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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El escritor y su comunidad (4)

A veces creo que algunos narradores compraron de lo más encantados el buzón que les vendieron los poderes establecidos, y en consecuencia están convencidos de no formar parte de su comunidad (un ostracismo voluntario, que los enorgullece) sino de una elite –un grupo selecto de iluminados, que habita en un plano de la existencia distinto del común de los mortales.

         Lo más triste es que, aun cuando en algunos casos es verdad que no viven ni registran la realidad igual que el resto, se debe a un hecho que ni siquiera es mérito propio: la educación que han obtenido, una gracia que en buena medida le deben a sus padres… y por extensión a la comunidad de la que tanto les gusta renegar.

         Lo que singularizó a los escritores en sus comunidades originales fue el hecho de que aplicaran su sensibilidad y su facilidad para la expresión a la tarea de dar forma artística a las cosas que todos sentimos, o intuimos, o padecemos, o soñamos, aun cuando nos cueste manifestarlas. Desde el comienzo de los tiempos, los narradores verbalizaron pensamientos y emociones (las dos cosas al unísono, por definición: el pensamiento puro es materia de la filosofía, no de la literatura) del modo en que, en el dominio de lo ideal, habríamos querido plasmarlos; gente que transformaba la revelación esquiva y la verdad que había parecido enigma y la experiencia profunda en un personaje, o en una acción, o en una frase elegante, que daban la sensación de haber estado siempre allí –de surgir de un manantial por completo natural, aun cuando fuesen obra del más brillante artificio.

         En estos tiempos, algunos narradores usan su sapiencia y su habilidad sólo para diferenciarse de la masa y sacar carné de pertenencia a un club de personalidades; para pasar por inteligentes, a pesar de que sus libros podrían ser empleados para probar lo contrario (el pez por la letra muere); y para colaborar con los poderes establecidos (cosa que la mayoría hace sin siquiera darse cuenta, lo cual podría ser etiquetado Prueba No. 2 en el juicio a sus escasas luces) en la tarea de alienar una forma artística inmejorable de sus recipientes históricos: esto es, la multitud de lectores que en un tiempo coincidió casi con la cantidad de ciudadanos y que en el futuro deberíamos (tomen nota de la primera del plural: sí, los escritores también tenemos responsabilidad en el asunto) elevar por encima de esa marca histórica.

 

(Continuará.)



