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El reverso de Rita Levi- Montalcini

He presentado a Rita Levi- Montalcini como emblema de una apuesta radical por la capacidad del espíritu humano para enfrentarse a los efectos mecánicos del cambio destructor. Me refería a esta gran luchadora convencido de que el soporte último del nihilismo es un sentimiento de impotencia respecto a sí mismo (doblado a veces de sensación de impostura, de que jugamos un papel que realmente no es el nuestro) y de sospecha respecto a la capacidad de los demás. Cuando el nihilismo vence se impone la convicción de que la vida se reduce a miseria objetiva, en ocasiones doblada de barniz decorativo.

Pero una cosa es la tiniebla que mueve a retirarse vencido a los arcenes, tras tirar la toalla ante los asaltos combinados del cambio destructor y de la ideología a su servicio (esa ideología de la que, sin saberlo hacía gala el grupo Bourbaki), y otra mucho más sórdida es la impostura consistente en mantenerse en escena, exigiendo los aplausos sólo debidos al espíritu que realmente resiste y combate.

Esta sombra caracteriza en ocasiones el alma de los que un día fueron creadores, artistas, científicos o filósofos. A veces, reducidos a espantajos, a simulacros de lo que un tiempo representaban ante sus propios ojos y los de los demás, portan unas grasientas alforjas de las que extraen a intervalos retazos de su antigua riqueza. Nadie se engaña realmente ante ellos, pues el que se aviene a vivir de su pasado no sólo es objetivamente estéril sino que, a fin de disimularlo, está condenado a la vanidad. Tremendas figuras de viejos en cuerpo y alma que nadie puede amar realmente, aunque a ellos se acerquen jóvenes seres en busca, no de una imposible fertilización, sino (como garrapata que vampiriza un perro escuálido) de un lugar en la bolsa de las vanidades. Ni apuesta al futuro, ni vender el pasado: tal es la condición de posibilidad de no arrastrar la propia vejez como se arrastra un fardo.

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11 de noviembre de 2008
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Capitalismo invisible

Cuando la nada se hace realidad la realidad se convierte en nada. Esta sentencia responde con exactitud al proceso que ha conducido desde la especulación al enriquecimiento instantáneo y desde el enriquecimiento inmediato al grado cero del dinero. Desde una creencia sostenida se ha devenido a una ficción disparatada y de la extrema ficción a las cenizas de su orgía. El encadenamiento se representa mediante un enlace de anillos de ilusión y de desilusión que en su circularidad interna, en su nacimiento y extinción culmina la perversa coherencia entre principios y resultados. La perfección del sueño se cumple no desde la vigilia natural hacia una inconsciencia orgánica ni desde lo tangible a lo inmaterial. La perfección del delito se consuma en la violencia de la irrealidad. ¿Realización de máximos beneficios? ¿Realización de formidables pérdidas? Una y otra circunstancia se funden en la cruel fantasía de lo uno y de lo otro. La inversión del dinero especulativo coincide con el falso espejo de la producción y ese espejo de la producción refleja la producción en falso.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_trabajo_la_riqueza_de_las_naciones_le_concedi_a_adam_smith_med.jpgEn el capitalismo actual, el capitalismo de ficción, el sistema finge incluso su propia muerte, su presente acción funeral. ¿Una refundación del capitalismo para salvar al capitalismo? Se trataría, en todo caso, de una refundación de la falacia puesto que el capitalismo metamorfoseado en naturaleza global no admite otra cosa que su íntima pervivencia o el caos total. El paso del sistema capitalista al capitalismo de la ficción comporta la ausencia de una estructura física a reformar. Todo el edificio capitalista se sostiene en la eficiencia de su falsa función y no tanto en la firmeza de su fundación. De haberse sostenido atado a sus ejes fundacionales el capitalismo habría derivado en un legado mostrenco. Por el contrario, el capitalismo ha desbordado sus cimientos y traspasado la totalidad del planeta gracias a su capacidad de volverse un elixir volátil, un veneno atmosférico inseparable de la política, la ambición, la sexualidad o el arte. Todo es, humanamente, inhumanamente, capitalismo. Una totalidad transparente donde habitan los sueños, los delirios, la música y las muertes.

