La segunda noticia es otra muerte, ocurrida el 5 de julio. Conocí a Ignacio García Valiño en 1993,...
[ADELANTO EN PDF]

La segunda noticia es otra muerte, ocurrida el 5 de julio. Conocí a Ignacio García Valiño en 1993,...
Enredado en medio del mundial de fútbol, no presté mucha atención a las noticias del mundo literario...
Pocos libros, que yo recuerde, han sido últimamente tan esperados, desesperados, dados por perdidos y jubilosamente recibidos como esta tercera y, helás, última entrega del viaje que Patrick Leigh Fermor hizo entre 1933 y 1935 y que debía llevarle andando desde Holanda hasta Estambul (Constantinopla para el autor).
Dada su costumbre de escribir a mano y dejar pasar mucho tiempo entre la experiencia y su narración (la primera entrega, El tiempo de los regalos, salió en 1977 y la segunda, Entre los bosques y el agua, en 1986) a nadie le preocupó mucho que fuesen pasando los años y no se supiese nada del prometido remate de la trilogía. En su prólogo a El último tramo, Colin Thubron y Artemis Cooper, albacea literario y biógrafa de Fermor respectivamente, demuestran lo muy cerca que estuvimos de esperar para nada, pero también ofrecen una imagen estremecedora del viejo luchador incansable que está perdiendo facultades (como a lo largo del viaje y los años fue perdiendo cuadernos de notas y borradores), pero que no cejará en su empeño de culminar su obra. De paso ese prólogo debería hacer reflexionar a quienes piensan que cada obra de arte es un fragmento del discurso del Creador (léase sagrada) y que nadie tiene derecho a cambiar siquiera una coma. El texto que nos ha llegado es fruto de un cúmulo de casualidades, hallazgos, callejones sin más salida que volver a empezar, replanteamientos y, al final, la propia decadencia física del viajero que se dice insatisfecho, que desearía dar un nuevo repaso a lo hecho y que en ocasiones incluso recomienda dejarlo en un cajón.
Vaya por delante que Colin Thubron, con la ayuda de Artemis Cooper, ha hecho un trabajo espléndido. Y si alguien se pregunta si El último tramo es un producto de consumo para aprovechar el tirón del autor, la respuesta es no. El estilo elegante, minucioso y de una extraordinaria vitalidad es inconfundible, y si en algún momento el autor echó en falta sus cuadernos no se nota, quizá porque como él mismo dice, los recuerdos le venían de pronto como surgen de la oscuridad unas pinturas al ser iluminadas por una antorcha. Sigue siendo el enamoradizo que cae rendido a los encantos femeninos (parece que entre las notas de su llegada a Constantinopla, para variar casi milagrosamente recuperadas, no se dice nada de Santa Sofía y sus pinturas pero en cambio se da cumplida cuenta de una joven griega fugazmente conocida), pero como al mismo tiempo es un caballero nunca da la menor pista acerca del grado de intimidad física con las mujeres que encuentra y le acogen y miman en sus casas, ya sea una estudiante enormemente atractiva, la dueña de un hotel que le devuelve la mochila robada o, sobre todo, la divertida estancia en un burdel de Bucarest protegido y cuidado por las pupilas.
Quizá, puestos a encontrar diferencias con el Leigh Fermnor de entonces, en este último hay unos juicios de valor que en cambio no se veían en los libros anteriores, y eso que la ominosa presencia de los nazis era continua podría haberse ensañado. Aquí, pese a la lejanía con los hechos vividos entonces, aunque es posible que las terribles y posteriores Guerras de los Balcanes le removiesen dolorosamente la memoria mientras rehacía textos, hay intervenciones muy críticas, en especial con los turcos, a los que presenta como una de las máximas calamidades sufridas por Europa en toda su historia. Por cierto que hablando de eso, de historia, para dar una idea de lo prolongada que fue la ocupación turca de Bulgaria ofrece una medida del paso del tiempo que sólo a él se le podía ocurrir. Estuvieron allí, según él, más o menos el lapso que va de Chaucer a Dickens. En cambio le duele más el odio irracional que percibe entre vecinos, ya sea de rumanos y búlgaros, búlgaros y turcos o de todos contra todos salvo los griegos, que son unos caballeros.
