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En el principio está Salinger

En el principio, literalmente, está Salinger. El guardián en el centeno fue el primer libro que leí en inglés. Yo tenía veintiún años y me preparaba para ir a estudiar a los Estados Unidos. Digamos que no era el adolescente que podía ser lector ideal de la novela de Salinger. Mi profesor de inglés me recomendó que no recurriera al diccionario, de modo que pasé buena parte de mi lectura tratando de entender qué podía significar phony, esa palabra tan recurrente en el vocabulario de Holden Caulfield (goddamn, que aparece más de doscientas cincuenta veces, era fácil). La novela no se armó hasta que comprendí que se trataba de una diatriba virulenta contra la sociedad norteamericana de la postguerra, materialista, deshonesta, aburrida, convencional. Para Holden, todos esos adjetivos podían, en la traducción, ser sinónimos de phony. Quienes los encarnaban eran los adultos, esos seres en los que Holden no quería convertirse.

Pero una novela no sólo se mide por la fuerza de sus ideas, sino por el impacto de sus imágenes. Ahí está el cínico de Holden, deambulando por Manhattan, enjuiciando sin cesar a todos los que lo rodean. Un leiv-motif me quedó para siempre: el deseo de Holden de saber qué les ocurre a los patos de la laguna de Central Park cuando llega el invierno. Los ecos todavía reberveran en la cultura norteamericana: en la escena con que se inicia Los Soprano, cuando Tony Soprano se fija en los patos salvajes que han llegado a su jardín, imposible no pensar en un guiño a Salinger. En Lowboy, una de las novelas más aclamadas del año pasado, John Wray hace que su adolescente autista vaya de aquí para allá por los pasadizos subterráneos del metro de Manhattan como si se tratara de un Holden de última generación.

La influencia de Salinger ha calado hondo en América Latina. En mi generación, quizás Alberto Fuguet haya sido el más explícito a la hora de reconocer las deudas. Su novela Mala onda puede leerse como una versión conosurista de El guardián en el centeno. El adolescente Matías Vicuña no sólo ha leído la novela; él mismo encarna el espíritu rebelde de Holden. Sin embargo, el rechazo de Matías a su entorno tiene una salida positiva que el radical Salinger le negó a su personaje (Holden termina en un sanatorio). En las nuevas generaciones, de la mano del cine de Wes Anderson, que en películas como Los Tenembaum ha creado su propia versión de la salingeriana familia Glass, Franny y Zooey parece haber influido tanto El guardián en el centeno. Y los cuentos, siempre los cuentos: buena parte de los cuentistas de hoy está en diálogo permanente con textos como "Un día perfecto para el pez plátano", "Justo antes de la guerra con los esquimales, "El tío Wiggily en Connecticut" y "Para Esmé, con amor y sordidez".

Familias disfuncionales, gente que no se resigna a ser adulta: los temas de Salinger están hoy más vigentes que nunca. Resulta irónico que un autor tan inconforme y desesperanzado le haya dado tantas esperanzas a tantos lectores. El recluso de Cornish podía controlar todo, excepto la forma en que sería leído.

(La Tercera, 29 de enero 2010) 
 

 

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29 de enero de 2010
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Siguiendo los pasos que dejó JD Salinger

