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Delitos y faltas

Siento cambiar de música, me divertían esas canciones tan horteramente nuestras, al menos de algunos como yo. Si Nietszche era un admirador de la zarzuela, al menos de "La Gran Vía", yo puedo ser un fan de las canciones de Leonardo Favio. La verdad es que algún día tengo que hacer confesión de mis malos gustos. /upload/fotos/blogs_entradas/leonardo_favio_1_med.jpgPensándolo bien, ¿a quién le importa lo que yo digo?, ¿a quién le importa lo que yo hago?... Bueno, seamos serios, al menos disimulemos un poco. No es fácil estando en Valencia, sin duda la capital de España del kitsch. No solo en música -absolutamente imbatible desde sus bandas, pasodobles, moros, cristianos, tórtolas, conchas piqueres, brunos lomas, festivales de Benidorm, raimones, ninos bravos y todos esos seguidores desde el pop a los coñazos de chimos bayos y los del ruido de discotecas pastilleras. Valencia es la gran madre, la gran matrona capaz de criar a sus pechos toda clase de músicas. Me gusta Valencia.
 
Un poco antes de llegar a mi hotel -en plena plaza del Ayuntamiento, cerca del lugar de trabajo de esa política tan insólita, tan callejera y tan tapada, tan peculiar y tan lejos de mis votos, como es la simpática alcaldesa Rita Barberá- me tropecé con bastantes policías y frente a ellos un grupo mínimo, no llegarían a cuatro decenas, de jóvenes que muy serios, muy formales y muy rodeados, que gritaban unos, más o menos, acompasados cánticos de protesta, apoyados por una pancarta que les recordaba la letra: "En Valencia també cremen la Monarquía". No entendía nada. Me hizo gracia que aquel grupo tan pequeño, aquellos formales rebeldes, fueran tan lanzados incendiarios, tan voluntaristas, tan optimistas que pensaran terminar con la monarquía. No me parecía la forma más educada, incluso no me parecía nada bien pero entendí que quemar a la monarquía era una metáfora. Y eso de quemar es tan valenciano que me pareció muy fallera la propuesta, aunque bastante excéntrica.
 
Llegué al hotel y comprendí todo, se acaba de celebrar el juicio contra unos jóvenes separatistas catalanes que habían quemado la foto de los Reyes. Había olvidado aquél inocente acto de quema simbólica de la institución en una foto. Y mucho más había olvidado que algún juez les había condenado, o al menos lo había intentado. Hoy, recurrida la sentencia, se había considerado aquello como una falta. No como un delito. Por lo tanto, aquellos "faltones" estaban en la calle, quizá con una multa, pero como mucha más publicidad de la que hubieran soñado.
 
¿En Valencia se podría condenar por quemar algún político en sus Fallas? ¿Están prohibidas las quemas falleras de la familia real? ¿Y estará prohibido quemar al Papa? ¿Y quemar a Giordano Bruno? ¿Y a Ramón LLull?
 
No sé qué me pasa, llego a Valencia y tengo unas indisimuladas ganas de quemar a unos cuántos, que no sé yo. Me callo. No quiero llegar al delito. Me conformo con las faltas.

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30 de octubre de 2008
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El capitalismo de verdad

Obviamente muy pocos creen lo que dicen los responsables políticos respecto a lo beneficioso para todos de la actual inyección monetaria. Todo el mundo tiene la certeza de que efectivamente algunos bancos se hundirán (con lo cual se habrá perdido el dinero tanto del estado como el de los que aun confiaban en ellos), pero que ello tendrá efectivamente como consecuencia la mayor salud de aquellos que sobrevivan, los cuales encabezarán un potente movimiento de expansión económica... hasta la nueva crisis. Asunto que retrotrae a la cuestión de fondo:

