una forma u otra a la futura Comisión. Contribuyen a esta estrategia los debates paneuropeos televisados, que aparecen por primera vez, y por tanto con un cierto retraso, justo en la época de las redes sociales y de crisis de las televisiones generalistas, que fueron las que inventaron y protagonizaron los grandes cara a cara entre candidatos electorales en los países occidentales. A pesar de todo, las campañas tienen unos efectos limitados y no digamos ya los debates televisivos de difusión y audiencia desiguales en el conjunto de Europa. Los populismos van a progresar muy notablemente, situándose incluso en cabeza en algunos de los grandes socios, y puede que sea difícil armar mayorías en un Parlamento Europeo muy fragmentado, perfectamente abonado para que progrese entre los jefes de Estado y de Gobierno que tienen que nombrar la Comisión la idea de una gran coalición al estilo alemán. La tentación de los responsables ejecutivos será pastelear como siempre a su conveniencia el paquete de cargos entero sin apenas atender a las urnas. Vistas desde lo alto, el contenido de las elecciones es precisamente la búsqueda de la clave europea. Si se encuentra, será todo un éxito, aunque se enfrenta a una clave que funciona por ausencia, gracias precisamente al ascenso de los populismos: destruir Europa en vez de construirla, participar en las instituciones europeas para devaluar las propias instituciones, dividir en vez de unir, evitar la clave en ver de encontrarla. No son únicamente los populismos los que combaten el guión europeo. También las lecturas en clave local tiran en dirección contraria a la integración, aunque no lo parezca y paradójicamente se fundamenten en el principio de subsidiariedad. Si podemos organizar unas elecciones y leer luego los resultados solo en función de nuestros intereses más inmediatos y próximos, para qué preocuparnos por la visión más general y europea. Y ahí cada país tiene la suya propia. En España servirán para poner a prueba tanto a Rajoy como a Rubalcaba, además de comprobar el estado en que se encuentra el bipartidismo. Todavía más interesantes serán los resultados catalanes, último test previo a la cita improbable del 9 de noviembre y primero de unas hipotéticas elecciones en clave de plebiscito sobre la independencia. Habrá que analizar la participación diferencial para medir el entusiasmo adicional con el proceso soberanista, calibrar la dimensión del bloque que apuesta por la consulta que plantea Artur Mas y, sobre todo, observar la foto-finish en la carrera entre ERC y CiU por convertirse en la nueva fuerza hegemónica. Ninguna de las claves locales alimenta al proyecto europeo, por más que todas proclamen aspiraciones europeístas. Así es como se suceden discursos, mítines y debates electorales sin la más mínima referencia a los desafíos que tiene planteados la UE, empezando por su relación con Rusia, su seguridad energética y su capacidad para hablar y negociar con una sola voz en el mundo. Al parecer, hay que ser vecino de Ucrania para que esas ideas lejanas y extrañas entren en campaña.



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19 de mayo de 2014
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Devolverlas a la escuela