Salinger, el autor. Fuente: The GuardianSalinger, el ermitaño. Fuente: the art of fiction Siguiendo los pasos de Salinger: Holden Caulfield visitó el Seton Hotel en East 40th Street. Aún sobrevive. Fuente: Edward Keating/The New York TimesComo era de esperarse, el duelo por la muerte de J.D. Salinger ha originado y seguirá originando sendas notas de despedida. Voy a enumerar algunas que me parecen interesantes. Vamos actualizando la lista. Siguiéndole la pista a este largo adiós.Walking in Holden´s Fotsteps (Mapa Interactivo de los lugares que recorre Holden Caulfeld) elaborado por New York TimesArchivo de cuentos de JD Salinger publicados en "New Yorker"Michiko Kakutani Of Teen Angst and an Author?s Alienation (NYT)James Barron: Taking a Walk Through J. D. Salinger?s New York (NYT)Gregory Cowles Farewell, Salinger (Paper Cuts)Blake Wilson Readers Respond to J.D. Salinger?s Death (Art Beats)Pierre Assouline: Pour saluer Salinger (La République des livres)Annie Proulx, Dave Eggers, Joyce Carol Oates: J D Salinger´s Tributes (The Guardian)Ian Whitwham: Does Catcher still ring true? (The Guardian)Christopher Tayler: JD Salinger: A guy you'd want to call up (but he wouldn't take calls) (The Guardian)Alison Flood: JD Salinger: A tribute roundup (The Guadian Book Blog)Xan Brooks: JD Salinger: America's great literary hermit (The Guardian Book Blog)Jay Parini: Watching Salinger from a distance (The Guardian Book Blog)Luke Lewis: How JD Salinger created the original rock star (The Guardian Music Blog)José María Guelbenzu: El miedo a hacerse adulto (El País)Antonio Muñoz Molina: El aire del "New Yorker" (El País)Justo Navarro: La intimidad como arte (El País)Ray Loriga: Sin introducción (El País)Ezequiel Martínez: Salinger, el guardián de los títulos que se bifurcan (En Minúscula)Marcelo Birmajer: El hombre que muere (Página12)Juan Forn: El amor y la asfixia (Página12)Marcelo Figueras: La búsqueda del accidente (Página12)Alberto Fuguet: Un día no tan perfecto (Apuntes autistas)Liliana Colanzi: Salinger, otro grande que se va (on the road)Mauricio Salvador Salinger (1919-2010) (The Art Of Fiction)

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29 de enero de 2010
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Un día perfecto para el pez Salinger

Lo que sigue es el texto que publiqué en la edición del viernes del diario Página 12, a cuento de la muerte de mi adorado J. D. Salinger.

 

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Una de las pocas formas que tenemos de valorar a Dios (acaso el autor- personaje más relevante en la Historia, primer cultor indiscutible de la literatura del yo) es medir la forma en que su(s) libro(s) moldearon al mundo. Nadie puede negar que el Dios del Antiguo Testamento, violento e intolerante, produjo una marca sobre nuestra civilización que no ha dejado de profundizarse. En el estupor que me produjo la muerte de Salinger (no porque no resultase natural a estas alturas, sino porque de algún modo nos habíamos habituado a creerlo inmortal: si alguien tenía la estatura de un dios entre los escritores, ese era el viejo J. D.), no se me ocurre una estrategia más apropiada para medir la huella que dejó.

Si saliese ahora a la calle y me perdiese por el barrio de Flores me toparía rápidamente con una versión local de Holden Caulfield. Por supuesto, el chico en cuestión seguramente ignoraría la existencia de The Catcher In The Rye; en consecuencia se le escaparía la proximidad entre el adjetivo phony, con que Caulfield denunciaba a los que no le merecían respeto, y el careta que los pibes de acá usan para desmarcarse de la hipocresía.

Y al regresar (incidentalmente, he vuelto a vivir por algunos días en aquella casa donde nací y crecí: cuán apropiado...) me encontraría en pleno territorio Glass. ¿O acaso no se parecen todas las familias, con sus más y sus menos, a los inefables Glass: papá Les, mamá Bessie y los hermanos Seymour, Buddy, Boo Boo, Walt, Waker, Franny y Zooey? ¿Quién puede no reconocerse y reconocer a los suyos en la fragilidad del vínculo, en sus manías, en la endogamia, en su capacidad de convertir dudosos logros en relatos épicos y en las estrategias comunes, pero siempre desviadas, para acceder a la gracia? (Aquellos que asumimos en cada familia la busca de algo parecido a la sabiduría hacemos siempre lo mismo: producir accidentes, con la esperanza de que alguno de ellos tenga resultado feliz.)

