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Saludando al votante latino

Como nunca, en esta campaña electoral todos están saludando a los hispanos. Quién mejor los salude, dicen los expertos, será el ganador. El voto de la comunidad latina será clave en las elecciones del próximo 8 de noviembre, y por eso no importan las propuestas electorales a favor de los latinos, las políticas de beneficios a la postergada comunidad hispana, ni mejorar las leyes de inmigración: el ganador será quien mejor salude.
Esa es una de las razones por las que acepté mi candidatura a presidente del País Portátil. Estoy convencido que, con la ayuda y apoyo de ustedes, puedo saludar mejor que nadie al electorado latino. Saludarlos con ganas, con pasión, con ímpetu, con mano en alto y dedos firmes. 
Es un secreto a voces, en la trastienda de esta campaña, que los candidatos y sus equipos electorales creen que la comunidad latina queda feliz y agradecida con un gesto. Por eso, y tomándome muy en serio esta campaña presidencial, en estos días he iniciado una gira por distintos estados del País Portátil saludando a la comunidad latina. Prometo hacer mi mejor esfuerzo y saludarlos como nadie lo hizo antes. En estas horas tengo mi mano en estricto reposo, para seguir agitandola frente a la comunidad latina con más energía y con esa esperanza gigante de que recibir un buen saludo es suficiente para tener un futuro mejor.
Y no lo olvides: cada vez que escuches o leas en los medios que un candidato a la presidencia hizo un saludo o un gesto a los hispanos, esta candidatura tendrá un voto más. Y así sumaremos, uno a uno, porque saludaremos como nadie. 
 
 
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6 de septiembre de 2016
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Alipori

Hemos vuelto a hacer el ridículo. Uso la primera persona porque la culpa es de todos y cada uno. Seguimos creyendo que España es una democracia a la manera de los países civilizados. Error. Aquí sólo hay partidos políticos y cada uno de ellos es una agencia de colocación que actúa como todas las empresas estatales: con incuria, sin piedad y despreciando a la clientela que paga sus sueldos. Sólo así se entiende que Rajoy, el político más cínico que ha dado Galicia, y ya es decir, se mantenga en su puesto después de permitir el saqueo de España hasta el último minuto. Por desdicha, en la competencia, llevan los socialistas muchos años de suicidio subvencionado. Empezó Zapatero cuando quiso seducir a los votantes de "El Jueves". Y siguió luego su aventajado discípulo, Sánchez, con un sermón de patio de colegio sobre derechas e izquierdas. Puro peronismo modo vaticano.

Demasiado ideólogo y poco técnico cobra de esas empresas estatales. Mucha nostalgia de la guerra civil y del pantalón corto. Hay un partido entero dedicado a Peter Pan, con un Iglesias que parece el hijo acomplejado de Maduro. Sin embargo, para bien o para mal, España ya (casi) no pertenece al tercer mundo más que en el terreno político y mediático. No es Venezuela, aunque muchos votantes de Iglesias añoren un dictador.

Todo el proceso de las últimas votaciones produce vergüenza ajena, esa sensación insoportable del que ve cómo alguien se pone en ridículo sin percatarse y convencido de estar triunfando. A esa sensación, que obliga a girar la cabeza para no ver al infeliz vomitándose encima delante de su horrorizada novia, se le llama alipori, palabra aceptada por la Real Academia, pero infrecuente. Quizás habría que darle mayor circulación.

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6 de septiembre de 2016
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SOLVAY 1927: Asumir el legado

"Entre estas doctrinas se libra, Teeteto, una batalla interminable" (Platón, El sofista 245 c)

En 1927,  en el castillo de Solvay en Bruselas, habría tenido arranque  un combate primordial sobre la entidad, la platónica gigantomachia peri tes usias, que aun no ha concluido. Desde entonces la física se ve abocada  a una confrontación teorética que, nacida en su seno pero sin solución ni criterio para la misma en los resultados experimentales, es el paradigma de lo que Andrónico de Rodas, ante la temática  de unos textos de Aristóteles carentes de título, calificó de meta-física.

En ese debate de Solvay se pone en tela de juicio la trascendentalidad,  la omniaplicabilidad si se prefiere, de  principios  que   desde Aristóteles hasta el propio Einstein allí presente, pasando por Galileo y Descartes, nadie había cuestionado. Y he enfatizado aquí  el hecho de que  Einstein se halla al respecto en la singular situación de ser a la vez el que abrió  la primera puerta a una subversión tan tremenda y sin embargo el que más ha  luchado contra ella hasta el fin de sus días. Lucha que desde luego es perfectamente comprensible en un pensador de su garra.

Pues resulta que en Solvay, en los términos mismos del debate entre los protagonistas,  empieza a hacerse patente que la física llamada cuántica (en razón de que introduce la discreción -cuantos elementos- en el seno mismo de fenómenos caracterizados por la continuidad), esta disciplina tan eficazmente descriptiva de los entresijos de la materia y tan útil para la canalización de los mismos al servicio de la técnica,  tiene  un enorme problema de justificación. Y ello simplemente porque los comportamientos que describe, literalmente no se entienden, al menos si entender algo consiste en encontrar esa  adecuación a las reglas y principios que aquí  se han venido considerando.

