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J’ai regardé la France

Sabido es que en  el museo del Hermitage hay una apabullante colección de pintura francesa que cubre varios siglos. En el tercer piso concretamente las colecciones  de S. I. Shchukin  con obras como "Les deux soeurs" de Picasso o -en las casi tres  salas dedicadas a Matisse- las esplendorosas "Danse" y "Musique" que, como decía, Shuchukin encargo al artista especialmente para los muros de su apartamento en Moscú. También allí Cezanne, Pisarro, Monet, Renoir, Rousseau, Gauguin, Signac, Fantin-Latour. Y otros incorporados al museo en los años cuarenta y cincuenta, como Léger o Duffy.

Las obras de estos artistas se muestran en el tercer piso del Hermitage, pero- por la coincidencia de una exposición temporal- se encontraban también cuadros  de  algunos de ellos en  pequeñas salas del segundo piso, casi como fuera de contexto, pues la pintura francesa de  este piso -desplegada un tanto caóticamente a lo largo de interminables muros- es la denominada clásica.

 Había  allí una enigmática  "maison blanche" de Van Gogh,  en cuyo título ruso se añadía  una referencia a la noche que hacía la pintura aun más inquietante. Y en el entorno de este pequeño cuadro, la Francia  de los paisajes fluviales, las barcazas llamadas "péniches", icono de profundo arraigo en una naturaleza y  una cultura, mas también de alguna oscura resistencia a la vida sedentaria; las fiestas populares en las riveras del río; las carnes esplendorosas de la mujer  "couchée" de Renoir; del mismo Renoir las dos muchachas "en fleur", volcadas sobre el piano y que la transparencia parece haber absorbido; las figuras serenamente tristes e irremediablemente exóticas de Gauguin, cuya mirada no se sustrajo nunca totalmente a la luz del Finisterre.

 Para los que tuvimos en Paris ( y por extensión en Francia) un lugar faro, estas pinturas francesas del Hermitage supone un distanciado encuentro con un mundo del que, aquí precisamente, se siente hasta que punto dejó en nuestra historia una huella profunda. La Francia que evoco tenía toda la densidad que tiene un ideal. "Francia" era significante de un  sentimiento que marcaba incluso a sus enemigos...marcaba precisamente con gran radicalidad a sus enemigos. El Hermitage, como tantas otras cosas que son referencia en San Petersburgo, llevan la huella del país que representaba una criatura que era necesario seguir amamantando, para que, aprovechando su configuración se forjara un nuevo ser.

Creo que hace muy poco citaba unas tremendas palabras de Marcel Proust,  " en este mundo,  en el que todo se gasta, todo perece, hay algo que cae en ruina, que se destruye aún más completamente, dejando  todavía menos vestigios que la belleza: es el dolor "  En Rusia cabe sentir que muere incluso el sentimiento de nostalgia por la fraternidad que pudo ser...

En todo caso  en la sala del Hermitage dónde  sobreviven (simplemente sobreviven) los colores, seres y paisajes de Van Gogh, Seurat, Gauguin, Monet...me sobrevino la frase de una no menos tremenda canción del pueblo francés,  que mi amigo Ferran Lobo nos invitaba a entonar en noches de emociones filosóficas " Monté sur la potence...J'ai regardé la France", esa Francia ya perdida para el alma de Mandrin.

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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Experimentados camaleones

