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El ring del PSOE

Pedro Sánchez y Eduardo Madina representan el liderazgo con tejanos y sin tripa, aspecto interesante para acometer la imprescindible renovación socialista. Ambos espigados: alabado por su hechura, Sánchez es “guapísimo” según Esperanza Aguirre, quien debería saber que la edad no exime de contar hasta cinco antes de piropear a los señores; y Madina, más indie y viajado, con manejo de la neuropolítica, experiencia en el aparato y grandes amigos como Patxi López o el propio Rubalcaba. Fuera quedaron las mujeres de la contienda, mejor dicho, se autocensuraron: Susana Díaz prefirió el plácido acomodo timbrado de azahar y palmas amigas en su feudo andaluz, y Chacón ha asumido su nuevo estatus de profesora en Miami, aguardando escenarios más propicios, escarmentada por el vodevil de barones y delegados que vivió en Sevilla. En el anticipo del congreso, los dos candidatos que pelearán por el cinturón socialista huyeron del debate, protagonizando en su lugar una sesión de sparring, un calentamiento para llegar al atril el próximo domingo con alianzas, confianza y soltura. Aunque ambos tengan experiencia con el micrófono -uno como profesor, el otro como político y tertuliano-, transmitir fiabilidad y solvencia en política es una tarea ardua. Los especialistas en dominar el terror a hablar en público señalan que es necesario aceptar la ansiedad y reutilizar la adrenalina como impulso para proyectar la voz y el mensaje. Además, hay que trabajar el ritmo del texto, tener los músculos a tono y los reflejos a flor de piel, dominar la presión de los intestinos y, sobre todo, confiar en el público, que no está ahí para hundirte. El lenguaje del mitin requiere más redaños que dientes. Su oratoria se construye sobre la repetición y la vehemencia: “Recorreremos kilómetros para trabajar, trabajar, trabajar”, jaleaba un pragmático Sánchez para quien el hecho de ser hasta hace un par de meses un perfecto desconocido suma a su favor, como los actores revelación. “Me veo en vosotros -decía en cambio el idealista Madina-, soñad, soñad… vuestros sueños serán imparables”. Norman Mailer escribió que “tarde o temprano las metáforas pugilísticas, al igual que los entrenadores de boxeo, o bien se vuelven sentimentales, o se vuelven militares”, y tenía razón. La estrategia de Sánchez, que nunca ha pertenecido a la Ejecutiva ni al Comité Federal del PSOE, ha sido la de la blitzkrieg: el que pega primero gana. Madina, por su parte, apuesta por el control y la autoridad. Al final de su actuación, dio una fuerte palmada en el atril y se dijo a sí mismo “vamos”, una muletilla que tanto puede tener que ver con el entrenamiento, como con la emoción o los intestinos. (La Vanguardia)

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9 de julio de 2014
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La fábrica de los portentos

Cuando hablo delante de un auditorio acerca de la pasión, o el vicio de la lectura, y alguien me pregunta por mi libro preferido, respondo que Las mil y una noches. Leer por entero este libro de los libros, dice Jorge Luis Borges, podría llevar a la locura. Y yo diría, a la más placentera de las locuras. En árabe, mil y una noches significa infinidad de noches. Por eso el temor de Borges a la locura ante la prueba de leerlas o escucharlas todas. Lo infinito no es sino la locura misma.

Las caravanas llevaban las historias hasta los hakawati, los cuenteros, que en las plazas y mercados se ganaban la vida relatando a viva voz aventuras prodigiosas a un auditorio que los escuchaba embelesado; y allí, otra vez, las historias volvían a ser transformadas, tanto en la cabeza y en la lengua de quienes las contaban, como en las de quienes escuchaban; y estos a su vez repetían sus propias versiones en los establos, los mesones, las barberías, los harenes, las cárceles y las cocinas.

De boca del cuentero a la boca de sus oyentes, entre los que se hallaban las esclavas y eunucos que repitieron esas historias sabias y a la vez descabelladas al oído de la princesa Scherezada, quien habría de contárselas a su vez, para salvar la vida, al sultán homicida que no se saciaba en su venganza contra las mujeres porque su esposa lo había engañado con un esclavo. Y esos cuentos cambiarán otra vez en boca de ella. Las variaciones de la imaginación también sus infinitas.

Para un niño ávido y curioso este libro tiene una ventaja inigualable, y es que puede empezar  a leerlo por cualquier parte, eligiendo cualquiera de los cuentos. Lo mismo ocurre con un adulto, que no precisa seguir el orden estricto en que los cuentos están presentados, salvo que, en la secuencia que les da la propia Scherezada, quien debe mantener interesado al sultán para no perder la cabeza bajo el alfanje del verdugo, la historia se prolongue más de una noche antes de alcanzar su desenlace.

Pero yo recomendaría comenzar siempre leyendo el relato inicial, aunque después variemos el orden de la lectura a nuestro gusto,  pues así vamos a enterarnos del porqué de la venganza del sultán, que es el porqué de aquella numerosa sucesión de relatos. Ese primer cuento, a manera de una columna vertebral, ofrece no sólo una estructura, sino también una tensión a todo el conjunto. A Scherezada, la que cuenta cada noche, le debemos el sentido unitario del libro, que de otra manera quedaría desperdigado.

