Iván Thays
Gustavo Escanlar. Fuente: farandula-uy El uruguayo Gustavo Escanlar, una de las promesas de las antologías literarias de América Latina en los años 90 como McOndo o Líneas Aéreas dejó de pronto la literatura por la televisión, los reality shows y la radio, donde siguió explorando el lado underground -o «maldito» en jerga literaria- de su ciudad. La irreverencia de Escanlar se mantuvo durante décadas en suspenso hasta que finalmente reaparece este año con La alemana, editado por la independiente Factotum. En el suplemento Radar Libros de Página12 le dan la bienvenida:Suerte de reedición mínimamente corregida de Dos o tres cosas que sé de Gala, publicada originalmente unos cuatro años atrás en el Uruguay, La alemana en realidad retoma historia y personajes de Estokolmo, y ?según confesó Escanlar en la presentación porteña del libro? su escritura data de aquellos tiempos. Arranca con un brutal prólogo ?o capítulo 0, como se lo bautiza en el libro? que en realidad es un cuento por derecho propio, y de lo mejorcito de su obra (que ya había sido publicado como cuento en Líneas aéreas, bajo el nombre de Una fiesta popular). Y cuenta una historia de dealers influyentes y policías corruptos, de un barrio nada inocente y un poder cínico y manipulador. ?Nunca olviden que Escanlar es fanático de Bukowski y Tom Wolfe por igual, y eso lo convierte en un tipo peligroso?, escribió su contemporáneo Gabriel Peveroni en el prólogo a Dos o tres cosas que sé de Gala. Y agregaba: ?Lo convierte en un perfecto cínico, capaz de estar en los dos lados y pasar de todo. Lo convierte, entre otras cosas en uno de los cronistas más filosos de esta ciudad, aunque muchos intelectuales y pichones de intelectuales lo desprecien?. Es verdad que Escanlar aún debe demostrar que tiene algo nuevo para decir en el nuevo siglo, para poder sumarse por derecho propio al coro de la nueva generación de narradores que ha despuntado en la vecina orilla. Después de todo, lo único que ha escrito en el último tiempo es el cuento 40, publicado en la revista La Mano, un par de años atrás. Pero La alemana es una buena forma de recordar que en literatura siempre hay algo más que estampitas. Y que Uruguay no sólo es la pachorra hippie de Polonio, y que Montevideo es una ciudad que tambien puede ser pura y dura, y no sólo postal. Y mucho menos unplugged.