Pocos sonidos representan mejor la vida en estado puro que las risas de un patio de escuela. Y más si esta se emplaza en uno de lugares más pobres del mundo amenazado por el terrorismo regional -e internacional-. Porque Boko Haram se considera una filial de Al Qaeda y su rebelión ha dejado miles de muertos desde el 2009. Las 276 estudiantes de secundaria secuestradas por esa banda de delincuentes que durante años ha operado en el territorio con impunidad, representaban una victoria del destino. A contracorriente, trascendiendo miedos, costumbres y leyes locales, habían conseguido creer en su dignidad. Y sus familias se habían convencido de que un puesto de trabajo cualificado era mejor que un matrimonio forzado o la triste orilla de la esclavitud sexual. El dolor y la tragedia son más civilizados cuando se producen en un lugar próspero. Hoy, Nigeria es el país más rico de África, aunque el 70% de sus habitantes vivan con dos dólares al día. Tan sólo el 44% de las niñas reciben escolarización. Había un rayo de esperanza de que, entre las dos Nigerias, acabara imponiéndose la que aspira a liderar África y prepara a una nueva generación como la llave de oro capaz de empujar el progreso. Sin embargo, la larga cadena de corrupción, fanatismo y desidia hace estragos. “Como miembro del consejo asesor global, estoy coordinando con ONU Mujeres una campaña internacional donde implicamos a gobiernos y activos sociales. El terrorismo islámico sólo se combate desde la coordinación internacional”, cuenta María Teresa Fernández de la Vega desde su Fundación Mujeres por África. Y recuerda que la exitosa campaña que ha viralizado la tragedia,”BringBackOurGirls (#DevuelvanANuestrasNiñas)” -y que en Twitter ha movilizado a más de tres millones de personas-, fue creada por las familias, una idea desesperada de las madres que no se quisieron resignar, ya que hasta entonces el Gobierno nigeriano se había mostrado tibio. Desde hace algunos días, la noticia se ha caído de la portada de los periódicos digitales: la actualidad necesita titulares frescos. Por ello las informaciones, excepto la foto de algún famoso con el cartelito (porque desafortunadamente la campaña también ha sido aprovechada por cuatro oportunistas con hambre de focos), languidecen, aunque un grupo de extremistas asaltara hace dos días la aldea donde viven gran parte de las familias. Lo más contraproducente que puede ocurrir es que mientras los aviones-espía norteamericanos sobrevuelan el país y los expertos analizan el vídeo donde las niñas aparecen cubiertas y resignadas, con las pupilas congeladas de terror, la presión mediática se relaje. Y es que el compromiso debe ir más allá de que les devuelvan la libertad. También deben devolverles su pupitre a fin de desactivar el mensaje de que estudiar y formarse equivale a poner su vida en peligro. No será fácil, pero hay que hacerlo.

(La Vanguardia)

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19 de mayo de 2014
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Poema para Octavio Paz

Poema leído el pasado lunes 12 de mayo en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en un homenaje a Octavio Paz

 

 

 

 

                                            Arpista  del  infierno

                                                       (Variaciones sobre tres versos de O. Paz)

 

El vampiro de boca sonrosada,

arpista del infierno, abre las alas,

y el vendaval del cartílago

descompone

la ropa del día de fiesta.

Somos las criaturas que hacen fila

y buscan la senda

de la perdición.

Somos las criaturas que sueñan y hacen fila

desde que oímos hablar

de un señor de las cosas

menos recomendables.

 

Llevamos deseando tu música degenerada

años que se parecen al siglo.

Y mientras llega la hora

de bajar al infierno,

el metal de tus cuerdas nos acompaña.

 

¿Hay paraíso, hay desenlace feliz, hay domingo?

No nos espera Dios al fin de la semana.

                                                 _________________

[El poema, inédito, forma parte de una reciente serie de ‘Variaciones' sobre versos de diferentes poetas. Los versos en cursiva son aquellos que tomo del poeta homenajeado]

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19 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El mal absoluto

Imitando a Cristo, el padre Ángel de la Cruz humedece sus manos y las desliza en torno al pie adolescente; se detiene una eternidad en el empeine y el tobillo, y lava celosamente cada uno de los dedos, hasta que por fin se vale de la toalla que le entrega un monaguillo y deposita un beso en la piel resplandeciente del muchacho. Ésta es, sin duda, la escena más erótica -e inquietante, e incómoda- de Obedicencia perfecta (2014), la película de Luis Urquiza que pretende retratar, sin apenas enmascararlo, a uno de los mayores criminales de nuestro tiempo, el padre Marcial Maciel.

            Encarnado por un Juan Manuel Bernal tan sobrio como intenso, repugnante en su adocenada contención, el fundador de los Legionarios no aparece aquí como el hábil manipulador de multitudes o el perverso adulador de beatas, y ni siquiera como o el estafador compulsivo o el obseso depredador de jovencitos, aunque todas estas facetas se incluyan con mayor o menor fortuna en el relato, sino como el preceptor que se vale de todos sus recursos -y de todo su poder- para seducir, y luego controlar, y a la postre destruir, a una de sus incontables víctimas. Quizás ésta sea la mayor virtud del guión de Ernesto Alcocer: su voluntad de exhibir esa faceta privada y cotidiana de quien encarna, como ninguna otra figura reciente, nuestra idea del mal absoluto.

