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Eder. Óleo de Irene Gracia

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POR LAS MUJERES, CONTRA ALGUNOS HOMBRES

 

Hoy es un día para recordar que todavía hay cobardes, despreciables y miserables hombres que no aman a las mujeres. Contra ellos se han dicho, escrito, pensado y grabado muchas cosas. Todavía actúan en la impunidad de los espacios cerrados, en las casas como cárceles y en lugares que no saben que podrían ser propicios para el amor. Hoy me encuentro con un poema de Eva Vaz, un poema de los muchos que Juan José Téllez selecciona en su libro "Poemas a toda plana". Una inteligente manera de llevar canciones y poemas al áspero mundo- a veces menos áspero- de las noticias de un periódico.

Copio el poema, como un poema de amor a las mujeres maltratadas. Como desprecio a los maltratadotes.

 

"64 MUJERES FUERON ASESINADAS POR SU PAREJA EL AÑO PASADO EN ESPAÑA"

                                             LEGÍTIMA DEFENSA

 

 

Cuando el juez le preguntó

Por qué tuvo que matar, Mona, seria, respondió:

-Fue el calor y la humedad-.

Nacho Vegas.

Lo hice porque tenía que hacerlo.

Me lo pedían

las varices.

Me lo dijo el

Espejo.

Lo hice sin más motivos

que mi tristeza.

Lo hice porque me dolía

la conciencia.

Porque me dolía la espalda.

Porque me dolía la fregona.

Porque me dolía su carne.

Asfixiándome el útero cuando

tenía que descargar.

Lo hice porque me dolía

la artrosis

que me dejó en las últimas

vértebras rotas.

Lo hice porque aún

me quedaba sangre

en los pechos

de su último

mordisco.

Lo hice porque había que hacerlo

Lo hice porque a los niños

les hubiera gustado

que fuera él...

Y no yo.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hemon en castellano

Carátula de la novela en inglés. Fuente: timeout Según Peter Elmore, el libro que más lo ha deslumbrado durante este año ha sido El Proyecto Lázaro del bosnio, nacionalizado norteamericano, Aleksander Hemon, que acaba de ser traducido al castellano por Duomo (¿por qué lo soltó Anagrama? me pregunto). Como lo he comentado antes, la novela es un proyecto que incluye una página online. Alberto Manguel comenta la novela como "Libro de la Semana" en Babelia, dice que ha renovado (sin escándalo, aclara pertinentemente) el arte de contar historias y compara el lenguaje de Hemon con el propio Nabokov. "Una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo" anota. No es poco. Dice:De manera magistral, en una lengua precisa, inventiva, cercana al renovado inglés de Nabokov, una lengua que no fue suya hasta pasados los treinta años, Hemon construye un doble mundo de intrigas y paradojas. Hay en este libro una sabiduría asombrosa, desconcertante en alguien aún joven (aunque la historia de la región delmundo donde nació Hemon sin duda envejece hasta a los recién nacidos). Hay aquí un humor sutil, una ironía finísima, sin el más mínimo dejo de desprecio, incluso hacia los personajes más despreciables. Pero sobre todo, está la invención de la víctima absoluta, triunfante, noble en medio de la aterradora injusticia a la que es sometida: Olga, la hermana de Lázaro, simbiosis más allá de la alegoría de María y deMarta, activa y contemplativa a la vez, heroína de un drama que no puede (que nadie puede) entender porque ninguna razón lo justifica, salvo la inconmensurable presencia de nuestro mal de todos los días. Olga no entiende por qué su hermano ha muerto, pero quiere enterrarlo honorablemente, según el ritual judío; no entiende por qué el compañero de Lázaro es perseguido, pero quiere ayudarlo por amor a su hermano; no entiende por qué los poderes policiales de Chicago la agreden y por qué la comunidad judía la engaña, pero persiste en actuar de la manera más honorable posible. Es esta dignidad suya la que la eleva por encima de los otros personajes y de sus atroces comportamientos. Es Olga quien el lector recuerda al cerrar el libro. Rita da Costa ha logrado una espléndida traducción, límpida y fiel a las invenciones lingüísticas del original, felizmente libre de las habituales torpezas de una versión literal. Sólo un reproche debe hacerse a la edición española: el haber imitado la nefasta costumbre anglosajona de agregar adornitos a un libro, en este caso, una fatua entrevista al autor, entrevista cuyo propósito parece ser explicar la novela a un público que se supone no suficientemente inteligente para entenderla por sí mismo. Tales interferencias editoriales son inaceptables y ofensivas. El proyecto Lázaro es una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. Son pocas las veces en las que un libro renueva, sin escándalo, el arte de contar. Con su aguzado lenguaje, su inteligencia, su respeto por las nuevas formas estilísticas que su tremendo tema exige, Hemon ha escrito una intachable obra maestra.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Juan Ramón Jiménez digital

