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Poema 118

El cuerpo es,

se dice,

donde vivimos.

Y claro que no es exacto.

El cuerpo es donde habita

la vida entera y el yo flamante.

La existencia exhausta

que absorbe por sus

junturas  y porosas superficies

la vida

de otros y otras,

para escupirlas

o hacerlas sonreír.

Otros seres y otras cosas

merodean al cuerpo

pero la salud que llega

o la enfermedad

son la tinta

de colores

(tinta china, a menudo)

que le concede

una evidencia provocadora,

mollar.

Más que la buena salud,

casi imperceptible,

la enfermedad

entusiasma el clamor del cuerpo,

lo marca sin confusión.

La enfermedad nos viste

de una rara distinción

Nos inviste,

nos define,

nos circunvala.

Fuera se halla

cualquier otro ser vivo,

en el cuerpo enfermo

se halla el grado  

importante de la luz.

La luz verdadera y su iridiscencia.

El dolor y su rúbrica.

La muerte deslizándose

Como una seda.

Incluso el cerebro

que trata de comportarse

con alguna independencia

encimado en su trono, 

no podrá soslayar

el destino que el bulto

de la carne más vulgar

impone como

testigo de unidad.

Unidad de la materia

personal

llamada cuerpo.

Alegre en las verbenas

con orquesta y bailes.

Unidad de la pena y sus moirés

Unidad para amar

sin visible resquicio.

Unidad, sobre todo, para ser odiado

como un todo sin excepción.

Cuerpo mío.

Cuerpo enajenado

del granel.

Propenso a la soledad,

a la ira incólume,

a la desesperanza

y no tanto a la salvación.

Vulenerable, expuesto,

desarmado de recursos

seguros.  

Cuerpo líquido bebiendo

la humedad 

o los aguaceros.

Cuerpo mío

que recibiendo

emanaciones ajenas

las traduce en células

de su particularidad.

Cuerpo absoluto,

cuerpo inocente e impío,  

fardo complejo que

sucumbiría íntegro

con tan sólo

arrimarle un puñal.

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3 de abril de 2017
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Poema 117

 

Hay periodos salaces,

en los que el cuerpo

obsceno

entra en salazón.

De esos plazos,

muy arduos de prevenir,

se desprende

una versión especial

del fuego

sin olor,

con dolor y sin  calor.

Sensaciones que van taponando

los sentidos

como bolas de opio

a punto de estallar.

Amenazas de una inminente

destrucción completa.

Sin residuos, sin huellas.

Sin narración.

Ni siquiera el rastro

melifluo

de la experiencia

obscena

traspasando la carne

como una lengua 

o una llaga

animal.  

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31 de marzo de 2017
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Sport y exterminio

Volviendo a los onagros y a su sorprendente desaparición de la península ibérica a finales del siglo XVI quizá convenga dar un toque de atención a quienes consideran la caza como una práctica deportiva. En la página 46 del libro de Louis Mercier La Chasse et les Sports chez les Arabes, publicado en París en 1927, podemos leer: “...la persecución de los onagros, seguidos por hermosas y ágiles cabalgaduras, fue caza favorita entre los musulmanes. El rey selyúcida Al-Jillal al-adil, siglo XI, era un apasionado de la cacería de onagros a los que perseguía incansablemente. Abatió tal número de ellos que llegó a construir una torre con los cascos de sus víctimas mezclados con cuernos de gacelas. Esta torre fue llamada al-qurum, es decir torre de los cuernos, y llegó a verla, en el siglo XIII, el historiador Ibn Jallikan.”

 

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30 de marzo de 2017
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Poema 116

Laminábamos el dolor

para absorberlo

en suaves obleas

de tonos azules.

No era menos intenso

el daño, al final,

pero se recibía,

al principio,

como una

caricia femenina

en el paladar y la lengua

maternal.

Boca que ardía como una hoguera

y se llagaba entera 

hasta no dejar

un resquicio por donde

pasar el paliativo

de un humedal.

Una cavidad que,

de no existir antes

en la consciencia,

se convirtió en el horno perfecto

de un buque ardiendo. 

Una embarcación

en la que me encontraba 

preso y humillado.

Y una navegación

por completo

imposible de abandonar

fuera mediante una fuga

nocturna,

con la luna refrescante,

o un naufragio

imposible,

amanecer tras amanecer. 

 

 

Ni hundirse en las frescas aguas

 De ultramar.

