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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Premio Augusto Roa Bastos

Augusto Roa Bastos. Fuente: picassaweb Lanzan el Premio Augusto Roa Bastos para favorecer la creación literaria en Paraguay. Será un premio bienal y podrán participar todos los paraguayos y extranjeros residentes en Paraguay. Lo bueno es que la edición de la novela ganadora será hecha por Alfaguara. A ver si se les prende el foquito a los peruanos que lanzan premios y publican pésimo los libros con editoriales sin buena distribución. Dice la nota:Se presentó ayer el Premio Literario Augusto Roa Bastos, que entregará US$ 7.000 y publicará la obra ganadora bajo el prestigioso sello internacional Alfaguara.El lanzamiento del concurso se realizó en la residencia del embajador de España e ideólogo del galardón, Miguel Ángel Cortizo Nieto.Javier Barreto, gerente de la Editorial Santillana, explicó que el certamen se desarrollará cada dos años (bienal) con la finalidad "de estimular la producción literaria; que los escritores publiquen sus obras y que sean leídas, tanto dentro como fuera del Paraguay".El directivo aseguró que el Premio Augusto Roa Bastos tiene varios incentivos. "La dotación de US$ 7.000 para el ganador, el prestigio que otorga Alfaguara, uno de los más importantes en lengua española y la difusión que pueda alcanzar la obra al ser publicada por un sello internacional", fueron algunos de los aspectos que destacó Barreto, quien agradeció el apoyo y el beneplácito de la Fundación Augusto Roa Bastos.Mirta Roa, hija del laureado escritor, y Tony Carmona, director del organismo, valoraron positivamente el emprendimiento."Qué mejor forma de homenajear a Bastos que darles la oportunidad a los escritores paraguayos para que trasciendan las fronteras del país. Esto les abre las puertas a los escritores", consideró Roa. Coincidió con estas apreciaciones el ministro de la Secretaría Nacional de Cultura, Ticio Escobar, quien también hizo uso de la palabra. Por su parte, el embajador español, Miguel Ángel Cortizo Nieto, ideólogo del galardón, dijo que este era su aporte."Es mi pequeño grano de arena", señaló el diplomático. Como dije, podrán participar todos los escritores (mayores de 18 años) paraguayos o extranjeros residentes en Paraguay. La obra, que deberá ajustarse a los parámetros del género de la novela, deberá ser inédita y tendrá como mínimo 150 páginas. Los originales se reciben en la sede de Alfaguara (Venezuela 276 entre Mariscal López y España). El plazo de admisión de los trabajos, que posiblemente será ampliado según se adelantó en la reunión, se cerrará el 26 de abril de 2010.



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23 de diciembre de 2009
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Austin: cultivada rareza

En el año 2000, un grupo de ciudadanos de Austin, celosos de preservar ciertas peculiaridades de la ciudad, lanzó la frase "Keep Austin weird" ("Que Austin se mantenga rara"), y lo que al  principio no fue más que la ocurrencia de unos extravagantes, en poco tiempo se convirtió en un lema ahora asumido desde la alcaldía. ¿Cómo de rara es Austin? Al principio no lo parece mucho. Situada más o menos en el centro de Texas, no es la ciudad más hermosa del estado (seguramente lo sea San Antonio), ni la más grande (Houston), ni la más artísticamente avanzada (Dallas), pero al ir conociéndola se empieza a ver su encanto, su mezclada personalidad, su acusado perfil humanista. Se trata de una ciudad universitaria, y la universidad es no sólo el ‘alma mater' sino -o así me lo pareció a mí- el espíritu del lugar. Repartida entre una serie de edificios eclécticos, alguno muy bonito, la universidad tiene un hito arquitectónico, la Torre, que rivaliza o le hace un guiño al otro gran punto descollante y emblemático, la cúpula del Capitolio.

