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Razones del odio, sinrazones del amor

Este es el prólogo que he elaborado para el libelo de Antonio Saura, Contra el Guernica, recientemente traducido en España y publicado por la Librería La Central y el Centro de Arte Reina Sofía. 

 

Razones del odio, sinrazones del amor

 

El muy inteligente editor Turner de Madrid recibió en 1981 el libro más raro de toda su experiencia editorial. Eran unas hojas mecanografiadas en las que Antonio Saura daba escape y desahogo a sus más agitadas pasiones mediante contundentes aforismos que comenzaban siempre con uno de estos tres verbos: "Odio", "Detesto", "Desprecio". Todo artista digno de su función ha deseado alguna vez escribir algo similar, pero sólo los más audaces y con menor sumisión administrativa se atreven a realizarlo.

     Lo más sorprendente del libelo, pues no podía tratarse de otro género literario, era, sin embargo, el objeto detestado, odiado y despreciado: el gran mural Guernica, la obra cumbre de la pintura del siglo XX según sentencia unánime de todos los periodistas capaces de escribir el nombre de Picasso sin faltas de ortografía. En los medios ilustrados españoles, atacar el Guernica en 1980 era como atacar al Che Guevara en 1970, a Stalin en 1950, o a Franco en 1940, un pecado contra el Espíritu Santo. El conglomerado de intereses, a  veces sentimentales, pero también económicos y desde luego políticos, que se había adherido como un grumo pestilente a la gran machine era de alcurnia vaticana.

     Una vez publicadas, las blasfemias de Saura fueron interpretadas de diferente modo según uno se presentara como competidor y contrincante, o bien como amigo y simpatizante. Los primeros lo leyeron al pie de la letra como un bombardeo sobre la cabeza de Picasso. Los segundos le supusieron ironía, sarcasmo, un modo de ser que se expresa con virulencia, pero que en realidad esconde un amor pudoroso. En todo caso, el libelo, como buen libelo que era, disgustó a mucha viuda de Picasso, en especial las que tenían columna de crítica artística en la prensa española.

     Ha pasado más de un cuarto de siglo y en coincidencia con su reedición y tras la amable invitación de los editores me ha parecido procedente exponer algunas razones que expliquen o iluminen los aforismos más agresivos de Saura, para aquellos lectores del libelo que aún sientan un cosquilleo en la espina dorsal ante tanto "odio", "desprecio" y "detesto". A mi modo de ver, en estos desahogos de un gran artista sobre un maestro respetado, Saura no escribió nada que no sea perfectamente sensato. Es una muestra (escasísima, por cierto, en nuestro país) de crítica radical, es decir, con muy robustas raíces. Dicho de un solo golpe: el libelo de Saura es como los bigotes que Duchamp le pintó a la Mona Lisa. El grafito obsceno no iba dirigido contra Leonardo o contra la pintura colgada en el Louvre, sino contra los adoradores de Leonardo y del cuadro del Louvre, inconscientes destructores, inocentes verdugos. También Saura trata de salvar a Picasso de sus adoradores.

*

Hay en la historia de la pintura unas cuantas piezas que han sufrido tal exceso interpretativo o exagerada divulgación que se han convertido en prácticamente opacas. Sea por su atractivo misterio (la Tempesta de Giorgione), sea por motivos sociológicos (la Mona Lisa de Leonardo), sea por influencias pías (la Virgen de la silla de Rafael), o por causas aún más difíciles de analizar (Viajero contemplando las nubes de Friedrich) ciertas obras de arte yacen enterradas bajo la polución divulgativa. Sin embargo su "misterio" suele deberse tan sólo a nuestra ignorancia. Basta un poco de trabajo serio para decaparlas de su inútil barniz logomáquico. Otra cosa es (y más ingrata) aquella obra de arte que queda sepultada por un exceso de saber. En este segundo ocultamiento tenemos demasiado conocimiento de la obra como para poder leerla o simplemente verla sin interferencias. Lo que en este segundo caso aplasta la obra, no es un exceso de amor popular y mediático sino el exceso de amor de las elites que la ensalzan y mediatizan.

Tal es el caso de Guernica de Picasso: ninguna pintura del siglo XX ha provocado tal cúmulo de lecturas, ni tanta hagiografía contradictoria, con el agravante de que su autor estaba vivo mientras se publicaba buena parte de esa interpretación incoherente y nunca intervino como no fuera para hacerla aún más incoherente.

     La causa de tanta actividad hagiográfica debe buscarse, desde luego, en la imposibilidad de que alguna interpretación alcance un estado razonablemente estable y coherente. La inestabilidad que lo impide afecta a los tres parámetros clásicos del análisis, a los que adoptamos provisionalmente para nuestra explicación, es decir, el asunto, la forma y la recepción.

     El asunto de Guernica es inestable porque no se trata de una obra acabada y estática, sino de un proceso interrumpido azarosamente.

     La forma es inestable porque utiliza un género tradicional con el único fin de traicionarlo.

     La recepción es inestable porque lo que comenzó como un jeroglífico ha acabado convertido en un icono.

     Son estas tres dificultades analíticas y el océano de comentarios ociosos que han provocado lo que se encuentra en el origen del libelo de Saura.

*

Desde 1937, año de su exposición, ninguna de las figuras que componen el mural ha generado una interpretación estable o consensuada, lo que no deja de sorprender ya que todas las figuras menos una habían sido ya utilizadas por Picasso en su obra anterior. El conflicto de las interpretaciones es absoluto (nota 1):

     El toro puede simbolizar el fascismo triunfante (Clark), España (Larrea), la fuerza bruta (Read), la protección de los débiles (Arnheim), al propio Picasso (Nieto), o la energía sexual y primaria (Chipp).

     No escapa de la ambigüedad el propio pintor quien en una entrevista dijo que el toro no simbolizaba el fascismo, pero en otra afirmó que simbolizaba la fuerza bruta y ciega.

     El caballo puede ser símbolo del fascismo agonizante (Raphael), del ejército franquista (Larrea), del pueblo español (Picasso a Seckler), de una amante de Picasso (Picasso a Larrea), del sufrimiento de los inocentes (Arnheim) o de cualquier víctima pasiva (Chipp).

     El guerrero muerto es un soldado republicano (Larrea) o una estatua rota (Arnheim).

     La portadora de luz es la República española (Larrea) o la Verdad (Read).

     El ave de la derecha es el alma del pueblo español (Arnheim), un pollo (Picasso a Kahnweiler), una paloma, es decir, "Columbus", o sea, América, salvadora de la República (Larrea), el Poeta (Maar), o la estatua de la Libertad (H.W.Janson).

     La mujer que huye despavorida está saliendo del retrete H.Moore), se defeca de miedo (R.Penrose), se cisca en Franco (Larrea).

     La madre con el niño es una víctima del fascismo (Arnheim) o la ciudad de Madrid (Larrea).

     La mujer de la derecha nadie ha logrado averiguar si sube o baja una escalera, si cae de la casa en llamas o si ella misma arde por efecto de las bombas.

     Y así sucesivamente.

     Picasso siempre se negó a explicar las figuras simbólicas, aunque afirmó que, en efecto, éstas eran simbólicas y el mural una alegoría. Cuando Larrea, tras leer la entrevista de Picasso con Jerome Seckler (New Masses del 13 de marzo de 1945) en la cual el pintor sugería una interpretación que invalidaba la suya, le escribió conminándole a definirlas se topó con un silencio amurallado. Dos años más tarde, en 1947, Picasso se burló de quienes trataban de fijar un significado para su pintura. Con motivo de la gran antológica del Moma de Nueva York, su director, Alfred H. Barr jr, entregó a Kahnweiler, amigo de Picasso desde 1908, una lista de preguntas. El pintor las contestó con ironía y trasladó al espectador la tarea de fijar simbólicamente las figuras (nota 2). Como si hubiera leído a Derrida, Picasso no se responsabilizaba del significado de su obra. O quizás le importaba muy poco.