Hasta mediados de la década de los ochenta, se les podía encontrar a todo lo largo del territorio nacional. Durante un cuarto de siglo, su presencia se impuso, eran agresivos y exhibicionistas. Parecían absolutamente convencidos. Optimistas impermeables a cualquier desánimo, tenían siempre a mano el argumento preciso para salirle al paso al derrotismo, al comentario tendencioso del ?enemigo?. Los caracterizaba una sonrisa arrogante como preludio a sus respuestas, un aire didáctico lleno de superioridad y una mirada entre despectiva y piadosa cuando prodigaban su claridad entre los confundidos. A veces se mostraban sorprendidos, asombrados de que existieran personas que no comprendieran que el futuro luminoso estaba a punto de llegar y de imponerse. Ahora algunos de ellos?como experimentados camaleones? se han metamorfoseado y estudian las reglas del marketing para aplicarlas en las empresas mixtas con capital extranjero donde ocupan cargos de gerentes. Tienen el olfato fino para oler los cambios inevitables que vendrán. Cuando se quedan a solas con alguien excluido y crítico ?como yo? nos palpan el hombro mientras nos dicen al oído ?estoy contigo?. De esa y otras maneras, los oportunistas creen que se reservan un lugar en el mañana, donde planean llevar la máscara que haga falta con tal de seguir beneficiándose. La trasmutación de esta especie, que depredaba a quienes tenían un pensamiento diferente, ha contribuido a un leve mejoramiento en el clima espiritual de la nación. Ante la paulatina desaparición de los inquisidores, los herejes van ganando confianza, lo que no significa que se hayan apagado las hogueras. Las instituciones represivas siguen intactas, la diferencia es que ahora están faltos de argumentos y solo puede esgrimirse el deseo de mantenerse en el poder, no ya como una clase social que pugna por reivindicar sus derechos, sino como una casta, un clan familiar que defiende sus intereses.



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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más sobre poderes duros y blandos

Estas siete horas de desfile todavía dan que pensar. Sin espectadores. Todo para la televisión. Para las cámaras que a vista de pájaro mejor recogen esas estampas fascinantes de una apoteosis irrepetible. Esas caligrafías sobre el cielo con unos fuegos artificiales perfectos. Esas tablas humanas colosales, que cambian de formas y colores. Esa estética asiática tan barroca e infantil. Esa verborrea de victorias y riquezas moderadas, ascensiones pacíficas y socialismos científicos. Pero sobre todo, la mecánica de los seres humanos perfectamente domesticados, que se mueven con mayor precisión que las máquinas, los helicópteros y los carros de combate.

Esos son nuestros socios, nuestros amigos, nuestro futuro. Leo hoy las palabras sensatas y admirativas de un excelente profesor de Economía español que estuvo invitado en la tribuna y sólo vio niños y cohetes. No percibió la perfección sublime, rayana en el horror, de la exhibición de poderío militar; el cuidado con que se escogió a los ejemplares del hormiguero para que participaran en tamaña exhibición; cómo se les agrupó por talla y tamaño para que se ahormaran a la perfección a los movimientos colectivos; cómo se les entrenó en una sincronización mecánica que funciona como los disparos de un resorte. Ese desfile era una cuestión interna. Querían que lo viéramos pero que nos hiciéramos los despistados. Sabemos de lo que son capaces, pero debemos seguir como si nada en el negocio con estos socios. A la vista de este desfile se hace mucho más difícil pensar que algún día el capitalismo chino pueda llegar a generar la libertad de los individuos y de las conciencias. Hu Jintao dejó bien claro en su discurso que no piensan cambiar en nada su sistema totalitario, pero sus palabras dicen mucho menos que las imágenes del desfile. (Pero regresemos a lo nuestro. Vamos ahora al poder blando, al otro extremo del arco, donde quizás también podemos encontrarnos con el horror. Sin exhibición, sin aparato militar, sin órdenes aparentes, nada hay más terrible que el poder que consigue con toda suavidad la sincronización de las mentes. Sin decir nada, sin gastar ni siquiera en órdenes. Con el sólo poder de la presencia y la mirada del Gran Hermano. Conseguir que los desfiles de Tian Anmen se produzcan en la obediencia a las propias ideas es lo más sofisticado del totalitarismo. Y esto no es, por supuesto, exclusiva comunista, ni mucho menos china. No distingue entre sistemas. Tampoco entre culturas y países. Lo conocemos de cerca. Y es todavía más difícil de explicar y comprender, porque no es fruto de órdenes explícitas sino de la sumisión voluntaria. Ahí está el juez que se avanza a los deseos del gobierno. El funcionario que sabe descubrir los intereses del ministro. El intelectual que adelanta los argumentos que interesan al partido o al ejecutivo. El espía que consigue las pruebas que necesita el presidente. El subordinado que piensa sistemáticamente como el jefe. La época de Bush nos ilustra muy bien sobre todas estas cosas: todo el aparato del Estado más poderoso del mundo, y detrás suyo de los gobiernos aliados, con sus medios de comunicación y sus intelectuales, desfilaron como en Tian Anmen cuando alguien dio los gritos de rigor para ponerse en marcha. Lo mismo sucede cuando se enfrentan corroídos por el odio dos hombres poderosos como el ex primer ministro Dominique de Villepin y el presidente francés Nicolas Sarkozy, cada uno de ellos aupado y ayudado por su corte de auxiliares, funcionarios, policías, espías, jueces, que se adelantaron a sus deseos e inquinas. No me conformo con el horror de Tian Anmen, pero tampoco me conformo con que horrores como los de Tian Anmen actúen como bellas e hipócritas coartadas. Mayor y más próximo es el horror cuando la cadena de sumisión del poder blando funciona en las sociedades aparentemente abiertas. Algo que suele ocurrir con alarmante frecuencia.) 



