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La post movida

Tanto que se rieron del talante, santo y seña de la era Zapatero –que tiene la misma raíz etimológica que talento, según el Corominas– y ahora el llamado nuevo PP es el no va más de la sensibilidad y la cercanía. El caso es que el Ministro Méndez de Vigo me llama a capítulo después de rajar en una columna sobre la ausencia de modelo cultural español, a años luz del caso francés. Don Méndez me invita amablemente a que su equipo de especialistas me expliquen el Plan 20.20, porque hoy la cultura se envuelve de números-bandera. Hay voluntad e impulso. Pero antes tienen que sacar las grapas oxidadas con las que clavetearon la cultura. El todo Madrid dice que Méndez de Vigo es “un hombre de diálogo”. Siempre me ha alarmado este sintagma rimbombante aplicado a un político, ¿o la capacidad de diálogo no debería de ser una característica obligada para cualquier gestor público? También “es un señor”, y eso significa por encima de todo que es un hombre bien educado. 
Durante la semana de la moda, charlo con Ágatha Ruiz de la Prada. De ella también se dice que “es una señora”, sobre todo después de declarar que pasaría el disgusto de la dejación de su marido igual que una gripe larga. La conozco desde hace mil años; vendía su ropa en la tienda de Pepa Domingo. A Pepa hay que hacerle un homenaje corriendo. Gracias a ella pudieron comer muchos diseñadores post-movida a quienes compraba sus colecciones y les montaba desfiles al lado de la Paeria, desde Sybilla, Manuel Piña, Lydia Delgado, Kima Guitart o la propia Ágatha … Pepita, que tiene una belleza morena e italiana, me bautizó en sus mares y  me contagió su capacidad de asombro por todo aquello que era audaz entre costuras. En ocasión me llegó a vender un aro de Ágatha. Y con él, incauta  jovenzuela me fui a cubrir la primera edición del Premio de Ensayo Josep Vallverdú. Aún había gobernador militar, y ante la estupefacción de las autoridades el mando cortó el hielo con retranca y cortesía, era 1984, los tiempos no cambiaban, se desbocaban. Ágatha ahora está suelta del todo. Su desfile fue una declaración de vida, y no de “vida después de Pedro J”, sino de todo lo que siempre ha sido ella. Me cuenta que durante años vivió de puntillas. Más pendiente, contenida, acompañando aquí y a allá al superperiodista que se ponía sus corbatas de nubes. La suya fue una explosión de magdalenas y donuts de colores. Una demostración del espíritu ochentero que agathizó el mundo de la ropa infantil, la decoración, los perfumes y todo lo que tocaba, hasta convertirse en un gigante. Lo suyo también fue una explosión de poder: Aguirre, Cifuentes, el ex editor de su exmarido, Antonio Fernández Galiano, Rafael Ansón, el torero Francisco Rivera y su mujer, Beatriz de Orleans…Todos en pie al terminar el desfile. Y una Ágatha, liberada se convirtió en corazón. 
 
Hace unos días, Joaquín Sabina nos invitó a un grupo de periodistas a escuchar su nuevo disco en las oficinas de Sony Music, que tiene algo de guardería de diseño. En una pantalla iban apareciendo las letras de “Lo niego todo”. Allí me encontré con el colega y poeta Antonio Lucas, que persigue el esplín de la ciudad y hace literatura en el mítico José Alfredo, un bar donde muchos periodistas se han dejado la nómina. Sabina está regio. Sereno. Habla directo como siempre, confiesa que sus musas estaban viudas, que les habían salido varices, que les olía el aliento. Hasta que llegó un clima de felicidad creativa, y las musas rejuvenecieron. Sabina confiesa: “Las canciones siempre se quedan lejos de cómo uno las había soñado. Al menos éstas no me dan vergüenza”.  Suele afirmar que sus dibujos no son arte ni sus canciones no son poesía, pero es uno de los superventas de Visor, junto a Benedetti, y sigue llenado salas y estadios a los dos lados del charco.
La nostalgia ochentera es recogida hoy por las nuevas generaciones que beben del histórico Club Blitz de Londres o de las noches de El Sol. Alejandro Gómez 'Palomo', ha desfilado en Nueva York con Malia Obama, la hija del ex presidente de Estados Unidos, en primera fila. Es el único español nominado en los premios LVMH. Y su nueva colección, inspirada en "La Ley del Deseo", contó con la bendición del mismísimo Almodóvar. Efebos iluminados y barrocos que posan en las azoteas del Barrio de las Letras demostrando que la máxima expresión de la moda es su capacidad de provocar.
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27 de febrero de 2017
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Poema 95

Un grupo

de caballos

sin visión

engalanaban 

los sueños que,

a su vez,

galopaban

suspendidos

en blandos  aires

de caucho

por sendas

paralelas.