Juan Ramón Jiménez en 1957. Fuente: ABC Juan Ramón Jiménez, el poeta español y Premio Nobel, súbitamente convertido en protagonista de la novela de un autor peruano consagrado -en los próximos días más datos al respecto-, ha conseguido un triunfo en la era digital. Su esfuerzo por ordenar sus papeles durante los últimos años, encerrado en la Universidad de Puerto Rico (donde quisisera encerrarme también yo, pero Mayra ya me olvidó), ha terminado en una biblioteca digitalizada para felicidad de sus familiares y lectores. Dice la nota:La Junta de Andalucía, la Diputación de Huelva, la Residencia de Estudiantes y los herederos de Juan Ramón Jiménez han firmado un convenio por 140.000 euros por el que se comprometen a digitalizar, a partir de enero de 2010, la ingente cantidad de documentación que existe en la Sala Zenobia y Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico. Carmen Hernández Pinzón ha declarado a ABC que esta «emocionada, porque ha sido uno de los principales objetivos de la familia desde hace muchos años. Primero porque el clima tropical no es el mejor para conservar documentos y ahora la digitalización permitirá la conservación del archivo, así como su organización y puesta a disposición de todos los investigadores del mundo». El archivo de Juan Ramón es un océano de miles de papeles que no han sido catalogados aún convenientemente y de cuya investigación han ido saliendo grandes joyas de nuestra literatura, como saben los lectores de ABC. Durante los últimos años de su vida, Juan Ramón Jiménez se encerró en la Universidad de Puerto Rico tratando de dar un sentido a su obra, en una empresa de corrección y edición, dejando libros revisados, otros proyectados y algunos entrevistos, que daba la vuelta a toda su obra. Juan Ramón murió en 1958 sin poder acabar esta ingente labor. De hecho no ha sido hasta fecha reciente cuando hemos conocido la verdadera importancia de su obra en las letras del siglo XX.Hablamos de un Nobel español, pero nuestro país ha tardado 50 años en saldar sus deudas con el poeta de Moguer. Tratando de decantar una obra inmensa que atravesaba el siglo, recibió el Nobel y vio morir a su esposa. Hasta cuarenta años después de su muerte no fue publicada de manera ordenada su obra final, la de mayor enjundia y la que rompe todos los clichés que pesan todavía sobre él entre nosotros.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cuando llueve