     Los americanos adoran tener capitolios en sus capitales, y se esmeran en su construcción, pero el de Austin es realmente impresionante; me contaron mis anfitriones que Borges, visitante asiduo de la ciudad, se hacía siempre llevar allí, tocando con sus videntes manos, antes de entrar, los nobles muros de granito rojizo. El presente Capitolio se empezó a levantar en 1882, y al terminarse, seis años después, se dijo que era el séptimo edificio más grande del mundo. Como todo capitolio que se precie, es de estilo clásico, neo-renacentista éste, pero con esa elegante solidez geométrica que tienen en los Estados Unidos sus símbolos de piedra, desde las grandes fábricas a los primeros rascacielos. Abierto cómodamente al público a todas horas, no en vano es lugar de representación del pueblo, la visita es muy recomendable, ofreciendo, además de sus cuadros, sus salones y sus galerías de columnas, una rareza que nos llama la atención; en el suelo de mármol de la rotonda central, están grabadas las enseñas de todos los países o estados a los que la orgullosa Texas perteneció a lo largo de su historia: la Estrella Solitaria de la breve República de Texas, el Sello de la Confederación, la flor de lis de los Borbones franceses y el león y el castillo de las armas castellano-leonesas.

    Espectacularmente iluminado de noche, se dejará a un lado la mole del Capitolio cuando el viajero se acerque a la cuadrícula del distrito musical y ‘golfo' en el Downtown, famoso en una ciudad donde la asombrosa profusión de iglesias de todas las religiones (yo tenía seis rodeando mi hotel) no impide, por ejemplo, la existencia de una bulliciosa comunidad gay, con sus lugares de esparcimiento al oeste de la calle 4. La calle 6, en su parte este, es la que alberga otra gran cantidad de templos que dan a Austin su más laica y celebrada espiritualidad. En esa zona, cruzada por dos grandes arterias, las calles Lavaca y Guadalupe, y jalonada por la llamativa silueta, entre romántica y vaquera, del Hotel Driskill (precioso y de muy buen comer su restaurante), se halla, en una serie casi ininterrumpida de animados locales nocturnos, la mayor  oferta imaginable de música en vivo: country, folk, blue, jazz, etc. Según mis amigos melómanos, el de más solera es el Elephant Room, en Congress Avenue, y allí, en efecto, asistí yo una noche a una emocionante ‘jam session' a partir de las composiciones de Thelonious Monk. Para los nostálgicos de la edad de oro del ‘pop', la peregrinación obligatoria, lejos de allí, en North Lamar, es el Threadgill´s, un atractivo bar de carretera al viejo estilo donde en los primeros años 1960 empezó a cantar la tejana Janis Joplin, estudiante entonces de la universidad de Austin.

    El cliché de un estado cuyo símbolo más presente es el de los ‘longhorns', los largos cuernos curvos de las vacas, no debe ocultar que en Austin, y también en Dallas y Houston, los millonarios petroleros han hecho posible la existencia de museos y centros culturales ejemplares. En Austin, esa generosidad del mecenazgo alcanza una sofisticación deslumbrante. La describo en tres paradas. La primera en la Nettie Lee Benson Latin American Collection, que dispone de un fondo de manuscritos y libros iluminados tal vez incomparable. La visita le deja a uno boquiabierto sin cesar, pues cuando se acaban de disfrutar los mapas mexicanos del siglo XVI, deliciosamente ingenuos, van apareciendo las ‘joyas' contemporáneas, entre las que el original de ‘Rayuela' corregido por el propio Cortázar se asemeja a un primitivo incunable. La segunda es el museo Blanton, otra donación privada donde se amalgama un núcleo central muy bien seleccionado de pintura barroca italiana con diversas muestras de arte americano contemporáneo. Por último, el Harry Ransom Center, que más que un centro de humanidades es la más maravillosa cueva de Alí Babá que yo conozca. En el Ransom, hogar definitivo de los archivos privados de  -por citar sólo adquisiciones recientes- Doris Lessing, Borges, Burgess, Malamud, Narayan o Stoppard, llega a ser vertiginosa, como en un juego de sueños realizados, la posibilidad de ver la primera foto de la historia, las páginas a mano de Proust y Faulkner, antes de pasar a los vestidos originales de Escarlata 0´Hara (tienen el legado de Selznick) o las tijeras gigantes que Dalí diseñó para el ‘Recuerda' de Hitchcock.

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23 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La bombilla

Que la luz  eléctrica provenga de la bombilla requiere que su interior sea un vacío o se la haya dotado de un gas inerte. Es decir, la luz proviene de una incandescencia que pasa por la muerte real del filamento.

