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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mairal y yo en Página12

peine con memoria usb. Fuente: ocomprasHoy en Página/12 Silvina Freira, que a diferencia de lo que yo creí tiene una belleza rubia y etérea, como de elfo, comentó extensamente el dialogo que Pedro Mairal y yo tuvimos en la librería Eterna Cadencia el lunes pasado. Se tituló sobrer "Peinados y despeindados" y les dejo aquí algunas de las frases de resumen. Mañana colocaré todo el desglose de la entrevista en vivo gracias a labor paciente de Patricio Zununi. Aquí va el resumen:El ?peinadito? Iván Thays llegó a Retiro el primer día hábil del flamante 2010, a eso de las 19, con el mismo ánimo de provocar, aunque ahora tenga el pelo bien cortito y prolijo. En la otra punta de la ciudad, en Palermo, en la librería Eterna Cadencia, su amigo Pedro Mairal lo esperaba para entrevistarlo. Las mesitas ya estaban ocupadas por el público curioso y un puñado de escritores que se arrimaron, Martín Kohan, Juan Diego Incardona y Elsa Osorio, entre otros, a pesar del calor. Los remolones de siempre se acomodaron en las escaleras o se quedaron de pie. En una ciudad en vacaciones, la primera actividad del año convocó a mucha más gente de la prevista. Claro que la dupla prometía. Y cumplió. El diálogo dejó mucha tela para cortar, para peinarse o despeinarse, sobre todo con el canon propuesto por el escritor peruano, Arlt, Gombrowicz, Bolaño y ?el cascarudo que rompió el techo?, Alan Pauls. ?Disculpen la demora?, se excusó media hora después el autor de Un lugar llamado Oreja de Perro, novela finalista del premio Herralde 2008. ?Estuve en Arrecifes, picado por mosquitos. El Off no sirve. Thays apeló a las artes plásticas para explicar por qué se tomó siete años para terminar su última novela, a pesar de haberla escrito en dos meses. ?Es como tener un cuadro y no querer soltarlo; fueron siete años entre las dudas y los temores que tenía porque al personaje se le muere un hijo y yo tengo un hijo y pensé que eso podía provocar una catástrofe?, subrayó. Un lugar llamado Oreja de Perro es la historia de un hombre al que se le muere un hijo, se separa y se va a sufrir a un pueblucho donde no hay nada. Pero viaja para encontrarse a sí mismo. ?La gran pregunta que me hacía cuando mi mujer me dijo ?te voy a dejar? es si no sería excelente que la memoria o el dolor fuera una piedra y uno pudiera abrírsela, operarse la piedra y sacársela para no pensar?, dijo el escritor. ?Siempre me he sentido bastante oreja de perro. Cuando hay un temblor o pasa algo, los perros están echados y paran la oreja. Están muy atentos, pero no se mueven, no hacen nada. Siempre he sentido que paro la oreja y puedo hasta prever el apellido de la persona con la que se va a ir mi ex mujer. Pero no soy capaz de hacer nada; me quedo echado, pero muy atento. Oreja de Perro es un lugar donde uno no puede actuar, pero está atento. El escritor peruano fue finalista del Iniciativa Artística Rolex para Mentores y Discípulos, un premio de 20 mil dólares en el que el mentor era nada menos que Mario Vargas Llosa. El ganador debía trabajar un año con su mentor. ?Cuando me enteré de que estaba entre los finalistas y me dijeron que era muy posible que me lo dieran, me asusté muchísimo. ¿Qué cosa va hacer Vargas conmigo? Me iba a obligar a ir a Oreja de Perro. Adoro a Vargas Llosa, me parece un gran escritor, pero detesto ese método topográfico que tiene para escribir, no lo puedo aceptar. El escritor debería inventar absolutamente todo; incluso si pasa en Buenos Aires debería destruir Buenos Aires y volverla a inventar. Soy una persona que rompe con la realidad, no es que no sea realista, sino que rompo con la realidad topográfica. No me importa saber si a tres cuadras hay un café y tengo que mencionarlo o cuántos habitantes hay?, afirmó Thays. ?Vargas Llosa es un gran escritor, una muy buena persona; él me ha apoyado muchísimo en mi carrera, pero definitivamente no tengo nada que ver con su forma de pensar la literatura. Me respeta mucho como escritor, pero le parece una porquería lo que escribo.? Cuando Thays ganó el premio Príncipe Claus, Vargas Llosa escribió el discurso de honor, titulado ?Iván Thays, un fan de Boca Juniors?. El autor de Conversación en la Catedral había leído un artículo en el que Thays comentaba que cuando era chico decía que era de Boca, en la época en que actuaban Maradona, Brindisi, Gareca y atajaba Gatti. ?