Pero lo mejor es que sigue siendo el viajero que disfruta del sol y los olores y el pan con queso o los paisajes, que lo mismo duerme en una cabaña de leñadores que en casa de un cónsul inglés o en el mejor burdel de Bucarest, y que si llega a una población búlgara, a la sola vista de un grupo de aldeanos vestidos a la turca, se mete gozosamente en un lío de invasiones y choques de culturas, y dialectos y músicas y canciones que, milagros de la técnica, existen, y basta poner en You Tube estas palabras mágicas Zashto mi se sirdish, liube? (que son la primera estrofa de una canción que a Paddy le gustaba mucho) para ir a parar a un alucinante mundo de cantantes y músicos e instrumentos actuales que se pueden escuchar mientras que en las street view de los pueblos por los que transcurre el viaje se pueden ver unos paisajes que no parecen haber cambiado gran cosa desde entonces. Hola y adiós al viejo Paddy.
El último tramo
Traducción de Inés Belaústegui e Ismael Attrache
Patrick Leigh Fermor
RBA
Arrancaré hoy evocando una ponencia del filósofo Ulises Moulines [1] presentada hace muchos años en el Congreso Internacional de Ontología, que con periodicidad bienal se celebra en San Sebastián y Barcelona.
Bajo el título de "Lo racional y lo real" se trataba en aquella ocasión de celebrar la obra de Descartes en el cuarto centenario de su nacimiento. Contexto idóneo para que Moulines efectuara una "Defensa del solipsismo", tomando como principal texto de apoyo para su argumentación no las Meditaciones del gran pensador francés sino La vida es sueño de Calderón. Recordemos: Segismundo "vive" en dos mundos, cada uno de los cuales le aparece desde la perspectiva del otro como irreal. Para Segismundo tiene sentido vivir en la mazmorra de la torre y vivir en el palacio, pero no hay transición de sentido entre uno y otro marco. Pues bien: en su exposición Moulines dramatizaba las tribulaciones de Segismundo, confrontándole a los argumentos de sofisticados filósofos realistas .
El contrapunto de la tesis del carácter onírico de la vida viene en primer lugar dado por los argumentos semánticos en favor del realismo, en concreto los de Wittgenstein al cual Moulines califica de "positivista refinado": Por el mero hecho de que Segismundo hable y de que lo haga con sentido debería aceptar la realidad de los sucesos que vive. "Hablas, luego te refieres a algo real además de tí mismo". Este, nos dice Moulines, sería el teorema semántico que habría que demostrar a Segismundo. No está aquí lejos, aplicada al realismo, la argumentación aristotélica relativa al principio de no contradicción. Recordemos ( asunto ya tratado aquí) que Aristóteles se refiera a este axioma arquitectónico, como "principio más firme", es decir, ese principio respecto al cual es imposible engañarse o tomarlo como mero postulado: "pues un principio cuya posesión es necesaria para cualquier conocimiento no puede constituir una mera hipótesis" . [2]
Lo simpático en aquella ponencia de Ulises Moulines fue su toma de posición en favor de la resistencia de Segismundo y su disposición a servirle de escudero,apoyar con armas filosóficas lo que Moulines llamaba "el reto de Calderón". Moulines se complace en desmontar las dos premisas subyacentes del argumento semántico:
1El lenguaje tiene que aprenderse y ser controlado pero este aprendizaje y control implicaría la comunicación intersubjetiva. 2 La comunicación intersubjetiva supondría la existencia de un mundo no subjetivo externo.
Moulines contra-argumenta en favor de Segismundo evocando a Berkeley y su comunidad de mentes flotando libremente (es decir sin espacio exterior a las subjetividades que medie) y a Ernst Mach (conglomerado de sensaciones interactuando sin exterioridad alguna). Pero su apunte esencial en favor de Segismundo es el siguiente: ¿De dónde se infiere que el aprendizaje debe implicar algún tipo de actividad anclada inter-subjetivamente? Y su respuesta es simplemente que la base de tal inferencia es contestable. Pues bien: en un simposio reciente en que se le rendía homenaje me permití ayudar, por así decirlo, a Moulines en su tesis, evocando otro texto literario, el Robinson Crusoe de Daniel Defoe:[3]
Ciertamente de alguna manera la intersubjetividad en la que Crusoe adquirió el lenguaje sigue estando presente en la isla. Crusoe no está en soledad como podría estarlo un animal, eventualmente mejor dotado por la naturaleza si emergiera un problema de subsistencia. El Crusoe solitario representa todo aquello que posibilitó el lenguaje y con ello el pensamiento especificamente humano. Así pues cabría en principio sostener que el perdurar de Crusoe supondría de hecho el perdurar de todo el acerbo de intersubjetividad que caracteriza a la especie, y sería en razón de tal perdurar de la intersubjetividad que, permanentemente Crusoe habla. En suma: nada en Crusoe chocaría con el argumento semántico en favor del realismo.