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Padres

Padres e hijos. Fuente: bbtmagazine Hace algunos meses escribí este texto para "Babelia". Sin embargo, múltiples razones -entre viajes, mudanzas y una breve enfermedad- que también me alejaron del blog, no me permitieron enviarle el texto al suplemento español. Hace unas semanas, finalmente, lo envié y este sábado 12 de setiembre apareció en la sección "Crónicas de América Latina". Las cosas, felizmente, han mejorado un poco desde entonces: Mi padre ya no está en el hospital, sino en casa. Aunque sigue la recuperación y está visiblemente debilitado, ya no está postrado en la cama y al parecer se rehabilita más rápido de lo que pensábamos durante los meses de temor que estuvo en el Hospital. Sin embargo, los sentimientos por mi padre y por mis "padres" literarios no han cambiado y por eso el texto mantiene su vigencia. Se los dejo aquí:PADRESMi padre está internado. Duerme. Ha tenido una isquemia cerebral y luego le han detectado un cáncer al colon que tuvieron que operar dos veces. Está internado en el Hospital del Empleado porque eso es lo que ha sido toda su vida, un empleado. Durante el evento Bogotá 39 nos preguntaron frecuentemente sobre nuestra relación con los autores del boom narrativo, nuestros padres literarios. Lo que opino de ellos es lo mismo que opino sobre mi padre: los admiro aunque sostuvieron ideas, escribieron libros y tuvieron preocupaciones que no comparto y que siento completamente ajenas e incluso envejecidas. Veo a mi padre vulnerable en esa cama de hospital y pienso en su vida. Y ahora que soy también padre no puedo dejar de pensar en lo complicado que debe haber sido para él, como ahora para mí, no sólo pagar cuentas sino compartir conmigo el amor, la educación, la enseñanza, el tiempo libre. Pienso en lo complicado que debe haber sido, también, escritor latinoamericano en una época en que ese artefacto no existía en el mundo. Mi padre me dejó una enseñanza de perseverancia; mis padres literarios también. ¿Qué me ha heredado mi padre? ¿Qué he heredado de los autores del boom? No un camino para transitar ni una alta vara de excelencia que debe ser superada, como podrían pensar algunos, sino la evidencia de que los compromisos se deben asumir, las batallas se deben pelear y que nada es fácil nunca, para nadie, en ninguna época, en ninguna parte. Antes de la enfermedad de mi padre, por coincidencia -aunque las coincidencias no existen- estuve leyendo libros sobre padres e hijos. El de Martin Amis y su padre, el de Philip Roth y su padre, el de Hanif Kureishi y su padre. También leí hace poco, por segunda vez, El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince. A diferencia de los libros de Amis, de Kureishi o de Roth, en el de Abad no parece haber un arreglo de cuentas sino, al contrario, rendida admiración por aquel padre que le enseñó que la felicidad y el amor son no sólo ingredientes para una receta familiar sino una medicina social y preventiva contra la violencia. Sin embargo, incluso en ese relato tan entrañable de amor filial ocurre el parricidio inevitable: el hijo debe esperar la muerte del padre para entrar en su propia vida. Antes del asesinato del padre, el narrador se presenta