             El sultán  tiene ya tres años de ejecutar cada noche a las doncellas que le son dadas por esposas cuando Scherezada entra por primera vez a su lecho. Su venganza es contra la mujer que lo traicionó, que quiere decir contra todas las mujeres. Y el plan de Scherezada es mantener despierto al sultán con las historias que cada noche va a contarle.

Mientras leemos, no sabemos si el sultán va a aburrirse una noche de tantas y al amanecer ordenará la ejecución de la narradora. Si eso ocurriera, este libro de vida tan precaria, porque depende del capricho de un déspota, acabaría en el mismo momento como si nos lo quitaran de las manos.

            Pero Scherezada no sólo se salva de la muerte, sino que salva también a las mujeres del reino, a todas esas niñas que al crecer serían desfloradas y luego decapitadas. Y nos ha salvado también a nosotros los lectores, que podemos terminar de leer el libro que ha durado esos largos tres años en ser narrado.

Las historias han pasado de boca del cuentero callejero a la de ella Scherezada; o, viceversa, es él quien alimenta su repertorio de lo que ella cuenta cada noche en la alcoba. Y así los dos ganan su vida. Uno se salva del hambre, la otra de la muerte.

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9 de julio de 2014
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El relevo

Mi padre hurgó en mi bolso, creo que en busca de unas monedas para comprar tabaco, y encontró un librillo de papel de fumar, Smoking rojo. Ya habría cumplido los dieciocho y aprobado el COU con matrícula, por lo que creía que aquel logro me eximía de cerrar unos cuantos bares con el melancólico Walk on the wild side, si es que alguna canción puede ser melancólica a los dieciocho años. No supe cuánto le había sorprendido su hallazgo por él, sino gracias a esa incontinencia maternal que siempre se anticipaba para tender puentes a riesgo de no saber guardar secretos. El silencio de mi padre me heló más que mil discursos. No mencionar aquella molesta revelación ?porque entonces los jóvenes no fumaban tabaco de liar, sino Fortuna?, hacer la vista gorda, me hizo sentir lo que en verdad era: la única responsable de lo que llevaba en mi bolso. ?Ya es mayor?, escuché que decían en la sobremesa ante el mantra materno de ?habla con ella?. Nunca conversamos sobre ello, ni hacia el final de su vida, cuando hablamos de tantas cosas. Los que pertenecemos a la generación del rey Felipe VI -nacidos entre en la década de los años sesenta y los setenta- y que conocimos un mundo mucho más próspero que el de nuestros padres pero también más que el que se han topado nuestros hijos, nos acostumbramos a dibujar una línea imaginaria en casa que distinguía el amor de la confianza. Queríamos a nuestros padres, sí, pero ni los besábamos tanto como hacemos hoy con nuestros hijos, ni ellos nos dedicaban largas y profundas conversaciones como ahora se impone en el imaginario de la paternidad ejemplar. Ignoro por qué, a pesar de la glorificación de la familia, hace apenas cuarenta años el cariño entre sus miembros era esquivo y las distancias marcadamente jerárquicas, inviolables y tediosas, independientemente del grado de tolerancia. Ignoro si a los veinte años, Don Juan Carlos de Borbón le registró alguna noche la cartera a su hijo. Ni qué control ejercía sobre él, y si lo hacía, hasta cuándo. Corren leyendas de algunas de sus juergas en el internado, pero siempre se mostró comedido, con novias y rupturas como cualquiera a su edad. Hasta el día en que su padre, como les ocurre a casi todos, observó que su hijo echaba canas, sonreía con un encanto del que él ya se sentía huérfano, y tenía ?el plato lleno de ocupaciones alegrías ? ?como dijo el entonces príncipe a los periodistas cuando nació su hija Leonor, eligiendo una metáfora insólita-. Había que dar paso a la generación capaz de dominar unos tiempos en permanente cambio y llamada a ejercer otro tipo de liderazgo, un distinto manejo del poder, los privilegios y prebendas. La mayor parte de directivos de las empresas más importantes de España están presididas por hombres (solo una mujer, Esther Alcocer) de edad parecida a la de Felipe VI. No son nativos digitales, comieron algún Tigretón, vieron a Curro Jiménez en la tele, hicieron la transición de la Olivetti al Mac y pasaron de ir a la discoteca a cenar sushi en casa convertidos en DJ´s. De sus madres valoraron su sacrificio, y defendieron sus causas olvidadas, que han intentado aplicar en sus casas. Felipe VI dejó bien claro en su proclamación que es un rey con familia. Un padre que acostará a sus hijas por la noche. Un hijo capaz de hacer emocionar a su madre. Un marido que se deja acariciar por su mujer, protectora: ?la reina de clase media? que ha vivido más que él, tan acolchado entre algodones y pistas de esquí. Fotogénicos, pletóricos, exhibiendo sus afectos en la principal campaña de publicidad global, Felipe VI y su familia estrenaron reinado con una puesta escena de bajo perfil, contenida pero besucona.