Pequeñas estrellas

además,

estrellas puntiagudas

y adyacentes

permitían

concluir

que esa manada

se hallaba agrupada  

por la ceguera.

Prosperaban,

como en sueños blancos, 

sin relato.

Sólo una idea

vaga y verde,

asociada al

avance, 

cumplía el objetivo

de la supuesta

salvación.

La inyección,

el yodo,

los Pet Tac,

los antieméticos

giraban

como el impulso

de una fuga

dirigida hacia otra escena,

fuera del sueño equino,

y en donde la realidad

se convertiría 

en algo ordinario,

incompatible

con la excepcionalidad,

y ella se

fijara en el pasado

como sin haber

existido.

Nunca ni más.

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27 de febrero de 2017
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Poema 94

Vivía tan absorto

en  la enfermedad

que, sin desearlo,

ignoraba los cariños

que me regalaban.

No sentía sino

como otro síntoma

de mi gravedad

sus atenciones

y todo quedaba

empaquetado

en el proceso

del pavor sin dolor.

Envuelto

con la misma 

y tan repetida

seda

de la resonancia magnética.

Sonaban   

sin ruido

los amores amistosos

de todo lugar  

y se posaban

sobre la indiferencia

acuosa  

del mediastino.

Se colaban

en ese cuenco  

sin dejar

ninguna

señal

rastreable.

Señal

efectiva

de curación.

Líquidos

o gases

inocuos

que enfocaban

la enfermedad

con su luz neutra

para, involuntariamente,

dejar

las cosas igual

Más aún:

extrañamente

la enfermedad

que empezó siendo

un intolerable

personaje intruso

fue ensanchándose

para forjar

mi identidad.

Y ocupó

sin pausa, gradualmente,

el espacio completo del yo.

Así que era difícil

deslindar

la parte sana y la enferma

la salud y la no salud

de mi estado.

Fuera

mediante

el piadoso

afecto de los demás

o mi soledad sin eco,  

el proceso derivó

en una suerte

de lago único

Una nueva personalidad

linfática

y, desde ella,

el mundo  parecía

otro mundo.

Y yo otro habitante

avanzando   dócilmente.

Hacia el final.

La meta

de un camino

natural

que hubiera barrido

las astillas imperfectas

de mi unicidad,  

la fetidez del amor propio,

la espesura de la personalidad, 

el funesto colgajo

de la singularidad. 

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24 de febrero de 2017
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Poema 93

Las traviesas. Los raíles,

Las estaciones de tren,

la irrefrenable pérdida del amor,

las fugas de presos,

los cadáveres de la riada.

La lluvia de esparto,

la sangre en la carretera,

el infarto sobre el mármol

del vestíbulo

en el hotel.

La bomba que alza

racimos de niños

sin brazos.

Los racimos de moscas

hambrientas

de ambición.

Los platos sucios

del asesino,

el caudal de las

cloacas,   

el destino amenazante.

La mala suerte popular.

Las sombras sin prestación.

La tóxica pobreza

popular.

Los rincones

de arañas

ominosas.

Los pantanos

verdosos,

virulentos.

Las escuelas de cucarachas

huyendo.

Los peces reventados,

las caras tumefactas,

las médulas cancerosas,

las serpientes reptando

sobre los suelos

del templo.

Las caricias falsas, plateadas.

Las mentiras criminales

El aborrecimiento innato.

La necesidad perpetua.

La penuria oxidándose.

El alma humana

en un muladar verdecido.

de orín.

Las viciosas perdices

de los ojos

Los virus incurables.

Corrosivos.

El desánimo

incurable, irredimible.

La lamentación constante.

El color dorado y remachado.

El perfume  de un incienso

fétido, constante.

Los millones de bacterias

bullendo para matar.