Y sin embargo creo efectivamente que la tesis de Moulines es muy sólida. Pues ¿Con quien habla ese Crusoe al que nadie puede escuchar? En una de estas columnas he respondido hace tiempo a esta pregunta diciendo que Crusoe habla con aquel mismo a quien se dirige el científico cuando aventura hipótesis para las que no había quizás entonces interlocutor competente, o el creador que forja una sentencia hasta entonces jamás pronunciada. La intersubjetividad que fue la condición de tal hablar no es ya sin embargo lo que entonces legisla. Legisla el sujeto humano como tal, sujeto del conocimiento o sujeto forjador de símbolos, sujeto asimismo de ese imperativo por el cual, cualquiera que sea la circunstancia, mientras se de un hombre, la ley que forja a los hombres está plenamente vigente. Y este sujeto es el interlocutor verídico no sólo compatible con la situación de soledad sino quizás accesible tan sólo en la misma.
Como el científico o el creador, habla el solitario Robinson consigo mismo en tanto que espejo en el que se reconoce la esencia de la humanidad. Y tal cosa hacemos cada una de nosotros en las ocasiones en las que el pensamiento, en lugar de complacerse en lo dado, se esfuerza por entender, metaforizar o resolver, ya se trate de asuntos teoréticos o de asuntos prácticos; ya se trate de organización general de la sociedad o de asuntos en los que propia intimidad es lo que está en juego.
Ello explica muchas de las peripecias radicalmente espirituales que marcan al héroe de este gran relato. La actualización continua de sus recursos memorísticos y de su ingenio le permite por ejemplo el aprendizaje de nuevas técnicas, quizás triviales para los demás, mas no para él, puesto que las descubre por vez primera. Abocado al principio a forjar instrumentos de utilidad práctica que le eran conocidos, acaba- momento fascinante- forjando otros que no había visto jamás o de los que no tenía memoria: tal una rueda que construye habilidosamente con una cuerda activada con el pie, de manera a conservar las manos libres.
Pero no se agota ahí la cosa, pues Crusoe activa sus potencias cognoscitivas más allá de toda utilidad, lo que le lleva a adquirir la disposición de espíritu que caracteriza al ejercicio de las matemáticas cuya virtud (como se indica en un prodigioso texto de Aristóteles que aquí hemos podido leer), va más allá de toda finalidad práctica. En soledad, Crusoe se inscribe en el tiempo de manera no pasiva y forja un calendario que le ayuda a conserva la memoria de fechas simbólicas. Crusoe vive así su destino como algo irreductible al entorno empírico, aunque, obviamente, determinado por el mismo.
Casi como expresión de todo ello, como expresión de su permanente diálogo con todo aquello que forja su humanidad el lugar físico en que habita no es meramente una guarida, un lugar que protege de amenazas e intemperies, sino una casa, un lugar dónde hay fuego y amplitud, es decir, un ámbito susceptible de recibir a otros hombres y compartir con ellos alimento y palabra.
***
Recordemos el "teorema semántico" que habría que demostrar a Segismundo: "Hablas luego te refieres a algo real además de tí mismo". Pues bien, no es seguro que Segismundo quedara convencidos por la fuerza de la argumentación. Menos lo es todavía tratándose del heroe de Defoe. Pues ¿como convencer al Crusoe forjador de instrumentos desconocidos y atraído por la rigorosa belleza de la matemática "que el aprendizaje y control implique la comunicación intersubjetiva"? Y no admitiendo la premisa de base, poco importará ya a Crusoe si la comunicación intersubjetiva supone o no supone "la existencia de un mundo no subjetivo externo".
[1] Nacido en Venezuela , vinculado profundamente a Mexico, Catedrático de Filosofía de la Ciencia en Alemania, vecino de la localidad francesa de Auxerre y con alma política en la Cataluña de la que sus padres eran trabajadores exiliados , Ulises Moulines parece encarnar el destino de aquel Descartes, para quien el tener hogar, tanto físico como espiritual , en Holanda, errar por toda Europa y vivir sus últimos días en Suecia fue la manera de ser fiel a esa Francia cuya lengua literalmente fertilizó.