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11 de noviembre de 2008
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Benjamín, Dylan, Lowell y Auden

Estoy escuchando un disco de Dylan, uno de sus raros, de esos rescatados que no estaban grabados "oficialmente" en los últimos 27 años. Es decir ,cuando ya era una estrella que había grabado sus mejores canciones... y sin embargo, este poeta que canta es lo más duradero de la música de otro siglo, de otro tiempo, otro país y también de ahora, nuestro y de siempre. Me gusta dejarme llevar por su voz, sus acercamientos a los ríos, los sueños, las mujeres, los blues y las carreteras americanas. Desde que soy adolescente le escucho, creo que no dejaré de hacerlo.

/upload/fotos/blogs_entradas/siete_maneras_de_decir_manzana._med.jpgLo escucho y me entretiene de la lectura. No importa la lectura a la que he vuelto esta tarde tiene mucho que ver con él. Estoy con un libro que Benjamín Prado reedita sobre poesía y poetas: Siete maneras de decir manzana. Inteligente y cercano libro de conjeturas poéticas. Cercano porque nos pasea por sus poetas, por sus poemas que son como si estuviera invitándonos a sus manzanas. Siempre es un placer caer en la tentación de las manzanas. "Poemas manzanas" decía Joyce.

Y en el epílogo del libro de Benjamín habla de Robert Lowell, uno de los más grandes poetas americanos. Un poeta que amó, como tantos otros, la poesía de Auden. Agradecido a su poesía, como casi todos los que la hayan leído, porque, dice Lowell siempre supo ser "responsable y ambicioso". Y "supo tratar profundamente los grandes temas, añadiéndoles cada vez algo excéntrico, algo encantador y a sí mismo".

Y termina Benjamín Prado recordando otras palabras de Lowell, pidiendo que los poemas entren en nuestras vidas como lo hacen ciertas cosas "que llegan para quedarse, irrumpen en nosotros", dice Benjamín, y vuelve al final de un poema que una vez escribió Lowell en un tren viajando de Roma a París y que terminaba: "como reyes asesinos en una copa Etrusca". Hermoso y brusco final como a veces la poesía. O la vida. Yo sigo escuchando de fondo a Dylan. Y se mezcla bien con Lowell. Ahora probaré con Auden. Otra buena manera de espantar noviembres y días laborables.

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11 de noviembre de 2008
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Tráiganme la cabeza de Marc Forster

Marc Forster acaba de realizar la misma clase de anti-hazaña que Joel Schumacher perpetró en Batman & Robin: por la sóla fuerza de sus desméritos, hundir, o al menos poner en riesgo, una franquicia cinematográfica que parecía tan sólida e inhundible como... ¿el Titanic?

Quantum of Solace es un bodrio. Allí donde Casino Royale -la versión moderna, dirigida por Martin Campbell- reinventó a James Bond poniéndolo a la altura de los tiempos, Quantum of Solace lo saca a competir con Jason Bourne... y pierde. No porque la figura del superagente ideado por Robert Ludlum sea más atractiva que la de Bond, todo lo contrario: al lado del hombre de los martinis, la sexualidad a flor de piel y la licencia para matar vivida con un goce oscuro, Bourne es chato y unidimensional. Ocurre que los directores de la franquicia Bourne, Doug Liman y Paul Greengrass, son más que competentes cineastas del género de acción. En cambio Marc Forster es pésimo al respecto -y sin atenuantes./upload/fotos/blogs_entradas/james_bond_007quantum_of_solace_med.jpg