     La imposibilidad de estabilizar una significación de las figuras dificulta una lectura alegórica del mural, el cual puede representar:

     a) el bombardeo de Guernica el 26 de abril de 1937 (Larrea)

b) la matanza de los inocentes (Chipp)

c) la moderna capacidad de destrucción tecnológica (Spies)

d) el horror de la guerra ocultando sus causas (A.Blunt)

e) el conflicto de Picasso con Marie Thérèse Walter y Dora Maar (M.M. Gedo)

f) una tragedia apocalíptica en general (G.C.Argan)

     Guernica, por lo tanto, representa un hecho histórico, un topos bíblico, un aspecto de la civilización industrial, un juicio moral, un conflicto sexual privado o un concepto metafísico. Tal es la amplitud interpretativa de los autores más sólidos. Ni que decir tiene que otros cien intérpretes menos sólidos elevan el registro de posibilidades hasta límites no alcanzados por ninguna otra pintura.

     Buena parte de los aforismos de Saura se refieren a esta insoportable levedad de Guernica. Podemos resumirlos en el que dice:

     "Detesto el orden subterráneo del Guernica y la conjunción del caos personal y el peso de la historia".

     Pero lo que más le dolía era la estúpida apropiación de la obra por parte de la administración "cultural", la izquierda beocia y el nacionalismo vasco, como si Guernica tuviera, en efecto, la referencialidad de una bandera cuando es todo lo contrario:

     "Odio al Guernica porque su imagen, inocentemente empleada como portada para diversos libros franquistas, demostró el engaño que entraña al poder ser utilizada indiferentemente por uno y otro bando".

*

a) La inestabilidad del contenido

      La interpretación sólo puede ser estable cuando también las figuras a interpretar son estables. Sin embargo, Guernica no es una obra estática sino un proceso, una dinámica, un conjunto de figuras en evolución que se detuvieron en un momento accidental y no en su momento sustantivo y acabado.

     En repetidas ocasiones Picasso manifestó que Guernica era un continuo, no una imagen fija. En aquella etapa de fuerte influencia surrealista al pintor se le aparecían los pensamientos bajo la forma de un flujo de figuras en movimiento, cada una de las cuales tenía su propio avatar sólo parcialmente controlado por la conciencia. Según sus propias palabras, la preocupación por conservar "la senda por donde el cerebro se dirige hacia la materialización de su sueño" (Larrea, 29) le aconsejó guardar un gran número de bocetos y estudios, así como pedirle a Dora Maar que fotografiara los distintos estados del mural.

     Esa secuencialidad que puede entenderse también como una indecisión y una inseguridad indigna de un maestro le lleva a decir a Saura: "Detesto a Dora Maar porque al fijar el proceso de realización del Guernica ofrece con demasiada evidencia las tripas de la metamorfosis, la lucha con la imagen que desenmascara la presunción del cartelón".

     Picasso había ya expresado, años antes, una concepción dinámica del trabajo artístico en conversación con Liberman: "Yo nunca hago una pintura como una obra de arte, y por eso las numero. Es un experimento en el tiempo. Las numero y las fecho" (Arnheim, 23). Esta concepción secuencial de la pintura se fue intensificando con los años: la serie de las Meninas cubre 40 variaciones y la Comedia Humana, 180. No obstante, tal no es el caso de Guernica (Nota 3). No hay aquí una secuencialidad coherente y acabada, sino una serie de pruebas y errores, una amalgama sin conclusión e incluso más allá de la conclusión: "Detesto los sesenta y tres bocetos del Guernica realizados con posterioridad a su terminación".

     Podemos considerar que Guernica no es tan sólo un mural sino que consta de 43 esbozos, 10 fotografías de los estados sucesivos del mural, y un número indeterminado de dibujos y pinturas posteriores a la exhibición del mismo. Creo que es posible tomar en serio la petición de Picasso para que su pintura no se interprete como un objeto estático y definitivo, sino como un ser orgánico que se desarrolla por sí mismo, la "metamorfosis del cartelón" que escribe Saura. No por ello aparece con claridad un designio, una idea que sustente el conjunto. El barullo es absoluto.

     El arquitecto del pabellón, Josep Lluis Sert, quien le visitó con frecuencia mientras realizaba el mural y habló muchas horas con Picasso durante esos días de trabajo febril, afirma que próxima ya la fecha de inauguración le preguntó cuándo lo tendría listo. "No sé cuando voy a terminarlo. Quizás nunca. Lo mejor es que os lo llevéis en el momento en que os haga falta", dijo Picasso y así se hizo, (Oppler, 199). En otra versión, Sert es aún más contundente: "Un día nos dijo (...) ¡Si no me lo quitan y vienen a llevárselo, no lo acabaré nunca!" (Alix, 70).

     Así que el mural debe ser considerado (ateniéndonos a la intencionalidad de su autor) como un corte de un flujo que nace en otras pinturas anteriores donde las figuras ya tienen vida propia, como por ejemplo la excelente Minotauromaquia de 1935, en la que podemos reconocer casi todas las figuras icónicas de Guernica. Y en la misma posición, ya que el grabado está invertido por razones técnicas.

Si consideramos las sucesivas transformaciones de las figuras como las "huellas" de esa senda que Picasso quiere conservar y en la que un sueño se va materializando, es evidente que la interpretación será siempre inestable y contradictoria, ya que lo propio de tales figuras es verse libres de cualquier principio de realidad. Sus cambios y metamorfosis sólo obedecen a la lógica del sueño y al azar de la interrupción.

Así, por ejemplo, en algún momento del flujo aparece un puño cerrado, un saludo comunista, como elemento constructivo del mural, pero luego desaparece para siempre. El caballo conservará en su flanco y hasta el final un inexplicable rombo: es la huella del brazo alzado, el recuerdo del puño cerrado, como ha explicado Chipp de un modo convincente (nota 4). Ese rombo, esa huella, será la causa de muchos malentendidos cuando los comentaristas traten de averiguar quién ha producido esa "herida" en el flanco del caballo. Pero no hay más herida que la de una memoria que se oculta tras su propia tinta.

En los sucesivos estadios del flujo onírico, todas las figuras sufrirán transformaciones radicales: el toro pasará del centro a la esquina superior izquierda, el caballo alzará su cabeza para tomar el lugar antes ocupado por el puño cerrado del guerrero, el pájaro habrá sido antes un minúsculo Pegaso y un ave muerta. Sólo la portadora de luz permanece casi sin alteración. No le falta ironía, siendo así que la pintura es inexplicable y de una oscuridad trabajosamente buscada.

No por otra razón Saura escribirá: "Odio al puño levantado que apretando una espiga se oculta tras el actual sol-bombilla del Guernica", en referencia a otro de esos pasos perdidos y ocultos detrás del paso siguiente. Los signos de identidad de Guernica carecen de referencia, son pentimenti elevados a categoría de icono.

 

b) La inestabilidad de la forma

Las circunstancias que rodean el nacimiento del mural conspiran para que éste represente un acontecimiento histórico: la destrucción del pueblo de Guernica, en las provincias vascongadas, el 26 de abril de 1937, por bombarderos alemanes que ensayaban una nueva y más eficaz técnica de asesinato masivo. Así fue como entendió la prensa europea y americana, incluso la más adversa, el motivo y el título del mural en julio de 1937, a saber, como la recuperación de un género que los movimientos de vanguardia habían hundido: la pintura de historia, la narración de un acontecimiento relevante por medio de figuras bidimensionales.

El mural se inauguró en el Pabellón español de la Exposición Internacional de París, en una muestra cuyo título oficial era "el arte y la técnica en la vida moderna". El Pabellón republicano estaba a la sombra del gigantesco pabellón alemán de Speer, el cual, a su vez, se encontraba enfrentado al no menos colosal de la Unión Soviética. Detrás del pequeño pero extraordinario pabellón español, el del Vaticano albergaba la representación de la España fascista con una pintura del otro Sert: la Intercesión de Sta. Teresa en la guerra de España. El conjunto de los pabellones, como si fueran piezas de ajedrez en un vasto terreno de juego, componía una jugada de poder fácilmente simbolizable. Fue imposible escapar a la trampa hermenéutica.

