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Desvíos del Camino

Haciendo el Camino de Santiago, un poco y con mi falta de fe a cuestas, siempre me apetece hacer lo que hizo el escritor Nootenboth y contó en un excelente libro de viajes que publicó Siruela, desviarme del camino. No porque "el camino" no ofrezca suficiente sino porque también al otro lado, más allá, hay muchas cosas que ver.

/upload/fotos/blogs_entradas/camino_de_santiago_med.jpgVoy andando, mis compañeros Carles Francino y Paco Nadal en bicicleta. Lo suyo no tiene tanto mérito porque son deportistas. Lo mío es casi insólito, debe responder a una fuerza escondida. Un tipo tan poco en forma como yo llegar a hacer 27 kilómetros en un día. Será alguna secreta fuerza de esta milenaria ruta europea. Sigue siendo divertida. Llena de faunas extravagantes, también de otras muy previsibles. Procuro hacerme un poco el raro, el solitario porque es un peligro terminar hablando de banalidades de la ruta. Me gusta mirar a mi aire en los pueblos. Ayer me enamoré en Navarrete, naturalmente duró unos minutos y no dije nada a aquella chica hermosa, elegante y con una sonrisa para desarmar caminantes. Seguí mi camino. Volví en un autobús a Logroño, allí dónde estaba mi coche, y la casualidad hizo que aquella chica de Navarrete se sentara muy cerca de mi asiento. Hablaba con su novio, o lo que fuera, con su móvil. Yo la miraba de reojo. Fuese y no hubo nada. Solamente otra sonrisa y un "hasta luego", que nunca será verdad. Me acordé de un relato de Manuel  Vicent. Alguien se enamora de la mujer de al lado el tiempo que tarde en abrirse un semáforo. Así pasa varias veces al día en nuestras vidas. El azar hace que nos crucemos con alguien que podría cambiar nuestra historia pero no nos atrevemos a decir lo que pensamos. Somos animales domesticados.

Ahora estoy, en un desvío del camino, en el pueblo de Ezcaray. Hace 25 años aquí estuve en el rodaje de la película El sur. Varias emociones se cruzan en este pueblo dónde nació uno de los peores poetas de nuestro idioma, Armando Buscarini. Eso es historia para otro día. Tal vez mañana. Todo depende del azar y de la chica del autobús. 

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8 de julio de 2008
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Recuerdos terrenales

Esto del blog le concede a uno extrañas oportunidades. La de crecer en público, por ejemplo, como diría Lou Reed. (Lo cual incluye, por cierto, el trance de equivocarse en público.) Y también la de leer en público, o sea compartir lo que uno está leyendo, a medida que lo va leyendo. /upload/fotos/blogs_entradas/earthly_powers1_med.jpgComo dije hace algunos días, estoy releyendo Earthly Powers, de Anthony Burgess. Si he de guiarme por la cuenta del restaurant veneciano que encontré entre sus páginas (como también dije alguna vez, yo guardo cápsulas de tiempo dentro de los libros), debería decir que leí la novela en 1993. Pero no me acordaba nada. A veces olvido los libros que leí porque en su momento no me dijeron nada, o eran demasiado para mí. Este último es, creo, el caso de Powers. Pero ayer, al llegar a la página 126 de mi edición de Penguin Books, encontré otra razón que seguramente debe haber contribuido a mi conveniente olvido.

En el capítulo 22, la madre del protagonista, el escritor Kenneth Toomey, muere en medio de la epidemia de gripe que asoló a la Inglaterra de posguerra. Aunque avisado de su enfermedad por un telegrama, Toomey, que estaba viviendo en la Europa continental, llega demasiado tarde. Su madre muere mientras golpeaba a la puerta sin que nadie le abriese.

