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III. Funes y el comandante

En una entrevista que concedió el comandante y vicepresidente Salvador Sánchez Cerén al periódico electrónico El Faro, expresa criterios que alientan las esperanzas de que la razón política podrá prevalecer, y que en lugar de que se de una pugna de poder entre Funes y el partido guerrillero que lo llevó a la presidencia, podrá consolidarse el planteamiento racional de "una izquierda moderna y democrática" que el propio Funes le propuso al país.  Mejor quiero citar al comandante:

 "Mi posición no va ser la de un defensor de la ideología, esos parámetros pertenecen al pasado, eso nosotros lo superamos. Nosotros nos identificamos con los intereses de los sectores más empobrecidos, excluidos, pero eso no niega que tengamos una visión de país, de nación. Y el gobierno que queremos llevar adelante y hemos conquistado es eso, la voluntad del pueblo ha sido una nación unida para enfrentar los grandes retos que tiene. Mi respuesta concreta: yo voy a trabajar y colaborar con Mauricio Funes para llevar adelante el proyecto de cambio que nos hemos planteado, desde una visión, un pensamiento abierto, amplio...." 

Si eso es así,  el joven presidente Mauricio Funes tiene el camino abierto, lejos de antagonismos gratuitos, del populismo sin frutos, y de los fantasmas perturbadores del pasado.

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15 de junio de 2009
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Conjunto no enumerable de metáforas

La presente reflexión se sustenta en una suerte de postulado, del que se desprende una tesis  que  sintetizo ahora una vez más:

 El hombre resulta de una subversión ontológica (sólo comparable a la que supuso la vida) consistente en que un instrumento de comunicación entre  miembros de una  determinada especie de primates dejó en lo esencial de funcionar al servicio de exigencias exteriores, dejó en suma de ser mero instrumento. Corolario de ello es que, para el lenguaje humano, designar puede constituir como máximo un subordinado punto de arranque.

El lenguaje se muestra entonces como prodigioso encadenamiento de expedientes que sólo al lenguaje sirven, metáforas de ningún modo atadas por exigencias de operatividad o de descripción. De  ahí que al conjunto de frutos de tales expedientes  no pueda atribuírsele cardinalidad finita y ni siquiera pueda ser ordenado numeralmente. Pues aunque el número de átomos de la naturaleza (y por ende el monto de partículas realmente elementales) sea finito, como el rebelarse del código implica no subordinarse a ese conjunto, la eclosión de frases nunca antes forjadas no está acotada por tal finitud del registro natural. Mas tampoco cabe (entre otras razones porque el distorsionado código no   respeta principio alguno que pudiera sustentar una ordenada sucesión)  equiparar el fluir de las metáforas a la generatividad  infinita de números naturales. El código sólo podría alcanzar a realizarse como infinitud no enumerable del conjunto de las frases susceptibles de ser forjadas. El hecho mismo de que tal infinitud no pueda darse en acto garantiza que quedará siempre una frase por forjar, y en consecuencia que para el narrador o el poeta hay siempre un espacio abierto.

 

Que por su rebelión el antiguo código ya no dependa de las posibilidades del orden natural tiene como consecuencia  la trágica desnaturalización que, para el puro animal que un tiempo fuimos, supone el ser vehículo de palabra. La naturaleza misma viene  a ser inscrita en el orden del verbo, viene en consecuencia a convertirse en una idea;  viene sobre todo a ser esa idea de la que el código que ha dejado de ser tal tiende a alejarse. El llanto como el goce, de los que la palabra parece alimentarse, son ya efectos de la palabra misma, que aspira  literalmente a la pureza. De ello he intentado aquí dar cuenta adoptando como hilo conductor de la reflexión  la Recherche  proustiana, texto emblemático de la lucha del hombre por reconciliarse con su naturaleza profunda por la vía de  la fertilización del lenguaje.