Y no sin consecuencias. El 90% de la energía de esa incandescencia se gasta en calor y sólo un diez por ciento en luz. La luz requiere, por lo tanto, una abnegación casi absoluta del efecto que Edison procuró con su invención. Una invención muy discutida por otros investigadores y que, al cabo, Edison se apropió en buena medida porque su mismo nombre se aviene perfectamente con la acción de expansión y condensación que se produce en el seno de su ampolla-

Edison evoca la callada tensión que tiene lugar en el interior de ese pequeño ámbito que en la casa opera, efectivamente, como el depósito de una proyección de luz. Luz proveniente de una cápsula habitada por un  extraordinario estrés interno.

 La casa se ilumina, en apariencia, como sin tal cosa. Basta pulsar el interruptor para obtener iluminación pero una sucesión de tensiones dentro de la jaula de cristal son necesarias para ofrecer su  ración de claridad. La tensión más intensa del hogar se cumple  en esta suerte de maniobra por la cual la luz se ordeña desde el vientre del calor, dentro de la íntima ampolla de cristal, expuesta a la vista, pero no obstante velada a la comprensión del usuario.

 El usuario conecta y desconecta el interruptor  con la mayor indiferencia  respecto a la reacción que desencadena. Dentro de la bombilla, entretanto, se compulsa  un éxtasis extremo gracias al cual se obtiene luz y mediante cuya acción el filamento de tuststegno sacrifica su existencia misma, su familia de tutgstenos, en aras de procurar claridad. Ser trata en fin de una  esencial metáfora de la inmolación de Cristo, el cuerpo que se sacrifica en la altura de una cruz o en  el interior atmosférico de la bombilla de donde nacerá la luz.

 Tomamos la bombilla como un objeto utilitario más pero es in cuestionable que para cualquiera que acoge en sus manos la bombilla, por su fragilidad y pos su morfología embarazada, lleva un especial cuidado para no dañarla y, con ello, cometer un crimen de cuya trascendencia sería imposible alcanzar el perdón.

La bombilla está a nuestro cargo como una unidad de una tribu de pequeños niños subordinados. Pequeños indígenas industriales  a quienes se explota su extremosa necesidad.

La lámpara llega hasta la incandescencia como los niños son coaccionados hasta el límite sus fuerzas productivas.  A esa clase de amos de los niños explotados, tensados al máximo, pertenecemos nosotros. Una bombilla se funde cuando en su exorbitada entrega de luz ya no puede dar más. La bombilla se funde del mismo modo que nosotros trabajadores  hemos quedado fundidos por el deber empresarial.

En el colmo de la incandescencia sobreviene la quiebra de las fuerzas, el desplome o desfilamiento de la resistencia, el final de toda posibilidad de dar más de sí. Este es en definitiva el comportamiento esclavo de la bombilla aislada: se funde cuando honestamente no pueden entregar más de sí. O dicho de otra manera, cada fundido de una bombilla conlleva la especie de una presión inhumana, más allá de la vida civil.

La luz diurna, la luz natural, es una fase propia de la respiración natural, la fase diurna del día. El efecto de una cadencia pulmonar sana. Sin  embargo,  la luz eléctrica representa el efecto de una destilación incandescente lograda por sobreexcitación del wolframio o del tugsteno  hechos filamento, torturados  y flotando sumisamente en el amargo mar de un gas, Un gas, normalmente el kripton cuya sola mención lleva a sentir que esos filamentos seleccionados para dar su luz han caído presas de un complejo guerrillero superior, amo de gases decisivos, escogidos para apresar con suficiencia al hilo que brillando mediante alcaloides, nos `procure la droga de luz.

Sin esa luz eléctrica maldita, ni la lectura de los libros, ni los bordados, los mandatos de la cena o los perfiles de la belleza  serían igual. Tampoco la lascivia de los cuerpos ni la calidad del mobiliario, las cretonas, las alfombras o los artesonados. La luz eléctrica procura además de su luz  sus sombras propias, para la pintura, la máscara, la demostración o la cosmética. Hay un mundo al margen de las bombillas y un mundo de bombillas, de lentejuelas y de fiestas particulares propulsadas por la incandescencia y no por la combustión, Un mundo basado en el efecto productivo de la represión sobre los filamentos hasta el grado de fundir su ser propio en beneficio de la creencia Una ecuación, en suma, que se opone al hedonismo de las hogueras donde las pasiones que nos queman son la luminaria central. La luz directa de las pasiones encendidas o apagadas, la comunicación directa de la emoción sin represión.