¿Cómo puedes ser hincha de un equipo que no sea peruano??, lo increpaban. ?Yo soy hincha del buen fútbol, donde esté el buen fútbol; así sea en Noruega, soy hincha de ese equipo?, respondía sin dudar. Vargas Llosa dijo que le parecía una nueva actitud de los escritores, ?la idea de que el escritor puede decir ?soy fan de Nabokov, de Lowry, de Boca Juniors, porque soy fan del que juega bien, no de quien debería estar??. Moleskine, creado por Thays, cumple cinco años. ?El blog fue como una broma?, reconoció el escritor. ?No es como el que hace la mayoría, que está lleno de ideas, pensamientos y reflexiones; mi blog es de recortes. Leo en una página una entrevista que me ha interesado, saco un pedacito, hago un link a la entrevista y un comentario. Al principio sólo era de Perú, pero poco a poco empezaron a aparecer más lectores de afuera y decidí hacer un blog sobre lo que me interesaba. Como no tengo ninguna bandera y no represento a ninguna institución, lo que hago es entrar a El País, La Jornada o Página/12 y saco las noticias que me interesan. Las personas terminaban entrando a mi blog para enterarse de todo lo que pasaba.? Pisándole los talones a la tesis planteada por Jorge Volpi en El insomnio de Bolívar, Thays aseguró que el escritor latinoamericano ya no existe: ?Bolaño fue el último latinoamericano que escribía como latinoamericano y que le interesaba ser latinoamericano?. El escritor peruano arremetió, con la razón de su lado, contra el mercado editorial español. ?Me afecta mucho que en las mesas de novedades siempre están los libros de autores españoles o los extranjeros traducidos por Anagrama o Acantilado. Si hay una novedad de un autor latinoamericano, está en una mesa que se llama narrativa o literatura latinoamericana. ¿Por qué no pueden aceptar que los latinoamericanos somos también parte de esa lengua y que deberíamos estar en la misma mesa de novedades? ¿Por qué los españoles, salvo Cercas y Vila-Matas, no hablan de Bolaño cuando es lo mejor que ha aparecido en castellano? Mi blog está logrando que los españoles se preocupen por su imagen en América latina. Adriana Hidalgo tradujo a un irlandés que es un genio, John McGahern, y muchos españoles me escribieron preguntándome por qué no lo tradujeron allá. Me gusta que se sepa que América latina traduce autores. Lo que pretendo y estoy consiguiendo es que Moleskine sea una especie de puente entre América latina y el castellano.? Mairal planteó una paradoja. ?Para que una novela sea latinoamericana se tiene que publicar en España?, advirtió. ?En esta especie de balcanización de la literatura, la única manera de que un autor se vuelva latinoamericano es rebotando en España.? Thays contó una anécdota que ilustró esta balcanización. Quería leer Derrumbe, la novela de Daniel Guebel, pero sólo había sido publicada por Mondadori en la Argentina. ?Ahora tenemos la información, pero no tenemos el libro. Antes no sabía que Guebel existía, entonces podía vivir sin Guebel, pero ya no puedo porque sé que existe?, comparó. El escritor peruano celebró la próxima llegada de Amazon Kindle al castellano. ?Será estupendo porque podré bajarme todos los libros que quiera; no importa si se publica en Asunción o en un pueblito donde hay mosquitos. Donde sea que se publique, si está en la red, lo voy a bajar. Esa es mi ambición porque no soy fetichista del libro como objeto. Las librerías deberían desaparecer y tener todos un Kindle?, ponderó el ?peinadito? peruano ante la mirada fulminante del dueño de casa, el librero Pablo Braun.?La literatura argentina me gusta muchísimo, pero son muy peinaditos, muy ordenados; todo bien escrito, todo bien hecho, nunca se disparan. Jamás a un escritor argentino podría corregirle una coma, pero siento que se quedan en el techo y rebotan como cascarudos?, disparó un tanto a la ligera. En las caras de algunos escritores presentes se percibió el síntoma de un pequeño malestar, el de la discrepancia. ?Borges y Bioy Casares escriben tan bonito, escriben limpio. ¿Y cuándo el extraño, el más raro que rompa la pared y haga algo distinto? Ustedes tienen una tradición en Roberto Arlt, el que desarma las cosas, el que le echa ácido a la tela. Pero Arlt no ha dejado una estela tan grande como los peinaditos. El único que me parece muy despeinado es Gombrowicz. No soy de esos escritores, yo también soy peinado. Pero me encanta que existan escritores como Gombrowicz. Cada vez me gusta menos Borges. Y Bioy Casares ya ni hablar.? Entre los escritores argentinos contemporáneos rescató a Alan Pauls por El pasado. ?Lo que más me gusta de Alan Pauls es lo que menos me gusta de Alan Pauls. En la novela hay un pintor extraño que pintaba cosas obscenas y esa parte que sobra me fascina. De esas sobras haría una novela. Lo que pasa que es que en una novela tan larga la sobra te molesta. Pauls es un cascarudo que rompió el techo. Pero la mayoría de los escritores argentinos y latinoamericanos son muy Volpi, bien peinaditos. Y escuchan demasiado música clásica.Mañana colocaré el enlace y las frases textuales que aparecieron hoy en el blog de Eterna Cadencia