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5 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El oficio de editor

 

De manera difusa recuerdo cómo me llegó aquel libro, "Detalles", de Hans Magnus Enzensberger, el principio de una gran amistad. La colección se llamaba, se llama todavía, "Argumentos", y el editor, Jorge Herralde. La fidelidad, la relación con "Anagrama", continúa cuarenta años después. Sin duda una de las más duraderas de mi vida. Decía adiós a la adolescencia, sin despedirla del todo- de vez en cuando volvemos a ser aquél domesticado rebelde que un día fuimos- y nos marcó el nombre de una editorial que surgió de la peculiar mezcla de afrancesamiento vía gauche divine y curiosidad por las cosas que pasaban en ese bosque animado al otro lado de los pirineos. Un lugar en dónde nos hubiera gustado crecer. Un mundo que recorría Europa como el mapa de un fantasma provocador, pasaba por Manhattan, se fumaba un canuto en California, visitaba el exilio republicano en México, volvía a los humos en Tánger, se ponía zen en Oriente y miraba el atardecer en Estambul. Un mundo que era ancho y no queríamos que fuera ajeno. Nos hacían falta libros y fugas. Lecturas y escritores. Antes habían estado Carlos Barral, la tropa de Alfaguara y algunos otros dispersos refugios. Después llegaron los bárbaros ilustrados de Alianza, las editoriales del exilio sumadas a otras aventuras que terminaron desterrando nuestro  páramo cultural.

Celebramos que hace cuarenta años llegó Herralde y no mandó parar. A su lado, vecinos de vidas y lecturas, caminaban los Tusquets, ya festejados antes del verano. Jorge Herralde ha sido, sigue siendo, el más curioso, apasionado, olfativo y esencial de los editores, el puente con turbulencias que sirvió para nuestro cruce a la modernidad lectora. No era tarea fácil. Sobre todo si recordamos que todo comenzó en oscuros tiempos de censuras y moralidades. Aventurero de una selva que nunca fue fácil por la propia inestabilidad del sector editorial en español y por la ausencia de brújulas para saber movernos en lo que se escribía fuera de nuestro pequeño mundo. Herralde supo abrir camino, superó obstáculos a golpe de intuición, empeño, pasión lectora y suerte. Una suerte que siempre le pilló leyendo. En su ayuda vinieron "La conjura de los necios" y "La hoguera de las vanidades". Al lado de Patricia Highsmith y Nabokov.

Al lado la tribu española desde Javier Marías a Vila Matas, los americanos de Pitol a Bolaño. La sorpresa de Albert Cohen y el necesario Thomas Benhard. O Sharpe y Bukowski . Kapuscinski y Magris. Pombo y Chirbes. Tabucchi y Martin Amis. Barnes y McEwan. Monterroso y Monsivaís, Gubern o David Trueba. Parejas imposibles que nos siguen acompañando muertos tan vivos como Carver, jóvenes tan brillantes como Kiko Amat.