Algo que ni siquiera consiguió disimular contratando a los mismos editores de Bourne. En las películas de Bourne, peleas y persecuciones están presentadas a toda velocidad, mediante cortes frenéticos que de todos modos permiten apreciar los detalles de la acción -una versión extrema de la violencia coreografiada que Sam Peckinpah nos legó. En Quantum of Solace, Forster pretende hacer lo mismo. Pero como no sabe cómo filmar una escena de esa clase, los editores no tienen más remedio que acelerar la velocidad de los cortes para disimular. Y acaban presentando secuencias de acción en las que el espectador no ve nada, ni entiende nada: es casi como ser sometidos a una descarga de flashes. No sé ni siquiera para qué se tomaron el trabajo de filmarlas. ¡Para ver lo que se ve, les habría bastado con pegar imágenes concebidas en un ordenador!

Para colmo, Forster ni siquiera compensa en las escenas que deberían haber sido su forte. No hay drama en las (pocas) secuencias donde no prima la acción. Todo es de una chatura insoportable. No sólo Quantum of Solace hace mal todo aquello que Casino Royale hacía bien: en esencia, Quantum es una mala, malísima imitación de los films de Bourne -que es en sí mismo, desde su concepción, un producto sub-Bond.

Yo comparto el concepto que los dueños de la franquicia Bond lanzaron a partir de Casino Royale: me gusta mucho este Bond actual de Daniel Craig, violento, oscuro y complejo. No quiero retroceder al Bond de la machietta lanzada por Roger Moore y perfeccionada por Pierce Brosnan: detesto el humor infantil de esas películas, sus permanentes chistes de doble sentido sexual, sus gadgets inverosímiles. El problema de Quantum es, simplemente, que le entregaron la antorcha al peor de los directores posibles. Marc Forster no puede dirigir ni el tránsito.

Ay, ¡y para esto esperamos tanto tiempo! 

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11 de noviembre de 2008
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En manos de Obama

Pasamos de un tema a otro sin respirar. Ahora estamos ya instalando a Obama en la Casa Blanca y en el mundo. Y apenas hemos tenido tiempo de pararnos y ver qué ha sucedido realmente, analizar con detalle los mapas electorales, las estadísticas, las encuestas, la distribución del voto. O la campaña, la más larga de la historia electoral norteamericana, que merece ser destripada y analizada en las facultades de política y en las escuelas de comunicación, debido al gran número de novedades que presenta: un nuevo salto en el uso de nuevas tecnologías, financiación popular muy extensa, modificaciones en las formas de operar y de organizarse los dos grandes partidos...

El mapa electoral está en pleno movimiento sísmico: levemente hacia la izquierda, al impulso sobre todo de la crisis económica. Los grupos sociales que han desplazado su voto son principalmente los que eran considerados alógenos en la vieja América wasp (white, anglosaxon and protestant) de hace solo 30 años. Obama ha ganado entre los negros de forma abrumadora, pero también entre los asiáticos e hispanos. Es la América mestiza, esa América que se parece tanto al mundo cómo es y tan poco al mundo cómo ha sido. Pero no hay que lanzar las campanas al vuelo: los que han rechazado el matrimonio entre personas del mismo sexo en tres estados son votantes que en gran parte han optado por Obama. Este es un capítulo que requerirá su propio desarrollo en algún momento.

Pero el fenómeno más importante es generacional: solo entre los mayores de 60 años ha ganado McCain. La generación de Obama penetra incluso en el electorado sudista de los cristianos renacidos: sus jóvenes también se entusiasman con el mensaje del hasta ahora senador por Illinois. Otro dato significativo: los tres condados de mayor crecimiento de renta en todo el país han votado también a Obama. Son Riverside County en California, Clark County en Las Vegas y Research Triangle's Wake County en Carolina del Norte, según el diario Politico. Todo esto compone un cuadro de la América emergente, joven moderna: el futuro.

También están en plena efervescencia los dos grandes partidos. Uno transformado por la victoria, el otro cuarteado ya antes de la derrota, pero ahora todavía más propenso a las luchas cainitas. Habrá que analizar con detalle cómo quedan las ideologías correspondientes. La neocon ya lo sabemos, aunque tiene una gran resistencia y fuerza reactiva. Puede ser muy cierto que al final todo sea una gran victoria de la moderación y del centrismo. Disgustará a algunos pero complacerá a muchos.