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7 de enero de 2010
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Tener y no tener

Además de los desafíos físicos que entraña de manera inevitable, mudarse supone un tipo de remezón todavía más profundo. Obligados por la necesidad de llenar cajas y canastos, nos vemos interpelados por los variadísimos documentos que nuestras historias produjeron al andar, en lo que constituye una prueba que sólo los insensibles atraviesan sin sufrir mella. ¿Y qué decir cuando uno se muda a la casa en la que pasó los primeros veinticinco años de su vida? En ese caso –mi caso, sin ir más lejos-, lo que uno trae consigo se empequeñece al lado de aquello con lo que se encuentra. Ah, cuántos fantasmas… El castillo de Elsinore no es nada al lado de la casa del barrio de Flores. Lejos de dar abrigo a un solitario que clama por venganza, el sitio desde el que ahora escribo se parece más bien a una convención de espectros –que, por suerte, reclaman de mí algo muy distinto.

         A pesar de la proliferación de libros que vino conmigo, cuando tuve que salir para hacer una diligencia me llevé el primer volumen que encontré en la vieja biblioteca de lo que alguna vez fue mi cuarto. Era la primera parte de la autobiografía de una actriz que siempre amé: Lauren Bacall por sí misma. La contratapa tenía pegada una etiqueta que explicaba su origen: el libro (no me pregunten por la segunda parte, que no está a la vista) vino como regalo cuando compré el primer fascículo de una enciclopedia de cine que editó Salvat a mediados de los 80. (Como ven, la cinefilia del que escribe viene de lejos…)

         Elegí ese libro porque me interesaba el relato de su relación con Humphrey Bogart, uno de mis actores favoritos de todos los tiempos. Y no me decepcionó. Bacall debutó en cine con To Have and Have Not, como protegida del director Howard Hawks. Y allí se enamoró de Bogart a pesar de la diferencia de edad: ella tenía 19 y él 44, además de estar casado con una mujer difícil, Mayo Berthot, víctima de un alcoholismo que terminó venciéndola.

         Los fragmentos de las cartas de Bogart que Bacall reproduce me llenaron de ternura, en tanto espejan –más allá de las distancias- algunos de los sentimientos que me visitaron desde que conocí a mi actual mujer, y en particular al aproximarse el casamiento: “Nena, te quiero enormemente y no deseo hacerte daño nunca, nunca, nunca, ni traerte la menor infelicidad; quiero que tengas la vida más feliz que ningún mortal haya tenido. Hace tanto tiempo, querida mía, que nadie me ha importado tan profundamente, que no sé qué decir ni qué hacer… Nunca creí que pudiera querer a alguien otra vez. Ocurrieron demasiadas cosas en mi vida y tenía miedo de querer de nuevo; no quería amar porque cuando lo haces, duele demasiado… Los últimos años han sido terriblemente duros y estuvieron muy cerca de volverme horriblemente loco… Parece muy extraño que después de cuarenta y cuatro años de rodar por ahí te haya encontrado… cuando yo pensaba que ya no podría sucederme nunca más”.

         Hasta ahora, cuando su nombre salía a colación yo decía: Bogart, ¡qué actor! Después de leer este (medio) libro, seguramente diré de aquí en más: Bogart, ¡qué hombre!

         Más fantasmas en próximas entregas.

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6 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tres generaciones

La nueva libreta de racionamiento nos sorprendió a finales de diciembre,justo cuando se acrecentaban los rumores fúnebres alrededor de este cuadernillo de páginas cuadriculadas. Llegó, como cada año, rodeada de ansiedad y de fastidio, sumiéndonos en ese conflicto de evitación-aproximación que genera lo subvencionado. En sus pequeñas hojas percibo la ausencia de muchos productos que una vez conformaron la cuota mensual, hoy reducida apenas a un repertorio monótono con insuficientes valores nutritivos e importes en ascenso. Por primera vez, en nuestra casa todos estamos ubicados en el mismo grupo etario de los cinco que ha definido el Ministerio del Comercio Interior. Justamente en la casilla de 14 a 64 años aparece mi hijo junto a Reinaldo y a mí, pues al menos tres generaciones de cubanos hemos visto a los bodegueros apuntar lo que podemos llevarnos a la boca. Atrapados en la minusvalía material, millones de compatriotas están colgados de los precios asistidos para sobrevivir. El racionamiento es trampolín y caída segura, dependencia con la que todos quieren terminar, pero de la que casi nadie se puede salir. Miro mi nombre escrito junto al de Teo y me asusta que su prole también reciba leche sólo hasta los siete años, le asignen un jabón de lavar cada dos meses o una pasta insípida para lavarse los dientes. Me estremece imaginar que de aquí a treinta años, aún se deba acreditar -con un certificado médico-  la existencia de una úlcera para tener derecho a unas onzas de carne o a una bolsa de yogurt de soya. Con sus cantidades mínimas y su calidad dudosa, el mercado racionado nos ha inculcado también una malsana gratitud y un complejo de culpa que no podemos heredarle a los que vengan. Si llega otro diciembre y nos entregan una nueva libreta, no será porque hayamos sorteado los recortes económicos, sino porque hemos descendido un escalón más en nuestra autonomía ciudadana.