Los últimos textos publicados por Salinger evidenciaban la misma búsqueda de accidentes felices. Le importaba cada vez más eso que, a falta de palabras más apropiadas, llamamos sabiduría, y cada vez menos lo que solemos llamar literatura. Su prolongado silencio (no difundió textos suyos desde 1965) es auspicioso, en tanto sugiere que halló lo que buscaba; desde entonces no necesitó recurrir a sucedáneos.

No hace mucho devoré Seymour: an Introduction, convencido de que se trataba del último texto sobre los Glass que no había leido. Y al tiempo entendí que todavía me faltaba Hapworth 16, 1924. En ese momento me consoló pensar que podía guardarme Hapworth del mismo modo en que un personaje de Lost atesora Our Mutual Friend de Charles Dickens: con la ilusión infantil de que siempre haya algo más que leer de nuestros escritores favoritos. Todavía no leí la nouvelle de marras, pero ya no la demoraré. Lo bueno de los grandes escritores es que no necesitan producir novedades. Sus obras maestras pueden seguir siendo releídas interminablemente, porque siempre dirán algo que antes no habíamos sabido oír.

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29 de enero de 2010
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Otra apertura a los múltiples mundos

Embarcado en estas reflexiones sobre Everett y seguidores, leo un excelente artículo de Javier Sampedro en el que la hipótesis  de la pluralidad de mundos se vincula a otras ramas de la física. Al parecer habría novedades en relación al  llamado principio antrópico. Controvertido principio, de importantes implicaciones filosóficas,  que partiendo de constatar que el ser humano  se  interroga sobre la estructura  y la evolución del universo, colige que las  únicas respuestas válidas a tales interrogantes son  las compatibles  con la aparición de ese mismo  ser que se interroga. La unicidad del mundo se inferiría entonces de lo siguiente:

 Ciertas constantes físicas (entre otras la vida media del neutrón, la masa del electrón, o la masa respectiva de protón y neutrón) son   necesarias para la aparición de   átomos en general, luego para la formación de estrellas o galaxias, y átomos de carbono en particular, condición  de la vida. La tesis tradicional es que el margen de diferencia en estas constantes es tan estrecho que no deja abierta la posibilidad de otro universo. En definitiva: si entre las notas propias del mundo se incluye la existencia de un ser que se interroga sobre el mismo, entonces sólo habría un mundo posible.

 Ciertamente, se dirá el lector,  nada obliga a priori a casarse con la premisa principal  del principio antrópico, nada obliga, en suma, a sostener  que toda  teoría sobre la naturaleza del universo debe ser compatible con las condiciones de posibilidad y necesidad de nuestra existencia como seres biológicos racionales, empezando por la emergencia del carbono en el que nos sustentamos. Pero dejo esta discusión para otro momento, volviendo ahora al hecho de que, aun asumiendo el principio antrópico, potencialmente podrían darse múltiples mundos.

Un equipo israelí y otro americano  habrían en efecto probado la posibilidad de mundos que reflejaran una relación diferente en la magnitud de las variables aludidas. Por ejemplo,  la formación del átomo de hidrógeno no sería posible si se invirtiera la relación entre  la masa del protón y la del neutrón, pero tal no sería forzosamente el caso si consideráramos isótopos del hidrógeno como el deuterio (un protón un neutrón) o el tritio (un protón dos neutrones). Habría formas estables de átomos de carbono e hidrógeno y asimismo de oxígeno que posibilitarían  la emergencia de la vida en un mundo...raro, un mundo  en el que los océanos serían de agua pesada. 

Por otro lado, en la hipótesis de que no se diera la  llamada fuerza nuclear débil (responsable de los fenómenos de radioactividad) se mantendrían las condiciones de posibilidad de la formación de estrellas  y la formación de una tabla reducida de los  elementos, por lo que podría también darse un mundo, e incluso un mundo habitado. M De nuevo un mundo raro (ya que no habría, por ejemplo, actividad volcánica y las estrellas brillarían menos, por lo que una tierra habitable sería una tierra mucho más cercana  al sol),  pero mundo al fin y al cabo.