Dado que el propio Picasso había bautizado el mural y que el bombardeo de Guernica era un elemento decisivo de la propaganda de guerra republicana, resultaba difícil no ver en el mismo una peinture d'histoire evocativa del suceso. En consecuencia, los comentaristas dieron al mural una ascendencia noble: la Révolution conduisant le peuple de Delacroix, el Radeau de la Meduse de Gericault y el Tres de Mayo de Goya se citaron repetidamente como congéneres de Guernica, es decir, pertenecientes a un género fijado formalmente por las academias del siglo XVII. Como dice Argan, el mural "tiene un esqueleto de cuadro histórico-clásico (...) está compuesto como un Rafael o un Poussin" (Argan, 573); es decir, posee la forma fijada para el género de Histoire.

Así pues, nada más natural que dar por sentada la relación entre el mural y el bombardeo de Guernica, independientemente del juicio artístico que la pintura mereciera a las diferentes partes implicadas. Aragon y el Partido Comunista francés, partidarios del realismo estalinista, no dijeron ni una palabra de la pintura, sólo comentaron el bombardeo. El gobierno de la República española (a través de su presidente Negrín) estuvo en un tris de retirar el mural por "antisocial, ridículo y totalmente inadecuado a la sana mentalidad proletaria" (Larrea, 92), pero se contuvo porque la destrucción de Guernica se había convertido en una excelente arma de propaganda. La prensa alemana fingió indignación, acusó de la destrucción de la aldea vasca a los milicianos españoles, y calificó a Picasso de "artista degenerado". Una semana más tarde se abría en Munich la exposición Entartete Kunst (Spies, ficha 6). Estuvieran a favor o en contra de Picasso, todos los comentaristas de la época admitieron la relación histórica de la pintura con el acontecimiento.

Sin embargo, nada hay en el mural que haga referencia a un hecho histórico. No hay enemigos, no hay enfrentamiento, ni siquiera hay guerra; puede tratarse de un accidente ya que tampoco el guerrero muerto es un miliciano sino quizás una estatua rota. Ni un solo signo remite a un bombardeo, y, si lo hubo, nada señala al propietario de los aparatos. Las víctimas pueden ser pescadores vascos o campesinos andaluces, ninguna señal los identifica; ni tampoco a sus verdugos, en el caso de que los haya. Todo invita a interpretar el mural como pintura de historia según sus modelos formales, pero nada en la pintura lo permite.

Lo más sorprendente es que, en efecto, existía una "historia" a la que el mural y sus figuras simbólicas remitían, pero no era una historia objetiva, sino subjetiva. Los elementos medulares de la composición venían de otras pinturas, dibujos y grabados; todos juntos, tomados como un continuo, narraban una historia: la suya, la de los elementos mismos, el puño, el pollo, la lámpara, el toro... Esta insoportable ambigüedad entre las experiencias sexuales de Picasso y el bombardeo alemán hace que Saura exclame: "Detesto al Guernica porque habiendo organizado imágenes reconocibles, reúne extremosa deformación, onírica carga y sentimentalismo popular".

Para Saura, la contradicción es insoportable. Una pintura de historia narra un suceso colectivo y real, pero Guernica narra un suceso privado y onírico deformado con sentimentalismo popular. En consecuencia, la traición al género produce una inestabilidad formal que da lugar a las más diversas hipótesis interpretativas según en qué estado detengamos a las figuras o cuántos de sus estados consideremos.

Veamos por ejemplo la relación central: toro-caballo-guerrero, una constante en la pintura de Picasso desde comienzos de siglo. Si fuera posible seguir la "senda" de esas figuras nos encontraríamos con una secuencia cuya polisemia es abrumadora. El guerrero a veces es un picador, a veces un torero, a veces es femenino, a veces masculino; el toro es una bestia, o un semidiós, o Minotauro, y puede adoptar formas protectoras, destructivas, agresivas o bondadosas indistintamente. El caballo es, sin duda, el elemento más débil del trío, pero puede aparecer como un jamelgo indigno de vivir (¡el pueblo español!) o como símbolo de bellas mujeres seducidas y corneadas (¡por el Genio!).

Sólo en un punto es posible encontrar un acuerdo unánime entre los comentaristas: durante las semanas de composición de Guernica, Picasso dudaba entre Marie-Thérèse Walter, en cuya compañía y la del hijo de ambos pasaba los fines de semana, y Dora Maar, su última amante. Este núcleo privado de conflicto erótico se encuentra presente en Guernica. En su primer proyecto para la instalación del mural en el Pabellón, Picasso flanqueaba la pintura con dos esculturas alusivas a su vida sexual, la gran cabeza de Marie-Thérèse realizada 1932 y el "Busto de mujer" de 1931; por imposiciones espaciales ambas acabarían en el segundo piso del pabellón (Alix, 29).

Como advirtió su amigo Kahnweiler en el catálogo de Guernica para la exposición de Estocolmo de 1956: "Picasso has always talked about himself in his art: his joy and his pain. His work is entirely autobiographical" (Oppler, 220).  De modo que nos encontramos con la siguiente paradoja: una pintura formalmente de historia pero cuyo motivo pertenece a la vida erótica de su autor.

Tras todo lo anterior podríamos resumir el mural como un núcleo de historia subjetiva (toro, caballo y guerrero) rodeado por una corona de mujeres (portadora de luz, fugitiva, quemada viva, y madre), posiblemente inspirado por la historia objetiva: la tortura y muerte de Marie-Thérèse se veía ampliada a la muerte y tortura de las mujeres de Guernica y de ahí a la totalidad de las víctimas de la guerra. Pero ésta no sería sino otra hipótesis a añadir a las mil ya existentes.

Como vio sagazmente John Berger: "Guernica" is a painting about how Picasso imagines suffering". En ese mismo sentido resulta muy sugerente la hipótesis de V. Nieto Alcalde según la cual el toro, autorretrato de Picasso, contempla la escena con la misma distancia narrativa con la que Goya y Velázquez contemplan el escenario de las Meninas y el de la Familia de Carlos IV (Nota 5).

El carácter onírico de las figuras del mural ha de ponerse en el contexto de las relaciones surrealistas de Picasso en el año 1937: el poeta Eluard y su círculo formaban una auténtico baluarte que protegía a Picasso de sus problemas políticos y personales. El artista llevaba ya muchos años aquejado por una profunda esterilidad creativa. No deja de ser curioso que el médico de cabecera del pintor fuera por entonces Jacques Lacan, quien también cuidó de Dora Maar en 1945 en ocasión de un peligroso proceso depresivo que había desarrollado la fotógrafa (Oppler, 330). En Guernica aparece todo el complejo de factores personales del Picasso de los años treinta, en un intento de trascender el bloqueo disparando hacia lo alto.

Una parte de la mejor crítica marxista reaccionó pronto contra el carácter subjetivo del mural. En su extraordinario estudio de 1941, el poco leído Vernon Clark escribía: "In the Guernica it would seem that what Picasso mourns is not so much the ruin of a Basque town as the destruction of his own studio. And by the destruction of his studio I mean the passing of that complex, introspective world where the sovereignty of the artist, at least on canvas, has found during the last half a century so convincing a semblance of reality" (Oppler, 256).

Y Max Raphael, en otra penetrante crítica del mural escrita en 1947, resumía lo que él consideraba "fracaso" del Guernica: el híbrido de sueño y realidad, la mezcla de lo representativo y lo alegórico, resultaba poco convincente desde ambos puntos de vista, el de la realidad y el del sueño. Saura no hace sino confirmar la insatisfacción de los mejores analistas.

 

c) La inestabilidad de la recepción

La falta de solidez formal de la composición y la subjetividad intraducible de las figuras reciben el apoyo de una tercera inestabilidad: la que se produjo con el traslado del mural de Europa a los EEUU.

