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Yerma erudición

En cualquier caso, donde no hay espacio para la obra de arte y agotada incluso la función de la distancia irónica, sí hay marco para el erudito, para aquel que (en su deambular por museos, salas de exposición, bibliotecas o lugares emblemáticos de la ciudad) es ducho en el complejo nudo relacional que aquí o allí se muestra. El erudito es análogo al sujeto- computadora del filósofo americano John Searle, que responde cabalmente a un sofisticado programa de vinculación de rasgos formales sin necesidad alguna de tener idea de la cosa misma en juego. La idea está ausente de las vinculaciones del erudito, al menos si por idea se entiende aquello en que para los humanos, y sólo para los humanos, cristaliza el lazo entre espíritu y naturaleza.

Si ante la creación artística contemporánea los ciudadanos del común tenemos el penoso sentimiento de carecer de criterio, es fundamentalmente porque el criterio ha dejado de ser propiamente artístico: el criterio ha dejado de ser el que se de o no comunión en el sentimiento de lo sublime o de lo repulsivo, para ser meramente técnico (descripción de elementos causales o estructurales) o clasificatorio (vinculación a precedentes, por ejemplo). /upload/fotos/blogs_entradas/criticadelarazonpura2_med.jpgEn términos kantianos cabría decir que el criterio en materia de obra de arte se ha desplazado de su espacio propio en la Crítica de la Facultad de Juzgar al espacio cognoscitivo de la Crítica de la Razón Pura.

Pero, referencias filosóficas aparte, muchos son los autores (esplendidos eruditos ellos mismos por otra parte) que han puesto de relieve el papel esterilizador de la erudición, no ya desde el momento en que se erige en exclusiva referencia, sino cuando se procede a una inversión de jerarquía entre la misma y lo esencial del trabajo del arte. Así en la Recherche proustiana la erudición  anatematizada explícitamente como fuga cobarde ante nuestra propia vida ("cette fuite loin de notre progre vie que nous n'avons pas le courage de regarder, et qui s'appelle l'erudition").

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25 de agosto de 2008
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El caballero oscuro

En Batman: El caballero oscuro -la película más taquillera estos fines de semana en millones de pantallas del mundo- se dirime, como en cualquiera de nuestras historias domésticas, la pugna entre el bien y el mal. Sea el bien y el mal encarnado en la venerable moral de los espíritus, bien el bien y el mal espiritualizados en el aroma del cuerpo y sus humedecidas pasiones. Pero el bien y el mal también son, puesto que para todo vale, el contraste entre la luz cenital y las cenagosas sombras, entre el perfume del amor y la pestilencia, entre la noche cerrada y el estreno del día.

Toda intensidad del negro, y tanto más cuanto más compacto se presente, predice la llegada de la aurora, dicen en el mismo filme de Batman. Dicen en el filme que no hay garantía mayor de que las cosas irán bien que la indudable constancia de que desarrollan muy mal. La exasperación del mal termina desgarrando sus costuras de luto, como también el absoluto claror comunica con el espectro de la nada perfecta.

De la exacerbada culminación de un valor se deduce su inminente perversión y de la máxima depravación posible surge la simiente de la bendita salvación. El bien y el mal se relacionan circularmente como un anillo que decide tanto la circunvolución del cerebro como la circunferencia del alma.

Contemplado en conjunto, desde la extrema claridad o desde la tiniebla completa, la existencia no posee la vana condición lineal que solemos atribuirle ni tampoco el carácter de una historia con profundidad. Todo se realiza, por el contrario,  en un ligero plano transparente y de forma anular  tal como una levísima voluta que planea y se esfuma sobre sí misma para proseguir su indiferente sino. El sí o el no repetido, la matraca del bien y el mal. 

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25 de agosto de 2008
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La educación sentimental

Hace algunos días fui desafiado a escribir la lista de libros que habían constituido mi educación sentimental. Aquellos libros que me habían conmovido e impactado. Mi respuesta fue algo falsa: era una lista de los libros que debían haberme sacudido y no de los que de veras lo hicieron.