 Obviamente lo que estos trabajos nos dicen es que esos otros mundos son posibles,  mientras que real lo es indiscutiblemente este mundo nuestro, en el que sí se da fuerza nuclear débil, hay volcanes que entran en erupción y el sol se halla tan alejado que lo vemos muy pequeño.   Para que el mundo sin fuerza nuclear débil de Perez (tal es el nombre  del director israelí del equipo) adquiera peso ontológico tendríamos que introducir un postulado análogo al que introduje -provisionalmente- cuando en un texto anterior consideraba los múltiples mundos de Everett,  postulado según el cual   todo lo que tiene condiciones de posibilidad tiene asimismo condiciones de necesidad; todo, en suma, lo que es posible sería asimismo necesario.

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29 de enero de 2010
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El calcetín y la media

A despecho de no pocos fetichistas, el pie suele ser una unidad adjunta a lo peor. Carece de rango para dignificar su dolor cuando lo padece, sea de la clase que sea y en lo mejor sólo una hipérbole poética o una mística especializada, en sahumerios y cristologías, le ha procurado estatus.

Cuando el pie emerge de su obligada ocultación no histórica pero ya casi permanente, enseguida brinda lívidas noticias de ultratumba. Una gramática de huesos y anfractuosidades que todavía no han abandonado la geología se aunan a su herencia paleolítica. tal como Tàpies interpreta.

El calcañar, el empeine, el túmulo a menudo tumefacto del tobillo, el racimo vermicular en la corriente venosa más su tremenda culminación en el cartucho de los dedos,  enfatizan su ser sin expresión, con parentesco en las diferentes fisonomías de la piedra. Si los amantes se centran de vez en cuando en el argumento de los pies, lo hacen recreándose en su necedad radical y su aspecto tan burdo que invita a maniobras que ronda tanto el satanismo como la perversión asociada al trato con la esclavitud.

El pie soporta, se humilla, no rebasa el nivel del suelo.  ¿Para qué disimular su proximidad con la pezuña y su comportamiento animal sin viso alguno de inteligencia? El calcetín viene a encubrir esta pieza casi prehistórica a la manera que se hace con un oprobio o una tara, de manera que jamás el calcetín supera su carácter obtuso o rudimentario.

En los desarrollos de la moda, con frecuencia tan morosos en el universo masculino, el calcetín fino y elástico que imitaba el lujo sexual de la media vino a adherirse a la brusca orografía del pie masculino como una capa que sí estaba concebida, supuestamente, para mejorar la apariencia, acabó convirtiéndose en el decepcionante vendaje  de una piel, seguramente dañada, erosionada, encallecida, imperfecta y enferma.

Mientras una mujer, por beneficio de sus medias, puede hacer de sus movimientos al calzarlas o descalzarlas una ceremonia erótica tan catalogada como eficiente, el hombre maniobrando con el calcetín potencia  una estampa de menesterosidad o de disfunción eréctil.

Manifiestamente, el calcetín provoca en el orden de lo masculino un indefectible descenso de valor, una baja tan grande de su estima que cualquier contacto con ellos se realiza sumariamente, con intención de acabar pronto, mientras la media solicita, por el contrario, un trato despacioso en cuya solemnidad se destila su atracción y por poca destreza que se ponga en su manejo.

La media en sí es un estilo mientras que el calcetín, en sí, es una pieza átona, sin ideas ni sugerencias: una marca residual proveniente de un presidio ancestral del que todavía no se ha liberado el cuerpo y la antropología de los varones.

  Como consecuencia, una sucesión de sentimientos desalentadores se congregan en torno a los calcetines, dentro y fuera de ellos, en su envés y en su revés insoportable. La media tiende  río continuo, una velocidad que se ignora hasta dónde llevará pero el calcetín secciona y diseca el apéndice del pie como un órgano en torno a la muerte o el castigo. Porque ¿qué podrá hallarse bajo esa funda inanimada o y mortuoria?

La imaginación persigue con la mayor atención el itinerario de la media, se apega a sus curiosas oscilaciones, sus frunces surgidos en el jarrete o  su extrema tensión  esclareciendo la transparencia de la rótula, pero en el calcetín toda opacidad produce ahogo y cualquier pequeña transparencia, a su vez, aboca a la angustia.