Más allá de la inmoralidad, la frivolidad, la imprevisión, o la mera estupidez de múltiples responsables políticos y económicos, el colapso actual del sistema financiero, ¿no viene a confirmar lo bien fundado de la tesis según la cual, en estado puro, el sistema económico capitalista es implanificable y en última instancia incontrolable? Una de dos: o dejamos que el mercado sea libre, y entonces sólo su interna dinámica cuenta, o le marcamos pautas de conducta, pero entonces ya no habrá auténtico libre mercado. Lo que no podemos es planificar desde fuera del dinero el movimiento del propio dinero. Y mientras el dinero sea libre seguirá su inclinación natural, crecerá y se multiplicará por los medios que sea necesario. Sólo un dato avanzado por el evocado Cardoso: al parecer los bancos de países como Brasil pueden llegar a prestar hasta doce veces el importe de su capital propio y reservas... pero tal cifra se incrementaría hasta cincuenta veces el capital propio en el caso de los bancos de Estados Unidos. ¿Cómo en esta vorágine evitar contradicciones de todo tipo, de las que algunos serán víctimas y que a otros reforzará? Cuando yo era estudiante, la tesis de la imposibilidad de que el mercado se auto-regule a fin de no alterar los equilibrios sociales, era más bien un tópico en bocas progresistas; entre otras cosas porque la existencia misma de un bloque socialista hacía imposible que en los países de mercado éste fuera realmente libre. Pero en cuanto el dinero cabalgó verdaderamente a sus anchas, se impuso la lógica implacable que hace de las diferencias sociales matriz de brutal confrontación. Y en esas estamos.

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30 de octubre de 2008
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Crisis y amor (2)

En el principio, mundo y yo, creándose mutuamente, forman un absoluto total tan inexorable como deshabitado. Porque tal como ha demostrado la física moderna y confirma el paradigma hologramático en toda la ciencia la percepción y lo percibido, lo percibido y la percepción son parte de un continuo que se comporta como una tinta desleída en el agua. En ese movimiento el yo se deshace o se liquida. Es precisa la asistencia de alguien más para que la dialéctica deje de ser un desleimiento y se convierta en más que una laguna o un espejo, un fluido o una débil aleación.

Efectivamente no hay preexistencia del espacio ni preexistencia del tiempo, no hay universo antes de nuestra contribución de manera que la concreta realidad del yo, el yo sólido, se encuentra necesariamente unido a la imagen del mundo que se realiza y brota simultáneamente ante la presencia del yo. De esta fórmula se deduce que la soledad se sienta como un veneno casi letal y en su constatación se pruebe el sabor del caos. Hace falta alguien más para que la escena persista, se mueva y no colapse.

De este modo, la falta de relación con los demás equivale a dejar de vivir. La muerte anida en el vacío de la desunión o se posa en la oquedad de una ausencia. El mundo sólo conmigo se borra sin figura ni destino.

Gracias al amor de otro, a la amistad con otro se tiende, en cambio, un lienzo que anula el caos, se crea como una red que protege del barranco y amanece también una medicina que invita a producir, crear y multiplicar los lazos. De todo este proceso hay incontables ejemplos en el arte, en los media, en la economía, en la ciencia, en las teorías de la física cuántica y en las investigaciones positivas de la neurobiología. Existimos en cuanto seres embolicados, insertados, enredados. La crisis es la rotura progresiva de la confianza amorosa, la paradójica liquidación de los cuerpos amantes por la escasez de liquidez. La desaparición del futuro por exceso de desconfianza. La morbosidad de la atmósfera por efecto del virus del miedo, la plaga de la quiebra, la quiebra o la morbilidad.

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30 de octubre de 2008
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¿Saber leer o hacer lectores?

Así se llaman las jornadas sobre lectura celebradas en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), dirigidas a profesores, a las que acabo de asistir. Ha sido una de las pocas veces en que una mesa redonda se me ha hecho corta. Qué compañeros tan reflexivos y talentosos. La compartía con mi admirado Luis Landero, Asunción Lande Etxebeste, Jaime Cela i Ollé y, como coordinador, Ramón Acín, y no ha habido más remedio que referirse a la figura del lector una vez más. El lector, ese ser al que hay que psicoanalizar y mimar para no perderlo. /upload/fotos/blogs_entradas/madamebovary1_med.jpgEse ser delicado, que parece estar dispuesto a dejar de ser lector a la mínima: porque de pequeño le diesen a leer el Lazarillo o porque de mayor abriese una novela que no fuera Los pilares de la tierra. Nos angustia tanto perder a un posible lector que estamos dispuestos a cualquier cosa. Estamos dispuestos a creer que la lectora de novela rosa acabará leyendo Madame Bovary o Cumbres Borrascosas porque parece lo lógico. Pero la lógica aquí no funciona, funciona el apetito, y hay gente que aborrece el caviar por mucho que a otros les encante.

