Lluís Bassets
Las guerras que nos alarman están en Ucrania, Oriente Próximo y el corazón de África. Nos alarman en grado variable, aclarémoslo pronto. Estamos en una globalidad económica y financiera que se fragmenta en cuanto descendemos a la realidad de la política y de los medios. Lo que más nos alarma y nos afecta son las oleadas de refugiados que llegan a nuestras costas o las dificultades que se avecinan respecto a los suministros de gas ruso y petróleo árabe.
Pero no es en estas ollas próximas donde se cuece el auténtico y mayor peligro bélico del siglo XXI. Mucho más lejos, en las aguas tropicales del Mar del Sur de la China, es donde se halla la futura olla bélica del mundo, según explica el periodista y redescubridor de la geopolítica Robert Kaplan, en su libro más reciente The Asian Cauldron (La olla asiática). Allí, los países ribereños se disputan las aguas territoriales alrededor de más de 200 fragmentos de tierras emergidas de soberanía discutible e incierta y lo hacen a cara de perro. Ese mar peligroso es el hermano gemelo del Caribe, rodeado también de archipiélagos, poblado de recursos pesqueros ingentes y con la mitad del tráfico de mercancías del planeta, pero con dos características similares en cuanto a capacidad conflictiva: su subsuelo marino está atiborrado de hidrocarburos y su costa septentrional es la de una superpotencia con vocación de dominio mundial.
Kaplan redescubrió la vieja geopolítica terrestre antes del zarpazo ruso sobre Ucrania en La venganza de la geografía y ahora nos descubre la nueva geopolítica marítima en el momento en que China se arrellana en sus lindes marítimos y se multiplican los incidentes con sus vecinos. Para Pekín no es solo cuestión de acceder a los recursos energéticos que necesita su voraz economía, sino ante todo la afirmación en su glacis de seguridad marítima. El resultado es que en esta región del planeta hay una auténtica carrera de armamentos y crecen a toda velocidad los gastos de defensa, principalmente en misiles de corto y medio alcance y en medios navales, preferentemente submarinos.
Kaplan es pesimista, a la vista de las dificultades que tiene Washington para desplazar de una vez el pivote o eje mundial de su política hacia Asia en vez de seguir entretenido en los pivotes desgastados de Europa y Oriente Próximo: ?El Mar del Sur de la China, más que ninguna otra parte del mundo, es donde mejor se ilustra qué costes tendría el declive de Estados Unidos o incluso la parcial retirada de sus bases militares?, escribe.
Si de la antigua doctrina geopolítica se deducía que quien dominara el corazón del continente euroasiático dominaría el mundo, en su nueva visión geopolítica del siglo XXI, organizada en el espacio marítimo, cibernético y satelital, quien domine el Mar del Sur de la China dominará el mundo. Y ya sabemos quién tiene las mejores cartas.