En cada hueco del calcetín anida un halo aciago, una lavaza impura que comienza a absorberse por los pies y asciende hasta encharcar al cuerpo entero. Se muere por los pies o los pies son, por anticipado, la proa de una sentencia terrible  en el desfile de los féretros calzados.

De hecho, el efecto del calcetín lleva su expresión letal tan lejos que, paradójicamente, será preciso desnudarse el pie para desmentir el pronóstico de una patología inconfesable. Las medias han sido concebidas para deslizar mentiras sobre superficies brillantes pero el calcetín es el redoble de la calamidad sobre lo peor de lo verdadero, la máscara insuficiente sobre la pobreza o su estulticia.

 Permanecer con las medias puestas hasta el momento de hacer el amor acentúa el deseo pero manteniendo los calcetines puestos, el hombre, tan sólo por ello, desmejora su galanteo.

En el juego amoroso es indispensable pues apartar los calcetines  enseguida  puesto que  prácticamente en ningún caso la mujer ha palpitado ante ellos. Más bien el calcetín despierta en ella su maternidad serena, su antigüedad y su prevalencia de madre sobre la idea de amante, el predominio de la estampa vistiendo al hijo  sobre la de reconocer al hombre como un ser ajeno, apartado de su propia concepción y, en consecuencia, relativamente secreto.

En la vida de los varones y tras sobrepasar el periodo en que la madre actúa, le lleva hacia pensamientos taciturnos.  El calcetín es, en sí, taciturno y esta condición empieza en el mismo momento de realizar su compra. Así, a diferencia de las mujeres que eligen las medias con profesionalidad de meretrices, las constatan sobre la mano abierta, calibran su color y su efecto estético entre los dedos tensos y erectos, el hombre llega al calcetín sin aliciente alguno. Adquiere la prenda cumpliendo un deber puesto que no encuentra indicado llevar zapatos sin una protección reglamentaria.

La media ensalza la pierna pero con el calcetín el hombre oscurece deliberadamente el porte de su extremidad a la que anula más que resalta, que amputa más que ama y que lleva en frecuentes ocasiones como una pieza sin sentido, fuera de los placeres de la intersexualidad y castigada por la inequidad de la cultura.   

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29 de enero de 2010
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Sobre las nubes alpinas

En mi país las nubes estaban arriba y llego aquí y quedan abajo. Es una de las cosas que contó el presidente Jacob Zuma en Davos, en su presentación de la Copa del Mundo de Fútbol. Tuvo mayor éxito al día siguiente en su respuesta a Fareed Zakaria sobre la poligamía: es una cuestión de identidad cultural y en su caso trata muy bien a sus tres mujeres. El relativismo cultural se abre paso con facilidad entre las cumbres: siempre ayuda la obligada presencia de una buena ristra de profesionales de la religión (el rabino, el monje budista o el ulema) o de un político tribal tan polémico y demagógico como el sudafricano. Pero lo que me interesa ahora es escribir sobre las nubes que suelen cubrir los valles. Desde las alturas cuesta ver la realidad y la visión de las cosas queda distorsionada por el aire puro y el frío, tal como explicó magistralmente Thomas Mann en su novela davosiana.