Lo más preocupante del cambio que se avecina son los acentos proteccionistas que le acompañan, pero esto no tiene que ver directamente con la campaña n con Estados Unidos, sino con aires que soplan en todas partes. No sería buena noticia que se levantaran nuevas fronteras para las personas y para las mercancías, pero tampoco hay que esconder que algún peso han tenido estas ideas en las elecciones. El tema de la inmigración , como si hubiera un pacto de silencio entre ambos candidatos, apenas ha asomado.

La mayor revolución se ha producido en la integración del fenómeno generacional con el cambio tecnológico. Estados Unidos sigue siendo un país de punta en el capítulo político gracias al dinamismo social y a la capacidad tecnológica. De estas elecciones sale una nueva forma de hacer política y de ganar elecciones, unos sistemas organizativos y partidarios totalmente distintos, muy bien acoplados a los teléfonos móviles, a los blakcberrys, a los videojuegos y a la televisión por Internet, que desborda y supera a la televisión convencional.

El capítulo de la financiación de las campañas es especialmente trascendental. Obama ha superado todo lo que cabía imaginar. Ha sido la campaña de los mil millones de dólares (one billion dollar campaign), pero más del 60 por ciento lo ha recogido Obama. Él solo ha juntado más por la vía de las aportaciones populares de menos de 20 dólares que McCain con todas las suyas juntas. Según los especialistas, McCain ha hecho una muy buena campaña, bastante cara, dentro de los parámetros que se podía esperar. El problema es que Obama ha hecho una campaña todavía mejor.

Y dentro de lo mejor, la cuestión con más interés para el futuro es la utilización del enorme banco de datos fabricado durante los 21 meses transcurridos desde que lanzó candidatura. Tienen tanto valor porque en ellos están todos los que han aportado y participado de cien formas distintas, que muchos los consideran como la pieza clave y un instrumento organizativo de primer orden para el futuro del Partido Demócrata. En manos de Obama, por supuesto. Con este presidente y esta arma, que se cuiden las espaldas los congresistas.

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11 de noviembre de 2008
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Fuentes por Fuentes

El día que por fin lo entrevisté (Laberinto, agosto de 2006), evité confesarle que llevaba veinte años esperando el momento. Como suele ocurrir con las entrevistas, las mejores preguntas me llegaron muy tarde, cuando ya transcribía sus respuestas, pero al cabo encontré, mientras lo ponía todo en blanco y negro, que como es su costumbre Carlos Fuentes había respondido a más preguntas de las que creo haber hecho, preocupado como estaba porque mi teléfono cumpliera dignamente como grabadora. A dos años de entonces, reproduzco las líneas en las que se aparece el Fuentes que -lector agradecido, Escorpión vigilante- creo haber conocido en todos estos años de bucear vorazmente en su trabajo. Feliz cumpleaños, Fuentes.

 

"Todos traemos un águila, y la serpiente es la cruz. No quiero decir que nuestra historia esté predeterminada por la fundación de Tenochtitlán, pero sí hay un retorno de los símbolos, y de las actitudes que los símbolos encarnan. No hay en el fondo símbolos vacíos, un símbolo siempre está sostenido en una materialidad de algún tipo. Incluso psicológica, anímica, o física, pero estos símbolos nos persiguen. Me llama la atención que en el Mundial de futbol se hable del "equipo azteca". Siempre somos los "aztecas", y que yo sepa no tengo nada de azteca. Creo que mi nacionalidad o mi vida comienza con la conquista española, soy descendente más de Hernán Cortés y la Malinche que de Moctezuma y sus concubinas. Me siento más lejano de ese mundo, pero siempre me están llamando "el escritor azteca". Persiste la fundación de México en la simbología mundial, y es muy fuerte, y no puedes decir: Yo no soy azteca, yo soy un hijo de la chingada que desciende de la Malinche y Hernán Cortés, por favor no me cambien el patrimonio. Mi padre es de Veracruz, mi madre de Mazatlán. No soy de la Meseta Sangrienta." 