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8 de julio de 2014
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Ni yo, ni mí, ni conmigo

Las personas se asustan de sí mismas. Esa es la conclusión a la que llega un chocante estudio, publicado en Science, capaz de demostrar que a la psicología audaz no le tiemblan los métodos. Los voluntarios del experimento llevado a cabo por Timothy Wilson (Universidad de Virginia) podían elegir entre pasar 10 minutos solos con sus pensamientos, o bien autoadministrarse una descarga eléctrica, mirar fotos de cucarachas o escuchar el sonido de un cuchillo rayando el cristal de una botella. La mayoría escogió la descarga, y pagó para evitarla. La ausencia de móvil, tableta o libro resultaba más difícil de gestionar que electrocutarse. Pensar incomoda, según este estudio, que determina una psicopatía cada vez más extendida: huir de la inactividad. Evitar enrocarse en una cadena de pensamientos incontrolables, que parecen viajar en ascensores: se presentan, suben cimas, se desinflan, reaparecen y acaban por conducir al vacío. En un tiempo en que la palabra intimidad parece traducirse en una pantalla, y ha sido despojada de su valor existencial, recogerse, meditar e incluso ensoñarse son verbos temidos. La actividad es reparadora y entretiene; “prefiero no pensar”, dice la gente. Y lo que parece comprensible para un periodo de duelo o desamor resulta antinatural como estado permanente. El propio investigador, Wilson, se mostraba sorprendido. No sé hasta qué punto influye el medio para determinar el alto grado de absentismo mental que demuestra el estudio, pero, en verdad, nuestra sociedad hiperestimulada rehúye rabiosamente la reflexión. La palabra protocolo se ha instalado tanto en lo ortodoxo como en lo heterodoxo para determinar cómo hay que hacer las cosas, y hasta tal extremo se han bajado las espadas que incluso permitimos que dirijan nuestras emociones, como demuestra otro estudio no menos audaz realizado por Facebook y la Universidad de Cornell (Nueva York). Durante una semana suministraron noticias escogidas a 700.000 usuarios de la red social para analizar su reacción, con la intención de demostrar que Facebook puede hacernos sentir infelices al crearnos expectativas no realistas de lo maravillosa que la vida puede llegar a ser. Pero, además, comprobaron que suprimiendo estímulos positivos -como buenas noticias o comentarios- gran parte de los participantes tendía a deprimirse. Si bien quisieron demostrar la eficacia del contagio emocional, a riesgo de manipular los sentimientos de sus usuarios, por lo que han sido muy criticados, también han evidenciado la fragilidad de ese espíritu voluble que antes prefiere hacerse daño a sí mismo que enfrentarse a sus propios pensamientos. Como si hacer volar palomas, reírse de las chispas del día, imaginarse el propio funeral o ejercer la miltoniana capacidad de “hacer un cielo del infierno y un infierno del cielo” no fueran entretenidas actividades del lápiz del pensamiento.

(La Vanguardia)

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7 de julio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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En vísperas de la independencia

Una nueva nación se halla en vísperas de su independencia. No es la catalana. Al menos a lo que alcanza la vista. No será efecto de una súbita vocación que cuaja con una crisis económica y otra política. Se producirá, si se produce, por efecto de una lenta maduración de casi un siglo y fruto sobre todo de la bancarrota de un país de fronteras artificiales como Irak. Kurdistán empezará a existir como Estado independiente en la medida en que el primer ministro iraquí, Nuri El Maliki, sea incapaz de controlar y mantener unido a Irak. El Kurdistán iraquí tiene ya una prolongada existencia política como región autónoma dentro de Irak, antes incluso de la caída del régimen de Sadam Husein como resultado de la invasión estadounidense. Estados Unidos y sus principales aliados en la primera guerra del Golfo crearon una zona de exclusión de vuelos a partir del paralelo 36 destinada, principalmente, a proteger a la población kurda, que había sufrido dos ataques genocidas con armas químicas, ambos con decenas de millares de víctimas civiles, por parte del régimen baazista, el primero en 1988 durante la guerra de Irán con Irak y el segundo en 1991 al término de la guerra de Kuwait. El maltrato proporcionado por Sadam Husein a los kurdos contribuyó así a la creación de una administración autónoma, casi independiente en la práctica, primero en 1992 de hecho y a partir de 2003 con el nuevo Irak liberado por EE UU de derecho. Se cumplirá así la regla que formulaba Jordi Pujol antes de abandonar el realismo político con que condujo su carrera de gobernante: las independencias se producen como resultado de desagregaciones imperiales y de la implosión de estados construidos artificialmente. Cataluña es como Lituania, apostillaba, pero España no es como la Unión Soviética. Siguiendo esta regla, vemos que el Kurdistán que salga de la actual crisis será hijo de la ruptura de Irak y nieto de la caída del imperio otomano, hace casi cien años. Al contrario de lo que sucede con otros nacionalismos, el reconocimiento de la existencia de la nación, al menos como hipótesis de trabajo, es anterior en el caso kurdo a la existencia del nacionalismo. Los kurdos son un conjunto humano de unos 30 millones de personas, repartidos entre Turquía, Irán, Irak y Siria, que hablan dos dialectos tan diferenciados como el inglés y el alemán (David McDowall: A Modern History of the Kurds). Son un pueblo de las montañas y altiplanos en la confluencia entre estos cuatro países de Oriente Próximo, cuyo territorio solo empezó a delimitarse en el momento en que se especuló, aunque luego quedó en nada, con la creación de algún tipo de entidad territorial o incluso Estado independiente como resultado de la partición del imperio otomano, en la Conferencia de París de 1919 y las subsiguientes conferencias de paz (Sèvres y San Remo), en las que se remodeló el orden internacional tras la derrota de los imperios centrales en la Primera Guerra Mundial. Los kurdos han jugado todas las cartas y con frecuencias malas en los distintos países en los que están asentados, guerra civil kurda incluida. Pero los kurdos iraquíes que están ahora a punto de obtener la independencia han sido astutos y pacientes. Su presidente, Massud Barzani, ha pedido al parlamento regional que convoque un referéndum de autodeterminación del que pueda surgir el Estado kurdo independiente, pero no excluye todavía un acuerdo que le permita mantenerse dentro de un Estado iraquí viable. La ofensiva del islamismo radical sunní le ha proporcionado un regalo inesperado al permitirle el control de Kirkuk, capital de la principal región petrolífera del país, que habría caído en manos fundamentalistas de no ser por los pehmergas kurdos. Nadie en la región, Turquía, Irán, Siria, Israel, y fuera, Estados Unidos o Unión Europea, va a oponerse a que los kurdos impidan que el califato yihadista se haga con unos pozos petrolíferos tan significativos. Su reconocimiento internacional está al alcance de la mano. Sufrir un genocidio, verse expulsado de un Estado fallido y vivir sobre un tesoro energético son mimbres suficientes para construir una nación, sobre todo si el nacimiento ya viene precedido por una larga experiencia de autogobierno. Todo el viento a favor no sería suficiente si los kurdos de Irak olvidaran de pronto la prudencia que les ha caracterizado. Turquía está interesada en la aparición de un Estado tampón entre el Oriente Próximo en ebullición alrededor de Siria e Irak, pero no desea que el nuevo Kurdistán apunte hacia el irredentismo sobre regiones turcas. Erdogan, a su vez, está virando a toda velocidad en su política kurda, entre otras razones porque quiere hacerse con los votos kurdos de su país, el 20 por ciento, en la próxima elección presidencial. Su objetivo es pacificar el enfrentamiento crónico y en ocasiones violento con el PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos), para empezar a levantar así un nuevo mapa que deberá reconocer derechos lingüísticos y políticos a la minoría kurda. Es la mayor de todas las paradojas: la idea de Kurdistán surgió para repartirse Turquía, pero ahora será Turquía quien tendrá la oportunidad de bendecir a la nueva nación que está naciendo en su vecindario.