            Filmar a un villano, en especial a uno tan imperdonable como Maciel, encarna un arduo reto. Como demostró la polémica abierta por El hundimiento de Oliver Hirschbiegel (2004), que retrataba a Hitler en sus últimos días, siempre habrá quienes se muestren indignados ante la aparente "humanización" del criminal -por ejemplo al observar la cortesía que el Führer le dispensaba a su secretaria o el cariño que demostraba hacia sus perros-, como si sólo la posibilidad de que éste fuese un monstruo sin fisuras pudiese confortarnos. Pero en realidad si algo debiéramos aprender de estas recreaciones fílmicas es que Hitler o Maciel no eran muy distintos de nosotros, y que el horror que suscitan surge a partir de esa odiosa naturaleza que compartimos con ellos.

            Obediencia perfecta posee un título inmejorable: jugando con el perverso voto calcado de los jesuitas -y de los acérrimos rivales de los Legionarios, los siervos del Opus Dei-, Alcocer y Urquiza exploran con habilidad la más profunda dimensión del abuso, esa que tiene más que ver con el ejercicio del poder que con el sexo. Bernal despliega, así, una violencia sin límites contra Julián (un atónito Sebastián Aguirre), pero no sólo contra su cuerpo sino primordialmente contra su alma: la magnitud de su deseo no sólo lo lleva a poseerlo y dominarlo -en sentido casi demoníaco-, sino a apoderarse por entero de su voluntad. A corromperlo y a la poste aniquilarlo.

            La seducción adquiere, de este modo, un sentido bíblico: disfrazado de guía espiritual, Satanás tienta al inocente con el fin de que caiga como él. El proceso, descrito a través de los capítulos sucesivos de "Obediencia imperfecta de primer grado", "Obediencia imperfecta de segundo grado" y "Obediencia perfecta", supone un camino iniciático inverso, en el cual nuestro héroe se verá obligado a superar una prueba tras otra hasta transformarse en un simple receptáculo de la ignominia. Una vez que el Maligno ha alcanzado su objetivo, como una suerte de inicuo Don Juan, el sujeto devenido objeto deja de resultarle interesante y procede a buscar a su siguiente víctima.

            Si la película no ha alcanzado el éxito que se esperaba, y si multitud de críticos se han apresurado a lamentar que deje de lado el contexto en que se Maciel desarrolló su carisma o que sus dardos no se dirijan de manera explícita contra la Iglesia en su conjunto -o, de paso, contra el nuevo santo que protegió al criminal hasta su último suspiro-, se debe acaso a la sutileza teológica que subyace a su apuesta estética: un drama íntimo, casi secreto, entre el Gran Seductor que por momentos luce ávidamente enamorado y el muchachito incapaz de resistir a su asedio.

En el fondo, ninguna denuncia de los crímenes de la Iglesia, de los Legionarios y del propio Maciel resulta más vibrante que ésta: en la escena final, dolorosamente circular, el sacerdote vuelve a mojarse las manos para deslizarlas en torno a un nuevo pie adolescente, mientras Julián lo asiste con un semblante que refleja más resignación que despecho. La odiosa resignación del mundo entero frente a quien se fue a la tumba en perfecta impunidad.

           

Twitter: @jvolpi



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18 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las dos caras de Modi