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6 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La guerra de fin de año

De los tres guerreros, sólo uno consiguió plenamente su objetivo. Pero el resultado obtenido por los otros dos no es en absoluto despreciable. Veamos el balance de las tres acciones bélicas desarrolladas entre Navidad y Año Nuevo. En apenas una semana, esas tres acciones, características de las nuevas guerras, han conseguido cambiar el clima político mundial.

Humam Khaili Mohammed, médico jordano, conocido bloguer jihadista y agente contratado por los servicios secretos jordanos, consiguió alcanzar el 30 de diciembre el objetivo que se proponía: su controlador, un militar jordano, le condujo al cuartel general en Afganistán desde donde se localizaba los objetivos y se daba las órdenes de disparar desde drones (aviones no tripulados) los misiles contra los jefes de Al Qaeda escondidos en Pakistán. Una vez allí, reunido casi en asamblea con un numeroso grupo de agentes de la CIA, activó el explosivo y murió matando: cinco agentes, la jefe de la base y su controlador fallecieron con él, y seis agentes americanos más, el número dos de la base entre ellos, quedaron malheridos. El balance político de esta acción no puede ser más devastador. Es uno de los mayores golpes sufridos por la agencia norteamericana en toda su historia. La concepción y el significado bélico de la acción son evidentes: se trata de la respuesta militar a una amenaza militar, en la que se ponen en juego una capacidad de análisis e información formidables. Frente a la tecnología bélica norteamericana, los jihadistas de Al Qaeda despliegan la asimetría de una acción suicida de gran osadía, probablemente estudiada perfectamente y planificada con tiempo y al detalle. A diferencia del suicida jordano, que consiguió su objetivo, no pudo hacerlo afortunadamente el joven nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab, que intentó explosionar una bomba pegada a su cuerpo en el vuelo de Northwest de Amsterdam a Detroit, el 25 de diciembre. Pero obtuvo una triple victoria para la causa del jihadismo. Primero, ha sembrado de nuevo la alarma sobre el transporte aéreo, obligando a revisar todos los sistemas de prevención y detección; segundo, ha demostrado la vulnerabilidad occidental, y específicamente norteamericana, ante cualquier ?lobo solitario? dispuesto a inmolarse en nombre de su locura islámica, con el correspondiente estímulo a la emulación por parte de los jihadistas del mundo entero; y tercero, ha dado alas en Estados Unidos a los partidarios de limitar las libertades de los ciudadanos y el Estado de derecho y de dar carta blanca a la policía y los militares en la lucha contra el terrorismo. Tampoco alcanzó su objetivo otro ?lobo solitario?, el somalí que atacó al dibujante danés Kurt Westergaard, autor de una de las famosas caricaturas de Mahona publicadas por el Jilland Posten en 2005. Es la tercera vez en que terroristas islámicos intentan asesinarle en represalias por sus dibujos, a los que consideran blasfemos, pero nunca nadie había tenido tan cerca al dibujante. También el somalí se ha apuntado un tanto: amedrentar ya es una forma de ganar, sobre todo si luego apenas hay reacción. A las restricciones impuestas por la seguridad se añadirán así las restricciones exigidas por la corrección política y por un falso respeto a las distintas religiones. En pocos días, pues, desde Tora Bora o desde donde sea, se nos ha demostrado que hay alguien que sí nos tiene declarada la guerra abierta, que quiere obligarnos a recortar nuestras libertades y nos impele además a reprimir nuestros pensamientos y a expresarlos libremente. Cuestión muy distinta es saber si hay que responder a todo esto también como si fuera una guerra. Pero la naturaleza del desafío de este final trágico de 2009 no ofrece lugar a dudas.