"¿Cómo  vamos los mexicanos a ser violentos? Nosotros somos amables. Es un doble disfraz, disfrazas al mundo y a ti mismo de paso. Ahí están la literatura, el cine, la música, para decir: "No, la verdad es ésta". Cuando se habla de la función de las artes, yo acostumbro decir que escribir es inútil, pero en el fondo sé que se está conformando otra verdad alternativa, un mundo al lado del mundo que vemos y que está ahí para quien quiera verlo y recordarlo, y a la larga es el que se recordará, el mundo actual no va a ser recordado. El gabinete de  Fox, ¿quién lo va a recordar dentro de cien años? México es para vivir novelas, pero no las puedes escribir. No te lo permiten los horarios, los cuates, las comidas, la política, nada... ¿En Londres tú crees que me importa lo que le pasa a Tony Blair? Me importa un pito. Pero en Londres tengo una vida muy ordenada, que me permite escribir mucho porque me levanto a las seis de la mañana, aquí me acuesto a las seis de la mañana."

"Si eres un buen escritor, te inventas problemas. Dices: Ahora tengo que saltar esa barrera, no me voy por este caminito que me consagra (y es muy fácil, y me van a aplaudir y hasta puede que gane dinero), sino que voy a tratar de brincar el muro. Que está coronado de vidrio, además, y de espinas. Hay que brincar ese muro, y si no está tienes que construírtelo tú mismo, para que valga la pena lo que escribiste, porque si escribes con llanura y comodidad, lo que salga va a ser una porquería, no va a tener el menor interés; mejor haz anuncios de publicidad, emplea tu talento en otra cosa, haz canciones, boleros... En la literatura o te inventas un obstáculo o no vas a escribir bien. Tienes que vencer un obstáculo, cada libro que escribes debe ser un obstáculo, y uno di-fi-ci-lí-si-mo de superar. Que el libro sea el resultado de ese obstáculo. Aunque todos podemos caer en la tentación de la facilidad, no lo eximo, pero cuando se escribe bien, se escribe contra la marea y contra la facilidad."

"Aquí yo me levanto todas las mañanas y tengo el enorme privilegio de ver los volcanes, a las siete de la mañana todavía el smog no los ha cubierto. Y se ve el Ajusco. Veo todas las montañas antes de empezar a trabajar, luego el día se arruina inevitablemente. Las montañas desaparecen, no las vuelves a ver. Antes me sucedía que escribía de noche porque no podía escribir de día. Tenía una jornada que suponía estar a las ocho de la mañana en la clase de derecho civil del Charro Cossío, en la Escuela de Jurisprudencia de San Ildefonso. Eso significaba levantarme a las seis de la mañana, irme a trabajar después en una oficina, luego llegar a mi casa, comer y sentarme a escribir La región más transparente, de cuatro a siete. Porque a las siete había chamacas, cocteles, fiestas, bares, cabarets, y ya te desvelabas, dormías cuatro horas, y a las seis de pie otra vez, para ir a estudiar derecho civil. De joven tiene uno mucho vigor, puede escribir una novela en medio de la farándula, el sexo, las oficinas, los estudios... Puedes hacerlo todo, pero no es suficiente; siempre te queda el gusanito de por qué no hice más, por qué no enamoré a Menganita, por qué no fui a bailar a tal lado."

"Yo tengo una manía, que es vivir con Balzac. En la época de la gran eclosión romántica francesa, al lado de Víctor Hugo. Me encantaría. Estar platicando con esos changos, tener los mismos amores, en un París que olía a caca de caballo, que tengan que curarte con un vaso, estar prendiendo velas toda la santa noche... No escogería otra época mejor."