Aquí va, entonces, mi lista verdadera, escrita mi primera mañana en Ithaca después de algo más de un año de ausencia. Trato de seguir un orden cronológico, y soy muy consciente de que si la escribiera mañana habría otros títulos. Tampoco soy exhaustivo; sólo llego hasta la juventud temprana, quizás porque después de esa edad los libros que nos impactan son menos (pero están ahí: Marías, Cheever, Eugenides, Lampedusa, Yourcenar, Céspedes, Cerruto, Conrad, Dick, Dostoievski, Cavafis, Roth...).

Emilio Salgari: toda la serie del pirata Morgan. La leí a los diez años; fue mi primer encuentro con un personaje capaz de seducirme en los libros. Quería leer todas las novelas en las que Morgan apareciera.

Agatha Christie: Diez negritos. La leí entre los once y los trece años. Uno de mis títulos favoritos de la Christie (otros son Asesinato en el Orient Express, El asesinato de Roger Ackroyd). Aclaro que la Christie representa aquí un período, y que hubo otros autores de novelas policiales que me marcaron esos años (Ellery Queen, John Dickson Carr). Prefería la variante británica del policial, la del asesinato como un problema intelectual a resolver, no el noir de los Estados Unidos, aunque El largo adiós, de Chandler, leída casi diez años después de esta época, es una de mis cumbres literarias)

Borges: Ficciones. Leí estos cuentos a los catorce años, gracias al profesor Ávila, en el colegio Don Bosco en Cochabamba. El profesor Ávila fue el primero que me puso a leer a los grandes clásicos. Y cuando descubrí a Borges, a esa edad temprana, pensé que la literatura podía ser el mejor de los juegos. La ignorancia es atrevida: quizás a edades más tardías Borges intimida, pero a esa edad Borges sólo produce placer.

Mario Vargas Llosa: La ciudad y los perros. El Boom también lo descubrí gracias al profesor Ávila. De todos los libros del Boom, ninguno me hablaba tan de cerca como la primera novela de Vargas Llosa. Lo sentía como un libro muy personal, quizás porque Perú es el país que más se parece a Bolivia, quizás porque el lenguaje era muy similar al que yo hablaba: aquí, los personajes se ponían "chompa", y eso me fascinaba.

Nabokov: Lolita. La leí de escondidas unas vacaciones en Santa Cruz, en la casa de mis tíos, a mis catorce años. Todavía hay ciertos olores de Santa Cruz que asocio a esta novela. En ese entonces, me cautivó sobre todo la historia básica del profesor seducido por Dolores Haze. Diez años después, cuando volví a leer la novela, esta vez en inglés, descubrí los juegos de palabras, las complejidades interminables del lenguaje de Nabokov; era otro libro, pero era el mismo.

Ernesto Sábato: Abbadon el exterminador. Estudiaba ingeniería en Mendoza, tenía dieciocho años y comenzaba a descubrir que me había equivocado de rama de estudios. Cuando leí esta novela de Sábato, supe que no estaba solo. Este libro, como pocos, me ayudó a tomar una decisión: la de abandonar los números y asumir que lo mío era la literatura.

Franz Kafka: De la construcción de la muralla china. Son más los que prefieren las novelas de Kafka; yo me quedo con los relatos breves, con esas parábolas algo inescrutables, con esas alegorías de tono entre moral y religioso sobre hombres culpables que no saben por qué lo son, leídas a los diecinueve años en Buenos Aires, en un departamento sin mucha luz en la calle Paraguay.