como un joven fallido, incapaz de domesticar la velocidad de un auto o su propia vida de padre joven sin trabajo. Luego de la muerte y del exilio, el retorno a Colombia lo convierte en el escritor extraordinario que ahora es y que su padre supo prever.El cuento más hermoso, más justo, que he leído sobre la relación padres e hijos es uno de Julio Ramón Ribeyro llamado Las botellas y los hombres. En él, un padre que abandonó a su hijo de pequeño va a buscarlo a su trabajo cuando éste es mayor. El hijo es ahora un joven casi adulto, dedicado a enseñar tenis en un club donde empezó como recogedor de pelotas extraviadas. A pesar de que aún guarda rencor por el padre ausente, y siente asco y lástima por las fachas de alcohólico y vagabundo del padre, decide invitarlo a beber unas copas con sus amigos y luego prestarle un poco de dinero. ¿Por qué lo llevó a ese bar? Quizá tenía la secreta intención de ver cómo su padre lo admiraba y lo necesitaba. Quizá sólo quería recuperar a su padre. Sin embargo, el hombre menoscabado que se le acercó tras las rejas del club una vez dentro del bar y movido por el alcohol asume su verdadera personalidad, aquella que la alejó de su familia. Ahora es un hombre agresivo, ingenioso, parlanchín, seguro de sí mismo, machista. Y en el colmo de su cinismo, olvidando que está siendo invitado por aquel hijo educado por la mujer que él abandonó, se atrevió incluso a ofender a la madre del muchacho. Eso colmó el vaso y los resentimientos salieron a flote. Luego de una discusión, decidieron terminar la pelea a golpes. Los dos caminan hacia un callejón detrás del bar, en silencio. Se internan en la oscuridad, se distancian, se quitan los sacos y muestran los puños. Ahí tenemos la imagen simbólica fotografiada: padre e hijo a punto de representar con los puños aquella pelea antiquísima, la pelea tribal por el poder. Sin embargo, el padre está tan borracho que ante el primer golpe tropieza y cae. No se levanta más. El hijo entonces hace algo admirable por su complejidad, por su dramatismo, por su capacidad de resumirlo todo en un gesto: al ver a su padre vencido finalmente, se saca un anillo de rubí y se lo pone en el dedo. Y para evitar que se lo roben, para cuidar la joya y cuidar a su padre, le da vuelta a la piedra.Mi padre ha despertado, me mira con ojos húmedos e intenta hablar. Es el dolor de la enfermedad y, al mismo tiempo, está conmovido de verme al pie de su cama. Ambos sabemos que hemos peleado nuestras batallas muchas veces en aquel callejón oscuro y muchas veces ha sido él quien ha debido levantarme, aunque también he tenido mis triunfos. Discutir con mi padre o leer a los autores del boom con el rabillo del ojo, da lo mismo, son cosas normales, cosas de botellas y hombres diría Ribeyro. Pero ahora es diferente. Mi padre respira agitado, tiene miedo de morir. Entiende que ahora soy yo el que lo cuida, como antes era él quien velaba mi sueño de niño enfermizo. Los dos lo hemos comprendido. Sonríe y le sonrío. Es como dar vuelta a un anillo para esconder un rubí. O como leer a los 40 años una novela de Vargas Llosa, de Carlos Fuentes, de García Márquez o de Julio Cortázar con una nueva mirada. La mirada de la distancia, pero también del agradecimiento.