La editorial y su navegación, sigue viento en popa, con sus embarcos y desembarcos, sus novedades a bordo, las huidas a otras naves, sus viajeros y estables. Han pasado muchas tormentas, grandes y pequeños naufragios y estamos convencidos que Jorge Herralde- en compañía de Lali- seguirá siendo uno de esos deseados puertos dónde poder desembarcar con el placer asegurado de no hacer casi nada. Al menos nada mucho más importante que leer un libro del catálogo de Anagrama.

Cuando lo conocí, gracias a Joaquín Jordá y hace veinticinco años en un bar de la calle Huertas dónde cantaba un tal Gran Wyoming, me pareció un perfecto compañero para nocturnas charlas de letraheridos de tragos largos. Un amable caballero. Una atípica imagen de editor. Y también "poco español", como alguien definió a Jaime Salinas cuando llegó del exilio al mundo de "Alfaguara".  La imagen idealizada de uno de esos editores que leen muy bien y no escriben. Ha pasado el tiempo y ya no puedo decir lo mismo, creo que son ocho o nueve libros los que ha publicado, el editor/ escribidor Herralde, el mismo que mejoró nuestras lecturas. En fin, nadie es perfecto.

Vuelvo a recordar esa frase de uno de los suyos,  Giorgio Manganelli:

"Una persona moralmente irreprochable no escribe libros"

Tampoco hace falta que seamos irreprochables. Ni tan morales. Jorge, gracias por no serlo.



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4 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mujer argentina

Cuando era pequeño, mi madre solía despertarme con música. Su repertorio no era muy amplio: Sinatra, Al Jolson, la banda de sonido de Cabaret, Iva Zanicchi. Entre sus discos de vinilo, la única música argentina que usaba como despertador para animarse (y animarnos) el día eran las canciones de Mercedes Sosa. Tenía varios discos, pero el que más recuerdo era Mujeres argentinas, que recogía músicas de Ariel Ramírez y letras de Félix Luna sobre aquellas figuras que la historia local había relegado a un segundo lugar para privilegiar, en cambio, a los hombres que hasta entonces eran protagonistas excluyentes de los libros de texto. Esa música significó, pues, mi primer contacto con Juana Azurduy, con la maestra Rosarito Vera, con la poeta Alfonsina Storni. Y por supuesto, con la voz de Mercedes Sosa.

Ese timbre (profundo y simple, que antes que virtuosismo transmitía autoridad) se me quedó grabado en el alma. Hubo tiempos en que mi predilección por ella se tornó inquietante: aquellos en que se hablaba de la Negra Sosa tan sólo en susurros, o mentándola como "esa comunista". Pero por fortuna volvió con la democracia, como un ventarrón. Debo haberme pasado una enorme cantidad de horas escuchando el disco doble de aquellos conciertos en vivo, donde la acompañaron León Gieco, Charly García y tanta gente más. Esa música funcionaba como un bálsamo, aceite tibio sobre los músculos amoratados por tanto golpe y tanta intolerancia. 

Su muerte me produce una sensación agridulce. Siento pena por su ausencia, pero tengo claro que su vozarrón seguirá resonando entre nosotros, quizás más que nunca. Mi amiga Isabel de Sebastián (otra cantante notable) me contó hace algún tiempo que existen teorías que sostienen que la música no sólo impacta sobre nuestro cerebro, sino también en el nivel molecular. No sé si esta hipótesis podrá ser probada alguna vez por métodos científicos, pero al menos tiene la verdad de la poesía. Yo tengo claro que la voz de Mercedes Sosa me construyó desde la más tierna infancia; y que por eso mismo, aun en la ausencia de la garganta original, seguirá haciéndome vibrar cada vez que suene en la calle o desde mi recuerdo.

Existen sonidos en este mundo que forman parte de nuestro ADN, en tanto nos definen con precisión química. La voz de la Negra Sosa está allí, se los aseguro: en lo más hondo de mí, cantando esa canción que siempre  "es necesario cantar de nuevo / una vez más".