Los millones de neuronas

sin fundamento defensivo.

El asco del propio cuerpo

en la autopsia o en

el hospital.

La catástrofe del organismo

incendiándose de lástima.

La gratis vulnerabilidad

de los mortales.

Los mortales

vivientes,

vanamente.

Los insomnios selváticos,

plenos de alimañas.

La ilusión cretina  

de permanecer.

¡Cómo dejar

de observar

tanta ignominia!

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23 de febrero de 2017
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La imagen de una vida

Cómo vamos a vivir de espaldas a la muerte si a diario y sin avisar muestra su rostro tan afilado como invisible? Es imposible no olerla. Está en los periódicos: toneladas de muertos cuyo destino se ha desbocado prematuramente; cadáveres de lujo y de todo a cien, porque también hay clases en la muerte. Se sienta en el banco del parque, donde unos abuelos flacos levantan la barbilla hacia el sol. La trae escrita en el entrecejo la amiga con cáncer, que la ahuyenta con coraje, dignidad y quimioterapia. La llevamos en el apellido, define quiénes somos: seres, sí, pero mortales, conocedores de que el vivir humano es un sinvivir; individuos irrepetibles en peligro de extinción, en amenaza permanente. Siempre que paso por la autovía de Castelldefels, frente al hospital de Bellvitge –donde desahuciaron a mi padre hace más de diez años–, la intuyo bien alojada, desplegando su voluntad con determinación. No hay otro muro tan real frente a nuestra capacidad de vivir. En cambio, pocas veces, acaso cuando se nos mueren los nuestros, la nombramos y nos preguntamos qué perdura tras ella.
El término posteridad proviene del latino posteritas y abarca el tiempo futuro en general, el conjunto de personas que vivirá después de cierto momento o cierta persona, y la fama póstuma. La filo­sofía le ha dado vueltas y más vueltas desde la antigüedad a esta fórmula todavía única de supervivencia, en la que Javier Gomá bucea en su nuevo ensayo, La ­imagen de la vida (Galaxia Gutenberg). En sus páginas, el filósofo de la ejem­plaridad desarrolla la idea del legado de la imagen de una vida, mitad sentimental, mitad moral, que todos dejamos al morir en la memoria de quienes nos trataron y quisieron. E inevitablemente surge la pregunta: ¿cómo queremos que se nos recuerde?
Además de reflexionar acerca de las dos formas de esta pervivencia humana –la obra de arte y la obra humana–, concentradas en la imagen póstuma, una entre todas se clava en su recuerdo y a la vez le ampara: la muerte del padre. Gomá define la orfandad como un estado en el que uno se siente una copia sin modelo. Y los progenitores, mucho más que las personas amadas, son figuras legendarias, “el último animal mitológico”. Hasta el punto de ser los únicos testigos de nuestra historia entera: “Sólo ellos custodian la narración íntegra y auténtica desde la primera línea”. Al morir, nos arrancan las primeras hojas del libro de la vida, escribe. El desconsuelo, que no es exactamente tristeza y es mucho más que llanto, procede de un acto violento, un corte metafísico que nos deja sin raíces, la muerte en mayúsculas. Y sólo el recuerdo robusto, y la imagen que brota de él, es el maná con el que tantos huérfanos de padre o madre seguimos alimentándonos.
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22 de febrero de 2017
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El compositor que ahuyenta a su público

El Liceu estrena hoy Quartett, ópera basada en Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos (1782) y en la obra de teatro homónima de Heiner Muller (1981), con música y libreto del compositor italiano Luca Francesconi. Viene con la impactante puesta en escena de Joan Ollé (La Fura dels Baus) hecha para su estreno mundial en La Scala de Milán. Este es mi ensayo sobre lo que nos propone esta ópera contemporánea. Fue publicado la semana pasada en Cultura/s de La Vanguardia.

*          *          *

“No se atrevan a venir su no pueden aceptar que deben analizar lo que hacen y quiénes son. Esta pieza es violenta, sexual, blasfema, desprovista de misericordia. Los únicos dos personajes son la definición del cinismo: hicieron un pacto para no amar nunca más. El amor y el sentimiento están prohibidos y lo único que queda e importa es un juego de ajedrez con las almas y los cuerpos”.