     La crítica especializada europea fue mayoritariamente negativa con Picasso. En muchos casos, por la ideología totalitaria que subyacía al juicio estético en aquellas fechas: comunistas y nazis coincidieron en menospreciar el mural por no ser "realista". Pero algunos intelectuales de talento, como Anthony Blunt o T.S.Eliot, y artistas de la categoría de Le Corbusier, también rechazaron el mural por motivos diversos. Sólo el círculo surrealista de amigos del pintor y algunos simpatizantes de la causa republicana como Spender y Auden lo defendieron. Europa no estaba en condiciones de aceptar el mural y de analizarlo distanciadamente.

     Sin embargo, en cuanto el mural desembarcó en tierras americanas, la crítica fue mayoritariamente positiva e incluso entusiasta. Puede decirse que fueron los norteamericanos quienes pusieron las bases para un enjuiciamiento estético del mural. El contraste con la crítica europea es muy fuerte y pone de manifiesto el desorden ideológico europeo dividido en cientos de camarillas, cada una con su círculo y su revista, frente al ordenado y tecnificado sistema americano apoyado en la prensa de masas, jerarquizado desde algunas tribunas públicas consensuadas, y dirigido desde detrás del escenario por los servicios de inteligencia del gobierno.

     El punto de inflexión de la recepción cabe situarlo en noviembre de 1939, cuando el Moma de Nueva York dedica una gran exposición a Picasso (Picasso. Forty years of his art) con 364 piezas, entre las cuales figura Guernica. La acogida fue tan cálida que el mural, exceptuando algún viaje esporádico, ya no abandonaría su refugio americano hasta 1981 cuando fue devuelto al gobierno español por imperativo jurídico del testamento.

     Tres son, creo yo, los factores que coinciden para explicar la gran acogida que tuvo el mural:

a) Políticamente América era un bloque democrático sin fisuras, enfrentado al totalitarismo europeo (nazi, estalinista, fascista, franquista y asociados). La ausencia de fragmentación política minimizó o suavizó las diferencias de escuela, como las que separaban a los realistas de los abstractos.

b) El estallido de la Segunda Guerra Mundial favoreció un entendimiento universalista y humanista del mural, despojándolo de su carácter "histórico" asociado con el bombardeo real de Guernica. Lo que el mural representaba bien podían ser los desastres de la guerra en general, con especial referencia a la barbarie nazi.

c) La corriente artística americana emergente por aquellos años era la abstracción y sus defensores teóricos más influyentes, los del círculo de Nueva York, ocupaban centros de opinión muy relevantes y bien relacionados con la CIA. Una situación totalmente distinta al caótico barullo de los movimientos europeos.

     En pocos años los comentaristas americanos hicieron del mural "la obra maestra del siglo XX", un modo muy americano de vender la pieza más importante del museo más importante de la ciudad más importante del país más importante del mundo.

     A ello contribuyó un equívoco: los comentaristas anglo-americanos casi sin excepción demonizaron la figura del toro debido a su ignorancia del arte taurino y la secular tradición mediterránea. Para ellos, como vio sagazmente Larrea ya en los años cuarenta, el toro era un animal agresivo, poderoso y estúpido, como los nazis, en tanto que el caballo era el más noble de los animales. Así quedaba resuelto el problema más grave del mural: la ausencia de enemigo. Si lograban hacer pasar al toro por el enemigo, el mural resultaba de fácil explicación para las masas.

     El propio Picasso contribuyó al equívoco al declarar, en la entrevista con Jerome Seckler anteriormente citada, "yes, the bull there represents brutality, the horse, the people" (Larrea, 145). En realidad la entrevista tuvo lugar en francés y nadie sabe qué palabra empleó Picasso. Si dijo brutalité, su sentido es mucho más débil que el inglés brutality, con una diferencia que va de "rudo" (es el segundo sentido que da el Larousse) a "barbaridad" o "salvajismo" (las versiones de Martínez Amador). Picasso podía estar diciendo, como otras veces, que el toro es una fuerza bruta y ciega, como la pulsión sexual de los machos, pero no un bárbaro exterminador. En cualquier caso, el equívoco tuvo éxito y Picasso, que jamás había visto en el toro una imagen negativa sino más bien un autorretrato, calló astutamente.

     Los mejores críticos de la época, algunos muy influyentes entre las clases medias ilustradas (Stuart Davis, en la revista Life, Henry Mc Bride, Doris Brian) escribieron con entusiasmo simbólico sobre Guernica. Los artistas que se convertirían en el grupo más poderoso de la postguerra (Jackson Pollock, Robert Motherwell, Ashille Gorky, W.de Kooning, Barnett Newman) se lo apropiaron como modelo. Es significativo el caso de un divulgador inteligente, pintor a su vez, Ad Reinhardt, cuyos esquemas explicativos del mural alcanzaron amplísima recepción en los medios universitarios. En ellos, evidentemente, el toro es el símbolo del enemigo (Oppler, 233) y el jamelgo la víctima. Una simplificación absurda que llevaría a preguntarse quién cabalga al "pueblo" o dónde está el matador en esa celestial corrida de Picasso. No creo que se haya producido un deslizamiento de significado tan colosal en ninguna otra pintura notoria.

En América se aplicó para Guernica un sistema de comercialización y pedagogía de masas que es el antecedente más claro de las técnicas de mercado que hoy se han impuesto en todo el mundo para las mercancías artístico-culturales. El mural viajó por todas las ciudades importantes de los EEUU y recibió comentarios en todos los medios de comunicación de la época. Para la opinión pública norteamericana, Guernica había sido pintado como premonición de la guerra de los EEUU contra Hitler. Lo que lleva a exclamar a Saura esta rabiosa queja, tan mal entendida por las viudas: "Detesto al Guernica porque en el momento de su partida "pudo verse una lágrima en la mejilla de la señora Rockefeller"". La propaganda de guerra americana se había apropiado del icono con fines humanitarios y lo había convertido en un cartelón

     Todo estaba preparado, por lo tanto, para que en las décadas siguientes el mural pasara a ser entendido como una alegoría del antimilitarismo, y cuando el conflicto de Viet Nam comenzó a movilizar grandes masas estudiantiles, Guernica se convirtió en un icono de los grupos progresistas. Tan es así que cuando algún experto se permitía analizar críticamente el mural en alguna facultad universitaria, según cuenta Darby Bannard, recibía silbidos e improperios por parte del público, como si hubiera insultado a la imagen de la Virgen María (Oppler, 299). "I got roundly hissed each time", confiesa el crítico en una carta de 7 junio 1974.

     A partir de entonces el mural dejó de ser una alegoría sobre un suceso histórico, dejó de significar el horror de las guerras, dejó de ser un momento sexual en el flujo onírico de un sujeto, y quedó reducido a un significado benéfico: expresar la fe en el progreso de la humanidad y el antimilitarismo de aquel que mostrara el icono colgado de la pared o en forma de chapa cosida a la solapa. "Odio al Guernica, consuelo de democracias", aúlla Saura. En efecto, el mural había perdido toda su fuerza, artística, onírica, sexual y política. A partir de ese momento se convertiría en un logo y entraría a formar parte de las estampitas devotas junto al Che Guevara.

     Como en la iconografía cristiana, el verdadero ser de la pintura estaba ya fuera de ella y la transcendía, al tiempo que la dotaba con un aura de sacralidad. Guernica ya no rememoraba nada, ni facilitaba ninguna reflexión ni estética ni ética; era el puro signo identificador del creyente. Guernica había muerto y podía volver a España.

     "Detesto el Guernica porque es un cartelón y porque como sucede a todo vulgar cartelón su imagen es posible copiarla y multiplicarla al infinito". Dijo Saura. Y así fue.

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NOTAS

(1)- El repertorio más amplio de recensiones, críticas, comentarios y documentos epistolares se encuentra en el imprescindible Picasso's Guernica, E.C.Oppler (ed.), Norton, 1988.