Ernest Hemingway: Cuentos completos. A los veinte años, en Buenos Aires, el mundo se me ofrecía como puro goce y placer. Recuerdo largas tardes tirado en la cama, leyendo y leyendo. Nunca más leeré tanto y tan bien como esos días. Yo buscaba modelos para escribir cuentos y cuando llegué a Hemingway pensé que la literatura podía ser fácil, no tenía por qué asustar. Con los años, claro, uno descubre que la construcción de un estilo "fácil" como el de Hemingway, con esa prosa tan transparente, tan cristalina, es de las cosas más difíciles de lograr. Pero la realidad no importa tanto como las percepciones, así que a mí me bastaba con haber descubierto un modelo.

Juan Carlos Onetti: "Bienvenido, Bob", "El infierno tan temido". Otro autor de mis años porteños. El necesario toque de cinismo existencialista para la adolescencia, la amargura destilada en una prosa implacable en sus ritmos, en la manera en que se nos revela el dolor de la vida, la corrupción del mundo.

William Faulkner: Sartoris. No es de las novelas más elogiadas de Faulkner, de hecho es una versión preliminar de lo que luego sería Intruso en el polvo, pero me permitió descubrir a Bayard Sartoris y encontrar un personaje con quien me pudiera identificar.   

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22 de agosto de 2008
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Morir de inanición

Mas donde la expansión del concepto no puede, sí puede la nihilista desconfianza respecto a la fuerza de todo aquello que al hombre motiva (determinaciones conceptuales incluidas). El arte muere de inanición cuando no hay entrañas espirituales. O, a lo sumo, nostálgico, el arte se refugia en la ironía, desde Jenófanes a Duchamp, pasando por el Offenbach que ajusta cuentas con Gluck en su Orfeo en los infiernos. Cierto es que el nihilismo no concierne tanto a los autores como al mundo que indirectamente están denunciando. Se ha dicho que el Picabia de las transparencias, o el Duchamp de esa obra para exquisito voyeur del museo de Filadelfia, darían testimonio de un perdurar de una exigencia creativa y hasta de una nostalgia del Grand Art. Y algo análogo se ha dicho asimismo de ese testamento musical que son Los cuentos de Hoffmann.

El problema, sin embargo, no es quizás tanto determinar si hay nostalgia del arte en los creadores como si hay exigencia en los potenciales receptores. Y aquí sí que la imposibilidad de encontrar espacio alguno que no esté regido por la desesperanza respecto al ser humano, por la convicción de que éste es efectivamente un mero primate cuya motivación real es la subsistencia; la ausencia de revuelta y aun de protesta ante las condiciones sociales que convierten la inmensa mayoría en análogo espiritual de las bestias de carga... todo ello hace que hablar de espacio compartido para la obra de arte suene casi a sarcasmo, como suena a sarcasmo hablar de la extensión al conjunto de la ciudadanía de las interrogaciones filosóficas.

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22 de agosto de 2008
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Queridos destierros

Pienso en el destierro canario de Unamuno y sólo lo puedo imaginar feliz. Creo que fue a Juan Mari Bandrés al que desterraron a Almería, también tiempos plácidos vivió allí el demócrata vasco. No parece mal destino Santa Elena para otro destierro famoso. Me gustaría haber sido desterrado, aunque todavía no tengo claro cuál sería mi retirado lugar preferido para mi destierro. ¿Todavía hay destierros?

/upload/fotos/blogs_entradas/jean_jacques_rousseau_med.jpgLeyendo la ensoñaciones del paseante solitario, cartas, paseos contados por el desterrado Jean Jacques Rousseau. Estuvo refugiado en la isla de Saint-Pierre, en el lago suizo de Bienne. Perfecto lugar, por lo que nos cuenta, en esos años del siglo XVIII para vivir como un selecto retirado de casi todo. Poca hacienda, pocos libros, pocas preocupaciones, poco trabajo, incluso ningún trabajo, pocas compañías y malas comunicaciones. Una casa grande, agradable, cómoda y solitaria. Un campo de viñedos, bosques, huertos, árboles y orillas que, casi por primera vez en francés, ya llama románticas. Hay pesca, pájaros, algo de caza y naturalmente plantas, flores y hierbas que apasionan al pensador. Abandona todo trabajo, deja de un lado las lecturas y se entrega al gusto por la vida de las flores, de las plantas. Lleno de fervor botánico emprende la tarea de describir las plantas de la isla. Nos da envidia este hombre libre de cargas, nos recuerda a ese otro retirado voluntario del poema de Gil de Biedma, "De vita beata": "....vivir como un noble retirado, entre las ruinas de mi inteligencia".