Así contestaba hace tres años el compositor italiano Luca Francesconi a la pregunta de Tom Service, del diario The Guardian, sobre cuál es el público que tiene en mente para su ópera Quartett.  En 2014 Quartett estaba a punto de convertirse en una de las pocas óperas contemporáneas que poco después de su estreno mundial, tenía una nueva puesta en escena muy distinta de la del teatro que la encargó.

En la respuesta desafiante del compositor, que aparentemente busca ahuyentar al público poco afecto a las obras contemporáneas, se encuentra la clave del éxito de Francesoni. Es una mezcla perfecta de autenticidad artística y marketing. Esa descripción de su obra como no apta para corazones débiles o espíritus tradicionalistas es en el fondo un llamado, un reto.

*          *          *

Quartett es una recreación de otra recreación, y se desarrolla al mismo tiempo en la época anterior a la Revolución Francesa y la posterior a la Tercera Guerra Mundial. Los personajes principales son los de Las amistades peligrosas, una novela epistolar de Pierre Choderlos de Laclos, el vizconde Valmont y la marquesa de Mertouil (representados soberbiamente en la película de Stephen Frears con la que la mayoría del público identifica la historia por John Malkovich y Glenn Close).

Estos antiguos amantes ya perdieron toda señal de ternura o humanidad, si es que alguna vez la tuvieron, y se dedican a herirse, engañarse, jugar a la crueldad usando el lenguaje del amor y las pulsiones del sexo como armas de ataque y tortura. Es la decadencia de una aristocracia a punto de desintegrarse.

Con estos dos personajes, el dramaturgo alemán Heiner Müller, quien trata a los humanos como si fueran insectos a estudiar en un experimento, monta una obra de cámara, Quartett. El mundo del Antiguo Régimen que se termina a finales del siglo XVIII se mezcla con otro final, aún más apocalíptico: al final de la Tercera Guerra Mundial, estos dos gastados amantes que aman odiarse son los últimos humanos que quedan. No hay revuelta del tercer estado, no hay pueblo redentor ni el hombre nuevo de las revoluciones comunistas. Crueldad y destrucción mutua es lo que hay.

El vacío moral de la historia se profundiza con los saltos rítmicos, las lúgubres fanfarrias de los metales y las declamaciones vocales, secas como martillazos, de la partitura. La música, mayormente atonal, astringente, de una pulsión nerviosa y deliberadamente irritante, lleva a pensar más en la música del invernal Luigi Nono que en la de uno de los maestros de Francesconi, el solar Luciano Berio. De hecho, tanto Nono como Berio y el otro maestro del compositor, el alemán Karlheinz Stockhausen, fueron la punta de lanza del maridaje de música clásica contemporánea y electrónica: de eso hay abundante y muy creativo uso en esta ópera.

*          *          *

¿Por qué se llama cuarteto si son dos? Porque en sus juegos, cada uno de los dos se disfraza de una conquista o víctima sexual del otro, y así aparecen los cuatro personajes centrales de la novela y de la película: la virginal Volanges (interpretada en la película por una jovencísima Uma Thurman) y la casada y pía madame Tourval (una perturbadora Michelle Pfeiffer). Las dos mujeres son presa de la pareja de libertinos cínicos, el trofeo de su juego perverso.

La versión que se presentó en un teatro pequeño londinense en 2014 fue obra del vanguardista director y coreógrafo John Fulljames, con un mínimo escenario en el centro y butacas a los costados. El público casi podía tocar a los dos cantantes. En cambio, en la versión que se verá en el Liceu, la que presentó Alex Ollé de La Fura dels Baus para La Scala de Milán en 2011, los dos intérpretes están enjaulados lejos de los espectadores, en una caja suspendida en medio del escenario.

En esta jaula móvil, el público del Liceu verá una performance que impactó a los críticos que vieron el estreno en Milán o su reposición en el Teatro Colón de Buenos Aires. El periodista musical del diario argentino La Nación, Jorge Aráoz Badí, calificó la puesta de Ollé como “magistral”.  Allí, como en La Scala y ahora en el Liceu, los intérpretes son Robin Adams y Alison Cook, a quienes los críticos de ambas orillas encontraron una pareja de ensueño (o de pesadilla, según se vea) para estos dificilísimos papeles que aúna gran dificultad vocal y un viaje tremendo al abismo de la inhumanidad en algo más de 100 minutos.