En aquel año 93, la muerte de mi propia madre estaba demasiado fresca. El cáncer de pulmón se le había manifestado demasiado tarde, y murió a los pocos meses del diagnóstico. Toomey se siente culpable, cree que la confesión de su homosexualidad ha precipitado el fin de su madre. Yo también me sentía culpable, porque la había decepcionado al separarme de mi primera mujer e involucrarme cada vez más en el mundo del periodismo y de la cultura rock. (Ella estaba tan convencida de que yo llevaba una vida depravada y entregada a los excesos que me prohibió conseguirle trabajo a mi hermano: temía que lo condujese por el mismo, infausto camino.) Cuando la enfermedad se declaró, yo estaba dando brazadas desesperadas para no hundirme, sobrecargado por la culpa de la separación, las responsabilidades de mi paternidad y mi intento de formar una nueva pareja. Al igual que Toomey, llegué tarde a la última cita. Mi madre ya había muerto en el Hospital Italiano. Nunca pude decirle adiós. De esa necesidad salió Kamchatka, no tengo duda alguna. La vida siempre concede segundas oportunidades, de una u otra manera.

Hoy estoy en condiciones de releer Earthly Powers. No creo que vuelva a olvidarla.

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8 de julio de 2008
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Oscurantismo y literatura

Rafael Argullol: El momento en que cada una de las creaciones artísticas se encierra en sí misma, sea a través de sistemas filosóficos cerrados o de supuestas característica religiosas, el diálogo se hace más y más difícil.
Delfín Agudelo: ¿Por qué crees que, por ejemplo, la literatura actual no ha caído en algún tipo de oscurantismo? Puede que sí los estudios literarios, mas no la producción literaria. Lo que percibo es que la literatura actual, tal como hemos visto, no es necesariamente oscurantista sino prácticamente lo opuesto.
 R.A.: Si por literatura actual comprendemos la de comienzos del siglo XXI —incluso la de las dos últimas décadas del siglo XX—, lo que dices es cierto. Pero lo que también es verdad es que al mismo tiempo de un cierto oscurantismo filosófico se erigió un oscurantismo en los estudios literarios, que culminó en las toneladas y toneladas de para-teoría que en los años sesenta y setenta, de la mano de los estructuralismos y todas sus consecuencias, solamente veía un camino para la literatura, que era de determinada vanguardia. Cuando se volcó esta vanguardia, después de Joyce y Beckett, hubo una especie de para-ascetismo de estudios literarios basados en la estructura universitaria que fomentaron un gran oscurantismo literario a lo largo de la segunda mitad del XX, que muchas veces iba emparentado con el filosófico, y entre los dos crearon un auténtico magma que cayó sobre generaciones de estudiantes.
Afortunadamente en los últimos años del siglo XX parece apreciarse una progresiva emancipación de la narración literaria respecto a ese magma, en gran parte como consecuencia de la apertura europea a otras tradiciones del mundo, que hizo que toda esta especie de dogmatismo teórico rompiera sus moldes. En la medida en que entre un cierto aire fresco en la literatura, éste acabará contagiando lo que llamamos filosofía. A veces han sido hermanas y otras como máximo primas hermanas, y creo mucho en la mutua alimentación entre literatura y filosofía. Los grandes movimientos de la filosofía han coincidido casi siempre con una filosofía que se expresaba con gran actitud literaria, como Platón, Giordano Bruno y Nietzsche mismo; y al revés: en la medida en que hay una literatura fresca, es mucho más posible que también haya una filosofía fresca porque de nuevo la filosofía intentará expresar con claridad y con equilibrio de imágenes y conceptos lo que es la condición humana. En lugar de enterrarse de una manera rancia y claustrofóbica en esa especie de laboratorios teóricos —que pueden servir mucho al gremio de los profesores de filosofía para sus pequeñas vidas y sus pequeños currículums—, debería dedicarse a algo que sirva para la filosofía misma.
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8 de julio de 2008
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El gesto del artista

El escritor o el pintor sólo realiza algo de interés cuando, por principio, siente que aquello no es de ningún modo obra suya. Lo más indeseable de la llamada "creación" es detectar el pringue que une al objeto realizado con el sujeto realizante. Esta pegajosidad es la prueba de que no se ha hecho nada importante para los demás o que permanece demasiado apegada a la carne de uno mismo. El auténtico éxito del artista no es producirse sino producir, promover un accidente que, como tal, no pertenece a uno ni a otro, no huele ni sabe a su persona sino que, libremente, forma parte del mundo. Este logro viene a ser del todo accidental y nada perjudica más a un cuadro, una página o un edificio que descubrir en sus pliegues los ensayados gestos y mohínes del artista.

