Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Pablo Iglesias, suelto como su coleta

Apenas media distancia entre su identidad personal y su identidad política, o ¿acaso no es Pablo Iglesias el líder más arremangado del cartel electoral? Camisas azul noche recogidas hasta el codo,un gesto propio de quien baja a la arena; cinturón flojo, cazadoras de tactel y blazers sueltas, siempre sin conjuntar. Iglesias es el más español en su atuendo: ignora por completo el aire italianizado de la sastrería masculina, en tejidos y patronaje. Al contrario, pervive en él la sensación de llevar siempre una talla de más, perneras, mangas y cintura holgadas, igual que la goma de la coleta, su elemento más icónico, propio del rock guitarrero o del diseño nórdico.
No se aprecia tirantez alguna en su cuerpo, ni deseo de una vida esbelta. Cargado de hombros, redondeados, tiene andares de personaje de Coetzee, de joven viejo que ha consumido toneladas de energía con el objetivo de abrir un nuevo camino, el de la izquierda sin vaselina, la que empodera al ciudadano de la calle. Y tal osadía acabaría siendo respondida por el viejo poder, que quiso cruzar al inspector Gadget con Closeau y Villarejo.
Poco acostumbradas estaban sus señorías a la irrupción del casual en la foto oficial, pero había que romper el protocolo. Igual que aquellas mujeres que no podían entrar con pantalones en los restaurantes de moda de Nueva York y se los quitaban en el baño, quedándose en improvisados mini-vestidos. O como los CEO de Palo Alto, que empezaron a firmar contratos millonarios en chanclas de piscina. Su autoestima y su audacia resultaban proporcionales a la informalidad de la que hacía gala su atuendo. En una ocasión se publicó la foto del armario de Mark Zuckerberg: todas las prendas eran grises. Esquire lo eligió uno de los hombres peor vestidos del mundo, pero gracias a él muchos altos ejecutivos suspiraron satisfechos, por fin podrían librarse del uniforme de viajante de comercio y vestirse a sus anchas.
“El lujo de la comodidad” podría ser el eslogan estético de Iglesias. Desde niño detesta las telas que pican, y su madre, bien coqueta, intentaba que vistiera algo más que chándals. El profesor activista llegó a la Complutense con su ropa técnica: forros polares y botas de montaña. Y aunque una parte de la opinión pública insista en el perroflautismo, probablemente debido a la pervivencia de su melena recogida y con greñas, Pablo y otros líderes izquierdistas han evolucionado en su atuendo combinando ciertos elementos grunges, como las camisas de leñador, con prendas icónicas como la sudadera de capucha: un símbolo global de la protesta en el cambio de siglo que se ha hecho mayor sin aburguesarse. Iglesias se pone corbata de pala estrecha e incluso smoking –y siempre parece prestado–, y juega a alterar el sentido del dress code. Se trajea más para reunirse con el Fórum Europa o con un grupo de sindicalistas que en las ceremonias de Estado.
El estigma de El gran Gatsby, una novela sobre la conciencia de clase –como ya asoció el periodista Pedro Vallín– les golpeó fuerte a la pareja Iglesias-Montero. Porque no hay sueño más radiante en el imaginario español que el del chalet con piscina. Aunque sea más barato que un piso en Madrid y se ubique en la llamada “sierra pobre”. Pero pronuncias ‘chalé’ y una ráfaga soleada te sugiere la vida siempre en vacaciones, algo que no le está permitido a un mesías como Iglesias, afranciscado y melenudo, el podemita que compraba sus camisas en Alcampo y ahora se permite alguna marca más cara, eso sí, siempre que sea cómoda.
El lujo surgió como un anhelo para la clase media, fue creado para hacerla soñar, no para los ricos, acostumbrados a ser mucho más austeros porque todas sus necesidades, incluso las estéticas, están colmadas generación tras generación. Otra idea inamovible hace exclusiva la ideología de izquierdas a la experiencia de precariedad y desamparo, como si creer en el bien común y la igualdad social no fuese hermoso y exquisito. Ya lo advirtió Pascal, poco sospechoso de radical: “el hombre tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que lo sostiene”. En los mítines, Iglesias se lleva el puño izquierdo al corazón, una manera sentida –y con regusto oriental– de dar las gracias, de responder con cariño a sus baños de masas moradas. Es más que un partisano culto que golpea verbalmente al poder en tono didáctico, más que un profesor rojo que abandonó el claustro universitario para dinamizar nuestra rancia política, pero en la calle sigue siendo el coletas.
Leer más
profile avatar
22 de abril de 2019
Blogs de autor