Ser feliz y desterrado. Y además poder decir eso que dijo Rousseau: "Nunca he creído que la libertad del hombre consista en hacer lo que quiere, sino en no hacer nunca lo que no quiere". Eso quiero.  

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22 de agosto de 2008
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La rentrée

/upload/fotos/blogs_entradas/books_1_med.jpgLa cita imprescindible del mundo editorial francés se pone en marcha. Es la rentrée. En otras palabras, un caudal de libros supuestamente de literatura que cae sobre lo que queda de la red de librerías en Francia. 676 novelas, incluyendo 210 traducidas de otros idiomas. Entre las novelas francesas hay 91 novelas que corresponden a la primera publicación de sus autores. Para seguir con los números: la producción de títulos es baja, del 7 %, desde la rentrée de 2007 y sus 727 novelas.

Lo más interesante es que hay pocas producciones sobresalientes. No hay mucho que esperar de lo que puedo resumir unos hechos:

- La tirada más amplia (200.000 ejemplares) corresponde a Le fait du prince de la belga Amélie Nothomb. El título se puede traducir por "lo que conviene al príncipe". Si no me equivoco, Nothomb ha publicado un libro cada año desde el año 1992.

- Entre los "grandes" reconocidos como tales por la crítica literaria sólo se notan libros de J. M. G Le Clézio y Yann Queffelec, pero muchos autores tienen buenas conexiones en la prensa con la lógica promesa de reseñas favorables.

- Como siempre, los autores de más peso vienen de fuera y corresponden a traducciones: Thomas Pynchon, Salman Rushdie, David Lodge, Haruki Murakami, Ma Jian.

- Entre los latinos, no hay peces gordos en términos de ventas. Las revistas parecen interesarse en las traducciones de La última hora del último día del mexicano/catalán Jordi Soler (Belfond), El corazón helado de la española Almudena Grandes (J.C. Lattès), El abismo del mundo del español Manuel Rivas (Gallimard), y Ketchup, el  retrato de una generación barcelonesa, del catalán Xavier Gual (Au Diable Vauvert).

- La polémica del año, por el momento, es el libro de Christine Angot, Le marché des amants (el mercado de los amantes, casa editorial Le Seuil), que cuenta los amores entre la autora y Doc Gineco, un cantante que tiene gran afición por ciertas hierbas comunes en Jamaica. Fue destrozado en el blog de Pierre Assouline en algo que da el tono de una fiesta salvaje. La pregunta es: ¿basta acostarse con un cantante mulato para tener el tema de una novela?

- Se termina la convivencia entre los premios Femina y Interallie (que se entregaban en el mismo momento con jurados que se concertaban), lo que va a complicar un poco el juego de las presiones entre amigos.

- Lo más notable de todo: no se habla de Michel Houellebecq y esto, sí, es noticia.

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22 de agosto de 2008
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Si tú me dices ven

Con los agentes sucede algo similar a lo que expusimos en el blog pasado. Los agentes, esos intermediarios entre los escritores y los editores, suelen tener como estos últimos bastante ojo para las obras de calidad, una nutrida batería de lecturas, contactos con editoriales extranjeras y mucha sangre fría para negociar con los editores.  A diferencia de los primeros, que trabajan exclusivamente a sus autores, ellos colocan a los escritores en distintas casas editoriales. Fulanito, que escriben género negro va para Piedra en el agua; Menganita que tiene una thriller erótico puede colocarse en La cabra editores; Perencejo, que es más bien filosófico seguro que encaja en Ediciones El cólico metafísico. El agente tiene una visión más de conjunto. Y no se casa con nadie. Ni con el propio autor.