La concentración del programa del Forum produce un desdoblamiento de la percepción: por una parte, se sublima en forma de visiones muy sintéticas y globales del estado del mundo; por la otra, la oculta y dispersa gracias a la distancia. Todas las noticias que suceden en el mundo real tienen impacto aquí, pero quedan difuminadas y filtradas por la fuerza algo irreal del mismo foro. La comparecencia hoy de Tony Blair ante la comisión que investiga la guerra de Irak; la absolución de Dominique de Villepin, autentica desautorización de Nicolas Sarkozy; las ejecuciones de manifestantes iraníes del pasado mayo o la conferencia sobre Afganistán eran temas sobre los que hubiera podido escribir perfectamente de no haber acudido a Davos. En el Foro hay también abundantes posibilidades de obtener información y análisis de cualquiera de estos temas. Buen número de los congresistas los evocan en sus contactos y tertulias. Pero una especie de niebla se extiende sobre el mundo real, que sólo se levanta en momentos excepcionales. Esta tarde la guerra de Afganistán puede aparecer como el sol súbitamente entre las nubes, en una mesa redonda de la mano del columnista norteamericano Tom Friedmann. Pero la noticia de la jornada estará en Londres y la de todos estos días algo más lejos todavía, en Washington. Estados Unidos, por segundo año consecutivo elude el protagonismo en este foro mundial. Hace un año, porque Obama estaba terminando su transición presidencial; ahora, porque el presidente y su equipo están ocupados en la reparación de la primera abolladura de su presidencia. Afganistán era el gran tema para una representación norteamericana del más alto nivel. No será así. Quedará reservada para la reunión anual de Munich sobre seguridad, dentro de una semana, otro clásico de la temporada invernal de cumbres internacionales. La inhibición oficial norteamericana (nada que ver con la privada: es el primer país en número de participantes) tiene su correlato en la fuerte presencia oficial y sobre todo empresarial de los BRICS, encabezados por China, con un centenar largo de congresistas. Pero la presencia china, a diferencia de la norteamericana, no tiene nada de locuaz, al contrario. Valen más los silencios y sobrentendidos que las declaraciones. Son la locomotora del crecimiento ahora mismo y los banqueros más solicitados, hasta el punto de que cuando se habla de la crisis griega surge la eventualidad de un préstamo chino. Pero de China interesa, sobre todo, las relaciones con Google y esa guerra cibernética que se vislumbra y que las autoridades de Pekín consideran una mera acción de propaganda occidental. El viceprimer ministro Li Keqiang, que todos los pronósticos consideran como el primer ministro chino in pectore para 2012, quiso presentarse ayer ante el Foro como el humilde dirigente de un país en desarrollo, con una renta per cápita que queda por debajo de 100 países, eso sí comprometido con la entera agenda mundial contra la crisis financiera, el cambio climática, la lucha contra la pobreza o la gobernanza mundial. La suya fue una intervención especial, seguida de una fiesta china de promoción de la ciudad de Tianjin, que junta a Dalian, ha sido también sede de una reunión de verano del Foro Económico Mundial. Hay quien dice que Davos ha entrado en decadencia hace ya algunos años; pero siempre hay otra voz que responde que el negocio no se termina, aunque serán Tianjin y Dalian los nombres con los que se identificarán las cumbres mundiales dentro de una décadas. Pero todas especulaciones pueden ser perfectamente efecto del frío y del aire purísimo alpino.

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29 de enero de 2010
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También los fariseos comen marisco

En un espléndido reportaje, David Foster Wallace describió los rituales del Festival de la Langosta de Maine, un festejo gastronómico en el que cada año se consumen cientos de toneladas de langosta, parejo a esas fiestas en las que los asistentes devoran montañas de caracoles. Todo muy jovial, familiar y tradicional.

    Luego procede a explicar cómo se cuecen las langostas y por qué hay que hervirlas vivas si queremos mantener su sabor, el silbido que producen al agonizar así como cuánto tardan en morir. También expone de modo escueto el sistema nervioso de los crustáceos para disipar dudas sobre su capacidad para sentir dolor y otros datos que permiten deducir las ingentes cantidades de dolor que causamos cada vez que nos comemos un filete de ternera, una lubina al hinojo o un conejo a la mostaza. Se puede leer en español: "Hablemos de langostas" (Debolsillo).

    Es cierto que los humanos infligimos terribles torturas a los animales, incluso cuando los amamos. Es cierto también que el toro sufre en la plaza. Sin embargo, el argumento del dolor no basta para sostener moralmente una prohibición como la que quizás haya tenido ya lugar en Cataluña. Escribo esta columna antes de que se haya votado, de modo que su contenido no responda al resultado. Adivino que se impondrá la prohibición porque no he visto ideólogos con mayor talento para hacerse enemigos que la casta política catalana. Allí en donde pueden prohibir, prohíben, donde pueden imponer, imponen, donde pueden obligar, obligan. Es un gobierno que no estima la decisión personal, la moral propia, la responsabilidad individual. Sólo le gusta lo gregario y lo obligatorio.