No ha salido el sol en todo el día y a cada rato un aguacero nos obliga a meternos en algún portal o quedarnos en casa. Se podría pensar que en un país tropical la vida se organiza teniendo en cuenta el clima y que junto a la ropa ligera tenemos siempre a mano sombrillas y capas de agua. Pero no es así. Las filtraciones de los techos son comunes, especialmente en las construcciones de los últimos cincuenta años; viviendas, oficinas, escuelas y hospitales, incluso almacenes de mercancías sufren repetidas pérdidas a consecuencia de ellas. Los derrumbes, por su parte, que ya constituyen una tipicidad en el paisaje urbano, no son producto de bombardeos del imperialismo, sino provocados precisamente por la dificultad para adquirir materiales constructivos e impermeabilizantes. ?No pude ir porque estaba lloviendo? es la disculpa más común de la temporada. No asistir o llegar tarde, lo mismo al trabajo que a una cita amorosa, están socialmente aceptados cuando esgrimimos el contundente argumento. Pero no siempre se trata de un falso pretexto, pues si la calle donde vivimos tiene las alcantarillas tupidas, el riesgo de caer en los numerosos baches ?cubiertos por el agua? es ciertamente posible. Muchas veces hemos visto en filmes extranjeros la escena de una multitud bajo la lluvia. Nos impresiona la imagen de esa nube de paraguas que se extiende a lo largo de una avenida o a todo lo ancho de las gradas de un estadio. Inevitablemente comparamos esas escenas con la típica estampa de nuestras calles en medio de un chaparrón: bolsas de nylon usadas como gorro, el periódico Granma  o un trozo de cartón intentando cubrir la cabeza; personas mayores aguardando bajo los balcones o apelotonadas en una parada de ómnibus. La alegría casi siempre la aportan los jóvenes que  desafían el temporal, corriendo empapados y surfeando sobre lo primero que se encuentran, una tabla o la vieja goma de un auto, agarrados a la defensa de un camión. Son días para preguntarse cuándo tener una capa de agua ?sin huecos y a la medida? dejará de ser un sueño irrealizable para tantos, cuándo la ciudad no colapsará por un simple chubasco que cae sobre el trópico.



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Agua caliente

Para quienes nacieron después, el agua corriente formaría parte de la casa como un elemento más de su estructura. Era líquida y no sólida como los ladrillos o las losetas pero se hallaba incorporada a la casa a la manera de un signo mismo de la vivienda, incuestionable, difícil de separar del regular funcionamiento  de "la máquina de habitar".

          Para quienes no tuvimos esa experiencia siempre, el agua caliente que mana sin más, continúa pareciéndonos un fenómeno, de signo mágico y opulento. Grifos de marca azul y roja como mandos que gobiernan un formidable elemento primigenio hasta graduar su emoción a nuestra voluntad. Porque que del grifo mane agua caliente y  fría y tibia de acuerdo a nuestra preferencia hace sentir que su conducta nos pertenece y quién sabe qué otras consecuencias poderosas más.  Subordinada  a nuestros deseos  sin un quejido, una torsión, una respuesta adusta fluye  dócilmente como un animal preparado para nuestro bien. 

           No se trata de un animal, efectivamente, pero se comporta como el primer  y más manso animal doméstico. No posee vida en el sentido convencional pero ¿cómo no sentir en sus cambios de carácter en su misma interacción con nuestra piel,  gestos que se parecen mucho a los de un cuerpo vivo.

          Entre las manos, en las duchas, en los fregaderos el agua caliente se mueve  como un organismo, transparente y extremadamente fluido, pero organismo al fin, listo para cumplir sus funciones.  Si actualmente resultaría  inaceptable haber recibido del constructor un piso privado de agua caliente es, sin duda,  porque su identidad se ha unido a la organización estructural  del hogar, tal como si ese hogar, no contando con agua caliente, careciera de una función corporal y se opusiera, con su rareza, a ser habitado sin mediar sacrificios y tormentos.

          Antiguas casas muy hermosas pero faltas de agua caliente se convierten en habitats bárbaros, hoscos o todavía por actualizar.  Puede decidirse el comprador a habitar en ellas  pero al contrario de ser simplemente acogidos  nos obligaría a la aceptar la complicada dureza de su carencia. Habitats desprovistos del bondadoso  flujo térmico, casas en fin sin esa circulación que no sólo la ubica en  otra época sino en relación con otra clase de ser  humano. Otro modelo  de  relación, ya sea con las cosas en general, con los objetos en particular, ya sea con las aportaciones más populares e interpersonales del progreso común.