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30 de marzo de 2017
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Palabras sabrosas

La prosa gastronómica ha encontrado su nicho –palabra que ha escapado de los cementerios para instalarse en los negocios– y su envoltorio semántico ha cruzado la puerta del restaurante, reflejando la centralidad que hoy ocupa el universo gourmet. En los años noventa empezó a fraguarse el discurso sensorial del paladar, aunque entonces pocos intuían que la comida sería la auténtica droga del siglo XXI. No sólo eso, Jeff Gordinier, periodista especializado en la materia, ha razonado que “el placer definitorio de los años 60 fue la música. Hasta cierto punto, el de los 70, el cine. Hoy, la búsqueda que define nuestro tiempo tiene que ver con la comida”. Tanto que el vocabulario de la alta cocina se viene colando –¿o debería haber escrito infusionando?– en el habla cotidiana, aunque la sencillez de antaño se ha revestido de una sofisticación, digamos, “desglasada”, “deconstruida”, “saborizada” con coulis o espumas a base de hidrógeno líquido, que hace felices a los comensales.
Sólo a esa luz, la que dan los fogones de los realities televisivos, los blogs especializados y los talleres para amasar tu propio pan o fabricar cerveza casera, puede entenderse que las estrellas de la comunicación culinaria en Estados Unidos cobren 6.000 dólares por un solo artículo, cuando, con suerte, un redactor freelance recibe en nuestro país 150 euros por página. Esa sobrevaloración indica el espacio que hoy ocupa la gastronomía sofisticada, que por cierto –y a diferencia de la moda o la cosmética– no se considera frívola ni efímera.
Este mes visitó nuestro país Stephanie Danler, la treintañera californiana autora de Dulceagrio (Malpaso), un best seller que narra la iniciación de un joven a la vida adulta en un exclusivo restaurante de Manhattan. Ella, camarera durante 16 años y foodie militante, que tras el éxito de su ópera prima ha firmado un contrato millonario para sus próximos libros, explicaba la paradoja que subyace en cualquier neobistrot de moda con lista de espera: “En un espacio reducido y durante la misma noche se reúnen, en los dos extremos, clientes dispuestos a pagar 500 dólares por una botella de vino y friegaplatos sin papeles que tienen cuatro trabajos para sobrevivir; una microsociedad”.
Ello me hizo pensar en el poema de Emilio Martín Vargas, un poeta de Valencia que se gana la vida como camarero. Una noche, se le cayó de las manos una botella de Pingus al servirla: imposible desperdiciar ese “reguero purpúreo de novecientos treinta y seis euros” que le tintó la punta de los zapatos con aristocrática humedad, proporcionándole material para sus versos y erigiéndose a la vez en un goloso símbolo de la lucha de clases.
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29 de marzo de 2017
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Poema 115

 

No tome Orfidal 1mg

comprimidos

-Si es alérgico (hipersensible)

a las benzodiacepinas

(grupo de medicamentos

al que pertenece

lorazepam)

o a cualquiera de los demás

componentes de Orfidal.

-Si le han diagnosticado Miastenia grave

(enfermedad neuromuscular

autoinmune

caracterizada por músculos

muy débiles o

cansados).

-Si padece insuficiencia

 respiratoria severa

(respiración dificultosa

o molestias graves

en el pecho.

-Si tiene apnea

del sueño

(parada respiratoria

por cortos periodos

de tiempo

mientras duerme).

-Si tiene una enfermedad grave del hígado.

En todo caso,

Orfidal puede tomarse

con o sin

alimentos.

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29 de marzo de 2017
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Perdida causa del hombre

 Recientemente  ha tenido lugar en el Palacio Macaya de Barcelona  un debate sobre la tan reiterada como inevitable pregunta relativa a lo que singularizaría  al ser humano, no ya en relación a otras especies animales sino también a entidades artificiales como eventuales robots dotados  de inteligencia e incluso de inteligencia empapada de  afecciones, esa "inteligencia sentiente" a la que se refería Zubiri, la cual hasta nuestros días parecía obvio que era una facultad (o expresión de juego de facultades) exclusivamente  humana.

En el coloquio participaron investigadores de primera línea en materias tan imprescindibles  para la cuestión como la robótica, la llamada inteligencia artificial,  la neurociencia y la biología. Junto a ellos (que no frente a ellos, pues la división de disciplinas no coincidió con las diferencias de posicionamiento) representantes de las llamadas humanidades,  antropología  o sociología pero también filosofía y lingüística.