Santiago Abascal, el guardabosques feroz

La corte de propagandistas en torno a Abascal, incluido su hagiógrafo Sánchez Dragó, se empeña en presentárnoslo como hombre de una solo pieza, sin doblez: “Bienpensante, de costumbres moderadas, ordenado padre de familia, esposo ordenado”. Y aún van más allá en la descripción: es un tipo de profundas convicciones católicas que cree en lo que hace, un hombre de acción con la preparación justa pero al que el corazón no le cabe en el pecho.
Un retrato robot simplista, al corte de la propuesta nuclear de Vox: “La vida, la libertad y España son nuestras líneas rojas”. Quizá sea esa la forma de pescar las casi 400.000 papeletas que consiguió en Andalucía, y el 12,01% que le auguran las primeras encuestas en las generales.
La corte de propagandistas en torno a Abascal, incluido su hagiógrafo Sánchez Dragó, se empeña en presentárnoslo como hombre de una solo pieza, sin doblez: “Bienpensante, de costumbres moderadas, ordenado padre de familia, esposo ordenado”. Y aún van más allá en la descripción: es un tipo de profundas convicciones católicas que cree en lo que hace, un hombre de acción con la preparación justa pero al que el corazón no le cabe en el pecho.
Un retrato robot simplista, al corte de la propuesta nuclear de Vox: “La vida, la libertad y España son nuestras líneas rojas”. Quizá sea esa la forma de pescar las casi 400.000 papeletas que consiguió en Andalucía, y el 12,01% que le auguran las primeras encuestas en las generales.
“Santi Abascal no tiene ideología propia. La ideología de Santi es la ideología del sentido común, nada más”, afirma Sánchez Dragó, portavoz extraoficial del partido. El mensaje ha calado entre obreros jubilados aunque también entre universitarios cansados de pelear una primera oportunidad que nunca pasa de prácticas o beca. La simplicidad no es tanto cuestión de gustos como de contextos. Y es innegable que cotiza al alza en la política mundial, y si no que se lo pregunten a Trump, Bolsonaro, Orban y compañía.
Me cuentan de Santiago Abascal que es un hombre de campo: muy aficionado a la montaña y amante de los pájaros, que siempre quiso ser guardabosques –y husmeo la estela de aquel guardabosques mayor de Sobre los acantilados de mármol, bajo el que Jünger disfrazaba a Hitler, y de quien decía que “el terror es su elemento”–. Capaz de reconocer el canto del colirrojo tizón o el bisbita común, fáciles de avistar en los peñascales y las campiñas vascas de su juventud (a los que seguro que no llamará por sus nombres en euskera: buztangorri iluna y negu-txirta). En musculación y épica –da fe la viralidad en redes de sus vídeos montando a caballo u hollando bosques y colinas– golea a sus rivales, incluso a los deportistas Sánchez y Rivera. También me revelan que el montañero Abascal es de los que, consciente de sus fuerzas y decidido a hacer cumbre, piensa primero en sí mismo y el éxito, y solo después en el riesgo y los compañeros.
Procedente de una familia de Amurrio de toda la vida, no es ni mucho menos un recién llegado a la política. Nacho Escolar y su equipo han documentado sobradamente los más de 685.000 euros que, entre cargos institucionales y puestos a dedo, ingresó de las arcas públicas. Y es que, entre el 2011 y 2013, cobró un sueldo superior al del presidente del Gobierno. Amadrinado por Esperanza Aguirre, ejecutó un trabajo fantasma al ser nombrado director de la Agencia de Protección de Datos madrileña y la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, de la que saltaría apenas dos semanas después del cierre por falta de presupuesto.
Su estética sí que no admite dobleces. Los elementos principales son un rostro esculpido en piedra, la barba ligeramente en punta –que puede tener tanto una influencia hipster como el objeto de cubrir unas mejillas picadas de viruela– y su musculación, que, combinada con las cazadoras que tanto le gusta llevar, le confiere cierto aspecto de guardabosques feroz, o lo que es lo mismo: un aura amenazadora.
Fred Perry es una de sus marcas fetiche, y no sólo por los icónicos polos listados en cuello y mangas. También luce entalladas cazadoras con ecos de tribu urbana, que le marcan hombros y cintura, otorgándole campechanía y subtexto: por mucho que la marca fundada por el triple campeón de Wimbledon en 1952 se haya emancipado por fin de los catálogos de uniformes de mods o skins, es difícil aislar la corona de laurel en su pecho de la gloria iluminada.
Es un orador mediocre, y no sólo porque le falten tablas. Su discurso resulta simplista, abrupto, y no pocas veces se refugia en una socorrida falta de opinión sobre asuntos que deberían estar en su agenda. En cambio, no le faltan ideas peregrinas ni palabras altas, como pretender abrir un falso debate sobre el permiso de armas o su enroque en conceder la medalla al mérito civil a quienes repelan agresiones pistola en mano.
He visitado la flamante sede de Vox en la calle Nicasio Gallego de Madrid. Triplica el tamaño de la anterior. En la puerta, fumadores con tripa y cazadora rústica se saludan unos a otros. “¡Pisha!”, se dicen en una cantinela ociosa. En su rostro habita el gesto iluminado de quienes creen que van a salvar al mundo porque son los elegidos. En las saunas gais de Chueca, en cambio, se desea con alto voltaje al atleta Abascal, a quien se mira como un auténtico pimpollo. Siempre lo supimos: los extremos no se tocan, pero se huelen.
Leer más
profile avatar
22 de abril de 2019
Blogs de autor