Mañana más.

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30 de octubre de 2008
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La música de Serpico

Desde sus inicios como especie el hombre ha tratado de encontrar razones para ser bueno -o, para decirlo de otro modo, de encontrar métodos que lo ayuden a controlar sus impulsos salvajes. Para eso inventó desde religiones y prácticas políticas hasta dietas vegetarianas. Nada ha sido suficiente al respecto, eso está claro: basta con abrir un diario, en papel o digital, para comprender cuán lejos estamos de asimilar el sentido común que subyace a la práctica de la bondad. /upload/fotos/blogs_entradas/conversaciones_con_al_pacino_1_med.jpgYo me asumo investigador aficionado de estas fallidas recetas históricas, y en carácter de tal, debo decir que nunca encontré razón más elocuente para defender la causa del bien que la expresada por Frank Serpico en Conversaciones con Al Pacino de Lawrence Grobel.

Traducido al español por Juan Gabriel Vásquez, Conversaciones es un libro intensamente disfrutable para todos los que admiramos el arte de Pacino. En uno de sus tramos Grobel le pregunta por Serpico, la película de Sidney Lumet donde Pacino interpreta a un policía real, el mentado Frank Serpico, que arriesgó su vida para exponer ante la Justicia la corrupción policial que era sistémica en la ciudad de New York. Pacino cuenta entonces que conoció al verdadero Serpico, que vivió durante décadas con nombre cambiado en algún lugar de Europa para protegerse de potenciales venganzas. "Una vez estábamos en la casa de playa que yo había alquilado en Montauk", dice Pacino. "Estábamos allí sentados, mirando el agua. Y pensé: ‘Bien, nada me impide ser como todo el mundo y hacer una pregunta estúpida'. La pregunta era: ‘¿Por qué, Frank? ¿Por qué lo hiciste?'" Cosa que no tiene nada de estúpida de acuerdo al mundo donde vivimos, dado que Serpico no sólo se negó a forrarse de dinero cobrando sobornos, sino que además se arriesgó a morir; de hecho estuvo cerca, habiendo recibido un balazo en el rostro durante una celada. Pues, bien, esta fue la respuesta según Pacino: "No lo sé, Al. Supongo que lo hice porque... si no lo hubiera hecho, ¿cómo me sentiría cuando escuchara una pieza de música?"

Ahí lo tienen. No sé ustedes, pero de aquí en más yo ya tengo respuesta a la pregunta de por qué tratar de ser buena gente. Si dejase de serlo, ¿con qué ánimo volvería a enfrentarme a una buena canción, a una película sublime o a un libro que me transporta? No hay mezquindad alguna cuyo fruto compense arruinar el disfrute de, por ejemplo, Norwegian Wood -o ya que estamos en territorio adecuado, de la completa saga de El Padrino.

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30 de octubre de 2008
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El caso Kundera

Milan Kundera en 1967 (www.elpais.com)Rafael Argullol: Estos días he visto que en Praga hay una polémica encendida sobre el caso Kundera, dividiéndose la opinión en dos bandos. Curiosamente aquí, en Barcelona, con la gente con quien he discutido, también he encontrado opiniones contrapuestas e irreconciliables sobre este asunto, y esto me llama mucho la atención.
Delfín Agudelo: Se trata de un caso más que implica el desvelamiento del pasado de algún novelista. Te refieres al caso de supuesta delación de Milan Kundera.
R.A: Sí, a ese asunto que ahora ha salido a la luz en todos los periódicos, a partir de la investigación de unos historiadores en los archivos de la antigua Checoslovaquia comunista y según la cual Milan Kundera, a los 20 años, delató a un compañero de residencia estudiantil. Se trataba de alguien que estuvo a punto de estar condenado a muerte y finalmente tuvo una condena de, creo, 14 años de trabajos forzados en una mina. En pocas palabras , una amiga de Milan Kundera, en la propia residencia, tenía alojado a este chico y fue denunciado a las autoridades comunistas, porque quería fugarse a Alemania en un momento determinado- con el país en guerra no se permitía la salida al extranjero. Esto que ocurrió, calculando la edad de Kundera, habrá sido hace unos cincuenta o cincuenta y cinco años, y se ha mantenido completamente oscuro. A la luz, se acusa a Kundera de haber sido el que había delatado a aquél que quería irse a Alemania. Kundera lo ha negado desde París, y todo ha encendido una polémica en la que me llama la atención que muchos tomen posiciones tan duras y determinantes, como si fuera fácil saber lo que ocurrió y como si fuera fácil juzgar las circunstancias en las que ocurrió. Kundera por lo visto está extraordinariamente dolido,; pero de hecho, como siempre sucede en estos casos, la sombra de la sospecha es terrorífica. De repente nos encontramos con un tema muy kunderiano, propio de las novelas de Kundera, en las que el rumor y las sospechas se entremezclan en la vida cotidiana, política y también  sentimental de las personas. Es como si en un mal sueño, en una pesadilla, el argumento de algunas de las novelas de Kundera se hubiera salido de las páginas y hubiera repercutido sobre la propia vida.