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Oswaldo Reynoso Superstar

Oswaldo Reynoso en Buenos Aires. Fuente: eternacadencia Nuestro crédito nacional, Oswaldo Reynoso, se encuentra en Argentina para la presentación de su novela -reeditada en la editorial argentina El Andariego- En Octubre no hay milagros e invitado por el Centro Cultural de España en Buenos Aires, que contó con la participación de Washington Cucurto -si se quiere, el descrubridor de Reynoso en Argentina cuando publicó un cuento de "Los inocentes" en Eloísa Cartonera sin saber si quiera si el autor estaba vivo- y la proyección de un corto. Me alegra de que, a pesar de que Oswaldo siempre declaró que no le interesaba la internacionalización ni que lo leyesen en otros países pues él escribía solo para peruano, haya aceptado este BookTour y empiece a abrirse una puerta extranjera de reconocimiento a su obra. ¿Ves? La internacionalización no muerde, Oswaldo. Ojalá pronto otras obras suyas (como los cuentos de Los inocentes o la novela Los eunucos inmortales) empiecen a aparecer para otros lectores. Gracias a Diego Trelles me entero de que en el blog de la librería "Eterna Cadencia" le hacen una entrevista titulada: "No soy un escritor, soy un creador" en la que se despega de las creencias de su pares de "Narración" y declara que una novela no es un documento sino una "obra de arte". Bien. Les dejo algunas preguntas:La novela es del ?65. Salvo unas pocas menciones ?la guerra de Vietnam, la Revolución Cuba?, no parece haber intenciones de situarla en una época.Yo creo que ha habido una distorsión en la apreciación de la literatura peruana. No sé si en otros países se da esta distorsión. Los estudios que hacen los norteamericanos, los europeos y algunos críticos de mi país hacen más que todo es un enfoque sociológico. Entonces toman la novela como un testimonio de lo social. ¡Pero el escritor no ha escrito un ensayo! Ha escrito una novela y la novela es una obra de arte. Y sobre la concepción artística, estética del autor no dicen nada. Lo que les interesa es ver si refleja o no la realidad y como esta mirada sociológica. Me parece un error. En América Latina y en Perú se escriben buenas novelas, buenos cuentos. Pero eso se deja de lado. Con esta novela he comprobado esto porque sigue leyéndose a pesar de que se habla de otra etapa. Sin embargo hay determinados valores que subsisten. No leemos a Proust ni leemos a Dostoievski por la situación socioeconómica de Francia o de Rusia: leemos porque son grandes novelistas. Yo creo que esa óptica debe haber en la crítica, en la percepción de la obra narrativa. En mi primer libro, Los inocentes, los personajes transitan por cantinas que tienen rockolas, se visten a lo James Dean, tienen un lenguaje de esa época ?lo que se llama lenguaje popular peruano?. Sin embargo es un libro que sigue leyéndose y sigue teniendo buena apreciación de parte de los jóvenes, porque en cada uno de los personajes hay una posición interna que, a pesar de la época, conmueve al lector joven.¿Miguel ?uno de los protagonistas? lo atraviesa la literatura de Dostoievski?Es posible. Hay aspectos que me doy cuenta después de escribir, porque yo soy un sonámbulo cuando escribo. Porque no soy un escritor: soy un creador. La diferencia que establezco es que el escritor domina su forma expresiva escrita, inteligente, que puede escribir ensayo, poesía, cuento, puede escribir teatro, crónica periodística, pero no hace arte. El creador es aquel que tiene una pulsación interna y eso lo expresa a través del arte. Para mí la literatura es arte. Creo que Octavio Paz decía que un hombre inteligente y culto puede escribir un buen poema, pero no es poeta. Entonces yo hago esa diferenciación entre escritor y creador. Y yo me considero un creador.Hay un momento en que el narrador habla con el lector. Le dice ?nunca fuiste dueño de nada, la Iglesia te usa, los militares te usan??Eso para muchos críticos fue algo que desmerecía la novela, dentro de los patrones que hay de la novela. Y yo dije que no, que lo había escrito porque lo sentía. Y actualmente la novela moderna ha roto todos esos patrones. En mi libro Los inocentes, el último relato, el autor se dirige a uno de los personajes. El autor: el que está escribiendo el libro habla con uno de los personajes.Luego de la edición del ?65, ¿volvió a leerlo, lo corrigió?Nada. Ni una sola línea. No me interesó porque ya está hecho. Una vez que se publica ya no. El reformar y sacar otro libro me parece que es una trampa al lector. Y de este libro hay muchas ediciones. Ya he perdido la cuenta de las ediciones y de las ediciones piratas, y en este momento es uno de los libros que se leen en secundaria y en la Universidad. Este y Los inocentes. Con frecuencia me invitan a que yo hable con los estudiantes. Estas reuniones con los estudiantes son muy interesantes.¿Cómo tomó la Revolución Cubana?Me pareció que fue una gran revolución.¿Hoy sigue pensando lo mismo?No conozco mucho, pero si ha resistido tantos años? Pero yo nunca he hecho turismo político. Por eso nunca he ido a Cuba.Pero fue a China.Si fui a China no fue por turismo, sino fui a trabajar cuando me quedé sin trabajo en Perú. Y China me ofreció trabajo. Ahora, yo nunca he tenido una afiliación política, nunca he pertenecido a un partido político. Me parece que un partido político tiene sus planes y sus objetivos, y un escritor no puede someterse a eso, lo que no quiere decir que no tenga una ideología de izquierda. Pero eso lo vi claramente: cuando Stalin propone una reforma en el campo, Neruda escribe una oda a esta reforma, pasan tres años, la reforma fue un fracaso, y la oda de Neruda se fue al tacho.¿Qué piensa de Mariátegui?¡Ahhhh! Ahora no hay personas tanto de izquierda como de derecha que no recurran a Mariátegui. El dice ?la revolución en América no puede ser calco, tiene que ser creación?. Y en literatura él tiene un juicio muy interesante: dice que hay que distinguir entre cosmopolitismo y universalidad. Hay escritores cosmopolitas que siguen las normas, los patrones de los centros de cultura, ya sean europeos o norteamericanos. Los autores universales son aquellos que aplican lo que dijo Chejov: pinta bien a tu aldea y estarás hablando al universo. Un escritor debe penetrar en lo que todos los seres humanos, en cualquier parte de la tierra, tienen la misma raíz. Eso lo ve Mariátegui.