Ahora bien, según el imaginario popular del mundo literario, agentes y editores no se llevan muy bien, porque cuando hay dinero de por medio es difícil que ello ocurra en cualquier ámbito, ¿verdad? Pero salvo casos sonados, las relaciones suelen ser cordiales... sin exagerar. El sueño -bastante ingenuo- de un escritor en ciernes es que así como se hace amigo íntimo del editor, el agente poco menos que lo adopta: le consigue traducciones, pelea por él para conseguir mejores anticipos, se preocupa de conseguirle bolos y en fin, se suele creer de ellos que son un cruce entre una madre y el director de la sucursal de un banco. Pues no: como ocurre con los editores, siempre he pensando que nuestra relación con los agentes debe ser de gran cordialidad pero nunca de gran amistad. Porque suele confundirse. A un amigo escritor, F., le ocurrió. (ustedes dirán que me invento estos amigos de iniciales kafkianas, pero no.) /upload/fotos/blogs_entradas/de_buen_humor_por_cdiz_med.jpgLe ocurrió que se hizo gran amigo de su agente (estos, al menos en España, suelen ser mujeres, no se sabe bien por qué) e iban para arriba y para abajo juntos: de copas o a cenar, incluso a pasear juntos a los perros, (que no generaron ningún tipo de dependencia, según indagué). Y cuando F. quiso dejar la relación porque entre cena y cena, entre copa y copa, entre pis de perro y pis de perro habían pasado más de dos años sin que el agente consiguiera colocarle su más reciente novela, F. ya no tenía cómo decírselo. No tenía valor para hacerlo. Porque los escritores, ya sabemos, no suelen ser capaces de encarar ese aspecto pecuniario de sus relaciones y tienden a confundir las cosas. Cordialidad y buen entendimiento, pero siempre con una saludable distancia. No hay que dejarse atrapar por el síndrome de Carver.

Ahora bien, a menudo los escritores que tiene agente pronto se desencantan de ellos porque realmente no les consiguen nada, dicen. Y en algunos casos es cierto: hay muchos escritores con agente que no encajan una sola novela desde hace años. Y los agentes parecen volcarse en los autores que sí generan interés por parte de las editoriales por lo que -para muchos- es lícito preguntarse qué beneficio le reporta a un escritor de segunda fila (donde cohabita el grueso de la población narrativa y édita) el tener un agente? Hay que indagar bien antes de decidirse a trabajar con uno, preguntar a los amigos, a los propios editores, a otros escritores, y una vez tomada la decisión (en el supuesto, claro, de que el agente quiera representarnos) dejar pasar un tiempo prudencial (dos, tres años) para ver cómo ha funcionado nuestro representante. Si no nos parece efectivo, lo mejor es dejarlo. Pero, como dice el filósofo chino Eng Ping Shao: "Si eres lento para elegir un agente, más lento debes ser para cambiarlo."

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22 de agosto de 2008
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Ser mirado

Es tan difícil o imposible llegar a autoconocerse bien que a casi cualquier opinión que oímos verter sobre nosotros concedemos un efecto desaforado. ¿Desaforado? La medida de la resonancia que le conferimos siempre nos ha de parece desmesurada pero simplemente porque no poseemos la cierta medida de lo que parecemos o somos. En realidad, ¿cómo no pensar que venimos a ser una identidad madurada en las embestidas que recibimos, las atribuciones que nos sobrevienen, los elogios que nos regalan o los desdenes que nos achican? Contarse a sí mismo, tanto aritméticamente como literariamente, representa el ejercicio más incierto. La verdad escapa de nuestro análisis puesto que cualquier punto de vista sobre uno mismo requiere antes la determinante elección del ángulo de visión.