 

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15 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La crisis y el vómito

La cuantificación ha marcado el desarrollo de la civilización. Y de la barbarie. Esta Gran Crisis se apoya en una estampa compuesta por una aglomeración de cifras sobre el paro, la deuda, la morosidad, la caída del PIB, la reducción del comercio, el cierre de empresas, el déficit público, las reducidas cotizaciones bursátiles y así hasta un empachoso y tupido  panorama que como una costra de la decadencia, una purulencia de la piel, recubre la contemporaneidad. De esa superficie poblada por la contabilidad y el recuento, herida por las variaciones de los índices y las cuantificaciones negativas se obtiene el rostro de la época. La Crisis se representa en ese rostro progresivamente demacrado en cuyo aspecto se plasma el rostro del terror. Pero se trata, todavía, de una formación cuantitativa. El espanto que provoca en los economistas y políticos pasa a través de los despachos y los expertos institucionales para hacerse, aún, diagnóstico cuantitativo y predicción cuantitativa cuya significación sólo entienden acaso un grupo de especialistas que hablan por televisión. Este proceso cuantitativo, invariablemente sensacionalista, no ha cesado  de discurrir en estos meses y a la vez que agrava sus relieves, coloniza la máxima ocupación de la verdad. De hecho, prácticamente la suprema    Verdad actual posee la naturaleza de la crisis. Los rasgos emocionales, genéticos u organolépticos poseen un mismo sabor.

Una amargura general satura la época y la sociedad se reconoce a sí misma encuentra con su organismo enfermo, su mente embotada y la náusea reapareciendo  una y otra vez. Tiempo aciago. ¿Son las cifras -tan temibles como abstractas- las que han generado este malestar global? Las cifras, sus números vermiculares actúan al modo de bacilos que penetran los cuerpos y extienden sus dominios por cualquier punto de lo social? Y ¿no será, a su vez, la misma Gripe A, la primera patología médica que en términos de pandemia se corresponda cono la patología económica a través del bucle que la ignominia de las cifras ha imbuido en lo social y el malestar consecuente  ha recaído sobre cada salud del ciudadano?

Un aro mortífero anilla nuestro presente. Todos nos vemos ceñidos por una perniciosa conjura que sobrevino de la noche a la mañana, a partir de la angustia de los activos tóxicos, los bonos-basura o las miasmas de las hipotecas subprime. Algo tiene que pasar comentaba la multitud  cuando asistía y participaba en el delirio de la especulación pero, a la vez, en ese periodo, la vida no dejaba de prosperar y, en consecuencia, de dejar ver la destrucción.  Mientras la economía navegaba en  alcohol y la especulación brillaba, era imposible avistar un tenebroso porvenir. Algo tenía que pasar, nos decíamos, pero su conocimiento real se presentaba imposible puesto que, en el delirio, la realidad se borra y, propio de la borrachera es el  buen humor.  El mal aspira espontáneamente al bien, el dolor busca alcanzar el placer, pero el placer rehuye el  dolor y el bien aparta de sí, para ser efectivo,  las menores huellas de la adversidad. Frente a las cifras exultantes  ¿cómo contar la hecatombe?  Todos intuíamos que iba a pasar algo pero aquel mismo pensamiento que flotaba en la abundancia se oponía a toda falta de liquidez. Llegado lo peor, súbitamente, el mundo trata de vomitar su locura. He aquí la angustiosa fase de la depresión.



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15 de junio de 2009
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Si perdiera la memoria ¡qué pureza!

Este verso de Pere Gimferrer, verso que fuera famoso entre los estudiantes de hace treinta años, me ha venido a la memoria (ahí está el punto) tras escuchar la curiosa anécdota que me contaba un colega del departamento. Póngase en su lugar. Hablamos de estudiantes de arquitectura de cuarto curso. Unos gañanes. El profesor describe la construcción de las ermitas románicas y su notable riqueza técnica, se detiene un momento en la ornamentación y da unas someras explicaciones sobre la simbología del pantocrátor que preside el ara con rigor cejijunto. Señala al Cristo fiero y los adláteres.

A la salida se le aproxima un muchacho que, llevado por la curiosidad, le pregunta: "Oye, el Cristo ese del que hablabas, será el de los cristianos, ¿no?". Mi amigo, habituado a la ingenuidad juvenil y a su inocencia en materia de conocimientos, confirma la suposición del chaval (¡Ah, me lo imaginaba!", añade el chico) y luego, como para completar el asunto, le pregunta: "¿Y ya sabes en qué siglo nació?" El estudiante duda unos momentos y luego, con abierta franqueza, responde: "No, no lo sé, ¿en el siglo VII?".

Lo conmovedor de esta escena, que no es la más sintomática que hemos vivido este año, no reside en la ignorancia del muchacho, la cual debe ser atribuida a sus profesores, a sus padres y por encima de todo a los sucesivos ministros de educación, sino en la sublime paz interior que ostenta. En efecto, situar el nacimiento de Cristo más o menos siete siglos después de muerto me parece algo sensacional. ¡Librarse de una vez y para siempre de toda la tradición occidental! ¡Carecer de historia, de conciencia temporal, de pasado, de referencias, de modelos! Se entiende, claro, la necesidad imperiosa de estas criaturas, su obsesión por conseguir una identidad y a poder ser una identidad colectiva que haga de la vida una desarrollo del botellón.

