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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El placer de aprender

¿Qué quiere decir que una biblioteca pública se desprenda de sus modos clásicos o rancios y se ponga al día?

Obsérvense los museos. El Metropolitan Museum de Nueva York consiguió en 1994 convertirse más allá de la pinacoteca más respetada de la ciudad en el lugar más chic para celebrar bodas o para tomarse una copa al final del día. En el balcony, la balconada que rodea al patio central se podía disfrutar de algunas sesiones de música de cámara sentados en mesitas para tomar conktails con la pareja. Fue todo un éxito de público y de publicidad para la institución. Poco a poco las cocinas que instalaron en el interior del mismo edificio permitían celebrar fiestas a los más acaudalados y las escalinatas que bajaban hasta la Quinta Avenida se convirtieron en privilegiadas pasarelas para la contemplación de las personalidades invitadas. En definitiva, lo que era un Metropolitan Mausoleo pasó a tomar el carácter de un Pasapoga o un Teatro Kodak divertido. ¿Toda una frivolidad?  En Estados Unidos se distingue menos entre la cultura seria y el entretenimiento sonriente. En el cine, los grandes directores norteamericanos no buscaron hacer obras profundas sino entretenidas. Contra el desprestigio de la superficialidad la frase de Paul Valéry. "Nada hay más profundo en el ser humano que la piel".

Uno tras otro los grandes museos norteamericanos -siempre necesitados de patrocinios privados- han dividido la dirección en dos cabezas. el especialista en arte y el especialista en captar recursos y hacer negocios con sus fondos. Una cosa es la alta calidad artística de los cuadros y esculturas y otra, inseparable, la comunicación, promoción y disfrute público de esa calidad.

Igualmente las grandes bibliotecas nacionales que tanto han impresionado al público corriente como si se tratara de Panteones Ilustres deberían mostrarse más llanas, atractivas y populares.  No para engañar a las gentes que acudan, sino para ganarlas. No para trivializar la cultura sino para desacralizarla. Esto significa limpiar, simplificar y amenizar.

La música por ejemplo. ¿Varias bibliotecas han sabido combinar la atracción por la música de la gente joven con la información sobre los grupos a través de los libros. Festivales de música junto a selección de libros, asesoramiento sobre libros que amplían el conocimiento de los ídolos y links que comunican con la historia de la música y los músicos en persona que hablan y estimulan a los asistentes.

Festivales de autor o autores, festivales de vídeos y sus creadores, festivales de comics y sus dibujantes, fiestas patrocinadas por las bibliotecas cuya publicidad llena la ciudad de banderolas y carteles, conciertos de grupos musicales en directo o recitales de poemas o debates en directo  con autores que los bestseller han promocionado y divulgado hasta crear una curiosidad que multiplican sus películas o sus excentricidades. La biblioteca se abre como un centro de animación cultural y abre sus puertas no sólo físicamente sino a través de una nueva personalidad más amable y sensible a los intereses de la gente joven. Sin atender estos intereses de los jóvenes no mostrarán interés por las  bibliotecas de la misma manera que la incomunicación entre profesor y alumno en las aulas -agresiones incluidas- es el  efecto de cultivar aficiones e intereses incompatibles entre unos y otros. Así, la biblioteca permanecerá aislada del mundo joven en la medida en que no incluya el gusto juvenil en sus actividades y, en consecuencia, aparte sus libros de sus intereses y diversiones. ¿Diversión en el conocimiento? ¿Diversión en la formación intelectual? Efectivamente. Ni el buen aprendizaje es igual a un alto esfuerzo ni la ética del esfuerzo es igual a la ética de las llamadas "disciplinas". Más bien la ecuación  es la contraria: lo que se aprende con  placer fructifica y permanece, lo que se aprende con dolor se aborrece y olvida. 



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15 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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ZP, en Penn Avenue

Está a medio camino de la Casa Blanca y el Capitolio, en el 555 de Pennsylvania Avenue, la calle del poder americano y mundial, esos 1.900 metros por donde desfilan los presidentes en la Inauguration, la toma de posesión, y además recorrido obligado para los mandatarios extranjeros que, como Zapatero, cumplen con el ritual de entrevistarse el mismo día con la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el presidente de los Estados Unidos. En Penn está la Blair House, hotel oficial para visitantes ilustres y lugar de grandes reuniones y acuerdos, donde se hospedó Zapatero en la noche del lunes al martes. También en Penn están los departamentos del Tesoro y de Justicia y la sede del FBI. Y finalmente en 555 Penn está el edificio en cuestión, un museo, el más moderno, inaugurado en abril de 2008.