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bluetooth: decir sin palabras

Click here to view the embedded video. Estaban a tres metros uno del otro y orientaron sus móviles -como dos cowboy en mitad de un duelo- para lanzarse el video clip ?Decadencia? y las últimas fotos de Carlos Lage. La información viajó por el aire y se almacenó en la memoria de cada artilugio telefónico. No quedaron rastros del envío, ni siquiera los que estaban alrededor se dieron cuenta que casi cincuenta megabytes habían cruzado el parque en unos breves minutos. Cuando la noche avanzó, le pasaron los ?materiales? a una docena de amigos, que al otro día los transfirieron a otros cincuenta. La tecnología bluetooth es la pesadilla de los censores. Libros prohibidos en formato pdf, canciones que nunca se escuchan en la radio, blogs bloqueados hacia el interior de la Isla y todo tipo de noticias ausentes de los medios oficiales se trasmiten a través de estas radiofrecuencias. En la capital, es un fenómeno que va en aumento, especialmente entre los más jóvenes. Incluso hay quienes portan un teléfono celular que sólo usan como medio para almacenar e intercambiar fotos, música y videos, al no poder costear los altos precios del servicio móvil. Lo intangible se abre paso en esta sociedad donde imprimir y distribuir una publicación podría llevarnos a la cárcel bajo el delito de ?propaganda enemiga?. Numerosos periódicos, exclusivamente virtuales, están viendo la luz, mientras una cultura de lo digital deja fuera del juego a quienes piensan que las revoluciones se hacen sólo con armas y con discursos. Para ellos, estas ondas omnidireccionales son puro juego de muchachos. Es mejor que así lo crean. Cuando se den cuenta de su importancia, lo inalámbrico habrá logrado reconectar todas esas hebras que ?sistemáticamente- han sido cortadas entre nosotros los ciudadanos.



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un lector nada común

 

 

 

No somos responsables de nuestros lectores, si acaso los tuviéramos. No lo somos ni los que escribimos "ligerezas" en periódicos o blogs, ni lo son los que se toman el oficio mucho más profesional y seriamente. El otro día pensaba en lo incontrolado y democrático que son los lectores. Lectores pueden ser quiénes quieran, incluso no hace falta leer muy bien. Ni haber leído. Mucho menos importa la "calidad" de lo leído. No lector puede ser cualquiera que lea aunque sea rudimentariamente. Y eso es un negocio importante para muchos editores, libreros y escritores.

Hay lectores de todo tipo, toda condición, cultura, incultura, estupidez, fanatismo, credulidad o escepticismo. Hay lectores reales, imaginarios, mediáticos, secretos, voluntarios, pertinaces, involuntarios y accidentales. Vicente Verdú, y su libro magnífico, lúcido y con muchos menos lectores de los que se merece, ha encontrado un lector que, seguramente, no esperaba. Su ensayo, "El capitalismo funeral"- publicado por Anagrama hace unos meses, y cada día más vigente- tiene uno de esos lectores que pueden hundir un país, un continente, una televisión, un periódico, una familia o un libro con sus intenciones omnívoras de poder, fama, publicidad y otras "virtudes" que le permitan mantenerse en el poder.  Hablo del presidente Hugo Chavez. Ese político que habla, visita a Castro, cita la Biblia, canta en su televisión y domina parte del petróleo mundial. Su nueva- "vieja"- manera de entender América, las relaciones internacionales, la democracia, la cultura, la música, el socialismo o el capitalismo y la lectura le llevan a ser un comprador del libro de Verdú. El azar hizo que se tropezara con ese título que le pareció escrito para él. Hubo un tiempo que escritores españoles- no se excluye un Premio Nóbel- escribían al servicio de dictadores americanos.

Ojalá el libro de Verdú que de manera accidental cayó en sus manos sirva para encontrar un nuevo lector.

 No espero nada bueno. Se que nunca es tarde pero recuerdo otros famosos lectores y la nula influencia que recibieron de sus supuestas lecturas. Soy un lector descreído aunque mantengo fe en la lectura. Si de verdad Chavez se toma en serio esa lectura le podría ocurrir lo mismo que a la reina inglesa en esa obra cautivadora e inteligente de Alan Bennet, "Una lectora poco común". En ella la lectura genera un cambio fundamental. Observaremos los cambios en tono, estilo y pensamiento de Chavez. Lo dudo.

Recuerdo las lecturas de José María Aznar. Entre sus poetas estaba Luis García Montero. Entre sus narradores Julio Llamazares. Y como escritor de cabecera citaba al imprescindible Josep Plá. ¿De qué sirvieron esas lecturas? ¿Los leyó de verdad? ¿Acaso se puede leer y no enterarse de nada?  