[2] . Por ello, si alguien asevera que tal principio no rige en el ser y en el pensamiento, diremos simplemente que no hay concordancia entre su decir y el hecho mismo de que esté diciendo algo, pues aquel que efectivamente viviera sin experimentar la primacía del principio dejaría de pensar y hablar, y su estatuto ni siquiera sería homologable al de un animal, por lo cual razonar ante él sería como dirigir la palabra a una planta (omoios gar phyto ho toioutos...Metafísica 1006 a 14-15).
[3] Recuérdes la trama: tras luchar contra las olas que hasta tres veces le arrojan sobre peñascos, alcanzar la orilla y encontrar refugio entre las ramas de un árbol al día siguiente sobrevivir es para Crusoe la única urgencia, el primer imperativo. Respondiendo a este imperativo, explora los aledaños de la costa, descubriendo así la presencia del barco encallado, de cuyo naufragio era víctima, en cuyo interior encontrará no sólo una bien provista despensa, sino los instrumentos básicos para la construcción de un refugio y hasta semillas que le permitirán un día hacer de aquel territorio meramente natural un territorio humanizado.
Tanto tiempo prometiendo un look sexy desde las revistas femeninas, un teléfono sexy desde Apple o una vida sexy en los anuncios de coches o helados, y ahora resulta que lo sexy se penaliza. Al menos en la foto de perfil. El tan autofotografiado mundo de hoy en las redes ha reinventado la foto de carnet, afilando su códigos de forma solapada. En su agenda de contactos seguramente tendrá usted a varios hombres que en su día a día visten traje y corbata, pero excepcionalmente hallará alguno que se exhiba abrochado y con nudo. Informal, sonriente, relajado; la variedad de fotos de perfil es enorme pero al tiempo homologada, así como los gatos, perros, paisajes o hijos que ocupan el lugar del yo, sin pizca de transgresión. En una investigación realizada en la Universidad de Colorado sobre la percepción entre feminidad y competencia a través de estas imágenes, se ha evidenciado que la histórica dicotomía virgen/puta está aún lejos de haberse superado. Los dos psicólogos responsables del estudio, Daniels y Zurbriggen, crearon dos perfiles ficticios de Amanda, una chica de 20 años. Ambos con la misma información, pero muy distintas fotos de perfil: en una, Amanda iba con vestido corto rojo con un generoso escote, mientras que en la otra llevaba pantalones, camiseta y una púdica bufanda. Y si bien los encuestados encontraban a las dos amables y bonitas, juzgaban finalmente mucho menos cualificada y capaz a la que se lucía. El protocolo que rige hoy la autorrepresentación de las mujeres, lejos de flexibilizarse, ha ganado en decoro y tópicos. La corrección es un imperativo, pero también una trampa. “No llames la atención por lo que pareces, no enfoques tu mensaje en la apariencia sino en lo que eres como persona”, dicta su mandato universal. Y es sensato. Pero también pusilánime. Siguiendo esa lógica, muchas mujeres utilizan gafas cuando no las necesitan, se hacen una coleta en lugar de soltarse la melena, y se autocensuran los tacones a fin de no ser tachadas de frívolas. Para las más jóvenes, la sexualidad es una característica definitoria de su edad, que, lejos de reprimir, necesita expandirse, por lo tanto la percepción ajena de su imagen limita la construcción de su propia identidad. Choca ver a las chicas desenfadadas y divertidas en sus perfiles, en contraste con las adolescentes que lleva años fotografiando David Magnusson, siguiendo la costumbre puritana en EE.UU. de los “bailes de pureza”: chicas que prometen a sus padres mantenerse vírgenes -y ellos se comprometen a salvaguardar-, bailando pegados: un síntoma más de cómo desde el Occidente del progreso se emula al oscurantismo tribal. Lo crucial no es escandalizarse de que todavía siga penalizando la voluntad de ser atractiva, sino preguntarse por qué una mujer que luce sexy no es tomada en serio cuando nuestra sociedad sigue encumbrando el atractivo como un ideal de felicidad.