/upload/fotos/blogs_entradas/en_el_espejo_med.jpgOcurre como cuando, al contemplarnos en el espejo, adoptamos una pose, un bisel o un gesto y hasta una mueca en los que confiamos para quedar mejor. Pero, en el mejor de los casos, la buena imagen que así se obtiene ¿cómo no convenir que procede de una estudiada manipulación? Nos preparamos para presentarnos ante nosotros en el espejo movidos por el temor a vernos mal o muy mal. A reconocernos, en fin, en lo indeseable, presos de una enfermedad incurable, expuestos al directo conocimiento del público en la única y averiada versión que ven. Y así ocurre también con el malestar que sentimos al escuchar nuestra voz en una grabación o nuestros movimientos en la pantalla de un vídeo. La expectación por vernos recuerda la expectación por examinar a un desconocido y se junta además con el pavor de vernos mal puesto que a lo mejor nos vemos bien pero nunca se encuentra garantizado. Nada hay concreto e inmutable en nuestra imagen ni tampoco a resguardo de cualquier interpretación puesto que la misma extrañeza con la que nos auscultamos el habla o la figura nos informa del menguado conocimiento que en verdad poseemos de nuestro yo. Ese yo desconocido emerge y se nos presenta como un elemento que nace desde el centro del yo con quien convivimos. Tan extraños para nosotros mismos que preferiríamos no percibir su ajenidad. O bien, nunca en fin nos sentimos más libres que cuando no nos imaginamos o lo hacemos mediante un olvido de lo pudiera ser real.

Nunca nos sentimos peor, en efecto, que cuando reflejados en un escaparate el paseante que somos torpemente nos encara. ¿Cómo no inventarnos para rehuir este martirio especular? ¿Cómo no vivir en el vilo de ser descubiertos dentro de esa invención? Una invención que, por añadidura, en la mayoría de los supuestos no conocemos ni aproximadamente sus perfiles y medidas. El otro nos mira, nos mide, nos talla, nos diseca. En su pupila nos delimitamos como un ser concreto. Por contraste, la dificultad de autoconocernos, la convivencia con un ser perteneciente al inasible reino de la ausencia, nos procura un balsámico bienestar. No estar frente a la mirada de sí coincide con el mayor recreo posible puesto que no hay peor verdugo que la incontrolada mirada que nos echamos encima y que, como un chacal, nos deforma y como una alimaña nos desdice. El otro, en fin, nos tiene en sus ojos. La pareja que nos ama nos embellece, nos blinda de nuestra visión insufrible y nos cubre con la benevolencia de la suya, esa tierna laguna en donde flotamos como recién nacidos.

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22 de agosto de 2008
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Redada en el reino de la fantasía

La policía de Anaheim, cercana a los Ángeles, California, realizó una espectacular redada en la que fueron hechos prisioneros, debidamente esposados, numerosos  personajes que hasta ahora nos parecían completamente inofensivos, e incapaces de cometer ninguna fechoría: entre los presos se hallan el ratón Mickey,  Minnie Mouse, su vieja novia, el pato Donald,  junto con Daisy,  vieja novia suya también, y sus sobrinos Hugo, Paco y Luis; Goofie (a quien conocemos por su alias Tribilín), el perro Pluto, Ciro Peraloca, el inventor disparatado, y el multimillonario Rico McPato.

Pero, además, Blanca Nieves, los 7 enanos y la reina malvada, y la Bella Durmiente y el príncipe, y la Cenicienta junto a su madrastra, y la Bella y la Bestia, y Peter Pan, Campanita y el maléfico Capitán Garfio, y Aladino y el genio de la lámpara. Los coches de la policía no se daban abasto para llevarlos a todos a la comisaría del condado./upload/fotos/blogs_entradas/redada_2_med.jpg

Todos son empleados del parque de diversiones Disneyland, el primero de los fundados por la cadena Disney en el mundo, y protestaban en demanda de aumentos de salario, seguro médico y otras prestaciones que los patronos les niegan. Los arrestados representaban a los 2 mil trabajadores del parque, gran parte de ellos obligados a disfrazarse de personajes de historieta para desempeñar sus labores. Hasta en el reino inocente de la fantasía, donde los elefantes son rosados, hay protestas, y represión, para que vean como anda el mundo.