Pues si hacer algo inteligible es remitirlo a principios, se hace  entonces  obvio que no cabe reducir a algo inteligible los principios mismos.  Y precisamente porque la esencia de su trabajo consiste en remitir el entorno natural a principios que lo hacen inteligible,  el físico ve el límite de su disciplina al constatar que la naturaleza no responde a una parte (eventualmente entera) del conjunto de tales principios, y en consecuencia que la naturaleza es otra.  Confrontado a esta alteridad del orden natural el físico deja paso al metafísico o quizás  se convierte él mismo en metafísico, es decir en aquel que se ocupa del discurrir de los principios.

De ahí que desde ese Solvay 1927, a la par que en la faceta empírica la disciplina daba pasos que podían dejar estupefacto, las preguntas sobre los cimientos mismos se multiplicaban, hasta el punto de que traspasando la frontera que separa de la filosofía, la discusión hermenéutica vino a ocupar una gran parte del tiempo de los protagonistas, al menos de los grandes de entre ellos.

Ciertamente no todos los físicos confrontados a los sorprendentes hechos  fueron movidos  por esta exigencia de hermenéutica. Cabe incluso decir que muchos de aquellos sobre quienes recae hoy la responsabilidad de sostener el edificio de la física  abdican de todo cuestionamiento y se instalan en una posición que cabría denominar "pragmática", caracterizada por la aceptación  del  primado de las cosas, sin preguntarse por lo que significa el término mismo cosa.

Posición pragmatista, que no deja de ser una suerte de "filosofía" (en el sentido  convencional de actitud ante el mundo, en este caso simplemente   perezosa y por ende intrínsecamente conservadora de lo establecido), coincidente con lo que suele determinar la ideología del ciudadano, a menudo obediente al pragmatismo... sin saberlo. Nada que ver con la actitud de Einstein quien lejos de agarrarse pasivamente a los principios reguladores de nuestra concepción de la naturaleza, sabía perfectamente que estaban seriamente  en entredicho y que sólo como resultado de un gran esfuerzo teorético podrían eventualmente ser restaurados.

Y en este asunto de la actitud de unos y otros, es preciso señalar que el  menosprecio hacia el problema filosófico de las interpretaciones de la física cuántica ha encontrado a veces soporte en lo siguiente: ninguna de  ellas es fundamental a la hora de efectuar experimentos o avanzar protocolos que permiten innovaciones tecnológicas. Por decirlo con toda nitidez: la diferencia entre una u otra interpretación es irrelevante desde el punto de vista de los aspectos prácticos de la física. ¿Quiere ello decir que es irrelevante simplemente? Todo depende de si  se considera que el hombre tiene como destino el control de la naturaleza, o si lo suyo es más bien la interpretación de la misma, la cual se revela indisociable de una interpretación de su propio ser. Mas para aquellos que, por respeto mismo a su origen en los pensadores jónicos, asumen las aporías a las que la física  puede eventualmente conducir, ¿cuál es el reto, y cuáles son las etapas del mismo?

En primer lugar discernir entre los problemas que en el plano estrictamente técnico han sido clausurados y lo que permanece abierto. El punto de arranque es por así decirlo modesto: se trata simplemente de zanjar asuntos internos a la propia física. Observar, describir y eventualmente computar el momento orbital de un satélite artificial o un electrón supone dar por supuesto que todo cuerpo que efectúa una trayectoria circular tiene en cada instante una masa, una velocidad determinada y mantiene una distancia en relación a ese centro. En el caso de que un cuerpo se halle en movimiento rectilíneo o en reposo también se le puede asignar en cada instante una cantidad de movimiento bien determinada. El presupuesto del momento o cantidad de movimiento parecía incuestionable...hasta que el principio de incertidumbre se abre camino (al cuerpo que tiene posición no cabe atribuirle cantidad de movimiento fijo). ¿Cabe pues una entidad material sin algo tan elemental como un determinado producto de su masa y su velocidad (ya sea esta nula)? Aquí empieza una de las luchas de Einstein. Supongamos que la da por perdida. El problema es que ya en Solvay 27 Einstein podía barruntar que el peligro se cernía sobre asuntos aun más graves (en una carta a Schrödinger de 1935 parece sugerir que el principio de incertidumbre no contaba entre sus principales preocupaciones).