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30 de octubre de 2008
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¿Qué sucederá el martes?

Con independencia del resultado electoral, el martes termina una época entera. Si se produce la gran sorpresa, que desmienta todos los sondeos electorales, todos los análisis y pronósticos, y gana McCain, igualmente va a terminar una época. Terminará de otra manera, quizá con más lentitud e incluso dificultad. Pero terminará. Es evidente que la victoria republicana sería más ambivalente: la ruptura con Bush, que el veterano senador republicano se empeña en subrayar en todos los capítulos de su programa, no consigue evitar la sensación de que sería una mera prórroga de la presidencia que ahora se clausura. El luchador que es McCain no se conformaría con convertirse en un títere en manos de los republicanos más conservadores, como lo ha sido con suma complacencia George W. Bush. De ahí que fácilmente la prórroga se convertiría en agonía. No es el momento de hacer ejercicios sobre qué sucedería con el vendaval de ilusiones y esperanzas levantadas por Obama si no consiguiera alcanzar al fin la Casa Blanca. La apuesta es demasiado alta, la ocasión demasiado excepcional y la necesidad de cambio demasiado perentoria. Todo es excesivo en este envite, sobre todo para que termine en la frustración de unas elecciones mal organizadas e incluso falsificadas, en las que no quede garantizado el derecho de voto a todos por igual, como sucedió en 2000 en el estado de Florida.

Si una victoria republicana sólo conseguirá frenar el cambio, la victoria de Obama significará una transformación de Estados Unidos aun antes de que el nuevo presidente tome posesión el 20 de enero. Nada será como antes a partir del miércoles. Terminará la era de Bush, esos ocho años de frustración y de infamia, emparedados entre los ataques terroristas del 11-S y la crisis financiera de este septiembre negro financiero. Deberá percibirse inmediatamente, incluso antes de que Obama tome posesión el 20 de enero. El candidato demócrata ya tiene listos los equipos y las ideas para la transición, para evitar sobre todo un arranque dubitativo, como le sucedió a Bill Clinton, lo que le perjudicó notablemente y preparó la victoria republicana en el Congreso en las elecciones de mitad de mandato dos años después, que le dejaron sin mayoría parlamentaria en las dos cámaras.

/upload/fotos/blogs_entradas/sean_wilentz_la_poca_de_reagan_med.jpgPero junto a la era de Bush termina también otra era, de más largo aliento, que es la que inició Ronald Reagan. "Hace 30 años, la idea de que reducir impuestos a los ricos era la mejor solución para todos los problemas económicos inspiraba sólo a unos pocos en el extremo de la derecha", escribe Sean Wilentz, en su reciente libro La época de Reagan. Una historia 1974-2008. Y esta era termina no porque vaya a decirlo Obama, sino por algo mucho más profundo: porque han hablado los hechos. Después del desastre financiero de las últimas semanas, la opinión de los norteamericanos acerca de los impuestos ha virado, probablemente de forma duradera. Hasta tal punto que la retórica política va por un lado, incluyendo a Obama, y las encuestas de opinión por otro.