Si Rico McPato, pagó la fianza a los apresados, es algo que las crónicas no cuentan, pero es algo muy dudoso, dada su proverbial tacañería.

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22 de agosto de 2008
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Noticia (buena) se busca

/upload/fotos/blogs_entradas/pene22_med.jpgEntre las toneladas de basura que llegan a mis direcciones de correo, destacan dos clases de material. El primero es el que me ofrece mil y un métodos para agrandar mi pene. Cada vez que me encuentro con uno de estos correos me pregunto cómo habrá corrido la voz. Pero en fin, uno es como es. Lo único que me divierte de este tipo de mensajes es su inagotable creatividad para vender siempre lo mismo. ¿Cuántos sinónimos de 'pene' existen en los distintos idiomas -la mayoría de estos avisos me llega en inglés? -, cuántas analogías se pueden encontrar para la misma idea? En las últimas semanas, sin ir más lejos, me encontré con varios del estilo de '¡Posea un dong más largo y más grueso!', '¡Llévela al éxtasis con su máquina de nueva cilindrada!' y '¡Eleve su arma íntima a un calibre mortal!' Por supuesto, todos estos 'métodos' dicen estar basados en los más novedosos descubrimientos científicos...

En las últimas semanas empezaron a aparecer mensajes más divertidos, disfrazados de noticias. Algunos llegan atribuidos a una 'Top News Agency', otros vienen a nombre de personajes improbables que parecen sacados de una novela de Elmore Leonard -Sharky Cohen, por ejemplo. Y todos ellos imitan el formato periodístico. 'Explotaron los labios de Angelina Jolie', dice uno. 'Encontraron un Pokemon de verdad en China', asegura otro. 'Confirmado: los hijos de los ricos son todos idiotas', asevera un tercero. Y el más cruel de los que provienen de la 'Top News Agency' reza: 'Modelos discapacitadas competirán en El lisiado top de Gran Bretaña'. Para ser sincero, no estoy del todo seguro de que este último título sea una farsa.

Los que vienen con nombres apócrifos son más salvajes. 'Paris Hilton ofreció su cuerpo al ganador del Abierto Francés', dice uno. 'Britney dice ser víctima del control mental: su manager responsabiliza a K-Fed', dice otro. Y uno que me llena de esperanzas: 'Hilton, Lohan, Spears se disculpan y prometen retirarse'.

En este mundo donde se ha vuelto tan difícil sorprenderse -¿cuánto falta para que algún reality ponga a competir lisiados?-, inventar noticias que a uno le gustaría leer no es un mal pasatiempo. Con un poco de suerte, funcionarán a la manera del control mental que según dicen practica el ex de Britney, y quién sabe -a lo mejor se vuelven realidad. Yo sería feliz si abriese un diario y me encontrase con la noticia de que Dick Cheney fue a cazar y confundió a Bush con un pato. O enterándome del flamante voto de silencio de Ricardo Arjona. O al saber de la decisión de Paulo Coelho de consagrarse al aeromodelismo.

Podríamos armar un concurso de titulares que nos harían felices. Aquí va uno mío: 'En ataque de celos, los cantantes de Miranda! se deguellan mutuamente con un CD de Freddy Mercury'. (Como ven, me quedé enganchado con el Top Ten de la música horrible.) Y otro: 'Menem hizo inscribir en su lápida: Síganme, que no los voy a defraudar'. Y uno más: 'Antonio de la Rúa demanda a Shakira por violencia doméstica, practicada a caderazos'.

Pónganse creativos...

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22 de agosto de 2008
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