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El diablo en el cuerpo

Por 22 de marzo de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Si alguien quiere imaginar un lugar remoto de Nicaragua, perdido en la incierta geografía de las selvas de la costa del Caribe, no hay mejor ejemplo que El Cortezal. Aquí fue donde literalmente el diablo perdió el poncho.

Y esta historia trata precisamente del diablo. Vilma Trujillo, una joven campesina de aquella comunidad lejana, fue quemada viva el pasado mes de febrero por el pastor de la iglesia Misión Celestial, Juan Gregorio Rocha, y varios cómplices suyos.

La declararon poseída por el demonio: veía visiones, y hablaba incoherencias. La encerraron amarrada de pies y manos en la casa pastoral, y así la mantuvieron durante seis días. No la liberaban ni para hacer sus necesidades fisiológicas, por lo que se defecaba y orinaba encima.

Mientras tanto, en el vecino templo de la congregación, el pastor y los fieles oraban para librarla de Satanás. Entonces, una de las devotas escuchó una voz: había que purificar a la endemoniada en la hoguera. Muy expedito, el pastor mandó a recoger leña. Amarraron a su víctima a un tronco, y antes de que amaneciera la lanzaron desnuda al fuego.

El pastor no cabía en sí de alegría: ‘¡Ya se va a morir y va resucitar! En cuanto se muera la metemos en la iglesia y la vamos a entregar a Dios y va a estar sana", exclamaba. Luego, moribunda, fueron a botarla a una cañada. Las quemaduras habían abrasado su piel y órganos vitales, y nada se pudo hacer ya por ella.

En El Cortezal, donde no hay ninguna escuela, el pastor Rocha era jefe de policía, juez de instrucción y de apelación, exorcista, brujo, director espiritual, carcelero y verdugo. Todos los vacíos del poder del estado y del poder social en aquella remotidad los llenaba él solo. Y, también fungía como juez moral.

Porque Vilma fue quemada bajo acusación de adulterio. Tenía el diablo en el cuerpo y sólo el fuego podía purificar su carne. Uno de los cómplices lo explica: "el demonio que se había apoderado de la mujer era de adulterio…tenía su compañero de vida y cometió error con otro hombre y seguro Dios la castigó de esa manera y se endemonió".

Y el marido de Vilma, Reynaldo Peralta Rodríguez, quien se hallaba haciendo trabajos agrícolas lejos de El Cortezal mientras duró el auto de fe, lo confirma: "Para mí, mi mujer no estaba endemoniada, lo que le hicieron fue una brujería, porque ella tomaba un remedio que le dio un hombre que la había violado y desde que comenzó a tomar eso cambió un poco conmigo".

Bajo el manto oscuro del fanatismo religioso los jueces morales abundan, sean analfabetos o letrados. El demonio de la concupiscencia tiene preferencia por el cuerpo de las mujeres "locas de su cuerpo", que pagan su delito moral en las hogueras en la edad media, como Vilma, o llevando la A de adúltera cosida al pecho, como en la sociedad puritana de Nueva Inglaterra en el siglo diecisiete. Es lo que narra Nathaniel Hawthorne en La letra escarlata, la historia de Hester Prynne, obligada a proclamar ella misma su pecado exhibiendo aquella señal infamante.

El Cortezal no es más que un escenario primitivo de la represión social que sigue viva en América Latina contra las mujeres trasgresoras. Y el demonio continúa siendo el terrible pretexto de la represión contra las mujeres, que son las que abundan en ese imaginario perverso. De hombres quemados vivos por pecados de la carne, son pocas las noticias.

Uno de los jerarcas de las Asambleas de Dios, a la que pertenece la iglesia Misión Celestial, declaró que en el aquelarre se dio una "intervención demoníaca" y la situación se salió del control de los inquisidores rurales; el pastor Rocha carecía de "conocimientos teológicos" y su ingenuidad lo privó de buscar ayuda o asesoramiento de parte de un líder cristiano.

¿Qué clase de asesoramiento necesitan unos fanáticos, extraviados en la ignorancia, para sacarle el diablo del cuerpo a una pobre mujer indefensa? Para otro de los pastores de la congregación, "lo que ocurrió ahí fue un exabrupto, un manejo inadecuado de la situación".
Y uno más dice que la intención del pastor de la hoguera y sus cómplices de asesinato "era buena". Sin embargo, "al inmiscuirse la extraña voz, el resultado fue la muerte." Un error de interpretación.

La extraña voz. La voz que ordenó quemar viva a Vilma Trujillo. A través de los siglos, la ignorancia de analfabetos y letrados sigue oyendo esa misma voz.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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