          ¿Una vivienda sin agua caliente?  La circunstancia sería semejante a la de una casa sin cristales en sus ventanas. La transparencia del cristal que protegía del frío exterior, fue una realidad con el vidrio del primer siglo cristiano pero su función absoluta no se alcanza hasta el siglo XVII puesto que los primeros vidrios no dejaban ver sin desfigurar o vislumbrar sin aberraciones. Sólo el cristal francés de Saint Gobain estrenó un desconocido modo de vivir juntando el adentro y el afuera y permitiendo que la cambiante claridad del día marcara en el interior de las estancias, casi cada hora, un in esperado estado de humor matizado por el color, la intensidad y el temple de las variables luces.

           El agua caliente  no impone nada de antemano y se dispone con tanto o mayor servicio psíquico que el propio cristal, aumenta el crédito de la higiene y es, sobre todo, un indubitable manifestación del bien. Un bien tan simple en apariencia como complejo en su integridad, especialmente cuando procede del exterior y llega de instalaciones más allá del confín de la ciudad desde donde viaja para llegar a nuestro preciso punto de deseo y de poder. De deseo y de poder también puesto que el primer acto de dominio real en este mundo empieza en la experiencia de la ducha. Allí donde al accionar el grifo, la técnica y su  civilización brindan no ya la  existencia del agua corriente,  tan extraordinaria y moderna que apenas cuenta con ciento cincuenta años de vida, sino con el talante de esa agua humana dotada de calor interior como señal  inconfundible de su esencia.

          El calor como atributo amoroso del buen progreso que deja atrás,  delimitada simbólicamente, la fogosidad de la hoguera primitiva y el maldito plomo hirviendo. Esta agua térmica conlleva así el estreno de una etapa del mundo, el escalón que anula lo salvaje. Agua caliente o agua educada, la primera agua verdaderamente culta, no sólo canalizada para procurar utilidad sino informada para ofrecer placer. Agua diseñada para la voluptuosidad o la posible concupiscencia en la vida, dotada de afección y destinada a hacer circular y distribuir ese afecto con altruismo tan primordial en sus caricias que sólo se tendrá constancia de todas ellas cuando, en un convento, en una cabaña, en una isla, en la terrible avería doméstica, increíblemente, asombrosamente, ya no están. 

  

 

 



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25 de noviembre de 2009
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Semilla mortificada

Muchas veces he evocado aquí el tremendo texto de Marcel Proust sobre la fortuna que supone que la hora de la verdad suene antes que la hora de la muerte. Fortuna de la que se hallan excluidos todos aquellos que simplemente perduran, perduran por así decirlo a todo precio. Pues el perdurar por perdurar es un objetivo de nuestra condición animal, pero no un objetivo del animal singular que nuestra especie constituye,  no es un objetivo de la humanidad y en razón de ello, en razón de que no responde a la exigencia específica del ser humano,  el imperativo de perdurar constituye de hecho una alienación. Todo esto tiene sus consecuencias incluso políticas.

 En cada uno de nosotros,  la exigencia ética de contribuir a  configurar  un orden social que garantice las condiciones de posibilidad de la subsistencia se incrementa precisamente en la medida en que esta subsistencia esté subordinada a imperativos de realización plena de la condición humana. Pero la sociedad actual se ha apartado de este imperativo. Presas de un nihilismo que nos hace renunciar no ya a todo valor heroico, sino incluso al ideario ilustrado, sólo se reivindica el derecho a la vejez entendida como ese estado del que son epifanía los seres descritos por el Narrador.

  Hay que tomarse los  textos de la Recherche que citaba el pasado día al pie de la letra. Perdurar meramente, equivale a haber prostituido o sacrificado aquella esencia que hace de todo niño (y quizás aun de todo adolescente) una promesa: ahí reside la alienación esencial.

  Hay en la Recherche múltiples párrafos que cabría considerar políticamente incorrectos, pero de alguna manera sería hoy políticamente incorrecto el libro entero, como lo sería cualquier otro en que se defendieran valores incompatibles con el sistema de renuncia imperante. Pues no otra cosa que esencial renuncia (inequívoco síntoma de que el nihilismo respecto de la condición humana se ha impuesto) es considerar que es propio del hombre el aceptar pasivamente la continuidad del tiempo, el pervivir como un fruto carente de simiente fértil. Aun en el caso de que los efectos del cambio destructor no sean visibles (como en esas frutas de aspecto exterior saludable, pero cuyo interior macerado por el hielo mortifica la semilla en lugar de nutrirla) la ausencia de tensión espiritual apaga la vida misma.