 




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4 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El vuelo de la Suzuki sobre Taguayabón

Un puente roto, el nombre indígena y la sensación de que el poblado de Taguayabón está varado en los primeros años del siglo veinte. Así lo vi hace tres semanas, cuando trasladamos el virus blogger hasta la provincia de Villa Clara. Los ojos pasmados de quienes jamás se han sentado frente a una computadora conectada a la red, hurgaban las bitácoras que llevábamos copiadas. Explicarles en qué consistía Google fue complicado, pues en ese lugar la simple búsqueda de una certificación de nacimiento en el registro civil ya es extremadamente difícil. Imagínense la sorpresa cuando se enteraron de que con un simple clic se puede listar todas las referencias a un hecho, a una personalidad, a una temática. Las nuevas tecnologías en manos ciudadanas, fue el tema central de una charla que hicimos Reinaldo y yo ante una docena de personas, algunas de ellas llegadas desde Camajuaní. Cuando nos fuimos vino la otra parte, un vuelo de motos ?marca Suzuki*? planeó sobre la pequeña calle principal y las vías aledañas. Interrogaron a varios de los participantes de aquella jornada de conocimientos, intimidaron a los más jóvenes y hasta confiscaron un caballo que ?puedo asegurarles? no tuvo nada que ver con el Itinerario blogger. El miedo apagó el flujo de aire virtual que había soplado brevemente sobre los habitantes de aquella tierra villaclareña. Los inquietos muchachos que no dan la cara volvieron a cumplir su papel y a repetir la cantinela de la CIA y el Pentágono detrás de la blogósfera alternativa cubana. Pero el germen de Wordpress y Blogger ya había entrado bajo la epidermis. El martes, varios habitantes de Taguayabón me llamaron para confirmarme ?Queremos comenzar a publicar en Internet?. ? Las motos Suzuki se asocian con la presencia de oficiales de la Seguridad del Estado.



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3 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El paraíso de los nerds

Finalmente pude ver la peli de Tarantino. Que aquí en España (sí, estaré saltando entre Madrid y Barcelona durante unos pocos días) se llama Malditos bastardos y en la Argentina Bastardos sin gloria. 

La verdad es que le tenía miedo. Kill Bill me había parecido una pavada y Death Proof una idiotez sin redención. Para colmo, que el amigo Quentin se metiese con la Segunda Guerra y la cuestión judía (Malditos bastardos imagina la existencia de algo parecido a un grupo terrorista judío que elige como blancos a los nazis) no constituía el mejor de los augurios. Si algo demuestran sus películas más valiosas (de Reservoir Dogs a Jackie Brown) es que a Tarantino el mundo real lo tiene sin cuidado.

Por fortuna, el amigo Quentin se toma el trabajo de establecer desde el vamos que lo que cuenta Malditos bastardos no es real y que aunque tome elementos históricos no ocurre en la Historia sino, más bien, en un universo imaginario al que habría que llamar Movieworld, o para ser más precisos, Tarantinolandia: un lugar entre fantástico y hostil donde sólo sobrevivirá aquel que sepa más cosas sobre el cine en general, y sobre determinados géneros en particular. La leyenda que abre el film lo pone en claro: ese érase una vez establece que lo que estamos por ver tiene la consistencia de los cuentos de hadas.

A partir de allí, lo que se narra tiene el mismo peso, y el mismo valor, de aquellas películas de la Segunda Guerra que tanto disfrutamos cuando niños. No, claro que no estoy hablando de La lista de Schindler: hablo de Los cañones de Navarone y de Doce del patíbulo. Películas de acción lisa y llana, que emplean los condimentos históricos para sazonar el guiso pero que no tienen más preocupación que la de entretener.