El intercambio dialéctico no careció de acuidad y hasta de tensión, pues obviamente lo que estaba en juego nos concierne quizás  en mayor grado que ninguna otra cuestión teorética.  La controversia no venía dado por aspectos técnicos, pues ninguno de los participantes  ponía en tela de juicio la competencia en la materia desde la que cada uno de sus colegas  abordaba el problema.  Cuando el  ponente que abrió el coloquio (director de un prestigioso instituto de biología evolutiva) expuso las razones experimentales que abren la puerta a considerar que un primate sería susceptible de simbolización matemática (cosa para la cual Platón consideraba condición necesaria y suficiente ser un ser de lenguaje (1)), nadie puso en cuestión lo riguroso del experimento evocado; y lo mismo ocurrió cuando otro de los conferenciantes  expuso los sorprendentes avances  en materia de robótica que permiten  homologar parcialmente el aprendizaje de los robots al de los niños, posibilitando en consecuencia hablar de un estado "infantil"de los primeros.  La polémica, que surgió de inmediato, vino dada a la hora de posicionarse sobre la significación profunda de tales experimentos, una  polémica de tipo hermenéutico.

Cabe decir que todos razonaban en base a asumir los resultados experimentales expuestos por los científicos, mas no lo hacían  desde un lugar común,  desde un postulado compartido, y por ello idénticos hechos   empíricos confortaban posiciones bien diferentes y hasta contrapuestas. Una de las ponentes, ilustre  filóloga, veía en  tales exposiciones técnicas razones suplementarias  para defender la conveniencia de una tesis  gradualista  que, entre otras cosas, evitaría establecer una diferencia cualitativa entre lo que supuso la aparición de códigos de señales animales complejos y lo que supuso la emergencia del lenguaje humano. Significativo fue al respecto la discusión en relación al peso de la metáfora en el lenguaje humano. Cuando uno de los participantes  defendió la tesis de que la metáfora, tan inútil para la mera subsistencia,  es un rasgo de nuestro lenguaje imprescindible para la propia recreación del mismo, por parte de dos ponentes se dio como contrapunto el hecho de que habría (el condicional es mío) personas absolutamente impermeables al deslizamiento metafórico, como serían absolutamente impermeables a los chistes. Y en la pregunta que lanzaban al oponente había una  sombra  de acusación de segregacionismo: ¿es que dejaríamos  por ello  de considerarlos  humanos?

La respuesta iba por el lado de que la impermeabilidad a la metáfora, de darse efectivamente, no sería consecuencia  de  incapacidad originaria como de capacidad mutilada, al igual  que la innata capacidad para la música, es en tantas ocasiones atrofiada en los niños por la misma educación que debería fertilizarla. Pero la parte que en el coloquio defendía la tesis del papel central del hombre sólo llegó a barruntar tal respuesta, quizás ante la evidencia de que en ese ring dialéctico triunfaba el postulado que conduce a enfatizar la continuidad del comportamiento humano con el comportamiento animal  y, en particular, del lenguaje humano con los códigos de señales animales.

Es de señalar que esta tesis gradualista se complace  en reivindicar una afinidad con la  ciencia, pues posibilita esa aproximación reductora a nuestra especie inherente a la expresión misma  ciencia del hombre. Expresión que  parecería como mínimo abusiva si se considera: por un lado que la aparición de un código de señales como el lenguaje (en el que la metáfora y otros expedientes sustentados en la equivocidad son determinantes), constituye un momento radicalmente singular, una auténtica  emergencia, de la historia evolutiva; por otro lado  que sólo cabe hablar cabalmente de hombre cuando tal salto cualitativo se ha dado. En tal perspectiva  efectivamente el verbo -surgido en la evolución de una determinada especie de primates-  se halla en el principio  de cada individuo  potencialmente humano, individuo  que llegará  a ser humano en acto cuando su nacimiento biológico se complete con ese segundo nacimiento que supone su inserción en la lengua materna.

Si en la senda de Pinker, Chomsky  y tantos otros que les precedieron, se considera la capacidad de lenguaje como la auténtica naturaleza humana, y si el lenguaje tiene entre sus rasgos determinantes la potencialidad de la metáfora y otros expedientes análogos, entonces, hablar de ciencia del hombre  (ciencia de lo intrínsecamente equívoco) supone una distorsión  radical del significado de la palabra ciencia. Pero sobre todo no cabe ciencia del hombre porque siendo la ciencia (como el arte) un resultado del lenguaje humano, la reducción de su objeto que toda ciencia supone equivaldría para el lenguaje a dar cuenta de sí mismo.