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7 de julio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El viento en las hojas

El libro recoge siete narraciones cortas sin relación aparente entre sí. La primera refleja el momento de felicidad de un niño que se suelta de la mano del padre al llegar al parque y corre al puesto de helados para decidir, con la ayuda cómplice de la heladera, qué clase de cucurucho elegirá. En la segunda narración una pareja de ancianos es brutalizada en plena calle por un apuesto y musculoso joven que pasea a un perrazo con el que aterroriza a los ancianos sin que nadie salga en su ayuda. En la tercera, alguien que lleva un buen rato caminando por las calles de una ciudad decide refugiarse en un viejo café; la mesa elegida se convierte en un apostadero desde el que observa con discreción pero también con gran interés a una atractiva mujer sentada a una mesa cercana; mira divertido las bromas de una pareja de novios a costa de la puerta giratoria y las travesuras de unos niños en esa misma puerta, aunque su atención acabará centrándose en un grupo de parroquianos ya mayores que de pronto se enteran de que uno de ellos les está diciendo adiós…para siempre. En la siguiente, una niña está haciendo pompas de jabón en un puente y como quiere verlas volar hasta desaparecer sobre el río cada vez se sube de un salto al pretil y, pese a los reiterados sustos de la madre, alcanza a asomar la cabeza y los hombros en el vacío mientras agita unos pies que  no tocan el suelo. El padre, a todas estas, está negligentemente sentado con una pierna colgando sobre el agua y exhorta a la madre para que deje en paz a la niña.

                Pero bueno. Ya he dicho al principio  que las  piezas no guardan mucha relación entre sí,  aunque después he añadido que la desconexión es engañosa. Hay un elemento simbólico que se traslada de un relato a otro: cada vez que el personaje a través de cuya sensibilidad se encarna la narración percibe un atisbo de trascendencia,  o cree vislumbrar fugazmente un principio de racionalidad,  en algún árbol cercano el viento rompe a cantar entre las hojas. La reiteración de ese hálito en principio efímero, y desde luego marginal al acontecimiento mismo, acaba siendo tan expresivo como el vuelo que emprendía en otros tiempos la lechuza ante un logro de la sabiduría. Cada vez que alguien ve, o cree ver, o le parece entender, algo, el viento se desliza entre las hojas.    

                Otro elemento que se traslada de una narración a otra confiriéndoles tanta entidad como si surgieran de un solo y único aliento narrativo (como pasaría si fuese una novela) es una mirada que capta y da cuenta de la felicidad del niño repasando la variedad de sabores en oferta, la odiosa petulancia del joven y su perro feroz o la elegancia del contertulio que se despide de sus colegas de toda la vida sin estridencias ni gestos teatrales.