Alguien me dijo que Malditos bastardos es una película que defiende el accionar terrorista, y que dado que el film procede de Hollywood, esto entrañaría una buena noticia: la peli de Tarantino operando como una suerte de Caballo de Troya, desde el corazón mismo del imperio. Yo entiendo el razonamiento, pero creo que es dar por el pito más de lo que el pito vale. Para mí Malditos bastardos es una peli entretenida, infantil en la mejor de las acepciones, que no puede menos que producir delicia en los cinéfilos. Al fin y al cabo se trata de un film que reescribe la Historia desde el cine, con un poco más de gracia pero con el mismo propósito con que Rambo II reescribía la guerra de Vietnam: para que cierta gente se sienta heroica y victoriosa por algo que, por cierto, nunca se animó a hacer en el mundo real. El paraíso de los nerds.

Lo que hay que agradecerle a Tarantino es que haya sincerado sus propósitos. Creo que este hombre se convertirá en el ser más agradecido del mundo cuando la gente deje de verlo como un Autor (con mayúsculas, a la francesa) para mirarlo tan sólo como un entretenedor a la manera de sus ídolos. (Sin ir más lejos, Bastardos está llena de guiños a Sergio Leone, que se hizo famoso filmando westerns en Italia que no tenían más pretensión que la de homenajear al género divirtiéndose en el proceso.)

Vean Malditos bastardos y pásenla bien. Está llena de momentos divertidísimos. Por ejemplo el momento en que Aldo Raine, el personaje de Brad Pitt (más errolflynnesco que nunca) intenta hablar con acento italiano. Pero para mí, la mejor broma de todas pasa por la intención de hacer pasar a un ex crítico de cine, el teniente Archie Hicox, por un personaje heroico. Casi me caigo de la butaca de la risa...




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2 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tourist=Terrorist

Recientemente visité a un amigo convaleciente en el Hospital de l'Esperança y me sorprendió ver en la parte alta de la calle de Sant Josep de la Muntanya, colgando sobre las máquinas excavadoras que han levantado todo el pavimento, una gran pancarta con la inscripción Tourist=Terrorist.

Una enfermera a la que interrogué me informó de que la pancarta llevaba allí dos años y que su contenido sin duda tenía que ver con la constante afluencia de turistas, algunos de ellos directamente vandálicos, al cercano Parc Güell.

Era una explicación. Sin embargo no me dejaba de sorprender que un término que el siglo XIX había popularizado como sinónimo de libertad acabara asociado a principios del XXI con otro vinculado a la violencia más extrema: el turismo convertido en plaga y los turistas, en depredadores. La primera vez que escuché una acusación de este tipo fue, hace bastantes años, en Florencia. Muchos florentinos se lamentaban de que el turismo les había secuestrado la ciudad de modo que ya era casi imposible frecuentar los cafés y restaurantes de antaño ni pasear con cierta tranquilidad por el centro de la ciudad. Este síndrome del anfitrión ultrajado se ha extendido en los últimos tiempos a muchas ciudades en las que los habitantes han perdido paulatinamente la confianza en los supuestos beneficios de visitas masivas, a menudo percibidas como pillaje de la propia memoria colectiva.

Barcelona, pese a toda la propaganda oficial, es de las que se ha llevado la peor parte al abrirse a un lumpenturismo que ha tomado como sede generosa de sus desmanes. ¿Qué diría el espantado florentino, agobiado por las multitudes que visitan Santa Maria di Fiore o los Uffici, ante nuestras soeces muchedumbres, éstas que ocupan las calles alegremente convocadas por la impunidad que seguirá a sus excesos?

Aquí la bebida es barata; el ruido, gratuito; la micción, libre. ¿Hay alguna otra ciudad en la que sea posible confundir tan fácilmente la tolerancia con la estupidez? Algo de razón sí tiene, pues, aquella pancarta.

 El País, 05/09/2009



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2 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 7. El jesuita y las putas

Al final no rodé la secuencia prevista en el antiguo colegio de San José. Cuarenta y ocho horas antes del rodaje, el preboste o prepósito de la Compañía en Valencia comunicó a la producción que el permiso verbal muy confirmado que teníamos (y pagábamos) no era válido, pues los jesuitas no querían tener "problemas de imagen". Sugerente expresión, que yo mismo podría entender y hasta suscribir. Lo malo es lo que dijo a continuación: "Le negamos el permiso en su día al mismísimo Luis G. Berlanga". Qué honor para mí, y qué orgullo el de esta Sociedad de Jesús que quizá moldeó en mi, contra mis instintos, ciertas maneras de ser.