Porque, en efecto, no hay mayor pureza que la que se alcanza con la anulación de la memoria tras el paso por los sucesivos mataderos estatales del conocimiento. Una pureza, por así decirlo, aria.

Artículo publicado el sábado 13 de junio de 2009.

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15 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hacia una ética onírica

Rafael Argullol: Muchísimos de los artistas y escritores que han indagado en el mal ha sido precisamente a partir de la preocupación de construir un bien sujeto al dictamen religioso, moralista, puritano del significado del bien.

Delfín Agudelo: ¿En esa medida piensas que la línea que separa  la bondad de la maldad es bastante difusa? Es un dualismo en la medida en que a través de la bondad se demuestra la maldad, y al revés. Hay un punto en que se desaparece, como le sucede al personaje de Good

R.A.: Para mí personalmente sí, y sé que esto puede ser polémico. Desde hace muchos años no me identifico de manera abierta con ninguna legislación positiva ni de una religión ni de un sistema político. Eso no quiere decir que como ciudadano no tenga que respetar las leyes de la sociedad en la que estoy; sin embargo, en mi fuero interno, no creo que haya una frontera clara entre bondad y maldad en estas leyes, de la misma manera que no creo en las leyes dictadas por las distintas religiones. Por ejemplo: puedo comprender los diez mandamientos propuestos en la religión cristiana -el Decálogo-, y puedo entender de dónde surgen, pero no necesariamente su aplicación, aun cuando desde mi punto de vista ético lo respeto. Otro ejemplo: puedo entender el Código Penal español, tal como dictan las leyes es el código penal. Puedo entenderlo, pero en muchos casos yo discrepo que eso sea una auténtica aplicación del bien y del mal.

Cuando uno parte de la idea de que la idea de la construcción ética es puramente personal, a la fuerza haya una especie de territorio difuso entre la bondad y la maldad. Por eso siempre manifiesto que mi gran escuela de formación ética no ha sido ni una religión ni un código civil de ningún país, sino que ha sido la tragedia griega, porque para mí fue la manifestación mental, intelectual -no hace falta ni definirla como género artístico- que a mi modo de ver mejor ha comprendido ese carácter difuso de los territorios que separan el bien y el mal pero que sin embargo ha aceptado el respeto a lo que han sido las leyes positivas de la ciudad o las leyes que comparten los hombres. Una cosa es que comparta contigo o con una tercera persona un consenso acerca de lo que hay o no que hacer, pero eso no es lo que dictamina lo que es éticamente o no malo, porque esto es lo que yo voy construyendo. Otro ejemplo: soy una persona que sueño mucho, quizás porque en las noches no duermo compactamente ocho horas, pero tengo una gran capacidad para soñar que considero un poco alarmante. Pero al soñar a mí se me presenta como vida real más transgresiones que los códigos religiosos y civiles y políticos considerarían verdaderamente dignas de castigo, pero no por eso forman parte de mis opciones libres, así sean estas opciones libres en el mundo onírico, y que yo considero mías. En eso no soy un hipócrita que considero que no soy responsable de mis sueños, puesto que son una extensión de mi vida de vigilia y soy responsable de todas las barbaridades que uno puede hacer en el terreno de las pasiones, en el terreno erótico, en el terreno de la violencia y fantasía e incluso en el terreno de la poesía. En el mundo del sueño eres profundamente responsable, quizás aún más responsable de lo que eres en el terreno de la vigilia.



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15 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La violencia está en nosotros