Como  he indicado  desde ese año 1927 de Solvay ha habido hechos que modifican los términos del debate. Einstein podía ya barruntar que se realizarían en laboratorio experimentos que mostrarían lo acertado de las correlaciones cuánticas que se derivan de la aplicación de la regla de Born (experimento de Aspect). Pero no hubiera entonces podido imaginar que 17 años antes se demostraría (Bell 1964)  que la  hipótesis einsteniana (variables desconocidas por la mecánica cuántica) que garantizarían a la vez los resultados de la disciplina y el determinismo en el comportamiento de las entidades subatómicos sólo eran compatibles con algunos de los resultados que esa misma regla de Born posibilitaba...no con todos:  ¡El físico dotado de prodigiosa mente matemática vencido por un teorema estrictamente matemático (y relativamente sencillo desde el punto de vista técnico)! Ciertamente otros intentos han seguido para recuperar de alguna manera el proyecto de Einstein y ello desde mucho antes del teorema de Bell. Bohm pareció intuir las objeciones que se le podían hacer a Einstein y en 1957 publicó una nueva versión del célebre artículo conocido como EPR de 1935 que paradójicamente fue la utilizada por John Bell para mostrar la incompatibilidad entre la conjetura einsteniana y las previsiones cuánticas y así  dar la puntilla a la localidad

La localidad sacrificada, ¿significa que hay que dar por perdida también la separabilidad, es decir el hecho de que dos entidades por relacionadas que estén tengan derecho a ser consideradas dos entidades? En cualquier caso la existencia comprobada de partículas vinculadas en uno de los estados llamados de Bell da cuenta de que hay un tipo de entrelazamiento en el que los entrelazados pierden su subsistencia. Y lo mismo cabe decir del presupuesto según el cual la física desvela las propiedades que las cosas tienen y que seguirían teniendo aunque nadie se preocupara de las mismas (realismo) y en definitiva de todos y cada uno de los principios a los que aquí me he ido refiriendo.

El problema acabará desembocando en una reflexión  sobre el ser que reflexiona, con lo cual ciertamente hemos dejado atrás la física, considerada desde sus orígenes jónicos como una observación neutra de una naturaleza marcada por una necesidad irreductible al sujeto que la observa y hasta indiferente al mismo. En esta discusión metafísica nos hallamos ahora mismo en gran parte por el hecho de haber asumido como propia aquella discusión sobre la naturaleza  que se fraguo en Solvay en 1927: "Se diría que asistimos  a una suerte de lucha de gigantes por lo virulenta  que es su confrontación en torno a la entidad"

 

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6 de septiembre de 2016
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El modelo de la ingobernabilidad

A la vista de la actual evolución de la política española, me atreviría a escribir que todo empezó hace muchos años, unos 40, con Convergència.

Convergència era un artefacto especial que llegó a suscitar mayorías oceánicas en Cataluña y una admiración no menos extensa en el resto de España. Combinaba una mezcla extraña: unas ideas particulares que la definían en su identidad de partido y otras ideas generales que la habilitaban para convertirse en la gran formación política que fue y que ya no existe.

Pujol y Roca personifican la dualidad, aunque sería injusta la identificación completa, puesto que ambos a su vez comparten las dos facetas que caracterizaron a la difunta formación política ahora tan añorada. De una parte, una vocación específicamente catalana, profunda y radicalmente catalana, que llevaba a sus gentes a trabajar para la recuperación de la lengua, la cultura, las instituciones y el autogobierno en los niveles máximos posibles. De la otra, una vocación genuinamente española, que conducía a influir en la política española e incluso facilitar en Madrid la gobernabilidad --hábil neologismo introducido por Miquel Roca no sin los reglamentarios sarcasmos e incompresiones anticatalanas-- a cambio naturalmente de jugosos pactos que contribuían a reforzar la genuina vocación particular (y, a lo que se ha visto, reforzaban también el patrimonio de algunos de los pactantes).

Ningún otro partido se asemeja a lo que era Convergència --cuidado, y también Unió, principalmente con Duran i Lleida-- respecto a la gobernabilidad. El nacionalismo vasco, más definido ideológicamente, ha sido también más directo en sus tratos y pactos y, sobre todo, ha contado con un peso menor y, por tanto, con menos vocación de influir y gobernar o dejar gobernar en España. El PSOE y el PP, o UCD en su día,no pertenecen a la misma esfera: lo suyo no ha sido dejar gobernar o facilitar que se gobierne, sino gobernar directamente y a ser posible sin necesidad de nadie o, en caso contrario, obstaculizar el gobierno de los otros. De la tradición comunista hay que decir que sólo con Carrillo el PC se asemejaba a Convergència, cuando su vocación era influir, facilitar la gobernación y esperar el milagro nunca realizado de la participación en el gobierno algún día (eso que Carrillo quería y nunca tuvo y Pujol no quiso y en cambio pudo tener: ministros); luego, lo que hemos visto tiene que ver con el perro del hortelano, que no deja comer a nadie porque él mismo no puede.

Convergència fue el primer partido que tiro a la basura la gobernabilidad. El gesto debió ser tan notable que fue imitado por todos. Dejar gobernar, facilitar que se gobierne, se ha convertido en una actitud de mal gusto, un gesto de debilidad y una prueba de cobardía. Lo que se lleva, sobre todo desde que Convergència hizo su mutación, es impedir que se gobierne, bloquear, y sacar rédito de ello como antes se sacaba de los pactos.