 “Así que no vengas si tienes problemas con tu pareja: ¡puedes descubrir algo que no querías ver!”, sigue diciendo Francesconi en aquella entrevista para The Guardian.

¿Quién se atreve?

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22 de febrero de 2017
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Poema 92

El amor.

La falta de amor.

La soledad doliente.

La ansiedad de amar

La angustia de no ser amado

tras su dolor.

El dolor de querer

incalculablemente.

La dicha sencilla

de querer

como los dulces

y los helados de fresa.

El extraño gozo 

de ser querido

sin justificada  razón

La excelente felicidad

del cariño menudo.

Las menudencias

de los detalles amables.

La piedad deplorable,

siempre  algo sucia.

El odio infame

y abominablemente oscuro.

La caridad amante

y condescendiente.

La orgía espontánea

y ciega.

El sexo tronante.

El sexo fatigado de sí.

La tragedia omnímoda

de la sexualidad.

La idealización

como un licor transitivo.

El sentimiento

invasor de la memoria  

el sentimiento

en la sangre circulante.

sin cesar.

La adoración.

La penitencia romántica

de la subordinación.

La seducción imprevista,

el ensimismado yo

del amado e hiriente dolor.

El dolor absoluto

del desdén.

La conquista simple

sin hacedera.

El objeto adorado

por destino.

La adoración de la figura

y su voz.

La figura de la belleza

deslumbrante.

El incólume pleito

de no acoplarse.

La cópula abstracta.

La cópula sin lenguaje

o mediante el silencio.

La comunicación.

¿La comunicación?

El fracaso de la unión.

La catástrofe de la pareja.

El  abrupto lenguaje sin traducción.

El bellos lenguaje del silencio

sin embargo,

el silencio del buen amor. 

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22 de febrero de 2017
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Cada quien su propio instrumento

Misha Dmitri Tippens Krushnic resulta demasiado complicado de retener o pronunciar, y no sirve para una estrella de la televisión; de modo que debemos hablar de Misha Collins, el actor de la serie Supernatural, donde interpreta a Castiel, un ángel benefactor que tampoco tiene reparos en matar inocentes.

No conozco a Misha, aunque un día espero hacerlo. Una vez hace 15 años vino a Nicaragua con un grupo de voluntarios, entre ellos su padre, que traían la misión de dotar de un laboratorio de computación a una escuela de secundaria para adultos en San Juan del Sur, un puerto turístico del Pacífico. La escuela había abierto sus puertas ese mismo año.

Ahora Misha tiene una fundación llamada Random Acts que ha donado los fondos para levantar el primero de los edificios de esta escuela que antes andaba posando en casas alquiladas, o buscando aprovechar las horas muertas de las escuelas públicas.

Se trata del Instituto Libre para Adultos, fundado por iniciativa de dos mujeres fuera de serie, Rosa Elena Bello, nacida en el propio puerto, y Margaret Morganroth, quien llegó a finales de los años ochenta, los años de solidaridad con la revolución, a crear una hermandad entre Newton, Massachusetts, y San Juan del Sur.

El instituto, sin ninguna clase de apoyo estatal, admite estudiantes que generalmente no tienen cabida en el sistema educativo público: adultos fuera de la edad escolar, madres solteras, jóvenes embarazadas, empleadas domésticas, pescadores, vendedores callejeros, peones agrícolas, que quieren salir del túnel de la pobreza. Muchos de ellos viven en zonas lejanas, y son capaces de viajar kilómetros, cruzando ríos a pie, o a lomo de bestia, para asistir a las clases, como lo han hecho hoy para estar presentes en la inauguración del edificio.

He sido invitado por Margaret para hablar en la ceremonia de inauguración. Y el tema que he elegido es para mí una especie de parábola, la del solista y la orquesta.

Empiezo diciendo que el nuestro es un país de contrastes, porque cuando Rubén Darío nació en 1867, las guerras civiles y las pestes habían despoblado Nicaragua dejándola reducida a 150 mil habitantes, como resultó del censo que mandó a hacer el presidente Tomás Martínez, quien, preocupado de que los nicaragüenses fueran tan pocos, ordenó aumentar 100 mil almas más. Ya antes había mandado cambiar la Constitución Política para poderse reelegir, viejo vicio del que aún parece no haber cura.