El siglo XXI está saliendo más identitario y nacionalista de lo que previeron algunos ingenuos profetas intelectuales de la globalización. Las mayores pruebas las encontramos entre los países emergentes, en los que el crecimiento económico y el surgimiento de unas nuevas clases medias vienen normalmente acompañados de un afán de mayor protagonismo en la escena internacional y una actitud desacomplejada en las disputas y rivalidades vecinales. Asia entera es la región del planeta donde más claramente se expresan estas tensiones nacionalistas del siglo XXI, como demuestran los crecientes conflictos por aguas territoriales entre China y sus vecinos y una cierta escalada armamentística a la que todos contribuyen. También la mayor democracia del mundo, que es India, se ha situado definitivamente en esta dirección con la rotunda victoria electoral que acaba de obtener Narendra Modi al frente del Bharatiya Janata Party, el partido nacionalista hindú. Quien será el nuevo primer ministro ha dado ya mucho que hablar antes de ganar tan rotundamente las elecciones por mayoría absoluta, por dos motivos vinculados a su gestión como primer ministro del Estado federado de Gujarat (60 millones de habitantes). Modi ha sido una especie de Jordi Pujol indio, nacionalista pero amigo de los negocios (business friendly), con la diferencia notable de que ahora ha utilizado su éxito regional para alcanzar el poder en Nueva Delhi e intentar el éxito económico en el conjunto de India. Gujarat es una de las locomotoras del desarrollo industrial y agrario, con un crecimiento por encima del 10% en los últimos cinco años. Junto a la cara radiante, que corresponde al éxito económico y a la esperanza que suscita de convertir India en una superpotencia económica ?que persiga a China en la carrera por la supremacía?, hay otra cara inquietante, como es la sombra de los disturbios entre hindúes y musulmanes que ensangrentaron Gujarat en 2002, provocaron más de mil muertos, 150.000 desplazados, y la destrucción de mezquitas y edificios. Modi fue procesado y posteriormente absuelto por la supuesta complicidad con una violencia que ha recibido los calificativos de pogromo antimusulmán, genocidio, terrorismo de Estado o limpieza étnica. El temor a que el modelo no sea solo económico sino también de nacionalismo étnico y religioso preocupa a la numerosa minoría musulmana (176 millones). Con Modi, India se hace conservadora, liberal y nacionalista, en contraste con la India socialdemócrata, laica y dinástica de los Gandhi. Todo un motivo de reflexión tratándose de un país que, según Global Firepower, portal digital que evalúa la fuerza militar de los países, cuenta nada menos que con la cuarta capacidad del mundo, detrás de Estados Unidos, Rusia y China. 



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17 de mayo de 2014
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El show de las mujeres de portada