Durante la jornada de ayer, sus numerosos visitantes tuvieron la oportunidad de contemplar, entre las numerosas imágenes que se exponen, algunas fotografías tomadas el martes en el Salón Oval de la Casa Blanca en las que aparecen, sentados y charlando frente a la chimenea, los presidentes norteamericano y español. Es una foto estandarizada. Hay otras del mismo tipo y en el mismo escenario de González con Bush padre (1989) y de Aznar con Clinton (1997) y Bush hijo (2001). Pero nunca se pudieron ver en este peculiar museo, que todavía no había abierto sus puertas, y donde ayer se exhibían las fotos de Zapatero. Esas imágenes se renuevan a diario, de forma que hoy mismo aparecerán otras y no quedará ni rastro de nuestro presidente del Gobierno, al menos a la vista de los visitantes; todo un símbolo de la efímera traza que dejan la vida internacional y el paso de mandatarios extranjeros por Washington. Aclaremos un poco las cosas. Éste es un museo extraño, cuyo nombre denota una profunda y moderna contradicción. Se trata del Newseum, el Museo de las Noticias. Nada hay más incompatible con el coleccionismo, la antología y la museización que las noticias, las novedades del día. Por fortuna, el Newseum es bastante más que un museo, de forma que la contradicción se resuelve gracias al dinamismo periodístico que anima su organización, del que se puede captar un atisbo en su portal digital (www.newseum.org). Una de las cosas que destaca entre sus salas de exposiciones, estudios de radio y televisión e instalaciones es la galería de las primeras páginas, donde cada día se despliegan, a eso de las 8.30 de la mañana (las 14.30 hora española), más de 700 portadas de periódicos de todo el mundo, la mitad de ellos norteamericanos y sólo siete españoles. Gracias a estas pocas cabeceras podemos ver las fotos de Obama y Zapatero que sobrevivieron a pesar de la mascletà en que se convirtió el caso Gürtel en las mismas horas. Consultar la galería de portadas es un buen ejercicio sobre los titulares y las fotos del día. Permite corroborar cómo funciona el Salón Oval a efectos de la producción noticiosa mundial. Y adquirir conciencia de la posición periférica de nuestra actualidad política. La noticia del martes es, sin duda, la aprobación por la Comisión de Finanzas del Senado del proyecto de reforma del sistema de salud que Obama ha pedido a ambas cámaras. Después de esta votación, queda algo más despejado el camino para el proyecto más difícil y definitorio de esta presidencia en política interior. Hay tres borradores aprobados por otras tantas comisiones del Congreso y dos en el Senado, que deberán terminar refundidos en uno solo. Sólo entonces podrá darse Obama por satisfecho y tendrá asegurado ya un peldaño tangible en su hasta ahora retórica presidencia. No hay duda, pues, del calibre que tiene la visita de dos horas de Zapatero. El Washington Post, el mejor y más importante periódico capitalino, dedica una noticia breve firmada a la única cuestión que llamó la atención del encuentro, como fue la oferta de traslado de dos o tres presos de Guantánamo a España. Si ZP puede hacer pocas exhibiciones de poder en Penn Avenue, lo mismo sucede con los medios y la prensa europeos en el Newseum. De una a otra punta de la avenida se juega una partida en la que el Congreso le gana la mano con mucha frecuencia al presidente. Zapatero es noticia, minúscula, pero noticia, porque le está echando un cable a Obama en su difícil partida con el Congreso. Los congresistas no quieren saber nada del traslado de los detenidos de Guantánamo a cárceles radicadas en sus circunscripciones electorales. Prefieren que se vengan a Europa. Pero el Newseum, símbolo del Cuarto Poder, tiene también algo de panteón, al menos de la prensa escrita. Si allí están sus portadas es porque se hallan ya museizadas, mientras las noticias circulan por otra parte. Para saber el peso de las noticias -ZP en Penn Avenue- hay que dirigirse a otra avenida, esta virtual y más accesible. Google, sin ir más lejos.