                Es de resaltar que es una mirada minuciosa pero que no juzga, hasta el extremo de que no hay un solo calificativo en la conducta del agresor que azuza a un animal contra unas víctimas inocentes. La tarea de condenar al petulante musculoso, o de admirar la sobriedad del contertulio en su despedida final es tarea que le queda reservada al lector. Pero que no juzgue no quiere decir que sea una mirada no comprometida, pues no tiene nada que ver con la curiosidad o la intromisión. El que mira es alguien que quiere saber más y desea llegar al fondo de lo que ve, y para ello se vale de  los signos en apariencia irrelevantes  de unas existencias no menos insignificantes y que en sí mismas ni siquiera parecen dignas de mención (qué más dará la clase de helado que acabe escogiendo el niño, o qué importancia tiene si al final siempre pide el mismo sabor). Sin embargo, la concatenación de instantes captados como de pasada, y su estructuración por medio de una forma de contar muy personal y poderosa (lo que antes se  llamaba una escritura), hace que esas pequeñas epifanías cotidianas acaben sonando como el viento cuando canta en las hojas. En algún momento la mirada que pretende desentrañar el entorno y el viento que corrobora alborozado los hallazgos, se alían con una especie de camaradería jubilosa:”en las copas de los árboles el airecillo que mecía el verde reciente de las hojas era igual que una sonrisa que se insinuara y remitiese y luego se insinuara de nuevo”.

                Pero, era inevitable, a partir de un momento dado lo percibido en el exterior se vuelve trascendente: “cuando no sólo no vemos lo que vemos sino que vaya usted a saber [Nota aclaratoria: estamos a vueltas con una muchacha al parecer muy atractiva pero apenas atisbada a través de un escaparate y de ahí ese dubitativo “vaya usted a saber”] entonces a lo mejor creamos. Se crea entonces por consiguiente porque no se tiene más remedio, porque estamos faltos y creamos”. “Pero si la belleza”, continúa diciéndose el paseante que cruza obsesivo una y otra vez ante el escaparate en cuestión, “la pongo yo, ¿qué es lo que ella pone?”. Y termina preguntándose: “¿O es que no es tan importante lo que haya al otro lado del cristal como que haya cristal y dos lados del cristal?”.

El libro es lo más parecido a una pequeña e insidiosa herramienta con la que, de proponérselo, J.A. González podría acabar dando cuenta del mundo. Cada narración es una pequeña joya tallada por la experiencia y pulida con ayuda de la sabiduría. Pero como la suya es una forma de narrar elegante y discreta, como todo lo artesanal, no se va a enterar  nadie. Y será una pérdida  lamentable.

 

 

El viento en las hojas

J.A. González Sainz

Anagrama   



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6 de julio de 2014
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Federico Gargiulo: Un editor aventurero en el fin del mundo

Me lo tuvo que repetir. Cuando en 2008 me llamó por Skype desde Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, hasta mi casa en Barcelona, yo no terminaba de entender lo que Federico Gargiulo me quería ofrecer.

Al final todo quedó claro. Él acababa de leer mi libro, Los viajes del Penélope, que Tusquets había publicado en Buenos Aires en 2007, y quería traducirlo y publicarlo en inglés, en la pequeña ciudad patagónica, principalmente para beneficio de turistas y viajeros internacionales. 

“Pero me falta el traductor”, me dijo. Así empezó nuestra aventura común y nuestra amistad.

*          *          *

Federico se había especializado en libros de viajes, empezando con su propio relato de una peripecia a pie por Tierra del Fuego: Huellas de Fuego, en 2007. De hecho, Gargiulo se convirtió en editor para publicar sus propias obras y las que le gustan leer, relacionadas con el embrujo de la Patagonia, con los viajes y los aventureros. Quería compartir su pasión, mostrar a los visitantes sus descubrimientos y traer al español a autores lejanos, como el inglés Ernest Shackleton y el alemán Gunther Plüschow. 

“La idea inicial era que fuese una editorial especializada en expediciones y viajes por el sur (Patagonia, Tierra del Fuego y Antártida), pero luego me di cuenta que lo que me interesaba era el tema de los viajes. Y entonces la meta es consolidar a la editorial como la más importante en Argentina dentro de lo que se refiere a literatura de viajes, un nicho que no está muy explotado en nuestro país”, me resumió Gargiulo hace poco,  cuando empecé a hacerle preguntas sobre su editorial para transformar mi admiración en estas palabras en mi blog.

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La editorial se llama Südpol, Polo Sur en alemán. Y los libros que saltan al mundo desde la capital de Tierra del Fuego son cuidados con mimo artesanal: las portadas, con fotos que invitan a soñar con aventuras, la inclusión de fotos y mapas, la edición cariñosa. Poco a poco, en su siete años de vida Südpol ha ido saliendo de su refugio sureño y se ha expandido por Argentina y Latinoamérica.

En el camino obtuvo grandes éxitos. Por ejemplo, publicó por primera vez en castellano el clásico Sur, de Shackleton, el aventurero por excelencia que fracasó en llegar al Polo Sur pero volvió para salvar a todos sus hombres. Cien años después de su gesta sigue siendo admirado por cumplir su promesa imposible y pensar en los demás antes que en sí mismo. Un aventurero cabal.

“También dimos a conocer en castellano Tierra de Tempestades, de Nick Shitpon, un escalador británico famosísimo que anduvo por la Patagonia pero que es más reconocido aún por sus expediciones al Himalaya”, me cuenta mi editor, con la misma contagiosa alegría de sus primeros días.

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Y va a más. El año pasado publicó A vela hacia el país de las Maravillas, el único libro que no estaba disponible en castellano del legendario aventurero alemán Gunther Plüschow, el primero en tomas fotos y grabar película en los lagos y montañas del sur de América en los años 20. Este libro es un orgullo extra para mí, porque la traducción es de mi tía Marion Kaufmann, traductora del alemán al castellano y viceversa, y estupenda periodista en ambos idiomas.    