Rivera, un motero aflamencado

Hubo un tiempo en que Albert Rivera derramaba su estilo motero con sus tejanos lavados y sus camisas sport, y eso gustaba. Conectaba con una clase media devastada por la crisis, desengañada por la vieja política y cabreada con los independentistas catalanes. Su estilo destacaba precisamente por la ausencia del mismo. Un prêt-à-porter de centro comercial, bien lejos del sastre a medida que pocos hombres de su edad podían permitirse. En su primer cartel del partido, pergeñado por una célula de intelectuales invictos, aceptó fotografiarse sin ropa y con poco vello. Fue un desnudo artístico y metafórico, muchísimo más conservador que el de las chicas de Femen o los bomberos de calendario, ideado por un cubano exiliado y avispado, Ginés Górriz. Sólo un caribeño podía desafiar de tal modo los patrones estandarizados de la comunicación política. Le compraron la idea los desprejuiciados y leídos burgueses que con su manifiesto sentaron las bases del que sería un partido moderno, perfumado, profesional y defensor a ultranza de la unidad de España. El gesto desarmado de Rivera, tan femenino, sin prepotencia ni orgullo, desató una ola de ternura.
Han pasado 13 años desde la pegada de carteles de Rivera en bolas, y su irrupción en el tablero político como alternativa de renovación, libre de mochila ideológica y equidistante entre izquierda y derecha, se ha templado mientras Albert, hijo de un barrio popular que enseguida destacó en el waterpolo, ha seguido buscando un estilo propio.
El deporte es un pegamento social que forja el carácter a fuerza de disciplina, superación y trabajo en equipo. Los deportistas aceptan la derrota, pero ansían la victoria. También ensanchan pulmones y músculos. Cuando se retiran de la competición, mantienen su robustez y pueden vivir de rentas varios años hasta que se redondean y se les infla la sotabarba. Entonces, los trajes de corte italiano se convierten en su pesadilla. Aun así, Rivera se pertrecha con terno azul noche y camisa blanca, que le confieren un aire asistencial de alto ejecutivo de multinacional que recurre a la corbata sin creérsela del todo.
Menos entallado que el líder del PP y exento del rigor oficialista de Pedro Sánchez, Rivera es un hombre aseado a quien le sobra el blazer. Nunca ha pretendido ser un dandi castizo, como Casado, ni un Mr. Wright vestido para figurar, al modo de Sánchez. Podrían pertenecer a la misma pandilla: chicos avispados y deportistas que siempre se vieron cantando extasiados el We are the champions, my friend. Pero él es el único que incide en un gesto que, según los expertos en expresión corporal, delata un carácter controlador: apoya la mano derecha, extendida, sobre el abdomen, como si acabara de abotonar la chaqueta, y coloca la izquierda justo debajo, escondiendo el pulgar izquierdo bajo la otra.
Es su alternativa a juguetear con el capuchón del bolígrafo; contiene la tensión a la espera de poder rematar a gol. Otra mueca de su estudiado catálogo es destacable por su libre voluntad. Se trata de otro gesto de los denominados adaptadores –que ayudan a gestionar nuestras emociones profundas– y consiste en escorar el labio superior; para chulos los de la Barceloneta, un barrio con casas de cal blanca, ventanucas estrechas, es­tibadores, arrocerías y habaneras que siempre encandiló a los intelectuales fundadores del partido con los que Rivera nunca se ha sentido cómodo. Ahora prescinde incluso de quienes le auparon como la eurodiputada Teresa Giménez Barbat. En los debates acalorados y cuando lo agreden verbalmente, la mano se le escapa hacia la hebilla del cinturón.
Tiene poco chorro de voz, a veces muy forzada, pero impone su palabra. Es conciso y directo, y no carece de punch ni de táctica. Pasa de “la solución no es llevar pistolas y llamar enfermos a los gais” a “Fuerza, ánimo Pablo (Casado), no vamos tarde, se les puede ganar”, dependiendo de a qué segmento de la derecha se dirija. Porque al enemigo ni agua: “Hay un señor al frente del PSOE que ha perdido todos los principios y no tiene escrúpulos”.
“Todo bien, gracias”. Así se contesta a insidias y suspicacias, porque a Rivera le faltaba un côté popular que completara su cromo –o su marco lakoffiano–, y ya lo tiene, con nombre flamenco y sin apellido: Malú. Una relación sin con­firmar ni desmentir que, junto al ­inesperado Alberto Carlos –su nombre original revelado por el BOE–, varía la letra de una melodía sin estribillo.
Leer más
profile avatar
22 de abril de 2019
Blogs de autor