      Y respecto a lo que de aliciente para la propia moral encierran estas consideraciones del Narrador, sólo una sombra: al igual que la virtud la plena asunción del lenguaje no ha de predicarse sino practicarse. Marcel Proust gana  la partida escribiendo y legándonos la obra. Cada uno de nosotros ha de intentar saber la modalidad que esta exigencia adopta en su propio caso, ha de saber la vía que le permitirá no perdurar en la podredumbre, que le permitirá no lamentar el seguir alimentando al tiempo.         

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25 de noviembre de 2009
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III. Un presidente para siempre

Por encima de las normas de la Constitución Política no puede haber nada, ninguna otra norma  ni ninguna otra voluntad, se sigue enseñando en las escuelas de derecho, igual que en mis tiempos de estudiante. Pero tras este golpe de estado, queda claro que en Nicaragua, por encima de la Constitución, está ahora la voluntad de Ortega, ejecutada por sus serviciales magistrados en la Corte Suprema de Justicia. Esto quiere decir que la Constitución queda expuesta a ir siendo desmontada cada vez que alguno de sus artículos se oponga a la voluntad del presidente perpetuo que, de ahora en adelante, aparentemente tendremos.

Como Ortega no consiguió los votos suficientes en la Asamblea Nacional para reformar la Constitución y poder así reelegirse, como era su voluntad, recurrió al expediente ilógico, ilegal  y arbitrario, de hacer que sus magistrados en la Corte Suprema anularan el artículo constitucional donde se hallaba escrito el impedimento. Por esa misma vía irán cayendo los otros que no se conformen con su voluntad de gobernar no sólo para siempre, sino con todos los poderes en un solo puño. Los hechos son los que ahora hablan.

En sus discursos, Ortega ha insistido, por ejemplo, en que la existencia en Nicaragua de diversos partidos políticos solamente trae discordia y enfrentamientos, y que por tanto, debía existir un solo partido, el suyo naturalmente. ¿Lo sabe la OEA y los países que la forman, comprometidos con la Carta Democrática que establece como uno de sus principios inalienables el pluralismo? Un día de tantos los artículos de la Constitución de Nicaragua que establecen el pluralismo pueden amanecer desaparecidos, y, a lo mejor, el solemne silencio con que ha sido recibida la supresión del artículo que prohíbe la reelección, va a repetirse.

¿No estaba ya advertido todo el mundo que Ortega se abriría, aunque fuera a la fuerza, las puertas de la reelección permanente? No hace mucho, en una entrevista para la cadena Al-Jazeera, le dijo al periodista David Frost que esperaba vivir hasta los 98 años, porque venía de una familia de longevos, para quedarse todo ese tiempo en la presidencia.

Ya se ve que si al presidente Zelaya le dieron un golpe de estado cuando sólo le faltaban pocos meses para completar su período, el golpe que el presidente Ortega ha dado a favor de sí mismo es mucho más ambicioso. Imaginen. Planea quedarse en el poder al menos hasta los 98 años de edad. De allí a la eternidad, sólo hay un paso.

 

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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El deber con la palabra

No es la economía. Tampoco la tecnología. Es la sociedad. La disolución o devaluación de conceptos sobre los que se han asentado nuestras sociedades hasta ahora. La idea de que pueda haber un interés general, por ejemplo: está desapareciendo como el hielo de los polos, sustituida por el barro de una agregación de intereses individuales y grupales. El espíritu ilustrado, que concedía mayor valor a la pluralidad y a la libre confrontación de ideas que a las ideas mismas; sustituido por el aire chamuscado de la corrección política. El optimismo de un mundo que se sentía capaz de gozar de la libertad y de decidir con atención a su raciocinio; arrollado por la civilización de los riesgos y de los miedos, en los que cada uno se defiende a sí mismo y a los suyos y las gentes se agrupan para defenderse y protegerse de todo y en todo: intereses, ideas, seguridad física.