En cualquier caso pareció en este coloquio triunfar la denuncia de la erección del hombre es una suerte de etapa  final  de la evolución, a la vez que se avanzaba la idea  la idea de que el hombre es superable. Y así, además de la reivindicación del cyborg, la relativización del peso del ser humano  adopta también (y quizás sobre todo) forma de dilución de lo que se consideraba singularidad vertical de nuestra especie en la condición animal e incluso en la mera condición de ser vivo. Y la calidad científica de los que defendían tales posicionamientos sólo dejaba  a la posición cercana al humanismo el consuelo final de felicitarse por haber pasado dos tardes seguidas en una suerte de ring dialéctico (la disposición topológica invitaba a esta metáfora, con los ponentes en torno a una mesa rectangular  rodeados de la asistencia): prueba dónde las haya de la radical singularidad de nuestra especie.

Hace unas semanas evocaba aquí la tesis mantenida por la responsable de un programa de ética animal en una importante universidad catalana, según la cual una persona que se somete a una dieta que excluye el consumo de carne animal por motivos de salud, e incluso por considerar que así contribuye al equilibrio ecológico, no puede ser considerada vegana. Pues aunque, de hecho, un vegano protege efectivamente su salud y la del planeta no se debería definir por ninguna de estas cosas, sino por el principio ético que las motiva". Decía entonces que rara vez he visto expresada con mayor radicalidad (a la vez que  mayor desviación respecto al objeto) el corolario mayor del principio de la moralidad kantiana: si la máxima subjetiva que mueve a un individuo a comportarse de tal o tal manera responde al principio absoluto de la moralidad, que Kant llama imperativo categórico, entonces, aunque las consecuencias sean nefastas,  ese individuo es un ser moral, mientras que si tal máxima es contraria al imperativo, aunque las consecuencias sean positivas,  ese individuo falla a la moralidad. Y señalaba que la  diferencia estriba en  que, para Kant, el imperativo categórico consistía en no instrumentalizar al ser de razón y de lenguaje, mientras que en este caso el imperativo consiste en no instrumentalizar a las especies animales "porque utilizar a un sujeto vivo, sensible, nunca está justificado"

La singularidad humana resuena tras las expresiones con las que, por ejemplo, una persona se refiere a su actitud, considerada valiente sino heroica, ante unos hechos trágicos. Tras los disparos que el pasado miércoles 20 de febrero acabaron con la vida de un ingeniero y dejaron malherido a otro en un bar de Kansas (por el único delito de ser oriundos de la India), un hombre llamado Ian Grillot se lanza tras el homicida, con la consecuencia de recibir él mismo un disparo. Ante el cúmulo de alabanzas, protesta con la siguiente declaración: "Hice lo que cualquiera habría de hacer por otro ser humano" Y desde luego la expresión es leída en los periódicos sin reserva alguna por todo el mundo... Espontáneamente a nadie se le ocurre que la frase habría de ser: "hice lo que cualquiera habría de hacer por otro animal" Y sin embargo esta empatía  que jerarquiza al ser humano, esta empatía  que aun sigue imperando como una suerte de universal antropológico y determina  los sentimientos espontáneos, deja de operar cuando pasamos al plano literalmente  de la ideología, es decir a la trama imaginaria que se superpone a las vivencias efectivas, sean estas naturales (como la reacción del evocado ciudadano) o impuestas por relaciones de fuerzas.

 La  escisión entre cómo se vive de hecho y la vivencia en conformidad a la ideología es quizás inevitable, o al menos siempre se ha dado: se vivía en la finitud pero se afirmaba la vida perdurable (tesis que nutre literalmente a una gran religión desde hace más de veinte siglos). Pero ideologías diferentes tienen implicaciones diferentes. Los postulados que conducen a la declaración de derechos del hombre son en gran medida meramente ideológicos (de lo cual es síntoma el hecho de que tales derechos nunca se han cumplido), pero en cualquier caso  hoy pueden estar en vía de sustitución por unos presupuestos  no menos ideológicos que tenderían a  afirmar la carta de los derechos generales de los animales y aun la carta de los derechos generales de los seres vivos. Por ello, si a las condiciones de objetivo embrutecimiento a las que se halla sometida la gran mayoría de los humanos, que les  impiden realizar plenamente su condición de seres de razón, añadimos el peso creciente de las ideologías que diluyen la naturaleza humana en la generalidad de la naturaleza de los seres, vivos cabe preguntarse si la causa del hombre no es hoy una causa perdida.