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11 de noviembre de 2008
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Colección particular: Chet Baker

Rafael Argullol: ¿Has visto, Delfín, esta foto de Chet Baker?

Delfín Agudelo: Sí, es la foto tomada por Bruce Weber que apareció en el semanario de El País el día 12 de octubre, en la sección de belleza y complementos masculinos.

R.A.: Sí, esto es lo primero que me ha llamado la atención: que vivamos en una época en que la hiperdemocracia espiritual lleva a juntarlo todo en una suerte de totum revolutum, de manera que aquellas cosas que han formado parte de nuestra educación sentimental en profundidad quedan completamente mezcladas con todo el mundo trivial y fugaz de la moda. Digamos que el contexto en el que aparece esta foto causa una cierta irritación; pero por otro lado la foto me parece magnífica. Chet Baker siempre me pareció un trompetista excepcional; seguí de cerca su evolución, esta especie de atracción por el precipicio que caracterizaba su personalidad y también su propia música; había una simbiosis entre las dos. En esa foto se concentra maravillosamente bien lo que es la arruga que va produciendo la vida, el desgaste. Me gusta mucho, aparte de ese gesto con el cigarrillo en los dedos en el coche descapotable tan propio de Chet, cómo la foto se concentra todo ella en la mirada. Hay un claroscuro perfectamente conseguido por el fotógrafo con el sol brillando en su frente y en una de sus mejillas, y esa mirada melancólica de un hombre que parece afrontar con una mezcla de escepticismo y de  pasión desgastada lo que es su destino inmediato.

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11 de noviembre de 2008
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II. Sombreros de carnaval

Obama cuatro años atrás a los ojos de un filósofo francés que se ha puesto los zapatos de Tocqueville en busca de explorar los Estados Unidos contemporáneos, y como buen francés austero de modales y temeroso del ridículo, sufre de vergüenza ajena al ver a los convencionales demócratas reunidos en el Fleet Center ensombrerados con réplicas de cabezas de mulas, el símbolo de su partido, y rascacielos que recuerdan a las torres gemelas derribadas por un ataque terrorista. /upload/fotos/blogs_entradas/barack_obama_2004_med.jpgPero a la medianoche, cuando Obama sube al podio para pronunciar su discurso, Lévy se olvida de los sombreros de carnaval para apuntar el ligero paso de danza con que camina por el escenario bajo la luz de los reflectores, la sabiduría de los gestos histriónicos, en los que calcula todo,  "la más ligera de las entonaciones debidamente calibrada, y aparentando improvisar hasta los suspiros".

Pero es un discurso donde ya está allí desde entonces el mensaje que habría de seducir a millones de ciudadanos de todo color y tamaño cuatro años después, y cuyo tono religioso desagrada a Lévy, que se confiesa un francés acostumbrado a las grandes disputas políticas, y encuentra las palabras de aquel "negro blanco", "desesperadamente acomodaticias" cuando dice que no hay unos Estados Unidos negros, ni unos Estados Unidos blancos, ni unos Estados Unidos latinoamericanos, ni asiáticos, que sólo hay los Estados Unidos de América.

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11 de noviembre de 2008
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Aventuras en el Miss Bolivia

La cálida y no tan remota noche del 18 de julio, me hallaba en un salón elegante de la ciudad de Santa Cruz, Bolivia, cuando, acosado por un grupo de exaltados, debí, como los arbitros que cobran un penal decisivo en los minutos finales del encuentro, escabullirme del lugar para salir indemne. Sabía que el evento para el que me habían invitado desataba pasiones en todo el país, pero jamás se me ocurrió pensar que, como dice el lugar común, la sangre llegaría al río: antes de irme, vi mucha sangre en el piso del salón. Había vasos tirados, platos rotos, gente que se golpeaba con denuedo. Una vez fuera del salón, mientras llegaba agitado al lugar donde unas amigas tenían "aparcado el coche" (o, como diríamos en Bolivia, "parqueado el auto"), pensé que todo había ocurrido por un simple concurso de belleza. Me equivocaba: en América Latina, los concursos de belleza son cualquier cosa menos simples.