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15 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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China en Fráncfort (2)

Montaña de libros. Fuente: revista ñ El Pabellón de China en la Feria de Fráncfort ya se ganó un triunfo al presentar una asombrosa instalación, fiel al lema con que se presenta ese país en la Feria: Tradición e innovación. Se trata de "Montaña de libros" del artista Li Jewei. Así lo explica el suplemento Ñ:De lejos se ve una playa, oscura, con un lago en el medio. Un paso más, dos pasos más y se ve que la tierra que bordea el lago está formada por tacos de madera. Tacos con ideogramas: un antiguo sistema de tipos para imprimir. El pabellón de China, país invitado de honor 2009, es una obra conceptual -titulada Montaña de Libros-, la obra del artista Li Jiwei. Nada de farolitos chinos, nada de preconceptos. Li Jiwei ha venido a mostrar una idea, tal vez la del lema de China: Tradición e innovación. Al inicio, las primeras formas de libros, libros de bambú, que se enrollan. Después ciertos tipos de papel, ya con ideogramas: en una esquina, un artista mostraba a los visitantes, pintando, cómo se hacían esos ideogramas. La línea de tiempo sigue en forma de caracol.Del centro hacia afuera: el centro es el lago con los tipos de madera, luego todo el pabellón está recorrido por olas de libros, 10.000 volúmenes. Y por fuera de ellos, un recorrido por la innovación china desde siempre. Acá, una herramienta de composición tipográfica de 1298. Del otro lado, un túnel formado por libros electrónicos y computadoras portátiles. Y miles de detalles, por todas partes. Hace falta una paciencia china para verlo detalladamente. Por ahí, el artista ha explicado que quería mostrar "el desarrollo del sector editorial chino desde las antiguas inscripciones sobre caparazones de tortuga y huesos hasta la época de la digitalización e Internet".En una pared, la literatura contemporánea: escritores.Ojo, Argentina, a eso de "nada de farolitos, nada de preconceptos". A ver cómo superan eso el próximo año. Ojalá que no se les ocurra nomás reproducir un barrio del Boca y llenarlo de tangueros.



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14 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lecciones de biología

Máquinas de bypass que se apagan, llantos de bebé que resuenan. Cuños que caen sobre las hojas para negar y censurar; kilobytes que llevan mi voz por Internet sin necesidad de moverme. Alguien que me mira ceñudo mientras habla por el walkie-talkie del control. Un pájaro llamado Twitter me alza entre sus patas. Oficinas con gente uniformada que confirman ?usted no puede viajar por el momento?, si bien ya estoy a miles de kilómetros de aquí, en ese mundo virtual que ellos no pueden comprender ni cercar.



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14 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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ENTRAR POR EL TITULO

 

 

 

 

En algunas, muchas, obras literarias se entra por el título. Hay títulos que se marcan en nuestra vida lectora. Hacer ahora una lista de mis títulos requiere un tiempo que ahora no tengo. Pero desde que hace años me tropecé con esta hermosa, poderosa y emocionante novela, quedé atrapado por la belleza de su título. Un título con una melancolía que se parece a las estaciones de trenes. A las despedidas, a las soledades, a las incertidumbres de todo viaje. También las estaciones son el lugar para soñar viajes, para imaginar vidas, para inventar historias. De vez en cuando son la parada de un camino incierto. Son refugio y promesa de fuga. Un buen lugar para la alegría de recibir. Un lugar adecuado para llorar.

"En Grand Central Station me senté y lloré », escrita por Elizabeth Smart en estado de enamoramiento, es uno de los títulos más hermosos de la literatura del siglo XX. Es una pequeña joya casi olvidada, mal conocida y felizmente rescatada, con traducción de Laura Freixas, en nuestra querida editorial Periférica. Además esta novela de pasiones con lágrimas estrena nueva colección. Novela corta de una autora que vivió intensamente, que amó antes al poeta que al hombre- George Baker- y que después le escribiría ésta hermosa confesión enamorada.

Nos cuenta el editor, también novelista, Julián Rodríguez, que los textos de Smart sirvieron de inspiración a Paul Morrisey, el leader de los Smiths. Uno de los grupos más melancólicos del pop. Yo recordaba la dulzona voz de Bing Crosby, un cantante de aquella época, pero me gusta mucho más la "banda sonora" de Morrisey. Una razón más para acercarse a ésta novela perfecta para viajeros enamorados. O para estables enamoradizos.