La bombilla es así en la burguesía del autocontrol, la virginidad y el ahorro del gasto, una metáfora de la contención hasta el límite, mientras la antorcha o la hoguera es el tropo de la entrega pasional hasta su extinción. Del primer caso se deduce el intento -siempre ambiguo- entre la donación y la negación, de cuya dialéctica, entre la virtud y el vicio, la luz emerge. En el segundo supuesto,  la antorcha como signo y su  linealidad como ofrenda absoluta, sin méritos de incandescencia, se patentiza no su  sacrificio sino la orgía de su consumación.

Nunca la bombilla llega a conocer esta forma de amor. No ilumina  debido a su gozo sino a  su pesar. Mientras la antorcha, la hoguera se realiza en la orgiástica consagración de su muerte, una bombilla perece en su previsible catafalco. Su muerte es la extenuación final de su resistencia funcional, el límite de todo lo que pudo resistir antes de su dimisión. Aparentemente no ha pasado nada en su mundo exterior, todo sucede en su hogar interior. El alma de la bombilla es el alma que comunica así con nuestra alma en permanente tensión común. No hay fiesta franca en el padecer de las bombillas porque mientras ellas sufren la fatalidad de su fundición representamos el ordinario simulacro de una alegría sin mayores consecuencias.

 Efectivamente solo un espíritu religioso el que caracterizó a finales del sigñlo XIX pudo engendrar una lámpara práctica y viable, una lámpara  reprimida y con positiva vocación de muerte, una lámpara viático que , a pesar de nuestros actuales esfuerzos de indiferencia, habita nuestros hogares con un aura religiosa y su lumínico mensaje de represión.



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23 de diciembre de 2009
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Apólogo de la presencia de un intruso

Supongamos que  un ruido no familiar me despierta en la noche. En la oscuridad de la habitación me embarga el temor de que un extraño se ha introducido en ella. Me esfuerzo en apartar la idea, pero recuerdo que, en razón del calor, he dejado abierto el balcón en la sala contigua, y que la calle se encuentra  a escasos metros. La presencia de un intruso no es pues imposible, no hay probabilidad cero de que así sea. Me hallo escindido entre dos horizontes muy diferentes, determinados por dos probabilidades:

 1) La probabilidad  de que no haya nadie, que me tranquiliza y me mueve a intentar conciliar de nuevo el sueño.

2) La probabilidad real de que haya un intruso, que me obliga a aventurar conjeturas que pueden tener enormes consecuencias, como la de ser agredido, o la de adelantarme yo mismo a la agresión, lo cual según como vayan las cosas puede incluso convertirme en algo tan inesperado en mí como un homicida, etcétera.

En suma: el avance  de dos conjeturas cuyo grado de probabilidad no es nulo conduce a una forma de desdoblamiento de la personalidad. Esta quiebra psíquica puede resultar más insoportable aun que la conjetura negativa, por lo cual para superarla me decido a...encender la luz, comprobando quizás felizmente que no hay nadie.

                                                          ***

Modificaré el apólogo que precede, introduciendo una premisa filosófica, que de momento pido al lector que postule, es decir, acepte sin reflexionar si es razonable o no:

Toda hipótesis que no tiene probabilidad cero, toda hipótesis que reúne condiciones de posibilidad, reúne también las condiciones de necesidad, o en otros términos: todo lo que es posible necesariamente se realiza.

 

Sometidos a esta premisa volvamos a la situación de mi despertar en la noche en plena oscuridad: la probabilidad  de que haya penetrado un intruso no es nula, por consiguiente el intruso está ahí; la probabilidad de que no haya penetrado el intruso no es nula, por consiguiente el intruso no está ahí. Situación pues ontológicamente bipolar la mía: soy a la vez aquel que debe conciliar el sueño para estar en condiciones de realizar su cotidiana tarea al día siguiente, y aquel para quien el sueño sería un disparate, aquel que tiene urgencia en alzarse y acaso esgrimir un arma.