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8 de julio de 2008
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II. Mi ángel de la guarda

/upload/fotos/blogs_entradas/angelesconcarassucias_med.jpgSe cerró el cine Darío y luego mi tío Angel Mercado, el hermano menor de mi madre, regresó al pueblo desde la mina la India donde trabajaba de contador, y abrió otro en una vieja casa de adobes que tenía un corral de vacas. El corredor interior de mediagua de la casa se convirtió en el palco, y el  inmenso patio, donde ordeñaban las vacas, en la luneta.

La caseta de proyección era como un palomar que se alzaba sobre la techumbre de tejas de barro de la casa, y se subía hasta ella por una escalera vertical. Yo pasaba mi vida ahora dentro de la caseta, y fastidiaba a los proyeccionistas para que me regalaran cuadros sobrantes de película, hechizado por las imágenes fijas que podían verse a trasluz, y también proyectarse con una lámpara de mano y un lente de anteojos.

Empecé entonces a ver las películas desde las ventanillas de la caseta, y a fascinarme ahora con los seriales de gángsteres que nunca botaban el sombrero por muy rudas que fueran las peleas, libradas en bodegas sórdidas y estaciones abandonadas de ferrocarril. Una temprana escuela de suspense. Siempre quedaba pendiente la suerte del héroe al final de cada rollo, amarrado entre cajones de explosivos prontos a explotar, o inerme sobre los rieles mientras un tren se acercaba trepidante, escena que se repetía entera al comienzo del rollo siguiente para mostrar como se salvaba al último momento. 

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8 de julio de 2008
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La filosofía como heroicidad

Sea cual sea el estado de una sociedad, ya se trate de momentos de exaltación o de quiebra, hay personas que se erigen para los demás en referencia ética, es decir, en modelo para esa dimensión de nosotros mismos que sólo ve satisfacción en la realización de un ideal de libertad. .Un animal es libre cuando nada coarta su instinto de lucha por la actualización de sus potencialidades, es decir, por la realización plena de su naturaleza, y el hombre no es en este sentido una excepción. Mas la naturaleza humana tiene entre sus rasgos esa singularidad absoluta que constituyen las capacidades racional y lingüística, las cuales tienen objetivos no siempre determinados por el imperativo de la subsistencia individual y específica, objetivos traducidos en esa máxima que incita a no conformarse con una vida reducida a genuflexión. En toda circunstancia se ha considerado que héroe es quien, aleccionado por tal imperativo, se alza contra las fuerzas inerciales (la pusilanimidad, la costumbre, la abulia, el puro miedo) que en su propio seno le impiden enfrentarse a la tarea que sabe primordial. Mas, luchando contra si mismo, el héroe no sólo aspira a conquistar su libertad, sino a ser visto por los demás como promesa de libertad propia. Pues bien:

Héroe en esta acepción de la palabra es aquel que tiene la fortuna de experimentar que su propio espíritu explorador es sobrepasado, absorbido, por aquello mismo que se trata de explorar, de tal manera que como escribe el Narrador de la Recherche "el investigador es por entero el oscuro país en el que debe investigar, y su bagaje ya de nada sirve". En tal ascesis (consecuencia de la superación de la "cobardía que aparta de toda tarea difícil, de toda obra importante") sólo cuenta el delimitar la dificultad, es decir despejar las brumas que dificultan la nítida percepción de la misma y el mantenimiento en todo momento de la vigencia del juicio, es decir: sólo cuenta el contenido mismo de lo que he designado como disposición filosófica.

Mas como corolario surge también entonces la exigencia que conduce al arte digno de tal nombre. Y digo "digno de tal nombre" porque desgraciadamente, tanto en su uso cotidiano como en el específico de los eruditos, el término arte designa a menudo un conjunto de tareas que apuntan tan sólo a lo superfluo, a ornamentar nuestras vidas. En sus modalidades convencionales, el arte es excesivamente respetuoso con los parapetos que la cultura ha fraguado para evitar que aflore la exigencia de verdad, exigencia de desvelamiento, exigencia indisociable de una radical confrontación, la cual es de hecho el motor originario de la obra de arte y lo único que le otorga legitimidad.