Las mujeres mandan por fin en Cannes, tras 66 ediciones en las que su escasa presencia (una sola premiada en su historia, la que ahora preside el jurado, Jane Campion) debería haber avergonzado a la dirección del glamuroso festival de la Costa Azul, justo cuando se caen de la dirección de dos de los periódicos más importantes del mundo las mandamases. El mismo día, el pasado jueves, se anunciaba la destitución de Jill Abramson, directora del New York Times, y la dimisión de Natalie Nougayrède en Le Monde. La primera ha estado casi tres años en el cargo, la segunda algo más de uno. Ambas vivieron la grandeza del momento: dos rotativos históricos por fin eran comandados por una mujer, rompiendo ese maleficio que, negro sobre blanco, las aleja de los despachos de la última planta. Contaba Ken Auletta, en un amplio reportaje en New Yorker que “cuando Eileen Shanahan, que llegó a convertirse en una periodista económica muy respetada, tuvo una entrevista con Clifton Daniel, entonces redactor jefe, en 1961, ocultó su deseo de llegar a ser directora. “Todo lo que siempre he querido es ser periodista en el mejor periódico del mundo”, le dijo. “Eso está bien -respondió Daniel, según contó Shanahan- porque puedo asegurarle que ninguna mujer será jamás directora del New York Times”. Arthur Sulzberger jr., editor del diario y presidente de la compañía a la que pertenece, se ha referido a un problema de gestión de Abramson con la redacción, sin especificar cuál, mientras se aireaban rumores de todo tipo: su fama de tozuda y arisca, una mezcla de clase alta y clase baja en su voz nasal, la obstinación como brújula… Y la evidencia de que sustituir a la primera mujer que en 150 años de historia había pilotado el Times por el primer afroamericano, Dean Buquet, no era un mal cambio. Hito por hito, a fin de calmar a las minoríasque hoy representan más de la mitad de la humanidad. Cuando una mujer tiene problemas en un puesto de dirección, y acaba saliendo -bien o mal-, la sombra de la duda refulge implacable: basta el socorrido “es conflictiva” para que sea eliminada de todas las quinielas y un complaciente y miserable regocijo colme a aquellos que envidiaron sus ascensos. El creciente poder para las estrellas del pop es, en cambio, un ejercicio cada vez más desinhibido y falocéntrico. La última actuación de la cargante Miley Cyrus con un muñeco hinchable (muy bien dotado), resuelta a lograr vender más discos que Beyoncé, pero sobre todo a enseñar cómo la cultura Disney y el marketing acaba cortocircuitando la belleza, basta para demostrarlo. Cuando Abramson asumió el cargo, afirmó que dirigir el New York Times era como ascender al paraíso, que es cómo debe sentirse Miley con su pornoshow. Bajar a los infiernos carece de glamur. Y menos cuando una está detrás de la portada, y no en ella. Escote y piscina Existen dos tipos de modelos: las que sonríen poco, apenas tienen pecho y su languidez inspira a diseñadores, y las voluptuosas. La rusa Irina Shayk pertenece a esta segunda categoría, aunque la erótica del poder que se le ha adherido ejerciendo de novia de Cristiano Ronaldo multiplica su influencia. El marketing de la solidaridad resulta tentador porque atenúa la barrera que muy a menudo levanta la belleza. Pero también se corre el peligro de frivolizar una causa justa. Como ha ocurrido con la foto que se ha hecho apuntándose a la campaña de las niñas nigerianas secuestradas. Aunque lo más obsceno no es su torso desnudo -que cubre con el cartelito- sino la piscina que asoma detrás, estilo sauna, donde posa con caída de párpados y media sonrisa. Lo mejor de la vida La primera vez que a Vanesa Lorenzo le hablaron de Carles Puyol fue en la residencia del embajador de Francia de Madrid, en la entrega de unos premios. Ella llevaba un vestido largo y sus gafas de ver, que le confieren ese aire de estudiante de literatura noruega. Y un amigo común le desgranó las virtudes del crack, no solo las públicas sino los gestos comprometidos con los que Puyol siempre ha facilitado la vida a los suyos, Tras el primer encuentro, fugaz, con el nervio en la sien, empezó el encantamiento. Y entre cines y partidos, sueños y rodillas, cachemiras y copas, se entretejieron los mimbres del amor y su pegamento. La historia de uno de los futbolistas más carismáticos no podía ser más romántica. Focofobia El de Dani Rovira es el éxito del gracioso de la clase, el feo con brillo en la mirada del que todo el mundo se acuerda el día después de la fiesta. Gracias al atronador éxito de Ocho apellidos vascos, se ha colocado en medio del huracán mediático. Unos y otros quieren aprovechar su momento de gloria. Pero la sobreexposición preocupa a los actores sensibles cuando se ponen de moda, como Quim Guitérrez. Esa sensación de sentirte no mecido, sino empujado a aprovechar tu momento de oro implica no renunciar a nada. Rovira ha declarado su sensación de acoso mediático y la nostalgia de la pérdida de anonimato. Conjugar libertad y fama es una vieja utopía, casi como saber mantenerse arriba y bajar cuando corresponde, sin dolor narcisista. (La Vanguardia)

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17 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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50. Gatos

 

¿Y gato, no tienen ustedes gato?

Olvido García Valdés, Y todos estábamos vivos

 