Pablo Casado, la derecha entallada

Pablo Casado es un tipo directo y bien planchado que ha tenido muchas vidas desde que salió de la tutela de los Hermanos Maristas en su Palencia natal para estudiar octavo de EGB en Inglaterra, donde no se manda a un hijo tan sólo para aprender el idioma, sino para hacerse un hombre. Y de paso, para que alcance un grado de distinción que no se mama en provincias, por muy buena posición que tenga tu familia. Casado ingresó en el PP siendo un estudiante de Derecho barbilampiño que vestía con jerséis encarnados de cuello pico y americanas chocolate. “Aire fresco para las juventudes del partido”, se regocijaron los mayores cuando se puso al frente de Nuevas Generaciones y empezó a pasearse por platós para demostrar que se podía ser enrollado y de derechas.
Educado, simpaticote y neocon sin complejos, se postuló como el mejor cachorro de la camada de Josemari y Espe, a quienes invitó a su boda con Isabel Torres, nieta del fundador de las golosinas Damel. Ambos han sido fotografiados y entrevistados en Telva, que ha renovado con audacia Olga Ruiz. En sus páginas, la pareja explica su primer encuentro en la universidad: “Tú vas a ser la madre de mis hijos”, le soltó sin conocerla de nada. “Y ¿tú que respondiste?, le preguntan a Isabel. “Me eché a reír. Me pareció muy gracioso”. Ruiz le saca partido a su chico Telva, esa etiqueta que acuñó Umbral para definir a las pijas madrileñas de doble vida, mosquitas muertas con piernas largas que la liaban parda con gran discreción.
En Casado habita un pasado en mangas de camisa arrugada por fuera del pantalón, cuando lo mandaron cual 007 a Cuba para visitar a los disidentes, cual camello de libros clandestinos, medicinas y dinero. Fue un buen mandado que vivió peligrosamente su walk on the wild side con barba de dos días y un desaliño parecido al de Sean Penn visitando al Chapo.
La adversidad no le resulta extraña: tuvo un hijo prematuro que sufrió una parada cardiaca y estuvo en coma tres días. Olvidó su ideología cuando se solidarizó con los gemelos de Iglesias- Montero: “Son unos padrazos”, dijo. Esos azos y azas que tanto combinan con su sonrisa blanca. “Si alguna vez me tiene que renovar alguien, que me renueve Casado, que es un tipo estupendo”, provocó en su día Aznar. Y lo fichó como jefe de ­gabinete cuando ya estaba fuera de la Moncloa, regalándole su gran oportunidad: ser su mozo de espadas, viajar a todo trapo, conocer a líderes mundiales, empoderarse para purgar a los tecnócratas sorayistas con ínfulas de derecha moderna y laxa y rodearse de mujeres porque yo lo valgo.
Unas clientas del Sánchez-Romero de Prosperidad que atienden su turno en charcutería coinciden en que Casado es “muy majete”. No lo decían de Aznar, a quien su entumecido labio superior se le paralizó aún más desde que se rasuró el bigote. Casado se pinta una sonrisa de niño bien en la que muestra radiantes dientes kennedianos. No es un seductor al uso, ni pretende acojonar como Aznar. Pero levanta bombas dialécticas con una sonrisa muy fina, un rictus entre opusino y esotérico. Pocos casos se conocen de estudiantes de Derecho capaces de aprobar 12 de las 25 asignaturas curriculares de la carrera en cuatro meses.
Bien maleado por el caso de su máster, que aprobó sin ir a clase, ya ha dejado de ser el chaval majete del PP para mostrar su vis de cabroncete. Arrancó la precampaña con una sobredosis de proteínas, henchido de patriotismo y regreso al pasado, aunque ahora es el más moderado de su propia lista. Con un chasis que bien podría remojar en los Hamptons –pero que familiariza más con Boadilla del Monte–, ha demostrado ser el líder del partido menos conservador en su estética, a pesar del fachaleco, la prenda de este invierno primaveral que ha sustituido a gabanes y barbours.
Casado se ha desmarcado de los trajes convencionales que gastan Rivera y Sánchez, saliendo de la zona de confort de la derechona –marrones, burdeos, azul marino, verde loden– para combinar tweds con ocres y azules siguiendo la estela de los interioristas del barrio de las Letras, pijos refinados y gais que mezclan rayas y cuadros, verde billar y mostaza. Es el candidato más actualizado en la sastrería slim fit: el patrón masculino se ha estrechado cinco centímetros de pernera y tres de talle.
Destila guapura mientras critica “el sanchismo”, su gran trastorno obsesivo compulsivo. Y luce cuellos de camisa redondeados en la punta, estilo vintage, que dulcifican su mandíbula contraída y su metralla verbal. También ha renovado vocabulario, y como Ausiàs Marc –a quien seguramente habrá leído dado su expediente récord– elige imágenes cotidianas: poco le ha faltado decir que pondría la mano en la “cassola en forn” , pero ha prometido que va a “achicharrarse” por España aunque nadie se lo haya pedido.
Leer más
profile avatar
22 de abril de 2019
Blogs de autor

A vueltas con la necesidad y el libre albedrío (IV). Vida, conocimiento, actividad artística.

Un ser vivo es un sistema abierto sometido al segundo principio de la termodinámica, constituido además por una pluralidad de componentes también reglados por el mismo principio. Se da sin embargo la particularidad de que el cambio que se da en un ser vivo no es reductible a la suma de los cambios de cada uno de los componentes, lo cual conlleva una infracción a la linealidad: simplemente la vida no es lineal . La vida es en este sentido algo que efectivamente sobreviene no sólo de manera imprevista sino de manera imprevisible. Un misterio desde luego para todo espíritu reduccionista. 

No pudiendo ser explicada exhaustivamente por la yuxtaposición de las características o potencialidades de sus componentes considerados aisladamente, y ni siquiera sumando las características de las variables exteriores imprescindibles, la vida es un fundamental ejemplo de eso que se ha dado en denominar "emergencia". El segundo principio de la termodinámica (el tiempo, como irreversibilidad del incremento de caos si se quiere) sólo legisla si nos circunscribimos a un sistema aislado (ya se trate de ese sistema que es el mundo), no cuando hay pluralidad de sistemas y relación entre ellos. La vida emerge y se despliega aprovechando las oportunidades que ofrece esta pluralidad: importa energía a la vez que exporta sus propios residuos, excreta su propio tiempo.

Pero hay razones para considerar que el lenguaje humano supone un caso de emergencia aun más singular que la vida. Los neuro-fisiólogos nos presentan el lenguaje como fenómeno emergente resultante del ejercicio de los circuitos nerviosos, pero cabe pensar que tal actividad es más bien una condición de posibilidad que una condición exhaustiva del tipo de emergencia que manifiesta el lenguaje, y en el seno del mismo las modalidades que adopta la facultad humana de razonar. El problema del determinismo y la emergencia se plantea en términos diferentes para cada una de ellas. 