Otro día, querida Silvie, hablaremos del suicidio. Hoy con unas lágrimas será suficiente.



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14 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El olor de la biblioteca

A diferencia de casi todos los grandes museos del mundo, las grandes bibliotecas públicas permanecen aún instaladas en los procedimientos y  estilos de hace dos siglos. Prácticamente todas ellas han introducido ordenadores en sus salas de consulta y, aunque siempre en menor número del necesario, se han mostrado sensibles -aún a regañadientes- a las patentes ventajas de los buscadores y los links de información que facilita la red. Lo que se echa de menos en ellas, sin embargo, es que su estructura y su atmósfera reproduce demasiado los modos de tiempos pretéritos, los modos caducos de una cultura escrita cuando la cultura escrita representaba toda la cultura o se tenía por la cultura superior.

 Las cosas no son actualmente así. No lo son puesto que no todo el saber está en los libros e incluso puede afirmarse  que cada día decrece la proporción relativa de ese saber. La admiración por la escritura  y su buen uso ha decaído entre la población más joven y toda ella, en fin, aprende más de las pantallas y de la oferta audiovisual en general, sea en proyecciones, en iPods o en viajes, que a través de las páginas escuetas y mudas.

La web y no la página representa el significativo lugar de nuestro tiempo en cuya plataforma se conjuga la imagen, el sonido, la letra, el comic, el graffiti y la voz. De esta evidencia, ya tan rotunda, tienen experiencia los  centenares de visitantes y usuarios de las webs sociales. Y de todo este gran fenómeno paredaño,  no se ha hecho todavía perfecto cargo la biblioteca. Se ha hecho mayor cargo el museo puesto que su carácter visual le acerca más a la tendencia contemporánea pero también ha logrado además mayor audiencia y colas de blockbuster transformando el carácter grave y severo de sus diferentes exposiciones en acontecimientos sociales,  imaginativos y sensacionalistas, entre la información y el entretenimiento.

¿Una biblioteca entretenida? Puede que la idea escandalice a los clásicos ratones de biblioteca pero es fácil de predecir que alegrará a todo bicho viviente que no ame la oscuridad. Una biblioteca requiere silencio para la lectura pero el silencio no es factor indispensable para el aprendizaje. Pudo serlo en el tiempo en que la concentración ante las hojas de un libro fuera precisa para descifrar el código que le escritura conlleva. Silencio y atención para desencriptar los garabatos propios de la escritura y para entender además el sentido que transportan que será a la fuerza  de carácter más abstracto, intangible y casi imaginario. Así, frente a la cálida inmediatez de la imagen la helada barrera del alfabeto. Así, tras la emotividad pujante de la música, la emotividad de segundo grado que se obtiene de la lectura.

Que las grandes bibliotecas públicas hayan reaccionado tardíamente a los cambios de la comunicación general y la renovada demanda del público encuentra su primera  causa en la propia naturaleza de la institución pero además ¿quién puede negar que al frente de ellas, para su cuidado institucional, para su preservación gloriosa, para su futuro de dignidad, se haya elegido a los directores más conservadores y tradicionales de todos los personajes posibles? ¿A los más antiguos valientes de los gladiadores? 



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14 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 12. El rape y yo

A costa de ser acusado de exhibicionista no me resisto a incluir y comentar brevemente esta estupenda foto que mi amigo Axier Uzkudun tomó en Valencia durante el rodaje de una secuencia en el interior del nuevo mercado de Mosén Sorell, y que me ha mandado junto a otras no menos estupendas también impresionadas en los días que allí pasó.

   Una de mis muchas contradicciones es detestar el género costumbrista en literatura y en cine y amarlo desvergonzadamente en la pintura, con una especial inclinación a esa rama del ‘ismo' que son los bodegones con figuras, en los que desaparece casi por completo la dimensión metafísica o moralizante que las naturalezas muertas tienen en Zurbarán o Cotán o algunos flamencos. A mí me gustan los italianos en esta rama florida del arte: las carniceras orondas de los Bassano, las viejas friendo huevos (sobre todo si los pinta Velázquez) y los desdentados pescaderos que sonríen como si llevaran todo el pescado vendido antes de empezar a pintarse su cuadro.