Hasta llegar al punto actual, en que el presidente Puigdemont exhibe los obstáculos que ponen los diputados catalanes a la investidura, sea de Rajoy sea de Sánchez, con el mismo orgullo con que Pujol exhibía los votos catalanes en las investiduras de González o de Aznar. No le faltan méritos, ciertamente, y el mayor no es nisiquiera convertir los votos en vetos, para seguir con el juego de palabras de Felipe González, sino conseguir que cunda su ejemplo hasta la parálisis total del sistema parlamentario español que hemos registrado esta pasada semana.

La inversión de la gobernabilidad convergente, iniciada propiamente en 2012, no se ha expresado en todo su potencial hasta 2016 cuando ha conseguido que los dos grandes partidos históricos de la democracia de 1978, PP y PSOE, e incluso el partido de contestación al sistema que es Podemos, se apuntaran también a su modelo de impedir ante todo que los otros gobiernen ya que no pueden gobernar ellos mismos. Los tres lo han puesto en práctica de una forma u otra a lo largo del año con las investiduras fallidas de Sánchez y Rajoy, y lo más irónico del caso es que el único partido que no lo ha hecho y que se ha portado como un auténtico seguidor del modelo convergente es Ciudadanos, que nació precisamente con la vocación explícita de combatir en Cataluña a Convergència.

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6 de septiembre de 2016
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Un lugar para el Reino Unido en Europa

Todavía no hemos superado el trauma. Ni unos ni otros. Los brexiters, encabezados ahora por Theresa May, más sensata que Farage, Johnson y compañía, aclaran que no habrá segundo referéndum ni regreso a la UE por la puerta de atrás y repiten como un mantra para atraer la lluvia que Brexit es Brexit, una tautología hipnótica que nada significa mientras nadie sepa aclararnos qué es o puede ser realmente el Brexit.

La Unión Europea se enfrenta a dos dificultades para salir a su vez de la conmoción. La primera es empezar a olvidarse de que el Brexit es una catástrofe, aunque efectivamente lo sea, para empezar a buscar salida al disparate. La segunda es evitar que todo los esfuerzos de la UE a partir de ahora se dediquen exclusiva y únicamente a enzarzarse con Londres para ver quién sale ganando de la pelea.

Jean-Claude Piris, jurista y ex director de los servicios jurídicos de la UE, ha aclarado algo extremadamente importante respecto al famoso artículo 50 en el que se contempla la eventual salida del club. Una vez se activa dicho artículo, cosa que la señora May quiere hacer cuanto antes pero a principios de 2017, quedan dos años para negociar un acuerdo de retirada que deberá ser ratificado por la Cámara de los Comunes, y solo si no hay acuerdo en este plazo de tiempo y a la vez tampoco lo hay para prorrogarlo, entonces se produce la ?desconexión? automática que deja fuera de los tratados al Reino Unido.

Piris señala que mientras no se llegue a este punto, Londres tendrá siempre tiempo para reflexionar e incluso para retirar su petición de salida después de haber manifestado su intención de salirse y que, de hecho, la negociación con la UE como ?país tercero? no empezará hasta que no se haya producido la retirada.

Quedan dos o tres años a más alargar, por tanto, para que los británicos se lo piensen. Pero la mejor manera de ayudarles es que la UE a su vez también piense honestamente cómo debe ser una UE sin Londres y cómo debe relacionarse con Londres esa UE sin Londres. El think tank bruselense Bruegel acaba de publicar un ?paper? que aborda por primera vez el problema y de forma integral, es decir, imaginando un nuevo diseño de la UE que resuelva el problema del Brexit sin dañar el futuro de la integración europea ni siquiera del proyecto de una unión más estrecha entre los pueblos de Europa.

Además del prestigio de Bruegel, este ?paper? tiene el aval de sus cinco autores, personalidades de prestigio académico e intelectual, como Jean Pisani-Ferry, André Sapir, Paul Tucker, Guntram Wolf e incluso político, como es el caso de Norbert Röttgen, presidente de la comisión de Exteriores del Bundestag. Es, por supuesto, un traje a medida pensado para resolver los problemas que plantea el Brexit, pero tiene la virtud de que puede servir para otros países europeos e incluso no europeos.

La idea fundamental, que desarrollaré un poco más en un próximo post de este blog, es organizar una Europa de tres velocidades, con un núcleo alrededor del euro y del proyecto político de integración plena, un segundo círculo de los países que no pertenecen al euro pero aspiran integrarse y un tercer círculo, exterior a la UE pero estrechamente vinculado por la cooperación intergubernamental en áreas específicas, en el que junto a Reino Unido se podrían integrar en un futuro Ucrania, Turquía o incluso Marruecos.

Los autores del 'paper' piensan, y creo que llevan razón, que hay que darle la vuelta al Brexit y convertirlo en una oportunidad para avanzar en la integración europea en vez de quedarnos paralizados o retroceder, como sucederá si solo nos dedicamos a ir distanciándonos y desconectando de Reino Unido sin una estrategia y un objetivo compartido. Quizás haciendo esto, los británicos serán capaces de echar el freno y evitar lo que, al final de las cuentas, será un mal negocio para todos.