(La Vanguardia) Foto: Nuria Dillán
"Lo que hay que renovar en España no debe salir del tipo de redacción de unos artículos que, en términos técnicos, pertenecen al derecho constitucional, sino que es la idea constitucional superior la que debe ser renovada (?) Y esta idea superior es la de la pluralidad de España o, si se quiere, de la plurinacionalidad. Si esta idea se admite, España estará ya constituida. Y entonces la Constitución escrita no hará otra cosa que traducir esta idea en preceptos aplicables y prácticos". Estas son frases antiguas. Escritas entre 1942 y 1944, cuando no eran precisamente las ideas constitucionales las que estaban de moda. Pertenecen a un libro inédito durante los 70 años transcurridos desde su escritura, aunque algunas copias del original circularon de mano en mano entre una docena de intelectuales y dirigentes políticos de la clandestinidad y del exilio. Su autor, fallecido en 1979, es Maurici Serrahima, abogado, senador real, escritor prolífico y, además, uno de los fundadores y primer secretario general de Unió Democràtica de Catalunya, el partido demócrata cristiano que ha vivido adosado a la Convergència Democràtica de Catalunya de Jordi Pujol desde 1978.
El volumen se titula Mentrestant y tal como señala el historiador y periodista Jordi Amat, editor del volumen y asesor de la Biblioteca del Catalanisme de RBA donde se ha incluido, es "el primer libro de pensamiento político que se escribió, como mínimo en el interior de Cataluña, durante los años de la negra noche franquista". El editor lo rescató del archivo de Josep Benet, uno de los privilegiados lectores del manuscrito, y lo ha puesto a disposición de los lectores junto a Noticia de Catalunya de Vicens Vives o Tot s'ha perdut de Agustí Calvet Gaziel; este último, otro inédito también rescatado por Amat. Gustar al público es lo que se lleva intelectualmente estos días. Los libros políticos de los que se habla en Cataluña son las numerosas y alegres improvisaciones que llenan las estanterías con sus fantásticos dibujos del paraíso de una próxima y gratuita independencia, que se obtendrá como en la máquina dispensadora de bebidas refrescantes: se introduce la moneda de un deseo democrático ferviente y sale inmediatamente la bebida helada de un Estado independiente y feliz integrado en Europa y aplaudido por la comunidad internacional. Mentrestant no es un libro para gustar, sino para pensar. Gustar no puede hacerlo de verdad a nadie que busque confirmación a sus prejuicios, pero puede ayudar a pensar y a salir del atolladero en que nos hemos metido entre unos y otros. Serrahima era un nacionalista indiscutible, que quería para Cataluña el mayor autogobierno posible: eso no gustará al conformismo autonomista o al simetrismo federal. Pero era también una inteligencia realista, consciente de la medida y la fuerza exacta de Cataluña, algo que buena parte del soberanismo ha decidido perder de vista de una vez por todas. Y además, era un catalanista de raíz pratiana y camboniana, sólidamente comprometido con el futuro de España, el vínculo y la aspiración que precisamente quiere erradicar el independentismo sobrevenido de Convergència. La fibra moral y crítica del joven abogado catalanista de 40 años que escribía Mentrestant bajo el franquismo contrasta con la frivolidad y la facilidad de las ideas morales y políticas que suelen acompañar al proceso soberanista estos días. Jordi Amat ha comparado Mentrestant con La extraña derrota de Marc Bloch, libro escrito tras la rápida ocupación alemana de Francia en 1939. No le falta razón, y no tan solo en la justísima dureza con que critica al gobierno catalán respecto al levantamiento armado contra la República en 1934 y a su falta de autoridad e incluso de vocación de autoridad a partir de 1936. En este aspecto, Mentrestant es también un libro que conecta con Abans del sis d'octubre (Quaderns Crema) de Amadeu Hurtado. Pero no basta con criticar a los gobiernos. Hay un déficit de virtudes cívicas, ya no de los gobernantes, sino del conjunto de los ciudadanos, que entra también en el radio de observación de Serrahima, con consideraciones perfectamente válidas en las actuales circunstancias: somos "un pueblo que tiene una mayor consciencia de sus derechos que de sus deberes", con una "visión de la nación como un derecho, o un conjunto de derechos a ejercitar, más que como un deber colectivo". La publicación de Mentrestant explica mucho sobre el talante y el nivel de la Cataluña actual. En otro país y en otro tiempo la aparición de un inédito de este calibre hubiera sido un acontecimiento político e intelectual de primer orden. Aquí en EL PAÍS le ha dedicado un magnífico artículo Valentí Puig, en las páginas en catalán del Quadern, y de momento poca cosa más. A nuestro rico y pluralista espacio comunicativo catalán le interesan más otras cosas. Cataluña es un país sin constituir y esta es al base de todos los fracasos, resume eficazmente Puig en su reseña. Nada lo demuestra mejor que la desatención y el despiste intelectual de nuestras clases dirigentes, incapaces de valorar y utilizar el pensamiento catalán más genuino justo en el momento político que se declara más decisivo de nuestro devenir colectivo.