Había sólo 92 escuelas de primaria para varones en todo el país, y 9 escuelas para niñas, y ya podemos imaginar la tasa de analfabetismo. Ni se publicaban ni se importaban libros. No había tampoco bibliotecas públicas.

Rubén Darío es el solista que no tiene orquesta. La palabra solista viene de solo. ¿La orquesta completa, dónde estaba?  Nacía un poeta capaz de transformar la lengua desde el traspatio, mientras la oscuridad de la ignorancia y del atraso seguían sin disiparse en un país rural, como lo sigue siendo ahora.

Si una sociedad tiene una orquesta completa, entonces cada quien será ingeniero, arquitecto, constructor de carreteras, de presas, biólogo, matemático, médico, enfermera, químico, especialista en computadoras, inventor de programas digitales, traductor, artista, escritor, actor de teatro, director de cine.

Una de las primeras mujeres que entró a estudiar en el Instituto Libre aseaba los baños en el Centro de Salud del puerto. Se bachilleró y luego se graduó de enfermera profesional. Tenía un instrumento que tocar, en una orquesta muy incompleta.

No hay buenas orquestas con músicos que tocan de oído, desconocen los instrumentos que tienen en sus manos, o son incapaces de leer una partitura. Y no se puede improvisar. Antes de presentarse en público, una orquesta ensaya. Cada quien ha estudiado el papel que tiene colocado en el atril.

¿Cuántos ingenieros químicos se han quedado de carretoneros? ¿Cuántos que hubieran podido descubrir una vacuna en un laboratorio se han quedado cargando sacos? ¿Cuántas mujeres que pudieron ser cirujanas capaces de trasplantar un corazón, un hígado, se quedaron en la cocina, soportando los golpes y los abusos de un marido borracho?

Pero no tendremos orquesta mientras sigamos a la cola. En un estudio de la UNESCO sobre educación primaria, Nicaragua ocupa el puesto 13 entre 15 países. No habrá orquesta mientras los niños asistan a clases sentados en el suelo, o mientras un solo maestro, en la

Y sin la orquesta completa, la democracia tendrá poco sustento.

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22 de febrero de 2017
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Necrologías y 7

 

 

Borges publica en 1985, un año antes de morir, su último libro de poemas, Los conjurados, donde incluye el poema “Un lobo”, no asociado a la moderna preocupación por el agotamiento de los activos faunísticos sino al espacio literario de “la última vez”, ese recurso en el que, con señalamiento preciso de las coordenadas temporales, se registran las últimas veces que se llevan a cabo determinadas tareas.  

  

UN LOBO

 

Furtivo y gris en la penumbra última,

va dejando sus rastros en la margen

de este río sin nombre que ha saciado

la sed de su garganta y cuyas aguas

no repiten estrellas. Esta noche,

el lobo es una sombra que está sola

y que busca a la hembra y siente frío.

Es el último lobo de Inglaterra.

Odín y Thor lo saben. En su alta

casa de piedra un rey ha decidido

acabar con los lobos. Ya forjado

ha sido el fuerte hierro de tu muerte.

Lobo sajón, has engendrado en vano.

No basta ser cruel. Eres el último.

Mil años pasarán y un hombre viejo

te soñará en América. De nada

puede servirte ese futuro sueño.

Hoy te cercan los hombres que siguieron

por la selva los rastros que dejaste,

furtivo y gris en la penumbra última.

  

No se sabe qué día murió ese último lobo salvaje inglés. Aunque sí que a principios del siglo XVI, en ese país, ya habían sido exterminados. En cambio, por lo que respecta al continente, disponemos de algunas efemérides lobunas. Paul Mégnin, en su Gibiers rares de France (París, 1942) cuenta que en Morbihan, en el invierno de 1880, una niña que jugaba en una granja fue parcialmente devorada por un lobo y que en 1914, en La Coquille, en el Perigord, otra niña, a las ocho horas de la tarde, cuando atravesaba un bosque al regresar de la escuela, fue sorprendida por una manada que sólo dejó algún hueso, los vestidos y una cestita. Sin embargo es M. Tripier, nos dice Mégnin, quien en un estudio titulado Les derniers loups de France, ofrece la fecha del último ataque mortal en Francia a un ser humano por parte de lobos. Lacónico, el especialista, asevera: “El último francés caído bajo los dientes del lobo fue una anciana devorada el 2 de octubre de 1918 cerca de la Chapelle-Montbran, en Alto Vienne”. Por lo que respecta a España, reseñar el ataque, a lo mejor el último con esas peculiaridades, que narra el mastozoólogo Ángel Cabrera en su obra Mamíferos (Madrid, 1914): “En Diciembre de 1895, la diligencia que hace el servicio entre Riaza y Segovia fue asaltada por una manada de lobos, que llegaron hasta ocasionar el vuelco del carruaje, resultando heridos dos viajeros y con graves mordeduras las caballerías.”