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8 de julio de 2008
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Oro y diamantes

Estoy hojeando una revista femenina en la peluquería cuando me tropiezo con unas cuantas sugerencias para regalar: un ordenador portátil de oro con diamantes acompañado de su correspondiente ratón "forjado en oro con 59 brillantes" (¿y por qué no 60?). Por supuesto el pendrive no podía ser menos, continúa en la misma línea del oro con pavé de diamantes. Y luego tenemos el móvil o celular que no puede ser más de oro ni tener más diamantes incrustados. ¿Se imaginan tener un móvil así y olvidárselo en un bar? Toda la tecnología posible está aquí en plan Las mil y una noches, Ali Babá y los 40 ladrones, Sueños turcos, El señor de la media luna... Sólo se salía de la tónica, una pluma que además del oro blanco y los imprescindibles diamantes también llevaba rubíes.

A cualquier escritor con semejante set de trabajo sólo le saldrían obras brillantes y cegadores, deslumbrantes y lo que se suelen llamar obras ricas.

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8 de julio de 2008
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Colombia y su tratado

Lamento, lamento de verdad el silencio de Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Su programa de radio y televisión dominical, Aló, presidente, ha sido suspendido debido al cúmulo de actividades que debe atender el gobernante. La verdad es que lo que esperaba, al llegar a Caracas un domingo, era el análisis del líder venezolano sobre la liberación de Ingrid Betancourt y su valoración de la posición de Álvaro Uribe. El presidente colombiano tiene ahora 91 % de apoyo de la opinión pública de su país. El cara a cara de los dos hombres (Uribe visita a Chávez en unos días) ocupa el primer plano en la tremenda actualidad de América Latina. Rafael Correa, el presidente de Ecuador, mantiene sus distancias con su vecino colombiano pero no se puede negar que los repetidos fracasos de la guerrilla de las Farc en Colombia quita una referencia a la izquierda del continente. Ahora, en América Latina hay que pensar en lo que se puede hacer dentro de las instituciones sin tomar un fusil para hacer eco de un cambio revolucionario.

Y más allá de los episodios recientes, se ve claramente que por primera vez, una elección presidencial en EE. UU. puede afectar un continente convencido de que lo que viene de Washington es siempre más de lo mismo. Lo decía el Washington Post hace unos días: la relación entre los vecinos del Norte y del Sur están en un cruce de caminos. En casos como éste es muy bueno ver lo que dice el "inter-american dialogue", un think tank que tiene simpatía y conocimiento del Sur aunque habla desde el Norte. Reproduce el análisis que publicó su vice-presidente Michael Shifter en El Tiempo de Bogotá y también otro análisis hechos para Oxford Analytica (en inglés).

¿Qué vemos? Discrepan sobre Cuba, Venezuela y los acuerdos de libre comercio. Sobre Colombia (menos lo del tratado de libre comercio) e inmigración parecen de acuerdo. Dos otros artículos de Shifter sobre la visita de McCain a Colombia y Obama y Colombia precisan la pregunta que el Sur hace al Norte después de los éxitos de Uribe: ¿Se puede pedir mano dura contra la droga y el terrorismo (plan Colombia) y negar un trueque en el momento de dar algo sobre comercio (tratado)? Con Uribe, EE. UU. tiene un presidente eficiente, fuerte y que le entrega resultados. Implementar el tratado de libre comercio entre Colombia y EE. UU. es, en este momento, algo merecido. McCain quiere hacerlo, Obama rechaza la idea. Si no viene el tratado, tarde o temprano, en un Aló, presidente que no quedará suspendido para siempre, Chávez no tardará en decir a Uribe: mira cómo te tratan tus amigos...

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7 de julio de 2008
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Estéril para la viña…

Reflexionaba hace unas semanas sobre la sombra que cae sobre una persona que deja de sentirse llamada por esa singularísima disposición del alma a la que apunta la palabra filosofía. Lo que de alguna manera estaba sugiriendo es que las disciplinas científicas, literarias o artísticas sólo representan cabalmente la riqueza del espíritu en la medida en la que fermenta tras ellas la exigencia radical de lucidez. Sólo entonces cabe practicarlas esperando de ellas que sirvan de peldaño para la única "cita capital con uno mismo" que todo ser humano tiene contraída con anterioridad a la de la muerte. Cita que el sistema social que reduce a indigencia la cotidianeidad de nuestras vidas nos mueva a diferir una y otra vez. Ello cuando no nos conduce al supremo nihilismo de pensar que la vida del espíritu es cosa de finos, y que carece de base la afirmación aristotélica de que es intrínseca a la naturaleza humana la exigencia de saber, o sea, que efectivamente la filosofía a todos concierne.