Hace algunos años leí un texto de Konrad Lorenz que me marcó a fuego. Allí Lorenz suministraba una explicación respecto de la violencia que parece inescindible de la condición humana. Según decía, el origen de la violencia que a la primera excusa sacamos a relucir de modo tan rápido y natural es –suenen redoblantes- el miedo. Pero no un miedo genérico, sino uno tan puntual como atroz: aquel que sentimos en nuestros orígenes como especie, cuando debimos enfrentarnos a un mundo por completo hostil, y en las peores condiciones comparativas –esto es, desprovistos del tamaño, las garras y los dientes que convertían al resto de las especies en mejores candidatas para la supervivencia.  
    Ese miedo se nos habría quedado registrado a nivel genético. Y vuelve a activarse, siempre según Lorenz, cada vez que nos sentimos amenazados.
    Esto explicaría, por ejemplo, no sólo la velocidad con que conectamos con la violencia, sino también la manera vergonzante en que respondemos al estímulo del miedo, tan utilizado en estos días por políticos, estadistas y medios de comunicación. (Ellos son los que viven agitando los fantasmas del tigre dientes de sable.) Explicaría también la manera indiscriminada con que distribuimos violencia: nadie se salva de nuestros exabruptos, ni madres ni hijos ni padres ni pobres ni nadie, por más desvalido que esté. Y finalmente echaría luz sobre la saña con que la practicamos, y que nos diferencia de la totalidad de las especies vivas, que jamás matan por placer ni se escudan detrás de elaboradas racionalizaciones. La violencia compulsiva con la que no sólo matamos, sino que rematamos para después someter a humillación los restos de nuestras víctimas, revela la existencia de un ser que en el fondo se siente muy débil y necesita sobreactuar su poder.
    Una cuestión tan esencial como compleja, esta de la violencia. La sigo mañana.



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15 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Miguéis

Conocí a José Rodrigues Miguéis algún tiempo después de que, en el año 1959, hubiera comenzado a trabajar en la Editorial Estúdios Cor, de la que eran propietarios, a partes iguales, Manuel Correia y Fernando Canhão, y director literario Nataniel Costa. Miguéis había publicado, un año antes, el libro de cuentos Léah, excelentemente recibido por el público y por la crítica de entonces. Fue esta la primera obra suya que leí, y no necesito decir que me entusiasmó. No sé exactamente cuando conocí a Miguéis en persona, que por aquellos días estaría en Estados Unidos. Lo que sí sé es que desde la narrativa Un hombre sonríe a la muerte con media cara, publicada en 1959, hasta la romance Nikalai! Nikalai!, que aparecería en 1971, pasando por La Escuela del Paraíso y El pasajero del Expreso, ambos de 1960, Gente de tercera clase, 1962, y Está prohibido apuntar, 1964, mis contactos con José Rodrigues Miguéis fueron constantes, prácticamente diarios cuando se encontraba en Portugal, frecuentes, por carta, cuando regresaba a Estados Unidos. Esa correspondencia, que tuvo el honor de ser elegida para la tesis de doctorado de José Albino Pereira (y en el mismo plano pongo la correspondencia intercambiada con Jorge de Sena), me da derecho a decir que no he hacho mala figura en este mundo. Mi relación epistolar con Miguéis solo se interrumpió cuando salí de la Editorial, a finales de 1971. Lo vi algunas veces, pocas, después, no hube más cartas, que recuerde, pero me quedó siempre el recuerdo de una personalidad extraordinaria, con unas dotes oratorias fuera de lo común y una memoria capaz de recrear en pocas palabras las situaciones más complejas. Una simple conversación con él era un regalo real, dialogar con su brillante inteligencia hacía más inteligente al interlocutor. Personalmente, y sin querer presumir de ello, aproveché esos momentos lo mejor que pude. Murió hace casi treinta años, pero me acuerdo de él como si fuera ayer. Hoy, a las 18.30, en la Casa do Alentejo, la Fundación José Saramago organizará una sesión sobre José Rodrigues Miguéis. Además del autor de este blog, participarán especialistas de su obra, como David Brookshaw, Duarte Barcelos, José Albino Pereira, Teresa Martins Marques e Onésimo Teotónio de Almeida. Contamos con quien me está leyendo.



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15 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dos reveses para Obama

Obama ha recibido dos severos reveses este fin de semana, y se lo han propinado dos regímenes enemigos, que se detestan, desean seguir detestándose y sólo se conciben cada uno de ellos en oposición radical al otro, hasta la guerra en un caso y el exterminio en el otro. El Irán de los ayatolás y del radicalismo religioso y nacionalista de una parte y el Israel de los colonos y del sionismo extremista del Likud y de Nuestra Casa Israel, de la otra, le han dicho de forma sonora a Obama que no piensan seguir sus planes de paz para Oriente Próximo, con la creación de un Estado palestino, el cese total de los asentamientos fuera de la ley internacional en Cisjordania y Jerusalén y la firma de una paz en la región que implique el reconocimiento de Israel por parte de todos los páises árabes e islámicos.