(2)- La respuesta de Picasso apareció en el simposio sobre Guernica editado por el Moma y en inglés, y también la versión francesa en Larrea. "El toro es un toro y el caballo es un caballo. También hay una especie de pájaro, un pollo o una paloma, ya no recuerdo exactamente lo que era, sobre una mesa. Y el pollo también es un pollo. Naturalmente, los símbolos... Pero no es el pintor quien ha de crear los símbolos, porque entonces mejor sería escribir directamente lo uno quiere decir, en lugar de pintarlo. Es imprescindible que el público, los espectadores vean en el caballo y en el toro símbolos a interpretar según su entendimiento. Eso es lo que hay: animales, animales exterminados. En lo que a mí respecta, eso es todo. Y el público ha de ver lo que quiera ver". (Larrea, 145; Oppler, 102)

(3)- Sobre los motivos profundos de la serie y de la secuencia como necesidad del arte moderno y contemporáneo ha escrito Arturo Leyte un ensayo magistral e imprescindible. Vd. la bibliografía.

(4)- "Ten States of the final canvas", en Picasso's Guernica, U. of California P., 1988, pp.110-137.

(5)- En un extenso trabajo Juan Marin coincide con Nieto Alcalde, aunque sin conocer el artículo (o sin citarlo) y mediante un análisis comparativo de Guernica y Las Meninas marcado por el psicoanálisis.

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Libros y artículos citados

Josefina ALIX, Guernica. Historia de un cuadro, Poesía, Madrid, 1993

G.C.ARGAN, El arte moderno, F.Torres ed., Valencia, 4ª 1975, pp.572-3

Rudolf ARNHEIM, El "Guernica" de Picasso, Gustavo Gili, 1976

Maria Lluisa BORRAS, Picabia, Ediciones Polígrafa,

H.B. CHIPP, Picasso's Guernica. History, transformations, meanings, U. of California Press, 1988.

H.W.JANSON, Historia general del arte, vol.4, Alianza, 1991.

Arturo LEYTE, El arte, el terror y la muerte, Abada, 2006.

Juan LARREA, Guernica. Pablo Picasso, Cuadernos para el Diálogo, 1977 (reedición del original de 1945).

Juan MARIN, Guernica ou le rapt des Menines, Lagune, 1994.

Víctor NIETO ALCALDE, "El toro del Guernica", Kalias, nº3-4, octubre 1990.

E.C.OPPLER (ed.), Picasso's Guernica, W.W.Norton &Co, 1988.

Werner SPIES, Kontinent Picasso, München, Prestel, 1988. Cito del capítulo "El Guernica y la exposición internacional de París de 1937" (pp.63-100 del original) en su traducción española.

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5 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sin rubor

Presentada como una exclusiva. En primera página. El entrevistador no se anda con rodeos: antes de empezar la faena ya nos anuncia la calidad excepcional del espectáculo. Nadie ha publicado jamás una entrevista tan clara, tan sincera y tan absoluta. Este último adjetivo merece una pausa. ¿Cómo serán las entrevistas relativas? Sobre las absolutas sabremos pronto de qué van: al parecer se trata de elogiar al entrevistado con la misma mesura que se utiliza para proclamar las propias virtudes. Sin ruborizarse: su entrevistado es el mejor presidente que ha tenido jamás ese club y ahora deja un legado magnífico. El entrevistado no le anda a la zaga: en realidad le lleva mucha delantera en esta cuestión, quiero decir en el tratamiento del ego. Su mensaje se resume en una frase: o César o nada. Esos tipos que entran en política con trabajo, ideas y sacrificio? Él ha nacido para mandar y dirigir.

Antología: ?Somos portadores de la épica más emocionante de la historia: la que guía a los pueblos sometidos a la libertad?. ?Yo nunca he hecho política de partidos desde la Presidencia del Barça: he fet país, que es muy distinto?. ?El Barça ha sido siempre una manera más de defender los intereses y las libertades de Cataluña?. ?La idea irrenunciable de hacer un mundo mejor a través del fútbol?. ?Nuestro objetivo era conseguir que los barcelonistas fueran felices y lo hemos conseguido?. ?Cataluña necesita despertar. Depende de nosotros?. ?Los catalanes aún tenemos nuestro sueño: hay muchos pueblos que ya no lo tienen?. ?Me seduce más la idea de presentarme con un partido nuevo que estará abierto a cualquier partido o plataforma que entienda que Cataluña necesita un Estado propio?. ?Y hay un aire, una intuición que me dice que debería hacer algo más cuando termine mi tiempo en el Barça?. ?Estoy consultando a profesionales de la estrategia política para sacar mis conclusiones respecto de si es posible hacer en Cataluña una revolución pacífica, democrática y responsable que nos lleve a tener un estado propio?. ?Aún no sé si Cataluña quiere un líder o un mártir. Yo no quiero ser un mártir. Sí que puedo ser un líder?. ?Cataluña se está muriendo y hay un 35 por ciento de nuestros recursos que los mandamos a España y nunca vuelven?. ?Tenemos que despertar. Tenemos que reaccionar. Nos estamos muriendo.? ?Durante los años de mi presidencia he tenido la sensación que sólo estábamos nosotros, que sólo el Barça luchaba por Cataluña?. ?Si tengo elementos de juicio que me dicen que la gente me percibe como líder y que tener un Estado propio es posible, no pienso negarme a servir a mi país porque no me gustaría pensar que no he hecho todo lo que podía, que no he luchado hasta el final por lo que pienso y quiero?. ?Tengo bastante claro que si decidiera presentarme sería para ser presidente?. En dos ocasiones señala el personaje a su auténtico enemigo: 1.- ?Este resultado (el 2 a 6 en el Bernabeu) que la caverna mediática españolista no podrá digerir nunca. De ahí tanta rabia contra mí?. 2.- ?Aquellas fotos (bebiendo champán directamente de la botella en una fiesta) fueron una canallada. Todo el mundo tiene derecho a su intimidad. Y una vez más, la caverna mediática española actuó sin ningún escrúpulo y sin ninguna ética?. No doy el enlace. La entrevista de Salvador Sostres a Joan Laporta se publicó ayer en el diario El Mundo, dirigido por Pedro J. Ramíréz.  Por si alguien pedía una explicación, el ?director de El Mundo de Catalunya?, Alex Sàlmon, escribe que el hecho de que el presidente del Barça haya concedido la exclusiva a su diario ?es positivo para los dos?. ?Para Laporta ?escribe- porque elige la prensa crítica, para este diario porque demuestra una vez más su interés por las ideas?. ¿Ideas? ¿Exclusiva? Hace apenas un mes le contó a Angels Piñol sus 'ideas', que en poco varían de las que he recogido en esta antología. Pero ni entonces ni ahora ha hecho el anuncio de que se presenta a las elecciones, a la espera de lo que le digan los estudios y encuestas que ha encargado. Esta es la única exclusiva que ha podido dar hasta ahora a sus entrañables amigos de El Mundo.



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5 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cuento de navidad para decepcionados

Si alguno de ustedes se encuentra entre los decepcionados por lo sucedido en la Cumbre sobre el Clima de Copenhague, les recomiendo la lectura del relato de Jean Giono El hombre que plantaba árboles, recién traducido entre nosotros. Antes que nada por razones de higiene mental: tras tantos días de palabrería, de demagogia de todos los colores, de promesas altisonantes y discursos huecos, tras tanto ruido propagado a través del mundo por los ensordecedores altavoces de la comunicación se agradece la historia de un hombre que libremente se ha rodeado de tanto silencio que ni siquiera tiene necesidad de hablar. Un antídoto frente al griterío.

Pero, además, Elzéard Bouffier, protagonista de la narración, parece saber más sobre la naturaleza que ninguno de los reunidos en Copenhague. Tiene una familiaridad entrañable con ella, algo que le permite avanzar por el camino justo sin recurrir a declaración pragmática alguna, sin funcionarios o expertos, que es un hombre reacio a las grandes palabras -de hecho es un hombre de muy pocas palabras-; como contrapartida, está poseído de una energía maravillosa en el momento de dedicarse a la pasión de su vida: plantar árboles. En el breve relato, Jean Giono retrata a su personaje a lo largo de 37 años, de 1910 a 1947. En este tiempo Elzéard Bouffier no abandona jamás su reducto de tierra provenzal, junto a los Contrafuertes del Mont Ventoux, una tierra dura y áspera. Bouffier, un pastor solitario que roza la sesentena, planta robles. Entierra centenares de miles de bellotas, seleccionadas una a una, con la esperanza de que crezca un pequeño bosque. Después, en la leve humedad del valle, se atreve con los abedules. Planta árboles sin descanso mientras se abaten sobre Europa dos guerras. La destrucción reina por todos lados, pero el anciano pastor, inmutable, prosigue con su tarea y el pequeño bosque, convertido ya en un bosque grande y generoso, se erige en una invitación a la vida, un regalo a los supervivientes.