El candidato demócrata presenta sus planes fiscales como una reducción de impuestos para el 95% de la población, para apretar las clavijas a los restantes, los más ricos. McCain, en contraste, denuncia la actitud confiscadora del redistribuidor en jefe y promete, en un gesto incoherente con su oposición a los recortes de Bush, mantener sus reducciones de impuestos y recuperar el déficit sólo mediante el recorte del gasto. "Los dioses de la política han llevado a McCain a terminar su campaña, que quiere ser del triunfo de la autenticidad, con una nota de inautenticidad", escribió ayer Michael Gerson, periodista conservador que estuvo al servicio de Reagan en la Casa Blanca. Sea quien sea el presidente, lo más probable es que deba incrementar los impuestos a todos para empezar a llenar el fabuloso agujero que deja Bush. Pero los votantes parecen saberlo y prefieren el programa fiscal de Obama por una diferencia de 14 puntos.

El presidente saliente ha tenido parte muy activa en este cambio de actitud. Las diferencias de riqueza han aumentado en los últimos ocho años. Clama al cielo la vulnerabilidad en que se encuentra una gran proporción de la población en el capítulo de cuidados y asistencia sanitaria. Los Gobiernos republicanos, empezando por Reagan pero alcanzando la apoteosis con Bush, han demostrado que son unos manirrotos en el gasto público, principalmente en defensa; tanto como quieren ser generosos con la imposición sobre los beneficios empresariales. La guinda que corona el conjunto de razones para un cambio de mentalidad entre los norteamericanos ha sido el hundimiento de la banca financiera y el pésimo ejemplo de sus directivos.

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30 de octubre de 2008
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II. Años de vacas flacas

La catástrofe financiera ocurre en el mundo de verdad, no en los páramos virtuales, y el animal que anda suelto, y que apenas empieza su paseo, va a sembrar todavía mucha más ruina y destrucción según los pronósticos. Una catástrofe para la que abundan nombres: huracán, tsunami, terremoto, debacle. /upload/fotos/blogs_entradas/nouriel_roubini_med.jpgEl economista Nouriel Roubini, profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York, que dio la voz de alarma hace tiempo, pero nadie le creyó, o los que se llenaban los bolsillos no quisieron oírle, dice que en los Estados Unidos no amenaza una recesión, sino que se está ya viviendo en ella; no un estornudo, sino un constipado, y que por tanto el mundo no va a resfriarse, sino a enfermarse de neumonía. Una pandemia.

Y Roubini, que anuncia sus profecías como en el viejo Testamento, siete plagas y algunas más, afirma que el miedo es lo que domina los mercados, un miedo cerval, que todo lo paraliza; quebrarán más bancos en el mundo y el estado va a tener que quedárselos; todo lo que intente hacer la banca va a deshacerlo la economía real; miles de empresas sanas se hallan bajo riesgo de ir a la quiebra, viene el desempleo masivo, y en el corto plazo el problema no será la inflación, sino la deflación, porque los precios en lugar de subir, van a caer en picada.

Tiempos bíblicos de vacas flacas. 

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30 de octubre de 2008
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De tímido a taimado / y IV

IV / Cara, carita, careta. 

No poder hablar de algo es obligarse a pensarlo dos veces. Se envicia uno craneando caminos alternos, bifurcaciones prontas, puentes posibles; asuntos que se impuso el deber de callar porque es más grande el miedo que el deseo. Ahora bien, el miedo es un enano bravucón. Eso queda bien claro cada vez que un impulso de osadía basta para inducirlo a correr despavorido. El problema es que nunca se va, lo suyo es ocultarse detrás de los arbustos y regresar a rastras a su parapeto. No tiene dignidad, solamente ese instinto pordiosero que le lleva a adular a quien lo ha despreciado. Es rápido, además. Crees que lo enviaste lejos tras la última patada, vuelves la vista y aquí está otra vez, al mando de tus peores titubeos.

     Cierta vez, mientras compartía escenario con el pianista Hermeto Pascoal en el Festival de Montreux, Elis Regina tuvo un acceso de pánico. "¿Qué estoy haciendo aquí, yo que sólo soy hija de una lavandera?", confesó luego haberse preguntado. Desafinaba, improvisaba mal, no conseguía estar ahí del todo. Era aún la primera mitad del concierto, pero ya parecía el más hondo nadir de su carrera. Luego del intermedio, el público asistió a una de las más grandes noches de su carrera, que algunos rememoran como una lucha a muerte entre pianista y cantante. Soporta el miedo, al fin, que lo eche uno a patadas cuantas veces se ofrezca, pero nada lo jode y lo avergüenza tanto como que uno lo obligue a trabajar para una causa opuesta a la suya. Ser el mejor aliado de la osadía la gran pesadilla del miedo, pues le augura un futuro de esclavo.