¿Cómo no estará en crisis el periodismo, si ha crecido en una tierra y ha respirado un aire que a veces parecen esfumarse? Sin interés general, sin pluralismo ni libre confrontación de ideas, sin decisiones tomadas en libertad tras la correspondiente deliberación democrática, poco puede quedar del periodismo que hemos conocido. Poco también de la idea de ciudadanía democrática, sustituida por las tribus y los lobbies, los fundamentalismos y las religiones culturales. Ahí quedaremos, solos y aislados, políticamente corregidos según el código de adhesión elegido, agazapados todos en los correspondientes nichos tecnológicos, cada uno con los nuestros, en un mundo globalizado pero atufante y esclavizado. Esta antiutopía que ahora asoma el morro no debe llegar a convertirse en realidad. Y los primeros que debemos estrangularla en su nacimiento somos quienes vivimos de la palabra, de su ejercicio libre, y a la palabra nos debemos. 



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La visibilidad de Invisible

Paul Auster. Ilustración: André Carrilho. Fuente: newyorker Invisible, la última novela de Paul Auster, se deja ver cada vez más nítidamente en castellano. Anagrama ya anunció que el 1 de diciembre estará en librerías. No, amigos limeños, ni sueñen que estará en la Feria del Libro Ricardo Palma. A no ser que Océano rente un avión solo para traerla. Como sea, el anuncio del nuevo libro de Auster viene acompañado de elogios (lo que no es usual últimamente) y también palos. Clancy Martin, en The New York Times, dice que es la mejor novela que Auster ha escrito hasta ahora:As soon as you finish Paul Auster?s ?Invisible? you want to read it again. And not because, as sometimes with his novels ? as with the novels of Georges Perec, one of a handful of other real authors mentioned in the book ? you suddenly suspect, at the very end, that you haven?t properly understood a word of what has gone before. You want to reread ?Invisible? because it moves quickly, easily, somehow sinuously, and you worry that there were good parts that you read right past, insights that you missed. The prose is contemporary American writing at its best: crisp, elegant, brisk. It has the illusion of effortlessness that comes only with fierce discipline. As often happens when you are in the hands of a master, you read the next sentence almost before you are finished with the previous one. The novel could be read shallowly, because it is such a pleasure to read. [...] For years now there have been two Austers waiting to embrace: the psychologist/­storyteller of novels like ?Leviathan,? and the metatextual trickster of ?The New York Trilogy.? Freud once claimed that our greatest frustration was that we could never kiss ourselves ? well, Auster has knotted the pretzel, he has brought his two loves together (it is, after all, a novel about incest). So if, like me, part of why you read is the great pleasure of falling in love with a novel, then read ?Invisible.? It is the finest novel Paul Auster has ever written.Mientras tanto, el renegón James Wood aprovecha la novedad para extenderse en la narrativa de Paul Auster en la última edición de The New Yorker. Wood, a diferencia de Clancy Martin, se muestra reticente a aceptar que está ante una buena novela. Acepta algunos halagos pero, en síntesis, podríamos aceptar que concluye que Invisible, como otras novelas de Auster, es solo más postmodernidad para espíritus ligeros. Dice:What Auster often gets instead is the worst of both worlds: fake realism and shallow skepticism. The two weaknesses are related. Auster is a compelling storyteller, but his stories are assertions rather than persuasions. They declare themselves; they hound the next revelation. Because nothing is persuasively assembled, the inevitable postmodern disassembly leaves one largely untouched. (The disassembly is also grindingly explicit, spelled out in billboard-size type.) Presence fails to turn into significant absence, because presence was not present enough. This is the crevasse that divides Auster from novelists like José Saramago, or the Philip Roth of ?The Ghost Writer.? Saramago?s realism is braced with skepticism, so his skepticism feels real. Roth?s narrative games emerge naturally from his consideration of ordinary human ironies and comedies; they do not start life as allegories about the relativity of mimesis, though they may become them. Saramago and Roth both assemble and disassemble their stories in ways that seem fundamentally grave. Auster, despite all the games, is the least ironic of contemporary writers. [...] The classic formulations of postmodernism, by philosophers and theorists like Maurice Blanchot and Ihab Hassan, emphasize the way that contemporary language abuts silence. For Blanchot, as indeed for Beckett, language is always announcing its invalidity. Texts stutter and fragment, shred themselves around a void. Perhaps the strangest element of Auster?s reputation as an American postmodernist is that his language never registers this kind of absence at the level of the sentence. The void is all too speakable in Auster?s work. The pleasing, slightly facile books come out almost every year, as tidy and punctual as postage stamps, and the applauding reviewers line up like eager stamp collectors to get the latest issue. Peter Aaron, the narrator of ?Leviathan,? whose prose is so pressureless, claims that ?I have always been a plodder, a person who anguishes and struggles over each sentence, and even on my best days I do no more than inch along, crawling on my belly like a man lost in the desert. The smallest word is surrounded by acres of silence for me.? Not enough silence, alas.