  Así que he hecho muchas bromas en mi carrera de crítico de cine contra lo que llamé "cine de tazón", una sublimación figurativa del casticismo hispano, y luego fui y metí en ‘Sagitario' a Enrique Alcides, el joven protagonista, bebiéndose uno de achicoria en una cocina very Spanish donde tenía detrás, junto a una pila de platos sin lavar, a su madre quejosa, interpretada por Mónica Randall.

  Y, sin premeditarlo, dos de mis escenas favoritas de aquella opera prima fílmica y de ‘El dios de madera' que ahora filmo son bodegones. En ‘Sagitario', la cámara se paseaba encima de una mesa llena de viandas y delante de una pared de cocina cargada de cacillos y espumaderas, mientras José Pedro Carrión, en su papel de cocinero untuoso, citaba a Santa Teresa. En ‘El dios de madera', para una escena en la que Yao, el inmigrante senegalés (Madi Diocou) merodea por un mercado ‘high tech' antes de comprarle a María Luisa/Mavi (Marisa Paredes) unos modestos tamarindos, montamos un gran puesto de pescado, y mi equipo de arte me regaló como protagonista indiscutible del elenco el terrorífico rape de grandes fauces que vemos en el primer término de la foto. A Yao le causa efecto en la película, y a mí me despertó no el hambre sino las ganas de filmar. Luego me dejé retratar ante el monstruo.

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14 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Jerarquía

Siempre se ha sabido donde se cultivaba el desprecio del periodismo. Y sobre todo quiénes. Enfundados, o mejor disfrazados, con los hábitos de estos monjes. Siempre se ha sabido que el mejor periodista es el periodista callado, que no pregunta; censurado, que no rechista; obediente, que no se rebela. Pero nunca en los años de la memoria viva había sido tan soez esta epifanía de la brutalidad y la mentira.

Ahora ya tenemos medios de comunicación sin periodistas, periodistas sin periodismo y pronto tendremos periódicos sin periodistas ni periodismo. La piedra filosofal, al fin. Como los mejores secretos son los que se guardan a la luz pública en las narices de cada quien, el periodista por excelencia y antonomasia nos lo ha reconocido en una entrevista que se ha propinado a sí mismo en su propio periódico. ?No, de hecho nunca pensé que iba a ser director de periódico, sino un lobo solitario. Lo que de verdad me gusta es (?) vivir como un reportero, ser testigo, y luego escribir como un columnista, aportando una interpretación o una opinión. Yo decía que sería o redactor o director, y probablemente, he sido el único periodista que no ha pasado por cargos intermedios: o César o nada?. Para César, el poder, el dinero, la influencia. Para los redactores, la nada. Nadie había osado hasta ahora formularlo tan concisa y magistralmente.



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14 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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A través del espejo (5)

Ya desde el prólogo de El arte de la distorsión, Juan Gabriel Vásquez establece hasta que punto se toma en serio el juego de la literatura. (Que tanto se parece, según me gustaría haber dejado en claro, al juego en que el Universo mismo está embarcado.) Aun cuando los textos que componen el libro fueron publicados con anterioridad de manera independiente (algunos, como Las máscaras de Philip Roth, en versiones aquí remozadas), se engarzan con naturalidad, armando una unidad de sentidos que se impone al lector sin recurrir a la menor violencia -esto es, a la manera de un verdadero maestro.

         Los hijos del licenciado: para una ética del lector sostiene que la lectura de ficción es una práctica adictiva. (Del mismo modo, agregaría yo, en que la mayoría de nosotros somos adictos a la búsqueda de sentidos: "La sed de experiencia nos define como especie", afirma Vásquez en ese mismo ensayo.) Según dice, además de crear el género tal como lo conocemos, Cervantes es asimismo responsable de "una invención no menos atrevida: la del lector de esas novelas", aquel ser inconforme y rebelde del que ya habíamos hablado antes, cuya subversión esencial nace de la soledad en que lee, esa introspección sui generis que nos permite abrirnos a otras posibilidades del ser tal como nos son sugeridas por los relatos.