Jorge Luis Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986. Y murió ciego. De hecho lo fue desde muchos años antes. Los documentos que dan fe de ese proceso de pérdida de visión nos dicen que fue hereditario y paulatino. Imaginamos a Borges imaginando los libros de su biblioteca a medida que día a día va cobrando conciencia de que no volverá a poner los ojos en ellos. Ese diccionario, ese manual, esa tragedia, debieron de tener una última fecha de lectura; luego, a lo que parece, alguien, su madre, su secretaria, pudieron leérselos. Todos pasamos o pasaremos por esa dolorosa circunstancia. No quizá por la ceguera sino por esa muerte, más cruel que la definitiva, que es la enfermedad o la invalidez. Tengo ante mí, al alcance de la mano, un libro extraordinario; se trata de Il Cavallier del Sole, che con l’ arte militare dipinge la peregrinatione della via humana, et le proprietà delle virtù, e de vitti, et come s’ ha da vivere per ben morire. Tradotto nuovamente di Spagnolo in Italiano per Messer Pietro Lauro. Lo adquirí en Madrid en una subasta. Es la traducción al italiano de El Caballero del Sol, libro de caballerías a lo divino, que con el título Peregrinación de la vida del hombre puesto en batalla debajo de los trabajos que sufrió el Caballero del Sol en defensa de la Razón fue publicado en Medina del Campo en 1552 y cuyo autor fue el presbítero palentino Pedro Hernández de Villaumbrales. Explica el catálogo del subastador que ese ejemplar, en 8º, publicado en Venecia en 1557, disfruta de bella tipografía cursiva y de hierros dorados en el lomo aunque, lo que me inclinó a pujar por él, fue el final del informe: “Primera edición italiana, de la que no hay referencias de ejemplar en biblioteca pública española. El autor es uno de los buenos prosistas ascéticos del XVI. Rarísima.”

Pasan los meses y no me atrevo a cogerlo. Sé que cuando lo haga será la primera y última vez. No me queda tiempo para más. Quizá entonces anote, en un papelito que pondré en su interior, la fecha y la hora en que lo abrí y, también, la fecha y la hora en que agotada la lectura me dispuse a dejarlo en su lugar para que descanse puede que un siglo; seguro que no le resultara extraño permanecer callado, intocado, durante ese periodo.

 

 

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21 de febrero de 2017
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Poema 91

Relámpagos de murciélagos,

manchas celestiales.

Grandes campanas de muerte.

Y una circunferencia rosa

ribeteada de angustia

en el cenagal.

Hermanas,

sumidas en hábitos,

descendiendo

como una sucia cascada

a pies de la gran marea.

Mantas, camiones embarrados

sacos cargados de pan.

Medicamentos, ahogados,

hectáreas de  naranjos

podridos.

Ahogados por el agua

de la inundación.

Cuerpos desnudos

o despedazados.

Hinchados los ojos.

Ahítos los labios

y  azulado el corazón.

Ruedas de caucho,

oraciones

sin respuesta alguna.

Una lluvia caudalosa

con biseles de burdel.

Invasión de espléndida

cólera sin color.

El pesar de los olivos,

las higueras,

los granados,

los naranjos.

Las cabezas del vergel.  

No había fuga

ni  alimento.

Ascendieron los desperdicios

y la tremenda basura

fue el balance

de esta enlutada riqueza   

del estercolero.

Del negro a la realidad.

De la veneración a la chimenea

infame

o el  conducto

por donde

subían plegarias o pavesas,

ansiando restituir

un brillo claudicante

al filo deslucido

del pulmón.

 

 

 

 

 

 

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21 de febrero de 2017
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