A principios de julio, estaba de vacaciones en Cochabamba cuando recibí una invitación para formar parte del jurado del Miss Bolivia, que se llevaría a cabo el 18 de ese mismo mes en Santa Cruz. Aunque mi impulso inicial me pedía que aceptara la invitación, decidí pensarlo un poco: en un país en el que la literatura suele estar dominada por la solemnidad, sabía que sería atacado por mi gesto frívolo. Luego me justifiqué diciendo que el escritor debía explorar todos los rincones de la sociedad, y que si alguna vez había visitado el Palacio Presidencial y me había codeado con políticos, era justo que visitara esa otra cara tan fundamental de Bolivia: en un país sin estrellas de cine ni de televisión, las misses y las modelos son nuestra precaria realeza.

Cuando llegué al salón Sirionó de la Feria Exposición de Santa Cruz, me topé con una alfombra roja, modelos en una pasarela, periodistas con cámaras y micrófonos. Por lo visto, el concurso no sólo era importante, sino incluso trascendente. Debía haberlo sospechado, al enterarme que las representantes de Pando no participarían en protesta porque en el concurso del año interior miss Pando, una de las favoritas, no había ganado. Sí sabía que tendríamos, como siempre, a las representantes del Litoral, la provincia perdida en la guerra del Pacífico más de un siglo atrás. Así estaban las cosas en mi país: no había representantes de uno de los nueve departamentos, y sí las había de un departamento fantasma.

Éramos siete en el jurado. Me tocó sentarme al lado de una ex-Miss Bolivia y una ex-Miss México. La mexicana era de Monterrey y contó que trabajaba en Univisión; sólo abría la boca para pedirnos que le sacáramos fotos. Debió haber sacado trescientas esa noche. Le dije que quizás hubiera sido mejor que se trajera una filmadora, para que alguien la filme todo el tiempo. Se rió, pero no me contestó.

Del concurso, recuerdo haber pensado que, en la parte de los trajes típicos, las representantes del Occidente y los valles estaban en desventaja en relación a las del Oriente tropical: a la chica de Sucre su traje de indígena tarabuqueña apenas le dejaba ver el rostro, mientras que el traje ínfimo de la del Beni le aseguraba fácilmente un lugar entre las finalistas. En la parte de los trajes de baño, los hombres del jurado éramos tímidos, las mujeres no tanto ("esa miss no tiene cuello"; "esa otra tiene kilos demás"). En cuanto a la sección de preguntas y respuestas, me pregunté por qué chicas tan jóvenes no decían lo que querían decir, sino lo que pensaban que la gente quería escuchar, y terminaban enredadas en una respuesta de artificio. Si tuviera la oportunidad de ser otra persona por un día, ¿quién quisiera ser una chica de veinte años? Pensé: Scarlett Johansson, Julieta Venegas, Evita. Una de las finalistas dijo: "Moisés". Yo comencé a llamarla Miss Moisés. Ahí, y no cuando aparecieron los trajes típicos o los de baño, estaba la parte falsa del concurso.

Nos decantamos por dos finalistas: miss Beni, que seguía en colegio y tenía un aire de la-vecina-de-al-lado, si es que las vecinas fueran voluptuosas y se movieran como bailarinas de samba; y miss Cochabamba, que era alta, tenía un cuello grácil de modelo y una seriedad que asustaba. En un país de gente no muy alta, los altos son reyes, me dije, y creí que la cochabambina lo tendría fácil. No fue así, después de la votación se encontraba en la minoría. Entonces una arenga de una integrante del jurado defendió a la cochabambina con el argumento de que tenía las virtudes que se necesitaban en un miss Universo -era alta, tenía garbo y apostura--. La mayoría colapsó y cambió su voto con una facilidad de espanto.