La clave está en el gato. El personaje La amante de Wittgenstein, de David Markson, le escribe una carta a Heidegger para preguntarle posibles nombres para su gato. La poesía debe buscar el gato -la novela tiende a perseguir, más bien, al gato onza o Gatopardo-, y así lo ha hecho tradicionalmente: la poesía metafísica inglesa perseguía al gato ignaciano, la escuela de Jena quería encontrar el gato encerrado de la lírica y Cernuda el gato de la canción eliotiana de Prufock, según Julián Jiménez Heffernan (La palabra emplazada). Bajo esa imagen de gato mistérico, que podríamos remontar al antiguo Egipto y los poetas órficos, se encierra todo lo inasible que es la almendra misma de lo poético. Como los gatos, encierra siempre algo inextricable y, como los gatos, desaparece a temporadas sin dejar rastro. "¿Por qué el gato sabe que la caricia es suya?", se pregunta uno de los poemas de Jorge Riechmann en Desandar lo andado. Cualquier esfuerzo lírico que busque al gato está condenado al éxito, aunque lo persiga bajo las formas de gato de Chessire, de gato con botas, del Gato metafísico de Américo Ferrari, del "gato de fuego" de Wallace Stevens, de "El gato egipcio" de Oliván, de "El gato negro" de Edgar Allan Poe que Amalia Iglesias Serna saca a pasear en un poema homónimo de Antes de nada, después de todo; del "Gato en el hombro" de Álvaro García, del gato que Büchner hacía abalanzarse sobre Lenz, el gato autoconsciente de Natsume Soseki, el gato que según César Vallejo, le escribió un poema[1], el gato que Jordi Doce hacía salir de "Caza menor" en Gran angular, o el que Valente lanzaba lleno de latas del coro al caño y viceversa; y aún quedan los de Eliot: el Original conjuring cat o mi preferido, el gato persa al que alude en Five-fingers excercises y al que el poeta pide respuesta sobre la detención o continuación del tiempo. Baudelaire, en "El reloj", un hermoso texto de Spleen de París, explica que "los chinos ven la hora en los ojos de los gatos", y que cuando alguien le preguntaba qué miraba en los ojos de su felino, le respondía "Sí, veo la hora: ¡es la Eternidad!". Qué otra cosa busca el lector sino quedarse en suspenso.

 

 


[1] "Pienso en mi gato que sentado en la mesa, intervino en un poema que yo escribía, deteniendo con su pata mi pluma según el curso de mi escritura. Fue el gato quien escribió el poema"; César Vallejo, "Del Carnet de 1936/1937", en Poemas en prosa. Contra el secreto profesional; Laia, Barcelona, 1977, p. 91.



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17 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cosas que uno necesita con urgencia, pero no sabíamos que…

Cosas que uno necesita con urgencia, pero no sabíamos que existían: housingworksbookstore:

If a bookshelf and a comfy chair met in a bar, hit it off, and had a baby, the result would be this chair, from furniture company Nobody & Co. It?s called the Bibliochaise, and for lazy readers (aren?t we all?), it?s the library of the future. The Bibliochaise ? which really looks more like a throne ? holds five meters of books, which works out to about 300 of your favorite classics. (via The Bibliochaise Bookshelf Chair Is a Miniature Library for Your Apartment | Swimmingly)



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15 de mayo de 2014
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Memorioso y disfrutón