Y este año finalmente se hizo un hueco en los suplementos literarios y las listas de los más vendidos con la excelente crónica El mejor trabajo del mundo, de la gran viajera Carolina Reymúndez.

La intensa búsqueda de un cassette con una entrevista realizada hace casi veinte años al escritor Paul Bowles es el punto de partida para el sustancioso viaje interior de esta cronista que recorre el mundo por trabajo. De Marruecos a Lima y de Suiza a la cordillera riojana, en el libro pasan geografías, paisajes y apuntes de viaje”, dice entusiasmado Federico en su comentario al libro. Reymúndez cuenta sus viajes con deleite y reflexiona sobre el arte de viajar y sobre qué la mueve a salir una y otra vez a descubrir el mundo.  

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Federico también sigue mejorando su propia prosa: de la fascinación juvenil de su primer libro pasó a Papeles de Tierra y Mar, una sucesión de exquisitas crónicas que incluyen más viajes por su isla, recorridos por la costa patagónica, experiencias en crucero a la Antártida y hasta el día en que corrió una maratón en las Malvinas.

En parte soy responsable de esa, su gran aventura en Puerto Stanley: su anfitrión fue el traductor que le propuse para The Voyages of the Penelope: el maestro malvinense John Fowler, quien vivió y sufrió la guerra entre nuestros dos países en 1982, como yo, y que  ahora es amigo de los dos. Para la época en que Federico me llamó para decirme que quería publicar mi libro en inglés pero le faltaba un traductor, me escribió John.

La casa de John había sido destruida durante la guerra por un misil británico mal calibrado. Esa noche del 12 de junio de 1982, mientras yo temía la lucha cuerpo a cuerpo con los Marines ingleses en las calles de Puerto Argentino, murieron en casa de John los únicos tres civiles malvinenses de toda la guerra.

John quería ayudar a difundir Los viajes del Penélope. Pronto llegamos a un acuerdo: él lo traduciría al inglés melodioso y preciso de los malvinenses. Ni inglés británico, ni norteamericano, ni australiano: el lenguaje que se habla en esas islas castigadas por el viento y la historia. De paso, le agregó una dimensión más al diálogo que quise emprender con el pasado, con las memorias de guerra de los dos lados y con un desencuentro trágico.

Hace unos días John me llamó para decirme que uno de los “personajes” principales de mi libro, el capitán del Penélope Finlay Ferguson, había muerto. Y que en la ceremonia religiosa, el sacerdote había leído un fragmento de mi libro, traducido por John Fowler y publicado por Federico Gargiulo en Ushuaia.  

*          *          *

El editor sigue trabajando con su traductor malvinense: John Fowler ya vertió al inglés dos libros más para Südpol: Vagabundeando en el Eje del Mal, de Juan Pablo Villarino, y La Patagonia Vendida, de Gonzalo Sánchez. Son visiones del mundo de adentro y de afuera desde miradas criollas, vertidas al inglés por uno de los principales escritores e intelectuales de las Malvinas y publicadas en el fin del mundo. Y todo por la ambición y el entusiasmo de un editor loco y carismático.

En estos siete años Südpol ha crecido y se ha sofisticado. Federico quiere crear una revista digital de periodismo de viajes, publicar más en castellano, encargar textos nuevos.

Ya publicó 14 títulos, pero si se cuentan los que salieron en varios idiomas, ya son 20 libros. El que quiera dar con ellos, los encontrará en su web: www.sudpol.com 

Me enorgullece ser parte de este proyecto original y valiente y de que este camino me haya traído la amistad de Federico Gargiulo. De hecho, trabajo y amistad son para él, como para mí, lo mismo. Eso lo hace tan buen editor y tan buen amigo. 

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6 de julio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los últimos

En la narrativa del Sueño Americano, los Padres Fundadores diseñaron una nación en la que todos los hombres habrían de ser iguales ante la ley -siempre y cuando fueran eso, hombres y no mujeres, blancos y heterosexuales. En realidad, la historia de la democracia estadounidense es el desgarrador relato de cómo poco a poco, a través de sangrientas pugnas, batallas cívicas y legales, encarcelamientos y pérdidas de vidas, quienes fueron originalmente excluidos a causa de su sexo, el color de la piel, sus orígenes raciales o sus preferencias sexuales han conseguido el reconocimiento de sus derechos. 

            Las victorias nunca han sido fáciles: los anglosajones protestantes hicieron hasta lo imposible para nadie les arrebatase su predominio. Primero, lograron que la constitución no descartase la esclavitud y hubo que esperar hasta la Guerra de Secesión para que ésta se aboliese. Aun así, debió transcurrir casi un siglo más para que de manera efectiva los negros dejasen de ser segregados. Entretanto, miles de nativos americanos fueron exterminados y sus descendientes enfrentan azarosas condiciones de vida en sus reservas. El que aún hoy haya quien vea en el color de piel de Obama su mayor triunfo es una prueba de que el racismo sigue arraigado en buena parte de la sociedad estadounidense.

            Las mujeres también tuvieron que esperar hasta principios del siglo XX para que se le reconociese su derecho al voto y, otra vez, no fue sino hasta que los poderosos movimientos feministas de los sesenta dieron paso a una igualdad efectiva en el campo laboral y familiar, aunque el pleno dominio sobre su cuerpo no llegó hasta la célebre sentencia Roe vs. Wade, que legalizó el aborto voluntario: una conquista que la derecha conservadora sigue empeñada en revertir. Los homosexuales, por su parte, continúan siendo distintos frente a la ley, por más que en los últimos años hayan logrado el reconocimiento para contraer matrimonio y la capacidad de adoptar en algunos estados -lo mismo que ocurre en México.