Kant establecía una tripartición en el seno de la razón traducida en la existencia de tres tipos de juicios: habría en primer lugar los juicios cognoscitivos, en los cuales el eventual acuerdo entre los sujetos se sustenta en algo objetivo (el átomo de hidrógeno tiene un solo electrón, raíz cuadrada de dos es un número irracional, etcétera); vendrían después los juicios morales, sustentados en un imperativo inherente a los seres de razón (de ahí que nadie duda de que el abuso del débil es rasgo suficiente para hablar de comportamiento vil); habría finalmente los juicios estéticos en los que el acuerdo intersubjetivo -sentimiento de lo sublime o de lo repulsivo- trasciende lo objetivable (la precisión técnica en el pianista se le supone, y no es la objetividad física de las notas emitidas lo que nos pone de acuerdo en la emoción).

En cada una de estas modalidades de expresión de la razón humana pueden darse casos de emergencia. En el seno del conocimiento (y en concreto de esa modalidad paradigmática que llamamos ciencia) la emergencia coincide con la aparición de algunas de las hipótesis fértiles que revolucionaron su devenir. Una hipótesis fértil es algo que surge necesariamente de una aporía, de la necesidad de una reacción adecuada ante una situación apremiante, como lo fue la hipótesis de la relatividad de tiempo y espacio, o la del carácter discreto (en ciertas condiciones) de la luz, ante la crisis en la que se veía la física en el arranque del pasado siglo; respuestas literalmente de emergencia. Y quizás con mayor dificultad cabe encontrar ejemplos análogos en el caso de la historia de las ideas morales.

Pero parece del todo evidente que el marco para hablar de emergencia concerniendo las actividades de los seres de razón es el de la tarea artística. El hecho mismo de que se utilice al respecto el término "creación" es absolutamente significativo. Ciertamente también respecto a la ciencia cabe hablar de creación. De hecho la previsión teórica de la existencia de partículas que no se encuentran en la naturaleza viene a ser verificada "creándolas". Creación obviamente no ex- nihilo sino, por ejemplo, a partir de la energía de fotones sometidos a interacción en aceleradores de partículas, en los que la técnica del hombre reproduce de alguna manera lo que sucede en una supernova en el momento de una explosión, o lo que aconteció en el big bang.

Pero cuando se habla de creación y creatividad en el arte se está haciendo referencia a algo más. El hacer de un escultor que trabaja la piedra o el hierro se solapa en parte con el hacer del artesano e incluso con el hacer del científico (bueno para ese escultor es el conocimiento riguroso de la resistencia de materiales) y sin embargo...el artista hace otra cosa. Ello no quiere decir que lo haga como resultado de una consciente voluntad y de una consciente deliberación. Hay muchas razones para sospechar que más bien la conciencia entra poco en juego en el trabajo de creación (lo que hay es mucho pensamiento y esfuerzo), siendo por el contrario omnipresente en el momento del reconocimiento o del fracaso.

El fruto del trabajo del arte no es tanto prueba de albedrío como de emergencia en el sentido fuerte, es decir, ausencia de reducción de lo que surge a partir de lo ya dado. Y un último apunte: ¿hace el artista otra cosa que lo que podría hacer una inteligencia maquinal y por ende programada? ¿Cabría programar una máquina para mostrar la libertad de escribir (respecto a los celos): "¡Oh entre el néctar de amor mortal/ veneno, / Que en vaso de cristal quitas la vida!/ Oh espada sobre mí de un pelo asida/De la amorosa espuela duro freno!"? Sí parecía responder sin ambages un importante físico de la Universidad de Barcelona durante un coloquio reciente. Cabe sin embargo la duda y la discusión.

Antes, paralelamente y después del lingüista Emile Benveniste (que apoyaba la tesis con gran acuidad argumental) se ha intuido que el lenguaje es la única cosa del mundo que un conjunto limitado de recursos encierra potencial infinitud, lo cual se traduce en su capacidad de otorgar significación a todo, tanto a las cosas empíricas como las cosas propias al mismo ser de lenguaje, las emociones, los quebranto, grandes o chicos, las profundas alegrías y las pequeñas miserias? ¿Cabría pues (programando esa máquina susceptible de hacer poesía) programar la libertad? ¿O hemos de pensar que en realidad el problema no se plantea porque la creación en el arte es también ilusoria, que ni siquiera hay libertad en el hecho - aparentemente inútil para la vida- de fraguar una metáfora, y en suma (nihilismo radical) pensar que ni siquiera el lenguaje humano es matriz de verdadera emergencia?

 

Leer más
profile avatar
22 de abril de 2019
Blogs de autor

Falsos indignados

La derecha fragmentada per sigue más que nunca su monopolio de la virtud. Sí, esa aspiración al bien, la verdad, la justicia y la belleza (en ínfima proporción) se ha instalado en los debates de campaña bajo la apariencia de indignación moral. Pero, alerta, pues difícilmente se trata de una indignación auténtica y sí de un juego malabar que suma afiliaciones en caliente. En mítines y debates, los candidatos de derechas invocan diariamente al diablo. A un Lucifer separatista, un Belcebú con faldas e ideología de género, un Satanás que pretende subir a base de impuestos ese salario mínimo de 900 euros. El cúmulo de improperios que cada día recibe Pedro Sánchez –hay momentos en que parece que hablaran de Maduro o Gadafi– difícilmente alcanzará su objetivo por una cuestión de credibilidad. En su estrategia dialéctica han cargado tanto las adversativas que cuesta recordar el motivo de la moción de censura que abrió este inestable periodo: la generalizada corrupción en el Partido Popular.