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6 de enero de 2010
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El problema de la identidad personal

He abordado aquí en múltiples ocasiones problemas relacionados con la identidad personal, y lo he hecho generalmente por mediación de textos literarios. Así Proust podía una y mil veces preguntarse si los seres a los que el tiempo ha moldeado tan brutalmente en su aspecto físico no han sido asimismo radicalmente transformados en los rasgos definitorios de su personalidad. Y nosotros podemos tras él preguntarnos si cuando  despertamos tras un sueño en el que afloran los fantasmas más temibles del inconsciente seguimos siendo la misma persona que se durmió placidamente, creyéndose reconciliada, e ignorante de que encerraba en sí una ciénaga de larvas que buscan desplegarse. Aun en la hipótesis de que no hay recuerdo de sueño alguno, sino sólo el sentimiento de haber tenido un plácido reposo, no hay seguridad de que se trate tan sólo de un paréntesis, tras el cual se restablece el mundo que antes se daba y del que mi persona  constituía un ingrediente. Adentrado en este  problema de la identidad personal un físico y filósofo de la universidad de Stanford  (L. Vaidman "Many- Worlds Interpretation of Quantum Mechanics" The Stanford Encyclopaedia of Philosophy, 2002) utilizaba una  imagen que aquí retomo libremente, modificando y añadiendo aspectos.

 Antes de que se le administre una píldora que tras dormirle modificará su personalidad o bien en el sentido de venir a ser A o bien en el sentido de venir a ser B,  H es informado de que en función de ello se le trasladara a la habitación A o a la habitación B, ambas por él conocidas.   El hombre se despierta y antes de abrir los ojos se pregunta cual de las dos hipótesis se ha verificado (cosa que los que le manipulan saben ya perfectamente) estableciendo conjeturas al respecto que son en última instancia cálculo de probabilidades, no sobre algo que va a ocurrir, sino sobre algo que ya ha ocurrido. Tanto si se ha convertido en A como si se ha convertido en B tiene en H un ancestro, tiene pues  en común con el otro un pasado, pero no desde luego un presente y en modo alguno un futuro.

L. Vaidmann apunta con su imagen de la doble habitación a justificar que en un mundo plenamente realizado no está excluído que se avancen hipótesis sobre su grado de probabilidad, probabilidad sustentada en que  el sujeto está en la ignorancia de la situación, la cual se supera en el instante en el que H abre los ojos. Tenemos aquí una muestra de cómo  el problema de la identidad personal en el seno mismo de una ascética teoría científica.  Este problema y muchos otros que hacen que la filosofía es en gran parte efectivamente meta-física, reflexión tras la física, asunción y exploración de las aporías derivadas de las descripciones y previsiones que constituyen el mundo de la física.

Con motivo de la presentación de un trabajo de investigación realizado en mi universidad por una profesora de física, trabajo cuyo objeto era establecer el estado de la cuestión sobre las implicaciones filosóficas de esta teoría física -de gran relieve-  conocida como Multiples Mundos, y de la que el evocado Vaidmann es un representante   la comisión deliberó un largo rato, no ya sobre  cuestiones técnicas (¿cómo hacer compatible probabilismo ontológico y determinismo?; si no hay colapso, si se dan todos los resultados posibles de una medida-cada uno de ellos forjando un mundo- en un sistema que evoluciona determinísticamente,  ¿qué sentido tiene seguir manteniendo que cada resultado tiene su probabilidad y que además esta probabilidad coincide con la avanzada por la interpretación ortodoxa de la Mecánica Cuántica?, etcétera), sino también sobre asuntos tan curiosos como el de la ruleta rusa: dado que hay múltiples mundos podría sin aprensión jugar a la ruleta rusa digamos cuántica, puesto que si pierdo en uno de los mundos seré rico en ese otro mundo en el que el resultado es el premio. Obviamente surge entonces el problema de saber si el afortunado y el desdichado pueden coincidir, lo cual parece poco probable pues, en términos de la jerga, sería como aceptar que además de  una  superposición de vectores representativos del estado del sistema (el vector que tiene como resultado la muerte y el que tiene como resultado la riqueza) se daría  también  un vector único en superposición.

Lo curioso de esta y otras discusiones  en las que está en juego el problema de la identidad personal, es que parecen transcurrir en un universo puramente abstracto, entre otras razones por la dificultad de conocer la función de onda de los entes que percibimos en el mundo real, con lo cual los pontífices de esta teoría (los Everrett, Vaidman, Deutsch, Wallace, etcétera) discuten sobre conjeturas eventualmente clarificadoras y explicativas ( resulta bastante convincente la tesis de que en realidad no hay colapso y que todas los resultados se dan objetivamente y evolucionan deterministicamente) pero de las que resulta difícil afirmar que  "verdaderamente así es" (verdaderamente cada resultado de una medida supone un mundo). Viejo asunto que remite a la posición del Cardenal Belarmino en una carta de advertencia dirigida indirectamente a Galileo: una cosa es decir que con la hipótesis heliocéntrica se "salvan mejor" (es decir, se explican mejor) los fenómenos físicos -"no hay en ello peligro alguno" dice explícitamente el Cardenal y otra cosa es pretender "que realmente es así".  