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los personajes de la novela (I)

Escribir una novela, decíamos, consiste en un largo proceso de maduración de una idea arborescente que emerge ante nosotros de manera nunca exacta ni, mucho menos, nítida. Vamos descubriendo lo que queremos contar a medida que avanzamos por sus primeras páginas, así como vamos viendo a los personajes y sus vidas, que toman impulso un poco a contracorriente del planteamiento inicial. Dicen los novelistas que sus personajes “hacen lo que quieren”, que “cobran vida”, que “se portan de una manera distinta” a la que el creador pensó en principio. Esa insubordinación de los personajes suena a oídos extraños como una extravagancia o una coquetería del escritor y aunque en  rigor nunca es así, entiendo a mis amigos novelistas cuando dicen estas cosas. Y es que no veo posible que los personajes de una historia que nos va tomando uno, dos, tres o más años de lenta gestación no terminen por acumular a través de las mínimas acciones que realizan página a página una trayectoria ligeramente desviada de su diseño original. Ese desvío puede ser total si el novelista no ha tomado las precauciones debidas y antes de escribir la novela no ha dibujado las características del personaje, en cuyo caso puede que la novela tampoco marche bien; o puede ser un desvío mínimo si se han trabajo previamente las características de los personajes. Y ese mínimo desvío, esa insubordinación en las actitudes de los personajes, esas pequeñas sorpresas o contradicciones, son parte esencial de un buen carácter.  El escritor entonces tiene que saber cuándo vuelve a la idea original y cuándo deja un poco suelta la soga para observar los detalles novedosos de su personaje. Al fin y al cabo, decíamos, una novela no es una invención: es un descubrimiento.



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14 de septiembre de 2009
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Diario de rodaje. 1 Piezas sueltas

El primer día de rodaje se rodó la primera secuencia de ‘El dios de madera', una casualidad que no es habitual en la confección de las películas, cuyo orden sigue generalmente la conveniencia de los decorados, el cambio de los climas o la agenda de los actores.      El director de ‘El dios de madera' sólo tiene la experiencia de un film anterior, ‘Sagitario', y, por el contrario, la de nueve o diez novelas publicadas hasta la fecha, todas llevadas a cabo según un mismo método, para este escritor inevitable: empezar su libro por las primeras líneas del relato y no abandonar en ninguna instancia y bajo ningún concepto esa continuidad narrativa; el avance lo marca lo precedente, y los desarrollos y el final no están nunca en su cabeza ni tienen la menor premeditación. La novela llegará hasta donde le lleve su invención, partiendo de un esquema o idea primordial que las más de las veces están limitadas a una imagen, una figura esbozada o un motivo de arranque.

     Todo lo contrario sucede en el cine, y es una de las peculiaridades del medio que seduce al escritor VMF. El -llamémoslo así- ‘libro' de ‘El dios de madera' estaba, después de cuatro o cinco versiones (que aún van admitiendo cambios, supresiones o añadidos durante el rodaje), totalmente acabado cuando la película empezó la semana pasada a filmarse, y lo que se va ‘escribiendo' con la cámara cada día es una pieza suelta de dicho programa o guía verbal; ésa y las siguientes piezas, todas previstas en el conjunto, quedarán almacenadas hasta la fecha en que, terminado el proceso de acumulación de tomas, el director las tendrá a su disposición en la soledad compartida de una máquina prometedoramente llamada AVID. Él, con la esencial colaboración de su montadora, dedicará seis o siete semanas (un poco más de tiempo que la propia captación de las imágenes) a recomponer la trama preconcebida, aunque, naturalmente, beneficiándose de todo aquello que el guión no tenía: caras, cuerpos, encuadres, actos, gestos, segundos y terceros términos. Y también voz grabada en directo, a la que, más adelante todavía, un compositor (Luis Ivars, el mismo de ‘Sagitario') añadirá músicas.  

    Palabras, frases entrecortadas o largas, párrafos ya enunciados pero no entendidos por nadie ajeno al rodaje, ni siquiera oídos. Empieza ya a llegar, como adelanto de lo realizado en los ocho días de trabajo que llevamos, muestras de ese vocabulario cinemático, y algunas llegan repetidas, con ligeras variantes respecto a las que no hay que decidir todavía.