“La justicia fingida existe claramente. Todos tenemos en la cabeza casos donde personas simularon o exageraron sentimientos de indignación porque tenían una razón estratégica para hacerlo. Los políticos en campaña electoral, por ejemplo, son delincuentes frecuentes”. El razonamiento pertenece a los psicólogos Jillian Jordan y David Rand, profesor de Ciencias Cognitivas del MIT, quienes recuerdan que la moral surgió como “forma de medir la confiabilidad de uno en esfuerzos cooperativos”. Pero ocurre que lo que antaño podía considerarse virtud no es sino empeño retrógrado en un camino de hegemonía patriarcal, clasista y racista. La derecha indignada no ha sido capaz de librarse del peor de los complejos, el de superioridad. Escenifica pataletas por un supuesto adoctrinamiento de género y se resiste a las políticas de igualdad. Cierto es, nadie puede hablar en nombre de todas las mujeres (ni de todos los hombres). Por eso tantos se ofendieron ante el negacionismo que escuchamos en el debate de TVE por parte de Cayetana Álvarez de Toledo y –por omisión, pues no le replicó– de Inés Arrimadas.

Sarcasmo ramplón para cuestionar una lacra, la violencia sexual, contra la que existe un protocolo europeo vigente: el convenio de Estambul, suscrito también por 45 países donde no gobiernan Sánchez ni Iglesias.

En España, las cifras parecen irreales, pero las dicta el Ministerio del Interior: cada cinco horas se denuncia una violación. Demostrado está que el silencio de la víctima es todavía un eximente para el criminal, que ve reducido su castigo. Auditar un delito sexual o un episodio de malos tratos desde la sospecha hacia la mujer aún es práctica recurrente en la España machista que queremos dejar atrás. Hoy es la propia sociedad quien corrige la falsa indignación de muchos políticos y, alejada de la lucha de sexos, se afana por construir un mundo respetuoso e igualitario.

Leer más
profile avatar
22 de abril de 2019
Blogs de autor

Fuego vivo

La isla de Lanzarote sigue intacta y perfecta desde hace tres siglos
 
El efecto de la lengua de lava volcánica ha de depender, supongo, del tipo de tierra que calcina. En Lanzarote, isla de múltiples volcanes, forma extensiones de escoria negra en terrones desgarrados y convulsos. Un paisaje dramático. Aquí y allá se divisan manchas verdes incluso en el paraje de Timanfaya, donde 25 volcanes explotaron en 1730. Emocionan los hoyos cavados por esforzados agricultores que hurgan la tierra para plantar viñas diminutas y preciosas resguardadas por murallas de piedra en miniatura puestas a mano con paciencia y tenacidad.
 

Al torturado paisaje se le opone un modelo de habitación serena. Los pueblos son pañuelos blancos en cegador contraste con la negrura volcánica y el cielo turquí. Elegantes grupos de casas bajas (una o dos alturas) apenas decoradas con cactus y otras plantas grasas, aunque no faltan estallidos de buganvilias como brochazos de una divinidad ebria.

Estuvimos acogidos y cuidados en uno de los estupendos hoteles de Barceló especialmente diseñados para los niños. No había menos de treinta criaturas por las piscinas corriendo, bailando, quemando energía en cinco idiomas bajo la soñolienta, pero complacida, mirada de sus padres. Lo de los padres es algo imponente. Yo era una caña seca en medio de una manada de rinocerontes, mezclada con algún gorila y no pocos búfalos. ¡Señor, qué grandes son los nórdicos! ¡Qué barrigas, qué puños como mazas, qué cabezotas mondas, qué cogotes pétreos! Daba gusto verlos con sus crías trepando como monitos por el cuerpo hirsuto.

Leía yo el relato de Durrell sobre sus años en Chipre y gracias a él me percaté de otro gran atractivo de Lanzarote. Como no hay nada que conservar, salvo ella misma, la isla sigue intacta y perfecta desde hace tres siglos.