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5 de septiembre de 2016
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La serpiente del ‘burkini’

Cuán grotesca ha resultado este verano la prohibición de que las mujeres se bañaran en las playas de Niza o Córcega con burkini. No es sólo oportunismo ni afán mediático, sino un zafarrancho abusivo esa manera de intervenir en el guardarropa femenino, como si fuera precisamente sobre el cuerpo de las mujeres donde anidara el germen del fanatismo yihadista. “Surferas con ‘burkini’”, leí en un periódico francés, y me interrogué acerca de una posible invasión de musulmanas con tabla surcando las aguas turquesa de la Côte d’Azur. Ni rastro de avalancha, acaso un par de amazonas marinas dando brazadas en soledad. “Razones de higiene”, apuntaron los prohibicionistas tapándose la nariz, y, raudo, el imaginario colectivo respiró un olor fétido, ese tufo que durante años de xenofobia y desprecio se ha atribuido a “las moras”, quienes en verdad poseen una cultura olfativa muy superior a la media occidental. Otra cosa es el olor a pobreza y a moho.
Así de contradictorio es el mundo: algunas abuelas musulmanas que en los años ochenta llevaban despreocupadamente falda midi y moño banana a lo Farah Diba hoy han perdido esa libertad y se ocultan. Tiene voz pero carecen, en su tierra y en la nuestra, de altavoces. Por ello, este tipo de campañas, en lugar de favorecer la libertad de mujeres sometidas, logran todo lo contrario: la exclusión del espacio público de las más pobres, porque las ricas podrán acceder a cualquier beach club privado y embutirse en un brevísimo estampado de leopardo. Frente a la armonía del horizonte, dos cuerpos se aproximan al agua; el uno resumido por un tanga, el otro cubierto de arriba abajo. La braga brasileña y el burkini conviven en las playas caldosas de los hoteles de Dubái con la misma naturalidad de los alimentos kosher y las carnes halal en el bufet de desayunos.
En lugar de atacar la raíz del verdadero problema o, mejor dicho, las miles de raíces que tienden a perpetuar la cruzada del extremismo islámico contra Occidente, se ha elegido una serpiente de verano vistosa para descabezar. Como si de aquel lema entre revolucionario y naif, “Prohibido prohibir”, hubiera calado más su paradójico subtítulo: “La libertad empieza con una prohibición”. Hasta que el Consejo de Estado francés ha determinado que el burkini es tan legal como el trikini o las hombreras, acaso recordando que en 1925, en Palm Beach, la policía medía la longitud del bañador de las mujeres y las multaba.
El fundamentalismo ha barrido algunos derechos que las mujeres musulmanas conquistaron hace treinta años, pero retrocesos los ha habido en todas las latitudes, también en la civilizada Europa: desde el repunte de la violencia machista de los jóvenes hasta el porcentaje de la representación pública. Siempre dos pasos adelante, y uno y medio atrás; porque las peceras, al igual que los techos de cristal, no se ven. Son transparentes. La libertad individual de las musulmanas no admite frivolidades.
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5 de septiembre de 2016
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Politizar el cuerpo femenino

El contraste es duro. Hay fotos de las costas europeas de los años 60 en los que se puede ver a policías que multan a jóvenes en bikini. Este verano, 50 años después, hemos visto las fotos de gendarmes franceses que obligaban a una mujer a despojarse de su bañador integral, el llamado burkini, en una playa de la Costa Azul. Hace medio siglo, en pueblos agrícolas de Italia y España, había todavía mujeres vestidas de negro y con la cabeza cubierta, mientras que en ciudades como El Cairo, Beirut o Argel, muchas mujeres vestían ?a la occidental?, con faldas cortas y cabeza descubierta.

Ha sucedido en Francia, en una región donde tiene una implantación muy fuerte el Frente Nacional de Marine Le Pen, y después del terrible atentado de la noche del 14 de julio en Niza, que dejó 85 muertos y 303 heridos sobre el asfalto y a los franceses en un estado de shock que todavía no han superado. Son 31 los ayuntamientos los que han publicado bandos que prohíben el burkini, objeto de los recursos, primero administrativo y luego ante el Consejo de Estado, equivalente a un Tribunal Constitucional, por parte de la Liga de los Derechos del Hombre, a la que se añadió luego el Comité contra la Islamofobia en Francia.

El burkini no es un burka o niqab, es decir, un velo que cubre el rostro de la mujer. Este último está prohibido en Francia por razones de seguridad, como está prohibido el mero uso del velo por parte de los funcionarios o en las escuelas públicas. La prohibición del bañador completo de pies a la cabeza, pero con el rostro descubierto, tal como han pretendido varios ayuntamientos de la Costa Azul, sería un paso más en contra de los signos religiosos en el espacio público, previo a la prohibición mucho más polémica del velo. Es lo que pretenden varios partidos de extrema derecha con sus programas de desislamización de Europa, que significa la expulsión de la religión musulmana del espacio público y podría llegar incluso a la prohibición de difusión del Corán.