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6 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El vecino

No se le ve y sólo se le oye de vez en cuando. Vive en una casa igual a la nuestra o una casa, mejor dicho, que desearía ser como la nuestra pero que si se exceptúan los metros cuadrados de la planta, todo cuanto posee carece del menor interés, y tanto la disposición de los muebles como la elección del estampado crea un desatino manifiesto. Lo peor, además es que estos adefesios  no conocen límite y la serie de birrias que llevan desde el recibidor al cuarto más hondo atraviesan, por delante de la puerta de la alcoba, un tufo donde se adivina que nunca fueron limpios ni sinceros el uno con el otro.

Incluso podría aventurarse que la elección misma de esa cama, esa colcha, la banqueta para ponerse la media o atarse los zapatos, la cómoda con su espejo festoneado de madera oscura versiones anticipadas del fracaso en que debería sumergirse tarde o temprano aquel  matrimonio sin encanto alguno.

Los vecinos, sin embargo, viven ajenos a estas circunstancia e incluso ríen en los cumpleaños, reciben v isitas de vez en cuando y, lo que aquí más cuenta, siguen agregando objetos feísimos por todas las habitaciones, sean del valor, el material y la forma que los defina.

Los peores artículos, regalados o adquiridos,   invariablemente abstrusos,  tienden a apilarse casi en cualquier repisa o salidizo que ofrezca tanto  una librería, una cómoda o un estante semiempotrado. Basta que la consola, el  estrafalario mueble bar o las mesas auxiliares presenten un plano a cualquier nivel para que los objetos de las más diversas especies encuentren allí un asiento, casi eterno, invariable, prolongado, mortal y  crecientemente angosto.

Los mismos olores de sus guisos trasmiten igualmente esta idea de concentración desconcertada que representa la muchedumbre de objetos que posee el vecino. Estas figuras, bolas de cristal, prismas, postales, marcos,  bibelots, premios de tómbola, recuerdos de Hungría, corazones de jesús o tías antiguas, se congregan sin ninguna ley visible pero que, en realidad, responden a un riguroso juicio acumulativo proyectándose sobre la acción de un  mal gusto seguro de sí mismo.

 Efectivamente, no se trata de personas temibles por delirantes que parezcan sus objetos.  Se trata de gentes amables y  celosas de su hogar, amantes de la intimidad y la debida privacidad sin que atenten siquiera levemente contra las convenciones de la convivencia. Pero, además, conscientes de su inocuidad e incluso de la nuestra no presentarán ningún inconveniente a que lo visitemos, nos sentemos en sus tresillos e incluso los juzguemos. A fin de cuentas, en el salón se encuentra, para su orgullo, lo mejor de la casa se trate de cretonas, maderas o productos manufacturados artesanalmente, desde las figuras policromadas o los chinos de marfil o la lanza africana de la que penden flecos.

 Esta exposición casera, consustancial a todo el mundo, se ha ido formando como los estratos telúricos en la naturaleza y no admite por esto mismo corrección ni calificación estética alguna ya que el salón, tal como se ve, procede de una conjunción de circunstancias y sucesos ya autónomos e innumerables.

En una casa, los cuartos de baño o la cocina siempre reclaman una reforma que los actualice  pero el salón jamás se aviene a caprichosas transformaciones, por ligeras que parezcan. Más aún, la profundidad histórica, consustancial al salón en cuanto emblema, lo vuelve reacio a cualquier tratamiento modernizador y con ello también a cualquier intervención que podría quebrantar u naturaleza.

Cabría decir  que el salón de  los vecinos -igual que el nuestro al que juzgamos claridad-  se ha ido formando por sedimentación natural de las vidas y sus peripecias, sus juergas y sus tedios.

Hay factores del salón que proceden de tener hijos, otros que aterrizan allí desde parientes queridos y otros, en fin, que se han instalado por todas parte sin que nadie pueda fechar su procedencia. El salón que siempre desempeñó el papel de escenario público dentro del hogar puede contar, por ejemplo, con un mueble bar o repostero que permite invitar a los de afuera y conseguir mediante esta pequeña participación un sorbo de introducción en la semántica ajena. De ese modo todo salón siendo horrísono posee un punto de cordialidad que no puede desprenderse de sus relieves, aún los más ajenos. De este modo, el salón siendo acaso  la pieza que menos se frecuenta puede procurar la sensación, al ser homenajeados, que contiene el accesible corazón amistoso de sus propietarios y que se comporta como la estancia en la que mejor se desempeña el papel de recibir al público y tratarlo apropiadamente..