 

¿Qué pasa ahora si enciendo la luz y compruebo que hay efectivamente un individuo al que- adelantándome a su agresión- reduzco? Obviamente yo soy esa personalidad temperamental, apta a adelantarse a una agresión y hasta complaciente en la pelea. ¿Qué se ha hecho pues de mi personalidad pacífica y quizás algo pusilánime, que tendía a descansar para estar en condiciones de rendir en el trabajo al día siguiente? Pues no tuvo ocasión de imponerse a la otra se diría clásicamente. Respuesta a rechazar de inmediato si seguimos fieles al postulado de que lo que tiene condiciones de posibilidad reúne también las condiciones de necesidad:

El yo conciliador tanto en lo referente al sueño como en las relaciones con los demás, ha tenido su espacio de realización plena, pues el hecho de encender la lámpara no ha hecho en absoluto colapsar la plácida situación en la que en el dormitorio  me encuentro solo, sino que meramente esa situación es contemplada por un yo diferente del que ahora está llamando a la policía.

Y ¿qué tiene en común este yo al que amenazan pleitos con el que se dispone a dormir placidamente? Pues el pasado, un pasado que llega hasta el momento en que la lámpara -al iluminar la habitación- les escindió. Yo, que espero a la policía, ignoro si el que quedó solo en la habitación está quizás impedido de dormirse por un síntoma alérgico, o si ha decidido aprovechar la circunstancia para levantarse y adelantar su trabajo; yo que espero a la policía vivo en otro mundo, un mundo ortogonal al suyo, un mundo sin comunidad de presente o de futuro con el suyo.

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23 de diciembre de 2009
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II. Llamas para el escándalo

El gobernador Sanford, en la cúspide de su poder, se embarcó en un ardiente affaire amoroso con una beldad argentina, María Belén Chapur, a la que llegó a llamar su "compañera del alma". Una historia suficiente para encender las llamas de los tabloides populacheros y de las revistas del corazón, en las que se consumen las vidas de los famosos, sobre todo cuando tropiezan y dejan de ser fieles a la regla de la sociedad puritana que manda que todo se puede, mientras no se sepa.

Jenny, la esposa traicionada, se creó pronto una imagen de mujer sufrida, capaz de llevar con estoicismo y dignidad la afrenta, y ahora sus memorias relacionadas con la infidelidad del marido serán publicadas en Nueva York por la editorial Ballentine, que las anuncia como un ejemplo notable de "el asunto universal de mantener la integridad personal y el sentido de sí misma durante tiempos de dificultad".
La víctima ha sido declarada, además, como una de las diez personalidades más fascinantes de Estados Unidos en el programa de Barbara Walters en la cadena ABC, quien ya la ha entrevistado, y ahora Jenny registra su nombre como marca para vender ropa de moda, camisetas, gorras y tazas. La fama a todo trapo.

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23 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El paso de la historia

El personaje del año. La noticia del año. La lista de los más ricos. ¿Alguna idea más original?: los pensadores más influyentes. Y luego la década, con sus personajes, temas y noticias. Y además los resúmenes. Los ritos periodísticos son tan intensos y rutinarios como los ritos festivos y religiosos. Culto al paso del tiempo y al cambio, debidamente pautados y convertidos en celebración de la circularidad.

Nadie escapa a las vueltas de tuerca de estos falsos finales. Sabemos que nada acaba ni nada empieza, pero nos obligamos a celebrar nuevos comienzos y a despedir etapas pasadas justamente en la medida en que nada nuevo podremos empezar ni nada viejo vamos a despedir. Sólo las estadísticas justifican la adopción de la pauta: cerramos las cifras del año como podemos cerrar las de cada mes, semana y día. ¿Pero celebrarlas? Reto a la imaginación: un medio de comunicación prestigioso y potente que optase un año por no celebrar absolutamente nada. ¿Perdería el favor y la atención de los lectores? No lo creo. Lo más probable, incluso, es que se lo agradecieran. Segundo reto, éste a la atención prestada al año: ¿cuántos acontecimientos calificados de históricos hemos vivido? Corolario: los páginas y espacios de información general debieran abstenerse, para dejar los auténticos y legítimos resúmenes del año, listas de influyentes y famosos, y noticias destacadas de los últimos doce meses exclusivamente al ancho territorio en expansión del deporte, que es el único lugar donde habita la historia y donde va dejando las huellas de su paso glorioso. Que nadie se queje. Antaño tuvo de partera a la violencia, ahora habita sólo en los estadios y las pantallas de televisión. Y regresemos por un momento a la circularidad: ¡felices fiestas a todos los lectores!