Entre el público había barras para todas las misses, pero al final, cuando se anunció que la ganadora era miss Cochabamba -rompiendo así un predominio de dos décadas de las representantes de Santa Cruz--, la mesa en la que se encontraba la familia de una de las que no había ganado reaccionó airada. De manera inocente, salí de la sección protegida del jurado para hablar con la gente que se acercaba; pensaba: ya se dio el veredicto, el resultado final no tiene trascendencia, lo importante es competir. De pronto, la madre de una de las misses me increpó; me dijo que, como Evo Morales estaba en el poder, su hija había sido discriminada por ser rubia, por no ser "originaria'. Traté de razonar con ella, le dije que no era cierto lo que decía; después de todo, la ganadora era de padre francés y se llamaba Dominique.

Era inútil. De pronto, volaron platos y puñetes; hubo sangre en el piso. Los organizadores del concurso no habían contratado personal de seguridad, por lo que algo que podía haberse detenido en cinco minutos tardó cincuenta en ser controlado. Me encontré rodeado y temí por lo que podría pasar. Ese fue el momento en que decidí escaparme por la puerta de atrás.

(Letras Libres, noviembre 2008)

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11 de noviembre de 2008
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Las monjas de Minnesota

La alusión  al Alzheimer en el texto de E. Goldberg que citaba ayer tiene naturalmente una importancia enorme al sugerir que, en la lucha contra la brutal enfermedad, a la vertiente preventiva ha de añadirse la de paliar los efectos. El asunto concierne a otras gravísimas amenazas. Pero en la medida en que la palabra Alzheimer es hoy en día casi sinónimo de deterioro espiritual, nuestra naturaleza cognoscitiva y lingüística se siente especialmente concernida. Es cuando menos una gran promesa el pensar que, en circunstancia tan atroz, la emergencia de nuevas neuronas y nuevas sinapsis quizás logre salvar la memoria, el silogismo y la acuidad de la palabra.

E. Goldberg evoca el caso de unas religiosas de Minnesota de la Orden de Notre Dame, dedicadas a tareas pedagógicas:

"El estilo de vida de estas monjas era notable por su riqueza y estimulación mental. Las monjas son notables también por su longevidad y por su vigor mental en la vejez. Daba la impresión de que se libraran de la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, cuando se examinó el cerebro de algunas de las monjas tras su muerte, se encontraron las marañas y placas características de la enfermedad de Alzheimer. Las monjas habían logrado preservar sus facultades mentales pese a poseer en el cerebro las señales neuropatológicas inequívocas de la enfermedad de Alzheimer, ¿cómo es esto posible? La explicación más lógica es que la neuroprotección conferida por toda una vida de actividad mental (nuevas neuronas y nuevas conexiones entre ellas) bastaba para compensar los efectos de una afección cerebral que de otro modo hubiera conducido a la demencia, y permitía que las monjas conservaran la claridad mental a pesar de presentar las marcas biológicas de la enfermedad" ( Idem, pág. 293.)

Pero la capacidad del cerebro humano para mantener la vida del espíritu en situaciones de indigencia no se traduce tan sólo en renovación celular, sino también en adaptación de sus partes a funciones para las que no estaban previstas. Sin duda, como señala Damasio, /upload/fotos/blogs_entradas/el_error_de_descartes_med.jpgla complejidad de las conexiones neuronales no debe servir de coartada para no establecer una carta de las mismas; pues de hecho las neuronas se conectan tan sólo en paquetes relativamente pequeños en relación al monto global, lo cual explica la especialización del cerebro: "por término medio, cada neurona forma unas 1000 sinapsis, aunque algunas pueden tener hasta 5000 o 6000. Este número puede parecer elevado, pero cuando consideramos que existen más de 10.000 millones de neuronas y más de 10 billones de sinapsis, nos damos cuenta de que cada neurona está conectada de forma más que modesta (...) La especialización del cerebro es una consecuencia del lugar que ocupan los conjuntos de neuronas laxamente conectadas dentro de un sistema a gran escala" (Damasio: El error de Descartes, ed. española pág.51.)

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10 de noviembre de 2008
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