            Pero hoy, a principios del siglo XXI, ningún grupo humano sufre una mayor discriminación que los hispanos -mexicanos y centroamericanos- que permanecen en territorio estadounidense "sin papeles". Una nueva llaga en la narrativa del Sueño Americano: mientras que Estados Unidos se vanagloria de haber recibido a los millones de inmigrantes -esencialmente europeos blancos- que llegaron a la Costa Este, jamás le concedió ese estatuto a los mexicanos que ya se encontraban en sus tierras desde la guerra de 1847, o a quienes comenzaron a llegar en grandes oleadas para trabajar en los campos agrícolas (con los chinos pasó algo semejante). Los mexicanos quedaron excluidos de la condición de inmigrantes: siempre fueron vistos como "trabajadores temporales" imposibles de asimilar. Seres de segunda que jamás se beneficiarían de los privilegios de la ciudadanía.

            Durante mucho tiempo, cruzar la frontera sin papeles no era un delito hasta que, preocupada por la intrusión de "elementos extraños", la derecha impulsó su criminalización. Tras el Programa Bracero, las restricciones se volvieron cada vez más ásperas y nunca se reconoció el tiempo de estancia de los mexicanos -o los centroamericanos- como ocurrió con los demás inmigrantes. Los "sin papeles" ni siquiera son ciudadanos de segunda: no existen. Doce millones de personas discriminadas a diario -los únicos chistes racistas que se admiten son contra ellos-, desprovistas de derechos, condenadas a la invisibilidad y a la zozobra, con hijos nacidos en Estados Unidos o crecidos allí -los Dreamers-, o con hijos en sus países de origen: los miles de menores que atraviesan México y se estancan en la frontera.

            La "reforma migratoria" es más que eso: un acto de justicia hacia los últimos de los últimos. Uno de los grandes dramas de nuestro tiempo radica en que la derecha conservadora -y los energúmenos del Tea Party- impidan cualquier avance. Obama, elegido con el apoyo hispano, hasta ahora los ha traicionado: nunca hubo tantas deportaciones como en su mandato. Pero su excusa se acaba: de allí que al fin se haya decidido a dictar una orden ejecutiva para paliar esta tragedia que debería importarnos a todos. Hoy, la mayor fuente de discriminación en el planeta se justifica a partir del lugar en el que han nacido azarosamente las personas. Estados Unidos jamás será la "tierra de los libres" hasta que le conceda un trato verdaderamente igual a todos los seres humanos -incluidos quienes no tienen papeles.

 

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6 de julio de 2014
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Héroes y villanos

Esta semana ha estallado la berlusconización de Francia, donde ya es tradición que los números uno en política muestren sus habilidades libertinas y traspasen la línea roja que separa la ejemplaridad del lado salvaje. Quince horas en comisaría pasó Nicolás Sarkozy, mucho más que una mala noche, imputado por tres delitos: corrupción, tráfico de influencias y violación del secreto de instrucción. De sus amistades peligrosas con Gadafi a sus tan rentables sobremesas con madame Bettencourt, el expresidente de la República ha sido maestro en pasear carisma y soberbia sobre sus alzas, un bajo que siempre se ha creído alto, y de gustos caros. Recuerdo vivamente la imagen de un Sarkozy mirando atentamente la portada de Le Monde: como relataba Yasmina Reza en El alba la tarde o la noche, lo que en verdad le interesaba era el anuncio de Rolex. Hace tres años, el escritor Pierre Musso publicó Sarkoberlusconisme: la crise final?, donde rubricaba el sentimiento de víctima del ex presidente, y su querencia por despertar lástima y embadurnarse de autocompasión, ese sentimiento miserable e infértil que tanto empequeñece a quien lo siente. Es bien ardua tarea la de aceptar ser un has been, esto es, el que un día fue grande pero dejó atrás su momento de gloria. Aunque mantenerse en el Olimpo sea esfuerzo de titanes o tiburones, los has been forcejean con la barbilla tiesa tratando de mostrar orgullo. Otro héroe, considerado hace cuatro días un modelo nacional, se encara con tuiteros maleducados y, en el campo, da muestras de agotamiento e indolencia: Iker Casillas, quien de la tormenta de endorfinas desencadenada por aquel pie salvador en Johannesburgo ha pasado a ejemplificar -lejos de la humillación pública del garde à vue en una comisaría de Nanterre- el tránsito de la victoria al despelleje. Son casos muy distintos, pero a ambos les une su identificación con valores como lo bueno, lo bello y lo verdadero (el ideal platónico asociado siempre al héroe modélico) y el estrépito de la caída. El primero, hijo de un judío húngaro aristócrata errante que abandonó a su familia cuando el pequeño Nicolas tenía apenas cuatro años, ha llegado a afirmar que todo lo que ha conseguido a lo largo de su vida no es mas que una reacción contra “la suma de todas las humillaciones sufridas en mi infancia”. Mientras que, para el segundo, un chico de barrio de Móstoles que con 16 años ya compatibilizaba las clases en el instituto y la Champions League, el encuentro con el bellaco Mourinho fue la prueba definitiva de su fortaleza. Ambos tocaron el cielo, convirtiéndose en mitos modernos, el del hiperpresidente y el del santo respectivamente, casados, además, con señoras muy vistosas. También han demostrado que la máxima de Balzac sigue vigente: “La gloria es un veneno que hay que tomar en pequeñas dosis”. Porque, agazapado y maquiavélico, aguarda en la esquina el desprecio. Real como la vida La Policía de Stockton (California) subió su foto a Facebook, y al instante florecieron los me gusta. Cien mil. Jeremy Meeks, un delincuente acusado de asalto a mano armada, recibió al instante una oferta de la agencia Blaze Modelz. Mulato, con fresones por labios e imanes azules en los ojos, ya ha sido apodado “el criminal más sexy del mundo”. Su flamante agente, Gina Rodríguez, ha señalado que “todos tenemos una historia, y no conocemos toda la suya. No le hemos dado una oportunidad”. Lleva tatuajes pandilleros y su libertad cuesta más de 800.000 euros. Versace parece haberse interesado ya por él, desafiando la ejemplaridad al encumbrar a un bad boy. La frívola belleza no tiene límites, pero aceptemos su misterio. Nuevo icono gay ¿Por qué el mundo gay sigue reivindicando una iconografía tan friqui? ¿Por qué celebra con tanto gozo el exceso kitsch, la diferencia y el carisma, sí, pero también la chocarrería? Cantantes funestas, fauna televisiva inquietante… Ahora recuerdo cómo a aquella pobre chica, Tamara, cuya madre se apellidaba Seisdedos, la jaleaban travestis. Este año Conchita ha sido la estrella del Orgullo Gay, paseándose en carroza entre banderines de colores, barbas cerradas y vigorexia. Estereotipar la homosexualidad es tan reduccionista como decir que los andaluces son perezosos y los catalanes tacaños. Por eso me pregunto acerca de los ritos carnavaleros y los iconos gais con los que algunos homosexuales festejan serlo. También suda Los Stones, Tom Jones, Bryan Ferry… Al final será verdad que la edad es, con ciertos cuidados preventivos, un estado mental. Después de unos años sedientos, empezó a proclamar aquello tan adolescente de que el amor era la mejor droga. En 2007, en una entrevista, alabó la imaginería nazi y armó un escándalo. Y, a día de hoy, el susurrador de Avalon o More than this, figura en todos los ranking de hombres sofisticados. Asegura que le divierte que mucha gente lo imagine desayunando con esmoquin y boquilla. Coincidí una vez en con él en un ascensor de un hotel de Marrakech: Venía del gimnasio y estaba bañado en sudor, con una horrible cinta en la frente. Así se trastocan los ídolos.