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23 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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América Latina, antes y después

Fuente: cinecineComo un regalito pre-navideño, les copio aquí la lista titulada "Evolución del escritor latinoamericano (del Boom a nuestros días)" que aparece en el libro de Jorge Volpi El insomnio de Bolívar (Debate). A ver si están de acuerdo o no. Yo me divertí. [Por cierto, los paréntesis son míos]AparienciaAntes: Cabello largo, chaqueta de cuero, morral al hombro, look hippie o indumentaria típica [y saco oscuro y corbata de seda, riguroso para dar conferencias, un look de dandy oficinista a lo Mad Men. También vale el liqui liqui]Ahora: Cabello cortísimo, blackberry o iPhone [y un Amazon Kindle] y camisetas. Look nerd o cool [un saco algo arrugado con camisa y siempre sin corbata también se vale]Convicciones políticasAntes: Izquierda revolucionariaAhora: Indiferencia política y cierta simpatía por ese lugar indefinido llamado ?centro?.AmistadesAntes: Presidentes y caudillos latinoamericanos, estrellas de Hollywood, artistas plásticos.Ahora: Directores y actores de cine latinoamericano, académicos gringos, edecanes de congresos literarios [un amigo geek a quien puedes llamar para que te dé el dato de un gadget o te arregle un problema con tu portátil es imprescindible]IdiomasAntes: Inglés y francés obligatorios, a veces alemán.Ahora: Inglés.Formación LiterariaAntes: Clásicos de aventuras (Salgari, Verne), clásicos grecolatinos, colección amarilla de Gallimard.Ahora: Clásicos de la televisión (Don Gato, El túnel del tiempo, Twilight zone), clásicos latinoamericanos, colección amarilla de Anagrama [sería impolíticamente correcto decir el Chavo del Ocho para un mexicano, pero es verdad aunque le duela a Volpi. Dibujos de peleas como Meteoro o Sankuokai. Además, las series de TV gringas desde Hechizada hasta Mad Men, pasando por The Sopranos. Algunas telenovelas brasileñas y las series adolescentes como Verano Azul y Jacinta Pichimahuida, obvio]Preferencias musicalesAntes: Música clásica, tango, bailes de salón, trova cubana.Ahora: Música electrónica, rock independiente [no olvidar el rock argentino de los 80, el jazz y el bossa nova]Preferencias cinematográficasAntes: Cine clásico de Hollywood, neorrealismo italiano, Nouvelle vague, Bergman, Fasbinder, Scorcese, Woody Allen.Ahora: Cine independiente estadounidense, cine asiático, Tarantino, Wonk Kar ?Wai, González Iñartu, Scorcese, Woody Allen [Dogma 95 y el cine latinoamericano independiente también deben estar en la lista]Escritores favoritos en otras lenguasAntes: Faulkner, Doss Pasos, Camus, Sartre, Mann, Mailer.Ahora: Auster, Amis, Sebald, Tabucchi, Magris, Murakami [¿Cómo? ¿Y Nabokov? Estás mal, Volpí]Escritores favoritos en españolAntes: Borges, Vallejo, Arguedas, Neruda, Rulfo, Paz.Ahora: Borges, Bolaño, Marías, Vila-Matas, Piglia [aumentaría a Manuel Puig, Sergio Pitol y César Aira]Editoriales emblemáticasAntes: Seix Barral, Sudamericana, Joaquín Mortíz, EraAhora: Anagrama, Alfaguara, Tusquets, Siruela [y Mondadori con fuerza últimamente. Y las editoriales independientes españolas como Acantilado, Libros del Asteroide, Periférica, Lengua de Trapo, las argentinas como Adriana Hidalgo, Eloísa Cartonera, Interzona, Mansalva, Eterna Cadencia, las peruanas como Estruendo Mudo, las mexicanas como Sexto Piso o Almadia]Premios LiterariosAntes: Biblioteca Breve, Rómulo GallegosAhora: Biblioteca Breve, Herralde, AlfaguaraResidencia fuera de sus paísesAntes: Universidades estadounidenses, Londres, Barcelona, París, México DFAhora: Universidades estadounidenses, Barcelona, MadridAgentesAntes: Carmen BalcellsAhora: Antonia Kerrigan, Guillermo SchavelzonPeculiaridadesAntes: Realismo mágico, realismo, literatura fantástica [y ese engendro llamado Novela Total]Ahora: Realismo, ciencia ficciónEnemigosAntes: Nacionalismo e imperialismo, otros grupos literariosAhora: Globalización, otros grupos literarios [monopolios como Google Books]AspiracionesAntes: Premios, reconocimiento internacional, convertirse en conciencia de América Latina, pureza literariaAhora: Premios, reconocimiento internacional, dineroActividades paralelasAntes: Conferencias, periodismo, columnas de análisis político, diplomaciaAhora: Blogs, columnas de literatura, clases universitariasTemas principalesAntes: América LatinaAhora: ?