    El montaje les dará el sentido. De momento son sólo trozos de un todo que un equipo de cine conoce al dedillo pero ninguno, ni siquiera el director, sabe en qué quedará.

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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El niño inédito

Todas las generaciones registran el consabido choque generacional pero desde principios del siglo XX el choque ha venido siendo más un corte entre dos mundos distintos. Si la Primera Guerra Mundial enterró una época, la segunda Guerra Mundial inauguró otra. El enfrentamiento generacional se hallaba latente en vísperas de las dos conflagraciones pero, como se manifestó con el 68, la batalla callejera estalla unos años después de la contienda bélica. Los casos de las actuales violencias juveniles aquí y allá, prácticamente todos los fines de semana, son burbujas de un hervor que va notificando sobre el paso del mundo establecido, especialmente rígido y pesado, en una cosmología plástica y ligera. 

Las incomunicaciones entre padres e hijos son inherentes a sus respectivos papeles y el anhelo de dialogar, entenderse y vivir en feliz concilio una constante del siglo XX. De hecho, un anhelo nunca alcanzado pero hasta los años sesenta disimulado bajo el pomposo imperio de la autoridad. Esto en el espacio familiar pero lo mismo puede aplicarse a las relaciones entre profesores y alumnos y entre políticos y ciudadanos, entre policías y peatones.

 Que los chicos del gran altercado de Pozuelo llamen chulos a los policías tal como lo harían con un colega del mismo rango se corresponde con la amplia renuncia de casi todos los actuales padres a dar órdenes, siempre bajo el temor a ser descalificados como tipos ridículos, y equiparados a los odiosos policías. A aquella figura de la policía a la que probablemente combatieron o despreciaron los mismos padres en su juventud.

Padres policías fueron con orgullo aquellos hombres de la Guerra, ahora abuelos, que creyeron en la disciplina, la porra y el castigo como instrumentos de educación. Padres, maestros, potencias militares utilizaron la fuerza para vencer sin importarles no convencer. Partidarios todos ellos de ejercer la violencia tanto como un modo de ganar territorios como de ganar conciencias. Se trataba además de una legítima -cuando no santa- violencia en casa o en la escuela como el recurso eficiente para hacer entender el concepto mediante el dolor. La Iglesia, por ejemplo y  la religión católica en  particular, hallaba en la penitencia la suprema manera de purificar la conciencia y no sólo mediante el sentimiento de atrición sino con motivo de la misma contrición que casi cada tortura provoca a través del síndrome de Estocolmo.

En suma, mandar y pegar, vigilar y castigar, componían un sistema de vigas que sostenían el mundo sólido, ordenado y jerarquizado burgués, herencia del absolutismo y el dogmatismo real o papal, después trasladado a la esfera privada o doméstica. Todo esto se encuentra ahora en escombros y por razones mismas de su arquitectura. No son precisas tantos pilares y contrafuertes para sostener hoy una sociedad que en vez de ser el edificio lurdo y rígido de hace más de medio siglo es una composición elástica y hasta líquida como ha repetido insaciablemente Bauman. Una masa líquida requiere de presas y conducciones para ser productiva y no perderse entre las olas del mar pero una cosa son esta clase de obras hidráulicas que por definición tienen en cuenta la naturaleza y dirección de las aguas y otra son aquellas que toman la materia prima como un producto sin proyecto interior, tan joven que no debe de poseer orientación propia, cultura propia y propia composición. Del desdén del carácter propio de la materia prima se llega a las construcciones más aberrantes, de la insensibilidad respecto a las características propias de los materiales se llega a la erección de los mayores adefesios. Edificios, además, donde aparecen grietas, se presentan fugas, corrimientos de tierras o goteras y, al cabo, se desploman o se convierten en ruinas.

Educar hoy exige indefectiblemente tomar al niño o al adolescente como un material tan nuevo como especial y sofisticado. Ningún niño o adolescente es el niño o adolescente que se lee en los libros de ayer. En primer lugar porque ni siquiera los libros de hoy  son su lugar y, en segundo término, pero primero en importancia es que su grado de complejidad infantil y adolescente es completamente inédito en la historia de la Humanidad.