No estoy en absoluto indicando que la literatura o la ciencia han de presentar una suerte de fachada filosófica, o algún tipo de ingrediente conceptual explícito para responder con veracidad a su función. Por el contrario: precisamente porque subyace tras ellos la exigencia radical que denomino filosofía, el arte y la ciencia valen por sí mismos, y juegan plenamente su papel dignificador y hasta moralizador de nuestras vidas.

Pero en ocasiones una tarea como la de la escritura apunta simplemente a paliar el vacío al que se hallan abocadas las vidas carentes de filosofía. Mas que acto de fertilidad creativo, tal ejercicio es entonces más bien un síndrome: síndrome de la ausencia de fuerzas, síndrome de que el alma, aun resistiéndose a abismarse en la renuncia, sólo encuentra un sustitutivo de vida espiritual. Hay todavía un temblor frágil, pero nada realmente conmueve, "...como una tierra ya estéril para la viña sirve aun para el cultivo de la remolacha".

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7 de julio de 2008
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El rojo y el negro, arriba y abajo

Debajo de la plaza roja está la España negra. Arriba: explosión de color, de euforia por una España triunfadora, sin complejos, que celebraba una ceremonia pagana, civil y civilizada. En el limbo: algunos aguiluchos que cotizan a la baja, y que, como aves carroñeras, se alimentan del pasado podrido. Abajo: los restos, los estertores, de una patria antigua, injusta y de negro. En blanco y negro, fotografiada por Eugene Smith, uno de los maestros fotográficos de Life, que mostró al mundo cómo era un pueblo español de los años cincuenta. Un pueblo cualquiera de la España profunda. Un pueblo llamado Deleitosa, en la sierra cacereña, en el que la guerra había dividido en dos a la población. Un pueblo que enterró a sus muertos y volvió a la lucha cotidiana por la supervivencia, por conseguir salir de la condena de una tierra sin pan. En Deleitosa tenían pan y apenas tenían electricidad ni agua corriente. Tenían unas calles sin asfaltar que olían a excrementos animales y humanos. Un pueblo con millones de moscas y pocas radios. Hombres renegridos, mujeres de luto, niños sueltos, cinco guardias civiles y unos cuantos falangistas. Un pueblo español que poco se parecía al de una canción de Joselito. Un pueblo español que tardó muchos años en poder cantar esa horterada tan nuestra, tan alemana, tan jovial y futbolera llamada Que viva España.

En los bajos de la plaza roja -ese templo abierto, televisado y disfrutado a tiempo real por millones de españoles que no se acuerdan, o que no quieren acordarse, que un día fuimos ese otro pueblo humillado y pobre- está fotografiada aquella realidad que hoy nos parece irreal. Fotografías de unos tiempos donde la crisis no significaba el miedo a la subida de la gasolina, sino el miedo a no comer. Fotos de tiempos de silencio y coplas para huir de la realidad. También eran tiempos de sueños de fútbol, de dulces tardes, de geniales futbolistas que vinieron del frío, del sur o de cualquier pobre pueblo donde el mundo se podía llamar Deleitosa. También nos hicieron creer que nosotros -y nuestra furia- podíamos ganar a cualquiera. Sobre todo a esos rojos. Y los ganamos. Una y no más. Y nos hicimos americanos, y llegaron las bases y los quesos. Y la leche./upload/fotos/blogs_entradas/julin_rodrguez_cultivos_med.jpg

Me encantaría que estos nietos de unos hombres que vivieron en la edad del pan, esa última generación de un mundo rural -el que cuenta Julián Rodríguez en su novela Cultivos- que hoy son esos jóvenes sonrientes, triunfadores, ricos y famosos que nos han hecho felices con su fútbol, con su ánimo, con su humor, además de cantar alegres "¡Que viva España!", supieran que decir "¡Arriba España!", para muchos, es retroceder a los años del mundo fotografiado debajo de su, nuestra, plaza roja. Volver a negro.

Artículo publicado en: El País, 6 de julio de 2008.

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7 de julio de 2008
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