    Sea cual haya sido el resultado, no creo que la prohibición obedezca a la compasión, a la bondad, a la piedad. Creo que se debe a razones ideológicas que distinguen al toro en lugar de la langosta o el cabrito por motivos de oscura irracionalidad. Estos mismos represores, obligados a una legislación real sobre maltrato animal, (circos, festejos de pueblo, estabulación, transporte), serían inmensamente crueles.

 

Artículo publicado el  sábado 19 de diciembre de 2009.

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29 de enero de 2010
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III. La palabra soberanía se borra por sí misma

El terremoto de Haití resquebraja las posibilidades de conseguir un gobierno estable y consolidar la existencia de un estado nacional, capaz de organizar la administración pública y de tener poder coercitivo. En semejantes circunstancias, la palabra soberanía se borra por sí misma.

El gobierno no ha podido siquiera, en estas condiciones trágicas, ejercer el control del aeropuerto internacional de Puerto Príncipe, en manos ahora de Estados Unidos, ya no se diga ejercer el control de la ayuda humanitaria. A los 8 mil soldados de la MINUSTAH se han agregado ya 10 mil más de Estados Unidos, que se quedarán cuanto sea necesario, según declaraciones de la Casa Blanca. Para Washington, además, les emigraciones masivas desde Haití son consideradas un problema de su propia seguridad nacional, y buscará evitar que se den nuevas avalanchas de expatriados hacia su territorio.

 Lo peor falta aún por venir, con millones de hambrientos, sin electricidad ni agua potable, sin viviendas, sin hospitales ni escuelas. Los reflectores fijados hoy sobre Haití se apagarán necesariamente, y las cámaras de televisión se irán reclamadas por otros asuntos sensacionales en el mundo. Toda ayuda humanitaria es temporal, y llegará un momento en que para los países que han acudido en auxilio de Haití se acabará la situación de emergencia. Pero el país seguirá impotente, inválido, destruido, y sin posibilidad ninguna de subsistir por sus propios medios. Ésta es una tragedia aún mayor, la del olvido.

Es entonces cuando habrá que escuchar a Haití, esa tierra doliente y sombría.

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29 de enero de 2010
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El sueño de un mundo gobernado

Veinte años de la caída del Muro, veinte años del fin del apartheid y pronto veinte años del Choque de Civilizaciones, el ?clash? de civilizaciones de Samuel Huntington. El profesor norteamericano ya fallecido fue el primer pensador que intentó explicar cómo sería el mundo después de la Guerra Fría, con el resultado de que su teoría se convirtió en un juguete intelectual de moda, controvertido y citado por todos: al fin de la historia de Francis Fukuyama, otro juguete teorizado en los mismos años, le sucedería el enfrentamiento entre civilizaciones, religiones e identidades. Huntington ofrecía incluso unos catálogos de estas identidades, que eran todavía más discutibles. Como corolario, el profesor acuñó una expresión feliz, aunque probablemente poco analizada: los asistentes al Foro Económico Mundial conforman el hombre de Davos, el prototipo humano característico de la globalización, al que pronto se opuso el hombre de Porto Alegre como prototipo de su enemigo, el antiglobalizador de izquierdas.