Las opiniones jurídicas están divididas, como lo están las políticas. Un tribunal de Niza dio validez a las prohibiciones municipales, mientras que la más alta instancia constitucional francesa zanjó y las anuló como ?un grave atentado y manifiestamente ilegal a las libertades fundamentales?. El primer ministro socialista Manuel Valls expresó su simpatía con los alcaldes prohibicionistas, probablemente con la vista puesta en las elecciones presidenciales en las que Nicolas Sarkozy y Marine Le Pen pujarán en la subasta islamofóbica, mientras que varios de sus ministros, mujeres incluidas, se manifestaron en contra de la prohibición.

El Consejo de Estado considera que no existe riesgo para el orden público, como pretendía el munícipe prohibicionista y defendía Valls, ni tampoco existe para la higiene, y añade respecto a los orígenes del problema que ?la emoción y las inquietudes resultantes de los atentados terroristas cometidos en Niza el pasado 14 de julio no son suficientes para justificar legalmente la medida de prohibición impugnada?.

Es muy difícil orientarse en la guerra del burkini, en la que las libertades individuales que unos ven transgredidas son para otros agresiones al laicismo e imposición de una identidad islámica con supuestas pretensiones invasivas y dominadoras, al estilo de la distopía descrita por Michel Houellebecq en su novela Sumisión. En ocasiones, las posiciones extremas de los islamistas radicales y de sus enemigos islamófobos coinciden, como sucede con la lectura literalista del Corán. Unos y otros creen exactas, dogmáticas y preceptivas las apelaciones a la violencia o a la discriminación de la mujer que pueden leerse en este, como en otros libros sagrados.

Nada mejor para orientarse en este caso que atender al criterio de alguien que sabe de qué va el velo y el burkini. Por ejemplo, una colega periodista, egipcia, musulmana, abiertamente liberal en terminología estadounidense, es decir, de izquierdas, y con una larga trayectoria de reflexión, discusión y combate por la emancipación de las mujeres, como es Mona Eltahawy, autora del libro Velos e hímenes. Por qué Oriente Medio necesita una revolución sexual (que hay que leer en inglés, francés, italiano o alemán, porque desgraciadamente no hay traducción española).

Eltahawy se puso el velo a los 16 años y se lo quitó a los 25, según confiesa, tras siete años de combate consigo misma. También tuvo que combatir consigo misma para liberarse sexualmente, a los 29 años, en un clima de sublimación de la virginidad y de prohibición de cualquier relación fuera del matrimonio. Fue detenida por la policía de Mubarak durante la revuelta de 2011, sometida a abusos sexuales y malos tratos que le produjeron la fractura de ambos brazos. En sus libros y artículos ha documentado el maltrato y los abusos sexuales que sufren las mujeres en los países árabes, que en su caso se produjeron incluso durante la peregrinación a La Meca por parte de policías encargados de la seguridad de los peregrinos.

Según Eltahawy las mujeres musulmanas usan velo unas por modestia religiosa, otras para dar testimonio de su identidad islámica, algunas para no gastar en ropa y peluquería, otras más para sentirse libres y solas en el espacio público, incluso para no ser acosadas e incluso violadas, y también, en casos extremos, pero muy relevantes, como forma de militancia política antioccidental.

La polémica del burkini demuestra que los radicales islámicos han llegado muy lejos en sus propósitos de atizar la islamofobia, dividir a los europeos y separar a los musulmanes del resto de los ciudadanos. Aunque no sea un esfuerzo coordinado, la violencia de los atentados de una parte y la exhibición de la militancia islámica por la otra se suman en la consecución del mismo objetivo. Los primeros enervan los reflejos xenófobos, racistas e islamófobos que se proyectan sobre los pacíficos creyentes que exhiben los atributos de su fe en el espacio público europeo.

La periodista egipcia apoya la prohibición del niqab que oculta el rostro de la mujer, pero no del velo, es decir del burkini, pero tiene muy clara su posición ante las mujeres que lo llevan: ?El velo, sea hiyab o niqab, es la bandera blanca que levantamos para rendirnos a los islamistas y su conservadurismo?. Me parece que su criterio es muy relevante y útil para orientarnos.

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4 de septiembre de 2016
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Polvo enamorado