Leer más
profile avatar
16 de abril de 2019
Blogs de autor

Dos años sin Carme

Aquel tren, aquel AVE de Lleida a Madrid un domingo por la tarde; aquel cielo de primavera tras el cristal, aquí sol, aquí bruma; aquel vagón de silencio, y el mensaje que entra pasado Calatayud: “Ha muerto Carme Chacón”. La incredulidad servida en un vaso de placebo. “Menudo disparate, será un error”, barruntas mientras el pensamiento busca la manera de procesar la tragedia. Han transcurrido dos años, y la extrañeza de haber perdido a una amiga como ella aún nos mancha la sonrisa, mucho peor que la nicotina, porque el dolor no admite blanqueadores. Alguna vez he releído nuestros últimos watsaps –tampoco yo he podido borrar su teléfono– y a lo más que llegas es a sentirte huérfana y a la vez privilegiada por su amistad, vecinas de un clima interior, en una complicidad que te hermana cuando aprietas la misma tecla, que convierte lo pequeño, lo íntimo, en colectivo.
La vida te provee de mantas para tapar los agujeros, pero no remienda sus jirones. A medida que corre el tiempo, el recuerdo se hace más sentido, también más solemne. Temes que se licue la intensidad de su huella. El mundo tiene prisa por llegar a ninguna parte. Lo nuevo enseguida parece viejo, la política cose y recose para hacerse más deseable. No, no todo huele a podrido. Bien lo sabía la Carme feminista, que rompió un buen trozo de cristal blindado al mandar a los militares con su panza de seis meses: dieciséis viajes a Afganistán, cruzada contra las bombas de racimo, ingeniera de puentes y no de muros. La Carmen y Carme de una “España, nación de naciones”, liderando un espíritu constructivo para evitar el choque de trenes. O la Carme que, limpia de mácula, aspiró a presidir y a renovar un partido, dispuesta a barrer debajo de las alfombras y a drenar las cloacas, víctima de mercadeos mediáticos, política excepcional y claro exponente de la meritocracia.
“Poseía el encanto de las personas inteligentes y buenas”. La frase pertenece a su cardiólogo, el doctor Màrius Petit Guinovart. Lo entrevisté hace un año y me dio una clave para entender la fuerza interior que la abrigaba: “Como mecanismo de defensa ante su problema, tenía un optimismo y una falsa seguridad que le permitieron vivir sin miedo”. Sus padres, Esther y Baltasar, acaban de impulsar la Carme Chacón Foundation para facilitar operaciones a niños sin recursos y con cardiopatías complejas como la suya. Ella, en sus últimos años habló de su corazón. Con 35 pulsaciones por minuto y un bloqueo ventricular, Carme jugó al baloncesto, nadó en alta mar, parió un hijo, modernizó –y feminizó– el ejército y sufrió las inquinas de los señores del castillo socialista, supergraduados en machismo. A pesar de todo, nunca se olvidó en casa su sonrisa franca que no necesitaba pintar, a modo de máscara, como tanto se estila en la política desprovista de convicción y compasión. Ahí es donde su ausencia tanto duele.
Leer más
profile avatar
15 de abril de 2019
Blogs de autor

Abril es el mes más cruel

​Abril es el mes más ardiente y desolado de lo que en Nicaragua llamamos el verano, que no es sino la temporada de la ausencia de lluvias y la sequedad de los campos, los ríos agostados y el sol a plomo que funde las visiones del paisaje en una bruma candente, desolación y también muerte. Porque abril ha sido siempre el mes de la muerte.

​Desde los tiempos de mi aprendizaje literario supe que abril era el más cruel de los meses gracias a las lecturas de La tierra baldía T.S. Elliot inducidas por José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal. Lo dice en la primera estancia, El entierro de los muertos: abril cría lilas en la tierra muerta, mezcla memoria y deseo.

​En esa desolación caliginosa de abril se dio la persecución y muerte de un puñado de conspiradores que en 1954 se alzaron contra el viejo Anastasio Somoza, fundador de la dinastía, y fueron asesinados en las cámaras de tortura del palacio presidencial.

​Era una rebelión de militares y civiles, y si se ensañaron con todos, fueron especialmente crueles con los militares, uno de ellos el capitán Adolfo Báez Bone, de quien el viejo Somoza había sido padrino de bodas. Cuando Anastasio hijo, que dirigía los interrogatorios, se acercó a él para insultarlo, amarrado de pies y manos a una silla como estaba lo escupió y la sangre manchó la guayabera blanca recién aplanchada del aprendiz de tirano, porque iba para una fiesta esa noche.

​Montes quemados para preparar las siembras, porque en mayo empiezan las lluvias, va recordando Cardenal en el poema Hora O este paisaje sollamado por la naturaleza y por la historia de opresión arriba y rebeliones abajo que cíclicamente hemos padecido.

​Hace un año, en un nuevo abril, estalló la rebelión popular contra Daniel Ortega, un alzamiento juvenil que habría de durar en las calles al menos seis meses y que ya entra en nuestros cantares de gesta. Una rebelión desarmada, pero reprimida con crueldad marcada por la venganza, igual que más de seis décadas atrás bajo otra dictadura.

​​El 4 de abril los estudiantes habían dejado las aulas para salir a protestar por un incendio provocado por depredadores, con la impunidad de siempre, en la reserva selvática Río Indio-río Maíz, y fueron reprimidos por las fuerzas de choque amparadas por la policía.

​​"Las calles son del pueblo", había sido la consigna convertida en regla por años, y esto quería decir, las calles son de las organizaciones del régimen. Un monopolio impuesto por la violencia y por el miedo.

​​Y poco después, el 18 de abril, ante un decreto que gravaba con un impuesto las magras pensiones de la seguridad social, una medida neoliberal como pocas, prendió toda la pradera. Cuando los ancianos salieron a protestar, fueron agredidos por las turbas oficiales, y entonces los estudiantes se lanzaron a respaldarlos.

​​La repuesta policial y paramilitar fue espantosa. Las cuentas de los organismos de derechos humanos no bajan de 500 asesinados, centenares de heridos, más de 600 prisioneros políticos, miles de desterrados, medios de comunicación clausurados, sus propietarios y directores en prisión o en el exilio.

​​En el país que fue presentado como el más seguro de Centroamérica, hoy el único turismo posible sería el de los amantes del riesgo extremo.