El Foro de Davos 2010 ha celebrado a Huntington en uno de los encuentros a puerta cerrada, titulado ?El Clash de civlizaciones, revisitado?. Las identidades, las percepciones del otro, las diferencias de valores, sobre todo entre oriente y occidente, entre cristianismo e islam, con el fondo de la ascensión de los imparables, China, Brasil e India, ocupó el debate privado de los congresistas. Pero no se habló, en cambio, de la invención del ?hombre de Davos? y del destello de sus múltiples facetas. Huntington se refirió a este personaje para descalificar el consenso que se produce en encuentros como el del WEF, donde las élites de todo el mundo son capaces de ponerse de acuerdo y discutir libremente, aunque luego en sus respectivos países suceda exactamente lo contrario. El hombre de Davos, en el fondo, es el sueño de un mundo gobernado por esas élites que durante unos breves días son capaces de fabricar la ficción del consenso mundial. Situados en Davos, lejos de los combates políticos domésticos y del tufo de las cocinas políticas, los gobernantes parecen crecer y ocultar sus defectos aquí entre las nieves. Le ha sucedido ayer a Zapatero, en su primera intervención sobre la zona euro, territorio tan resbaladizo como las calles heladas de esta localidad alpina: todo le salió bien en su panel junto al gobernador del Banco de España, Jean Claude Trichet, y en el siguiente, con una variada muestra de primeros ministros y presidentes de todo el mundo. La celebración anual del Foro confirma y desmiente a la vez la materialidad de este sueño, entre otras razones por el talento de los organizadores, que tienen la atención despierta ante cualquier acontecimiento para convertirse inmediatamente en fabricantes de contactos y de acuerdos. ¿La última prueba? La reconstrucción de Haití tras el terremoto, que ha situado a Bill Clinton bajo los focos de la sala de Congresos flanqueado por el presidente del WEF, Klaus Schwab. El hombre de Davos es una ficción, ciertamente. No habrá ?clash de civilizaciones?, pero los países emergentes no van a plegarse a las órdenes de los antiguos propietarios del planeta en cuanto se refiere a los sistemas de valores y a la organización política. Por eso esta figura señala a la vez el mundo multipolar, con potencias que no quieren recibir lecciones de nadie, y la esperanza de que algún día estas potencias sean capaces de dar forma efectiva a la gobernanza mundial. (El hombre de Davos, pues, revisitado dentro del modelo en ?re? declinado en todas sus variables en este Foro alpino. En la clave del regreso también se ha organizado el segundo panel en el que ha participado Zapatero: la gobernanza global revisitada. El cambio climático, la Ronda de Doha y los objetivos del Milenio han sido los temas de la mesa redonda en la que había un abanico de países tan variado como para representar la dificultad de la tarea: además de España, México, Sudáfrica, Corea del Sur, Vietnam y Canadá. Su anterior intervención sobre la zona euro fue con los primeros ministros griego y letón, además del gobernador del Banco Central Europeo. Las prisas con que ha organizado el viaje no le han permitido protagonizar una intervención especial como le correspondía, pero al menos ha participado en dos mesas redondas variadas y de gran interés, de las que tendré que hablar en alguno de los próximos post.)

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28 de enero de 2010
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Murió J.D.Salinger

JD Salinger y su novela más famosa. Fuente: NYTEl final de una década, una caja que se cierra. El extraordinario J.D. Salinger murió a los 91 años sin salir de los muros de su fortaleza y su exilio interior. Sin duda, tendremos decenas o centenares de comentarios al respecto en diarios y blogs de todo el mundo. ¿Qué quedará de él ahora que su silencio editorial es definitvo? Algunos cuentos de Nueve cuentos, sin duda. La primera vez que leímos El guardian entre el centeno y nos identificamos con Holden Caufield. La existencia de la familia de genios neuróticos y precoces, los Glass. Algunas frases subrayables de sus últimas novelas. La chismografía alrededor de su vida, que incluye la pedofilia, los ataques de su hija y la fama de ogro. Su búsqueda incesante de una verdad zen, que no se pueda explicar con palabras, como el sonido de una palmada de una sola mano. El New York Times le hace un extenso obituario. Aquí, el anuncio oficial de su muerte:J. D. Salinger, who was thought at one time to be the most important American writer to emerge since World War II but who then turned his back on success and adulation, becoming the Garbo of letters, famous for not wanting to be famous, died Wednesday at his home in Cornish, N.H., where he had lived in seclusion for more than 50 years. He was 91. Mr. Salinger?s literary representative, Harold Ober Associates, announced the death, saying it was of natural causes. ?Despite having broken his hip in May,? the agency said, ?his health had been excellent until a rather sudden decline after the new year. He was not in any pain before or at the time of his death.?

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28 de enero de 2010
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