Lo dicho: un cuento de Navidad para consolar a los decepcionados.

El País, 02/01/2010 



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4 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Toulouse, capital del exilio

 

 Emociona visitar la exposición sobre ese "cuerno" republicano y español en el sur de Francia. Conmueve viajar a esa Toulouse forjada por rebeldías democráticas y españolas. Una ciudad que se transformó con las ilusiones de muchos derrotados de la España republicana. Vital, quijotesca, amparadora de miles de españoles que, ni cautivos, ni sometidos, armados con la esperanza de cambiar el futuro, supieron hacer de todos una ciudad que empezó siendo ajena y terminó siendo suya.

Toulouse, tan francesa, es también una patria española. Siempre ha sido una ciudad cercana y abierta. Una de esas ciudades que rompían los tópicos de nuestra separación de Europa por los Pirineos. Pero cuando Toulouse se hace más sanguínea y emocionalmente nuestra es a partir de la primavera del año 39. Después de haber pasado la frontera con los fríos del invierno, de haber soportado la vida de refugiados en campos del sur de Francia, miles de aquellos españoles, conscientes de la imposibilidad del regreso, se reparten por pueblos y ciudades cercanas a la frontera. Quizá con la vaga esperanza de un día poder volver al país que los expulsó.

La vida es dura en aquellos años. Derrotados por los fascistas españoles, tienen que volver a luchar contra el nazismo que viene de Alemania. Francia es también un país secuestrado en sus libertades. Otra guerra contra la barbarie emprenden para supervivir muchos republicanos españoles. Después de años de incertidumbre, de muertos, de penurias, los españoles demócratas se han ganado un lugar en la Francia democrática. Los españoles de Toulouse se integran en la vida cotidiana de una ciudad que está normalizando la vida. Tienen que comenzar una nueva vida. Trabajadores, artesanos, campesinos, algunos licenciados, profesores, tenderos, mujeres que cosen, limpian, sirven o enseñan. Un grupo humano que quiere tener una vida mejor en una ciudad que ya empieza a ser también la suya y un idioma que también será el suyo.

Pasan los años, las décadas, el franquismo sigue en el poder, los españoles de Toulouse viven  con las ventajas de la democracia, aunque con el dolor del exilio. Muchos quieren regresar, algunos lo hacen en los años sesenta, no demasiados. España, aquella tierra de la que fueron expulsados, sigue siendo un país sin libertades y sin trabajo. Miles, millones de españoles que tienen que volver a salir al extranjero.

Los españoles del exilio toulesano son un grupo humano que ayuda a la transformación de la ciudad que nunca han dejado de sentir los valores democráticos en los que creyeron. Ya son parte del paisaje humano de una ciudad que no hubiera sido la misma sin la contribución de aquellos derrotados que supieron vencer la batalla del futuro. Toulouse también es española.



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4 de enero de 2010
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Una cruz en Duchov III

Algunas precisiones

    La bibliografía de Casanova es tan inmensa como laberíntica. De manera que sólo doy unas informaciones básicas sobre lo que acaba el lector de leer.

    Hasta el momento, la mejor biografía es la de J. Rives Childs, Casanova, a new perspective (Paragon House, 1988), aunque la última que yo he podido leer es la de Alain Buisine, Casanova. L'Européen (Taillandier, 2001) que no añade gran cosa a Childs. Como introducción literaria sigue siendo muy entretenido el Casanova de Stefan Zweig aunque data de 1929 y está plagado de errores.

    Los casanovistas españoles son numerosos y activos. El episodio de Casanova en España es uno de los más graciosos e instruye sobre la abyecta situación moral y política de la España de esa época. El libro colectivo Giacomo Casanova. Memorias de España (Espasa Calpe, 2006) es sumamente interesante. En el mismo, destaca la aportación de Marina Pino con una de las más chuscas historias del periplo catalán del veneciano: "El conde, la bailarina y el obispo: ¿Drama o vodevil?".

    Las terribles humillaciones del anciano bibliotecario están recogidas en un libro de temible lectura. Son las cartas que escribió un Casanova histérico y mentalmente desequilibrado en sus últimos años. G. Casanova, Lettres a Sieur Faulkircher. L'Echoppe, Caen, 1988.

    Sobre la cuestión específica de Casanova y sus amantes se ha publicado recientemente un trabajo de Judith Summers, Casanova's Women (Bloomsbury, 2006), dedicado a identificar las mujeres reales que se ocultan bajo iniciales o con nombre supuesto en el escrito de Casanova, pero no ha sido recibido con entusiasmo por los casanovistas.

    Es de uso muy útil la publicación canónica de los casanovistas: L'Intermediaire des casanovistes, editada por Helmut Watzlawick y Furio Luccichenti. Subscripciones: 22, Ch. de l'Esplanade -CH 1214 Vernier (Suisse)

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4 de enero de 2010
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La mejor película del año

Ciertas cinematografías, sobre todo en los periodos heroicos o fundacionales, se apoyaron en un solo nombre, convertido en enseña y en embajada. Angelopoulos en Grecia, Satyajit Ray en la India, Torre Nilsson en la Argentina a fines de la década 1950, Oliveira en Portugal, Ousmane Sembène en el emergente y pequeño cine senegalés de los 60. Cuando existía el Telón de Acero, y estábamos todos, los públicos extranjeros y los artistas locales, muy aguerridos, cada cine de aquel oscuro lado comunista tenía su gran figura, aunque la riqueza de cineastas fuera mayor, como en el caso argentino. El nuevo cine checoslovaco contaba  -antes de americanizarse él- con Milos Forman (si bien los más díscolos preferíamos el formalismo radical de Véra Chytilová), en la entonces unida Yugoslavia el cineasta indiscutiblemente seminal era Dusan Makaveyev, y de Polonia, entre los también prestigiosos Kawalerowicz, Zanussi y Has, Andrzej Wajda capitalizaba desde sus primeras obras maestras ‘Kanal' (1956) y ‘Cenizas y diamantes' (1958) el formidable cuño político-expresionista emanado de la Escuela de Bellas Artes de Cracovia, en la que la mayoría de los directores nombrados se formaron.

 

    Ha sido un duro honor para Wajda ostentar esa representatividad tan focalizada, en medio de los muchos avatares políticos por los que Polonia ha pasado en el siglo XX, y tanto tiempo: nacido en 1926, y autor de una filmografía de más de treinta títulos, conviene señalar que ‘Katyn' está realizada por un hombre de 81 años que sigue en ejercicio y tiene una nueva película, ‘Tatarak', rodada este mismo año. Confieso que, arredrado por la megalomanía algo rimbombante de su anterior ‘Pan Tadeusz', fui a ver ‘Katyn' con un asomo de pereza, encontrándome, sin embargo, con una conmovedora pero delicada obra maestra, para mí la mejor película vista en este año que acaba de terminar, y la confirmación del especial talento de su autor para el relato épico sostenido por una profunda vibración lírica y un gusto por lo grotesco y lo macabro que los lectores de Schulz o Witkiewicz reconocerán complacidos.