​​Y la economía se halla en ruinas. Sacarla del abismo tendría que ser un emprendimiento concertado por un nuevo gobierno democrático, porque Ortega perdió ya todas las posibilidades de futuro. Se niega a reconocerlo, y en cambio se empeña en ganar tiempo, cuando el tiempo yase agotó. Ni tiempo, ni espacio para maniobrar.

​​Abril devolvió el país a los jóvenes, quienes aún impedidos de marchar por las calles ante la amenaza de persecución y cárcel no dejan de pugnar por un cambio a fondo y la recuperación plena de la democracia. Y no han cesado los esfuerzos por hallar una salida concertada, que impida más derramamiento de sangre.

​​La Alianza Cívica, que representa a las fuerzas democráticas, logró firmar con los delegados del regimen en la mesa de negociaciones algunos acuerdos fundamentales, entre ellos la libertad de todos los presos políticos en un plazo de tres meses, y el restablecimiento inmediato de las libertades democráticas y el cese de la persecución.

​​Ortega se comprometió así a lo obvio, y a lo que de todos modos estaría obligado: cumplir con la Constitución; pero ha burlado esos acuerdos. Los presos siguen en las cárceles, y todo el que intenta manifestarse es apresado. Miles de policías y paramilitares siguen desplegados en las calles.

​​Y se ha negado a discutir el restablecimiento de la democracia, que empieza por la convocatoria a unas nuevas elecciones con fecha anticipada, con nuevas autoridades electorales, reglas transparentes, y observación internacional; con lo que, un año después del estallido liberador de abril, la crisis está lejos de resolverse.

​​Pero la hierba verde renace de los carbones, dice Cardenal en Hora O.

Leer más
profile avatar
15 de abril de 2019
Blogs de autor

Dos extranjeros en el cerco de la noche

 

Tiene cara de hombre de ninguna parte, o de hombre que perdió su parte y su reino en algún lugar del pasado. Se pasea por la Gran Vía en la hora más tórrida de la noche, cuando el calor acumulado durante el día surge del asfalto y del granito como de una estufa grandiosa que caldea hasta la última esquina de la avenida. Tiene cara de estrangulado por su propio ser y de nacido de su propio sudor. Ha recorrido de parte a parte la noche del mundo, se ha sumergido en pozos profundos de dolor y de fango. Mira como un resucitado. Su mente es un territorio tan amplio como los ríos, los desiertos, las ciudades, los poblados que ha dejado atrás. Observa a los transeúntes y detecta que también ellos no están donde están, como si de pronto en Madrid todos fueran extranjeros para sí mismos y para los demás.

 

¿Tienen patria los que pasan ante él? ¿Qué patria? Una oscuridad oscilante que les cerca y que a la vez los constituye. Ellos también están de viaje sin saberlo, recorren una dimensión flotante, se miran sin mirarse, vienen de la extrañeza y hacia la extrañeza van por los caminos de la noche.

 

Un pensamiento preciso acude a él: no solo la muerte iguala a las personas, también la vida las iguala. Todos los cuerpos tienen las mismas necesidades básicas, todos respiran, todos crepitan con el mismo fuego interior, todos arden con la misma lumbre y todos sufren cuando se encuentran a medio camino entre la incertidumbre y la indecisión.

 

El extranjero se fija vagamente en las terrazas de los bares, en las que no se va a sentar, en los escaparates de las tiendas de las grandes marcas, en las caras que se reflejan en los cristales. Examina la avenida como un pájaro cansado tras una larga travesía. Su mente gravita en un presente lleno de heridas y otea el futuro con desconfianza. Su cara es la imagen de la melancolía. La luna roja le mira tras los rascacielos como una divinidad maligna.

 

Las farolas de la Gran Vía chorrean luces azules mientras los taxis circulan con sus reclamos verdes. En las dos aceras se adensan las multitudes. Son muchas soledades juntas. Forman masas, pero no forman conjuntos. Avanzan despacio, pero no se detienen, no se miran, no hablan. Son como almas ausentes.

 

Tres horas después, la avenida se habrá librado de la muchedumbre. El extranjero sigue en ella. Ya no mira los escaparates ni las terrazas vacías. Se mira a sí mismo. Entonces descubre en una bocacalle un caballo rojo. Él también parece un extranjero, y se pregunta qué puede estar haciendo allí un caballo.

 

Creyéndose víctima de una alucinación, cierra los ojos. Oye ruidos de pasos que se alejan como piedras golpeando la piel tensa de la noche. Los vuelve a abrir y el caballo ha desaparecido. La calle se le antoja más muerta sin la presencia del animal y decide buscarlo entre las sombras. No lo encuentra por ninguna parte. En la penumbra de una calleja, una cara le dirige una mirada hostil y directa. No es la cara del caballo, es la cara de la muerte o de uno de sus aliados.

 

 El extranjero regresa a la avenida: las luces marchitas, los últimos taxis de la madrugada, las puertas cerradas, las almas cerradas, el silencio y un eco que llega de muy lejos, atravesando arenales sin término y llenando su memoria de murmullos familiares que se extinguen de repente con el sonido de un claxon y los gritos de unos muchachos que le miran con distancia. En una esquina sombría vuelve a ver al caballo.

 

(Las abismales, 164-166)

 

https://elarpadebecquer.blogspot.com/

 

 

Leer más
profile avatar
13 de abril de 2019
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.