En lugar de las secuencias preparadas para el gran caserón de San José, que no hacía de colegio sino de Centro de Detención de extranjeros, rodamos en la serpenteante callecita de Salinas -pleno barrio del Carmen en su "side" más "dark"- una breve pero para el director substancial escena de prostitución callejera. Son aún muy recientes las impresionantes fotografías de la Boquería de Barcelona que publicó El País, y no era cuestión de competir con las leyes del mercado. A los vecinos del Raval y a muchos observadores de la moralidad pública les parecieron indignantes, y yo sólo simpatizo con los primeros. Estéticamente, las fotos eran neorrealistas, pero el borrado de las bocas y los sexos les daba a las imágenes algo muy ‘nouvelle vague'.

Así que el director de ‘El dios de madera' optó por pedirle a su iluminador, Andreu Rebés, que le creara en ese callejón valenciano cubierto de pintadas una piel irreal para una escena de realidad acuciante, tanto como lo es el deseo. Pero también hubo suerte con las actrices que acompañaban en su recorrido puteril al protagonista Yao (Madi Diocou). Las cuatro (una rusa, dos españolas, una senegalesa) fueron ejemplo de carácter, de ese carácter episódico al que me refería en la entrada anterior de este diario. Inmensas secundarias con minifalda y lengua propia, que en los casos de las dos extranjeras se oirán en v.o. sin subtítulos.

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2 de octubre de 2009
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El destino de Sergei Ivanovitch Schukin

"Considerando que la galería de arte de Shuchkin constituye una excepcional colección de obras mayores de los más grandes artistas europeos, la mayoría franceses, desde el final del siglo 19 hasta el principio del veinte, y que esta gran calidad artística representa un interés nacional para la educación del pueblo, el consejo de los comisarios del pueblo decreta...

5 de noviembre de  2008.

El Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo,

Vladimir Oulianov (Lenin)"

Tras los puntos suspensivos, viene el contenido del decreto de nacionalización de las pinturas de la casa moscovita de Sergei Ivanonovitch Shchukin, hoy distribuídas entre Moscú y el Hermitage de San Petersburgo (con alguna obra en Bakú y Odesa). No se si era obligado que el propio Lenin firmara este decreto de expropiación. En cualquier caso no es trivial el énfasis que se pone en el elevado valor artístico de las pinturas y su potencialidad de  contribuir a la educación general. Piénsese que en ese tiempo todavía muchos museos de las grandes ciudades europeas eran reticentes a  exposiciones del arte entonces contemporáneo. Para decirlo claro: Sergei Ivanonovitch Shchukin no era para los revolucionarios uno de los suyos, pero su concepción de lo que era el arte sí era considerada como propia de la Revolución y susceptible de ser amamantada por ella.  

Cuando se firma el decreto el directorio de la Revolución de Octubre se había trasladado a Moscú. Shchukin, un tiempo recuperado como miembro del comité que habría de transformar el Kremlin en acrópolis de museos, se exilia con pasaporte falso. Trágica historia la de este personaje nacido en Moscú en 1854 y fallecido- como tantos otros rusos- en Paris. Fascinado por Picasso, en 1909 tenía ya al parecer medio centenar de cuadros de éste en su colección. Vivía entonces una vida mundana en Paris, huyendo de una serie de hecatombes familiares: suicidio en cadena de tres de sus hermanos (dos de ellos gemelos) y muerte de su esposa entre, otras cosas. Shchukin se convierte en el protector de Matisse y si la historia de la música (no sólo la historia de la pintura) cuenta hoy con las admiradas "Dance" y "Música", es porque el ruso tuvo el deseo de que este fuera el tema que iluminara su palacio moscovita. Palacio que en 1914 abre al público, en una premonición de cual debía ser el destino de su pintura.

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2 de octubre de 2009
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El Boomeran(g)
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