Tras el bombardeo japonés a Pearl Harbor y su incorporación al bando aliado, a fines de 1942 Estados Unidos inició una ronda de conversaciones bilaterales con el Reino Unido a fin de planear el escenario económico del planeta tras la eventual -aunque todavía lejana- derrota del Eje. Para encabezar su misión, Gran Bretaña eligió a su especialista más reputado, el gran John Maynard Keynes, al tiempo que Washington optaba por el subsecretario del Tesoro, Harry Dexter White. En un episodio propio de una de las películas de propaganda de entonces, Keynes y White se reunieron varias veces a ambos lados del Atlántico, protagonizando una auténtica guerra dentro de la guerra.
Encumbrado como el economista más notable del siglo XX, Keynes presentó un plan de acción tan ambicioso como impracticable en el que, asumiendo el punto de vista de las naciones deudoras -como la suya-, proponía la creación de una Unión Internacional de Compensación con amplios poderes multilaterales para regular las cuentas de los países miembros, así como la utilización de una moneda de intercambio única, llamada en algún momento bancor. Por su parte, White asumió la perspectiva de las naciones acreedoras -Estados Unidos en primerísimo término- e impulsó la creación de una institución más modesta, el Fondo Monetario Internacional, basada en un sistema de cuotas que correspondería a la importancia geopolítica de sus integrantes.
Hacia fines de 1943 se volvió claro que, más allá de las brillantes intuiciones de Keynes -a las que muchos han querido retornar tras la Gran Recesión del 2008-, Estados Unidos terminaría imponiendo el Plan White frente a una Inglaterra vista ya como potencia de segundo orden. Así, cuando en julio de 1944 se reunieron delegados de casi medio centenar de países en el Hotel Mt. Washington, en New Hampshire, fue para firmar los acuerdos diseñados por White y su equipo. Para distintos observadores, la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco para la Reconstrucción y el Desarrollo (el Banco Mundial) estuvo marcada desde ese momento por la decisión de Estados Unidos de convertirlos en instrumentos de su política exterior. Nada casual, pues, que ambas instituciones fijaran su sede en Washington.
Dos años después, en la Conferencia de Savannah, el propio Keynes advirtió: "Lo peor que podría pasarle a los mellizos sería que un hada malévola, un Hada Carabina, los maldiga. Su maldición sería la siguiente: Ustedes, hermanitos, se convertirán en políticos. [...] Si los mellizos llegaran a transformarse en políticos, lo mejor que podría pasarles sería caer en un sueño eterno." Paradójicamente, para entonces White -quien no tardaría en ser acusado de entregar información confidencial a los soviéticos- compartía el mismo temor: las instituciones de Bretton Woods, diseñadas bajo el espíritu idealista de contribuir a la paz mundial, habían sucumbido a la maldición keynesiana y se comportaban ya como meras herramientas del poder estadounidense. Desde entonces, el FMI y el BM jamás han dejado de ser vistos como apéndices de Washington y, en las últimas décadas, como severos gestores del modelo neoliberal impuesto en todo el orbe. En su momento, si bien White logró que el embajador soviético firmase los acuerdos, Stalin se resistió a ratificarlos aduciendo la misma razón.
Ahora, justo cuando se cumplen 70 años de Bretton Woods, las cinco mayores potencias emergentes, China, Rusia, India, Brasil y Sudáfrica -los llamados BRICS-, que concentran una cuarta parte del PIB mundial, se han reunido en Fortaleza con el objetivo de crear una institución que haga frente a los viejos organismos financieros internacionales, a los cuales acusan de falta de representatividad y de eficacia. El Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), dotado de inicio con 100 mil millones de dólares, tendrá su sede natural en Shanghái.