 

 

 


(1) "¿Es griego y habla griego?" pregunta Sócrates a Menón  en relación a su esclavo adolescente y analfabeto, como único requisito para llegar a probar que necesariamente el muchacho encerraba un conocimiento matemático,  del que simplemente no era consciente. El ejercicio concreto consiste en que, guiado por las preguntas de Sócrates y sin que este de información positiva alguna, el esclavo de Menón logre responder a la pregunta siguiente: si a una superficie  cuadrada de área 4 corresponde un lado de magnitud 2, ¿Cuál será el lado que corresponde a una superficie cuadrada de área 8? El simple hecho que la respuesta suponga  magnitudes irracionales es buena muestra de que la cuestión no es baladí desde el punto de vista estrictamente matemático.

Respecto a la condición: "¿habla griego?" ha de considerarse que para los griegos su lengua era realmente la lengua cabal, de tal manera que la pregunta  en el seno de una concepción de la equivalencia salva veritate  de toda lengua con toda otra lengua sería simplemente: "¿habla?". Indico con ello que las objeciones que quepa hacer  a las premisas del texto desde una perspectiva precisamente humanística, defensora de la inter-paridad  de lenguas y razas, no afectan en absoluto a la cuestión sobre el estatuto de la matemática que en el mismo  se plantea.

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28 de marzo de 2017
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Así es

No vayan a tomar mis palabras por una bronca, queja o sermón, se trata de una mera constatación: Occidente se ha infantilizado. No es que haya rejuvenecido, ojalá, sino que ha regresado a la edad pueril, aunque sin la gracia de los infantes. Infantil ha sido el Brexit,infantil la elección de Trump, y ahora vienen Francia e Italia

Por infantil entiendo esa etapa en que los humanos aún no hemos adquirido la lógica, el sentido común, la capacidad de juicio objetivo y todas las virtudes asociadas a la edad que no en balde se llamaba antaño "edad de la razón". Esas capacidades intelectuales han sido remplazadas por la sentimentalidad. Y es ella la que intoxica los populismos. Los políticos y los medios ya no proponen argumentos o discusiones razonadas, sino sentimientos. Caso extremo, la Alianza de Civilizaciones de Zapatero y Erdogan (¡!).

Vean, también, el cambio de 47 calles de Madrid promovido por el Ayuntamiento de Podemos y PSOE. Un trabajo inútil que pone de manifiesto la impotencia del Consistorio. El comité ha seleccionado las calles y ha trabajado bien. Ha cumplido con su encargo. Lo absurdo es la tarea misma. Nadie menor de 60 años sabe quiénes eran los hermanos Falcó, Carlos Ruiz, Juan Pujol, el cerro Garabitas, y así hasta 30 caprichos. No digo yo que merezcan calle, digo que es un gasto grotesco cuando los juzgados están cayéndose a pedazos, los hospitales colapsados o el asfalto con socavones de a metro. Es una medida sentimental, una muestra de frivolidad ideológica.

¿La causa? Quizás, como cree Theodore Dalrymple en su pertinente Sentimentalismo tóxico, el colosal fracaso de la educación después de Bolonia. Y la incompetencia de las izquierdas para resolver los problemas de la gente. Las derechas, ya se sabe.

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28 de marzo de 2017
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Poema 114

Informe a su médico o farmacéutico

si está tomando

alguno de los siguientes medicamentos:

Ketoconazol, itraconazol o voriconazol

(usados para tratar las infecciones por hongos).

Digoxina

(usada para el tratamiento de problemas del corazón).

Diazepam

(usado para tratar la ansiedad, relajar los músculos o en la epilepsia)

Fenitoína

(usada en la epilepsia).

Si está tomando fenitoína,

su médico deberá mantenerlo controlado...

Medicamentos empleados para impedir

la formación de coágulos de sangre,

como warfarina u otros antagonistas

de la vitamina K.

Su médico tendrá

que mantenerlo controlado...

Rifanmpicina

(se usa para tratar la tuberculosis).

Atazanavir

(usado para tratar la infección por VIH).

Tacrolimús

(en caso de trasplante de órganos).

Hierba de San Juan (Hypericum perforatum)

(usada para tratar la depresión leve).

Cilostazol

(usado para tratar la claudicación intermitente).

Saquinavir

(usado para tratar la infección por VIH).

Clopidogrel

(usado para prevenir los coágulos de sangre)

(trombos).

Erlotinib

(usado para tratar el cáncer).

Metotrexato

(tratamiento de quimioterapia

usado en dosis altas

para tratar el cáncer-

si está tomando una dosis alta

de metotrexato,

su médico tendrá que parar

temporalmente el tratamiento

con omeprazol.

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28 de marzo de 2017
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