     Wajda es un historiador de la intimidad afectada por la historia, y como tal ha ido contando en sus obras más enraizadamente ‘polacas' el acontecer de su país a lo largo de casi dos siglos. Imposible aquí resumir los pasos de esa vía dolorosa de revelación y examen nunca dogmático. En el caso de ‘Katyn', la historia se mezcla con la autobiografía, ya que el padre del cineasta fue uno de los más de 15000 oficiales del ejército polaco asesinados en los primeros meses de 1940 en una sistemática matanza ordenada, a instancias del siniestro Beria, por el politburó del partido comunista soviético; llevando después a cabo una de las operaciones de propaganda más mistificadoras de la historia, el gobierno estaliniano atribuyó ese exterminio masivo de hombres desarmados a los nazis, con el logro asombroso de engañar a las fuerzas aliadas y a la complaciente Europa occidental durante casi cuarenta años, hasta que las propias autoridades de la URSS reconocieron en 1990 la responsabilidad directa del NKVD. Aun así, Wajda elude los lamentos del album familiar: "no quisiera que la película fuese mi búsqueda personal de la verdad, ni una vigilia sobre la tumba del capitán Jakub Wajda. Lo que quiero es contar una historia sobre el sufrimiento y el drama de muchas familias, sobre la mentira de Katyn que yace sobre la tumba de Stalin y que obligó a guardar silencio durante medio siglo a los aliados occidentales de la URSS en la guerra contra Hitler".

    Wajda se muestra como narrador de gran empuje desde la primera e inolvidable escena del film, la de los fugitivos polacos atrapados en el puente entre dos ejércitos hostiles entre sí y hostiles a la población civil atemorizada; a continuación planta su cámara entre los oficiales detenidos en la estación ferroviaria, paseándola en una serie de majestuosos ‘travellings' sobre esa tropa humillada y culminando la secuencia con el desgarramiento de la bandera polaca y el uso que los soviéticos hacen de los trozos de tela para cubrirse los pies ateridos. Momentos como el saqueo de la universidad, la oración espontánea de la milicia en los barracones o, en la parte final, la matanza en las zanjas del bosque, recuerdan esa admirable capacidad de Wajda para individuar tragedias colectivas, muy resaltada en ‘Katyn' por la fusión nunca descompensada del material de archivo y lo nuevamente filmado. Como en muchos de sus mejores films, el gran realizador de epopeyas no sacrifica los matices, ni una peculiar y refinada poética de los objetos: el crucifijo herido bajo el capote militar, el sable del general devuelto por la criada fiel, el rosario, la caja de cenizas del capitán.

     El mayor acierto en la construcción del film es el escalonamiento de personajes femeninos que van poniendo de relieve, con sus propias andanzas de búsqueda y duelo, el vacío emocional dejado por los militares desaparecidos. Esa cadena dramática de esposas, hijas o madres en perpetua indagación alcanza el verdadero ‘pathos' gracias también a las actrices, en especial Danuta Stenka, que interpreta a Roza, la orgullosa y elegante mujer del general, y en el papel de la esposa y madre de dos de las víctimas, Maja Komorowska, una actriz imposible de olvidar desde sus apariciones en el ‘Decálogo' de Kieslowski. A menudo operístico en el aliento narrativo (y qué bien ayudado por la partitura fílmica que le ha escrito Krzysztof Penderecki), Wajda, también un distinguido hombre de teatro, rinde algo más que homenaje a las artes escénicas en la peripecia para mí más atractiva de la película, los ensayos de la obra sobre Antígona en la que participa Agnieszka (otra gran intérprete, Magdalena Cielecka) y con la que se establece un elocuente paralelo temático y sugestivamente metafórico en el motivo del sacrificio de la trenza.

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4 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La silla

El mueble más inmediato y sencillo, el primer eslabón en el sistema del mobiliario doméstico es la silla. Otras figuras del mobiliario podrían escogerse como ejemplo de sencillez pero ninguno lo es tanto en intención, concepción y elocuencia.

 El banco o el taburete son todavía más simples pero se diría que pertenecen todavía a un tiempo primitivo, casi animal, y de hecho, ambos encuentran una fácil connotación con el pesebre, el pretil o el escabel para ordeñar el ganado. La silla, sin embargo, mercede a su respaldo, es ya algo humano.

Una fabricación pensada, aún esquemáticamente, con el pensamiento humano, tanto que, a  la manera de los pictogramas  designa por anticipado su función práctica. Todos entienden con facilidad su referencia a un uso determinado y de hecho, su dibujo crea una dialéctica  exacta, desde el boceto a la cosa y de la cosa al trazo.

 Sin desdeñar el amplísimo surtido de sillas diferentes dentro tanto de la simplicidad como de la retórica, el hecho viene a ser que acaso ningún arquitecto llega a sentirse del todo completo, sea Le Courbusier, Miess, Siza o Moneo, sin haber pergeñado una silla con su nombre. El arquitecto consigue así desarrollar no sólo su particular concepción del espacio puro sino, además, su concepción respecto a la confortabilidad de su habitáculo.

 En la Edad Media apenas había muebles en las habitaciones y de ahí que el espacio desnudo cumpliera las veces no sólo de refugio indiscriminado sino de ámbito diferencial según los mundos que deseara crear y los estados de ánimo que pretendía suscitar en ellos producir. Las iglesias, los conventos, los dormitorios, los oratorios, las lonjas, se autonombraban a través de la inspiración  que hablaba en su seno.

 Los muebles, después, han  venido a ser quines califican una y otra habitación con una fuerza - a veces torpe, a menudo burda- que, en ocasiones, perturba la calidad intrínseca al  espacio básico. Un buen arquitecto es aquél que aúna la espacialidad a sus contenidos pero siempre el promotor le permite llevar a cabo la labor completa. Cuando se lo autorizan, sin embargo, el diseño de muebles, armonizados en su espacio,  viene a ser la obra íntegra.

Pero no faltan sino que abundan los ejemplos de excelentes  interiores perjudicados y hasta estragados por la presencia de muebles horrísonos o, al cabo, inapropiados.  Podría así decirse que los muebles son los primeros habitantes de ese inmueble y así como es común que los ocupantes de una vivienda la estropeen con una mala decoración o un mal uso, los  muebles sin tino invadiendo los cuartos torturan o malbaratan a su contenedor y establecen al cabo una atormentada pugna que desestabiliza el ambiente. y su destino.

 Muebles incómodos para ese espacio al margen de la máxima confortabilidad que posean por sí mismos para ser expuestos y admirados.

La silla sería la primera letra en la secuencia semiótica del mobiliario. Es como una letra inicial que llama hacia un estar en el lugar, el primer punto que invita a permanecer un tiempo en ese concreto espacio. "Dar silla a alguien" es invitar a otra persona a sentarse ante quien lo desea aunque otra manera de dar silla más o menos duradera es procurarle la postura yerta mediante  la silla eléctrica. La palabra silla procede del latín sella, asiento, y hay tantas sillas como las que discurren en una sucesión casi infinita desde la silla de enea a la silla a la silla de montar y desde la silla gestatoria a la silla de ruedas.

La mayor parte de los hogares se definen por los muebles escogidos y muy especialmente por las sillas que se disponen alrededor de la mesa de comer.  A través de la interpretación que propicia su diseño, el visitante alcanza a ponderar tanto el gusto estético de los amos como acaso el gusto mismo de los platos que se servirán ante ellas. Sillas mullidas o sillas estrictas, sillas desacopladas y sillas que forman un amable juego o una melodía perfecta. Ese comedor, en cuyo aspecto, ha venido interviniendo mucho las mujeres  habla del carácter de ella y hasta de su fisonomía en cuanto persona y en cuanto esposa.

No pocos detalles del mobiliario completarán el perfil de los amos y, obviamente, en una casa abundan las pistas de todo tipo, textuales, textiles, tectónicas, que orientan las conclusiones, pero la silla, excepcionalmente, es una información de gran alcance sobre el carácter integral de un domicilio y el bienestar o el malestar que allí se esconde.

 



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4 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El peor año de nuestras vidas

Es difícil decir cuál fue el mejor, pero 1974 está entre los candidatos. Me refiero a la vida de los periodistas, claro. Aquel año unos jóvenes y humildes reporteros consiguieron derribar al hombre más poderoso del planeta. En 2009, los que quedan y trabajan lo hacen en periódicos en declive, cuya difusión en papel disminuye a ojos vista, reciben cada vez menos anuncios con los que equilibrar las cuentas y saben muy poco o quizás nada del futuro de su negocio, que será indefectiblemente digital. No es el único dato malo del año. Reporteros sin Fronteras nos ofrece un buen puñado de malas noticias adicionales respecto al número de periodistas asesinados en servicio, heridos, encarcelados o censurados.