En el verano de 1966, el enfant terrible de la alta costura, Yves Saint Laurent, y su pareja (y socio) Pierre Bergé descubren Marrakech: pasan un mes de vacaciones a lo grande en La Mamounia, aunque a los quince días compran una casa en la ciudad –años después adquirirían también el jardín Majorelle–. En ese marco suntuoso se construyen una mansión: “Habíamos estado en Canarias, en Túnez, en Libia. Ningún otro sitio nos provocó tal flechazo. En Marruecos –ha revelado Bergé –, Yves diseñó sus mejores modelos. Y descubrió el color. Se convirtió en una especie de embajador honorario del país”. Pierre Bergé, hombre de negocios, filántropo y tótem de la cultura gala, mantendría años después una relación amorosa con uno de los exquisitos paisajistas de Majorelle, Madison Cox, mientras que Yves empezaría a perder el interés por la vida de cada día. Pero en aquellos días, aquel escenario ambientado por una sensorialidad exótica reunía todo aquello que amaban: sol, exuberancia, sexo y misterio.
Fue hace cincuenta años cuando Saint Laurent travistió el esmoquin masculino y se lo puso a las mujeres, inspirado por los dandis: el chaleco de Brummel, los bucles dorados de Dorian Gray, los fulares del Gilles de Watteau. Chanel lo considera en la televisión francesa como su heredero espiritual. Roland Petit le encarga el vestuario de Le paradis perdu para el Covent Garden. Y la gloria se empeña en barnizar la languidez del joven modista. “Saint Laurent viste a Catherine Deneuve con esa inteligencia íntima de la historia, esa ‘servidumbre voluntaria’ de la que Proust escribe que representa el inicio de la libertad”, sentencia Laurence Benaïm en la biografía del creador. Fue también entonces cuando se consolidó el espíritu rive gauche, e Yves y Pierre encarnaban al bourgeois con solera aunque detestaran a los burgueses. A Saint Laurent le preguntan en un cuestionario al uso: ¿cómo le gustaría morir?, y responde: “Bruscamente”. Ambos se convierten en fervorosos coleccionistas de arte, amantes del mantel y las sábanas con sus toques de extravagancia y libertinaje. “Claro que hubo infidelidades sexuales, ¡muchas! Pero eso suena burgués. Lo que nos unía era mucho más importante”, ha reconocido Bergé.
Incluso su homosexualidad e izquierdismo son rasgos posibles en Francia: colorean la solapa tanto como la insignia de la Legión de Honor. Ellos se amaron gracias a sus caracteres opuestos: el uno inseguro, depresivo, brillante y adicto; el otro mandón, controlador, gris y firme como una roca. Quizás ese fuera el secreto de un amor al que las drogas forzaron a una cesura (se separaron en 1976, aunque siguieron siendo socios y se casaron días antes de la muerte del coutourier ,enel 2008).
Fue muchos años antes, en el hospital de Val-de-Grâce de París, donde Yves estaba ingresado por trastornos psiquiátricos tras su alistamiento en el ejército francés y su despido chez Dior, cuando se juraron amor eterno. “Vamos a crear una casa de alta costura más grande que Dior. Yo diseñaré y tú la dirigirás”, instaba Yves a Pierre. “Nuestra relación era muy fuerte, con una sexualidad muy intensa. El sexo era nuestro centro de gravedad. Fue así durante mucho tiempo. Y no tengo más que explicarle”, le confesaba Bergé hace un año al periodista de El País Jesús Rodríguez.
Este verano acaba de presentarse el proyecto del Museo Yves Saint Laurent en Marrakech, impulsado por Bergé para celebrar los 50 años del descubrimiento del edén marroquí que tanto deslumbró a YSL: un cubo de 4.000 metros cuadrados inspirado en el mítico esmoquin femenino que acogerá los archivos de la firma (5.000 vestidos y 15.000 accesorios). Yves Saint Laurent al final de sus días declaró a su biógrafa que no se arrepentía de nada: “Todo es claro y también todo está entre sombras”. El amor por Bergé fue su anclaje a la vida, un amor más allá de la muerte.
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3 de septiembre de 2016
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Sobre la Revolución húngara de 1956

La revista Foreign Affairs me recuerda que ahora se cumplen 60 años de la revolución antisoviética de Hungría. Lo hace en un espléndido artículo en el que relaciona el combate de los revolucionarios húngaros, comunistas muchos de ellos opuestos a la dominación soviética, con los ideales europeístas que el actual primer ministro Viktor Orban está traicionando. Hace diez años, con motivo del 50 aniversario, escribí un artículo, titulado ?Como gatitos ciegos?, que ahora he releído y que me parece que puede ser de interés para los lectores. A veces creemos que todo cambia pero luego vemos que han pasado diez años y algunas cosas siguen exactamente igual, o peor.

Como gatitos ciegos

Todo estaba preparado, hoy hace 50 años, para aplastar la Revolución. Diez divisiones, con 5.000 carros y 150.000 hombres, más un nutrido apoyo aéreo, se había desplegado por toda Hungría, había bloqueado las fronteras con Occidente y organizado una tenaza sobre Budapest, que iba a cerrarse en la madrugada del 4 de noviembre. El embajador de Moscú en Hungría era Yuri Andropov, el hombre que en 1982 se convertiría en el máximo dirigente de una Unión Soviética gerontocrática que ya se hallaba sin saberlo en fase de inmediato desmoronamiento. Andropov fue el elemento decisivo de aquella operación militar que terminó con una Revolución protagonizada por los jóvenes húngaros, estudiantes y obreros, en su gran mayoría de ideología izquierdista y comunista, pero dispuestos a morir por la libertad y la independencia de su país. El primer intento de ahogar la revuelta, el 25 de octubre, se hizo con una fuerza de unos 20.000 soldados y apenas un millar de carros, preparados para los combates urbanos contra un ejército enemigo, como el alemán, al estilo de lo que había sucedido en la Guerra Mundial. Pero no para enfrentarse a una improvisada guerrilla urbana, con barricadas y cócteles molotov, que obligó al segundo ejército del mundo a replegarse y prometer conversaciones con el nuevo Gobierno pluralista y democrático, encabezado por el comunista reformista Imre Nagy.