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22 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La toma del manuscrito

Hace algunos años, Cachín Antezana se quejó de que la narrativa boliviana del siglo XX había estado demasiado atada al referente real. Al escritor se le pedían libros y cuentos que dieran cuenta de la esencia de las regiones y la identidad nacional, y el escritor trataba de cumplir de la mejor manera posible. De esas demandas de la tradición surgieron algunos grandes textos, pero, con los años, las ataduras sociológicas se fueron convirtiendo en cargas que limitaban buena parte de la producción narrativa nacional.

Quiero creer que las cosas están cambiando. Hay más deseos de explorar otros registros, jugar con los géneros populares, soltarse. Uno de los que está contribuyendo a ese cambio se llama Sebastián Antezana (ninguna relación con Cachín). Antezana, nacido en 1982, publicó el 2008 La toma del manuscrito (Alfaguara), ganadora del Premio Nacional de Novela 2007. Recién la pude leer este año, y me entusiasmó descubrir a un narrador puro y duro. La novela tiene una dosis de sofisticación: el proyecto se emmarca dentro de los juegos textuales de Perec y Borges, e incluye traducciones y apropiaciones de textos que remiten a fotos que a la vez remiten a una historia real; cajas chinas que, en su intento por narrar lo que ocurrió en una expedición al África interior en el año 1875, no hacen más que contarnos de la supremacía de la ficción.

Lo que late en cada una de las páginas de La toma del manuscrito es el vuelo imaginativo, la fuerza para narrar una historia compleja, para moverse con soltura en torno a múltiples personajes y escenarios. Antezana dialoga con el género policial y con la novela de aventuras y lo hace sin inocencia, pero también sin el deseo de que los juegos textuales ahoguen su proyecto. Se trata de una primera novela, y por ello hay ciertos excesos retóricos. En una literatura caracterizada por la timidez, esos excesos pueden perdonarse. Ya habrá tiempo para pulirlos. Por lo pronto, cuenta más la notable ambición de crear un mundo narrativo autónomo.



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22 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una década literaria argentina