Igual que ocurrió en 1944, la creación de este banco refleja el nuevo reparto del poder en el planeta. Para muchos, los BRICS en su conjunto son una simple pantalla de China, quien poco a poco arrebata a Estados Unidos el control unilateral del mundo tras la destrucción del bloque soviético. Nada queda, aquí, del idealismo de la posguerra. Keynes sabría perfectamente que, desde el inicio, la maldición del Hada Carabina se cierne sobre el reluciente NBD, que encarna la tardía -y lógica- revancha de las naciones que el sistema de Bretton Woods jamás tomó en cuenta.
Twitter: @jvolpi
Los dos tópicos sirven: el del columnista que revolotea sobre la realidad, ávido por ver lo que nadie ve; y el del que permanece en su atalaya removiendo los estantes de internet con el hocico salaz en busca de carne para tender su crónica al sol. En verano, tanto el columnista ‘a’ como el ‘b’ tienen la sensación de escribir en pareo y así cortejar mejor las negritas, el rosa chicle de los titulares y los adjetivos en chancletas. “Algo fresco, refrescante”, reclaman los editores, que aprestan a rebajar las dosis de política y economía como si, a mitad de julio, la vida dejara de ser un país extranjero, que decía Jack Kerouac, y se convirtiera en un chiringuito. Pero la vida es un país extranjero todo el año. Hay que verla siempre cuatro pasos atrás, de perfil y en cuclillas. Y aún y así resulta fugitiva, cambiante, y muy a menudo se devalúa. Por ello, el calor agonizante de finales de julio legitima la indolencia informativa de la misma forma que a las señoras quedan eximidas del brushing. Cabellos secados al sol, con el rizo del mar, libres, sin el ahuecado urbano y oficialista. Ana Botella fue una de sus precursoras en los baños de Oropesa Ondas, tirabuzones y pelos fritos deseosos de hacer su agosto declaran la guerra a la queratina, esa lacia belleza que de reinas a socialités lucen confortables en temporada alta. Excepto aquellas que nacieron para ir a contracorriente, como Carmen Thyssen, que lleva el pelo de verano todo el año. En una ocasión la visité en su residencia de La Moraleja: En el amplio recibidor almacenaba juegos completos de maletas Vuitton, siempre a punto para viajar en Rolls (porque la baronesa tiene pavor a los aviones). De Tita me interesaba ver su biblioteca, pero no había tiempo ese día y, en su lugar, me enseñó las piernas, subiéndose la falda como hacen las flamencas. Genio y figura. A menudo he lamentado que de un portentoso personaje como este, que, según me confesó, fue acosada por Sinatra, solo se esté pendiente de sus inestables relaciones familiares. El marchamo hispano se deleita frivolizando a los frívolos, en lugar de aprovechar su excepcionalidad; pero ya saben, del fútbol puede hacerse algo profundo y enjundioso, mientras que la moda y las celebrities serán siempre una idiotez monumental. Otras mujeres sin brushing marcado en el calendario que han protagonizado la semana son la porcelanosizada Sarah Jessica Parker, cuyo rizo hippy-sexy contrastaba con el liso iluminado por Peque -la mejor peluquera de Madrid-, que asegura orgullosa que las mujeres quieren poco a su cabello y por eso se lo planchan. La princesa Lalla Salma, sin velo y con velo, también luce rizo exuberante y con hennas. Tiene en común con nuestra reina, que llevó a Marruecos un aire de El tiempo entre costuras en Mercedes vintage, ser self-made queens y haber vencido recelos dentro y fuera de palacio. La revolución de las mujeres islámicas llegará, tarde y sin brushing, pero llegará y revolcará el mundo, aunque no lleguemos a verlo. Demasiado apuesto Aunque empezó en política con Pepe Blanco y Óscar López como compañeros de viaje, se quedó descolgado del partido. También se quedó en paro y aprovechó para terminar su tesis doctoral y escribir un libro con el que recorrió las agrupaciones del partido por toda España con un Seat. Este es Pedro Sánchez, un hombre esforzado que considera que la misión del líder consiste en empujar. No hay dudas de que será candidato a la presidencia del gobierno en las primarias, y que propondrá a Chacón -que ha fichado para Goberna, la Escuela de Política de la Fundación Ortega y Gasset- un lugar destacado en la Ejecutiva. No le teme a nada, aunque su principal enemigo es su propia apostura. Rey Lear catódico Hay quienes creen que el dinero