“La vida da muchas vueltas”, admite Miguel Arias Cañete en el minuto 36 de la entrevista como argumento para no juzgar los diversos modelos de familia. “Se trata de una realidad con la que tenemos que convivir y a la que tenemos que crearle los marcos jurídicos que permitan su mejor desarrollo. Yo prefiero una familia de corte tradicional en un entorno estable y ordenado. Todo el mundo tiene sus circunstancias, y la vida da muchas vueltas”. ¿Su vida ha dado muchas vueltas?, le pregunto. “La mía ha sido muy constante”, responde. ¿Lineal? “No, lineal no. Hubo una época de juventud más movida y traviesa, pero una vez decidí casarme, mi compromiso fue para siempre”. La recepción de la sede del PP en Génova tiene empaque de multinacional. Podría ser el vestíbulo de una empresa del Ibex 35, provista de un mostrador semicircular donde atienden unas muchachas que se toman muy en serio su trabajo. Cubículos acristalados y funcionales componen la mayor empresa política española, con 800.000 afiliados. En una pequeña sala de reuniones animada con un desayuno, Miguel Arias saluda con un “hola” alargando la “a”, una vocalización muy propia de la jet madrileña más risueña. Es fácil percibir el sello disfrutón en su entrecejo, su mirada expectante, a punto de la ocurrencia. Este hombre orondo y barbudo cuenta con la simpatía de limpiabotas, reyes árabes, marquesas del barrio de Salamanca, pescadores y productores de aceite. Y con la animadversión de quienes lo tildan de excesivo y rancio. Dispuesto, solvente, campechano, histriónico, y lo que tanta falta le hace al PP: guasón. “Yo propuse como eslogan: ‘Vota Cañete’. Es potente, ¿eh? pero no me dejaron… a mí me disfrazan de Papá Pitufo”. Miguel Arias Cañete ha sido el ministro mejor valorado del Gobierno. El que se zampó un yogur caducado o un pepito de ternera en plena crisis de las vacas locas, emulando el show de Fraga en Palomares; el que provoca regalando titulares costumbristas sobre nuestro vino o jamón. ¿Bonhomia? “Sí, cien kilos. Soy un perfecto ejemplo del fracaso de las dietas. Cuando hago cinta, miro las calorías que quemo para poder hacerle hueco a una cervecita”. Primera revelación: conserva a sus amigos del colegio casi en la edad de la jubilación, y siguen comiendo juntos los primeros viernes de cada mes. La segunda: conserva una memoria fotográfica y recuerda al detalle los primeros años de su vida. También su familia -casado con Micaela Domecq y Solís-Beaumont desde hace treinta y seis años, con la que tiene tres hijos- y su compromiso con el partido (en 1982 ya pertenecía a la ejecutiva nacional de Alianza Popular) continúan intactos. El suyo es el manual del buen conservador aunque afirma que su carrera política es el resultado de un cúmulo de casualidades, y de suerte. “De estar en el lugar oportuno el día oportuno”. De joven fue “trabajadorcísimo y cumplidor, con mi puntito simpático”. El primer rayo de sol de su vida lo conoció en Tetuán, donde vivió hasta los seis años ya que su padre ejercía de asesor jurídico del Alto Comisariado del Protectorado de Marruecos. “El haber convivido con otra cultura te hace más tolerante”. Y desgrana un sinfín de escenas: la tortilla de patata con arena en la playa del Rincón, las sandías que enfriaban en el mar… “De mi padre heredé el sentido del esfuerzo, que no te regalan nada en la vida; de mi madre, la tolerancia, la mano izquierda, el hacer familia”, añade. Cuando Rajoy perdió sus primeras elecciones presidenciales en el 2004 y la vieja guardia puso pies en polvorosa, tan solo él y Ana Pastor lo acompañaron en su travesía por el desierto. Aún y así “conserva” su sintonía con José María Aznar. Era difícil meterlo en campaña, pero ahí estaba la destreza de Cañete. “Hemos regresado a donde tu nos dejaste” le dijo pública y sentidamente a Aznar. Le repito estas palabras, pero las elude. Igual que evita analizar el éxito eurovisivo de la drag queen Conchita Wurst, y aunque cueste creerlo, afirma que no lo ha visto aún: “escucharé la canción sin ver la imagen para que no me influya”. ¿Prejuicioso? “No, yo respeto a todo el mundo”, insiste. El candidato del PP pide un café con “una gota de leche” arrastrando un ligero deje andaluz. Hedonista pero recto. Nunca le ha faltado de nada, acaso por ello ha antepuesto la vocación política al dinero. Dice que si preguntáramos a su mujer, nos diría que es un altruista y un estúpido, capaz de cerrar su despacho de abogado para darse al partido. No representa al núcleo más ideologizado del PP pero se declara, con la boca llena de croissant, un hombre de derechas con unos principios inamovibles: “pocos pero muy claritos, economía social de mercado, modelo liberal, defensa de la familia y unidad de España”. Lo peor que le ha pasado en la vida fue un accidente que sufrió junto a su esposa, en 1992. Él estuvo dos meses en el hospital; su mujer un año y medio. Le tocó procesar su culpa, “quedamos escachifollados -mejor pon descuajeringado que lo de follado suena regular-”. Al darles el alta, invitó a las 36 enfermeras que los atendieron a Estrasburgo. Cree en Dios y en la vida eterna. Y se lamenta de la supresión del limbo como lugar de paso. Sus frustraciones confesables guardan relación con el amor por los coches de carreras: “No haber participado en unos juegos olímpicos”, por ejemplo. Ahora, defiende estas elecciones europeas como brújula y faro. Y en cuanto a las utopías, más Cañete que Arias recurre a un sofisma del torero Manolete: “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. (La Vanguardia)

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15 de mayo de 2014
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