         En el ensayo titulado como el libro, Vásquez recurre a Cien años de soledad para plantear la necesidad de buscar un nuevo tipo de novela histórica. (Una que reclama "desfachatez" para desbaratar la Historia y "reconstruirla transformada", mediante el uso adecuado de la imaginación o bien, en términos estrictamente físicos, de la deformación especular.)

         En Ver en las tinieblas explica la forma en la que Joseph Conrad produjo el salto entre la novela clásica y la novela moderna. Nos consta desde hace siglos que el género puede construir relatos perfectos, que transmiten el placer de lo acabado; ese objeto "redondeado, bruñido, terminado... completo e inviolable" que Banville, citado por Vásquez, define en el prólogo mismo. Pero al mismo tiempo sabemos también que la existencia no se parece en nada a ese tipo de obras de arte. Si nuestras vidas se parecen a algo, es más bien a aquello que Conrad define en un pasaje de El corazón de las tinieblas: una neblina permanente (¡pura incertidumbre, el reino de lo cuántico!) que de tanto en tanto, si somos afortunados, resulta "atravesada por un resplandor, semejante a uno de esos halos vaporosos que en ocasiones hace visible la luz espectral de la luna". Así vivimos, y así son las novelas que mejor transmiten la experiencia de vivir: serpeando en medio de la bruma que no se disipa, en búsqueda permanente de un destello de luz.

         En Malentendidos alrededor de García Márquez, reniega de los torpes intentos de "cortar el árbol de Cien años de soledad", al tiempo que reivindica la operación que le permitió a García Márquez crear una obra imperecedera: las decisiones de esquivar la tradición más obvia (en este caso, la colombiana), de buscar los referentes adecuados (Faulkner, Hemingway, Camus), y finalmente de escribir la novela soñada sabiendo que será siempre, de manera inevitable, una reescritura crítica de las obras que nos han influenciado. "Cada nuevo libro de un novelista genuino es un intento por arrebatarle a otro libro su posición privilegiada", dice Vásquez, y remata con una frase brillante: "La literatura es un deporte de contacto".

         Uno tiene que modelarse siempre a imagen y semejanza de alguien, decía Isaac Davis (Woody Allen) en Manhattan. Y en ese caso -concuerdo con él- lo mejor es optar por alguien con estatura de dios.

 

(Continuará.)



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13 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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McCrum sobre premios

Herta Muller, un poco confundida en medio de tanto escándalo. Fuente: expansion Luego de leer varios artículos -la mayoría de ellos a favor- del Premio Nobel a Herta Muller, encuentro en los blogs de The Guardian un post muy interesante del prestigioso Robert McCrum que intenta unir el premio Booker a Hilary Mantel con el Nobel a Muller. Y lo hace siguiendo una regla fundamental: " it's the work, not the life, that matters". McCrum es más que convincente. Celebremos, entonces, ya sin reparos, mientras esperamos que aparezcan por Lima los libros de doña Herta. Dice:Müller suffered horribly under Ceaucescu, and her work has been shaped by political repression. Mantel's early adult life was blighted by a debilitating, undiagnosed illness. Müller committed herself to her writing in great privation and obscurity. Mantel laboured for years on a book (A Place of Greater Safety) that was repeatedly rejected, and finally shoved into a drawer before its belated publication in 1992. Now, after years of quiet dedication, both women have been fully recognised. This underlines a fundamental truism I have always believed about the book world: it's the work, not the life, that matters. This sounds banal, no doubt, but consider the environment in which books and writers exist today. It's a world of publicity and pre-publicity; whispers, gossip, buzz; in-house meetings and book-trade conferences; interviews and lunches; puffs and quotes; a cat's cradle of hype and expectation, almost all of it to do with the life and character of the author, not his or her book. Then, once the book is published, it goes on: literary festivals, broadcasts on TV and radio, dinners, lunches, breakfasts, drinks, translators' conference calls, platform appearances ? on and on, a 24/7 cycle of activity, none of it to do with putting words on the page in the tranquillity of an empty room. The life, in other words, takes over from the work. For prizewinners, all this is especially true, a blessing followed by a curse. So I celebrate Hilary Mantel and Herta Müller. They've both got a hell of a year ahead of them. With a bit of luck, their work will emerge at the other end, stronger and triumphant. Let's hope so.



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13 de octubre de 2009
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