puede comprarlo todo, que solo depende del número de ceros que tenga la cifra en cuestión. El no de Time Warner al controvertido -antes visionario, seamos justos- magnate de la comunicación Rupert Murdoch, con 59.000 millones de euros sobre la mesa, demuestra que se equivocan. Murdoch ha declarado en varias ocasiones que le da igual lo que la gente piense de él, pero su gradual imagen de villano, cimentada sobre escándalos de escuchas, divorcios y estrategias sucesorias, lo catapultan como Rey Lear catódico. Extraños personajes que acaso consideran la vejez como una enfermedad que hay que curar amasando poder, y seduciendo a mujeres jóvenes. Y los paños menores ¿Qué tendrá la ropa interior que atrae a las celebrities como las flores a las diezmadas abejas? El rubísimo sueco Bjön Borg, uno de los primeros sex symbols de las canchas, fue pionero tras colgar la raqueta. Desde Beckham, Elle McPherson, Bar Refaeli, Cristiano Ronaldo, estos embajadores de lo sexy han convertido en global la tendencia underwear. Gisele Bündchen, que gana 95.000 euros al día según Forbes, ha aprovechado el Mundial para promocionar su lencería. Narcisos dichosos de mostrar piel, sí, pero lo que pesan son los más de 22.000 millones (según la consultora Global Industry Analysts) que este sector mueve al año. Me pregunto cómo será el consumidor de la ropa interior de Gisele o Ronaldo. (La Vanguardia)
El caracter del detonante es lo de menos. Lo que cuenta es que produzca el efecto de desencadenar la explosión. A veces es simplemente el crimen de un loco o de un iluminado. En otras, un desgraciado accidente, fruto de un error o de una negligencia, en una confluencia de circunstancias negativas, la famosa tormenta perfecta que da título a este espacio. Pero con frecuencia surge también de un cálculo cuidadoso y maquiavélico, por parte de gente que busca un objetivo preciso: provocar el conflicto allí donde no existía todavía o no había tomado suficiente forma e intensidad. Crímenes, accidentes y provocaciones no bastan por si solos si no cuentan con las condiciones propicias para que cristalicen los acontecimientos y se desencadene el desastre. Más importantes que los criminales, los distraídos y los provocadores son el clima y el contexto en el que actúan y la capacidad de las instituciones para propiciar o frenar los resultados de sus acciones. Por eso importa determinar la naturaleza de los hechos y por supuesto las responsabilidades de quienes los han desencadenado. Pero si no hemos sabido frenar la reacción en cadena y sacar provecho de la investigación, esta parte quedará meramente para el restablecimiento de la justicia y luego para la labor esclarecedora y explicativa de los historiadores. La historia trágica, mientras tanto, seguirá su marcha. Sarajevo en 1914 fue el escenario de uno de estos hechos singulares que actuaron de detonante de la espantosa catástrofe que fue la primera gran conflagración europea. Por eso, un siglo después, el asesinato del archiduque Fernando Francisco por el nacionalista serbio Gavrilo Princip todavía se proyecta como una luz siniestra sobre los crímenes, accidentes y provocaciones que nos ofrece la violenta actualidad de nuestros días. Importa y mucho saber qué hay detrás del avión de línea derribado con sus 295 pasajeros civiles sobre Ucrania o del secuestro y asesinato de cuatro adolescentes en Cisjordania y en Jerusalén, tres isralíes y un palestino, que inició la espiral bélica entre Israel y Hamas. No es lo mismo derribar un avión civil a consciencia que la confusión con un avión militar. Tampoco es lo mismo el error criminal de un soldado o miliciano que la acción premeditada de los servicios secretos de una superpotencia. Lo mismo cabe decir de los crímenes racistas en Oriente Próximo, surgidos en ocasiones de un clima de odio irrespirable pero en otras de decisiones tomadas por responsables políticos o por servicios secretos. Tanto o más que conocer la cruda verdad detrás del crimen, el accidente o la provocación importa evitar que la infamia de tantas vidas perdidas se propague con efectos mortíferos multiplicadores en guerras siempre de rumbo y desenlace incierto, como sucedió ahora hace cien años a partir del crimen de Sarajevo.
A Stephen Dixon lo han comparado con Thomas Pynchon y con Woody Allen, con Jerry Seinfeld y con...