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24 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gelman en España

Juan Gelman. Foto: Criostobal Manuel. Fuente: elpaís Mucho ajetreo. El poeta argentino Juan Gelman se encuentra en España para ser jurado del Premio Cervantes de Literatura, que ganó el año pasado, presentar su nuevo poemario De atrásalante en su porfía (Visor) y reeditar Bajo la lluvia ajena (Libros del Zorro Rojo), publicado en 1980, sobre el cual comentan en "El País":De las oscuras cosas que le pasaron trata otro de los libros que ocupan esta semana a Juan Gelman, Bajo la lluvia ajena (Libros del Zorro Rojo), que se presenta el viernes en la propia Casa de América. Lo escribió en Roma en 1980, durante el exilio al que le obligó la dictadura argentina. Aquella asonada sangrienta dejó 30.000 desaparecidos a su paso. Entre ellos estaban el hijo y la nuera de Gelman. A ella la mantuvieron con vida hasta que dio a luz a una niña que fue regalada a un policía uruguayo. La muchacha tenía 23 años cuando, en 2000, su abuelo pudo por fin dar con ella. La nueva edición de Bajo la lluvia ajena se completa con las ilustraciones del pintor argentino Carlos Alonso, cuya hija también se cuenta entre los desaparecidos. El artista ha contado que durante años pintó paisajes porque había perdido la fe en la humanidad. Gelman, que pasó un tiempo sin poder escribir, dice que no fue su caso exactamente: "Mi confianza en el ser humano está lastimada, pero sigue de pie". El poeta, que hoy vive "trasterrado" en México, recuerda que había exiliados que se negaban a aprender la lengua del país de acogida: "Pensaban que volverían al día siguiente de marcharse". También recuerda que hubo padres que durante años pusieron un plato en la mesa para su hijo desaparecido. "Les costó retirar ese plato porque les llevó tiempo tomar conciencia de que estaba muerto. En el 77 yo ya sabía la suerte que habían corrido mi hijo y mi nuera. Aun así, experimenté la resistencia a creer que fuera cierto. Y luego, las pesadillas horribles sobre si lo habían torturado, sobre qué habían hecho de él... Usted ya se imagina". En el libro, Gelman cuenta que volvió clandestinamente a Buenos Aires en 1978. Los militares se la tenían jurada porque había logrado que figuras como Mitterrand y Olof Palme firmaran la primera protesta contra la dictadura, que había tenido "cierta aprobación por el antiperonismo de los Gobiernos europeos". El de 1978 fue el año del Mundial: "No había mucha gente con claridad sobre lo que ocurría. O poco le importaba. De hecho, casi todos los partidos políticos participaron en la dictadura. Salvo el socialista y el comunista. Pero el partido comunista daba matices. Decía que había que apoyar a Videla porque se aproximaba el pinochetazo. Qué clarividencia, ¿no?".



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24 de noviembre de 2009
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El Boomeran(g)
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