Esto es lo que significa la victoria de Mahmud Ahmadinejad en las elecciones presidenciales iraníes que le han dado de forma sorprendente un segundo mandato en la primera vuelta. Ahmadinejad, además de negar el Holocausto judío en manos de los nazis y de amenazar con perpetrar uno de su propia mano, ha convertido el programa nuclear iraní sin autorización internacional en la bandera de una política populista y económicamente nefasta para su país. Su reelección ha sido obra de la dictadura religiosa, que ha cortado de raíz la primavera democrática desatada con la campaña electoral. Muchos son los datos que avalan la teoría del pucherazo, desde la alta e inexplicable votación recogida por Ahmadinejad en Teherán hasta el severo control de los medios de comunicación, la prohibición de las encuestas y el total bloqueo de las comunicaciones telefónicas móviles en la noche electoral. El régimen quiso cerrar el paso a Mussaví en la primera vuelta, porque se dio cuenta a tiempo de que llegar a la segunda vuelta abriría más tiempo a la movilización democrática y pondría a Ahmadinejad contra las cuerdas. Pocos se han alegrado más de la victoria del iraní extremista que los israelíes extremistas, que tienen uno de sus feudos intelectuales en la universidad Bar-Ilan de Jerusalén. Allí es donde ayer por la noche el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pronunció un parlamento que los medios afines han venido presentado como el discurso de su vida y la cumplida respuesta a la propuesta de Obama en su encuentro de Washington y en su discurso de El Cairo. La respuesta de Netanyahu le viene muy bien a Ahmadinejad para seguir disputando a los árabes moderados y a los amigos de Obama el liderazgo sobre el mundo islámico. La propuesta de Netanyahu es, sobre todo, una demostración de habilidad retórica y de escasa voluntad de paz. Un estado que no es un estado, nada de compartir Jerusalén, menos todavía de regreso de los refugiados, un buen pliego de condiciones previas para sentarse con los palestinos ?que reconozcan a Israel como estado judío y acepten que su autodeterminación será siempre parcial y mutilada- y ninguna por supuesto para los israelíes, que van a seguir ampliando las colonias en nombre del crecimiento natural aunque a eso le llamen congelación. Así puede resumirse una propuesta que no es tal y que ofrece a la Autoridad Palestina un mensaje claro: podemos negociar si vosotros lo cedéis todo antes de sentaros; y aún así no nos comprometemos todavía a daros un Estado. Las únicas concesiones de Netanyahu ayer fueron meramente verbales. Su fiabilidad es algo perfectamente conocido por la otra parte. Es lo más parecido a un rechazo elegante del programa de Obama, aunque la mención formal a los dos estados, bien poco comprometedora, ha permitido una reacción positiva inicial de la Casa Blanca. Lo que está dispuesto a dar el actual gobierno israelí ha quedado bien claro: nada de nada. Pero el discurso de Netanyahu no merece leerse en contraste con la victoria de Ahmadijead sino con el discurso de Obama, y al respecto lo primero que contrasta es que su falta absoluta de visión de futuro para sus conciudadanos y para sus vecinos, a los que no sabe concebir sino es como enemigos derrotados y desarmados. Lo suyo es defender sus intereses, desde los más cortoplacistas para conservar su frágil e impresentable coalición con Lieberman, el xenófobo y racista dirigente de Nuestra Casa Israel, hasta los más estables, aunque no menos miopes, de seguir resistiéndose a un proceso de paz en auténticas condiciones de equidad y de justicia para todos. Israel se halla en una auténtica encrucijada, en la que el tren de los dos estados puede pasar muy pronto sin que haya una nueva oportunidad de volver a subirse a él. Quedan pocas alternativas y todas malas, si no hay estado palestino. La primera es la que empieza a prosperar en la cabeza de muchos palestinos: ya que no se les da un Estado hay que disolver la autoridad palestina y situar a Israel frente a sus obligaciones como ocupante y administrador de todos los territorios. El combate por la autodeterminación debe cesar y empezar otro por el reconocimiento de los derechos de ciudadanía, sabiendo que en dos décadas los árabes y los no judíos serán mayoría demográfica en los territorios que hay entre el Mediterráneo y el Jordán. Es la fórmula, rechazada clásicamente por el movimiento sionista, de un Estado binacional para todos, que empezará a coger cuerpo cuanto más vaya difuminándose la fórmula de los dos estados. Hay todavía una alternativa más a esta fórmula, claro está: es la profundización de lo que existe actualmente y lo que Netanyahu defendió ayer noche como estrategia. Un estado demediado, sin todos sus atributos, sin apenas continuidad territorial, sometido a las arbitrariedades y caprichos del gobierno de turno del otro Estado, meramente pensado para la gestión de la vida municipal y económica. Tiene la gran ventaja para Netanyahu y los suyos de que una fórmula así permite y aconseja conservar los actuales asentamientos, ilegales según toda la legislación internacional, que se convierten en un medio muy eficaz para controlar al semiestado vecino. Esta fórmula, por más que no les guste la expresión a algunos en Israel, se parece como un huevo a otro huevo al sistema de apartheid sudafricano. Y tiene un inconveniente mayor, su sostenibilidad a largo plazo, con el actual horizonte demográfico, cada vez más difícil sin que el sionismo pierda totalmente su alma y sus valores humanistas y democráticos. Esta es una larga partida, en la que Obama ha conseguido algo tan importante como que se desplacen las líneas y empiecen a cambiar las ideas recibidas. Pero siendo larga, Obama necesitará obtener resultados muy pronto si no quiere que descarrile toda su apertura al mundo árabe y musulmán.