     "Todavía me sucede. Puedo estar en un sitio y de la nada ensimismarme. Introvertirme. Querer únicamente estar en otra parte." ¿Quién creería que esto lo dijo David Bowie, cuyas extroversiones legendarias gozan de popularidad universal? Ya sea porque nunca tuvo la fuerza para rebelarse contra ciertos demonios, o porque la ha tenido demasiadas veces, a uno de pronto no se le da la gana seguir dando la cara por sí mismo. Pesa mucho la cara, en ocasiones. Pesa también la expectativa ajena, qué les hace pensar que va uno a estar de humor para representarse dignamente. Dan ganas, de repente, de enconcharse, escurrirse, esfumarse. No siempre el tímido está lleno de miedo, a veces la que manda es la pereza, que suele ser más fuerte, digna y resistente.

     Cierta vez, durante una mesa redonda cuyo tema de nada sirve recordar, uno de los participantes sólo tomó el micrófono para informar al público que era un tipo muy tímido y no sabía qué diablos estaba haciendo ahí, motivo por el cual ya no diría ni pío hasta el fin del evento. Ninguno de los otros se llevó una ovación tan cerrada y cariñosa. Y es que la timidez, como espectáculo, rivaliza de pronto con la extroversión. A la multitud tímida le compensa asistir a la capitulación pública de otro introvertido, se ven representados por el honesto pánico escénico del otro. Pero no hay que engañarse. Sentir miedo no es mérito; confesarlo, en lugar de combatirlo, ayuda a pertrecharse de empatías más o menos lindantes con la piedad. Vivir acorralado por la autocensura es dejar de vivir, discretamente.

     Hace unos días, los marchantes de Amazon dieron una noticia espectacular: las máscaras de Barack Obama se han vendido un ocho por ciento más que las de John McCain. Hay quienes piensan que se precisa mucha valentía para andar en la calle con una de esas máscaras, pero la mayoría estará de acuerdo que falta aún más valor para quitárselas.

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29 de octubre de 2008
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El querido mal gusto

No tengo apenas tiempo, pero volveré más tranquilo a lo que aquí quiero dejar apuntado, una realidad recordada por un inteligente libro de un peculiar ensayista sobre estética y alrededores de nuestro tiempo. Un vez más el olfato de esta editorial es una prueba de mantenerse despierto. /upload/fotos/blogs_entradas/home_semper_med.jpgHablo de Anagrama y un libro llamado Homo Sampler. Tiempo y consumo en la Era Afterpop, de Eloy Fernández Porta. Me interesa y prometo una parada menos nerviosa que este comentario. Siempre estoy viajando, tengo que recordar Alicia en el país de las maravillas. No sé si cambiaré por las lecturas, tampoco sé si quiero hacerlo. Pero no quiero desviarme más. Voy al tema, el gusto por algunas cosas de "mal gusto". De gusto popular, incluso de gusto kitsch, aunque eso me interesaba más en tiempos de Dorfles.
 
Pero si lo llevamos a la música si me encuentro muy identificado con algo que Porta define como un juego, una manera de que te gusten ciertas cosas, digamos ciertas músicas, que son descaradamente poco importantes, banales, populares o anodinas. Muchas de esas canciones "tontas" forman parte de nuestra vida. Nos sorprendemos cuando somos capaces de cantarlas, incluso de disfrutar de ellas. Es el triunfo del "karaoke" global.
 
Se habla del grupo Pulp, que utiliza el kitsch, pero sin enfangarse, y como dice Porta: "lo usan como recurso para transmitir la terrible verdad que late en el fondo de las canciones de mal gusto".
 
Canciones de mal gusto. ¡Ahí están algunas de las canciones que más veces hemos repetido, tarareado y cantado en nuestras vidas!
Seguiré con esas músicas. Con el querido mal gusto.

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29 de octubre de 2008
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El Boomeran(g)
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