(Continuará) 



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14 de septiembre de 2009
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En el espejo de las grandes ciudades

La verdad es que desde niños nos sentimos algo reticentes a aceptar aquello de que "la cara es el espejo del alma". Conocíamos demasiadas niñas con unas trenzas de suave hilo dorado, mirada ensoñada y boca de mandarina que, cómo olvidarlo, eran unas impresentables cerdas insolidarias que no nos hicieron el menor caso. Materialistas ruines sin órgano para la lírica. En fin, que la cara podía esconder abismos de abyección capitalista.

    En cambio estoy persuadido de que todos los lectores coincidirán conmigo en que la ciudad es el espejo de su clase dirigente. Cuando uno se pasea por París no es preciso que le digan que todos los políticos franceses tienen estudios superiores. Si pasea por Londres sabe que ni uno sólo de los munícipes ignora el monólogo de Hamlet. Y si pasea por Berlín tiene el convencimiento de que el ayuntamiento en pleno lee cada noche varios capítulos de "La crítica del juicio". Analógicamente, también sabemos que basta con dar dos pasos por Nápoles para ver a Berlusconi en pijama con una señora de labios abultados bajando por Via Toledo, vaya pareja, y que en Estambul los munícipes se meten el dedo en la nariz y eructan cuando les preguntas una dirección.

    Ayer hube de bajar a la zona histórica de Barcelona. Todavía hay quien cree que la nuestra es la ciudad razonable, aseadita, un poco cursi, pero muy confortable que inventaron Bohigas, Maragall, Serra y otros municipales con carrera universitaria. La actual es mucho mejor. Sólo admite comparación con la salida de un partido de fútbol entre rivales ingleses. Divinas Ramblas tan parecidas a un botellón granadino, pero con mil razas y religiones compitiendo por ver quien vomita más lejos. ¡Qué alianza de civilizaciones!

    Se ha armado un gran barullo porque "El País" publicó unas fotos en las que se veía a numerosas personas fornicando (a tergo) por las Ramblas, hembras y machos. Son escenas tan usuales que uno se pregunta la razón del escándalo. Sólo cabe una explicación. Los del Ayuntamiento han reconocido a uno de los clientes. Y era horario de despacho.

 

Artículo publicado el sábado 5 de septiembre de 2009.

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14 de septiembre de 2009
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“No pasarán”

Una persona amiga que se encontraba paseando por la bahía de Vladivostok entabló conversación con un hombre anciano que se entretenía pescando, quién al enterarse de que su interlocutor residía en España, exclamó con un gesto a la vez melancólico y decidido: "No pasarán".

En 1936, en la Vokzalnaya ploshade,  plaza de Vladivostok  que recibe su nombre de la estación término del ferrocarril transiberiano en ella ubicada, hubo una gran manifestación en apoyo de la República Española amenazada (entonces sólo amenazada) por el mal, una de las modalidades de eso que sólo los hombres son capaces de generar (pues el resto de los animales escapa a la polaridad misma bien-mal), y que en este caso tomaba la forma de intentar erigir un sistema político cuya máxima subjetiva de acción era desde el comienzo el abuso del débil (asunto en el cual el proyecto que anima a los insurrectos españoles está en las antípodas del proyecto que da pie a  la Revolución de Octubre, por lo que resulta una ofensa que se homologue -como a veces impúdicamente se hace- la tragedia en la que desemboca la aventura de los soviets con la inmundicia que desde la raíz misma suponen los regímenes dictatoriales erigidos como reacción a la misma).

En esa misma plaza de la estación trans-siberiana se dirigió en 1920 a los obreros de Vladivostok el héroe popular de la guerra civil rusa Sergei Lazo, llamando a no entregar ese terruño oriental de Rusia que efectivamente, como había previsto, vendría a ser su tumba.Y cuando Vladivostok fue en 1922 liberado de los Guardias Blancos por el ejército popular, fue también en esta plaza dónde se celebró la victoria.

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14 de septiembre de 2009
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