Nadie estaba preparado para aquella Revolución. No lo estaba Washington, concentrado en la campaña electoral para la reelección de Eisenhower, que se conformó con mantener el reparto del mundo urdido en Yalta y sólo se permitió alentar a los revolucionarios e incluso criticar por su moderación al Gobierno de Nagy desde su emisora dirigida a los países comunistas. Tampoco Naciones Unidas, que se ocupó tarde y mal de las dos intervenciones soviéticas, pues estaba atareada con la invasión de Suez por Francia, Reino Unido e Israel, que se produjo en idénticos días. Europa todavía no existía, y la mayor prueba era que París y Londres se habían metido en esta última y absurda aventura imperial e iban a recibir la regañina y el castigo correspondiente de Washington. La propia Unión Soviética tampoco podía imaginar que alguien cuestionara su orden y autoridad imperial sobre sus países vasallos. El único preparado, muy bien preparado, para enfrentar situaciones tan difíciles era el embajador Andropov, que consiguió adormecer y engañar al nuevo y legítimo Gobierno, tender una trampa y detener a la cúpula militar húngara y preparar la invasión con modos de fariseo y de tahúr.

Recibió su premio al poco en forma de rápida escalada en el partido hasta alcanzar la jefatura del KGB en 1967, cargo que ocupó hasta 1982, cuando se convirtió en sucesor de Bréznev y antepenúltimo líder de la URSS. El aplastamiento de la Revolución de 1956 llevó al exilio a casi 200.000 personas. Fueron a parar a las cárceles unas 22.000, de las que 330 fueron ejecutadas, entre ellas el primer ministro Imre Nagy. La dirigente comunista italiana, Rossana Rosanda, ha descrito en una frase escueta el espíritu que reinaba en las filas comunistas: "Los camaradas se sentían engañados, tratados como gatitos ciegos". La fe en el comunismo se quebró de forma irreparable. Los 33 años que faltaban para la caída del muro de Berlín iban a ser una larga e inexorable pendiente y una permanente sangría de militantes. Pero aquél fue el año decisivo, en que se desarrolló la primera revolución antitotalitaria en un país comunista, y se conocieron los crímenes de Stalin gracias al informe secreto de Nikita Jruschov ante el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS.

Todo ha cambiado en el 50º aniversario, mal les pese a la extrema derecha y a los populistas húngaros, que buscan estos días imposibles paralelismos. Aunque queda un hilo de inquietante continuidad. El actual señor del Kremlin, Vladímir Putin, también ha sido miembro del KGB, en el que ingresó a las órdenes de Andrópov. Ha sido el jefe máximo de los servicios secretos de Moscú, aunque en este caso con las nuevas siglas del FSB, el servicio federal de seguridad que sucedió al soviético Comité de Seguridad del Estado. Y se aupó en el poder gracias a la guerra de Chechenia, la acción militar que más se parece y que incluso supera a la terrible represión sobre Hungría en 1956.

Como sus antecesores en el Kremlin, que llamaban a capítulo a los Gobiernos de los países satélite para impartir sus órdenes, ahora Putin exhibe el poder que le dan los grifos del gas y del petróleo que Europa necesita para vivir. Sería muy lamentable que gracias a la desunión y a la ceguera de los europeos, los sucesores de Andrópov recuperaran ahora parte de lo que empezaron a perder hace 50 años.

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2 de septiembre de 2016
Blogs de autor

Respeto e ignorancia

En ese trance final en el que el editor te entrega las pruebas para que les des el repaso definitivo se agradecen todo tipo de apoyos y no fue el menor de ellos el comentario acerca de la última parte de la novela: “nabocoviana” dijo en voz baja pero no lo suficiente para que no lo oyeran la correctora y la de los derechos de autor. Ahora, por respeto a quien va a permitir que publique en colección tan señalada, no me atrevo a incomodarle demandando más precisión, que me dijera (o que incluso diga en voz alta o semi alta) qué pasajes le parecen nabocovianos y, dentro de esta categoría, qué tipo de nabocovianidad es la que reside en ellos: me refiero a si ve reminiscencias de la noción de avance, de trayecto, de viaje, si considera enmarañado el desenlace, con ese enmarañamiento que Nabokov sabe urdir para que el lector se esfuerce algo más de lo acostumbrado, casi algo más de lo aconsejable, o, si mi pasión por las aves y el póquer tuvieran algo que ver con mariposas y ajedrez. Aunque lo que preferiría es que me tildara de nabocoviano por la inteligente construcción del dictado o incluso por el desdén con que trato la definición de los personajes. Mas nunca lo sabré.   

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2 de septiembre de 2016
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El Boomeran(g)
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