Vicente Verdú
Hay periodos salaces,
en los que el cuerpo
obsceno
entra en salazón.
De esos plazos,
muy arduos de prevenir,
se desprende
una versión especial
del fuego
sin olor,
con dolor y sin calor.
Sensaciones que van taponando
los sentidos
como bolas de opio
a punto de estallar.
Amenazas de una inminente
destrucción completa.
Sin residuos, sin huellas.
Sin narración.
Ni siquiera el rastro
melifluo
de la experiencia
obscena
traspasando la carne
como una lengua
o una llaga
animal.