 Diariamente, en gran número de salones burgueses,  no entraba nadie o casi nadie y quedaba deliberadamente reservado para recibir, a la manera de una manifestación teatral de la vivienda y en donde, en efecto, el trato tendía a ser formal como en una representación concertad. Las cosas son de otro modo ya pero su herencia perdura en el arreglo de mayor cuidado que se le dedica. Que la pieza conserve incluso hoy algún  punto exhibicionismo o de afectación es una característica que el visitante entiende y acepta bien. De ese salón  acaso no pase nunca en las sucesivas visitas pero ¿cómo impedir que hasta allí lleguen los olores dela cocina y hasta del cuarto de baño cuando los metros disponibles se achican?

El olor, no el mal olor, sino un particular define al ser particular de cada casa. Esa, más o menos fundida, unidad familiar flota sobre el complicado aroma que generan los incontables factores que convergen en la vida de la casa.  Es la marca olfativa dela casa que se transmite a veces incluso en el rellano y suavemente como un hálito de madriguera o que se impone acusadamente cuando desde la cocina salta al exterior los aleteos de un poderoso guisado.

Por ese olor cunde una comunicación  humana y vulgar con los vecinos,  a su vez ordinarios y vulgares. Ellos nos han de oler a nosotros mientras  nosotros los olemos a ellos en una ola de olor, un cruce de moléculas que terminan por abrazarnos aún a costa del deseo.  Nos saludamos, nos amamos, nos ignoramos, bajo la campana de ese olor cuando juntos, acudimos al ascensor, lugar crucial donde las vidas indefectiblemente coinciden, se juntan y se separan como imanes para volver a reunirse de otros modos también  a través de los mensajes sueltos que proporcionan los sonidos de al lado traspasando los tabiques.

 Muchos de estos sonidos, la mayoría inextricables, algunos inquietantes y otros tan comunes refuerzan el inconsciente de sentirse repetido, acompañado y replicado.  Vivimos puerta con puerta, pared con pared, pero nuestra bienestar  se haya muy condicionado por el imaginario de creernos distantes y diferentes. No nos parecemos en nada aún pareciendo que vivimos juntos pero sus patentes errores en el mobiliario o el color de las paredes, la conjugación inadmisibles de sus colchas y cortinas,  les sitúa  en una esfera de extraños deseos, conocimientos y experiencias que en nada pueden ser los nuestros. Su desgracia, si trágicamente llegara, la veríamos como una versión más o menos corregida de la nuestra, pasada o presente,  pero es prácticamente imposible aceptar que su clase de felicidad y la nuestra se parezcan. Cada unidad familiar se complace en el simulacro de un anhelo irrepetible. Ningún porvenir, ni destino alguno, ningún final pueden hallarse anticipados en algún otro lugar por vecino que sea. La similitud terminó en los planos del arquitecto y, a continuación, la máquina de habitar hizo de ellos y de nosotros dos casos tan próximos como intraducibles. Tan supuestamente  únicos como solitarios.



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6 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cacería de libros argentinos

Sandro y libros argentinos. Fuente: MoleskineMurió Sandro. Estoy escuchando Yo Te Amo. Qué voz, qué tipazo. Acabo de meter en mi maleta los libros argentinos que compré. Todos despeinados, se supone. Si se les ocurre algún otro, me avisan antes del lunes próximo.El otro lado (edhasa) de Jorge ConsiglioEl comienzo de la primavera (Modadori) de Patricio PronEl caso Voynich (Eterna Cadencia) de Daniel GuebelTuristas (Adriana Hidalgo) de Hebe UhartSiempre es difícil volver a casa (de bolsillo) de Antonio Dal MasettoEl campito (Mondadori) de Juan Diego IncardonaHacé que la noche venga (Mondadori) de Leonardo LoyolaMás liviano que el aire (Alfaguara Clarín) de Federico JeanmaireEl director (Losada) de Gustavo FerreiraLos topos (Mondadori) de Félix Bruzzone



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6 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Breviario del año que acaba: el caso Millet (5)

Los procesos judiciales se prolongan en el tiempo hasta hacer incomprensible la sentencia. El clima justiciero que precede a los detenidos ilustres, osados gestores del fraude, se agota en las informaciones publicadas, comentadas y, sólo a veces, desmentidas. La escandalosa oleda pasa de largo y cuando concluyen las últimas sesiones judiciales sólo quedan los restos de aquella ofendida curiosidad. Luego, la amnesia hace el resto.