(La Vanguardia)

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5 de julio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Criminal y nacionalista

Benjamín Netanyahu no tuvo dudas sobre la responsabilidad del secuestro en Cisjordania de tres jóvenes israelíes el pasado 12 de junio. Lo atribuyó a Hamás, organización calificada como terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos, y extendió la responsabilidad al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, aunque el secuestro se produjo en la parte de los territorios ocupados bajo control militar de Israel, porque según sus pesquisas los secuestradores provenían de la zona de control palestino. El primer ministro fue más lejos, al señalar que los secuestros eran consecuencia del acuerdo de reconciliación entre Hamás y Al Fatah para formar un Gobierno de unidad palestino. Los hechos acompañaron en seguida a las declaraciones. Más de 400 palestinos han sido detenidos durante las operaciones de búsqueda de los jóvenes secuestrados en la zona de Hebrón, de donde se suponía que eran originarios los secuestradores. Como suele suceder en las operaciones militares en los territorios, cinco palestinos fallecieron por fuego israelí. El objetivo declarado de los militares era aprovechar la búsqueda de los desaparecidos para desarticular a Hamás en Cisjordania y con ello también hacer saltar por los aires el acuerdo de reconciliación entre palestinos tal como se había propuesto Netanyahu. Es conocido el precio habitual de estas actuaciones. La espiral de la violencia se pone en funcionamiento automáticamente. Así es como la respuesta de los radicales palestinos no se hizo esperar, en forma de lanzamiento de cohetes desde Gaza. No era todavía nada comparado con la intensificación de la espiral que provocó el descubrimiento de los cadáveres de los tres jóvenes, el 30 de junio, cerca de Hebrón. La respuesta israelí fue la demolición de las viviendas familiares de los dos sospechosos del asesinato, además de la intensificación reglamentaria de los bombardeos sobre Gaza. Pero más dura ha sido la respuesta de la calle y de las redes sociales israelíes y también palestinas. Los llamamientos a la venganza están funcionando en las dos direcciones, por encima de la condena formal de las autoridades israelíes y palestinas de los secuestros y asesinatos atribuidos a sus respectivos radicales. Y así es como también un joven palestino ha sido secuestrado a plena luz del día en Jerusalén y asesinado inmediatamente. Saeb Erekat, el negociador palestino, tampoco tiene dudas sobre el último asesinato: es fruto de ?la impunidad que Israel concede a los colonos y a sus militares?. Sí las tiene Micky Rosenfeld, portavoz de la policía israelí, y por eso declaró que la investigación averiguaría si el secuestro y muerte del joven palestino era ?un acto criminal o nacionalista?, aunque a nadie atribuyó la responsabilidad. Supo acertar en los adjetivos, pero no en la disyuntiva: es a la vez criminal y nacionalista. 



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5 de julio de 2014
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El Boomeran(g)
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