El año estuvo lleno de noticias sobre la prensa, y las noticias auténticas ya se sabe que no suelen ser buenas. Fue un año malo, pero pudo ser peor. De hecho, augures hubo que lo previeron más negro todavía. Los macabros pero simpáticos redactores del Observatorio de la Muerte de los Periódicos suscriben la afirmación que encabeza esta nota: ?Este fue incuestionablemente el peor año en la historia del negocio?. Habla de Estados Unidos, el lugar donde en realidad se ha inventado casi todo del oficio, lo bueno y lo malo: ¿cómo no iba a producirse allí antes que en ningún otro sitio el síndrome de la defunción? Allí, asegura, el nivel de ventas regresó a niveles anteriores a la segunda guerra mundial y los ingresos de publicidad fueron como en los años 60. Cerraron cabeceras históricas en Denver y Seattle y entraron en barrena otras en Boston, Chicago y San Francisco, pero no se produjo la mortandad masiva entre los grandes títulos que muchos anunciaban y algunos esperaban, debido sobre todo al recorte de costes y de puestos de trabajo más drástico y doloroso de la historia. Algo paralelo a lo que ha sucedido en todo el mundo desarrollado. Lo peor no es el mal estado en que están los diarios, sino el pésimo estado en que se halla el periodismo. Tiene que ver lo segundo con lo primero, pero no es la única explicación. Las causas de la crisis que sufre el periodismo hay que buscarlas mucho más allá de un simple cambio tecnológico. He escrito bastante sobre este asunto este año, pero me temo que tendré que seguir haciéndolo en el año que ahora empieza. Coincide con un aniversario a tener en cuenta. Hoy hace 50 años murió Albert Camus, en un accidente de coche, a los 46 años. Nicolas Sarkozy quiere con tal motivo llevar solemnemente sus restos al Panteón. Su familia prefiere que sigan en el cementerio provenzal de Lourmarin, localidad donde habitó en los últimos años de su vida. Fue un periodista excelente y un modelo para este oficio, tal como lo ha recordado su amigo Jean Daniel, en un libro imprescindible sobre el personaje y sobre el periodismo: ?Avec Camus. Comment résister à l?air du temps? (Gallimard, 2006), traducido aquí como ?Camus. A contracorriente? (Galaxia Gutemberg, 2008). De dicho libro quiero sólo citar un par de frases a propósito de su experiencia periodística como director de Combat: ?en cierta ocasión dijo que no sería capaz de admitir ninguna verdad que pudiera ponerle en la obligación, directa o indirecta, de condenar a muerte a una persona?. Según Jean Daniel, fundador y director de Nouvel Observateur, lo más destacado de Camus periodista es ?su voluntad de combatir la mentira, más que su éxito en alcanzar la verdad?. Un periodismo menos pretencioso, ocupado a conciencia en combatir la mentira, es lo que nos conviene ahora, cuando salimos del peor año de nuestras vidas y nos adentramos en otro que amenaza con superarle. Pase que lleguen más años malos, pero, por favor, que no nos hagan más ciegos. (Enlaces: con Reporteros sin Fronteras, Newspaper Death Watch, con varios artículos sobre Camus: los que han publicado José María Ridao y Joan de Sagarra con motivo del aniversario y otro mío de hace tres años en el que escribí sobre su patria argelina y sus vínculos con los republicanos españoles).



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4 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Breviario del año que acaba: la nueva ley del aborto (4)

 

Aceptar la ley que regula el aborto voluntario no significa librarse de su dilema moral. La ley dispone las garantías sanitarias y jurídicas que amparan a las mujeres afectadas pero no puede ir más allá. No puede resolver los interrogantes que sólo en el ámbito personal tienen sentido.

No obstante, las objeciones contra la ley persisten: se considera que la mujer no sabe lo que hace y que sólo una prohibición legal con fundamentos religiosos le permitirá ser eximida de la condena divina que recae sobre quién comete la blasfemia abortista.

Como una polémica formulada en estos términos resulta difícil de conducir, la exasperación de los adversarios del aborto es cada día mayor. Pero en lugar de introducir argumentos reflexivos, profieren anatemas cuya refutación es imposible.

Para el arzobispo de Valencia el aborto no sólo es un crimen sino la más tremenda de las dictaduras. Para el arzobispo de Granada, el aborto es un genocidio y para la totalidad de los obispos, inevitablemente, un pecado.

Ajenos a la controversia intelectual de la inteligencia civil, los obispos enemistan a la moral con el buen gusto y apelan sin cesar a la credulidad de sus fieles. Sin embargo, los estrategas eclesiásticos no sólo intentan imponer a las mujeres el duro yugo de la penitencia mortal sino sacar un provecho inesperado a la polémica abortista.

Mientras la Iglesia de los Estados Unidos quiebra después de pagar cuantiosas indemnizaciones por sus delitos de pederastia y la iglesia de Irlanda ve dimitir a los obispos que protegieron a sus curas pedófilos, la iglesia española afirma que  "el aborto es peor que la pederastia".

La palabra clave de esta declaración es "peor". Después de haber calificado al aborto como genocidio, tiranía y pecado, a los obispos les corresponde desvelar en qué grado la pederastia es un crimen menos grave. Sobre todo después de admitir lo que va implícito en la oración: si sus contrincantes son partidarios del aborto, ¿significa acaso que ellos lo son de la pederastia?

Parece una torpeza dialéctica o un rudimentario acto fallido, pero la consigna tiene un significado que va más allá de lo aparente. El sorprendente juicio proclamado en Ginebra por Silvano Tomasi, observador permanente del Vaticano en la ONU y decidido abogado de los sacerdotes implicados en casos de pederastia, nos ayudará a comprender el sentido de este atrevimiento. Al parecer, para el Vaticano resulta esencial diferenciar entre los pedófilos que abusan de los niños y aquellos homosexuales que se sienten atraídos por "varones" de 11 a 17 años. Según Tomasi, éstos curas no son pedófilos: son "efebófilos". Lo cual supone, por lo visto, un atenuante.

¿De dónde procede la ambigüedad institucional con la pederastia? ¿Qué necesidad hay de vincular la polémica del aborto al sórdido episodio de los abusos sexuales a menores? ¿Para qué turbar a los fieles y creyentes con esta inexplicable indulgencia?

La sensatez política aconseja una condena sin contemplaciones y dejar limpio el buen nombre de la institución imputando a los curas la única responsabilidad de los delitos cometidos. Pero la Iglesia se empecina: ¿qué la inclina a fomentar sospechas tan perjudiciales para el prestigio que quiere proteger?

Tanto en lo relativo al aborto como a la pederastia, la Iglesia da continuidad a una tradición de 1.700 años: sostener en cualquier dilema la más incomprensible de las opciones. El desafío al mundo moderno es todavía más agudo pues de la inaccesibilidad de sus motivos depende el futuro de la institución. La arrogante y aristocrática presunción de unos obispos ajenos al sentido común y a la razón democrática es la única garantía de su singularidad. Pues si consintieran entablar conversaciones mundanas ¿quién les querría escuchar?

Conviene no olvidar que los obispos hablan en nombre de dios. Y un dios que puede ser comprendido, pierde su divinidad. Un dios con el que se puede discutir, pierde su autoridad. Este es uno de los fundamentos de su creencia.



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2 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La vida continúa siendo una mierda

 

Queridos amigos, odiados enemigos, aunque nunca se sabe bien quiénes son unos y otros. La vida. La vida te da sorpresas porque nuestros cerebros son muy complicados. En nuestros cerebros hay mucha mierda camuflada de bien y honradez, de justicia y lealtad, de dignidad y bla, bla, bla. Pero por debajo asoman las manías, los celos, el desprecio arbitrario y un mal rollo que te cagas. Por eso uno de los textos más visto y comentado de este blog es "La vida es una mierda", frase que no es mía pero que resume bastante bien, sin palabrería, lo que hay. Amigos, esto es lo que hay.

A todos os deseo que tengáis un maravilloso 2010.



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2 de enero de 2010
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