Mapa de la literatura argentina de última década. Fuente: suplemento ñEl suplemento Ñ preguntó a 60 escritores argentinos sobre quiénes representarían la primera década literaria del siglo XXI en su país. Con una literatura tan prolífica como la Argentina, la falta de consenso era presumible. Y así fue. Por eso, el mayor acierto de la nota es quizá el título: Una galaxia de estrellas solitarias. Las preguntas fueron cinco: ¿Cuáles son, para usted, los libros de autores argentinos más significativos de la década? (Mencione cinco títulos en orden de prioridad.); ¿Qué autores, argentinos y extranjeros, tienen gravitación en su obra?; ¿Qué es hoy lo actual y lo caduco en la literatura argentina?; ¿Cómo percibe las relaciones entre literatura y mercado?; ¿Cuáles considera que son las principales instancias de legitimación literaria: la publicación en determinada editorial, el aval de escritores de prestigio, la universidad, la crítica periodística o académica, los suplementos literarios, los blogs, los premios, la presencia en mesas redondas y eventos culturales, la aceptación de los lectores? Las respuestas a tales preguntas resultaron bastante gaseosas, a decir verdad, pero algunas conclusiones son interesantes. Esta es la lista que logró conformarse:LOS DESTACADOSCumpleaños, César Aira Novela (Mondadori, 2005. 106 pags.)La grande, Juan José Saer Novela (Seix Barral, 2005. 435 Pags.)Tener lo que se tiene, Diana Bellesi Poesía (Adriana Hidalgo, 2009. 1204 pags.)Potlatch, Arturo Carrera Poesía(Interzona, 2004. 200 pags.)Boca de lobo, Sergio Chejfec Novela (Alfaguara, 2000. 184 Pag.)El último lector, Ricardo Piglia Ensayo (Anagrama, 2005. 190 pags.)TRAYECTORIAS RECONOCIDASCuentos completos, Fogwill Cuentos (Alfaguara 2009. 464 pags.)El pasado, Alan Pauls Novela (Anagrama 2003. 560 pags.)La mitad de la verdad, Irene Gruss Poesía (Bajo la luna. 339 pags.)Donde yo no estaba, Marcelo Cohen Novela (Norma 2006. 728 pags.)Un arte callado, Joaquín Giannuzzi Poesía(Ediciones del dock, 2008. 84 pags.)Mundar, Juan Gelman Poesía (Seix Barral, 2007. 134 pags.)LAS REVELACIONESCosa de negros, Washington Cucurto Relatos(Interzona, 2003 172 pags.)Los topos, Félix Bruzzone Novela (Mondadori, 2008. 172 pags.)El trabajo, Anibal Jarkowski Novela(Tusquets, 2008. 298 pags.)DESTACADOS EN NO FICCIONBorges, Adolfo bioy casares Diario (Destino, 2006, 1664 pags.)Osvaldo Lamborghini, una biografía, Ricardo Strafacce Ensayo y biografia(Mansalva, 2008. 895 pags.)



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22 de diciembre de 2009
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Mis aventuras con los libros (2009)

¿Qué cosas leí durante 2009 que no olvidaré?

A continuación una lista armada confiando tan sólo en mi memoria. Por supuesto incluye también libros publicados en otro tiempo: ¡uno no lee tan sólo novedades!

Empiezo por dos libros de crónicas que proceden con el arte y la contundencia narrativa de la mejor ficción. El hombre mojado no teme la lluvia, de Olga Rodríguez, maravilloso y desgarrador en simultáneo. Y Frutos extraños, colección de artículos de Leila Guerriero.

Para seguir con la no ficción, anoto El arte de la distorsión, de Juan Gabriel Vásquez: lo mejor que he leído en materia de ensayos literarios en este tiempo. (Y conste que también leí, por ejemplo, How Fiction Works del reputadísimo crítico James Wood. Vásquez es mejor...)

La novela más impresionante del año fue Blood Meridian, de Cormac McCarthy: violenta, visionaria, febril, un clásico contemporáneo.

Disfruté enormidad de Raise High the Roof Beam, Carpenters y Seymour, an Introduction, dos de los relatos de Salinger sobre la familia Glass que me quedaban pendientes. (Todavía me guardo Hapworth 16, 1924 del mismo modo en que un personaje de Lost se guardaba Our Mutual Friend de Charles Dickens: porque siempre hay que tener a mano algo delicioso que leer en el momento adecuado.)

Disgrace de J. M. Coetzee está muy bien, también.

Leí A Gate at the Stairs, la nueva novela de Lorrie Moore, pero lo que recomiendo verdaderamente es la colección The Collected Stories. Llevo meses postergando la intención de escribir aquí sobre los cuentos de Moore, porque sé que me va a salir uno de esos posts larguísimos que prolongo durante días, acorde a la intensidad de mi fascinación. ¡No voy a tener más remedio que leer The Collected Stories otra vez!

La trilogía de Stieg Larsson. Ya sé que lo cool ahora es hablar mal de esas novelas, pero para mí significaron muchas horas de placer en estado puro.

Algunas lecturas en español, ya que este ha sido uno de esos años excepcionales en que encuentro muchos libros en mi lengua que me parecen soberbios. Empezando por El fondo del cielo de Rodrigo Fresán. Siguiendo con La Anunciación de María Negroni. También mencionaría Pájaros en la boca de Samantha Schweblin. Y Lejos de Berlín de Juan Terranova. Y Hacé que la noche venga, de Leonardo Oyola.

Por último quiero recordar el placer que me produjeron los premios recibidos por Andrés Neuman y Sergio Olguín: dos tiros para el lado de la justicia.

¿Y qué hay de ustedes? No me digan que no leyeron nada recomendable...

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22 de diciembre de 2009
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