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14 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cosas en común

Hilda Molina y yo compartimos un par de raros ?privilegios?: ambas fuimos aludidas en el prólogo del libro Fidel, Bolivia y algo más y a las dos se nos negó -en varias ocasiones- el permiso para salir de Cuba. En el caso de ella, las autoridades migratorias justificaban la negativa con su pasado como científica. Hacían correr el rumor de que conservaba información clasificada, que no debía saberse fuera de nuestras fronteras. Muchos sospechábamos, sin embargo, que ese no era el verdadero motivo para mantenerla aquí, sino el capricho de un hombre que exigía su reclusión forzada. Mi ?crimen? está ubicado en el futuro, en esa porción del mañana donde ni el conocido prologuista ni las limitaciones para salir de la Isla existirán ya. Mi retención no parte de lo que hice, sino de lo que podría hacer; la ?culpa? recae sobre esa ciudadana que todavía no soy pero que se está incubando en este blog. De todas formas, el castigo ha sido el mismo para ambas, porque un sistema basado en los límites, los controles y las clausuras, sólo sabe penalizar con el encierro. Para Hilda esa sanción acaba de terminar; aunque un reo nunca vuelve a dormir tranquilo ante el temor de retornar a la celda. Estoy feliz por su familia y por ella, pero afligida por la existencia de esos que deciden quién sale y quién entra de Cuba. Me da pena que la reunificación de alguien con los suyos, dependa de una larga negociación entre partidos, gobiernos, presidentes.  Veo a una mujer envejecida que finalmente podrá conocer a sus nietos y a la que nadie resarcirá por tantos años de soledad y angustia. Sólo me queda sugerirle que no almacene resentimiento contra sus carceleros, pues ellos están presos hoy de su poder, su miedo y la inevitable cercanía de su final.



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14 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Otra generación que aguarda

Tengo treinta y tres años y dos canas. Llevo al menos la mitad de la vida deseando un cambio en mi Isla. En el verano de 1990, me asomaba a las persianas de mi casa en Lealtad esquina a Lagunas, cuando el griterío de la gente me hacía pensar en una revuelta. Desde allí vi pasar las balsas cargadas en hombros hacia el mar y percibí los camiones de policías que controlaban la inconformidad. Las caras ansiosas de mis familiares presagiaban que pronto la situación evolucionaría, pero en lugar de eso los problemas se hicieron crónicos y las soluciones se postergaron. Después vino mi hijo, entre apagones y frases de ?no te desesperes?, comprendí que sólo iba a ocurrir lo que pudiéramos provocar nosotros mismos. Este junio ha empezado muy parecido al de aquellos oscuros años del Período Especial. Desasosiego, cortes eléctricos en algunos barrios y una sensación generalizada de que vamos cuesta abajo. Ya no soy aquella adolescente temerosa y pasiva, cuyos padres le dijeron tantas veces ?Acuéstate, Yoani, hoy no tenemos nada que comer?. No estoy dispuesta a aceptar otra etapa de consignas y platos vacíos, de ciudad detenida por falta de combustible y líderes empecinados con sus refrigeradores llenos. Tampoco pienso irme a ningún lado, así que el mar no será en mi caso la solución para este nuevo ciclo de calamidades que comienza. La simiente intranquila de Teo pronto fecundará a una mujer, para dar paso a otra generación que aguarda. Me resisto a creer que serán adultos mirando por la ventana a la espera de que algo ocurra; cubanos llenos de sueños postergados.



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13 de junio de 2009
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El Boomeran(g)
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