No es que los procesados no reciban su merecido. En realidad, casi todos los imputados de hoy serán mañana los reos de sus fechorías de ayer. Sin embargo, la dilatación del proceso diluye el vínculo entre causa y efecto, entre la falta y el castigo. Lo ejemplar de la justicia es su rápida resolución. Lo hemos visto en el caso que comentamos el otro día: Madoff fue denunciado, detenido, procesado y condenado en un abrir y cerrar de ojos. De este modo la memoria social adquiere conciencia de los límites morales que conviene respetar.

Lo contrario, la lentitud, propicia esa sensación de impunidad, desánimo y fracaso que cierta opinión interesada divulga como ingrediente sustancial del sistema.

En el caso Millet, apurar y concluir el proceso judicial con diligencia, rapidez y credibilidad resulta más urgente que nunca. Además de verse nítidamente dibujado en escena el castigo que merece su descaro, hace falta descubrir y comprender la amplitud de las redes sociales implicadas en los desfalcos. Partidos, fundaciones, asociaciones y otras entidades dieron un vigor inaudito a su penosa complicidad.

Que uno de los símbolos culturales de la ciudad de Barcelona haya sido el cuartel general de un saqueador necesita algo más que una condena individual. La investigación requiere celeridad pero también una valerosa disposición de ánimo para afrontar la purga que les espera.



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5 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Moleskine Literario, 5 años

Eterna Cadencia. Foto: Moleskine LiterarioAyer 4 de enero Moleskine Literario cumplió 5 años en el ciberespacio. Y lo celebré, sin proponérmelo, de la mejor manera, conversando con Pedro Mairal en la librería Eterna Cadencia. Fue una conversación divertida, muy informal, con un amigo como Pedro a quien adoro y con quien teníamos muchas cosas interesantes de que hablar, literarias y no literarias. Me quedo hasta el 11 aquí en Buenos Aires, tratando de vivir el presente.Un blog argentino llamado Peregrina Perla comenta la conversa.¡Feliz día Moleskine Literario y gracias amigos y lectores por seguirme estos cinco años!



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5 de enero de 2010

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una historia profundamente política

 

Hace poco terminé de leer «Las manos cortadas», la más reciente novela de Luisgé Martín que, como sus novelas y libros de relatos anteriores, ha salido en Alfaguara. «Las manos cortadas» es una novela extraña en el panorama actual de la literatura española, fundamentalmente porque encara con astucia narrativa un período particularmente sombrío de la historia reciente chilena y bien conocido por todos: la dictadura de Pinochet. No es habitual que los escritores españoles se adentren en un tema histórico-político y que además ocurra alejado de su propio paisaje; más aún cuando la Guerra Civil sigue siendo un yacimiento rico en historias, como lo demuestra la reciente novela de Antonio Muñoz Molina, «La noche de los tiempos».

Luisgé Martín además plantea un enfoque inusual, casi detectivesco y algo punzante, pues el narrador -un escritor español, supuestamente el propio Luisgé- recibe una llamada de alguien que dice tener documentos que prueban que Salvador Allende iba a convertir aquel Chile pre -pinochetista, de izquierdas y casi arcádico en el imaginario de muchos románticos, en una nueva Cuba.  Efectivamente, comprueba el escritor casi  al inicio de la novela, los documentos existen, y uno se pregunta, parafraseando a Alejandro Sawa, si acaso también Allende tuvo el ansia intelectual de convertir la idea en dinamita. Pero eso es sólo el disparador de una trama que demuestra una larga investigación y una minucia narrativa que nos lleva desde las primeras páginas hasta el final con un brío poco frecuente, rozando una y otra vez el género negro, que deja entrever a cada momento sus maneras, siempre manejadas con destreza por Luisgé, quizá uno de los más solventes narradores de la actualidad. Pueden resultar algo áridos los pasajes rigurosamente históricos, profusos en datos, que confunden y marean al lego en el tema -y Luisgé nos hace sentir así a todos, creo yo-, pero sorteado ese escollo, la lectura es envolvente.  No es una novela de concesiones narrativas y el escritor nos lleva a la desasosegante frontera de los ideales y las acciones, al territorio siempre en penumbra de lo revisitado. Pero sobre todo me llama la atención esta novela tan hondamente política en una tradición literaria poco dada al tema (el de la Guerra Civil es un género en sí mismo, de manera que excluyámoslo).

¿Qué ocurre en la literatura española actual para que el tema político sea apenas digno de atención por parte de los narradores, sobre todo cuando casi todos son opinantes y participativos, por decir lo menos? ¿Han hecho ustedes el inventario de la novela política en España? Es un asunto que me gustará comentar en un próximo post, pero por ahora me queda flotando esta (mínima) reflexión acerca de qué impulsa a un escritor como Luisgé Martín -nunca vinculado a esta temática- a tratar un asunto tan efervescente y ajeno (Ajeno: ya me entienden...) Por fortuna, lo hace y el resultado es impecable. 

 



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5 de enero de 2010
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El Boomeran(g)
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